LIENZO 27


Preparen los pañuelos que viene un capítulo lleno de emoción

PETER

Nada en la vida te prepara para cuando recibes la noticia de que vas a ser padre. Pasé de tener miedo a perderla, a enterarme que llevaba un hijo de ambos en su hermoso vientre.

Apoyado en aquella pared y con la mano donde una vez latió mi corazón, las lágrimas comenzaron a salir con facilidad, pero no por motivos de pena, sino por el enorme alivio y alegría que llenaba cada recoveco de mi ser. El médico me miraba como si estuviera a punto de desmayarme y necesitara una reanimación inminentemente.

Y lo cierto es que poco se equivocaba al respecto.

—Señor, ¿Usted sabía lo del embarazo de su mujer? —Me preguntó el médico.

Yo solo pude negar con la cabeza, mientras que el resto de los presentes estaban tan mudos como yo. Aquella noticia fue demasiado inesperada por no decir, imposible, ya que los vampiros éramos incapaces de engendrar vida.

—Voy...voy a ser...padre...—Susurré emocionado. Todos me miraban entre felices e incrédulos, incluyendo la extraña que antes había preguntado por Alice.

La chica me miró con la boca abierta y el resto se acercaron a mí a abrazarme con expresiones semejantes a la mía. Era momento de celebrar, de celebrar que todos estábamos vivos y que le daríamos la bienvenida a un nuevo miembro en muy poco tiempo.

Celebrar la vida entre vampiros era algo irónico, ya que todos estábamos prácticamente muertos. Era milagroso, un regalo inesperado que me acercaba un poco más a la humanidad que una vez tuve y perdí.

—¡Puta mierda, voy a ser tío! —Exclamó Drogo con gran alegría. Como era habitual, era el primero en bromear o intentar relajar el ambiente independientemente de la situación.

La risa brotó entre los presentes; éramos niños dementes en navidad, observando la enorme pila de regalos que había bajo el árbol. Para mí, era mucho más delo que podía expresas por meras palabras.

Aunque no nos conocíamos de demasiado tiempo, tuve claro desde el principio de que Alice era para mí. El tiempo transcurre diferente para las criaturas como yo y si algo me había enseñado la vida es que no se necesitaba más que unas cuantas palabras para caer enamorado.

Y durante el tiempo que ella había permanecido con nosotros, había comenzado a entenderla, a observarla en silencio. Al principio, me mantenía serio con la incipiente sospecha que algo tramaba, pero, lentamente, se ganó mi confianza y la lujuria pasó a ser algo más en cuestión de no demasiado tiempo.

De entre los que se encontraban en la sala, aquella desconocida parecía más afligida que feliz. No comprendía de qué conocía a Alice, pero lo que si estaba claro es que la noticia no le emocionaba.

Agachó la cabeza en cuanto sus ojos se encontraron con los míos. La incomodidad pude sentirla al instante en cuanto sentí lo que ella era: una mujer lobo.

—Voy a hacer una llamada, disculpen—Dijo antes de marcharse a toda prisa al exterior del hospital. Intenté suavizar la ira creciente que iba emergiendo desde mi interior, suspirando al comprobar que nadie se había dado cuenta de la loba.

El doctor se había marchado para darnos nuestro tiempo y asimilar así la noticia, pero no tardó demasiado en volver para conducirnos a la habitación de Alice.

—¿Deseáis ver a la paciente?

—¡Eso ni se pregunta! —Vociferó Chris; parecía realmente emocionado, cosa sorpresiva en alguien tan frío como él.

Como si se tratara de una carrera, todos seguíamos al doctor con una enorme impaciencia. El estruendo levantó más de una queja por parte de algunos enfermos y familiares ¿Pero qué diablos?, no todos los días puedes celebrar que vas a ser padre.

Si era necesario, mandaría flores y bombones a los damnificados.

Cuando abrimos la puerta, Alice seguía descansando, pero tenía mucho mejor aspecto que antes. Estaba tan orgulloso que el pecho lo tenía cubierto de admiración por ella.

—¡Controla tus babas, papi! —Dijo Drogo, como siempre fastidiando los bonitos momentos.

Pero no iba a hacerle caso, nadie estropearía aquella dicha.

Me acerqué a Alice apoyando mi rostro con sumo cuidado en su estómago, besándolo con lágrimas en los ojos, susurrándole directamente a mi hijo.

—Casi os pierdo...

Aquel momento en el que el cuchillo se clavó en Alice había sido una pesadilla, pero hubiera sido aún peor si hubiera sabido que mi hijo estaba dentro de ella.

Levanté la vista y choqué con los ojos vidriosos de Nicolae y un nudo se cerró en mi estómago. Sabía las razones por las que él se encontraba en ese estado. Hubo un día en el que el Nicolae humano estuvo casado, pero por desgracia las cosas no salieron bien. Perdió tanto a su esposa Sienna como a su bebé y ahora, sumido en una dualidad entre una gran felicidad y una profunda pena por los recuerdos que se despertaban en él, se hallaba completamente desconcertado y sin saber cómo actuar. Su aplomo y confianza habituales se esfumaron, casi parecía tener una versión de mi hermano cuando éste era un adolescente inexperto.

El sueño que una vez tuvo y que se redujo a cenizas, ahora yo lo estaba realizando. No podía evitar sentir una punzada de culpabilidad al ver sus ojos cubiertos de húmeda pena, alejados del resto de nosotros. Se estaba escondiendo porque no quería mostrar lo que significaba este momento para él, no por motivos de que el resto viéramos su debilidad sino para evitar la incomodidad.

A pesar de los círculos donde se había movido, Nicolae no era un hombre que se dejaba llevar por las apariencias sino por el buen hacer. Solo le importaba las decisiones que se debían tomar en pos al beneficio de la familia.

Las reacciones a nuestro alrededor eran muy variadas. Mis ojos se deslizaron a Drogo, el cual charlaba con Jack, Alina y Chris animadamente. Pero yo sabía la verdad; estaba lidiando con una enorme pena que arrastraba de su vida de humano. Aunque podía ver más la alegría que el terrible dolor que asolaba su interior. Su mirada tenía un punto triste pero la emoción era aún mayor.

Me acerqué a Nicolae y lo abracé con fuerza, dándole las gracias por haberlos salvado, contestándome orgulloso.

—Cuídalos Peter, cuídalos con tu vida, como si fueran el aire que te mantiene vivo.

Yo nunca supe lo que era el amor o la familia. No era el mismo sentimiento que el de tener padres o hermanos cuando comienzas la tuya propia; el grado de posesividad que sentía era mucho mayor, por no hablar de la preocupación. Temía no estar hecho para el papel de padre y ser demasiado controlador y nada permisivo cuando mi pequeño o pequeña se fueran haciendo más y más adulto.

Finalmente, apreté ligeramente su hombro, sonriéndole gentilmente.

—Lo haré hermano, siempre lo haré y tú me ayudarás—Le dije mirándole a los ojos.

No emitió ninguna contestación, tan solo me miró unos instantes antes de salir al exterior del hospital. Estaba seguro que iría a cazar para mantener a raya esa sensación tan asfixiante que estaba padeciendo.

Uno a uno, fueron entrando a ver a Alice, aunque se había quedado ligeramente dormida, pero eso a ellos no les importaba. Querían verificar que todo estuviera bien. Yo les agradecí a todos tal lealtad, sintiendo que nos encontrábamos seguros a pesar del percance que tuvimos horas atrás.

Busqué a Drogo, encontrándolo en el pasillo apoyado con el brazo tapando su cara; estaba afectado, muy afectado. Él no se permitía llorar jamás y menos en un momento de alegría como éste, ya que han sido pocos tales momentos que tuvimos tanto en nuestra vida de humanos como de vampiros.

A diferencia de Nicolae, Drogo odiaba mostrarse débil o indefenso. Hubo un tiempo en el que las razones por las que lo odiaba eran porque lo hacían parecer más humano, pavoneándose de la idea de que ser vampiro era infinitamente mejor.

—Drogo...

Él apartó su brazo y me sonrió, dándome un golpe en la espalda de apoyo diciéndome con su eterna sonrisa:

—Eh, ya sabes que tenemos que ir de compras con la parienta. Os acompañaré para que no sea tan horrible.

Ambos nos reímos, pero sabía que aquellas bromas eran para evitar llorar y mostrarse dolido por el pasado. Se hacía el fuerte, el inquebrantable, pero su fachada la conocía demasiado bien.

Fingí no darme cuenta, agradeciéndole el enorme apoyo que había sido. Si no hubiera sido por su rápida actuación, la vida de Alice quizás se hubiera visto interrumpida.

Me disculpé con él ya que tenía que entrar a verla. Antes de marcharme, Drogo me dijo:

—Hoy se trata de tu hijo, no del mío. Disfrútalo.

Quise alcanzarlo para abrazarle, pero cruzó sus brazos apoyándose en la pared. Mi hermano era como una pantera hambrienta; no sabías cuando acercarte o no, aunque casi siempre la primera opción era la peor.

Pero no me daba por vencido.

—Alguna vez tendremos que hablar de Amanda.

—Lo sé, pero hoy no es el día.

Di por finalizada la conversación ya que no iba a forzarle a hablar en el estado que se encontraba. Desde lo de Amanda, se negó a recibir ayuda o terapia para superarlo.

Le dejé solo con sus demonios, caminando en dirección a la habitación de Alice. Un pensamiento lo susurré en voz baja.

—Serás un tío genial, Drogo.

Y realmente lo pensaba así. Iba a ser el tío divertido mientras que Nicolae siempre sería el que impondría estudiar, leer y llevar una correcta conducta en todo momento. Tenía la enorme suerte de contar con personas que podían aportarle grandes cosas a mi hijo.

Era maravilloso.

Chris me mencionó que Alice ya había abierto los ojos tras salir de la habitación. No dudé un segundo y entré con el estómago lleno de nudos, observando los párpados de Alice ligeramente entreabiertos; parecía realmente cansada.

Y no era para menos, la herida era bastante seria y había perdido mucha sangre. El doctor me dijo que ya le habían realizado la transfusión y realizado analíticas para verificar que todo estuviera conforme.

Solo tenía una pequeña anemia de hierro, cosa que se solucionaba de forma sencilla. Debía de comer adecuadamente, no solo por su estado, sino también para retomar fuerzas.

Ella me sonrió llena de felicidad y con una ternura desgarradora, como si hubiéramos estado siglos sin vernos. No pude aguantar más y me abalancé a besarla, sin importarme quien hubiera delante. Ella tomó mi rostro entre sus manos llenas de cables y me miró como si yo fuera un espejismo o un sueño: nos habían dejado solos.

—¿Sabes que te amo, Alice Morgan? ¿Sabes que te amo con toda mi eternidad?—Le dije mirándola a sus bellos ojos azules.

Como deseaba que mi hijo tuviera aquellos hermosos ojos y ese cabello tan bello.

—Yo también te amo Peter, tenía tanto miedo por ti...pensaba que no regresarías...

—Siempre voy a regresar a ti; tus brazos son mi hogar amor mío, no puedo estar lejos de mi hogar...lejos de ti...de nosotros.

Ambos comenzamos a llorar liberando nuestros miedos y tensiones. Aquellas confesiones eran tan dulces como sus besos.

—Pensaba que era el hombre más feliz del mundo el día que te quedaste conmigo, pero hoy me diste una razón por la que ser eternamente feliz. Me diste algo que pensé que no necesitaba, que dejé atrás por la imposibilidad de que se realizara; me resigné a estar solo.

Mi amada se reclinó en la cama para mirarme con atención. Las arrugas de su frente me mostraban la enorme preocupación que guardaba en su interior. Sus manos comenzaron a temblar.

—Peter...no te entiendo amor...

La tomé de las manos y las besé con devoción; aquella mujer era mi vida.

Con enorme solemnidad, le contesté intentando emitir correctamente las palabras ya que me temblaba la voz.

—Vas a darme lo que todo hombre necesita para estar completo; para sentir que, si alguna vez deja este mundo, saber que hay otra persona de su misma sangre que va a luchar por mejorarlo un poco más. Vas a darme una vida en mis brazos, con tus ojos o los míos, tu cabello o el mío...

Primeramente, ante el shock no comprendía a lo que me refería, pero lentamente, los engranajes de su cabeza comenzaron a girar.

Comenzó a llorar mientras que acariciaba su vientre con lentitud; no eran necesarias las palabras para saber más sobre lo que me refería. Ambos nos fundimos en un apasionado beso, sofocando nuestros miedos y dando la bienvenida con los brazos abiertos a nuestro pequeño futuro de pequeñas manitas.

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