LIENZO 2

Después de todo el día pintando y atendiendo clientes me marché a casa resoplando y estirando mi espalda sentada sobre el taburete de madera. Eran las ocho de la tarde, pero al ser verano, aún estaba el sol fuera, aunque la humedad hacía parecer que estábamos más bien en otoño.

Mi espalda crujió y yo no pude evitar soltar un quejido antes de levantarme para enjuagar los pinceles y guardarlo todo en la maleta. Mañana tenía trabajo extra que hacer y tenía que tenerlo todo listo sin demora. Tomé el abrigo del perchero del hall de la galería y las llaves del edificio.

Mi casa estaba solo a 15 minutos andando, pero al estar cargada de maletas, opté por pedir un taxi. En esta ocasión, no me reconocieron, por lo que pude ir tranquila todo el trayecto sin necesidad de cubrirme discretamente la cara. Y daba gracias a ello porque no estaba de ánimos para atender a un fan histérico; realmente estaba exhausta.

No tardamos en llegar y salí con un suspiro de alivio del coche. Tras pagar, me deslicé lentamente en dirección a la entrada de la que iba a ser mi nueva casa.

La casa era espaciosa y cercana a un bosque; era un sitio perfecto para una artista. El olor a las flores y el viento cálido de una tarde de verano, se colaba por mis fosas nasales y relajaban mis entumecidos hombros, doloridos de tanto pintar. Aunque la humedad hacía de las suyas con mi pelo, así que tuve que rehacerme el moño improvisado que había durado todo un día sin problemas.

Dejé las maletas en la entrada y me apresuré a ponerme cómoda antes de comenzar a organizar mi ropa y pertenencias. Realmente necesitaba unas zapatillas mullidas y algo menos ceñido que mis pantalones de tiro alto.

Aunque era realista y no podría organizarlo todo después de un día lleno de trabajo, mudanzas y planear el futuro de mi estudio. Tenía también pendiente el duro proceso de adaptación y el conocer a la comunidad de gente que vivía aquí.

Pero todo poco a poco iría a su lugar.

Me quité los zapatos en la entrada disponiéndome a preparar un baño. Opté por pedir comida a domicilio, ya que, con el lío, no pude ir a hacer la compra. Las aguas calmantes unidas a la esencia que había vertido en ellas, hacía que mi estrés y mis preocupaciones se disiparan por fin después de varias horas de viaje y el peso de las maletas que tuve que cargar desde Bulgaria.

Mientras que estaba en la bañera, encargué varios platos de pasta junto con una caja de patatas fritas y un refresco de naranja. Me iba a saltar la dieta por todo lo alto, pero en esta noche era necesario.

El repartidor me indicó que tardaría solo 30 minutos, por lo que me daba tiempo a colocar parte mi ropa y poner la mesa. Arrastré una de las maletas a mi nuevo dormitorio, mirando las estanterías vacías y abriendo todos los armarios y cajones para comenzar a hacerme esquemas mentales sobre cómo organizarlo todo.

Mi dormitorio era espacioso y con grandes ventanales los cuales eran perfectos para aprovechar toda la luz del día. Una enorme mesa de caoba se encontraba de cara a la pared; era ideal para dibujar bocetos en papel o bien para también colocar mis cientos de maletines llenos de material de trabajo.

Una a una fui colocando cada cosa en su lugar haciendo tiempo hasta que la cena estuviera lista, vislumbrando como aquella casa desconocida, se convertía en mi hogar. El día había comenzado tan bien que apenas lo creía; aquellos ojos como esmeraldas a la luz del fuego me habían encandilado. Aquella extraña atracción aún la tenía latente y pegada a mi cuerpo provocándome un estado de temblores y sudoración a pesar del baño relajante.

Sin darme cuenta, había tomado mi libreta y lo había comenzado a dibujar por impulso. Su bello rostro, sus delicados labios, aquellos ojos tan arrebatadores; aquel hombre era un sueño del que no deseaba despertar. Mientras que las líneas iban revelando su apariencia, suspiraba sujetando con más firmeza que de costumbre el lápiz; mi pulso no estaba en condiciones normales y eso lo sabía bien.

Nunca me había sentido atraída por nadie, hasta tal punto que pensaba que quizás tenía un problema, pero viendo a Peter sentí que en mi vida no había visto a alguien igual que él. Era cierto que algunos hombres me parecían guapos, pero ninguno provocó tal sacudida, tal descarga de electricidad como él, pero el problema era que lo más probable es que no lo vería mañana porque como dijo Nicolae, él y su otro hermano estaban en la facultad durante toda la mañana que yo estaría trabajando en su casa.

La puerta explotó mi burbuja artística, anunciando la llegada de mi cena. Tomé el dinero del monedero y me aproximé a la puerta con el estómago rugiendo de impaciencia. Cuando abrí, una chica de expresión amable portaba una bolsa de plástico con mi pedido.

-Buenas noches señorita, aquí tiene su pedido-Dijo entregándome la bolsa con una sonrisa.

-Gracias a ti, quédate con el cambio-Le dije mientras dejaba los billetes y las monedas en sus manos. Había pasado casi todo el día sin comer por culpa del tremendo lío del trabajo y la mudanza así que no tenía tiempo que perder.

Y justo cuando me despedí de ella me preguntó con cierta curiosidad:

- ¡Oye espera! ¿Eres Alice Morgan?

Un rastro de duda se instaló en mi pecho, ¿Debía de revelarle quién era? Pero no tenía sentido ocultarlo porque, si lo negaba, ella en seguida podría corroborarlo con la imagen que salía de mí misma en el periódico en el que decía claramente que había abierto una galería en este pueblo. Las noticias volaban y más en un lugar pequeño como éste así que no tenía escapatoria.

Solo esperaba que no fuera una fan loca de las que eran capaces de visitarme en cualquier momento del día o colarse en mi casa sin importar mi presencia. No deseaba tener problemas.

-Ehm sí, ¿Me reconociste? -Le pregunté con sorpresa. No me apetecía tener que dar explicaciones a pocas horas de haber llegado a la ciudad, pero tampoco estaba en mi carácter el ser desagradable.

- ¡Oh dios mío, como mi hermano se entere que vives aquí le va a dar un patatús!-Gritaba emocionada mientras que yo solamente quería calmar la monstruosa hambre que sentía.

-Ehm por favor, preferiría que no se lo dijeras a nadie, me gusta mi privacidad-Le dije con timidez mientras agitaba las manos frente a su cara. De nuevo la ansiedad que había desaparecido con el baño, había vuelto como un boomerang. Ella se disculpó y siguió hablando con más calma:

-Oh entiendo, pero verás, me encantaría que un día pudiéramos reunirnos los tres y así que él pudiera conocerte, te admira mucho desde siempre y creo que le hará mucho bien. Él es artista como tú y eres algo así como su musa.

La idea no me atraía demasiado, pero ella se veía tan entusiasmada. No podía negarme por mucho que quisiera, algo me decía que no era justo que le diera la espalda a alguien que me admiraba hasta tal punto que le inspiraba a seguir en el mundo del arte.

Además, me serviría para conocer un poco más la ciudad y podría ser candidato de enseñarme cómo iban las cosas por aquí.

-Está bien, pasaros por mi galería dentro de tres días y lo conoceré.

-¡¡¡AHH MIL GRACIAS SEÑORITA MORGAN!!!

Entonces aquella muchacha se fue dando saltos de felicidad hasta su moto agitando su mano a modo de despedida. No pude evitar reírme de la situación suspirando ahora que por fin podía descansar.

Coloqué mi lasaña en el plato y mis raviolis en el otro. No acostumbraba a tomar hidratos por la noche, pero un día era un día y mi cintura no podría quejarse.

La cena estaba deliciosa, por lo que me apunté el nombre del restaurante para volver a pedir algún día más. Me sentía más que feliz con mi barriga llena, ahora solo faltaba acostarme en la cama para dejar mi mente libre y que fluyesen mis ideas.

Coloqué varias velas sobre la mesita de mi dormitorio para dar un ambiente aún más íntimo. No pude evitar imaginarme como sería darme un baño con Peter, sentir sus manos ascender por mi espalda o sentir sus besos en mi cuello. Siempre me consideré una romántica y las novelas que leía me ayudaban a serlo aún más. Soñaba con algún día encontrar la horma de mi zapato, no alguien perfecto sino el que era perfecto para mí. Pero tenía miedo por culpa de mi don; nadie sabía de mi condición, ni siquiera mi madre adoptiva.

Seguí pensando en el accidente que se cobró la vida de ella. Aquello siempre me pareció extraño y el hermetismo era aún peor ya que se negaban a darme más información, solo se limitaban a que fue un accidente de coche, pero siempre supe que había algo más. Aunque por mucho que intenté esclarecer el asunto, el resultado y la explicación eran siempre las mismas.

Desde entonces había permanecido sola ya que mi hermano estaba en la cárcel por unos motivos que me duele contar, pero sobretodo, rememorar.

Mi vida era un secreto, nadie sabía nada de mí, sólo que era una pintora de renombre, pero no conocían a la verdadera Alice, la que era más frágil de lo que aparentaba cuando hablaba en público o daba conferencias.

Todo siempre había sido tan duro y difícil por culpa de lo que veía que varias veces había intentado quitarme la vida en el pasado, pero ellos no querían que muriese, por lo que siempre me detenían para evitarlo. Estaba atrapada en este mundo el tiempo que ellos desearan y por lo que veía, iba a ser por un tiempo muy largo.

Pero ahora tenía más razones por las que vivir; el comienzo en Mistery Spell había sido mi salvavidas, la tabla de salvación que necesitaba para mi torturada mente. Tomé la tarjeta de Nicolae entre mis dedos y no pude evitar sonreír; mañana si tenía suerte, iba a volver a verle.

Tras unos minutos contemplando el techo de mi nuevo dormitorio, me levanté de un salto y comencé a preparar lo que llevaría mañana a la mansión de Nicolae: los lápices para bosquejar, la goma moldeable, las acuarelas y los óleos. Todo lo metí en mi maletín junto con mi trapo, mi paleta para mezclar los colores y mi inseparable cuaderno de dibujos para poder inspirarme.

Antes de irme a la cama, tomé el dibujo acabado de Peter y lo admiré a la luz de las velas. Era tan hermoso que no podía apartar la vista de él; necesitaba conocerlo tanto como necesitaba respirar. Quizás mi mente estaba jugándome malas pasadas y comenzaba a obsesionarme con alguien que no había abierto la boca en mi presencia, ni siquiera sabía su forma de ser, ¿Y si era un loco maníaco o tenía fetiches extraños?

Yo lo admiraba como un hermoso cuadro, pero no debía de olvidar que las personas podían hacerme mucho daño si no iba con cuidado. Apreté el dibujo contra mi pecho, activando mi corazón a un ritmo desbocado. No pude evitar besar aquellos labios de papel, era el consuelo que tenía de momento. Pero por mucho que intenté no pensar en utopías, no podía evitar suspirar pensando en él, aquel magnífico desconocido que me miraba con la misma intensidad que miraba mi trabajo.

-Como me gustaría que algún día me mirases de la forma que yo te miro ahora mismo-Dije en voz alta sumergiéndome en el recuerdo de sus ojos esmeralda.

Exhalé con fuerza, como una adolescente enamorada. Su rostro estaba marcado en mi mente y dejaba atrás mi sueño, pero debía ser responsable por que no quería traicionar la confianza que Nicolae había puesto en mí.

Dejé el dibujo dentro de mi cuaderno y apagué las velas, cerrando mis ojos y curvando mis labios en una sonrisa placentera. El primer día había sido memorable y tenía la certeza que no iba a ser el único.

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