LIENZO 19


SEBASTIÁN

El día transcurrió entre risas y confidencias en compañía de mi hermana y aquella hermosa dama. Era tan inspirador ver como sus facciones se concentraban y como sus rebeldes mechones enmarcaban aquel bello rostro que invitaba a soñar.

Era la musa que cualquier artista deseaba tener a su lado cuya imagen invitaba a esculpirla o a pintarla para que belleza quedase inmortal en el tiempo. Sus mejillas rojizas eran el complemento perfecto para su tez pálida y sus rizos de fuego, creando un maravilloso espectáculo que te sumía en un estado de perpetua fascinación.

Las escuchaba hablar con la mayor de las atenciones, participando ocasionalmente con alguna broma inocente que las hacía reír. Pero cuando uno se encuentra en el lugar y compañía perfectos, el tiempo transcurre demasiado rápido.

Sarah se quedó con nosotros la mayor parte del día, pero a la hora de la comida ella se marchó. Fue entonces cuando aproveché lo que restaba de día para hablar con Alice a solas.

Ambos teníamos gustos similares y eso me encantaba. Podía hablar durante horas con ella sin cansarme y sacar miles de temas de conversación donde me podía seguir el ritmo perfectamente sin producir el mínimo bostezo de aburrimiento. Yo la conocía bien, aunque ella nunca me hubiera visto en persona, digamos que siempre había sido un gran amigo de su familia.

Sus padres y los míos eran inseparables; los cuatro aportaron tanto a los nuestros y los nuestros a ellos en una hermosa simbiosis.

Sarah fue en una ocasión a casa de Alice antes de que su madre muriese, o más bien, fuera asesinada. Todos los del clan lo sabíamos; la familia de Alice había sido asesinada cruelmente uno por uno por su condición.

Todos nos unimos a la causa, investigando las razones por las que ocurrió aquella tragedia, pero no encontramos una sola pista desde entonces hasta el día de hoy. Y para cuando deseábamos hacernos cargo de Alice, ya tenía una madre adoptiva elegida por la propia madre de ella.

La familia de Alice era la última perteneciente a médiums que existía en la actualidad. Muchas criaturas no humanas veían a las médiums como enemigas en vida y amigas en la muerte, ya que eran mensajeras de los muertos. Odiaban su capacidad de adivinar el pasado de los demás y también su...inmortalidad.

Las médiums jamás morían de forma natural; no podían morir porque literalmente una parte de ellas ya estaba muerta antes de si quiera nacer. Siempre se han considerado errores en la naturaleza, pero para mí eran ángeles que daban la tranquilidad de su vida por ayudar a los que nadie ven.

El problema de sus capacidades era que causaban envidias y miedos ante lo desconocido, por lo que, desde tiempos inmemoriales, fueron perseguidas y asesinadas cruelmente sin importar la edad de éstas o el método usado para ello.

Alice poseía el carácter de su padre y la bondad de su madre. Tenía las características perfectas para una médium; no se rendía jamás y aguantaba cualquier golpe que la vida le ocasionara. Era admirable como había encajado en un mundo que rechaza a los que son diferentes, ocultando su don a cualquiera que entrara a su vida.

Lo hizo con entereza y dignidad.

Pero nunca la abandonamos, siempre estuvimos cerca y pendientes de ella durante toda su vida. Cuando su madre murió, seguimos de cerca su adopción para no perderle la pista a Alice ya que nunca me fie de Rebeca.

Aunque era la mejor amiga de Jane y la ayudó en el embarazo cuando el padre de Alice no estaba, ella siempre se mostraba demasiado interesada en su condición aun a pesar de no saber que Alice había heredado el carácter sobrenatural de su madre.Continuamente le preguntaba acerca de las médiums y qué poderes tienen o como reconocerlas a simple vista.

Mis sentidos de alarma se disparaban cuando aquella mujer venía a ver a Alice cuando era solo un bebé, antes de que Jane muriera. Se pasaba horas mirándola con una expresión imperturbable y un semblante extraño, pero Jane jamás se dio cuenta.

De un día para otro, ella apareció muerta en su casa. Aquella mañana aparecí en su casa para ver a la pequeña Alice y a hacerles compañía. Al ver que tocaba la puerta y no respondían pensé que no estaban en casa, pero un olor a sangre me desveló que pasaba algo. Cuando abrí la puerta de un sonoro golpe, oía a Alice llorar con fuerza, pero no veía a Jane por ningún lado. Corrí a la habitación de la pequeña con una terrible sospecha latiendo en mis sienes, encontrando a Jane en el suelo con Alice en brazos; ella sangraba por la nariz.

Tomé a Alice en brazos e intenté calmarla, pero ella presentía que algo malo pasaba a su alrededor. Era inconsolable y yo, por primera vez en mi vida, no sabía qué hacer.

En medio de ese caos que parecían las puertas del infierno, un golpe en la planta inferior de la casa, me indicó que alguien había entrado en casa.

La cara de Rebeca apareció en el umbral del dormitorio, cuyorostro se deformó cuando vio la escena, pero a mí no me convenció aquella convincente actuación.

Yo podía sentir que algo ocultaba, que aquella situación le beneficiaba enormemente. Y, lo que, es más, nos extrañaba en demasía que no nos hubiera permitido hacernos cargo de Alice ya que nuestro clan conocía a sus padres desde hacía mucho tiempo.

Entonces fue como si Jane no hubiera existido. No había papeles que dijeran como murió, simplemente en la partida de nacimiento salía el nombre de Rebeca como la madre de Alice. El período de adopción fue extrañamente corto para lo que implicaba cuando alguien solicitaba los papeles.

En tan solo unas semanas, Alice ya era hija de Rebecca.

Lo peor de todo era que, por mucho que investigáramos para saber la realidad de lo que sucedió, no había nada turbio que la involucrara, por lo que no podíamos inculparla de nada.

Así fue que mis pálpitos, que nunca me fallaban, no fueron suficientes para poder meter entre rejas a aquella mujer.

Lo que nos alivió era saber que iba a mudarse a Mistery Spell el lugar de nacimiento de nuestro clan, por lo que podíamos controlar la vida de Alice y que nada malo le pasara. Y así fue mi vida, en las sombras mirándola cada noche cuando se acostaba, velando sus hermosos sueños. Y durante el día entre los árboles, viendo como lentamente iba creciendo y se transformaba en la mujer que era a día de hoy.

Conocía a la perfección cada cuadro que sus manos pintaron, había visto el primer trazo de cada uno de los que ella había pintado en su vida.

Y ahora parecía mentira tenerla a mi lado, trabajando codo con codo y hacer como si no la conociera. Era una situación extraña, pero me aliviaba ver que ella se encontraba bien y segura en las tierras que conocía como la palma de mi mano.

Veía la oportunidad de poder acercarme finalmente a ella y así protegerla más directamente. Temía que alguien se aprovechase de ella o la hiciera sufrir; no podía olvidar en el lugar que estábamos y las personas que vivíamos aquí.

La hora de cerrar llegó y me entristeció el saber que no la vería hasta mañana, pero quería intentar alargar la despedida así que se me ocurrió ofrecerle llevarla a casa.

—No quiero ser una molestia Sebastián; seguro que estás cansado—Me respondió ella con una sonrisa amable, pero no era opción dejarla marchar sola.

—No hay negociación posible, una chica tan bonita como tú no puede ir sola por la calle.

Su hermosa sonrisa hizo que sus mejillas se sonrojaran y a mí aquel gesto me embelesó. Me halagaba tanto no serle indiferente que me alentaba a ser un poco más atrevido, pero me frené para evitar estropear el momento.

Proseguí con mi plan.

—Dime tu dirección y te llevaré.

Ella intentaba escaquearse, colocándose su abrigo y tomando las llaves de la galería para disponerse a salir. Finalmente, vio que mi insistencia y mi interés no iban a quedarse ahí, por lo que resopló y asintió.

—Está bien, ¿Conoces la mansión Bartholy?

Entonces un nudo apretó mi estómago.

ALICE

Cuando le dije la dirección de donde vivía, Sebastián cambió totalmente su expresión amable por una más seria. No comprendía su cambio de actitud ya que el resto de día lo habíamos pasado francamente bien. Y analizando mis palabras, ninguna de ellas había sido ofensiva ni podía haber sido malinterpretada por él.

Su tono de pregunta me levantó el vello de la nuca.

—¿Vives con los Bartholy?

—Sí, me contrataron como profesora de arte de Lorie y para pintar unos cuadros de la mansión, ¿Los conoces? —Le pregunté aun con el miedo ascendiendo y entumeciendo mis manos.

El silencio entre Sebastián y yo me estaba poniendo nerviosa; su expresión no me indicada nada bueno y las razones aún me eran desconocidas. La mandíbula de él se encontraba apretada y tensa, como si se estuviera tragando cientos de improperios que deseaban salir.

—Alice, no vas a ir a casa—Sentenció con un tono autoritario. Eso me sacó de mis casillas, poniéndome en posición defensiva, guardando las llaves en mi bolsillo. Deseaba salir de allí cuanto antes; algo me decía que el tema de los Bartholy no le hacía demasiada gracia.

Aquella frialdad impropia de Sebastián me puso los pelos de punta, ¿Porqué no quería que me marchase a casa?

—¿Por qué dices eso?¡No tienes derecho a decidir sobre mí, Sebastián!, ellos son importantes para mí sobre todo...

Me callé de golpe, no quería que Sebastián supiera de más acerca de mi vida privada y menos viendo el odio que les profesaba sin razón aparente. Pero al callarme, la vena de su cuello se marcó aún más y sus puños se cerraron con más fuerza.

Debía de salir de allí.

—¿Qué ibas a decir?, no me digas que te enamoraste de alguno de esos chupasangres...

Cuando lo mencionó, un escalofrío sacudió mi espalda de nuevo, encogiéndome y saltando una alarma de peligro que ya comenzaba a resonar en mi cabeza. Él estaba al tanto de la condición de los Bartholy y eso me asustaba porque era casi imposible saber aquel secreto de ellos.

Con sumo cuidado, metí la mano en el bolsillo para tomar las llaves y así poder marcharme rápidamente del lugar. Si le golpeaba en el lugar preciso, podría darme tiempo para poder correr hasta un lugar seguro y así llamar a la policía.

Pero cuando intenté golpearle, la mano de él se cerró sobre mi tobillo, apretándolo con fuerza hasta provocarme un daño indescriptible. Intenté liberarme del poder de su fuerza, pero me era imposible.

Por suerte, al lado mía había un jarrón que podía usar como arma. Él estaba tan atento a mi rostro que no pudo ver venir mi ataque, aprovechando la situación para poder abrir la puerta y escapar.

Pero justo cuando iba a poner un pie fuera, él se me echó encima, derribándome y mostrando sus ojos tan dorados que parecían demasiado irreales. Aquel brillo era cada vez más intenso y eso provocaba en mí un terror aun mayor del que ya de por sí tenía.

Cuando intenté apartar la mirada para quitármelo de encima, él me sujetó de las mejillas, sumiéndome lentamente en un trance hipnótico que me obligaba a mirarle. una pesadez se instaló en mi interior, casi como obligándome a dormir. La voz de él era cada vez más y más lejana.

—No vas a volver, nunca más...

Y me dejé llevar.

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