—Pues yo creo que Catherine jamás se mereció a Christopher —exclamó ella, con una baraja en el suelo jugando solitario, mientras charlaba con el castaño frente suyo, quien miraba la baraja en el suelo.

—Tienes 6, 5, 4 de corazones rojos disponibles para el 7 de la 3 fila —el aclamado villano habló, por la obvia carencia de manos. —Y no, hasta su madre merecía más su perdón que ella a Christopher.

Carcajeó.

Ultimadamente había tenido un éxito con sus charlas, que aunque no fueran del todo informativas siempre dejaban esos “algo”.

Desde que comenzó los pequeños favores, y esos juegos para la distracción ajena, pudo darse el lujo de las contestaciones del contrario, que al principio eran solo monosílabos, pequeñas oraciones y frases cortantes y sarcásticas, con el paso de las semanas pudo darse el lujo de aumentar las palabras en sus respuestas, y últimamente, podían tener pequeñas charlas.

El hombre frente suyo ahora le veía a los ojos, aunque claramente no amigablemente, pero eran avances en su trabajo.

El trato estaba dando efectos, y claramente se sentía más cómodo en ese ambiente. Le convenía.

Y también tenían los mismos gustos en lectura.