Lecciones y errores

Diccionario ravkano:

-Merzost: magia, creación antinatural.

-Nichyevo'ya: nadas.

-Tsaritsa: gobernante (femenino), reina. Normalmente utilizado en Rusia.

-Otkazat'sya: abandonados, aquellos que no son Grisha.

-Moi tsarevich: mi príncipe.

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Baghra había pasado de estar encerrada en una cueva y controlada por una Agitamareas loca a una pequeña prisión con barrotes negros y controlada por un Alkemi y un Durast. Al menos tenía una silla y podía ver el paisaje por la ventana.

Su hijo había vuelto para hablar con ella. Ella veía claramente las consecuencias del merzost, ya no sólo en sus venas negras sino en la debilidad que le estaba causando. Poco a poco estaba muriendo. Más rápido si seguía creando a sus soldados de sombras, sus nichyevo'ya.

Y después de dejarla encerrada allí, volvía a buscarla.

-¿Qué quieres? -preguntó al verlo en la habitación. Sea lo que sea que quisiera, no sería bueno.

-En una época, pensábamos igual. El mundo quería que viviéramos con miedo -comenzó a hablar mientras acercaba una silla hasta donde estaba ella, sentándose frente a ella-. Me enseñaste que los Grisha son superiores. Que deberían temernos ellos.

-El tiempo ha cambiado mi perspectiva -fue su respuesta fría, al igual que la voz de su hijo.

-¿Y qué fue de la mujer que quemaba pueblos para proteger a su hijo y su nuera?

Desde que volvió a ver a Aleksander, no habían hablado de Irina. Pero Baghra podía ver la forma casi obsesiva en la que se tocaba el anillo de compromiso.  Nunca antes se había alegrado tanto de que Irina lograra escapar de su hijo. A saber lo que le haría si estuviera en su poder.

-Os protegí de la única forma que conocía. Os enseñé a ser fuertes, astutos. Pero no compasivos. Por suerte, Irina ya lo era por naturaleza. Contigo... veo mis errores, pero es demasiado tarde.

-No hay errores, solo lecciones -declaró con decisión-. Reconstruiré el país para los Grisha. Empezamos esto juntos. Me obligas a acabarlo yo solo, como Irina.

-Ella no quería algo así -la protegió Baghra. Tenía gracia, esa chica se sentía más como su hija que su propio hijo-. Oigo los rumores. Vuelven a perseguir a los Grisha. Los expulsan del palacio
que hiciste para ellos. Los soldados del rey los matan sin miramientos. Han pasado siglos y volvemos a estar como al principio por tu culpa.

Si Aleksander hubiera aprendido algo de la personalidad de Irina, se hubiera mostrado empático ante la muerte de sus iguales, pero no hubo nada. Aquel hombre frente a ella no era su hijo, aquel que tenía miedo de sus propias sombras.

-Debí haber matado al primer rey que conocí y coronarme yo. Convertir a Irina en mi tsaritsa. Una lección, ¿ves? -dijo como si no significara nada. Baghra giró la cabeza asqueada, Irina nunca hubiera permitido tal cosa-. Esta vez no me conformaré con un palacio. Todo el país será nuestro.

-Un pequeño imperio -se burló su madre.

-Quizá.

-¿Y la pequeña santa?

Si Irina estaba fuera del país, lo más seguro es que estuviera protegiendo a Alina Starkov. Bien, que la mantuviera alejada de Aleksander.

-La encontraré. Y cuando lo haga me encargaré de que todos vean lo que ocurre al alzarse contra mí. Le arrebataré todo su poder, no podrá hacer nada excepto cuando yo lo ordene.

-E Irina, ¿qué pasa con ella? -preguntó Baghra, su voz siendo un susurro. El rostro de Aleksander se volvió más oscuro y triste. Su hijo no parecía contento, como si estuviera recordando algo.

-No tendrá otra opción. Si no quiere ver al rastreador, a los otkazat'sya muertos, tendrá que estar a mi lado. Tal vez un tiempo en una celda la haga replantearse su situación.

-Puede que en el pasado hubieras logrado su perdón, dudo que ahora logres ni siquiera una pizca del amor que te tenía antes. ¿Otra lección? O quizá... solo otro error -finalizó con fuerza.

X

La Sombra se alzaba frente a ellos como una fuerza invencible e imponente. Hubo un silencio conjunto mientras se adentraban en su interior. A lo lejos se escuchaban las alas de los volcra, pero por suerte no había ninguno cerca.

-Odio este lugar -murmuró Mal.

-Está oscuro y hay monstruos sanguinarios. ¿Cómo no te gusta? -cuestionó Sturmhond sin perder ni por un momento su jovialidad.

-Soy una Invocadora de sombras -comenzó a decir Irina con seriedad-, yo soy un faro para ellos.

Lejos de sentirse cohibido y temeroso, se acercó a ella con una sonrisa.

-No te preocupes, preciosa. Hay tres opciones: uno, Alina termina con la Sombra y todos los volcra; dos, empezamos a tirarles tiros; tres, los matas a tú antes de que tengamos la posibilidad de hacerlo nosotros -terminó encogiéndose de hombros.

-Hace buen día para matar volcra -confirmó Tamar, cosa que su hermano no compartía.

-Preferiría un baño caliente y un libro de sonetos.

Mal los miró por un momento antes de centrarse en Alina.

-¿Seguro que estás lista?

-Soy más fuerte que nunca. Es mi momento para destruirla. Para siempre -dijo totalmente convencida de ello.

Dio un par de pasos hasta quedarse al frente de todos. Movió los brazos y convocó una esfera enorme de pura luz manteniendo a los volcra alejados. Pero aquello no pareció ser suficiente, porque de repente su poder falló y cayó al suelo. El barco se sumió en la oscuridad.

-¿Alina? -llamó Mal preocupado, colocándose a su lado.

-Kovu, ¡sacanos! -ordenó Sturmhond a su Vendaval, pero los volcra ya estaban allí. Lograron abatir al primero con disparos, el segundo fue atacado por Tolya y Tamar.

-¡Cuidado! -gritó Tolya al notar uno detrás de su capitán. Antes de que pudiera reaccionar, un corte de sombras salió y lo cortó por la mitad.

Sturmhond hizo un asentimiento en forma de agradecimiento a Irina. Luego notó que la vela había sido rasgada. Por suerte, acababan de salir de la Sombra.

-¡Kovu, empieza el descenso! -ordenó Sturmhond mientras todos intentaban agarrarse a algo-. ¡Preparaos para el aterrizaje!

Tal como dijo, el aterrizaje fue brusco y les dejó con algún moratón.

-¿Estáis todos bien? -cuestionó el corsario, revisando a cada uno de ellos.

-No fastidies -murmuró Irina al ver una guarnición del Primer Ejército ir hacia ellos.

-Parece que vamos a vivir una bienvenida ravkana tradicional -bromeó Tolya, aunque no era ni el lugar ni el momento idóneo para ello.

-Habéis cruzado ilegalmente a suelo ravkano. Identificaos -ordenó el comandante que iba al frente.

Antes de que Irina pudiera dar un paso al frente para tomar cualquier responsabilidad, Sturmhond la detuvo con una mano en su hombro.

-Yo me encargo -dijo con voz suave, pidiendo que confiara en él.

-¿Qué haces? -cuestionó Alina al ver cómo se iba sacando varias prendas de ropa, dejándolo con un uniforme del Primer Ejército.

-Identificaos o disparo -volvió a amenazar el hombre.

-¿Tanto he cambiado, Raevsky? -cuestionó Sturmhond dándole su ropa a Tolya, acercándose al oficial-. ¿Qué pasa? Sé que ha pasado tiempo, pero mantengo mi atractivo juvenil.

-No puede ser -murmuró este al reconocerlo.

-Sí que es -confirmó el corsario.

-Moi tsarevich. -Y con eso, todos los soldados ravkanos se arrodillaron. Irina abrió los ojos de golpe. No podía ser-. Habíamos perdido la esperanza.

El oficial se levantó y le apretó la mano a quien era el hijo del rey de Ravka.

-Os presento a Nikolai Lantsov, comandante del regimiento 22, soldado del ejército del rey, gran duque de Udova y segundo hijo de su majestad real, el rey Pyotr III, monarca del trono del águila bicéfala.

-Estás de broma -murmuró Irina, igual de perpleja que Alina y Mal.

-En tus propias palabras -habló Nikolai sin notar la conmoción que había causado a sus espaldas-, el mocoso más novato e inútil que tuviste la desgracia de entrenar. A tu servicio. Quería volver antes, pero no sin ellas. Te presento a Alina Starkov, excartógrafa y santa a veces, y a mi compañera y protectora personal, Irina Mikhaylova. Sin ella Starkov estaría a manos del general Kirigan y yo posiblemente muerto en la Sombra.

-Mikhaylova, un honor estar ante ti -saludó el oficial, pero antes de que pudiera responder, Alina ya estaba marchando al frente.

-¡Cerdo mentiroso! -gritó antes de lanzarle un puñetazo tan fuerte que lo envió al suelo.

Mal estuvo al instante a su lado apartándola e Irina se arrodilló junto al príncipe.

-¿Tú también vienes a pegarme? -se quejó este con el rostro adolorido.

-Tienes suerte de que estamos frente a más personas, Nikolai, sino lo hubiera hecho -amenazó en un susurro mientras le ayudaba a levantarse.

El príncipe soltó una suave carcajada.

-Es bueno ver que no has cambiado, Rina.

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