• Extra: Dancing queen

Diccionario ravkano:

-Sasha: diminutivo de Aleksander.

-Lapushka: cariño.

-Oprichniki: guardia personal de los Oscuros.

-Kvas: bebida popular de Ravka.

-Moya soverennyi: mi señora.

Aleksander e Irina han bailado mucho a lo largo de los siglos.

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Eran jóvenes los dos, apenas tenía doce años Irina y quince Aleksander. Se escondían en el bosque, lejos de miradas curiosas mientras practicaban su invocación.

Aleksander se frustraba intentando crear la hoja del Corte. Su madre lo estaba empujando para que supiera defenderse por sí mismo. Y no estaba logrando nada.

Dejó caer los brazos frustrado, pisoteando con fuerza las hojas bajo sus pies. Irina dejó a un lado las sombras que formaban un conejo para acercarse a Aleksander.

-¿Estás bien? -cuestionó viéndolo con cuidado.

El chico se giró, negándose a aceptar su derrota.

-No me sale el Corte.

Irina simplemente sonrió.

-¡No te preocupes! Apenas estás empezado, tu madre ha tenido muchas décadas para entrenar y mejoralo.

Aún así, Aleksander volvió a levantar las manos. La niña, cuando se dio cuenta de que le estaba ignorando, volvió a sentarse en el tronco caído, practicando sus figuras.

Pasaron las horas y Aleksander cada vez se exasperaba más. Apenas había logrado mantener un filo capaz de cortar algo. Soltó un bufido antes de golpear una piedra y sentarse en el suelo.

Irina lo miró notando lo enfadado que estaba sobre sí mismo. Volvió a levantarse y ofreció su mano. Aleksander lo miró con una ceja levantada.

-¡Baila conmigo! -pidió con una sonrisa.

-Tus padres han sido asesinados, casi te matan a ti, nos persiguen porque somos Grisha, ¿y me pides que bailemos? -soltó de forma brusca.

El rostro de Irina flaqueo, dejando caer la sonrisa que siempre estaba ahí.

-No me gusta pensar en esas cosas, porque sino no paro y se vuelven peor -susurró con la cabeza gacha, regresando al tronco.

Aleksander la observó desde donde estaba, negándose a ver como las sombras se movían oscuras tras la niña, como un reflejo de su propia mente. Suspiró profundamente y fue hacia ella.

-Vamos -ordenó ofreciendo la mano. Irina levantó la cabeza confundida-. No me hagas repetirme.

Una sonrisa creció al instante y agarró su mano.

-¿Cómo vamos a bailar si no tenemos música? -preguntó confundido el adolescente.

-No importa, podemos bailar igualmente.

Aleksander la miró sin creerla, pero se dejó llevar por los movimientos rápidos y divertidos de Irina. El joven se dejó llevar, y al final él mismo acabó riendo por las tonterías de la otra Invocadora.

Ajenos al resto del mundo, no notaron como Baghra les observaba desde lejos. Había acogido a la pequeña Irina cuando sus padres murieron, pero tal vez fuera una buena influencia para su hijo.

X

Aleksander se movía algo nervioso, esperando la respuesta de Irina. Esta misma estaba revisando la casa que él había escogido a unos kilómetros del pueblo, escondido entre los árboles del bosque.

Siguió cambiando su peso de un pie al otro, revisando las arrugas inexistentes de su nueva ropa: unas prendas del ejército del rey, pero en vez de ser azules eran negras.

Irina, con su cabello corto, terminó de ver el espacio y se giró para mirarlo. Aleksander se tensó mientras temía sus siguientes palabras. Se relajó cuando vio su sonrisa.

-Sasha -llamó cogiendo sus manos, su voz suave-, esto... esto es hermoso. Pero, ¿es seguro que nosotros...?

No terminó de hablar, pero Aleksander entendió lo que quería decir. Desde siempre habían estado huyendo de un lugar a otro, nunca podían instalarse en un sitio, no tenían un hogar.

Aleksander apretó sus manos, queriendo trasmitir una seguridad a su pareja.

-Ahora que soy el asesor militar del rey Anastas, le haré ver que no somos sus enemigos. Los Grisha dejaremos de huir y estaremos a salvo. -Soltó sus manos y agarró las mejillas de Irina, acariciandola con sus pulgares-. Nos respetarán y podremos vivir una vida tranquila, lapushka -sonrió.

Una risa temblorosa salió de sus labios.

-Espero que sea así, Sasha. -Al ver aún su actitud reacia, Aleksander la empujó a su pecho y los mecio lentamente. Irina arqueo una ceja-. ¿Estamos bailando?

-Algo así -respondió riendo.

-No tenemos música -Irina fingió desdén pero no pudo evitar que la punta de sus labios tiraran hacia arriba.

Aleksander se separó para mirarla a la cara.

-¿Y desde cuando a Irina Mikhaylova le importa que haya o no haya música? -cuestionó bromeando, giró de golpe a la mujer, haciéndola jadear-. Estoy decepcionado con tal actitud, lapushka.

Irina negó con la cabeza, apoyandola en el hombro de su amante.

-Me gustaría quedarme aquí, contigo -terminó susurrando.

No solían hablar del futuro. Baghra les había enseñado a vivir en el presente y a no dejarse llevar por los sueños. Los sueños les podían dar esperanza y la esperanza mataba más que el presente. Pero allí, en esa cabaña en el bosque, tan solo eran ellos dos.

-Sí, a mi también me gustaría -afirmó Aleksander apoyando su barbilla en la cabeza de Irina.

La Invocadora se mordió el labio antes de decir lo siguiente.

-¿Quién sabe? Igual hasta podrían haber un par de sombras correteando por aquí...

Aleksander se detuvo al escuchar aquello. Irina temió haberse equivocado al mencionar aquello. No era un secreto que a ella se le daban bien los niños, siempre los cuidaba o les enseñaba a controlar su poder. Aleksander sabía que ella sería una buena madre algún día.

Antes de que Irina se retractara, el hombre siguió meciendolos en un baile silencioso.

-Tendríamos que conseguir un lugar más grande para todas las sombras que habría.

-¿Cuántas quieres tener? -preguntó riendo Irina, mucho más tranquila.

-¿50? ¿100? -ofreció con voz seria.

La Invocadora jadeo antes de darle un golpe en el brazo y mirarlo a la cara.

-No voy a pasarme los próximos siglos embarazada -se quejó alzando la voz.

Aleksander se río sin avergonzarse de lo que había dicho antes.

-Creo que serías una imagen entrañable, lapushka -halagó con una sonrisa pícara en su rostro.

Irina no pudo enfadarse con él, simplemente se dejó llevar por sus brazos mientras seguían moviéndose.

-Creo que el cambio sería bueno -acabó diciendo.

-Sí. Hasta tu apellido podría cambiar -añadió Aleksander.

Esta vez fue Irina la que se detuvo, mirando directamente a los ojos del hombre.

-Sasha...

-Irina Morozova suena bien -siguió antes de que pudiera interrumpirlo.

Los ojos de la mujer se ablandaron, llenos de amor y cariño. Alzó su mano derecha y acarició la mejilla de este. Aleksander se apoyó en ella.

-Suena fantástico.

El Invocador se inclinó capturando sus labios.

X

Las fiestas del Gran Palacio eran portentosas y muy aburridas. Los del Pequeño Palacio, en cambio, estaban llenos de vida y se hacían en la intimidad. Todos se conocían entre ellos y no había razones para fingir.

A final de cada año, los Grisha del Pequeño Palacio se reunían y celebraban la noche antes del nuevo año. Había varios que volvían con sus familias, pero los que se quedaban se unían a los demás. Hasta los dos Oscuros asistían a tal celebración.

Se reunían en uno de los grandes salones custodiados por los oprichniki y rodeados por mesas con diferentes tentempiés. Había una orquesta pequeña a un lado y una pista de baile para todos los que quisieran bailar.

El general Kirigan estaba conversando con Zoya. La Vendaval parecía haberse preparado con especial cuidado esa noche, queriendo lucirse frente al hombre que tenía delante. Un vago intento de volver a ser invitada a su cama. Al general poco parecía importarle.

Por otro lado, Irina estaba charlando tranquilamente con Fedyor, riendo con él.

-Si se lo pides amablemente seguro que acepta -habló la Invocadora bebiendo un sorbo de kvas.

El Mortificador lanzó una mirada de muerte a Iván. Su marido se había apartado del centro de atención y los estaba ignorando de forma deliberada. Sabía que si se unía a ambos terminaría arrepintiendose.

-A él no le hace mucha gracia bailar, moya soverennyi -se quejó Fedyor-. Ni un mísero baile. -De repente la punta de sus labios se elevaron-. ¿Baila conmigo? Prometo que no soy mal bailarín.

Irina escondió la sonrisa detrás de su vaso.

-No lo sé Fedyor. Yo soy muy buena, mi reputación quedará manchada si no estás a la altura.

Un quejido salió de los labios de este.

-Venga, no seas como Iván -suplicó.

Al final cedió. Ambos amigos bailaron riendo entre ellos, ignorando alguna que otra mirada curiosa de parte del público. Los keftas de color rojo y negro destacaban mucho.

Una vez terminó la música, ambos iban a retirarse cuando Fedyor la lanzó una sonrisa divertida antes de excusarse y salir de la pista. Extrañada con su actitud, todo se aclaró cuando una voz carraspeo tras ella.

Se giró encontrándose con el general Kirigan, igual de elegante que siempre.

-General -saludó la Invocadora de sombras con una sonrisa en su rostro.

-Irina, me preguntaba si me podría otorgar un baile -pidió ofreciendo su mano, sus ojos negros brillando y sin apartarlos de su rostro.

La mujer unió sus manos.

-Será un honor.

Dos keftas negros eran muy vistosos en la pista de baile. Las miradas de todos cayeron sobre la pareja más poderosa de Ravka, una que ahora mismo dominaba la pista. Ningún otro Grisha salió a bailar.

Colocando la mano libre en el hombro de Aleksander y este en la cintura de Irina, esperaron a los primeros compases de la música. Entonces, se movieron como uno solo, adelantándose a los movimientos de su pareja, creando una coreografía tan íntima entre ellos que dejaba sin aliento a sus espectadores.

Los pasos de Irina eran tan delicados como una pluma, moviéndose con la gracia y elegancia de un cisne. Aleksander era más firme, siendo el punto de apoyo para la mujer, girandola y elevandola en el aire.

La pareja se miraba a los ojos, sin importarles la gente a su alrededor. Habían hecho aquello tantas veces, en tantos lugares... Era algo imposible de replicar. Cuando encuentras la pareja ideal, te aferras a ella y bailas eternamente.

Ellos lo habían hecho y lo seguirían haciendo.

-Al menos ahora hay música -susurró Irina mientras seguían bailando.

Aleksander se río.

-Te dije que era mejor, lapushka.

Su mujer hizo un puchero, girando sobre sí misma antes de permitir que Aleksander la agarrara de nuevo la cintura, acercándola a él.

-No lo voy a negar, pero no te acostumbres -añadió mientras la música iba ralentizandose.

-No soñaría con tal cosa -bromeó haciendo que sus movimientos concordaran con los compases-. Te amo, Irina Morozova.

La mirada de Aleksander estaba llena de adoración y amor. Todo para su querida esposa. La única persona en el mundo que sostenía su corazón, uno que ni siquiera los Mortificadores más capaces podrían alcanzar con su poder.

Irina se sintió tan amada en ese instante que tuvo que contenerse para no besarlo delante de todos.

-Yo también te amo, Aleksander Morozova.

La música terminó y la pareja se detuvo. Los aplausos llenaron la sala, incluso la propia Zoya tuvo que hacerlo de mala gana, solo para no quedar tan fuera de lugar. Pero tenía el ceño fruncido.

Ninguno de los dos Oscuros se separo mientras se susurraban al oído.

-Cuando este evento termine, me encantaría pasar el resto de la noche contigo en nuestra habitación -habló Aleksander.

-Nada me gustaría más, Sasha. Es una suerte que mañana tengamos el día libre -contestó Irina con ojos chispeantes que su marido no pasó por alto.

-Una verdadera suerte -dijo Aleksander con una voz como la seda, suave y oscura.

Si alguno de los presentes vio como rápidamente parecieron darse un beso, ninguno lo comentó, al menos no delante de ellos.

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Este es, sin lugar a dudas, mi capítulo preferido. Aquí se muestra la longeva relación que han tenido y muestra lo difícil que debe haber sido la decisión de Irina de dejar a Aleksander en la Sombra.

¡Queda un capítulo todavía!

Spoiler: Universo Alternativo - ¿Qué hubiera pasado si Aleksander ganará?

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