Consecuencias

Diccionario ravkano:

-Moi soverennyi: mi señor.

-Sasha: diminutivo de Aleksander.

En aquel momento, Alina se sintió completa. Sabía quién era y sabía que tenía una atracción a Irina. Se separó para ver la expresión de la mujer. Se arrepintió al instante.

Irina tenía una mirada de sorpresa, que rápidamente se transformó en un ceño fruncido. El estómago de Alina dio un vuelco. Irina no sentía lo mismo, ni por asomo.

-Ven conmigo ahora -ordenó agarrando su muñeca.

Alina quería huir, escapar de aquel bochorno. Pero Irina tenía más fuerza y logró bajarla de la tarima antes de moverla entre la multitud que intentaba hablar con ella. El general Kirigan casi se abalanzó sobre ellas. Alina notó el aura del mismo, más oscuro y furioso que nunca. Sabía que estaba más o menos a salvo porque estaban frente a una multitud bastante grande, porque sino estaría muerta.

La Invocadora del Sol ya no se veía tan poderosa y se veía como realmente era: una cría con una carga demasiado grande.

-Tú también, conmigo ahora -ordenó Irina sin perder ritmo.

Los tres acabaron en la Sala de Guerra, donde nadie podría molestarlos. Una vez se cerraron las puertas, un silencio se apoderó de todos.

Alina hizo acopio de todas sus fuerzas y levantó la cabeza, intentando mostrar que no se arrepentía de sus actos.

-Alina -llamó Irina-, quiero disculparme. Te he dado señales que no quería enviar. Llevo bastante tiempo en una relación y no tengo intención de cambiarla.

Nunca la había visto así. Sus ojos y expresión era más madura, casi era imposible saber qué edad tenía. Al fin y al cabo, los Grisha no envejecian.

Recordó todos sus encuentros y conversaciones. Donde ella había visto interés y atracción, en realidad Irina había estado comportándose como una amiga o una hermana mayor. Alguien con experiencia que ayudaba a al prójimo. Había malinterpretado la situación por completo. Alina se sintió una tonta.

Avergonzada, apartó la mirada, incapaz de observarla por más tiempo.

-Había escuchado rumores de una relación, pero no pensé... no pensé en ello -explicó Alina.

-Decidimos dejarlo en el aire, señorita Starkov -aclaró el general Kirigan mirándola con una dureza indiscutible-. El rey y el resto de nobles se pondrían nerviosos si descubrieran la naturaleza de tal relación entre los dos Grisha más poderosos de Ravka -informó colocando las manos tras su espalda. Su tono era burlón, como si estuviera dando clases a una niña pequeña.

Alina había estado ignorando las señales que afirmaban lo cercanos que eran. Había intentado conseguir encontrarse con Irina a solas, pero era complicado porque siempre estaban juntos. Muy pocas veces se separaban. Es más, cuando la tranquilizó en la noche junto al lago, fue Kirigan quien la buscó, dejando claro que habían estado en la misma habitación por la noche.

Un escozor llenó los ojos de Alina. Que estúpida había sido.

-No tienes culpa de nada. No lo sabías -habló Irina en tono calmado, como si fuera una madre hablando con una niña-. Ahora sí. Y creo que lo mejor será mantener alguna distancia por un tiempo.

-Pero... -intentó hablar Alina. Irina levantó la mano interrumpiendo cualquier cosa que fuera a decir.

-Créeme, será lo mejor. A partir de ahora tan solo tendrás tus clases normales, las clases nocturnas desaparecen.

-Soy la Invocadora del Sol. Necesito ese entrenamiento -se quejó ella.

-No. Para eso está Baghra -argumentó Irina-. Lo mío es probar límites y mejorar tus poderes. Eso es algo que puedes hacer tú misma.

Alina se desinfló notablemente. Ya no era la increíble y poderosa Invocadora del Sol que toda Ravka veía, ahora tan solo era Alina Starkov. Ni más ni menos.

-Comprendo -murmuró recomponiendose-. Yo también me disculpo por mis actos.

Hizo unas pequeñas reverencias antes de encaminarse a la entrada.

-Señorita Starkov -llamó Kirigan. Alina no se giró, no queriendo enfrentarse a ese hombre-. Que sea la última vez que viste de negro.

Alina apretó sus puños antes de soltarlos derrotada.

-Sí, moi soverennyi.

Y con eso dicho, se fue.

Irina suspiró con pesadez, pasando su mano por la cara. ¿Cómo no se había dado cuenta? Había estado enviando señales a Alina sin quererlo, la había desconcertado y ahora tenía que arreglarlo.

Aleksander cogió con suavidad su mano, masajeandola con sus dedos. Irina sentía las sombras del hombre. Estaban furiosas, moviéndose de un lado a otro de la habitación, clamando ser liberadas. Pero había otras en sus tobillos, casi parecían agarrarla desesperadas, no queriendo que se fuera de su lado.

-También te debo una disculpa, Aleksander -murmuró en la habitación vacía-. Ahora entiendo tu comportamiento. Debiste haber hablado conmigo. Habría terminado con esto mucho antes -reveló.

Aleksander no sonrió, pero apretó con más fuerza su mano, dejándola ver cómo se sentía.

-Siempre hemos estado juntos a través de todo. No sé qué haría si te perdiera.

Irina soltó su mano y agarró sus mejillas, obligándole a mirarla a los ojos.

-Sasha, nunca, nunca te cambiaría por nada. Queremos hacer un mundo mejor para los nuestros y vivir juntos. No hay nada más, solo quiero estar contigo. Ni con Alina ni con otro Grisha. Yo decidí casarme contigo y seguiré casada contigo por siempre.

Los ojos de Aleksander estaban llorosos. Apoyó la frente contra la de su mujer, dejando escapar un suspiro tembloroso.

-Si supieras cuánto te quiero, tal vez te asustarías. Si fuera por mí, quemaría este país para estar contigo. Quemaría Shu Han y Fjerda. Reduciría todo a cenizas. La última vez que lo hice, creé la Sombra. Volvería a crearla si fuera necesario. Pero me alegro mucho de que ambos deseemos lo mismo.

Había algo ahí que Aleksander no mencionó. Algo que no quiso porque sabía que causaría otra discusión entre ellos. Cada vez que lo intentaba, encontraba la negativa de su esposa. Decidió dejar de decirlo, decidió dejarla en las sombras y no mencionarlo, como en aquella ocasión.

-Oh, Sasha. Lamento muchísimo haberte puesto en tal compromiso -se disculpó agarrándose a su kefta, apoyando la cabeza en su pecho. Aleksander la rodeó con sus brazos, no queriendo estar en otra parte.

Ahí se quedaron, abrazados, dándoles igual la fiesta que se desarrollaba fuera o que la cena se serviría pronto. Ellos no iban a asistir.

Alguien golpeó la puerta. Ninguno se movió.

Volvieron a llamar. De mala gana, Aleksander se separó y fue a responder. Cuando regresó, una expresión de disculpa estaba en su rostro.

-Tengo que ir a hacer una cosa. Puedes quedarte aquí hasta que termine con eso -habló besándola con suavidad.

Irina asintió.

-Aquí estaré -prometió. Aleksander la sonrió y se fue a la puerta. Antes de que llegara más lejos, volvió hacia su esposa y la besó profundamente, sacándola una sonrisa, divertida. Era como si fueran jóvenes adolescentes de nuevo.

Aleksander salió con el corazón más ligero. Irina había dado un paso al frente y había puesto distancia entre Starkov y ella. Sabía que su conversación había sido sincera. Después de tantos años, ellos sabían cuando el otro estaba siendo sincero.

Por eso se alarmó cuando no encontró a Irina cuando regresó a la Sala de Guerra.

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Voy a aclarar un par de cosas.

Alina realmente sentía una atracción con Irina, pero hasta ella misma estaba malinterpretando las señales porque lo que estaba sintiendo no era amor. Irina la había dado más atención que la mayoría, por lo que pensó algo que no era.

Irina no tenía ni idea y cortó tan pronto ocurrió ese desastre porque ella sigue queriendo a Aleksander.

En el libro, Alina se siente bastante atraída a la figura del Oscuro sin tener idea de por qué. Y no es hasta que tiene la cabeza clara que no se cuestiona por qué hace todo eso. Lo mismo pasa aquí. Ella necesitó un momento de reflexión para darse cuenta de que aquello estaba mal, porque realmente no la amaba, sino que la veía más como una hermana.

Hormonas adolescentes.

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