Treintaicinco

[NARRADOR]

Derek estaba al borde del ataque cardíaco. Hace minutos había recibido una llamanda de Lydia, la cual llorandonle había gritado que había visto morir a Stiles.

Su lobo le arañaba el pecho internamente y en su mente se dibujaban las más grotescas imágenes sobre lo que podía haber visto la Banshee. Con ella todo era posible. El lobo quería tomar el control y salir corriendo a buscar al humano, pero Derek no lo permitía por el simple hecho de que realmente no sabía dónde estaba Stiles, y se arrepentía por no haberle detenido cuando tuvo el presentimiento de que no debía dejarle ir. Si volviera un par de horas atrás y fuera consciente de lo que iba a ocurrir, encerraría a Stiles en el baño para no dejar que se marchara. Eso, para él, sería lo más sensato.

No tuvo más opción que quedarse yendo de un lado al otro mientras esperaba a que alguien, quien fuera, le diera noticias del menor.

Necesitaba desesperadamente saber si estaba bien, pero intentaba mantenerse serio y con la mente fría.

Cuando luego se veinte minutos escuchó como alguien metía una llave en la cerradura e intentaba abrir, toda la seriedad desapareció mientras su cuerpo temblaba como gelatina ante la incertidumbre de no saber con qué iba a encontrarse. Tenía tantos nervios que su olfato y oído se habían bloqueado, y que abrieran la puerta tan despacio no ayudaba para nada.

El alma le volvió al cuerpo al ver a Stiles allí, mirándole con una media sonrisa algo forzada. Por un segundo, le pareció algo irreal, como un espejismo en su propio departamento, otro fantasma que venía a atormentarle por no haber sabido proteger a quienes le rodeaban.

Vio a Stiles cerrar la puerta y luego tratarla con llave antes de voltearse hacia él y mirarle. El rostro del chico se tiñó con preocupación mientras que Derek se había quedado petrificado en el lugar, agua cálida brotando de sus ojos en forma de lágrimas mientras intentaba hacer reaccionar su cuerpo para hacer algo que no fuera solo quedarse allí como una estatua.

Fue Stiles quien se acercó, entre preocupado y sorprendido, al ver a Derek de esa forma. Lentamente llevó su mano a uno de sus brazos y le miró directo a los ojos.

— Derek –Le nombró, tratando de hacerle reaccionar.— ¿Qué ocurre? ¿Pasó algo?

El mayor no respondió, no se movió, ni siquiera parpadeó, solo sintió como un escalofrío le recorría desde donde Stiles le había tocado hacia arriba.

Se quedó quieto por tanto tiempo que pronto ya no le quedaban lágrimas para llorar, y tuvo que parpadear porque se le estaban secando los ojos.

— Derek, dime algo.

Aquello había sido como un gemido triste y ahogado, una suplica de que hiciera lo que había sido pedido, una señal de que la persona que tenía frente a él estaba realmente preocupada por lo que le ocurría. Y eso solo sumaba más olas a su mar de pensamientos, porque nunca nadie, a excepción de su difunta familia, se había preocupado tanto por él hasta el punto de ponerse pálido cómo lo estaba Stiles ahora.

— Dios Derek, por favor –Volvió a suplicar Stiles.— Dime qué ocurrió.

El mencionado sacudió la cabeza y parpadeó un total de séis veces, como si acabara de despertar de un sueño, o más bien de una horrible pesadilla, y volviera a ver la realidad. Una realidad que por primera vez en mucho tiempo estaba feliz de presenciar. Su mano viajó hacia el rostro de Stiles, tocándole la mejilla con la yema de los dedos como si temiera que ante su tacto fuese a desaparecer.

Al darse cuenta de que, en efecto, era Stiles, su mano pasó a sujetarle por la nuca y a pegarle a su pecho. Abrazándole con fuerza mientras el chico se ponía tenso debajo de sus fuertes brazos. Escondió el rostro en el hueco de su cuello y, solo al captar el aroma del menor, sus sentidos licántropos volvieron a estar completamente funcionales.

Aún así, eso no calmó su desbocado corazón, menos a su lobo, el cual por alguna razón seguía creyendo que el humano estaba en peligro.

Derek no le culpaba, Stiles olía a tierra, a aceite de motocicleta, a miedo, a ira y a sangre que, por suerte, no era la del chico.

— Creí que habías muerto –Murmuró contra la piel de Stiles.— Me dijeron que ibas a morir, Lydia te vio morir. No sabía dónde estabas y no iba a poder ayudarte, iba a fallarte en lo único que te he prometido, yo...

Derek se quedó en silencio cuando los brazos del ojimiel le regresaron aquel desesperado abrazo, palmeandole la espalda con un cariño amistoso que, por alguna razón, no se sintió bien.

Entonces el lobo entendió todo. Lo que llevaba días atormentandole ahora estaba frente a él, más claro que el agua, y se creía un idiota y un ciego por no haberlo notado antes.

Había tenido la respuesta frente a él todo el tiempo, y ahora, tenía a Stiles abrazándole, sin nada no nadie que pudiera arrebatarselo.

Dejo de rodearte con los brazos, hizo que dejara de abrazarla y se alejó un poco, lo suficiente como para ver al chico a los ojos pero sin abandonar su espacio personal.

Stiles le miraba sin entender nada y había estado a punto de decir algo cuando un escalofrío de reccorió al sentir la mano de Derek pasar se estar sujetándole el brazo a estar en su nuca, sin apretarle con fuerza pero si ejerciendo cierta cantidad de presión.

El humano se quedó en silencio, mirando al lobo a los ojos a la espera de ver qué era lo que iba a ocurrir. Expectante de ver qué pasaría luego de aquél gesto de sujetarle que había tenido el mayor.

Sintió como la mano en su nuca le empujaba hacia adelante y vio como Derek acercaba su rostro al suyo. Sus labios temblaron al sentir el aliento del mayor en su rostro, estaban tan cerca que le sorprendía que no se estuvieran besando. Aunque era obvio que eso estaba por ocurrir.

— Sé que me besaste –Soltó sin pensar.— No me imaginé nada, sé que estabas ebrio y comprendo si fue solo un impulso. Ahora estás sensible, así que comprenderé si esto es solo un impulso y en realidad tú no...

La frase no pudo ser acabada, ya que los labios de Derek invadieron los suyos en un beso lento y cálido. Eso era mucho mejor que el primer beso, pero por mucho mejor, no había comparación.

Colocó sus manos en el pecho de Derek en busca de soporte mientras la mano del lobo ejercía más presión en su cuello, profundizando el beso.

Este beso le ganaba por mucho al que Derek le había dado la madrugada anterior, y la mejor parte era que ambos sabían que el otro estaba de acuerdo con aquél beso.

NOTA DE LA AUTORA:

¿Levante la mano quienes repentinamente me aman por haber escrito esto?
Yo también los amo, mis babus, escribir para ustedes es la mejor parte de mi día.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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