Capitulo XVIII: On fire
Al final, Calipso desistió de bajarse de la encimera y rompió a llorar de nuevo, esta vez sobre el pecho de Remo, que la consolaba todo lo bien que podía.
— Sé que es dificil comprenderlo — Susurró Remo en su oido.
— Si tú hubieras sentido la mitad del dolor que sufrí...— Sollozó Calipso, apoyando su cabeza contra los duros pectorales de Remo.
— Créeme, lo hice.
— No solo te perdí como pareja Remo, sino también como amigo, y eso fue lo peor de todo. Desapareciste.
— Lo siento mucho Cali. Tenías que terminar la carrera, disfrutar de tu primer trabajo y vivir la vida — Continuó Remo — Yo habría sido una losa para ti. Un lastre.
— No, eso nunca — Replicó Calipso, sorbiendo los mocos para poder respirar mejor.
— Las reglas de pareja de los hombreslobo son anticuadas y bárbaras, Calipso — El agente forestal hizo una pausa para tomar aliento, antes de seguir hablando — En algún momento de la pubertad nos enseñan a estar alertas para detectar el olor de nuestra pareja predestinada, rastrearla, llevárnosla a casa para hacer el amor como locos y llenar de crías la lobera ¿Que te parece?
Calipso se separó y lo volvió a mirar a los ojos.
— Regular — Musitó, confundida.
— ¿Solo regular? Lo peor de todo es que tú estarías bajo los influjos de mis feromonas y aceptarías de buen grado todo lo que te propusiera. Lo cual lo hace todavía más injusto. Yo te quiero mía, pero más te quiero libre.
De repente, Calipso atrapó las caderas de Remo entre sus piernas y puso las manos alrededor de su cuello para atraerlo.
— Ey Cali — La saludó él, de forma cariñosa, como si se la acabara de cruzar en el pasillo — ¿Qué haces?
— No puedes ir diciendo por ahí cosas tan bonitas sin esperar consecuencias — Explicó Calipso, dejándose caer hacia delante para rozar ligeramente su cuerpo contra el de Remo.
Entonces, el agente forestal soltó un suspiro y se inclinó sobre la encimera, haciendo que Calipso quedara tumbada contra ella bajo su peso.
— Quieta — Le ordenó Remo, intentado controlar sus impulsos más primitivos.
Calipso vio que los ojos de su amigo estaban completamente amarillos, invitándola a seguir, y volvió a mover su cadera de forma sugerente para provocar al hombrelobo que tenía encima.
— Encontraste a tu pareja predestinada, — Susurró la sobrina de Hermila en el oido de Remo — la rastreaste y la llevaste tu casa decenas de veces. Han pasado muchos años después de aquello ¿Qué hay de la parte donde hacemos el amor como locos y llenamos de crías la dichosa lobera?
Remo dejó escapar un gemido y detuvo el movimiento de cadera de Calipso con sus manos.
— Cali, quieta — Repitió, esta vez de forma autoritaria — A no ser que quieras que tu primera vez conmigo, pequeña, se convierta en una sesión de sexo desenfrenado en esta cocina — La previno, con voz grave — Y créeme, no te lo recomiendo.
— Resulta que dados tus desafortunados antecedentes, tomando decisiones erróneas sin consultarme, no eres el mas adecuado para recomendar nada — Replicó Calipso, notando que un calor agradable comenzaba a apoderarse de su cuerpo.
En ese momento, la enfermera decidió hacer algo arriesgado y con extrema lentitud rozó su mejilla contra la de Remo, para luego depositar un sentido beso justo bajo su oreja izquierda, imitando lo que anteriormente él había hecho con ella.
— Me cago en la puta — Protestó Remo, soltando la cadera de Calipso para apartar con rapidez su cara de aquél íntimo lugar — Eso ha sido una jugada magistral, Calipso. No me lo esperaba.
De la frente del agente forestal caían gotas de sudor y su autocontrol amenazaba con resquebrajarse, mientras Calipso seguía mirándolo con deseo.
— Joder, joder, joder — Dijo Remo, completamente aturdido — Condenadas feromonas.
Entonces, Calipso condujo una de las manos de Remo hasta uno de sus pechos. Disfrutó tanto del cambio de temperatura que experimentó su piel cuando aquella enorme mano cubrió esa zona por encima de la ropa, que no pudo evitar encogerse y lanzar un suspiro de anhelo.
— Bien, hasta aquí hemos llegado, mi reina — Declaró Remo, haciendo acopio de toda su fortaleza — Mi paciencia se ha agotado.
Y sin decir nada más, la tomó en brazos y trasladó a Calipso hasta el cuarto de baño de la primera planta. Una vez dentro, cerró la puerta, la observó con hambre y encendió el agua de la ducha.
Sin quitarse la ropa, Remo se metió en el plato de la ducha e introdujo a Calipso con él. Inesperadamente, abrió el grifo de agua fría y el liquido comenzó rociarles, recibiendo todo tipo de quejas como respuesta.
— ¡Para! — Pidió Calipso, apartándose del agua que caía a presión sobre ella — Ahora mismo no quiero ducharme ¡Basta Remo!
Calipso trató de desviar el mango de la ducha, pero resultó infructuoso.
— Perdona, pero estábamos en llamas y había que apagar ese fuego — Remo cerró el grifo de la ducha y la miró con ternura — Cuando pienses que esto ha sido decepcionante Calipso, me gustaría que consideraras que hay mejores formas de amar que follar en la encimera de una cocina — Explicó el agente forestal, cogiendo una toalla para que Calipso se secase — Eso será lo que tendremos cuando llegue el momento. No ahora ni de cualquier forma, sino cuando llegue el momento.
— Supongo que...— Consiguió decir Calipso, más dueña de si misma que cuando estaba en la cocina — ¿Gracias por ser tan caballeroso?
— Los hombreslobos no somos caballerosos.
Calipso sonrió, secándose con la toalla que Remo le acababa de entregar.
— Rechazarme para que tuviera la oportunidad de disfrutar de una vida humana normal, en vez de convertirme directamente en una fábrica de producir cachorros, tampoco es nada caballeroso ¿Verdad, Remo?
Remo le devolvió la sonrisa.
— No tendrías que haberte quitado la chaqueta de cazadora — Bromeó — Después de la conversación de hemos mantenido hoy, y del breve pero intenso incidente erótico festivo que hemos compartido en la cocina de tu tía Hermila, espero que haya quedado claro todo lo que significas para mi, Calipso.
La enfermera asintió mientras salía de la ducha y se situaba frente al agente forestal, con la ropa todavía mojada por el agua que le había caido encima. Hablar con Remo había hecho que el pasado dejara de herirla tan profundamente y se despertaran sentimientos que creía enterrados.
— Y que tengo miedo de que la luna pueda estar jugando caprichosamente con nuestras vidas — Concluyó Remo, mirándola con intensidad a los ojos.
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