Capitulo XIV: Terciopelo azul

— ¿Qué pasa, no te gusta? — Calipso lanzó la pregunta al aire, mientras se concentraba en ajustar las amplias mangas de la chaqueta a sus pequeñas muñecas.

Remo soltó un gruñido y se mantuvo alejado de ella.

Hermila elevó una ceja ante su reacción y Basil puso las orejas hacia atrás, mostrando su disconformidad.

— La caza es un deporte cruel — Opinó el agente forestal.

— Los animales cazan, es algo natural — Declaró Calipso, sin prestar atención a Remo — Si la presa es bien aprovechada, no veo que hay de malo en ello.

— Ya, la diferencia es que los animales no emplean armas — Replicó Remo — Se enfrentan entre ellos solo con los medios que la naturaleza les ha otorgado. De igual a igual.

En ese momento, Calipso levantó la cabeza en su dirección.

— ¿De igual a igual? Un águila no tiene nada que ver con un ratón, le supera en tamaño y fuerza — Le comunicó — No es una lucha equilibrada.

Los ojos amarillos de Remo se achinaron, enfocándose más en la figura de Calipso y aquella chaqueta azul.

— Si que lo es, ¿Cuantos ratones crees que caza un águila cada vez que se lo propone? Probablemente ninguno, porque son rápidos como demonios.

La enfermera elevó la barbilla, y dio un paso hacia él, dejándose llevar por la sensación de seguridad que le transmitía su nueva indumentaria.

— Cruel es agonizar durante horas con una mordedura en el cuello, mientras te devoran. Prefiero morir de un disparo.

Remo continuó manteniendo la distancia.

— Rendirse es una debilidad humana. Los demás preferimos tener la oportunidad de pelear por nuestra vida — Rebatió, levantando ligeramente un lado de sus labios, dejando entrever el esmalte blanco de uno de sus colmillos.

Percibiendo que el ambiente se caldeaba, Basil saltó de la mesa y se marchó corriendo por la escalera, caminando con la tripa a ras del suelo, intentando pasar desapercibido para buscar un lugar donde esconderse.

— ¿Los demás? — Preguntó Calipso, sorprendida por las palabras que acababa de utilizar Remo.

— Todos tenemos un animal dentro.

— Ah, supongo que si — Musitó ella, no del todo convencida — En fin, no sabía que le tuvieras fobia a las chaquetas azules, Remo — Comentó, dándose cuenta de que su amigo interponía cierta distancia desde que había entrado en el sótano — Era de mi abuelo y Hermila me la ha regalado.

Calipso se ajustó la prenda a la cintura y le dirigió una sonrisa sincera a su antiguo novio para apaciguar los ánimos. Hermila continuó pendiente del extraño comportamiento de Remo, sin soltar una sola palabra, pero apretando el mango del bastón con una fuerza desmedida.

— Te sienta muy bien — Opinó Remo, contrayendo sutil e intermitentemente los músculos de los carrillos — Debe ser el terciopelo lo que no me convence.

La enfermera dio otro paso hacia él, colocando sus manos justo en el borde por donde se abotonaba la chaqueta. Entonces, Hermila decidió intervenir.

— A mi me gusta — Interrumpió, poniéndose en pié.

La anciana atrajo la atención de ambos.

— Es una chaqueta de caza, si — Informó — El abuelo de Calipso fue médico de profesión, pero también participaba en las batidas de caza de esta zona. Y se le daba muy bien — Precisó — Antiguamente, algunos animales se adentraban en los pueblos y herían a las personas.

Remo cruzó los brazos.

— ¿Qué animales? — Preguntó, a la vez que el color amarillo de sus ojos se volvía más claro, adquiriendo su tono caramelo de siempre.

— Alimañas y perros salvajes — Especificó Hermila, caminando hasta donde estaba situada Calipso y colocándose junto a ella — Zorros, ratas, jabalíes e incluso algo más grande.

— ¿Cómo qué? — Insistió Remo.

Hermila apoyó su peso en el lado derecho de su cuerpo y trató de recordar.

— En los archivos municipales aparecen relatos sobre algún oso y lobo.

Al oir esto último, el agente forestal vació sus pulmones de aire y descruzó los brazos.

— Bien, creo que ya he oido suficiente. Voy a subir arriba a despejarme — Les dijo a ambas — Con esta tormenta no puedo hacer el ejercicio que acostumbro y la verdad es que de alguna manera eso me está afectando — Y antes de irse añadió — La chaqueta es tan bonita como la persona que la lleva puesta, pero los cazadores nunca me han gustado. Siento mucho si os he incomodado con mis discrepancias.

Los pómulos de Calipso se tiñeron de un rosa tenue.

— No tiene importancia — Respondió Hermila, golpeando el suelo, impaciente, con la punta del bastón — Son cosas que pasan.

Remo inclinó la cabeza y se marchó.

Calipso miró a su tia de reojo cuando volvieron a quedarse a solas.

— Hemos encontrado su criptonita — Murmuró — No me pienso quitar esta chaqueta repele-Remos en varios dias.

— Ja! Lo dudo mucho — Ironizó Hermila — En cualquier caso, no creo que sea tan sencillo — Opinó, pensativa — Su reacción ha sido muy curiosa ¿Verdad? Primero enfado, luego inquietud y después parecía avergonzado. Este chico es una especie de termómetro emocional.

Calipso estuvo deacuerdo.

— Su familia vive en una reserva y en muchos sentidos no comparte la mentalidad de los pueblos o grandes ciudades — Declaró su sobrina — Remo no es intransigente, tolera incluso pensamientos contrarios a los suyos, aunque por lo que parece la caza no es un tema sobre el que le agrade discutir.

— ¿Qué comen en la reserva?

A Calipso le sorprendió la pregunta.

— Carne, pescado, fruta, verdura. Tienen huertas muy grandes.

— ¿De donde sacan la carne? Por lo que me cuentas, supongo que no la compran en el supermercado.

Entonces Calipso comprendió adónde quería ir a parar.

— Del bosque.

— ¿Y si no cazan, como la consiguen?

Había estado varias veces en la reserva, comiendo o cenando con la familia de Remo. En aquel lugar se cocinaba utilizando madera y fuego, pero lo cierto es que no sabía cómo obtenían la carne que preparaban.

— Lo desconozco ¿Quizás con trampas? — Propuso.

Hermila permaneció en silencio.

— Podría ser ¿Y como crees que matan a los animales después de atraparlos, si no usan armas?

— No lo sé. Espero que no sea con sus propias manos — Contestó Calipso, tragando saliva y sintiéndose estúpida por no haber caido en preguntar algo tan importante.

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