Capitulo VII: Primer asalto


— Creo que le tengo alergia — Declaró Remo, mientras ayudaba a Calipso a trasladar uno de los arcones del trastero a la planta baja.

Sus ojos se encontraban ligeramente inflamados y de su nariz caían unas pequeñas gotas de agua, que él mismo se encargaba de limpiar constantemente con un pañuelo. Basil no se apartaba de su lado.

—¿Ves? Aquí está otra vez. Ten cuidado de no pisarlo.

— ¿Y no será el polvo de esta habitación? — Consideró Calipso, esquivando al gato, y tomando aire antes de cargar con el peso del arcón y separarlo del suelo.

Aunque Remo solo pudiera usar su brazo izquierdo, no les estaba suponiendo demasiado esfuerzo transportar el arcón que Hermila les había indicado hasta el trastero. Estaba lleno de fotos antiguas de la familia y querían aprovechar las horas muertas para ordenarlas.

— Empecé así ayer por la noche.

Mientras Calipso y su tía dormían juntas en el sofá cama, Remo tenía que conformarse con descansar sobre una esterilla fina en el suelo, eso si, con almohada y edredón. Para que estuviera más cómodo, tenían planeado subir al piso superior más tarde y bajar un colchón de una de las literas del cuarto de invitados.

En cualquier caso, Basil había tomado por costumbre colocarse a su pies, haciendo un círculo con su pequeño cuerpo, y no se movía de alli en toda la noche.

— Entonces podría ser — Dijo Calipso — Espero que no sean de esas alergias que terminan produciendo asma.

— No, por ahora tengo la suerte de no asfixiarme — Le comunicó Remo — No se lo digas a tu tia, que si hay que escoger entre Basil y yo, me temo que seré el primero que salga por la puerta.

Calipso se rió.

— La conoces bien, mejor ni mencionarlo.

Bajaron poco a poco los peldaños del sótano y dejaron el arcón en el suelo. Al terminar con el traslado, Remo se sentó en el sillón y suspiró ruidosamente, a la vez que Calipso y Hermila abrían la tapadera del mueble.

— ¿A qué vienen esos suspiros? Pensaba que eras un gran deportista — Le regañó Hermila.

— El brazo me roba un poco de energía.

— Seguramente tarde un mes en soldar, sin cirugía — Informó Calipso, mientras iba extrayendo distraídamente bolsas y álbumes del arcón — Si te duele mucho, podemos llamar a los vecinos para preguntarles si tienen analgésicos más fuertes.

— Te lo agradezco, pero no será necesario. En mi familia solemos cicatrizar rápido.

Calipso levantó el rostro para mirarlo un instante.

— Es imposible que se solucione antes, la ciencia es ciencia — Le rebatió — Un hueso no se repara de la noche a la mañana.

— Siempre hay excepciones a la regla — Contestó Remo de forma enigmática — ¿O no?

Hermila carraspeó para atraer la atención de ambos y, cuando consiguió su objetivo, comenzó a explicarle a su sobrina por donde debían empezar a ordenar las fotografías.

Colocaron todos los álbumes sobre la mesa y se entretuvieron apuntando fechas, nombres y lugares en los márgenes de las fotos. Remo, mientras tanto, se dedicó a reconstruir las fotos y las celdas rotas de los álbumes con papel celo.

Basil se había acostado sobre la esterilla de Remo, observándolos desde allí con un aire de superioridad.

— Miralo, esparciendo sus células epiteliales y pelos en mi esterilla — Murmuró en un momento dado Remo, refiriéndose al gato, sin que Hermila se enterara.

Calipso sonrió, divertida.

— Te ama - Respondió — Está custodiando tu esterilla para que nadie te la robe.

Remo apretó los labios y negó con la cabeza, en un gesto de desaprobación.

— ¿Qué ocurre por ahí? ¿Qué andáis cuchicheando los dos? — Quiso saber Hermila.

— Hablamos de lo cómodo que está Basil — Explicó Remo, mientras introducía una fotografía en el interior de una de las láminas de plástico.

— Oh, desde luego — Respondió Hermila — Es un chico listo.

Horas más tarde almorzaron. Para cuando empezó a caer la noche, ya habían conseguido organizar la mitad del contenido del arcón. Antes de cenar, tal como habían planeado, Calipso y Remo subieron al piso superior a recoger uno de los colchones para bajarlo al sótano.

A la enfermera le molestaba sentirse insegura en presencia de Remo. Cuando estaban a solas, su corazón parecía empeñado en desenterrar una historia ya olvidada y algunos sentimientos pugnaban por conseguir algo libertad. No estaba enamorada ni despechada, pero notaba que aquella cicatriz interna todavía le dolía y quizás pasar tiempo con él no fuese lo más inteligente.

— ¿En qué piensas? — Preguntó Remo, caminando a su lado.

— En nada en concreto — Respondió Calipso, evasiva — Es aquella habitación.

Señaló con un dedo hacia delante, tratando de aparentar serenidad, en dirección a la habitación de las literas.

— Yo pienso en todo lo que esta borrasca va a cambiar nuestras vidas — Dijo Remo, un tanto nostálgico — Y en mi familia.

— Ya sabes que puedes utilizar nuestro teléfono para llamarlos — Le recordó Calipso, entrando en la habitación.

— Nosotros no somos muy tecnológicos ¿No te acuerdas? — Comentó.

La familia de Remo era muy rústica. Gente hippie asilvestrada. Algunos de ellos se habían trasladado a vivir a la ciudad, pero la mayoría prefería hacerlo en el campo. Concretamente, en un área de gran extensión que era de su propiedad e incluía parte de la reserva natural más famosa de aquella región.

— Si, me acuerdo — Murmuró Calipso.

Sin añadir nada más, retiraron entre los dos la colcha que protegía uno de los colchones de abajo, y comenzaron a moverlo para sacarlo del resto de la estructura de la litera. El silencio se apoderó de la estancia con intensidad.

— ¿Crees que esto es casualidad? A veces pienso que tal vez sea una oportunidad para recuperar nuestra...amistad — Dijo Remo, provocando que Calipso detuviera lo que estaba haciendo y se incorporase para mirarlo directamente a los ojos.

— No — Dijo la enfermera, con voz autoritaria — No te atrevas.

Calipso levantó el dedo índice y lo movió con ímpetu para hacer hincapié en la negación. Remo la miró un instante, con sus ojos verdes brillando de emoción, y luego agachó la cabeza, adoptando una postura sumisa.

— Lo siento, no queria....— Trató de disculparse.

— Basta, no es necesario que te disculpes — Lo interrumpió Calipso, bajando el dedo de inmediato en un intento por controlarse — Centrémonos en llevar abajo este colchón y dejemos esta conversación para otro momento ¿Deacuerdo?

Remo asintió, fijando sus pupilas en las de Calipso.

— Deacuerdo, la dejaremos para otro momento.

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