Capitulo IXX: Alpha
— ¿Se puede saber por qué estáis cubiertos de agua? — Preguntó Hermila, cuando vio que su sobrina y Remo regresaban de la planta de arriba con la ropa mojada.
— He tenido un poco de fiebre — Explicó Remo, brevemente.
Calipso se dirigió hasta el sofá para tomar asiento, con un suave rubor cubriendo sus pómulos.
— ¿Fiebre? Tal vez sea mas bien el chichón que se te va a formar del golpe con el bastón...¿Y tú? — Continuó preguntando Hermila, refiriéndose a Calipso.
— Se nos fue de las manos — Contestó su sobrina, escuetamente.
Hermila miró a ambos extrañada, pero se dejó guiar por su sexto sentido y prefirió no seguir indagando.
— Creo que deberíais cambiaros, o vais a enfermar de verdad — Indicó, finalmente — Hay más ropa en el baúl de donde sacamos el pantalón y la camisa de Remo ¿Recuerdas, Calipso?
Calipso asintió.
— Buena idea — Opinó, en referencia a lo que proponía Hermila — Voy a subir y luego te bajo algo — Informó, esta vez dirigiéndose a Remo.
El agente forestal agradeció el gesto y se sentó justo al lado de ella. Casi al instante, Calipso se levantó y subió las escaleras para buscar ropa con la que sustituir la que estaba mojada. Todavía estaba nerviosa por lo que había ocurrido entre los dos.
— ¿Y qué es eso que os hace tan especiales?
Remo desvió sus ojos hacia la tía de Calipso, que lo miraba desde su sillón y acababa de lanzar esa pregunta.
— ¿El qué? — Quiso aclarar, mientras trataba de contener la alegría que lo invadía al pensar que por fin había conseguido acercarse de nuevo a Calipso, después de tantos años perdidos.
— A tu familia. Los de la reserva de Cabañeros — Puntualizó Hermila — La policía parecía tenerle respeto y es un lugar que esconde muchas leyendas.
Remo sonrió.
— ¿Qué leyendas has escuchado?
Hermila apoyó su espalda en el respaldo del sillón y colocó su bastón en el regazo, exhibiendo una actitud relajada. No había rastro de Basil en el sótano.
— Leyendas sobre espíritus en el bosque, algunos con forma animal. Ritos en las noches de luna llena. Desapariciones y asesinatos — Describió Hermila — ¿Qué hay de verdad en todo eso, tú que has crecido alli?
Las pupilas de Remo se dilataron ligeramente, sin que la tía de Calipso se percatara. El hombre se pasó la lengua por los labios, antes de responder.
— Son leyendas — Declaró, como si no creyera en esas historias — Es verdad que hay rumores sobre espíritus, los escuchamos desde que estamos en la guardería, pero supongo que ocurre en todas partes. De todas formas, no es conveniente pasear por un bosque en luna llena, todo el mundo sabe que los animales son más activos esos dias y puede haber accidentes. Incluidos los depredadores nocturnos, como los lobos — Hizo una pausa — Con respecto a los asesinatos y desapariciones, no puedo decirte demasiado. Cabañeros es una reserva que lleva varios siglos poblada, mucho antes de que se formara la ciudad, por lo que debe de haber ido acumulando un novel de delitos considerable con el paso de los años.
— Interesante — Observó Hermila — ¿Qué puedes contarme sobre tu familia?
Remo se enderezó.
— Pues...funciona como una manada, por asi decirlo. Cada miembro de la familia cumple un papel determinado: seguridad, alimentación, enseñanza, agricultura, economía etcétera. Calipso estuvo allí varias veces, seguro que te puede contar detalles interesantes.
— ¿Y tú, a qué te dedicabas?
Remo vaciló.
— ¿Yo? — Preguntó, tomando aire — Pues lo cierto es que me marché hace tiempo de la reserva.
— ¿Por qué?
— Tuve una rabieta adolescente — Afirmó Remo.
— Supongo que si todavia no has vuelto, el asunto es algo más complejo que una simple rabieta adolescente.
Remo juntó las manos.
— Efectivamente, es mucho más complejo que eso.
Antes de que pudiera continuar hablando del tema, Calipso regresó al sótano envuelta en una bata larga y elegante de color café, con una camisa y un pantalón para Remo colgando de uno de sus brazos.
— ¿Cómo va eso? — Saludó la sobrina de Calipso, mientras entregaba la ropa que había prometido a Remo — Toma.
Basil entró con rapidez en el sótano y se tumbó bajo la mesa para acicalarse.
— Estoy entrevistado a Remo — Declaró Hermila, presumiendo de su hazaña — Ahora mismo estaba contándome por qué se marchó de la reserva en la que creció y donde vive su familia.
Calipso miró a Remo, intrigada, antes de sentarse a su lado. Él se fijó en ella como si estuviera viendo oro en movimiento.
— ¿Cuando te marchaste? Recuerdo haber ido contigo cuando salíamos juntos. Aquello te encantaba — Declaró Calipso, mientras se ajustaba la bata para no pasar frio.
Remo comenzó a desabrocharse los botones de la camisa, para desprenderse de ella y ponerse la que le había entregado la enfermera. Luego, cogió el pantalón y se levantó del sofá con intención de cambiarse en la planta de arriba.
— Justo antes de que lo nuestro terminara — Dijo el agente forestal, con seriedad — Me adjudicaron una responsabilidad para la que no estaba preparado.
— ¿Y qué responsabilidad era esa? — Preguntó Hermila.
— Liderar a la familia.
El corazón de Calipso comenzó a latir con fuerza, aunque su apariencia era relajada. Remo la miró con curiosidad. Ahora ella sabia que era su pareja destinada, y todo lo que eso conllevaba.
— ¿Algo asi como un alcalde? — Quiso averiguar la anciana.
— Algo así — Afirmó Remo, atento a las reacciones de Calipso — Un jefe para la manada.
La sobrina de Hermila acomodó su espalda en el sofá, antes de volver a participar en la conversación.
— Y ahora ¿estás preparado? — Le preguntó por fin Calipso.
Remo se puso en cuclillas, para tenerla de frente, sujetando con sus manos el pantalón que le había traído.
— Tengo que consultarlo con la futura jefa — Respondió, esbozando una sonrisa de medio lado — Sin ella, esta locura se va al garete.
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