8

Arthur:

Un olor inusual me despierta por la mañana, abro los ojos y observo a August dormir a mi lado.

¿En qué momento de la noche se salio de su cama y vino aqui? Y trajo al perro con el, el que esta entre nosotros estirando las patas y con la panza arriba, ambos lucen cómodos durmiendo y lo dejo pasar, me pongo de pie y busco mi camisa, pero cuando lo tengo en la mano, el mismo olor vuelve a pasar por mi nariz.

Levanto la cabeza y salgo escaleras abajo, siguiendo el nuevo aroma, me lleva hasta la cocina y entonces veo el desastre.

—¡Pero que caraj...

Ella se gira con una bandeja en mano, la cual suelta sobre la encimera.

—¿Galletas?

—¿Qué quemaste?—Me acerco a examinar la cocina y luego me giro hacia las galletas.

Respira, Arthur.

—¿Quién te dijo que usaras la cocina?

—No queria molestarte y "malograr" tu día.

—Posiblemente ya lo malograste. Huele a...—Acerco mi nariz a las galletas. En realidad huelen bien.

—Lindo pijama.

Parpadeo, mierda.

Bajo la mirada a mi ropa y los ojos de la desconocida se pasean por mi tórax, enseguida me coloco la camisa que traigo en mano.

—Ire a cambiarme, no hagas... —Señalo las galletas.—Guarda eso antes de que August lo vea.

Me giro y encuentro a mi hijo despierto.

Joder.

—¿Qué es eso? Huele a galleta.—Bosteza y rasca su ojo.

Paciencia.

—Hice galletas.—Me ignora ella.

De inmediato a Agust se le va el sueño.

—¡Quiero!

Se acerca a ella y el perro con el, a quien también le dan galletas.

Observo la imagen de ambos y respiro tranquilo, dirigiéndome al segundo piso a cambiarme.



(***)



Cuando regreso ya no solo se encuentra August alrededor de la encimera central, sino también nuestros inquilinos.

Jairo y su esposa Sofia, Madeleyne, una mujer mayor y Richard, el anciano. Y todos estan probando sus galletas mientras me dan la espalda.

Carraspeo y me voltean a ver.

—¿Quieres una galleta, Arthur?—Pregunta Sofia.

—Hay muchas, papá.—Comenta mi hijo.

Observo a la desconocida, quien me mira con una ceja alzada, suspiro y me coloco a su lado. 

—Buenos dias a todos, como ya notaron, tenemos una nueva inqui- habitante.

—¿Habitante?—Pregunta Jairo casi riendo.

Trago saliva.

—Ella es Brie.—La presento.—Se quedara unos dias con nosotros hasta que pase la tormenta.

—Ya nos estábamos presentando.—Comenta Madeleyne.—Son ricas tus galletas, cariño.—Se dirige hacia ella.

—¿Hasta que pase la tormenta?—Se burla Richard.—Suerte con eso, cariño.—Lleva la taza de café que trae en sus manos a sus labios.—Oí los pronósticos antes de que empezara y dijeron que esta seria larga.

—¿Y por qué se quedo?

—A diferencia de estos.—Señala a los otros inquilinos.

—¡Hey!—Se enojan.

—Estoy aqui por voluntad.

Brie me observa.

—Es un cliente recurrente.—Contesto, aunque estoy seguro que no tiene a nadie más.

Observo a la desconocida y ahora ella se ve preocupada. 





Brie:

—No crei que coci...

—¿Cocinara?—Completo por el.

—Eres una golfista famosa ¿No?—Pregunta.—Crei que tenias personal que hacían estas cosas por ti.

—Las tengo.—Respondo.—Pero aprendí a hacer las cosas yo sola desde pequeña.—Trago saliva.—Tuve que aprender a hacerlas.

Me mira en silencio, pero no pienso decir más.

—De todas formas quiero que dejes la comida a mi.

—No voy a envenenar a nadie.

—No pienso eso.

Abro mucho los ojos.—¿Ya no?

—No pongas esa cara, aun eres una extraña.

—Y ustedes lo fueron para mi, pero decidí confiar, además no hay diferencias con esas personas que entrar a hospedarse a tu resort.

—Ya entendi.

—Solo no te agrado.

El calla.

Sonrio de lado.—Vaya, que expresivo. Debiste empezar por ahi.

—No es eso.

—¿No?—Insisto.

—Mi hijo.

—Ya te dije que no...

—Te iras.—Me recuerda lo de la última vez.—No necesito lidiar con lo que sienta al irte. No necesita más perdidas.

Quiero preguntar, pero no lo hago. Ya empiezo a entender como piensa este hombre. 

—Dije que hay reglas.—Me recuerda.—Yo hare las comidas, pero no quiero que estés sin hacer nada y como vez hay una diferencia entre esas personas y tu. No pagas alquiler.

—Te enviare dinero una vez que vuelva a mi pais, pero... no me molesta ayudar.

—Bien. 

Rodeo la encimera y me coloco a su lado, para empezar a ayudarle con la comida.

—¿Qué cocinaremos hoy?

—Yo cocinare hoy. Tu eres mi ayudante.

Ruedo los ojos.

—Bien, chef ¿En que le ayudo?

—Lava las patatas y córtalas. 

Lo rodeo y voy al lavado, hago lo que me dice y tomo un cuchillo para empezar a cortar. 

—Córtalas de buen tamaño, solo son 7 platos.

—¿Todos los inquilinos?

—Ya te lo dijeron ¿No? No todos vienen por aqui. 

—¿Dices que lo dejas a la suerte si tienes clientes o no?

No responde. 

—¿Y por qué sigues conservando el lugar?

Se vuelve hacia mi y me quita las patatas junto al cuchillo.

—Hablas demasiado. Hoy prefiero hacerlo yo solo.

Parpadeo confusa.

—Puedo..

Las aleja de mi.

—¿Dije algo malo?

—Aprende a callarte, es todo.—Me corta y me da la espalda.

¿Qué pasa con este sujeto tan amargado?

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