Episodio 41/1
La temperatura había caído de repente, un frío se presentó de golpe en los pasillos de la Universidad Anteros indicando una sola cosa, estaba por llover.
Decidió aprovechar ese momento para salir a caminar, quería recorrer un poco la Ciudad que había abandonado por cuatro largos años.
Vestida junto con su abrigo recorrió con mirada curiosa la Ciudad, realmente había cambiado desde la última vez que estuvo. Se permitió un momento perderse entre las tiendas para ver si conseguía algo interesante, necesitaba ropa nueva pero nada de lo que se exhibía le llamaba realmente la atención.
Una nueva ráfaga de viento helado se hizo presente acompañado esta vez por algunos truenos; el mal tiempo estaba instalándose por completo, suspirando se encaminó de nuevo a Anteros a paso raudo y veloz sabiendo que no había traído un paraguas encima. La lluvia, lamentablemente, fue más rápida agarrandola a medio camino obligándole a refugiarse en un café.
Esta era copiosa, parecía que el cielo se había abierto de par en par, tomó entonces asiento en una de las mesas cercanas al ventanal que daba la vista hacia fuera; dispuesta a esperar a que amane un poco, observó a varias personas como iban corriendo de un lado a otro buscando refugio o tratando de tomar algún esporádico taxi para llegar a destino no tan empapados.
Pronto su mente voló hacia un recuerdo antiguo, aquel día en que debió decirle a Kentin que debía irse, un día muy similar a ese; él se había mostrado asustado, él había sentido que algo no iba a ir bien de aquello sin embargo ella se confío mucho, si se habían esperado algunos años ¿Por qué iba a ser diferente ahora? Cuatro años no iban a ser nada, pero fueron demasiado.
Las dificultades de comunicación, seguido de los estudios, luego el campo militar; todo y mucho más, habían marchitado aquello que tanto les había costado construir.
La joven, que no dejaba de ver el ventanal, sentía las lágrimas caer sin control de sus ojos deslizándose finalmente en sus mejillas:
«Se siente diferente, siento que esto terminará mal, por favor no te vayas, quédate conmigo» él la tomaba de la mano de forma distinta a otras veces, realmente deseaba que se quedara; quizás, había sido una mala decisión, tal vez realmente debió quedarse.
Mientras esos pensamientos le invadían uno tras otros, un suave ruido sobre la mesa de cristal la despertó de su letargo, se giró encontrándose con una taza de cafe recién servida:
—Disculpa, pero no pedí nada- trato de componer su voz entre cortada por las lágrimas mirando al joven de rasgos asiáticos que le había acercado aquello
—La casa invita- le dijo este con una gran sonrisa —Creo que lo necesitas mucho, hace frío y por lo visto la lluvia te ha puesto mal
—Algo así- susurró ella sacando algunas servilletas para secar sus lágrimas, generalmente cuando no la tomaban de sorpresa era más borde —Me sentí sola
—No estás sola, estoy aquí- respondió él nuevamente formando aquella sonrisa que junto a la frase hicieron que el corazón de ella diera un vuelco, por un momento, fueron suficientes para hacerle olvidar un poco la terrible tormenta que se había desatado.
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