Capítulo 1

Bienvenidos a este último y genial día de la semana, amados lectores!

Antes de comenzar, quisiera hacerles saber que este fic nunca se hubiese llevado a cabo sin la insistencia de muchos de ustedes, quienes consiguieron conmoverme y no dejarles con aquel final abierto en "Fixed in Heaven". Si soy honesto, estaba inclinado a ser malvado y dejarles con las expectativas de saber qué iba a pasar, pero cuando incluso en casa me incitan a escribir una secuela...quién soy yo para negarme?

En fin, mucho tiempo pasó. Los detalles que tenía iba cambiando continuamente para estar a gusto conmigo mismo, hasta que finalmente un día vi que todo cuadraba a la perfección, procediendo así el inicio de toda una nueva historia donde podremos saber qué fue lo que pasó desde que Claire Redfield decidió ingresar sus propias memorias en la bitácora de un comatoso Leon S. Kennedy.

Como sucedió en la vez previa, este fic está escrito en su totalidad, por lo que no habrá cambios de último momento. Además se compondrá de siete capítulos nada más, siguiendo la misma temática AU semi canónico donde pequeños detalles cambiarán.

Así que, de la manera más cordial y respestuosa posible, los invito a lean y disfruten del fic.

A cambio, solo pido que dejen un comentario al final para saber lo que piensan al respecto.

Sin nada más que aportar, solo diré que ningún personaje me pertenece ya que todo eso corresponde a su dueño determinado.

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Capítulo 1

Él solo podía abrir los ojos con desespero mientras sentía que la falta de aire le sofocaba a niveles abismales. Una agitación que tornaba su periferia en un borrón incomprensible que empeoraba con cada segundo que transcurría, obligándolo a creer que estaba de nuevo teniendo una de aquellas pesadillas como tantos años atrás.

Un pitido reiterativo atentaba con ensordecerlo, haciendo girar incontrolablemente su cabeza hasta marearlo, aturdiendo todo sentido de cognición que obtuvo al erguirse con brusquedad. Un luz cálida atentaba con clarificar el escenario que le rodeaba, mientras que una tela tersa buscaba darle confort, lo que hizo que él cerrase sus ojos con fuerzas e intentara concentrarse en tales detalles.

Detalles que por el momento se ponderaban sobre otros que usualmente serían primordiales.

Tales como su hija.

-Aire...- ronca fue la voz que emergió desde la boca reseca, generando un inconsolable dolor donde cada letra escindía como un cuchillo las paredes de una garganta que no había pronunciado sonido alguno en mucho tiempo.

Sintiendo que algo presionaba contra el rostro, el hombre alzó temblorosamente la mano derecha, hallándola pesada y con numerosos roces extraños que halaban de su piel, casi como si fuesen tubos conectados que suministraban sustancias que desconocía, aterrándolo al punto de abrir los ojos y apurar sus movimientos.

Sujetando con la mayor fuerza posible aquella cobertura que oprimía su fas, el varón trató de retirarla rápido. No obstante sus intentos resultaron fallidos cuando sintió que con cada tirón que ejercía, una presión se generaba en la parte posterior de su cabeza, llevándolo a pensar en su congestionada psique que tal vez se tratara de una máscara, por lo que sin retraso alguno continuó moviendo la delgada extremidad diestra hacia arriba. Movimiento que simulaba ser eterno debido al esfuerzo que debía hacer, percibiendo cómo el aire fresco del ambiente ingresaba por su boca en simultáneo que realizaba ligeras caricias en la nuca a medida que el pelo era perturbado.

-Qué es todo esto...? – cansado por el mero conjunto de acciones llevadas a cabo, el hombre murmuró, tomando grandes bocanadas de aire mientras dejaba caer la mano a un costado.

Ojos azules observaban extraviados el escenario que le rodeaba, poniéndolo alerta cuando nada era reconocible y principalmente al verse conectado a diferentes máquinas que respondían a sus signos vitales, como también dosificándole oxígeno y suero fisiológico vitulia. Imperioso menester sufría él para intentar desconectarse de todo ello, mas sabía que sus fuerzas eran mínimas si la musculatura de ambos brazos servía como contraste para lo que conocía.

La dificultad de siquiera moverse era hilarante para el sujeto, ateniéndose a mecer la cabeza de lado a lado en sentido negativo, pensando en que era bastante predecible el que terminara así si lo último que recordaba era estar en una región pantanosa donde fue vapuleado por un arma biológica que previamente le había infectado con la Toxina E en forma de gas. Aun así, el estar con vida era un alivio ya que su deceso habría lastimado demasiado a quien adoptó como una hija, incluso si en su lugar dos personas más se encargarían de protegerla y darle un hogar.

De solo pensar en ella, una ligera fuerza renovadora le invadió, permitiéndose inspeccionar un poco más la recámara donde estaba encerrado, llegando a la conclusión de que alguien debió de transportarlo hasta un lugar seguro ya que todas las máquinas que estaban a un costado de la cama pertenecían específicamente a un hospital.

Tonos sepias en paredes y techo transmitían un entorno hogareño, calmándole junto al peculiar aroma que las sábanas desprendían. Una fragancia que creía reconocer pero que era incapaz de apuntar a una persona en particular, una reminiscencia de alguien allegado pero que abandonó con el tiempo. Un rostro grácil y feroz, que generaba paz y dolor en lo más hondo de su pecho.

Memorias que simulaban ser de antaño, pintadas del mismo color que los muros circundantes, creando un tenue bosquejo de animosidad en el varón ya que las mismas acarreaban sentimientos contradictorios una vez que el rostro que imaginaba se hizo visible.

Y con este, el cariño que le tuvo incondicionalmente.

Ingenuo de su parte era pensar que ella era la dueña de aquel perfume que desglosaban las blancas telas y el grisáceo manto que reposaba sobre sus piernas. No porque él lo atribuyera a un onírico anhelo pasado, sino porque sus caminos habían divergido demasiado desde la última vez que intercambiaron palabras.

Las yemas de los dedos se deslizaron sobre la nacarada sábana de forma inconsciente, demostrando lo incapaz que era para llevar al pie de la letra lo que escribió respecto a ella, demostrándole el inevitable apego que mantenía, como un adicto a su vicio.

Excepto que esta vez la droga era una que nunca tuvo el placer de deleitar.

Suspirando, el hombre bajó la cabeza, permitiendo que un mechón de cabellos rubios oscuros se posicionara delante del ojo derecho. Esto provocó un pequeño sentimiento de curiosidad, extrañado que tuviese una extensión bastante comedida, ergo estropeando su sentido del tiempo y reconocimiento sobre si alguien estuvo dándole cuidados personales.

Detalle que corroboró y confirmó al mirarse las pálidas manos, descubriendo que las uñas estaban recortadas correctamente.

-Cuánto tiempo? – consiguió pronunciar el blondo en tanto observaba diligentemente las palmas de sus extremidades superiores, ignorando las cánulas que seguían conectados a estos.

Absorto estaba del mundo que le rodeaba, desconociendo la cacofonía que más allá de la puerta se hacía presente, aumentando su volumen a medida lo parecía aproximarse a la recámara. Pasos y voces variopintas, resonando entre paredes de lo que simulaba ser un pasillo eterno, conglomerando los tonos hasta convertirlo en una sinfonía desordenada que evitaba el discernimiento correspondiente.

Ni siquiera con el mover del picaporte la atención del rubio se desvió de sus manos, ausente de todo excepto sus pensamientos revueltos, ajetreados, y sin lógica. Tan abstraído el varón se encontraba, que nunca reaccionó a la puerta abriéndose como lo hubiese hecho años atrás con su entrenamiento exhaustivo.

-Papá? – una voz aguda resonó en el preciso instante que la puerta se abrió y los pasos cesaron.

Tal perturbación hizo que el aludido alzara la cabeza, viendo estupefacto a la persona que frente suyo estaba de pie en un estado símil. El lacio cabello rubio, largo hasta la mitad de la espalda, enmarcando un angelical rostro que claramente demostraba que el paso del tiempo había continuado sin que él lo supiese, provocando en consecuencia un sabor a hiel en la boca por la realización de que perdió demasiadas memorias preciosas.

-Elza- replicó el hombre en un suspiro, recuperando un brillo jubiloso en las agotadas orbes cian.

No era necesario que él pronunciara dicho nombre como una interrogante, pues indiferente del tempo que no vivió, sería capaz de reconocer aquellas facciones donde fuese que sea. Por ello mismo, permitió que la niña corriese hasta la cama y saltara para abrazarlo con todas sus fuerzas, ignorando en el proceso el dolor que sacudió cada milímetro del cuerpo recién despertado de un largo letargo.

Ahogadas palabras eran pronunciadas con fervor por la infante, desvirtuándose en el momento que ella hundió su rostro en el torso masculino, humedeciendo con lágrimas el verdeazulado ambo que vestía. Y aunque era cien por ciento posible que ella estuviera expresando lo mucho que le había extrañado, para el rubio adulto era innecesario que incluso hablara, conformándose con la calidez humana que propinaba.

Respondiendo de manera sencilla en un tácito movimiento conformado por bajar la mirada y asentar los labios en la coronilla áurea oscura, transmitiendo el cariño que no pudo dar en lo que parecían ser años.

-Te extrañé, papá...- haciendo para atrás para cabeza con el fin de verle el rostro al hombre, la joven niña musitó en tanto recibía un beso en la frente.

-Creciste tanto, mi niña- gesticulando un alzamiento perezoso en la comisura de los labios, dichas palabras fueron emitidas en un ronco tono cariñoso por parte del adulto.

Al contrario de ella, él no soltó lágrimas, recurriendo solo a continuar el abrazo como si su vida dependiera más de ello que del suero y el oxígeno que previamente usaba. En numerosas ocasiones él le relató cuánto significaba para su persona, el alivio y felicidad que trajo con su mera presencia, regalándole un cariño que rápidamente receptó y devolvió al adoptarla como su hija, remendando así un par de corazones rotos por situaciones más allá del control.

-Dormiste por mucho tiempo. Todos queríamos que despertaras rápido pero tú no escuchabas- murmuró sollozante Elza, dejándose limpiar el rostro por aquellas cálidas manos pálidas que tantas tardes pasó tomándolas mientras rogaba.

-Lo siento, querida. Debí tener más cuidado en mi última misión- se disculpó el varón, manteniendo la tenue sonrisa pero con un minúsculo semblante de tristeza amalgamándose.

Dedicando un incontable tiempo para seguir mimando a su hija, algo que ella apreciaba demasiado a pesar de que tuvo apoyo emocional todo el tiempo en que su padre se hallaba imposibilitado, el hombre se percató de cierta prenda que ella llevaba puesta.

Una que parecía intentar revivir un viejo memento bastante arduo para eliminar.

-Linda chaqueta- queriendo romper el ambiente con un tema distinto que no les haga llorar más, el rubio mencionó mientras rozaba ligeramente el cuero de la prenda.

-Mamá me la regaló hace un año. Dijo que tú debías dármela, pero como no despertabas tuvo que hacerlo ella o me quedaría pequeña- debido a que su mentalidad era la de una niña aún, fue fácil de disuadir con otro tema como el de su ropa.

La cual se propuso a enseñarle a su padre bajando de la cama y dando vueltas sobre su eje para que viese mejor. Él, por su lado, persistió con un tácito semblante en tanto trataba de dilucidar el nuevo misterio que fue depositado metafóricamente en sus manos.

Oírle decir a su hija sobre una "madre" que desconocía, puso en alerta sus sentidos agarrotados. No obstante, unos momentos posteriores le hizo determinar que nada podría hacer en tal menguante estado, teniendo que recurrir a indagar velozmente la posible mujer que estaba ocupándose de ser la figura materna de Elza.

Involuntariamente una sonrisa se plasmó en su fas, divertido con la efervescencia que la mini rubia giraba y hacía revolotear el lacio cabello al punto de forma una cortina áurea. Mas tal mueca se desvaneció con prisa cuando consiguió vislumbrar un grabado en la parte posterior de la chaqueta bermellón oscuro.

Una serendipia. Un descubrimiento. Un hallazgo afortunado.

El delicado delineado sobresaliente de una valquiria, expandiendo sus alas con presteza y sosteniendo una mortal espada, remarcando una frase que conocía demasiado bien. Tanto como para creer que todo se trataba de un sueño nada más, que continuaba durmiendo con la máscara de oxígeno en su rostro y sumido en un mundo oscuro donde pocas veces creía escuchar voces.

Podría haberse imaginado mujeres como cierta espía de rasgos asiáticos, una agente de largo cabello castaño, e inclusive a una reservada y sarcástica experta en comunicaciones. Pero nunca en su vida hubiese conseguido creer que aquella misma mujer por la cual tenía aún, sutilmente, sentimientos.

-Papá? Qué te ocurre, papá? Papá! Papá! – la joven niña llamó al hombre tras detener su improvisado modelaje, notando que el rostro del adulto había mutado de felicidad a pánico mientras no respondía a ninguna estimulación física que la rubia intentaba al empujarlo con ambas manos.

Acto seguido, unos presurosos pasos resonaron audiblemente sobre el parquet del pasillo, aumentando paulatinamente los ecos a medida que se aproximaban a la recámara de donde provinieron los gritos de la infante. De haber estado en sus cabales cualquiera de los presentes, hubiesen notado la reminiscencia de eventos pasados donde aquella cacofonía era la antesala a un evento desafortunado que ponía en riesgo sus vidas.

Pese a ello, cuando el andar que transitó un largo pasillo murió, un par de adultos varones quedó paralizado en el umbral de la puerta, totalmente anonadados con la visión del rubio sentado mientras que la hija del mismo intentaba razonar con él.

-Leon? – un varón de cabello oscuro y campera verde musitó pasmado, incapaz de creer que su amigo finalmente despertara de su largo reposo.

-Oh, demonios...- maldijo entre dientes un pelirrojo, llevándose su enguantada mano izquierda hasta el rostro con el fin de masajearse los ojos.

-Tío Ark! Jake! Papá no reacciona! – clamó la joven niña rubia, mirando por encima del hombro derecho al dúo de agentes gubernamentales en busca de auxilio.

Inmediata la reacción del par fue, acortando la distancia donde padre e hija estaban para lidiar con lo que fuese que Leon padecía. La niña, a pesar de no querer ser separada del recién despierto hombre, permitió que Jake la alzara con suma facilidad mientras que Ark se inclinaba hasta donde su viejo amigo estaba e intentaba despabilarlo al agitar la mano derecha frente a la mirada azulada.

-Maldición, tiene un ataque de pánico. Llama Rebecca y dile que venga, Jake- murmuró en un susurro lo primero el tirador, volteando luego en dirección a su acompañante para darle órdenes claras.

-Menudo momento eligió para despertar también...- incapaz de resistir el imperioso menester de hablar con sorna, el hijo del deceso Albert Wesker negó con la cabeza mientras maniobraba para extraer el móvil del bolsillo.

-Papá estará bien? Qué le pasa? – inquirió la blonda, ignorante del hecho que Muller tuvo que girar la cabeza para poder concentrarse mejor en la llamada.

-Tranquila, Elza. Él estará bien, solo está aturdido por despertar- amenizando la situación, Thompson hizo mención.

Desviando la atención para enfocarse en el delgado rubio que miraba a la nada, el viejo detective privado contorsionó el semblante tranquilo de su fas en uno de suma concentración, pensando en una forma de hacer recapacitar al hombre en la cama mientras buscaba las razones del por qué estaba así.

-Ya despabila, amigo. Estás asustando a tu hija- meciéndolo con leve fuerza por el hombro siniestro, ya que no anhelaba desorientarlo más, el adulto de campera verde trató de razonar.

Como si esto fuese lo necesario para que los ojos azules del recién despertado sufrieran de un movimiento involuntario, Thompson notó que el rubio giró milimétricamente la cabeza en su dirección en simultáneo que la respiración volvía a un ritmo acompasado.

-Ark? Dónde está Elza? Dónde está mi hija? – reconociendo de inmediato al pistolero, Leon procedió a interpelarlo con respecto al paradero de su única familiar.

-Por qué no miras hacia allá? Verás que está en buenas manos por el momento- emitiendo una ladeada sonrisa, el hombre de cabellera castaña oscura apuntó en dirección a la puerta de la recámara.

Lugar donde posó sus ojos Kennedy, asombrándose casi al instante cuando un apático pelirrojo decía sus últimas palabras por teléfono en tanto sostenía a una inquieta Elza contra su pecho, sin darse cuenta que ella buscaba zafarse del agarre al notar que su padre estaba consciente de nuevo.

-Creí que dijiste "buenas manos"? – rápido, el viejo policía novato de Raccoon City habló con un tono irónico.

El cual no pasó desapercibido para nadie.

-Genial, la bella durmiente sale de su coma y es un bromista ya- bufó el pelirrojo, dejando en el suelo a la niña para que vaya con su figura paterna para abrazarlo otra vez.

-Ha pasado tiempo, Muller- a pesar de la relación pseudo cordial que tuvieron años atrás, Leon sabía reconocer que de una manera u otra él estuvo presente para la infante rubia cuando él no pudo.

Si el término con el que fue llamado significaba algo.

-Lo mismo digo. Por cierto, Chambers dice que llegará en treinta minutos aproximadamente. Mientras tanto, que siga con el suero y no intente ponerse de pie- asintiendo a las palabras del antiguo paciente en coma, Jake volteó la mirada en dirección a Thompson para informarle los detalles de la llamada.

-Vale, eso me tranquiliza un poco- liberando un suspiro, Ark se enderezó mientras llevaba consigo la mascarilla de oxígeno hasta una mesa de luz aledaña.

-Cuánto tiempo estuve en coma? – dejando que Elza se acomodara mejor a su lado mientras movía con lentitud el brazo diestro, evitando que aplastara sin querer las cánulas, Leon cuestionó al dúo de adultos varones presentes.

-Qué es lo último que recuerdas? – el hijo de Wesker inquirió, cruzado de brazos y apoyado en el umbral de la puerta para no invadir el espacio personal que mantenían padre e hija.

-Louisiana- sin demoras o tapujos, Kennedy refutó en un tono ronco.

Un fugaz entrecruzamiento de miradas por parte de los agentes en pie les hizo saber que al menos el afectado no estaba tan desorientado como hipotetizaron tiempo atrás. Aliviados, aún si no lo demostraban demasiado externamente, tanto Jake como Ark meditaron si era sabio el revelarle antes de que Rebecca arribara y realizase un chequeo previo.

Realizando un sutil cabeceo en dirección a un ropero que estaba a la izquierda de la cama, Muller indicó a su colega de trabajo en forma tácita que si pensaban decirle la verdad al blondo, entonces debía de ser con información verídica. Una que ellos mismos desconocían, pero sabían muy bien que numerosas notas se habían transcripto en puño y letra sobre incontables líneas, donde confesiones y sentimientos connotaban sucesos importantes.

-Sucede algo? Por qué tanto secretismo? – hallando un tanto divertido el intercambio de miradas que trataban de hacer con sutileza, Kennedy inquirió, realizando al final un gesto de dolor por lo reseca que sentía su garganta.

Acción que Elza notó antes que nadie, procurando saltar de la cama para irse por el pasillo ante la atónita mirada de los tres hombres, para solo regresar en cuestión segundos con una botella de agua en sus manos. Objeto que le entregó a su padre mientras el susodicho se mantuvo callado, conmovido por lo servicial que su hija era, quien sonreía feliz cuando un beso fue depositado en su frente.

-Gracias, pequeña- dijo el varón, procediendo a destapar el envase y llevárselo con cuidado a los labios, evitando derramar el cristalino líquido sobre las sábanas.

Ignoto a lo que el dúo de agentes realizaba, la atención del fatigado blondo se desvió en el inmediato momento que un maletín hizo peso sobre la manta que cubría sus piernas, reconociendo instantáneamente el accesorio y frunciendo el ceño con creciente furia.

-Antes de que te enojes, Ada nos lo enseñó hace cuatro años atrás. Ese es el tiempo que estuviste en coma, Leon- notificó el antiguo detective, percibiendo que la ira del hombre sentado iba a ser exhaustiva para todos.

-A sabiendas de tu situación, Wong creyó que lo mejor era que todos supiéramos lo que había en su interior. Necesitábamos respuestas y ella sabía que lo que escribiste allí sería de ayuda, pues no todos conocíamos por lo que pasaste- Muller, sin molestarse en cambiar de posición desde el umbral de la puerta, respondió a la tácita duda que el pálido hombre tenía.

-Además mamá también estuvo escribiendo allí. Pero lamentablemente no me deja leer lo que hay allí. Ni siquiera Sherry pudo convencerla- estirándose para tomar el asa del maletín y halarlo hasta que estuviese en el regazo de su padre, Elza hizo mención.

-Ni lo menciones. Me propuso que robara el maletín en su lugar- bufando ante la memoria de un evento pasado, el hijo de Wesker declaró sardónico.

El nombre emitido desde los labios de su hija generaron que Leon tomara con fuerzas el objeto que descansaba sobre las piernas. Aquello fue lo último que necesitaba el rubio para saber si sus sospechas eran fatuos o todo lo contrario, ya que si era honesto consigo mismo nunca habría pensado que algo como su estado inconsciente tuviese tales repercusiones con gente cuyos lazos cercenó.

La yemas de los pulgares, pálidos pero cálidos al roce, rozaron apenas los bloqueados cerrojos de seguridad, delineando metódicamente cada letra grabada en el sistema rotatorio que impedía ver lo que se hallaba en el interior. Una pausa interna se generó mientras analizaba los hechos, dudando en tener que recostarse o simplemente ponderar sobre la fatiga y descubrir lo que otra persona escribió.

Una persona. Una mujer que destrozó su corazón con palabras filosas, dañándole el espíritu y la mente. Una mujer que incluso con todo el mal que pudiese tener en su ser, no podría odiarla. No podría dejar de amarla. No podría abandonarla.

Temía a lo desconocido. A lo que podría estar escrito en las líneas del diario. A los sentimientos derramados con pasión u odio.

Apabullante terror, reptando desde sus piernas hasta el pecho, revolviéndose como una infección parasitaria que atentaba con detener las pulsaciones del corazón. Frenando la respiración, generándose un sudor frío que se deslizaba por el cuello hasta perderse bajo el ambo, provocando tremor en las falanges.

-Papá? – una vez más, la aguda voz de la niña despertó del ensueño al rubio.

-Estoy bien, Elza. Solo estaba pensando en algo- gesticulando una practicada sonrisa apacible, que aprendió para hacer frente a personas indeseadas principalmente, Leon replicó previo a fijar la mirada en los cerrojos.

Lentamente un sonido repetitivo metálico reveló que el rubio estaba haciendo girar los cerrojos, buscando colocar la combinación alfabética requerida. Unas iniciales imposibles de olvidar, perteneciente a un par de mujeres que estaban más allegadas a su corazón de lo que nunca volvería a admitir jamás.

Persistente, con cada letra correctamente ubicada un chasquido metálico resonó en la habitación, poniendo expectantes a tres personas mientras que restante solo continuaba abstraído en la tarea de abrir una metafórica caja de Pandora, listo para hacer frente a los males del mundo una vez más. Tras un sexteto de crujidos gélidos, seguido de un claro pero sobresaliente suspiro por parte del agente que más de una vez puso su vida en peligro para salvar gente, la tapa del maletín fue alzada con el fin de revelar lo que en su interior descansaba.

Siendo una vieja bitácora, que había visto mejores épocas, un bolígrafo colocado con cuidado en un bolsillo, por último un antaño reproductor de cassettes junto a su correspondiente cinta cuya etiqueta en el lado A "Queen", mientras que en su contracara B solo tenía su nombre grabado.

Poco precisó Kennedy para reconocer que el último objeto atestiguado era nuevo para los demás, por lo que sabiamente optó por tomar entre sus manos el cuaderno, pasando hoja tras hojas donde sus propias memorias fueron bosquejadas en una amalgama de variopintos sentimientos, hasta finalmente alcanzar una particular página donde la caligrafía era más elegante y delicada, datando en el mismo año que su última misión.

-Qué sientes en verdad, Claire...- musitó en un susurro el varón de oscuro cabello áureo, viendo frente a él la primera nota de muchas pertenecientes a la susodicha, escritas desde lo que aparentaba ser su corazón.

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Terminó aquí el primer capítulo de esta mini-serie, damas y caballeros!

Qué les pareció la lectura?

Está interesante?

Están ansiosos por saber lo que Claire puso en el diario?

Dónde creen que está la pelirroja ahora mismo?

Se hacen una idea de lo que podría estar sucediendo ya que pasaron cuatro años desde la última entrada de Leon en la bitácora?

BIEN GENTE, SOLO PIDO QUE DEJEN SUS COMENTARIOS, PREGUNTAS, CRÍTICAS, DUDAS, ETC!

Saludos y hasta la próxima!


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