7. La mudanza.
No podía creer que de verdad se estuviera mudando, fue repentino, pero no menos llamativo y prometedor.
Los chicos la ayudaron en la mudanza, le ayudaron a empacar, más tarde contrataron un camión.
Jane quedó impactada por la majestuosidad del departamento, no sabía si llamarlo así porque era tan grande como una casa. Incluso tenía una especie de sótano, y un balcón. Tenía dos plantas, muchas habitaciones, cada una con su baño, más un enorme salón. Los colores eran de blanco y gris, con decoraciones sobrias.
—Solo venimos de vez en cuando —dijo Tae Hyung—, así que es todo tuyo.
Eso de venir de vez en cuando era pura fantasía, solo la primera semana estuvo sola en el departamento, a partir de la segunda uno a uno empezó a llegar para alegrarle la existencia. No solían quedarse muchos días, pero sí suficiente para que ella fuera feliz
Aquel día, por ejemplo, ella regresó tremendamente cansada del trabajo, por consiguiente, se emocionó cuando al atravesar la instancia, la deliciosa comida inundó sus fosas nasales. Yoon Gi preparaba el almuerzo con ayuda de Hobi y Jung Kook. El estofado de pescado y hongos olía demasiado bien, exquisito.
Los tres hermanos Kim jugaban en la consola, bueno, dos de ellos, porque el más alto solo gritaba y golpeaba el mueble cada que perdían.
Ji Min fue el único que reparó en su presencia; la recibió animoso con su sonrisa de niño tierno.
—¿Tuviste un buen turno querida Jane?
—Sí, pero agotador.
Solo entonces el resto se dio cuenta de su existencia y la saludó como se debía.
Los dos se sentaron a lado de los jugadores para ver el juego.
—¿Salvaron muchas vidas hoy? —preguntó Nam.
—No, hoy murió un paciente con peritonitis.
—¿Lloraste mucho? —preguntó Jin sin dejar de ver la pantalla.
—Solo un poco, me es inevitable no derramar un par de lágrimas cuando se informa la defunción a la familia. Llevo tiempo en esto, pero todas las veces son igual de tristes. Sin embargo, me repongo rápidamente y continúo mi trabajo.
Ji Min hizo un puchero.
—Siento que no podría ser personal médico, lloraría muy fuerte cada vez que un paciente falleciera y no podría recuperarme.
Tae asintió con él.
—También lloraría mucho y tendría que ir al psicólogo cada vez que sucede algo similar. Jane, es muy fuerte.
—De todos modos, vas al psicólogo —le fastidió su mejor amigo con media sonrisa en la cara, con una de esas coquetas que jamás podía reprimir.
—Entonces viviría donde el psicólogo —contestó haciendo reír al resto.
Jane lo comprendía muy bien. Lo que tenía en común con el menor de los Kim, era que ambos perdieron a su abuelita que amaron con todo su corazón. Cuando ella se soñaba con su difunta abuelita lo llamaba a él para llorar juntos, se desahogaban y se daban un abrazo de consolación.
—Niños lávense las manos para comer —los llamó Yoon Gi.
De verdad el estofado estaba delicioso. Mucho más porque comió en compañía de ellos. Cuando comía sola no tenía mucha hambre, pero con ellos rebosantes de gran apetito se obligaba a comer mucho y rápido porque si no le dejaban sin parte; aunque Jin y Nam se esmeraban en separarle una buena porción ya que ella no conseguía comer a su ritmo.
Algunas noches iba al gimnasio del edificio con Jung Kook, que era el que más hacía ejercicio. Como nadie quería acompañarlo la obligaba a ir con él. No es que a Jane no le gustara hacer ejercicio, es solo que la pereza la gobernaba. De todos modos, él siempre la animaba en su entrenamiento. Luego ella lo obligaba a hacer yoga y taichí con ella.
Esa noche ella ya estaba cansada, quería irse, pero había descubierto que él era adicto al ejercicio, por eso no ganaba peso con todo lo que comía. Ella tampoco podía quejarse, era de contextura delgada pese a todo lo que se aventaba.
—Jung Kookie, vámonos ya —le dijo.
—Espera, espera —contestó jadeando en tanto levantaba las pesas.
Ella sabía que si no hacía algo él seguiría pegado a eso.
—Cuento cinco y me voy, cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero. —Puso la toalla sobre su hombro para marcharse.
El la alcanzó en la puerta del ascensor, puso su pesado brazo sobre su hombro y la instó a entrar.
Ya todos se habían ido a sus casas cuando regresaron.
—¿Te quedas? —le preguntó con voz de niña.
—Claro, me baño y salgo para ver una película.
—Trato hecho.
Jane también se metió a bañar, pero se tardó echándose todos sus productos de belleza. Como tenía presente que su amigo se dormiría esperándola, salió con su cabello húmedo y secadora inalámbrica en mano.
Tocó la puerta de su habitación, pero no obtuvo respuesta, decidió abrirla despacio, al instante escuchó sus ronquidos secos. Muy tarde... Ni modo, tenía que mirar la película sola.
Al salir a la sala casi soltó un fuerte grito, no todos se habían ido, Jin estaba allí.
—¿No fuiste a casa? —le preguntó tomando asiento junto a él.
—Mañana tenemos ensayo en la empresa, así que para dormir más decidí quedarme aquí.
—Mmm. —Se rascó la cabeza, a pesar que eran cercanos, no podía evitar sentirse nerviosa cerca de él—. ¿Quieres ver una película? Iba a verla con Jung kook, pero se quedó dormido.
—Una de Disney.
—¿No las has visto ya todas?
—Mirar películas repetidas es mi pasión —explicó con gracia.
—¿Cuál entonces?
—La que tú quieras.
—¿El rey león?
—Ya.
—Pero ponla tú mientras seco mi cabello.
Jin le hizo caso, sin embargo, no puso el reproductor porque quería que ella estuviera atenta a la película. Incluso la ayudó con los cabellos sobre la nunca a los que no alcanzaba con facilidad. Él no podría comprender las sensaciones que le causaba las veces que le tenía cerca.
Finalmente pudieron ver la película. Se rieron y comentaron, hasta que se quedaron en silencio cuando llegó el clímax de la misma.
Cuando la película terminó, Jane soltó un suspiro como hacía siempre que le gustaba el final de cualquier entrega.
—Siempre ver esta película es un placer, ¿no lo crees, oppa?
Lo miró para escuchar su respuesta, pero él estaba profundamente dormido. Parecía un ángel con sus bellos ojitos cerrados, y su boca apetecible entreabierta. Divagó sobre el posible sabor de sus labios, más las sensaciones que sentiría al besarle.
Le dolió el pecho al descubrir que estaba muy lejos de que eso pudiera hacerse realidad. Podría cumplir su sueño mientras él dormía, pero ese no era su método.
No sabía nada personal de él, si tenía novia, si salía con alguien o si guardaba sentimientos por alguien.
—Seok Jin Oppa —le susurró, pero él, que solía tener el sueño ligero no se despertó, debía estar cansado.
Lo acomodó como pudo sobre el sofá, y le puso una manta. Le acarició una mejilla y se esfumó.
Jane se despertó ansiosa esperando encontrar a los chicos, pero ninguno de los dos estuvo presente para cuando los rayos del sol decidieron brillar. Tenían actividades en la empresa desde temprano. Tampoco pudo verlos durante el día porque pasó la mañana en la universidad y la tarde en el hospital, solo en la noche pudo ansiar con ver sus caras bonitas, pero solo estuvieron la maknae line. Con ellos compartió la tarta de fresa que un familiar de un paciente le trajo en agradecimiento por haber cuidado a su paciente con atención y esmero. Tenía que negarse a recibir cualquier cosa por parte del familiar tutor, pero no pudo resistirse a recibirlo por su sincero agradecimiento.
Se divertían jugando "UNO", y comiendo tarta, cuando escucharon la puerta ser abierta. Los cuatro concentraron su atención en el recién llegado, Jin.
Una punzada se concentró en el pecho de Jane.
Era increíble todas las emociones que le provocaba ese hombre en un segundo. Bastaba que respirara para que su mundo se convierta en sensaciones de éxtasis
—Hey, ¿están comiendo y jugando sin mí? —reclamó haciendo enorme escándalo.
—Hyung tiene un imán para este tipo de eventos —bromeó Tae con tarta en la boca.
Jung Kook que estaba sentado al lado de ella, fue apartado graciosamente por Jin, quien ocupó su lugar. Jane lo miró con gracia y ternura. Fijó su mirada nuevamente a las cartas, pero él tocó su hombro haciéndole volver. Inmediatamente sonrió al ver su boca abierta junto a sus ojitos de cachorro pidiéndole de la tarta que estaba comiendo. Él era un niño grande, o un hombre demasiado tierno para ser adulto.
Con su dedo índice y pulgar hizo una especie de pinza para meter la fresa en la boca de Jin, sin embargo, no advirtió que lamería sus dedos al atacar la fruta. Una descarga eléctrica la recorrió de pies a cabeza, aunque él lo hizo sin querer, fue un gesto demasiado íntimo y, por qué no, erótico.
Inevitablemente se puso nerviosa.
—Más —le dijo él susurrando con su carita inocente.
Como pudo y, aunque, seguía nerviosa, volvió a introducir otra fresa en su boca. La misma sensación la transitó desde la yema de sus dedos, hasta lo más íntimo de su cuerpo. Estar junto a Seok Jin se tornaba demasiado peligroso...
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