22. Travesuras.

Algo que siempre Jane disfrutaba, era bromear y tontear. Siempre estaría dispuesta a hacer cualquier cosa para aligerar el ambiente. Claro está que lo hacía con quienes tenía confianza y respondían de la misma manera.

Tras una de sus jugadas burlescas, la doctora Cha planeó su venganza. Mientras Jane conversaba animadamente con el enfermero Park y la residente Yoon, ella aprovechó para introducir en su cartera un par de paquetes de preservativos. Solo esperaba que fuesen encontrados en el momento preciso para avergonzar a la traviesilla. Moriría por ver su cara de sorpresa, y su maquinación para su próxima broma.

Luego de salir airosa de sus actividades diarias, Jane se reunió con Jin para jugar tenis, uno de los deportes favoritos de él. Claramente para ella era demasiado común notar la belleza de su novio en situaciones menos esperadas, como por ejemplo en ese momento. A pesar de estar sudado y cansado, él se veía desesperadamente atractivo, incluso con el cabello pegado a su frente pegajosa.

Creyó justo que army echase un vistazo a esa imagen cautivadora, de modo que, capturó el momento en su teléfono, mientras él se dispuso a hidratarse.

—Asegúrate de que salga bien —le dijo él mientras la veía de reojo.

—Es imposible que salas mal —respondió en un susurro. Pero en voz alta dijo—: No hago milagros.

Jin escupió el agua y, totalmente escandalizado se vino hacia ella para increparle su terrible comentario.

—¿Qué dijiste? —Le punzó los costados provocándole cosquillas por doquier.

Jane se dejó caer sobre el pavimento muriéndose de risa y pidiendo por favor que la soltara. Una vez que logró hacerla reír hasta las lágrimas, por fin la soltó; solo entonces la ayudó a ponerse de pie. Como venganza le hizo esperar hasta sumergirse en el aburrimiento mientras se aseaba tras el trajín.

Jin era un implacable caballero, y como en muchas otras ocasiones, cargó la cartera de Jane mientras se dirigían al estacionamiento.

—¿Qué tantas cosas cargas, pequeña Jane? Esto pesa más que tu delgado cuerpo.

—Piedras —respondió, traviesa.

Largando una risita, empezó a chismorrear dentro. Encontró su billetera de Cooky, audífonos inalámbricos, sus lentes con medida y de sol, una libreta lila, algo de maquillaje y... lo menos pensado. Repentinamente se detuvo en tanto observaba en el interior; sus orejas se tiñeron de rojo, aunque pronto sonrió de manera sagaz.

Jane se detuvo también, intentando descifrar qué había encontrado.

—¿Qué pasa?

Con sus dedos índice y medio, él le mostró los preservativos.

—Hey, si los querías me los hubieras pedido, yo los hubiese comprado —dijo burlonamente.

La boca de Jane se abrió sorpresivamente, mientras sentía como la sangre se concentraba en sus mejillas.

—¡No! —gritó azorada—. ¡No son míos! ¡Te lo juro!

Él no dejaba de reír de manera escandalosa por la forma en que ella había reaccionado a sus punzas.

—Si, si, como digas.

—Te lo juro Seok Jin. Tienes que creerme. Estoy segura que fue la doctora Cha; hoy estuve haciendo travesuras toda la tarde con ella. Sí, se trata de una venganza —decía atropellando las palabas—. Yo jamás compraría eso, aunque nos dan gratuitamente en el hospital. Pero estoy hablando en serio, yo no los puse ahí. Me crees, ¿verdad?

—Sí, por supuesto —respondió aguantándose la risa.

—De acuerdo.

Avanzaron un poco más, cuando él se inclinó a su altura para susurrarle:

—¿Los trajiste para que los usemos hoy?

—¡Kim Seok Jin! —vociferó con las mejillas encendidas, causando que una vez más se riera de ella.

De tal modo se mantuvieron hasta llegar al auto, y hasta llegar a su edificio. Jin se divirtió a sus cuestas, a pesar de creerle todo lo que aseguraba.

La pobre se metió a su cama sin dejar de pensar en la vergüenza que había pasado con él. ¿Qué habrá pensado? De seguro creía que ella se moría por acostarse con él.

Todo eso le hizo pensar y reflexionar que el tema a veces era un tabú para ella, pese a la edad que tenía, debido a su crianza religiosa y sus principios inculcados. También era consciente que anhelaba que el fuese el primero e incluso el único.

Esa noche fue acompañada por pensamientos y fantasías relacionas con el tema. Acumulando diversas preguntas que le enchinaban la piel y le sacaban un suspiro. ¿Cómo sería estar con él? ¿Sería tierno y delicado? ¿Apasionado?

Se mordió el labio deseando en esos momentos, encontrarse en sus brazos.



Las reuniones en el departamento comunal se hacían cada vez más constantes pese a las actividades de los chicos. En buena parte, les quedaba más cerca de la empresa para alcanzar rápidamente el descanso esperado.

El fin de semana pilló a los ocho chicos compartiendo una mañana soleada. Tras la desvelada de la noche anterior, Jung Kook y Ji Min tenían previsto dormir hasta el mediodía. Yoon Gi aprovechaba el momento de inspiración para armar el siguiente éxito. Nam Joon y Hobi intentaban armar un robot con cara de papa, y Tae Hyung miraba su celular recostado en el sofá, mientras Yeontan le lamía la oreja.

Jane y Jin salieron a comprar algunos ingredientes para la pasta italiana que habían acordado preparar. En el camino, Jane se quedó perpleja viendo a través de la ventana, haciendo que él detuviera el auto.

—¿Qué sucede, qué miras?

—¡Mira Seok Jin ese cachorrito!

El fijó su mirada en el Pomerania boo que se exhibía en la veterinaria, esperando ser adoptado. Le causaba ternura la mirada asustadiza que mantenía el perrito bebé detrás de la vitrina.

—Lo quiero —señaló Jane ilusionada.

—Pero ya tenemos a Yeontan.

—No es nuestro, es de Tae.

—Pero a veces te encarga para que lo cuides.

—Sí, pero no es igual. Iré a preguntar, ¿sí?

—Jane, espe...

Antes que consiguiese terminar de hablar, ella ya estaba hablando con el encargado. Al parecer no eran buenas noticias, ya que regresó con la cara larga.

—¿Qué te dijo?

—Ya se me hacía raro que un Pomerania esté en adopción, cuando valen mucho dinero. El veterinario me comentó que el perrito es el más pequeño de la camada y tiene problemas de salud, su corazoncito es demasiado pequeño. Necesita muchos cuidados y revisiones. Tiene pocas esperanzas de sobrevivir, ya que tampoco tiene buen apetito.

—Qué lamentable —suspiró encendiendo el auto otra vez—. Bueno Jane...

—Lo quiero.

—¿Qué?

—De verdad lo quiero.

—¿Aun cuando sabes que se puede morir a más tardar mañana?

—Me causa mucha tristeza el tan solo pensar que va a morir en esa vitrina sin haber nunca recibido amor.

Jin ablandó su expresión.

—Jane... —susurró—. Cariño, escúchame —le habló tiernamente mientras sostenía sus hombros—. Duele mucho perder una mascota, que tan pronto entra en tu casa se vuelve parte de tu familia.

—Lo sé. Tuve mascotas cuando era más joven, y tuve que verlos partir.

—No quisiera verte triste Jane. Ese animalito no tiene esperanzas. No puedo permitir que sufras deliberadamente. Si lo haces, yo lo haré también.

Prontamente recordó Tonight, la canción que él había hecho para sus mascotas fallecidas. De pronto tenía razón, ya que pasaban mucho tiempo juntos, él podía encariñarse con el perrito y, si moría, iba a ponerse muy triste. Para nada soportaba verlo así.

—Está bien Jin —dijo, ajustándose el cinturón—. Vamos.

Sin embargo, mientras se marchaban, su mirada no se desprendía del cachorrito. Esa miradita solitaria le partía el corazón.

Verla desanimada, para Jin significaba una contrariedad. Su novia era muy generosa, ya se tratara de personas o animales, siempre estaba dispuesta a brindar su mano. Sin embargo, no quería verla triste a causa del pequeño perrito que no tenía esperanzas de vivir.

La dejó en el departamento con todas las cosas que compraron. Aparentemente los chicos no estaban por ningún lado, no había ni rastro de Yeontan.

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Jane al aire.

—Desde aquí puedo escuchar los ronquidos de Jung Kookie. Del resto no tengo idea. Eh... ¿sabes?, olvidé tofu. Iré a traerlo.

—De acuerdo, yo iré avanzando con la pasta.

Jin asintió con su preciosa sonrisa.

Poco tiempo después, regresó sin tofu, pero con una cajita en sus manos, la cual puso frente a los ojos de Jane. Algo extrañada observó la caja detenidamente.

—¿Y eso?

—Ábrela —le dijo susurrando.

Pensando que se trataba de sus bromas, lo hizo recelosa. Su corazón se sobresaltó al ver lo que contenía. Casi no lo pudo creer.

—¡Mi amor! —expresó en un chillido.

Jin entendió que estaba haciendo lo correcto, esa sonrisa valía la pena cualquier riesgo. Haría todo lo posible y todo lo que estuviera en sus manos para que ese cachorrito se mantuviese saludable.

Lo cargó entre sus brazos mientras el pequeño de pelaje color caramelo, movía la colita igual de diminuta que su cuerpo.

—Es hembra —aseveró sorprendida.

Totalmente emocionada se abalanzó sobre sus brazos y le regaló un beso de agradecimiento. Jin la envolvió con ternura, inclinándose lo suficiente para ahondar el contacto. Acarició sus brazos para luego reposar sus amplias manos en su cintura. El beso de gratitud se fue tornando en uno descontrolado, cargado de emociones genuinas. Se perdieron tanto que, ignoraron la llegada de los chicos, quiénes se quedaron atónitos con semejante escena. Solo fueron conscientes de su presencia cuando Yeontan empezó a ladrar debido a la presencia de su nuevo rival.

Se separaron de sopetón. Tae y Hobi mantenían la misma expresión de incertidumbre, Nam se mantenía sereno. Para entonces Jung Kook y Ji Min se despertaron y entraron a la sala medio sonámbulos, tratando de comprender la situación.

—Reunión urgente —mencionó Nam como el líder que era en cualquier circunstancia.

Como los acusados, Jane y Jin se sentaron en el sofá frente a ellos, en tanto esperaban el veredicto final.

—¿Por qué lo ocultaron? —reclamó Hobi, entre disgustado y sorprendido—. ¿No merecíamos saber? Se supone que somos amigos, una familia —enfatizó, mirando directamente a su hyung.

Jin asintió lentamente.

—¿Cuánto tiempo llevan saliendo? —prosiguió Ji Min.

Los dos se negaron a responder; los muchachos se indignarían más.

Nam suspiró.

—Está de más decirte lo cuidadoso que debes ser hyung. No solo debes cuidarte a ti, debes protegerla.

—Sí —respondió en un susurro.

El resto de chicos se mantuvo en sepulcral silencio. Terminada la charla, Tae le dio una palmada a Jin, mientras Jung Kook se retiró fastidiado. Cuando Jin quiso entrar a su cuarto, le dejó hacerlo porque no tenía más alternativa, él no se iría y seguiría llamándolo insistentemente.

—Jung Kookie —susurró—, entiendo lo enfadado que estás, yo también lo estaría.

—Dijiste que me considerabas como tu hermano menor.

—Y así lo es, es solo que aún no me sentía confiado para contarte porque así lo decidimos ella y yo hasta que estuviésemos seguros que funcionaría.

—Lo sospeché por la forma en que la tratabas. Pero me hubiera gustado oírlo de tu boca.

—Lo siento.

Jung Kook lo ignoró centrando su atención en su celular, aunque pasaba de un video a otro sin prestarle atención realmente. Jin sabía que no podía hacer más, solo esperar a que le pasara.


Por otro lado, se encontraba Yoon Gi que había sabido todo desde un principio, pero que no estaba seguro y también había esperado fielmente que Jane le contase. Echado sobre su cama, fijó su mirada en el techo. Se sentía irritado, pero también profesaba algo más que no conseguía descifrar. La opresión que comprimía su pecho le hacía hiperventilar, y después de tanto tiempo volvía a dañar de manera inconsciente la uña de su pulgar.

Su crisis fue interrumpida por los suaves golpeteos en la puerta. Los reconocía perfectamente. Se quedó inmóvil esperando a que creyera que estaba dormido y se fuera. Sin embargo, no creyó conocerla lo suficiente cuando ella llamó su nombre y amenazó con entrar. Pero ella no amenazaba, actuaba.

—¿Yoon Gi-ssi?

Fingió despertarse para mirarla despectivamente.

—¿Qué? —respondió cortante.

—¿Estás molesto conmigo? Debí haberte contando, ¿no es así? ¿Me disculpas?

—¿Por qué lo estaría Jane? No es que me importe tu vida. Solo vete y déjame dormir en paz.

Se quedó callada sin saber qué decir, era la primera vez que le hablaba de esa manera. Ganas no le faltaba de responderle con su lengua filosa, pero se contuvo. Respiró profundamente dispuesta a irse, pero regresó y de manera inesperada besó su mejilla.

—Espero que puedas redimirme querido Yoon Gi.

Fue tan rápido que ni siquiera lo sintió. Llevó la mano a su mejilla en tanto sus ojos enfocaban la puerta cerrada. Aquel beso en la mejilla significaba un gesto tan íntimo para él, pero estaba seguro que para ella no era mas que un gesto que haría con cualquier amigo, algo demasiado ordinario en su cultura.



Un par de días después Jane pudo estar en paz al ser disculpada por los chicos, el único que aun no le hablaba con naturalidad era Yoon Gi, pero estaba segura que tarde o temprano se le pasaría.

Por el momento estaba muy entretenida con su perrita a la cual había nombrado "Pecana". Jin se había reído cuando había escuchado el nombre, pero no le preguntó la razón porque ni ella lo sabía.

En ese preciso instante él le había ido a visitar. Ella acababa de regresar del veterinario con Pecana. No hablaba de otra cosa que no fuese de la cachorrita, y de lo mucho que estaba luchando por mantenerse viva.

Iba de aquí para allá preparando su leche con los suplementos y medicamentos que requería. Le cantaba y mimaba como si fuese su hija recién nacida. Jin sonrió imaginando lo maternal que sería Jane con sus hijos, pero al mismo tiempo se puso celoso por la atención que le negaba a él para dársela al perro.

—¡Hey! —vociferó provocando que Jane diera un salto—. Llegué hace una hora y ni siquiera me has dado un beso. ¿Quieres más a ese perro que a mí?

—Me asustaste, tonto —dijo acariciando a Pecana—. La hago dormir y vengo contigo.

—¿Acaso es un bebé? Solo déjala en su cama y ven a mis brazos.

—Si la dejo sola en su cama se pone a llorar.

—No se va a morir porque llore un poco.

—Claro que sí, tanta tristeza le puede afectar a su corazoncito. —Continuó arrullándola en su mantita.

Ansiándola, Jin la abrazó por la espalda sorpresivamente.

—Ven conmigo por favor, cariño —susurró rozando sus labios pomposos con el lóbulo de su oreja.

Las piernas se le aflojaron amenazando con dejarla caer. Se le erizó la piel añorando ser cubierta por sus besos intensos. Las manos que había colocado sobre sus caderas quemaban como si hubiesen sido sacadas del mismísimo infierno.

De manera automática dejó a la cachorra somnolienta sobre su camita para ser arrullada por él en sus brazos. Los besos desesperados eran reemplazados por otros más intensos y apasionados.

La hizo sentarse sobre su regazo, apretándola contra la dureza de su cuerpo. No pudo controlar el jadeo que se escapó de su boca, mientras echaba la cabeza hacia atrás, permitiéndole así, el acceso a su cuello. Los besos húmedos que descendían cada vez más hacia su pecho, le hacían perder la cordura.

Volvió en sí cuando metió una mano debajo de su blusa.

—No —suspiró.

Jin inmediatamente retiró su mano y recobró la compostura.

—Lo siento Jane. Estaba perdiendo el control y sobrepasé tus límites.

La voz de la enfermera Oh se hizo escuchar a través del interfono.

—¡La enfermera Oh! —exclamó Jane nerviosa, bajando de sopetón de sus piernas—. Rápido, escóndete en mi habitación, no quiero que te vea aquí y piense que estábamos haciendo cosas malas.

Jin soltó una carcajada.

—Pero estábamos haciendo cosas malas.

—¡Kim Seok Jin!

Negando con la cabeza y sin dejar de burlarse, se escondió.

Jane se acomodó la ropa y limpió la humedad de su cuello para por fin abrirle la puerta a su jefa.

—¿Por qué te tardaste tanto en abrir? —preguntó trayendo consigo kimchi—. Me lo envió mi madre. —Se detuvo para olfatear la sala—. Mmm huele a loción carísima.

—¿Su madre aun vive? —preguntó Jane sin pensar, guiada por los nervios.

La enfermera Oh frunció el ceño, evidentemente disgustada.

—¿Me estás llamando vieja?

—¿Qué? No, claro que no. Es solo que es la primera vez que escucho nombrar a su madre.

—Vive en Jeju, de donde soy originaria.

—Ya veo... —Miró hacia su habitación, esperando que él no hiciese ningún ruido.

La enfermera Oh que solía ser tan perspicaz, no se desentendió.

—Bueno, solo vine a dejarte esto.

—Muchas gracias. Lo comeré todo.

La mujer estaba por salir, pero retrocedió para susurrarle.

—Usa protección. —Y salió con una sonrisa socarrona en su cara.

Jane se quedó petrificada. La enfermera Oh bien podría ser su madre. 

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