Capítulo 13: Daniele Monteleone
La lona de la amplia y espaciosa tienda se apartó de un manotazo. La mujer que apareció ante Monteleone no podía ser otra que Lara Croft. Iba sucia, con las ropas desgarradas y el pelo revuelto, pero era ella, sin duda, por aquella forma de mirarle como si fuera un gusano.
- ¡Signorina Croft! ¡Qué placer por fin tenerle en mi presencia!
Se levantó, dejó a un lado el Martini con hielo que estaba degustando y estrechó la sucia mano de la exploradora con la más fina de las cortesías.
- Besaría su mano si se quitara ese mitón de cuero, pero como verá...
- ¿Quién eres tú y por qué tienes este campamento acordonado y bajo arresto? – cortó Lara, con pocas de ganas de cháchara.
Había sido un operario atrevido quien, habiendo huido de su tienda, les había esperado angustiado al borde del pozo para comunicarles lo que había pasado. Furibunda, Lara habría querido ir a plantarle cara inmediatamente a Monteleone, pero Kurtis había aconsejado primero depositar el cetro en un lugar seguro. Sin embargo, al poco de salir de la excavación habían sido rodeados por los hombres de aquel tal Monteleone y escoltados hasta su tienda.
- ¿No le apetece sentarse? – dijo el mafioso, haciendo un amplio gesto hacia una cómoda butaca al lado de la suya – Su amigo también puede hacerlo si lo desea.
Lo decía por Kurtis, que acababa de entrar tras ella y observaba ceñudo el panorama. Dirigió una mirada hacia Zip y Selma, que se sentaban encogidos en un rincón de la tienda. La turca le dirigió una desesperada mirada que parecía decir: ¡No te fíes de su cortesía! Kurtis asintió levemente.
- No me sentaré hasta que me respondas. – insistió Lara, que no había apartado la mirada del apuesto cincuentón.
- Permítame entonces que me explique. Mi nombre es Daniele Monteleone y soy propietario de una importante empresa de restauración en Sicilia. Como verá, he decidido trasladarme aquí porque he recibido noticia de que se estaba excavando de nuevo bajo Capadocia. Estoy profundamente interesado en el seguimiento de esta excavación y ése es el principal motivo de que esté aquí.
- Esta excavación está protegida por la ley y respaldada por el Gobierno de Turquía .- respondió Lara secamente - Usted no tiene derecho ni permiso a entrar aquí.
Monteleone sonrió pacíficamente, y al hacerlo descubrió un par de dientes de plata y otro de oro en los extremos de sus encías.
- Eso me ha parecido oír que decía esta preciosa mujercita turca. Pero entiéndame, signorina Croft, mis antecedentes e influencias me eximen de toda obligación legal. Ahora estamos entre iguales.
- Usted ha acordonado este campamento a punta de fusil y encerrado a los operarios bajo amenaza de muerte.- escupió Lara entre dientes - ¿Me equivoco?
- ¡Nada de muertes, mi querida signorina, nada de muertes! – respondió el otro escandalizado – Sólo nos hemos asegurado que se mantuviesen a buen recaudo y bien protegidos hasta que tuviéramos este encuentro.
¡Embustero!, pensó Lara, furiosa. Habían caído en manos de la mafia siciliana. Y lo único que podían hacer de momento, puesto que eran sus rehenes, era intentar solucionarlo todo por la vía diplomática. Ponerse a pegar tiros allí mismo era absolutamente insensato, todos los hombres de Monteleone iban armados, y Selma, Zip y los demás operarios podían resultar heridos o muertos.
No quiero otra masacre como la de Egipto.
Así pues, inspiró profundamente, mostró su mejor sonrisa y se sentó plácidamente en la butaca que le había ofrecido. Kurtis, discretamente, se situó junto a ella, por detrás de su respaldo.
- Sabía que usted era capaz de parlamentar.- añadió Monteleone, con otra flamante sonrisa, mientras volvía a levantar su Martini y se lo llevaba a los labios.
En aquel momento, una mujer entró en la tienda, ya de por sí abarrotada con los conversantes y la guardia personal de Monteleone. Apareció retirando la tela de la parte trasera de la tienda y pasó junto a Zip y a Selma para sentarse al lado del mafioso.
Lara sólo necesitó echarle un vistazo para saber que se trataba de una prostituta. Tenía el cabello largo y rizado, de un intenso tono rojizo, la piel blanca y salpicada de pecas y los ojos de un curioso color miel. Pero su opulenta figura, de sinuosas curvas y grandes senos, estaba enfundada en un vestido imposible que dejaba muy poco a la imaginación.
- Disculpen.- dijo entonces sonriendo el mafioso – Ésta es mi hermosa Maddalena. Que no les preocupe su presencia, es una chica inteligente y sabe mucho de diplomacia.
De un tipo de diplomacia que yo me sé, pensó Lara con desprecio mirando la sensual sonrisa que aquella mujer tenía pintada en su cara de zorra.
Maddalena paseó su mirada aburrida por el personal y al final se detuvo en Kurtis. Al verlo, sus ojos dorados se abrieron sorprendidos y paseó su mirada por el fornido cuerpo del hombre. Pareció complacida con el análisis porque entonces esbozó una sonrisa de admiración con sus labios pintados de rojo, mientras seguía mirándole descaradamente.
Lara apartó la vista, asqueada, y miró al mafioso:
- Si ha venido aquí, es porque tiene algún interés particular. ¿De qué se trata?
El hombre carraspeó y dejó el Martini sobre la mesilla. A ella le estaba empezando a poner nerviosa la parsimonia de sus movimientos.
- Verá, estoy interesado en cierto objeto antiguo... como ya le he dicho, mi trabajo es dirigir una empresa de restauración. Hemos tenido en nuestras manos obras de restauración sumamente importantes, por citarle un ejemplo, tuvimos la Sábana Santa de Turín o algunas célebres obras de Tiziano para ser restauradas. De este interés ha surgido mi ansia por conocer este objeto del que hablo, el cual se supone que se halla bajo nuestros mismos pies, aquí en Capadocia.
- ¿Y qué objeto es ese?
- Pues es una especie de cetro, al parecer labrado en plata, que...
Kurtis se lo había estado temiendo. El cetro. Vienen a por el cetro. Y empezó a maldecir a todos los demonios del infierno. Problemas. Aquello no iba a traer más que problemas.
- ... y por ello quería preguntarle a usted, que sin duda es una experta en el tema, si tiene conocimiento de la presencia de este cetro y, sobretodo, si usted lo ha visto en el transcurso de sus últimos movimientos.
Lara mostró una sonrisa inocente y dijo:
- No tengo la menor idea de qué me está hablando usted.
Kurtis volvió a maldecir en silencio. Era de esperar. Ella no entregaría el maldito cetro y entonces...
- Parece que no está bien informado de qué investigación estamos llevando a cabo aquí.- continuó Lara – Esto es una necrópolis perteneciente a una curiosa raza de híbridos conocidos como Nephilim según la mitología hebraica. No hay más que nichos y cuerpos. Ni el menor rastro de tesoros, ni mucho menos cetros de plata.
Aquello pareció confundir a Monteleone, que por primera vez mostró inseguridad.
- Pero... ciertos textos hablan de la existencia de una ciudad bajo la necrópolis. Sin duda en esa ciudad puede que...
- En efecto, los textos hablan de ella. – dijo Lara apresuradamente – y actualmente nos hallamos en proceso de verificar si tal ciudad existe, aunque es probable que no sea más que una leyenda. En el caso de que fuera real, puesto que usted se ha trasladado aquí, usted sería el primero en ser informado del descubrimiento. Por lo tanto – concluyó, levantándose con un gracioso movimiento – no hay más que hablar de momento. Me disculpará pero tanto mi compañero como yo estamos agotados y debemos retirarnos. Y supongo que mi compañera Selma y mi ayudante Zip pueden venirse con nosotros perfectamente.
El mafioso sólo dudó unos instantes, luego farfulló:
- ¡Claro, claro!... Maddalena, bonita, acompaña a nuestros invitados a su campamento. Haz que se retiren mis hombres... no me gustaría interferir en tan loable tarea.
La pelirroja se levantó y, tras dirigir una lánguida mirada de reojo a Kurtis, se abrió paso entre los hombre armados mientras iba dictando secas órdenes en italiano. Al parecer, aquella fulana mandaba tanto allí como su amo. No estaría de más recordarlo.
**************
- ¡Oh Dios mío, Lara! ¿Y ahora qué hacemos?
Selma contemplaba, horrorizada, el hermoso cetro que Lara había sacado de su mochila y esgrimía con total desparpajo, con una sonrisa triunfante en el rostro.
- ¿Hacer? – la exploradora soltó una carcajada - ¡Ese tal Monteleone tendrá que arrancarlo de mis dedos fríos y muertos!
- ¡Así me gusta, nena! – gritó Zip, que estalló en aplausos.
La turca, lívida, se giró hacia Kurtis:
- ¡Por favor, díselo tú!
- ¿Yo? – el hombre estaba apoyado en una mesa, fumando - ¿Y qué le voy a decir? Ya le dije que lo dejara en su sitio. Pero milady tiene la cabeza dura.
Lara dejó el cetro sobre la mesa.
- ¿En serio pensabas que iba a entregarle esto al primer mafioso siciliano que me lo pidiera con total amabilidad? ¡Vamos!
- Usa la cabeza, Lara.- murmuró Kurtis – Ahora tenemos a toda la puñetera Cosa Nostra acampada aquí al lado, esperando a que tú les des ese condenado cetro. La vida de los operarios, la de todos nosotros, dependen de ti.
- ¡Eso quería decir! – estalló Selma, triunfante.
Pero la exploradora se había cruzado de brazos.
- No voy a ser la lameculos de un capo italiano, ¿entendido? No hasta que sepa qué es este cetro y por qué lo quiere. A menos que lo sepas tú, señor Lux Veritatis.
Kurtis no respondió.
- Bien.- concluyó Lara. – En una cosa tenéis razón y es que hay que andar con cuidado con esta gentuza. Mientras Monteleone esté contento, todo irá bien. Los demás no os tienen que importar. Selma, tú te quedarás con el cetro, guárdalo a buen recaudo. Yo me encargaré de tratar con Monteleone y averiguar lo que pueda. Tú Zip, a partir de ahora estarás callado como una tumba o sufrirás las consecuencias. Y tú, Kurtis...
- A mí no tienes que darme órdenes. – respondió él bruscamente. Arrojó la colilla al suelo y la pisó con el tacón de su bota – Estás cometiendo un error, Lara, y acabarás lamentándolo.
Dio media vuelta y abandonó la tienda sin darle tiempo a responder.
************
- Te digo que es guapísimo.- murmuró Maddalena con los ojos entrecerrados – Tendrías que haber visto sus ojos, Bay Li. ¡Esos ojos han destrozado más de un corazón, te lo juro! Y está buenísimo... esos músculos... es un militar, seguro. Sólo los militares tienen ese cuerpazo.
- Vaya, vaya – gorjeó la hermosa china – Algún defecto debe de tener.
- Sí... que no me miró en ningún momento.
- Eso sí que es grave... será maricón.
- ¡Imposible! Te digo que es un hombre de la cabeza a los pies. Debe de ser un monstruo en la cama.
- Pues si te gusta, decididamente tíratelo.
Las dos prostitutas estallaron en carcajadas y tomaron otro sorbo de champán. Había pasado la hora de la cena y tenían un rato de descanso.
Hacía tiempo que Maddalena y Bay Li eran amigas. En el extenso conjunto de mujeres que iban a todas partes con Monteleone para satisfacción de sus hombres, Maddalena era el ama y señora de todas ellas, no sólo la favorita del capo, sino también la que más mandaba. Bay Li era otra rara belleza, nacida en Shangai y deportada para capricho de magnates. Desde el principio había asumido que el predominio correspondía a la guapa pelirroja, y no había tratado de luchar contra su influencia, cosa que le había reportado su amistad.
- ¿Sabes su nombre?
- Oí a esa inglesa llamándole. Se llama Kurtis.
- Mmm... quizá sean amantes.
- ¡Creo que no! ¿Tu has visto a esa tía, esa Lara Croft? No es más que una dama de hierro amargada. Su actitud clama a gritos por un polvo.
Bay Li volvió a reír y se atragantó con el champán.
- ¡Oh, Maddalena, tendrás que actuar antes de que el polvo se lo eche él!
- No seas ridícula. Esa inglesa es una estrecha, lo veo a primera vista.
- Pues tiene fama de zorrón.
- Quien le echó esa fama no sabía nada de mujeres. Tener a su lado a ese Hércules y no tirárselo es de imbéciles. Ya me encargo yo de eso.
- ¿Y le vas a cobrar?
- ¡Claro que no!
Se echaron a reír de nuevo, pero entonces una sombra les tapó la luz de la lámpara con la que se iluminaban. Se giraron y vieron allí a Sciarra, plantado ante ellas con su oscura sonrisa.
- ¿Qué quieres? – preguntó Bay Li de mal talante.
- Vengo a por Maddalena. Esta noche me apetece estar con ella.
La guapa italiana torció la boca.
- ¿Eres idiota o te lo haces? ¡Lárgate, no quiero verte!
- Vas a venir conmigo, pequeña.
- ¿Y qué dirá tu jefe de ello, eh, listillo?
Todos los que trabajaban para Monteleone sabían que Maddalena era intocable. Sólo el capo podía acostarse con ella, porque así lo había ordenado. Era su amante y a partir de aquel momento Maddalena no se entregaba a otro hombre que a él. Cualquiera que le pusiera la mano encima la bella Maddalena acababa tirado en una cuneta, con un balazo en la nuca.
- Monteleone no se enterará. No se enterará porque si le dices algo, o si te niegas, iré y le diré que babeas por el tío que va con la exploradora inglesa.
- ¡Tonterías! – farfulló ella.
- Os acabo de oír. – se giró hacia la china - ¿Sabes lo que hizo Monteleone la última vez que pilló a su carissima Maddalena con otro tío? A él le cortó los huevos y lo ahorcó en un poste de luz, y a ella le destrozó el cuerpo a golpes de correa. ¿Te acuerdas, Maddalena? Chillabas tanto que hubo que amordazarte.
La pelirroja estaba pálida.
- Monteleone es taaan celoso, ¿verdad? – continuó Sciarra, sonriendo con crueldad – A veces se olvida de que no eres más que una puta, y que te comportas como la puta que eres.
Se giró de nuevo hacia Bay Li, que le miraba aterrada.
- Desde ese día, cada vez que nuestro amo tiene la menor duda acerca de la fidelidad de su querida, le da una monumental paliza para que no olvide a quien debe sus servicios. Y ay del pobre tío del que sospeche... una vez sospechó que se había tirado al bueno de Marc'Antonio, que era más maricón que un palomo cojo... pobre, pobre Marc'Antonio... cómo rodó su cuerpo por el precipicio...
- ¡Ya vale, cállate! – gritó Maddalena. Levantándose, añadió - ¡Acabemos de una vez!
Sciarra, sonriendo, la agarró por el brazo y se la llevó hacia las rocas. Cuando por el rabillo del ojo vio que Bay Li se levantaba, le dijo:
- Quédate ahí quieta, chinita. Luego vendré a por ti.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top