Dangerous Clients

Kayama Motors C.A. era uno de los pocos lugares donde Mei realmente se sentía como en casa. El característico olor a aceite y vapor inundaban el lugar, y sin embargo no resultaba desagradable. Saludó animada a los trabajadores antes de ingresar a la sala de espera.

—Ah, que delicia~ —suspiró la chica gustosa al sentir el entorno helado del lugar. Simplemente perfecto.

—Mei linda, apresúrate, hay trabajo arriba — habló Kayama-san.

No se equivoquen, ella no era exactamente la dueña de la tienda, Kayama Terumi, de soltera era la esposa y secretaria de Kayama Toshi, el dueño del lugar. Sin embargo, no había nada en los motores que venían al taller de Toshi que Terumi no pudiera reparar. Aun así, ella prefería lidiar con los enormes libros de cuentas y clientes a la grasa y el aceite.

— ¿Ah sí?, ¿sabe que es Kayama-san? preguntó la muchacha ingresando a la parte de atrás donde se dispuso a cambiarse el uniforme.

Kayama Motors no tenía un reglamento exacto en el uso de sus uniformes, y es que al ser una compañía mediana pero bastante reconocida, Toshi-san había insistido en que todos sus empleados tuvieran los denominados "trajes de caldera" para el trabajo y playeras con el nombre de la empresa. No había una regla escrita, ni siquiera hubo una discusión o un contrato verbal, pero todos los miembros habían decidido que los trabajadores del área administrativa harían uso constante de las playeras mientras que los mecánicos usarían su clásico traje.

A Mei le resbalaba.

Al pertenecer a ambos bandos, podía utilizar el uniforme que más quería o le convenía cuando le apeteciera en la vida, y ese día en particular no le molestaba tenerlo todo. La playera negra perfectamente colocada y el traje acomodado hasta abajo, amarrando la parte superior de este a su cintura.

— Un par de jóvenes, hermanos si no me equivoco. Escucharon que había un buen técnico y vinieron hasta aquí. Creo que trajeron una laptop para tí – escuchó explicar a la mujer del otro lado de la puerta mientras recogía la parte superior de su cabello en una coleta.

— ¿Llevan mucho rato esperando? — preguntó la joven saliendo con gesto preocupado. Retrasarse tanto podría costarle ese cliente.

— No tanto, pidieron un lavado y se fueron a almorzar, dijeron que volverían antes de las cuatro.

— ¿Pandilleros?

— Eso creo — respondió la mujer encogiéndose de hombros restándole importancia. Mei sonrió mientras subía las escaleras. Los Kayama no tenían ningún tipo de prejuicio contra los pandilleros. Eran de esas pocas personas que sabían valorar a la gente por quienes eran, y eso les había valido el cariño y respeto de muchos. Sobretodo el de él.

Los Kayama no habían tenido prejuicios contra ningún pandillero, y al fundar la empresa Toshi-san certificó a muchos de ellos en mecánica automotriz, cosa que se evidenciaba en las fotografías junto a la pared. Y claro está que también lo habían certificado a él.

La foto de Sano Shinichiro sonriendo a la cámara con su certificado en mano estaba al final del primer tramo de la escalera antes de llegar al segundo piso. No era la primera foto que verías al llegar al lugar, pero era una de las fotos que mejor podía apreciar desde su oficina personal

Buenas tardes Shin-san —susurró en su mente al pasar junto a la fotografía. El último escalón chilló cuando lo pisó.

— Hayashida-kun, ¿eres tú? —habló una voz, esta vez masculina desde el fondo. Era Toshi-san

— Sí señor, soy yo — dijo la chica asomándose a la oficina del hombre —. ¿Problemas con una laptop?

— Está en tu escritorio. El dueño mencionó algo de un virus, parece que su computador se congela cuando lo intenta encender. Esa es tu especialidad ¿no?

—Me encargaré de inmediato, ¿algo más señor? — el hombre negó amablemente con la cabeza antes de despedirla. En su oficina una Lenovo ThinkPad T61 le esperaba perfectamente colocada sobre una base refrigerante.

Mei probó a encenderla sin resultados. Primera alarma.

— A ver preciosa, ¿que te duele? —murmuró la chica conectándola a la corriente antes de volver a intentar. Encendió.

Apenas y tuvo suerte pues cuando la pantalla de windows comenzó a cargar esta se paralizó antes de ser reemplazada por una ventana bañada de códigos.

— Ah, con que eso te duele –. Tecleando con velocidad "netstat" comenzó a revisar las estadísticas de los procesos antes de comenzar a eliminar el virus desde la raíz con CMD. Terminó poco más de 15 minutos después.

—No me jodas, y yo creí que había sido algo grave —suspiró la chica una vez comprobado que el dispositivo no tenía más fallas. Sí las tenía. No era exactamente una falla pero la cantidad de archivos basura comenzaba a notarse, si no lo atendían pronto esa laptop se comenzaría a ralentizar, sin embargo ameritaba autorización de su dueño. ¿A todas estas quién era? la laptop era un modelo nuevo y su dueño ni siquiera había configurado su nombre en el menú de inicio, el lado izquierdo de la pantalla tenía archivos organizados alfabéticamente en carpetas mientras que en el lado derecho habían archivos regados por aquí y por allá.

— ¿Serán archivos que faltan por organizar? —se preguntó la chica cuya curiosidad por averiguar comenzaba a picotear —. ¿Y de dónde sacó ese virus?

Mínimo era algo que iba a averiguar. Tras conectar la laptop a la red del lugar abrió el navegador, y con él, el historial.

—¡No me jodas!, ¡¿Ares?!

El historial de descargas era amplio, posiblemente más de un álbum con los mejores temas del año. Solo por su buen gusto podía considerar perdonarlo. 

Cerró las pestañas con velocidad cuando escuchó a Takaya-san tocar.

–¡Adelante! — avisó la chica abriendo el menú de sistemas antes de levantar la mirada.

Deseó ser tragada por la pantalla.

Al lado de su jefe, un alto joven con sonrisa socarrona acompañaba a otro con expresión de hastío. No necesitó más pistas para saber que los dueños de la laptop eran prácticamente los pandilleros más peligrosos del distrito de al lado.

— Hayashida-kun, ¿está todo listo?

«Actúa normal, es solo un par de clientes más» se obligó a pensar

— Casi señor. El virus ya fue eliminado, pero quisiera que me autorizaran para limpiar el dispositivo.

— ¿Limpiarlo?, ¿pretendes eliminar todos nuestros archivos jovencita? —preguntó el mayor en un tono de diversión. No le gustó.

— Para nada, solo pretendo eliminar los archivos temporales del sistema. No afectará en nada a la información en sus carpetas y agilizará la computadora —buscó explicar de forma profesional

— ¿Y el virus no le volverá a afectar? —preguntó ahora el menor.

— No si me permite instalarle un antivirus para su seguridad

— ¿Cuánto tardará? —preguntó sentándose a su lado con gesto cansado.

— No debería ser más de 30 minutos

— Adelante

Solo esa orden necesitó para comenzar nuevamente a trabajar. Mientras el menor le observaba, el mayor se paseaba por la sala curioseando los distintos cableados, fotografías y certificados que adornaban las paredes.

«Una chiquilla sobresaliente» pensó con diversión. Que curioso, no parecía de ese tipo. Giró la base del baton entre sus dedos aún sin estirarlo y volteó a ver a su hermano. 

Su pequeño hermano.

 Cualquiera que los conociera sabría que para ellos su mundo giraba en torno al otro, y justo ahora había notado que el menor de los hermanos había puesto su interés en algo.

La chica terminó con la instalación y le entregó una factura indicándoles que tenían que pagar abajo, y abriendo su propia laptop procedió a ignorarlos.

— Haitani Ran-san —Llamó sin despegar la vista de la pantalla.

— ¿Huh? — el de las trenzas volteó a verla desde el umbral de la puerta.

— Dejaste tu celular en la repisa junto a mi reloj de arena – le informó con absoluta naturalidad casi dejándolo perplejo. 

— Oh vaya, he sido atrapado — comentó juguetón devolviendose a tomarlo. 

— Hay mejores formas de obtener un número de teléfono, ¿de acuerdo? — Un dedo largo levantó su mentón. La ceja de la chica se alzó.

— Que perspicaz... —su tono denotaba deleite –. Me agradas gatita-chan~

— No me llame gatita Haitani Ran-san

— No tienes que usar mi nombre familiar Haya-chan~

— Podría decir lo mismo si va a usarlo en ese tono

— Entonces está decidido — sonrió complacido caminando hacia la puerta –. Puedes llamarme Ran, Mei-chan. ¡Nos vemos~!

Y así sin más cerró la puerta dejándola sola en el lugar.

La gatuna sonrisa de Ran se irritó al ver la sonrisa presumida adornando la cara de Rindō, había disfrutado ver a su hermano mayor ser rechazado. Ambos sacaron sus motocicletas tras pagar en el lugar. Ran se volvió hacia su hermano.

— ¿La quieres? —cuestionó como si le estuviera preguntando si quería algún dulce en el estante del supermercado

— Tu también —declaró el otro sin ninguna duda. Pasaron unos segundos hasta que se encogió de hombros, intentando restarle importancia—. Es linda

Ran sonrió. Esa era la única respuesta que necesitaba. Y es que era simple, los Haitanis tomaban lo que deseaban cuando lo deseaban.

Mei vio cómo se alejaban a través de las cámaras. Algo le decía que no sería la última vez que volverían al taller.

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