Buenos días, Akane.
Ella contempló el mensaje de texto que emergió en su pantalla bloqueada. Sus orbes brillaban gracias a la luz del aparato en medio de toda la oscuridad. No porque afuera reinara la luz del sol significaba que le gustase la idea de dejarla ingresar a su alcoba. Había adoptado esa costumbre después de pasar los últimos cinco años estudiando al este de la capital. No iba a mentir que ahora prefería tener la habitación completamente a oscuras gracias a los centenares de anuncios alrededor de su departamento.
Aunque no sufría por los espectaculares en su barrio natal, todavía desdeñaba la luz del sol tan temprano en la mañana cuando rara vez podía seguir durmiendo. Al menos esa era la intención.
¿Tomamos un café?
Sin muchas ganas terminó por dejar el móvil con la pantalla contra la sabana. De nuevo todo era oscuridad, sin duda debería agradecer a la tía Nodoka por prestarle su manta más oscura para hacerle de cortina.
Como si estuviera a mitad de la noche encendió la linterna sobre su escritorio bajando de la cama. Sus pies aterrizaron en las mullidas pantuflas color ciruela empezando su camino hacia el armario donde observó sus antiguos vestidos sin sentirse atraída por ellos. Su gusto había cambiado bastante desde el tiempo lejos. Había abandonado los colores vainilla, los vuelos y los collares de faralá que adoraba.
Intentó alcanzar una prenda de tono amarillo para usarla ese dia, pero de alguna manera la intención se quedó en eso. Sujetó la tela del vestido con fuerza, sintiéndose ansiosa por no regresar y responder el mensaje en espera.
Aspiró hondo apretando los párpados, recordandose lo importante del autocontrol. Corrió la percha sobre la madera del armario, abandonando por completo la idea de vestirse con aquella ropa. Revisó si alguna otra prenda le sentaba suficiente para salir de ahí, sin embargo tenía demasiadas cosas en la cabeza como para elegir algo.
Sin ganas de pelearse consigo misma desde la mañana, tomó un par de pantalones cómodos, una camiseta gigantesca y se dirigió al tocador donde contempló el reflejo, su cabello estaba tan largo como antaño, incluso más.
Me encanta tu cabello largo.
Sacudió la cabeza ahuyentando cualquier pensamiento sobre... Lo que estuviera recordando. Sujetó un peine dispuesta a arreglar el aspecto enmarañado de su pelo, sin poder evitar la sensación de soledad cuando no había nadie tras ella para ayudarle.
—Akane, Buenos días —saludó Nodoka desde la sala tan pronto estuvo en la primera planta— ¿Cómo dormiste? ¿Pudiste descansar? —la mujer sonrió de oreja a oreja como si estuviera viendo a su propia hija, clavando una punzada de culpa en su conciencia.
—Buenos días tía —devolvió ingresando a la cocina sin ser capaz de verla a la cara. Sirvió un enorme vaso de zumo frío, intentando por cuarta vez en el día acallar todos los recuerdos de su estadía en Meguro. Volvió sobre el pasillo hasta la sala, decidiendo afrontar la realidad—. Hoy pude dormir mejor, la manta me sirvió de mucho. —Dio un trago a su bebida, observando todas las cosas sobre la mesita. Sintiéndose inesperadamente mareada.
—Me alegro tanto hija ¿Te sirvo algo de desayunar? —Nodoka sintió que algo no iba bien con ella, pero no podía culparla, después de todo algo importante estaba a punto de suceder en su vida. Quizá eran los nervios.
Akane libó el líquido en su boca, procediendo a entonar cuando lo tragó—. No tía. Planeo salir a correr un poco antes de comer. Gracias.
Y como si estuviera huyendo de las revistas para novias, como si tuviera miedo de ser abordada con ese tema, se alejó rápidamente, incluso abandonó el jugo sin terminar. Luego de cambiarse bajó con ropa deportiva apenas despidiéndose de la mujer mayor.
Mediados de junio, el verano se encontraba a la vuelta de la esquina, las lluvias limpiaban el ambiente de forma que el aire se volvía mucho más fresco. Además la floración estaba en su mejor momento, razón por la cual se decidió desde hacía seis meses que la boda con Ranma se realizaría en este verano, una semana después del Tanabata. Razón por la cual estaba de visita en Nerima antes de terminar el curso de maestría.
Desde que finalizaron el instituto, su familia había puesto un tiempo perentorio para que ambos herederos asumieran su responsabilidad en lo que respectaba al matrimonio, determinando como límite la finalización de su respectiva maestría. Habían dejado en claro que no podían evadir el tema por el resto de su vida y Akane habría estado bien con ello.
Habría.
Apresuró las zancadas, avanzando con mayor velocidad; de nada servía recordar o desear lo contrario a una boda en estas alturas. Era irónico como la vida a veces se convertía en un capricho absurdo permitiendo que tus ilusiones se volvieran una carga con el pasar del tiempo. Tal vez, si tuviera un poco de más valor, se atrevería a pedir una absolución, una segunda oportunidad de elegir.
Ya habían pasado seis años desde su viaje a China, seis años en los que la relación con Ranma estaba estancada. No habían sido culpa de nadie, simplemente las cosas no eran fáciles entre ellos por naturaleza mientras la distancia no ayudaba mucho.
Y aún con esas, al principio ella había elegido a Ranma sin importar lo complicado que fuese; desde hacía mucho tiempo había decidido incluirlo en su propia vida, en todo el futuro que planeaba construir, figuraba en su «para siempre»; apesar de ocultar todo su afecto con interacciones toscas alrededor.
Probablemente él también estaba siendo rudo porque no sabía cómo expresar sus emociones de otra manera. Teniendo que vivir como un nómada, siendo instruido por su padre poco demostrativo e incluso siendo intimidado por su madre para ser un «hombre», era comprensible su poca disposición a ser más afectivo. Y ese no fue un problema para ella, porque apesar de experimentar un tipo de atracción platónica con el amigo quiropráctico de la familia o de ser elogiada por cantidad de muchachos a su alrededor, nunca vivió otro tipo de relación amorosa además de su compromiso.
Se conformaba con eso hasta que... Bueno. Ya no importaba.
Se detuvo en medio de la acera contemplando el cielo, como pidiendo a las nubes distantes se llevaran sus preocupaciones; luego siguió dando vueltas entre las cuadras circundantes.
Revisó el smartwatch que la saludó con las ocho treinta y siete; el conteo de pasos se marcó hasta los ocho mil; contando su regreso, cubriría los seis kilómetros del día. No obstante, se negaba a volver para contemplar las planeaciones sobre su sesión fotográfica prematrimonial.
Otra en su sitio, no se despegaría de los preparativos, haría opiniones con ímpetu sobre lo que deseaba, tendría las retinas llenas de ilusión mientras miraba opciones de decoración, vestidos, locaciones románticas e incluso arrastraría a su prometido entre todo eso. Sin embargo, ella decidió no mirar, no opinar porque sentía que alguien iba a notar toda su indiferencia respecto al tema. Tampoco se molestó por la ausencia de Ranma en lo mínimo.
Afortunadamente, la tía Nodoka era una mujer de costumbres y la desplazó para ser el timonel del barco, cubriendo con su emoción la parte que ella misma no demostraba. Le prometió que no debía preocuparse por nada mientras ella estuviera al frente, además hizo énfasis en sus preocupaciones estudiantiles; a las cuales se aferró para ignorar toda la preparación bajo una excusa creíble.
Se detuvo en el parque, sentándose en una banca de las veredas más alejadas; observó el suelo intentando tomar valor, si bien no quería ir hasta los jardines de hortensias en Ajisai para ponerse un vestido hermoso y posar a lado del hombre al que ya no pertenecía su corazón; todo esto era su deber, su obligación. Era la condicionante para que pudiera heredar el Dojo de alguna manera.
Y eso era lo que más pesaba. Que su padre no confiaba en ella para dirigir la Academia por su cuenta.
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top