Capítulo 42

Recostada en medio de los cómodos cojines en el piso, mis medias largas y calentitas, con los pies apoyados sobre la pared, leo mi libro obsceno aún con la ropa puesta, no he dejado la biblioteca desde la molesta plática con las mucamas.

Todo el mundo cree tener el derecho de opinar sobre mi vida, y sinceramente, no tengo ganas de cruzarme con nadie en estos momentos, quiero estar sola, disfrutar de mi propia compañía, un libro sucio que me revolucione las hormonas y calme el odio que siento hacia la humanidad en estos momentos.

Pero claro que el universo jamás actúa como quiero, nunca lo ha hecho, debería comenzar a acostumbrarme.

En medio del silencio del cuarto en el que me encuentro, el abrir y cerrar de la puerta hizo eco al igual que los pasos de la persona que cada tanto se detiene y luego continúa repiqueteando la cerámica fría con sus zapatos, supongo que revisando los pasillos, uno por uno, hasta que dio conmigo al final de la biblioteca en un cómodo rincón con buena luz natural, muchos cojines y el rincón de libros sucios a la mano, mi espacio.

—   Te va a doler la cabeza si lees en esa posición, niña tonta.

Me regañó Santino, tomando asiento a mi lado.

—   Estoy bastante cómoda, gracias.

Marcando la página dónde quedé con una boleta que encontré en mi bolsillo, obedeciéndole, girando el cuerpo para sentarme cómo él, apoyando mi cabeza sobre su hombro, soltando un suspiro mientras dejo el libro sobre mis muslos.

Sigo sin entender por qué siempre obedezco al mandón de Santino.

—   Hablé con el personal — Acercando su mano a mi cabello, acariciándolo—. No volverán a mencionar el tema de los hijos, no pensé que fueran a sacar el tema tan pronto por lo que no se los había prohibido, fueron imprudentes e irrespetuosos y pido disculpas por mi incompetencia, debí prever la situación, princesa, lo siento.

Ya recuerdo por qué le hago caso en todo, suena cómo un hermano mayor, todo lo hace por mi bien.

—   Los primeros veinte minutos sí me estaba escondiendo aquí — Admití—. Pero el libro que tomé está muy interesante, este no lo había visto por aquí, me atrapó y se me fue la hora.

—   Caesar se dio cuenta que te gusta la literatura erótica, así que envió a construir un pasillo especialmente para ti, lleno de sucias novelas románticas, por eso ves cada vez más libros en tu rincón, él los manda a conseguir para ti.

Mencionó sonando orgulloso de la acción de su amigo ¿Y yo? Yo siento que se tonto me gusta cada vez más, es todo un romántico cuando quiere.

—   Mi esposo siempre tan detallista — Soltando un suspiro mientras sonrío— ¿Dónde está él?

Justo en estos momentos me dieron ganas de reforzar los votos matrimoniales...

—   En su despacho, los cabecillas de las familias están aquí, quieren explicaciones por la boda, de hecho, por eso vine aquí, sería bueno que la dama hiciera aparición y les mostrara cuál es su posición. Cero reglas, eres la dama de la mafia, no tienes que rendirle cuentas a nadie, tampoco controlarte.

Alcé una ceja en su dirección, sonriendo lentamente, a juego con la que él mismo lleva, sin reglas, sin control, palabras peligrosas si hablamos de mi historial de comportamiento, pero si me lo está diciendo explícitamente es porque quiere que me porte mal.

Santino vino aquí para que yo haga de las mías y provoque un desastre ¿Quién soy yo para defraudar a mi queridísimo amigo?

—   Entonces, me dices que puedo hacer y decir lo que se me dé la gana ¿Cualquier cosa?

Levantándome lentamente, dejando el libro sobre los cojines para retomarlo más tarde.

—   Así es, limite cero, mi dama ¿Qué me dices?

Alzando las cejas, sugerente.

—   Sabes que me encanta armar escándalos — Acomodándome la ropa—. Voy, deja que me ponga las botas.

Tomando el calzado, metiendo los pies por estos con rapidez, dando brincos por el espacio para mantener el equilibrio, anudándolas en menos de tres segundos.

—   ¿Te traigo a Tacha?

Levantándose del piso, observándome con malicia, este desquiciado obseso del control realmente quiere que haga un escandalo de los grandes.

—   No, gracias, con mi presencia será más que suficiente, pero sí quiero un arma pequeña, una advertencia silenciosa de lo que pasará si abren la boca de más.

—   Lo que la dama quiera — fingiendo una reverencia, riendo malicioso—. Sólo no le dispares en el culo a mi padre, con mi madre y su brazo roto es suficiente.

Apreté los labios para no sonreí, la verdad, no me da ni una pizca de pena su madre, se merecía ese disparo, pero eso no se lo puedo decir a él o sonaría cómo una pésima amiga.

—   Está bien, lo dejaré vivo por hoy, lo prometo.

Tomándolo por el brazo, enlazándolo con el mío antes de salir fuera de la biblioteca para recorrer el pasillo en dirección al despacho, consciente de cómo me mira el personal ahora, bajan las cabezas, se mueven con rapidez hasta pegarse a las paredes para no entorpecer mi camino, es gracioso cómo cambian las cosas de un día para el otro, se siente bien tener poder por una vez en mi vida.

—   ¿Cómo está Lia?

Consulté cómo no quiere la cosa, apretando los labios para no reírme, observándolo de reojo, disfrazando mi comentario de víbora con "genuina preocupación".

—   Eres una perra ¿Te lo han dicho?

Parando en el pasillo, llamando a un par de sujetos con un leve movimiento de cabeza.

—   Muchas veces ¿Cómo está Lia?

Carcajeando un poco, me hace mucha gracia recordar lo mal que se veía en mi boda, sin duda, ese fue el mejor regalo de compromiso, esa perra se lo merecía por torearme una y otra vez, se ganó mi atención de mala manera y tuvo consecuencias.

—   Mal, se siente de la mierda, nunca nadie le pisoteó el ego, Caesar babeaba por ella en el pasado, ver que está con otra y que la trató como si no fuera nada, no fue fácil de digerir. Preparen a la dama.

Ordenó a los sujetos que se acercaron, y con curiosidad los vi arrodillarse frente a mí, mostrándome la funda táctica que cargan, el arma y las balas, algo pequeño, pero vistoso, cómo pedí.

—   ¿Podemos, Mi dama?

Consultó uno de ellos.

Y yo asentí con seriedad, así cómo hace Caesar en frente de sus hombres, mientras por dentro brinco y salto de la emoción por tener a los hombres de la Cosa Nostra de rodillas pidiéndome todo por favor.

¿A quién no se le subiría el poder a la cabeza? Yo era esclava, joder, esto es otro nivel.

Esos dos sujetos se acercaron a mí, ajustando una funda táctica en mi muslo, pidiendo permiso por cada leve movimiento, acomodando una Glock con cañón extendido en su lugar, también un par de balas sueltas en el bolsillo de la misma funda, se siente cómoda y ligera, nunca está de más tener algo de protección extra encima.

—   Listo mi dama, vaya y haga su entrada, a los cabecillas les dará mucho gusto ver a una chica en su reunión.

Comentó uno de ellos antes de ambos levantarse y sonreír maliciosos, compartiendo semblante con Santino a pesar que uno de los cabecillas es su padre.

—   Será bueno un desquite luego del mal rato ¿Están en el despacho?

—   Así es, te acompaño.

Comentó mi amigo ofreciéndome su brazo, el cual gustosa tomé, caminando hasta el despacho sin pausas, entrando sin tocar, la dama está en su espacio y puede entrar dónde se le cante el culo.

—   ¿Qué mierda hace una mujer aquí?

Fue lo primero que escuché.

Barrí el lugar con la mirada, analizando los personajes frente a mi nuevo marido, tres personas, características físicas distintivas de cada casa, y para la mala suerte de mi amigo, el que habló fue su queridísimo padre que no sabe mantener la boca cerrada.

Ese hombre debe de odiarme por lo que le sucedió a su mujer, yo no tengo la culpa que se casara con una estúpida.

—   Esta mujer, es tu dama — Le contestó Santino con severidad—. Así que toma asiento, baja la cabeza y la voz cuando ella esté frente a ti, padre.

Parando juntos frente al escritorio de Caesar, besando el dorso de mi mano, apoyando su frente en esta después, rindiéndome sus respetos.

Pero que buen actor es este hijo de puta, si le encanta patearme el culo e insultarme cada vez que tiene oportunidad.

—   Mi mujer me honra con su presencia — sonrió Caesar, con un cigarrillo entre los labios, empujando la silla hacia atrás, palmeando su regazo—. ¿Quieres mis piernas o te cedo mi silla, mi dama? Todo aquí es tuyo.

Dijo complaciente.

Y a medida que las palabras salen de su boca, más se les desfigura el rostro a los cabecillas, no les cabe en la cabeza la idea que una mujer vale tanto cómo cualquiera de ellos, Caesar quiere erradicar esas malas costumbres por mí ¿Cómo no voy a hacer sacrificios en su nombre?

—   Más te vale que comiences a respetarme — le dije al padre de Santino—. Tengo un par de balas con tu nombre aquí — palmeando el arma en mi muslo—. Depende de ti si te disparo ahora o más tarde, y también depende de ti y tu gran boca — Caminando hacia Caesar—. Hacia dónde voy a disparar.

Tomando asiento sobre las piernas de mi marido, mi silla favorita.

—   Eso es lo que me gusta de ti, tan despiadada...

Deslizando su nariz por mi cuello, rodeando mi cintura con brazo, sujetando el cigarrillo con su mano libre, llevándolo al cenicero, apagándolo, sabe que no me gusta el humo y no dudó en apagarlo a pesar de llevar menos de dos caladas.

—   Aprendí de mis padres.

Acariciando su cabello, mirando a los tres sujetos sentados frente a nosotros.

—   ¿Sus... sus padres?

Preguntó el hombre rubio claramente confundido, el bastardo del padre de Aless que se atrevió a pegarle para obligarlo a casarse conmigo.

—   Mi padre es Alexei Petrova, líder de la Bratva — Sonreí lentamente al verlo perder color—. Es de familia ser una perra, debió escuchar sobre mi madre, Yura Petrova, mucho más peligrosa que papá, está loca.

Los tres temblaron.

Adoro la reputación de mierda que tiene mi familia, es muy cierto eso de que el apellido te precede.

—   Dicen que eras puta — Ese debe ser el padre de Vitto—. ¿Qué tan cierto es? El Boss debía casarse con una mujer virgen.

—   Sí, era puta, especialista en atrapar peces gordos — Acariciando el pecho del Zar—. Mi marido no pudo resistirse a mí, soy buena en lo que hago ¿No crees? Atrapé al pez más grande de todos.

Tomando mi arma, apoyándola sobre el escritorio, una amenaza silenciosa de que es hora de que cierren la boca.

—   Mi dama, las mucamas prepararon un pastel de chocolate para usted, puedo ir por un trozo si lo desea.

Comentó Santino, manteniendo al extremo su complacencia, fingiendo para los lideres, eso, o quiere distraerme para que no le abra la cabeza a balazos a su padre, cualquiera de las dos alternativas parece muy posible.

—   Por favor, Santino, para pasar el mal rato — Contesté con educación, luego me surgió una duda— ¿No creerás que quieran envenenarme, cierto? No es que sea muy querida por aquí.

Ni en ninguna de las otras casas, los veo muy capaces de querer sacarme del camino a la mala y poner a una de sus muñequitas premium en la punta de la pirámide.

—   Probamos todas sus comidas antes de entregarlas, no tiene de qué preocuparse, mi dama. Su seguridad es nuestra máxima prioridad.

Hizo una reverencia y dio media vuelta, dejando el despacho y a todos en él boquiabiertos.

¿Desde cuando Santino tiene tantos modales?

—   ¿En qué estábamos?

Pregunté a Caesar.

—   Estaban exigiendo respuestas del por qué me casé contigo ¿Se los explicas, preciosa?

Depositando un beso en mi cuello, sin quitar las manos de mi cintura.

—   Simple y fácil — Girando el rostro para observar a esos sujetos—. Atrapo peces gordos, es mi especialidad, atrapé a Caesar y lo hice incapaz de apartarse de mí ¿Necesitan otra explicación?

Apoyando los codos en el escritorio, inclinándome hacia el frente para verme más intimidante, rozando el pene de Caesar con mi culo en el proceso, no fue mi intención, pero me agradó el resultado.

—   El Boss debía casarse con alguien de las cuatro familias.

Debatió el padre de Santino.

—   Soy parte de la casa Marchetti.

Me defendí.

—   El Boss debía casarse con alguien virgen, tú ya estás ocupada.

Argumentó el padre de Aless y vaya que tiene razón, pero bien que era la candidata número uno para casarme con su hijo ¿No? Qué hipocresía.

A mí me da igual lo que este trío de vejestorios piense de mí, pero Caesar no parece pensar lo mismo, sus brazos se tensaron a mi alrededor, él sí que los va a matar si continúan atacándome sin justificación.

Lo que nadie parece entender es que yo ya me casé, ya consumamos el matrimonio, Caesar ya es mío, me gusta este hombre y no se lo entregaré a nadie más.

—   Sí, es cierto, Caesar se preocupa de mantenerme ocupada todo el tiempo, es algo egoísta y celoso, preocupante para algunas, estimulante para mí— asentí lentamente— Además, estoy casada, claro que estoy ocupada ya ¿O querían tener un turno conmigo? De ser así, déjenme decirles que no saldrán vivos de esta oficina.

Acariciando las manos de mi marido para hacerle saber que estoy bien, sus ataques no provocan nada, son un chiste todos ellos, he escuchado cosas peores.

—   Escuché que no tienes pensado tener hijos — Comentó el padre de Vitto, estos tres no me tratan ni siquiera con una pizca de respeto—. Caesar perderá su cargo, estamos aquí para debatir quién tomará su lugar, el cambio debe decidirse ahora para informárselo a la familia.

Se me retorció el estómago al escuchar eso, hice mi mejor esfuerzo para no demostrar cuanto me afectaron esas palabras.

—   ¿Quién dijo que no tendremos hijos? — Observándolo con confusión—. Caesar y yo lo estamos intentando día tras día, no estoy usando métodos anticonceptivos, soy muy consciente de mis responsabilidades, pronto recibirán buenas noticias de nuestra parte.

Eso me recuerda que debo agendar una visita con el ginecólogo, no estoy usando nada y he tenido mucho sexo, eso es peligroso.

—   ¿Puedo confiar en su palabra, mi dama?

Preguntó el hombre, refiriéndose a mí con más educación. El padre de Vitto es el que más me agrada de los tres.

—   Puede — Viendo a Santino entrar con un gran trozo de pastel entre las manos— He estado sacando cuentas, calculando con mi ginecólogo para que sea hombre, estamos preparando el cuarto en estos momentos, pueden visitarlo si así lo quieren, y no acepto consejos sobre crianza, lo criaré como se me dé la gana.

Recibiendo el pastel con menos ganas que antes, no puedo hacer que Caesar pierda su cargo por mi culpa, debo mantener contentos a los lideres por más que los odie, pero cómo la función debe continuar, tomé el tenedor y probé un poco de pastel, está delicioso, sólo que ya no puedo disfrutarlo cómo antes.

—   ¿Puede darnos un tour por el cuarto del bebé? — Preguntó el padre de Santino—. Sólo para asegurarnos de que no nos está mintiendo.

Maldito viejo, creo que lo odio.

—   Por supuesto, caballeros, no es problema.

Levantándome sin soltar el plato, dándole una nueva probada, dije que no sabía igual porque tengo el estómago revuelto por los nervios y el asunto del bebé que debo tener, pero el maldito pastel está tan rico que mis tripas lo están recibiendo de buena gana y probablemente me exijan un segundo trozo.

Si les pido rollos de canela a las chicas de la cocina ¿Me los prepararán? Huele a canela... se me antojaron unos rollitos... que delicioso...

Dejé el despacho con cuatro caballeros a mis espaldas, dirigiéndonos hacia las escaleras, dónde, afortunadamente, me encontré con una de las mucamas quien debería saber dónde está el dichoso cuarto porque yo no he querido ver, no me importa, pero eso no deben saberlo los cabecillas.

—   ¿Podrías llevarme al cuarto del bebé, por favor?

Metiendo a mi boca una nueva probada de pastel.

—   Por supuesto, mi dama.

Bajando la cabeza, dando media vuelta, comenzando a subir directo al tercer piso.

¿Por qué el bebé ficticio debe quedarse con nosotros? Que lo cuide Santino, él parece querer uno más que yo, que a él lo hagan parir.

El cuarto del bebé es mi antigua habitación, está siendo pintado de gris, cubriendo el azul de las paredes, al menos no están dando por hecho que habrá un niño en esta casa, vamos por buen camino.

—   ¿Contentos, caballeros? Este es el cuarto del bebé, está siendo pintado y decorado, Caesar y yo estamos muy interesados en respetar al menos esta tradición, quiero darle un heredero a mi marido, y el gris de las paredes es para honrar a la casa Marchetti.

Que buena mentirosa soy, joder, se me ocurren en el momento, deberían darme un premio.

Mirando a Santino tras los cuatro sujetos frente a mí para que me felicitara, pero él estaba mirando la habitación.

Caesar parece tan sorprendido como ellos al observar el enorme cuarto, como si no lo hubiese visto antes, creí que él ya había subido a supervisar el trabajo, supongo que tampoco quiere un bebé conmigo, probablemente nazca con más problemas que otra cosa, toda yo es una masa de problemas.

—   Santino ¿Podrías pedir que me preparen unos rollos de canela? Unos grandes, de masa gruesa, con azúcar flor encima — salivaba de tan sólo pensar en la apariencia de esos rollitos—. Hay olor a canela y no me los puedo sacar de la cabeza.

Demasiada habitación de bebé, quiero atención, y quiero comer.

—   Por supuesto, mi dama, yo me encargo.

Dando media vuelta, alejándose.

—   ¿Podrán ser antojos esos, mi dama?

Dijo el padre de Santino, al parecer, ahora soy un poco más digna ante sus ojos, eso, o no es idiota y sabe que lo mataré si vuelve a dirigirse a mí de la forma equivocada.

—   Puede ser, yo no lo descartaría.

Respondí.

Si él supiera que adoro los dulces... siempre se me antojan, por algo Caesar me dice pastelito.

—   Entonces, quiere decir que recibiremos pronto noticias sobre ustedes.

Dijo el padre de Aless, cambiando su tono de voz conmigo.

—   Muy pronto, caballeros — Comiendo otro poco de pastel—. Así que pueden estar tranquilos, no estoy aquí para estropear un extenso legado, los Marchetti seguirán en la punta de la pirámide, pero en esta ocasión, no sólo, conmigo a su lado, yo no soy una mujer que se mantenga a las espaldas de un hombre, para que lo tengan en consideración la próxima vez que consideren una reunión, yo estaré presente en todas y cada una de ellas.

—   Hablando de reuniones, hay una videollamada pendiente con los lideres de las otras mafias, para presentar sus respetos — Dijo Caesar—. La próxima semana ofreceremos una fiesta para recibir a todos, están ansiosos por saludarte.

Sonreí.

—   Prepararé un vestido exquisito para la ocasión.

Respondí.

—   Si quieres te adelantas hacia el despacho, la videollamada debe estar por comenzar. Me encargaré de escoltar a los caballeros hacia la salida.

—   Bien, entonces — Mirando a los tres cabecillas—. Un gusto saludarlos, caballeros, espero verlos en otra oportunidad, estoy dispuesta a limar asperezas.

Estirando mi mano dispuesta a estrechar la de ellos, mi sorpresa fue grande cuando el padre de Santino tomó mi mano, besó el dorso y la apoyó en su frente, y luego de él, los otros dos cabecillas repitieron su acción, ofreciéndome sus respetos.

Así es como tratan al Capo... no sabía que yo también recibiría el mismo respeto.

—   Nos vemos en la fiesta, mi dama. Felicidades por la boda.

Dijo el padre de Santino.

—   Esperamos que Dios esté de su parte y le dé su bendición para tener muchos hijos.

Dijo el padre de Aless.

Yo creo que, si tengo la bendición de alguien, es la de Satán.

—   Esperamos verla pronto, mi dama.

Dijo el padre de Vitto.

Preferí no decir nada para no cagarla, sólo les sonreí, di media vuelta y caminé con calma hasta el despacho, tomando asiento tras el escritorio, intruseando en el correo de Caesar hasta dar con la reunión que tiene lugar en cinco minutos, tiempo suficiente para ir a la cocina, pedir otro trozo de pastel y regresar, dándole la bienvenida a todos los lideres internacionales, recibiendo con gracia y diplomacia sus felicitaciones, hablando sobre la fiesta de la próxima semana de la que apenas me entero, tendré que hablar con Caesar sobre ello, quizá deba hacer algún preparativo, elegir la decoración o la comida, quien sabe.

No tengo idea de qué cosas se esperaban de mí ahora y necesito que, si tengo obligaciones, que alguien me haga un maldito itinerario ¿Tendré un especie de Santino o voy a tener que recordar todo por mi cuenta? Porque tengo muy mala memoria.

***

Dos horas después, Santino llegó con cinco rollitos de canela de unos ocho centímetros de diámetro, gruesos, espolvoreados con azúcar flor, calentitos, recién salidos.

Spoiler: Estaban deliciosos.

La pregunta del millón es: ¿A qué hora cenamos?

***

A media noche por fin me desocupé, Caesar salió para arreglar un par de negocios, decidí quedarme en casa para descansar un poco, he estado de reunión en reunión toda la tarde, comiendo rollitos de canela y pedazos de pastel de chocolate con chocolate caliente y café que las mucamas me acercaron al despacho para disculparse por el mal rato de antes.

Mientras me alimenten, por mí, está todo olvidado.

Subí las escaleras hacia la tercera planta guiada por una de las mucamas, al parecer tendré un nuevo cuarto y no sólo yo, Caesar también, prepararon un cuarto nuevo para ambos, uno gigante que no pude dejar de ver con asombro.

Mis padres biológicos tenían habitaciones separadas, mamá Yura y papá Alexei fueron mi primer acercamiento a una pareja feliz, recuerdo que la primera vez que los vi ir a dormir en la misma habitación me pareció tan extraño...

Nunca creí que yo también compartiría cuarto con alguien alguna vez, no creí que alguien me amara tanto cómo para dormir en paz a mi lado, solían decir que yo era un animal salvaje difícil de domar, mataba a todo aquel que resultaba repulsivo o amenazador para mi integridad, por lo que me follaban y se marchaban, nadie pasaba la noche conmigo por miedo a despertar muerto, pero Caesar cerrará los ojos, se relajará y yo seré su lugar seguro, eso es...

Wow, estoy casada y él realmente confía en mí.

—   Vaya... el cuarto matrimonial es tres veces más grande que mi anterior cuarto... y ese ya era bastante grande.

Mirando el lugar con asombro, despidiendo a la mucama que amablemente me acompañó para que fuera a descansar.

La cama es mucho más grande que la que ya tenía, con respaldo de acero y barrotes, probablemente para que resistiera nuestras perversiones, ya hemos perdido demasiadas camas en el camino, deberíamos ser un poco más cuidadosos o Vitto tendrá que literalmente abrirse una bodega para guardar camas de reemplazo en caso de necesitarlas.

Giré sobre mi misma riéndome por la ironía de la vida, hace un año no tenía nada, ahora tengo una habitación gigante con un espejo del tamaño de la pared que de seguro tendrá usos muy recreativos, dos tocadores en la pared contraria con diferentes productos de belleza femenino, en uno, maquillaje, en el otro, productos para el cuidado de la piel, en un rincón un mullido sofá sobre una alfombra afelpada, una lampara alta en forma de flor, la luz cae perfectamente encima de los cojines del mueble, y al costado un estante con siete filas repletas de libros, estoy segura que ese espacio es para mí, Caesar es rudo, pero detallista.

Hay una ventana grande que da al exterior, se ve todo el hermoso paisaje, los árboles, las flores, el césped, incluso hay un sofá largo para sentarme a ver el caos que se produce en esos campos cuando los matones se ponen a entrenar, una mesa ratona negra y extensa del alto perfecto para beber café y comer galletas mientras curioseo el exterior.

Y eso no es todo, hay un enorme vestidor con pasillos y pasillos de ropa, mi hombre obseso del control dividió la ropa de trabajo con la de salida, hay espejos, vitrinas con joyas y diamantes, estantes con botas, zapatillas, sandalias...

Nunca tuve tantas cosas.

—   No te lo digo seguido Caesar, pero te amo — Sonriendo enternecida al mirar el esmero que le puso a nuestro espacio—. Te amaría igual si no tuvieras tantos lujos y dinero, nunca nadie me quiso así, nunca fui suficiente para nadie.

Se lo diré cuando reúna el valor para abrirme por completo a él, necesita saber que es mi persona favorita en todo el mundo.

Luego de una extensa jornada, fui directo a la gran bañera, puse un poco de burbujas de chocolate y la llené de agua, sumergiéndome en esa exquisita agua caliente que liberó la tensión de todos mis músculos quedándome lo suficiente para que las puntas de mis dedos se arrugaran y el agua de enfriara. Al salir, tomé unas bragas limpias, una camiseta de Caesar que ahora, cómodamente, estaban en el mismo lugar que mi ropa.

Salí del guardarropa y casi me dio un infarto al ver a dos mucamas ahí, mencionaron ser mis criadas personales que me ayudarían a ir a dormir cada noche siempre que no esté "El señor" ambas se dedicaron a secarme el cabello, encremarme y perfumarme, me dejaron bien arropada y luego se marcharon sin antes desearme una buena noche.

Ya terminados mis preparativos nocturnos, metida entre las sábanas, calentitas gracias al termostato de la pared que mantiene el cuarto a una agradable temperatura, me dormí casi de inmediato, estaba agotada.

Y a altas horas de la noche, unos brazos conocidos y un cuerpo desnudo me atrapó, depositando un beso en mi hombro mientras me acurruca entre sus brazos.

Su perfume fue lo primero que percibí.

—   Lo lamento — susurró—. ¿Te desperté? Estoy un poco frío, está nevando afuera.

Apretándose más a mi cuerpo, le castañean los dientes.

—   No te preocupes — dando media vuelta entre sus brazos, apoyando mi cabeza en su pecho—. Pronto entrarás en calor, yo estoy calentita — Enredando mis pies con los suyos— ¿Qué hora es?

Cerrando los ojos.

—   Cinco de la mañana... Es tarde, lamento haber llegado a esta hora.

Acariciando mi cabello, acercándome más a su cuerpo de ser posible.

—   Trabajo es trabajo — bostecé—. Mientras aparezcas en algún momento de la noche sin oler a otra mujer, todo está bien.

—   Eso jamás pasaría, ya te lo dije, eres la única para mí, tú eres todo lo que me gusta — su voz se escuchó un poco más pausada, le está ganando el sueño— ¿Podemos hablar de lo que sucedió con los cabecillas hoy temprano? Lo del bebé... yo...

—   Mientras ellos crean que lo estamos intentando, está todo bien, nos dará tiempo para averiguar qué hacer.

—   Creí que habías cambiado de parecer respecto a no tener hijos.

Dijo un tanto decepcionado.

—   No te preocupes, sé que debo darte al menos uno, dije que no pondría en riesgo tu cargo, sólo no me pidas que yo lo críe, nueve meses perdidos ya será suficiente castigo.

—   ¿Lo dices en serio? ¿Tendremos uno?

Suena tan emocionado...

—   Sí — suspiré—. Pero no ahora, dame al menos unos meses para intentar encantarme con la idea, tomaré una hora para el ginecólogo, quiero comenzar a tomar píldoras otra vez.

—   Lo que tú quieras, cuando tú quieras, sabes que no voy a presionarte.

Deposité un beso en su pecho antes de cerrar los ojos y entregarme a los brazos de Morfeo.

Demasiadas emociones por un día.

***

Me miré al espejo, terminando los últimos detalles de mi vestimenta para la fiesta, ya es hora de partir, todo el mundo ya llegó a la casa principal de los Marchetti, casa que no sabía que existía porque nadie me llevó antes ahí, en la que alojaremos a nuestros invitados mientras la fiesta tiene lugar en el gran salón de la planta baja.

Las mucamas están ayudándome con los últimos detalles, el elegido de esta noche es un vestido de tirantes de terciopelo con una gran abertura en el muslo, mostrando la totalidad de mi tatuaje, montándome en altos tacones. Decidí llevar el cabello suelto en esta ocasión, con pequeñas ondulaciones por aquí y por allá, sombra oscura en mis ojos, delineado y enchinado de pestañas, labial rojo para no perder el extra de sensualidad, y entonces estaba lista.

Deslicé los brazos por el grueso abrigo, tomé el pequeño bolso que se me entregó y salí del cuarto, tomando la mano de mi esposo, listo hace una hora, esperando por mí, montando ambos la limusina, yendo directo a nuestra casa principal, siendo recibidos por un montón de rostros conocidos, incluidos mis padres.

—   Mi dama... que gusto verla gozando de buena salud.

Sonreí amplia, maliciosa.

Lia se acercó, sumisa, a saludar cuando me encontró sola, tomó mi mano, la besó y apoyó en su frente, manteniendo el respeto en todo momento.

—   Muchas gracias, Lia, es bueno saber que te encuentras mejor.

Viéndola tan hecha mierda como la recordaba, usando un cabestrillo en el brazo al que Caesar disparó hace unas semanas.

—   Muchas gracias, mi dama. Felicidades por su nuevo estatus y por sus planes de procrear al próximo heredero.

Bajó la cabeza, se despidió y alejó.

—   A la mierda ¿Por qué todos están tan obsesionados con que tenga un puto hijo? Es de lo que todos hablan — Divisando a mamá a la distancia— Ya regreso bebé, necesito consejos de una mujer adulta.

—   Tú ya eres adulta, pastelito.

Me recordó Caesar, besando mi coronilla.

—   Bueno, una más adulta que yo —Comenzando a caminar, alzando la mano para llamar la atención de mi no progenitora—. ¡Mami Yura, necesito consejos!

Escuché la carcajada de mi esposo, luego el ruido se mezcló con la multitud, después, llegué con mamá, abrazándola fuerte, la extrañaba mucho.

—   ¿Qué sucede, mi amor? —Acariciando mi cabello. Suena preocupada—. ¿A quién quieres que tu mami haga desaparecer?

—   Mami es un excelente mago, hace desaparecer personas por arte de magia.

Dijo Alexei, frotando mi espalda al verme llegar.

—   ¿Qué hago para no decepcionar a todos? Quieren que le dé un heredero a Caesar, pero no quiero tener hijos, no puedo, no me siento capaz. Todos me hablan sobre bebés y mi obligación de dar un heredero, pero nadie se detiene a pensar si es lo que yo deseo.

Sincerándome.

No me veo a mí y a Caesar como padres, no es algo nuestro, esa no es una vida que vea para nosotros... Pero él lo quiere tanto...

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