Capítulo 40

ALESS

Estoy nervioso. Normalmente las manos no me sudan, tampoco me da calor sin explicación aparente, y jamás he tenido estos temblores que delatan mi estado anímico. Desde que tengo uso de razón, he sido entrenado para ser asesino, mi trabajo es tener nervios de acero, cero sentimientos, calculador, un sujeto sin voz ni opinión que sólo ejecuta lo que su jefe le ordena, nada más, un perro entrenado desde el nacimiento.

Y aquí estoy, temblando por un sujeto ocho años mayor que me mira con preocupación, debo verme como la mierda justo ahora.

— ¿Me vas a decir qué está pasando? — Preguntó con ese tono de voz que indica que está a dos segundos de perder la paciencia—. La muñequita está abajo, sabes que ella no es tan fuerte como aparenta, debe estarse aguantando las lágrimas luego del día de mierda que ha tenido — Caminando hacia la puerta dispuesto a dejarme aquí para ir a proteger a nuestro lobo en piel de oveja que ha aguantado fabulosamente, es una De Santis digan lo que digan, su carácter, tu temple, todo lo indica—. Deberíamos bajar y...

Dejó de hablar en cuanto me interpuse entre la puerta y él, colocando el seguro, negando.

— Aless ¿Qué te pasa hoy? No te comportes como un crío y vamos abajo.

Intentando apartarme para seguir con su camino, pero si lo dejo salir de esta habitación, me acobardaré y no podré decirle que estoy putamente enamorado del Segundo de mi jefe, quien debería ser mi máxima prioridad, pero no, ahora sólo estoy pensando en si seré correspondido, conociendo el miedo por primera vez.

— Se irán de todas maneras — Mencioné en tono desesperado, buscando su atención—. Se marcharán en cuanto el jefe suture el brazo de la dama, así que tenemos tiempo, tengo que hablar contigo.

— Sin Caesar acá por una semana, tendremos mucho trabajo, debería comenzar a organizar los trabajos, las personas, los tiempos, las direcciones — Paseándose de un lugar al otro, maquinando, porque ese es su trabajo, él sí se está enfocando ¿Y si no quiere lo mismo que yo? —. Debería designar escoltas para Natasha, todo el mundo querrá su cabeza ahora que es el futuro y el centro de la mafia italiana, Caesar dejó muy en claro que ella hará y deshará, que puede hacer lo que se le dé la gana porque tiene su total apoyo. Las mafias son machistas, no les gustará que una mujer meta la nariz en sus asuntos, tenemos que...

— Préstame atención, Santino, maldita sea —Acortando la distancia, sujetándolo por las solapas de su traje—. Quiero tu atención, joder... — Medio gemí, robándole un beso delicado, tomándolo desprevenido—. Quiero que sólo me mires a mí al menos por cinco segundos...

La sorpresa en su rostro lo dice todo, cree que tengo algún tipo de aneurisma porque yo no soy así en lo absoluto, pero necesito que me escuche, después podemos preocuparnos del caos en el exterior, tenemos tiempo, Natasha está con Caesar, está segura, y Vitto los vigila de cerca, todo está bien, además, los Rusos no le quitarán la vista de encima a la rubia, todo está bajo control.

— ¿Qué pasa? Normalmente soy yo quien se te abalanza encima ¿Quieres sexo? ¿Es eso?

Preguntó meloso, sonriéndome juguetón mientras jala de su corbata y yo doy un paso atrás, soltándolo para ver cómo desliza la chaqueta por sus brazos y la deja caer, embelesado por sus caderas estrechas dentro de ese pantalón oscuro que le hace un culo increíble, y sus brazos fuertes que se ajustan perfectamente a su camisa, ese torso bien trabajado, sus abdominales...

Santino es tan armónico y perfecto cómo su apellido, los Coppola son la perfección absoluta siempre, su mente, su cuerpo, su estatus, su valor para el matrimonio... ellos siempre son la primera elección y me siento afortunado de que uno de ellos haya volteado a verme más de una vez.

Este castañito... yo creo que jamás se ha detenido para observarse cómo yo lo hago.

Su cabello es castaño, sí, pero cuando estamos fuera, toma una tonalidad que queda a medio camino del rubio más oscuro y el castaño profundo, o que sus ojos verdes y perfectos brillan cada vez que aparece un problema ante sus ojos, le encantan los acertijos, las cosas difíciles, sus largas pestañas le acarician los parpados y se relame los labios, frunciendo las cejas mientras piensa rápidamente en diferentes tipos de soluciones y sus respectivas consecuencias para ofrecerle al jefe la mejor salida.

Claramente no se ha visto dormir, pero es mi momento favorito del día, cuando viene a mi cama, hacemos el amor y se queda para acurrucarse durante la noche, porque podrá hacerse el duro, pero es un hombre que se acurruca.

Su pecho sube y baja relajado, sus abdominales se contraen ligeramente, sus brazos me buscan, sus piernas se entrelazan con las mías, su cabeza cae sobre mi y murmura dormido cuanto le gustaría quedarse así para siempre.

Ese es mi castañito, más que un Coppola, más que sólo un apellido... y yo... yo también soy más que un puto perro loco De Santis, soy más, soy sólo Aless.

— Santino, espera, por favor espera — Alcanzándolo cuando ya estaba desabotonando su camisa, deteniéndolo—. Necesito hablar contigo de algo importante, es algo serio.

Palideció, tragando grueso.

— E-está bien, hablemos —Tirando de mí hacia la cama, tomando asiento uno frente al otro—. Dímelo sin filtro ¿Quieres terminar con esto? Yo lo entiendo, sé que tu prioridad es el trabajo — Jugueteando con sus dedos. Nervioso—. Sé que yo no te importo y que proteger a Natasha y Caesar es tu prioridad ahora — Se le humedecieron los ojos, bajando la vista para que yo no lo note—. así que no te preocupes que....

Lo besé otra vez, interrumpiéndolo.

— Sabes que, para mí, eres el sujeto más inteligente que he conocido — Acunando su rostro—. Pero ahora mismo estás comportándote como un idiota ¿Cuándo he dicho yo explícitamente que no me importas?

Inclinándome hacia él para besarle los labios de manera corta y delicada, barriendo sus ojos aguados, él no tiene de qué preocuparse.

— Pero, de todas maneras, tú...

— Yo me enamoré de ti — Lo interrumpí otra vez, tomándolo por sorpresa—. Es cierto que al comienzo era un juego para ambos, el sexo contigo es increíble, me divertía... pero luego comenzamos a pasar más tiempo juntos, conocí lo que es acurrucarse con alguien para dormir... y yo... — Tomando sus manos, manteniendo la vista en ellas juntas, no me siento capaz de verlo a los ojos mientras digo esto—. Castañito, eres de las pocas personas que me ve en realidad, me quieres aún cuando todo el mundo te dice que es una equivocación, sabes que yo jamás soy elegible a menos que deba asesinar algo, pero tú me elegiste y...

Me puse nervioso, comencé a tartamudear, y fui incapaz de continuar con el discurso que preparé rápidamente en lo que subía las escaleras, Santino intimida con la mirada, le gusta analizar todo y quizá no estoy diciendo las cosas correctas, nadie le dice a un De Santis cómo gestionar sus emociones, un soldado no siente.

— Te estoy escuchando, continua.

Me animó sujetando mi mentón con dos dedos, alzando mi rostro para que lo observe, dándome esa paz y tranquilidad que necesitaba para continuar, mi corazón se está volviendo loco en estos momentos.

— Santino, eres la persona más increíble que he conocido, y si alguien merece que modifique mis prioridades, ese eres tú, te quiero y lamento haberme tardado tanto en decirlo... tú eres tanto, tan prometedor, tan Coppola... y yo... yo no tengo nada para ofrecerte, pero no podría vivir con la idea de que otro te tenga, yo te quiero... maldita sea... te quiero...

Se inclinó hacia mí con rapidez, analizando mis expresiones de cerca, no tengo idea de qué está haciendo, sólo sé que está muy serio, quizá no le gustó lo que acabo de decir, quizá sí fue solo un juego para él y yo mezclé las cosas.

— Entonces, sólo para hacer un resumen, estás reformulando tus prioridades y yo te gusto.

No hay emoción en ese rostro.

¿Por qué no hay emociones en ese rostro?

Tengo miedo.

— Sí, así es.

Respondí, tragando grueso.

— Entonces, sólo una cosita más ¿Qué quieres hacer conmigo? Dilo directamente, es la última oportunidad, piensa muy bien lo que vas a decir.

Me arrastré por la cama dos centímetros más cerca, lamiendo mis labios resecos por los nervios, sin perder el contacto visual.

— ¿Quieres salir conmigo? — Pregunté—. Formalmente, claro — Besando su mano—. Bebé, todo el mundo sabe que te quiero, sé que he sido un cobarde, pero ya no voy a huir más, me haré responsable de mis sentimientos, quiero darte lo que te mereces, lo que debí darte hace mucho tiempo.

Ahí estaba ese molesto temblor en mis manos otra vez.

— Pregúntame de nuevo si quiero salir contigo.

Demandó, mientras jala mi corbata con poca delicadeza hasta desatar el nudo, soltándola sobre su chaqueta en el piso.

Esto está muy lejos de ser romántico, comienzo a ponerme duro y follarlo no estaba en mis planes, quería que esta conversación fuera especial.

— Santino, te quiero demasiado como para dejar que te me escapes ¿Quieres salir conmigo?

Pregunté otra vez, accediendo a su demanda.

Accedería a todo lo que me pidiera.

Sus acciones hablaron por él antes que su cabeza pensara en una respuesta.

Alzó una de sus piernas inclinándose hacia mí, tomando asiento a horcajadas mientras se sujeta de mis hombros, moviéndose ligeramente para acomodarse, frotándose con mi pene a punto de estallar, tomándome por sorpresa.

Entonces mi cuerpo me traicionó, fue inevitable no apoyar mis manos en su culo, necesito tocarlo o me volveré loco.

— Claro que quiero, pero mocoso, necesito hacerte sufrir por todo lo que me hiciste pasar — Moviendo sus caderas, frotándose conmigo—. ¿Confías en mí?

Jadee, llevando mis manos a sus caderas, apretándolo contra mi cuerpo para hacer de la fricción más dura.

— Claro que confío en ti, bebé.

Sonrió con malicia, saliendo de encima.

Gemí decepcionado, jadeante en busca de más aire, observando todas sus acciones ¿Por qué se aleja? ¿Dónde va? Lo necesito.

— Quítate la ropa y recuéstate en la cama — Ordenó—. Sin protestas, sin preguntas, sólo hazlo.

Alcé una ceja en su dirección, levantándome.

Admito que me pone cachondo cuando se pone autoritario ¿Qué voy a hacer si me lo pide de esa manera? Claro que voy a molestarlo un poquito en el proceso.

De pie frente a él, accediendo nuevamente a lo que demandaba, patee los zapatos, quité la chaqueta del traje y comencé a desabotonar la camisa lentamente, sonriendo al ver la desesperación en su mirada, dejando resbalar la prenda hasta el piso, llevando ambas manos al pantalón, tardando más de lo normal sólo para ver la impaciencia dibujándose en su rostro, deleitándome con la intensidad de su mirada que no se despega de mi paquete, dolorosamente duro y marcándose en la tela, humedeciendo con la punta mi ropa interior.

Quiero que él note lo que me provoca, como mi cuerpo reacciona a él, a sus palabras, a su cuerpo, su olor, su voz...

Santino me vuelve loco.

Y para cuando estuve desnudo tal y como él me pidió, comenzó a desabotonar su camisa, señalando la cama con la cabeza.

— En el centro, guapo, y sube las manos.

¿Quiere jugar rudo? Veamos quien se rinde primero.

— Claro, bebé. Por ti, lo que sea.

Respondí, subiendo a la cama, recostándome de espaldas, subiendo ambas manos, viéndolo desnudarse sin una pisca de delicadeza, tomando la corbata en el proceso antes de subir a la cama, acomodar sus piernas cada una junto a mi cadera, y tomar asiento, con mi verga bajo su trasero.

El hijo de puta quiere jugar conmigo.

— Tenemos tiempo dijiste — Atando mis manos al respaldo de la cama—. Así que voy a deleitarme con tu cuerpo, adoro tu sabor.

Apretando con fuerza la corbata alrededor de mis manos, lastimándome.

Justo cómo me gusta.

— Juega todo lo que quieras conmigo, sabes que las torturas no funcionan.

Me confié.

— El tipo de tortura que tengo pensado para ti — besando mis mejillas, mi barbilla, y luego mi cuello—. Es muy diferente.

Solté un suspiro, cerrando los ojos, moviendo la cabeza hacia un costado para darle mayor acceso, gimiendo al sentir la brutalidad de sus dientes, luego la suavidad de su lengua, y, para terminar, la succión de sus labios.

— No siento que esto sea un castigo.

Jadee al sentir su boca deslizarse por mi pecho, atrapando mis tetillas entre esos implacables dientes, lastimándome y aliviando el dolor con su lengua, llevando su mano a mi miembro, masturbándome con lentitud, delicado.

— Santino... apriétame más...

Tiré de la corbata, moviendo las caderas en busca de mayor contacto. El hijo de puta malicioso dejó de moverse y levantó la cabeza, observándome con una media sonrisa en ese rostro angelical que se gasta.

— ¿Ya lo vas sintiendo como un castigo?

Preguntó.

— Sí — Lamí mis labios, tirando de la corbata otra vez—. Sí, ya entendí, lo siento, no volveré a comportarme como un idiota... lo siento...

Repetí, alzando las caderas en busca de contacto, todo me sirve, cualquier roce con su piel.

— No estoy muy seguro de que hayas entendido.

Acariciando mi labio inferior con su pulgar.

— Quiero que los lamas muy bien — acercando el índice y el dedo medio a mi boca—. Abre grande y más te vale no atragantarte.

Metiendo sus dedos hasta el fondo, moviéndolos con malicia sólo para darme arcadas, de todas maneras, lamí bien esos dedos, los humedecí, viendo el hilillo de saliva que nos une cuando los retiró, entonces dio media vuelta, aún con cada pierna a mis costados, y entendí lo que iba a hacer.

— Santino... déjame tocarte.

Rogué, viéndolo apoyar el rostro en la cama, utilizando esos dos dedos para dilatarse, introduciendo uno primero, forzando el segundo, moviéndolos como tijeras, dentro y fuera, soltando gemidos, jadeos y quejidos, ignorando mis palabras, movimientos y suplicas.

— Santino... ya entendí... por favor... deja de torturarme.

Alzando las caderas, rozándome con la cara interna de su muslo.

Estoy tan sensible que cualquier tipo de contacto me serve para sentir placer. No todos los días tengo porno en vivo, y nada más ni nada menos que mi porno favorito, mi novio, metiéndose los dedos frente a mí, y estoy cumpliendo uno de mis fetiches, atado, inmovilizado, incapaz de poder darme placer, manteniéndome al margen.

Quiero tocarlo...

Quiero lamerlo...

Quiero meterlo...

Quiero hacerlo llorar...

— Santino, estoy muy excitado, provócame de nuevo y tu culo sufrirá las consecuencias.

Amenacé, viéndolo introducirse un tercer dedo, tan bruto como siempre, levantando más el trasero, dándome una vista perfecta de lo que está haciendo.

Casi puedo verlo sonreír por su travesura.

— Segunda advertencia. No hay tercera.

Dije.

Mirando el pobre rectángulo de madera en el que Santino me amarró.

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Soltarte y follarme?

Preguntó, tentando a la suerte.

— Sí, justamente eso.

Tres. Sólo a él le ofrezco tres oportunidades, un De Santis ejecuta a la primera.

Tiré de la corbata con toda la fuerza que tenía hasta destrozar el pobre cabecero escuálido en el que me ató, llevando el nudo a mi boca para soltarlo con los dientes, repitiendo el proceso con la otra muñeca, viéndolo perder la valentía que demostró hace unos segundos, intentando arrastrarse fuera de la cama para huir.

— Demasiado tarde, bebé. Te dije que no jugaras con fuego, pero no me hiciste caso.

Rodee su tobillo arrastrándolo de regreso, mordisqueándole la pantorrilla antes de sujetarlo por la nuca y acomodarlo de manera que su rostro quedase a dos centímetros de mi pene, no dudé en golpearle la mejilla con el miembro para hacerle saber que estoy tan dispuesto a jugar cómo él.

— Abre la boca grande, bebé — Recomendé cómo todo un caballero—. Porque no pienso tener piedad de tu garganta esta vez, no necesitas hablar, tampoco caminar, así que comienza a trabajar.

Con ese falso rostro de inocencia, sin perder contacto visual, sujetó mi falo y lamió desde la base hasta la punta, forzándome a soltar un gemido, perdido en cómo desliza su lengua por mi glande, barriendo el rastro de líquido preseminal que se me escapa usando su propia saliva cómo lubricante para masturbarme, apretando con la suficiente fuerza para robarme un quejido antes de tragársela toda, quitándome el aliento.

— Nunca dejas de sorprenderme, bebé — Enredando los dedos en su cabello—. Creo que aún puedo ir más adentro.

Aplastando su rostro contra mi pelvis, levantando la cabeza, cerrando los ojos mientras suelto el aire del gusto, introduciendo cada centímetro en esa boquita, sintiéndolo ahogarse, apretando mi pene con su estrecha garganta.

— ¿Ahora quien tiene que rogar?

Pregunté.

Apiadándome de él, levantando su cabeza, viendo su rostro rojo por el esfuerzo, tosiendo.

— No te detengas...

Suplicó, limpiando la comisura de su boca con el dorso de su mano.

— Masoquista de mierda.

Dije, apretando los dientes, acercando su rostro a mi pene otra vez, obligándolo a tragarlo todo, elevando las caderas mientras muevo su cabeza a mi voluntad, yendo cada vez más profundo, ignorando sus protestas, dándole breves espacios para que tome aire, preocupándome en todo momento de exigirle sólo lo tolerable, tampoco quiero causarle daño, pero el masoquista de mierda que tengo chupándome la verga me dice que le encanta cuando soy rudo con él, por lo que no hay necesidad de ser tan delicado.

— Exprime mi pene bien y no lo tragues, que justamente mi semen será tu lubricante hoy.

Siseando entre dientes, sujetando su cabeza con ambas manos, empujándolo hacia mi pene mientras levanto las caderas y miro el cielo de la habitación, dejándome llevar por las sensaciones.

— Chúpalo bien, que depende de ti cuanto te duela el día de hoy.

Un solo apretón a mis bolas, con la poca delicadeza que lo caracteriza, me hizo acabar, permitiéndole retroceder un poco la cabeza para que únicamente mi glande estuviera dentro de su boca, masturbándome con ambas manos los centímetros faltantes mientras me corro, recibiendo todo, sin derramar ni una sola gota.

Apenas terminé de correrme, levantó la cabeza, sonrió malicioso y acercó la mano a su boca, derramando mi semen en esta, observándome provocador, dándome la espalda nuevamente, usando mi excitación para lubricar su entrada, metiendo dentro todo lo que pudo, acariciando su agujero con esos dedos largos y esbeltos.

— Lo siento Santino, es que ya no puedo más — Sujetando sus caderas, alineando mi pene—. Me haré responsable.

No tuvo oportunidad de protestar cuando lo penetré de una sola estocada, gruñendo de dolor y de placer al sentir mi pene tan apretado dentro de ese delicioso agujero, deleitándome con el grito de Santino, quien apoyó ambos antebrazos en la cama, levantando más el trasero, ofreciéndolo a mí.

— Bebé... como siempre, eres delicioso.

Repartiendo besos por su espalda para ayudarlo a tolerar el dolor, saliendo de su culo, volviendo a entrar con la misma agresividad, escuchando el sonido húmedo provocado por su agujero cuando lo penetro, excitándome con el golpeteo entre nuestros cuerpos, y el daño que eso le provoca, fui incapaz de quedarme quieto, estiré la palma y golpee su trasero, sonriendo sádico al escucharlo gritar mientras aprieta las mantas bajo su peso y hunde la espalda para darme mayor acceso.

— Tan delicioso...

Golpeando su culo otra vez, apretándolo con fuerza, acariciándolo y volviendo a golpear, viendo como su blanca piel comienza a tornarse roja, delineando mi mano por las atenciones dadas.

— Jamás me cansaré de tu cuerpo — Jalándolo del cabello para levantarlo—. Nunca me arrepentí más en mi vida que de esto, el haber tardado tanto en admitir que te quería.

Pegando su espalda a mi pecho, rodeando su cuello con mi brazo, manteniéndolo en su lugar bien sujeto de la cintura, arremetiendo duro contra su cuerpo, viendo la forma de mi pene dibujarse en su vientre, una imagen muy estimulante para ayudarme a acabar.

Santino terminó corriéndose en gruesas descargas, apretándome de manera deliciosa y dolorosa, no pude sacarlo, es más, ese dolor fue el estimulo necesario para correrme dentro de su agujero, lo abracé por la cintura, apretándole el cuello mientras nos corremos, sintiendo la velocidad de su pulso contra mis dedos, deleitándome con los sonidos que escapan de su boca.

— Dime de nuevo que quieres salir conmigo.

Pidió ladeando el rostro, jalándome del cabello para mantenerme justo en esa posición, incapaz de evadir su mirada.

— Quiero salir contigo — respondí jadeante—. Quiero ser tu novio, llamarte mío, amarte y follarte así cada día y cada noche.

Carcajeó bajo.

— Si hacemos esto todos los días no podré trabajar, así que no te emociones.

Respondió.

— Lástima, estoy muy emocionado ahora — Retrocediendo un poco ahora que se relajó, metiéndola otra vez, viéndolo entreabrir los labios, soltando un gemido—. Y eso acaba de emocionarme más.

Empujándolo hacia el colchón, abalanzándome sobre él, sujeté mi pene y me dejé envolver por su calidez, sintiéndome en la puta gloria de nuevo.

Por fin me hice hombre, pude confesarme.

***

NATASHA.

El cielo despejado me recibió cuando abrí los ojos, recostada en la cama de un hotel, con una vista espectacular desde algún piso alto, no tengo idea dónde estoy, como llegué aquí, ni cuanto he dormido. Lo que sí sé, es que me gusta mucho lo que veo ahora, a mi nuevo esposo luciendo unas bermudas blancas y una bonita camisa con flores, es la primera vez que lo veo usar ropa de otro color que no sea negro.

Lo otro nuevo, es el anillo de pequeños diamantes que forman una corona adornando mi dedo corazón, eso no estaba aquí antes.

— ¿Disculpándote, Zar?

Pregunté, incorporándome en la cama, estirando el cuerpo para desperezarme, sonriendo al verlo dejar lo que está haciendo para caminar hacia mí, guardando sus manos en los bolsillos, devolviéndome el gesto.

— Realmente espero que ese sea el ultimo — Sonrió—. No quiero volver a cagarla.

Tomando asiento al borde de la cama.

— Ya ni siquiera recuerdo por quién o por qué estaba molesta — Recibiendo el beso que plantó en mis labios—. ¿Cuál es el itinerario del día, jefe?

Mirando el exterior con emoción, tantas cosas que hacer, tanto por descubrir. Nunca he tenido vacaciones, menos viajado por placer ¡Esto será divertido!

— Bucear. Iremos a ver las tortugas, son enormes por aquí, te va a gustar, así que ponte el traje de baño más grande que tengas, unas bermudas para que no se te vea el culo, quizá una camiseta grande, te verías muy linda así también.

De un brinco me puse de pie en la cama, brincando y brincando mientras carcajeo y niego, contagiándolo con mi diversión.

— ¿Nadaremos con tortugas? ¿Lo dices en serio? Y olvida lo de las bermudas y camisetas grandes para la playa, usaré la ropita de buceador y luego mi bañador de siempre, daddy.

Pellizcó mi mejilla, sin borrar esa estúpida sonrisa de sus labios.

— Se vale intentar — Encogiéndose de hombros—. Y en cuanto a las tortugas, lo digo en serio, has estado balbuceando cosas por semanas, me diste ideas increíbles para la luna de miel, prácticamente la planeaste tú ¿Sabías que hablas dormida?

Dejé de brincar, avergonzada por la posibilidad de haber babeado también, rápidamente lo olvidé cuando jaló de mi mano hasta hacerme caer sobre su regazo, besándome el rostro tantas veces que volví a reír a carcajadas, disfrutando del hecho de estar con él a solas sin problemas a nuestro alrededor.

Sólo Caesar y Natasha. Que maravilla.

— Bueno... no todo el mundo es perfecto, olvidemos mis balbuceos nocturnos y vamos con las tortugas.

Robándole un beso antes de saltar fuera de sus piernas y caminar hacia la puerta entre brincos, siendo atrapada por la cintura a medio camino, incapaz de tocar el piso, regresando a la cama.

¿Querrá sexo? Quiero ver tortugas ahora, sexo después.

— Alto ahí, loca — Cortándome el paso—. Sigues con mi camiseta puesta, ponte el traje de baño al menos.

Miré mis pintas.

— Ah... pues sí es cierto ¿Mi maleta? Las tortugas están esperándonos.

— Por aquí, psiquiátrica — Tomando mi mano, guiándome—. Y luego de las tortugas, iremos a comer a un famoso restaurante, es un tenedor libre, puedes comer todo lo que quieras. Aquí habrá un montón de cosas que aún no has probado, busqué especialmente un lugar dónde puedas tragar todo lo que quieras, glotona.

Soltando mi mano para que busque mis cosas, apoyándose en la pared de brazos cruzados, observándome escarbar hasta encontrar lo que buscaba.

— Comida no es lo único que trago — mirándolo de reojo— Soy un mago en mi tiempo libre, hago desaparecer cosas, y luego las hago aparecer. Cosas largas... duras, pero suaves, mide casi lo que mide una regla de treinta centímetros... ¿Quieres jugar a las adivinanzas?

Lentamente repasó mi cuerpo mientras me desnudaba para colocarme el bikini negro, y encima, un bonito vestido de hilo que no cubre nada realmente, pero se ve bonito, más elegante, pero atrevido, sexy.

Tentando a la suerte.

— Mantén tus manos y tu boca controladas su quieres ir a ver las tortugas, psiquiátrica ninfómana.

— ¿Por qué? ¿El león tiene miedo de que lo sujete por las bolas y no podamos salir del cuarto?

Del cuello me sujetó, acercándome a su rostro, inclinándose para quedar a mi altura.

— Es tu culo el que tendrá miedo si sigues tentándome, pastelito. Tú tranquila, que follar será lo que más haremos.

Sonriendo malicioso antes de soltarme.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top