Capítulo 39
CAESAR
Miré a ambas chicas, tan contrarias como el día y la noche, pero a la vez tan similares en cuanto a carácter, esto es como tener a dos víboras de especies distintas, dos tipos de veneno diferente, dispuestas a morderse hasta la muerte.
No sé a cuál detener, si detengo a Lia para que no toque a mi mujer con esas asquerosas manos suyas, Natasha me cortará las bolas y me pedirá el divorcio por hacerla ver cómo una persona débil, y si no detengo a Natasha, va a matar a Lia, y ya que ahora sí pertenece a una de las cuatro familias, será penado con muerte el atentar contra un familiar del tratado.
Estoy entre la espada y la pared, ambas opciones son igual de malas, aunque me aterra más la idea de que Natasha se divorcie de mí.
— ¿Tú cortarme la lengua a mí? — Lia carcajeó—. No eres competencia, chiquilla. Serás su esposa, pero siempre existe el divorcio... o los cuernos — Lamiendo sus dientes superiores, está tentando a la suerte—. ¿O crees que serás suficiente para el Zar? No vas a dejarlo satisfecho nunca, tú no eres yo.
Di un paso hacia Lia con toda intención de parar esta discusión de mierda, no voy a divorciarme de Natasha, y no permitiré que le falten el respeto, menos frente a mí, pero antes de poder abrir la boca, Natasha me cortó el paso apoyando su mano en mi pecho, tomando su arma favorita.
Estoy sudando frío, aquí alguien va a salir herido y no quiero ser yo.
— Claro que no soy como tú, soy mejor — Respondió, revisando el cartucho de la M4A1, sonriendo con malicia—. Tacha está deseosa de dispararle a algo en estos momentos — Acariciando su arma—. ¿Y qué crees? Estás justo en frente. Santino dejó un par de balas aquí, creí que tenía sólo dardos tranquilizantes para elefantes, deja, quito los dardos mientras te doy tiempo de correr, me gusta jugar a la cacería.
— Natasha... si la matas...
Intenté advertirle, temeroso de su reacción a mis palabras.
— Mato a todo quien quiera atentar contra mí, simple, no me interesan tus reglas.
Respondió, encogiéndose de hombros sin mirarme, sacando los dardos y tirándolos al piso, cargando el arma cuando estuvo lista.
Lia no se movió ni un centímetro, sabe que tendré que intervenir antes que Natasha toque el gatillo, sabe que, si lo hago, ella ganará, porque quebrará la confianza que tengo con mi esposa.
Esta perra sabe perfectamente lo que está haciendo, en su tiempo, hace unos años atrás, eso me gustó de ella, lo maldita y enfermamente cruel que puede llegar a ser, es calculadora, cómo yo, pero Natasha le gana, nos gana a todos.
— Vamos con Santino, Pastelito — Dije a Natasha—. No quiero arruinar el día de nuestra boda, soportemos un poco más y luego nos vamos a nuestra luna de miel, nadie nos molestará por unos días.
Giró la cabeza en cámara lenta, fulminándome con esos bellos ojos azules de aspecto asesino, levantando el arma hacia Lia.
Si las miradas mataran...
— ¿La estás protegiendo?
Preguntó con la voz cargada de ira.
— No, ella no me interesa en lo más mínimo. Te estoy protegiendo a ti.
Posando mi mano en su espalda baja.
— Te arrancaré las manos si me tocas ahora.
Amenazó mi loca esposa, por lo que rápidamente obedecí, retrocediendo un paso.
— Vaya, Zar, te recordaba más... autoritario — se burló Lia—. ¿Es que te gusta jugar a la guardería ahora?
El puño de Natasha voló directo al rostro de Lia para hacerla callar, provocándole una hemorragia que salpicó su pálido cuello. Lo mejor fue el rostro de sorpresa de mi ex, mi mujer no es de palabras, ella es de acciones.
— No la maté — Dijo, mirándome mal—. Pero al menos me di el gustito de provocarle dolor. Ahora vámonos.
Se colgó el arma al hombro, tomó mi mano y me jaló en dirección contraria ignorando las amenazas de Lia, y como si todo se hubiese confabulado hoy para que la boda fuera de la mierda, las mujeres se atrevieron a cortarle el paso, mirándola cómo si fuese lo más asqueroso que hubieran visto en la vida.
— ¿Y la prueba? ¿O eres tan indigna como Lia? Usada y desechada por otro hombre.
Dijo una de las mujeres De Santis con tanta repulsión que se me apretó el pecho ¿Alguna vez aceptarán a Natasha cómo mi esposa? ¿La respetarán a la buena? Si no, tendré que usar la violencia, no puedo permitir que la persona que elegí para acompañarme en este mundo viva una vida de miseria por mi egoísmo.
Hoy habrá muchas narices rotas y yo se lo voy a permitir.
— O por otros.
Complementó otra mujer de la casa Caruso.
— Me di el revolcón de mi vida — Respondió Natasha—. ¿Ves esto? — señalando las marcas de mis manos en su cuello y muñecas—. Suficientes pruebas ¿No huelen el olor a sexo en el aire? Me comí muchos de los posibles hijos de Caesar por si quieren llevar la cuenta.
Tomando una profunda respiración, está intentando controlarse.
Admiro su autocontrol.
— Que mujer más vulgar — Se quejó la madre de Santino—. El Boss siempre se busca mujeres de esa clase, mal habladas, altaneras, que no van acorde al estilo de vida para la que fueron criadas, por eso la esposa tenía que ser Coppola o Caruso, ni siquiera Irina debió entrar en la selección, criamos a las mujeres para ser buenas madres y esposas, serviciales, Lia es una descarriada, pero las demás...
— Y me importa una mierda — interrumpió Natasha—. Yo no seré ni madre, ni servicial, ni sumisa, pueden tomar un número y sentarse para esperar a que me convierta en eso. Permiso.
Empujándolas sin soltar mi mano, siguiendo el recorrido directo a la mesa de los tragos, tomó una botella de vodka y se la empinó, bebiendo largos tragos, y para cuando pensó que era suficiente, se detuvo y me miró con esos ojos que fácilmente podrían matarme ahora.
— ¿Con cuantas más ibas a casarte? ¿Es que quieres casarte con todas las estúpidas que roban tu atención? Me siento del montón ahora.
Mi mujer está roja de la ira, se ve sexy cuando se molesta... no sé si sentir miedo o excitarme justo ahora.
— Natasha... sabes que debía casarme, siempre supe cuál era mi deber, Lia era mi novia en ese tiempo, creí que sería una buena idea.
Me defendí.
— Si no hubiese sido por Vincenzo, con ella estarías casado.
Contraatacó.
— No, porque yo sospechaba de sus actitudes, le pedí a mi primo que la sedujera para saber si ella era capaz de engañarme, y así fue.
Respondí, quitándole la botella antes de que siguiera bebiendo, se la terminara y me la reventara en la cabeza.
— Y usaste a tu primo para saber si yo era capaz de lo mismo — aplaudió dos veces—. Bravo, eres un genio, Caesar.
No debería abrir más la boca. Cada vez que la abro, la cago más.
— Tenía miedo ¿Sí? No sabía si lo que parecías sentir por mí era sincero ¿O acaso no tengo derecho a tener miedo? Me vi en la obligación de confirmar si me querías ya que jamás me lo dices.
Si seguimos por este camino, no nos iremos de luna de miel, iremos directo a la oficina para anular el registro de matrimonio que Vitto ya debió entregar.
— Lo dice el idiota que me hizo pensar que se casaría con otra, creyendo que iba a sentarme a esperarlo durante meses para ser los cuernos, mientras se me partía el corazón.
Empujándome.
— ¡Porque pensé que sería lo mejor! — tirando la botella al piso con rabia, escuchándola hacerse añicos al estrellarse—. ¡Quería protegerte!
Alcé la voz.
— ¡No necesito que me defiendas, ya no! — me empujó otra vez—. No soy la niña que recogiste hace un año ¿Puedes ya meter eso en tu cabeza?
Gritó de regreso, empujándome de nuevo.
— ¿Y qué quieres que haga entonces? — sujetando sus manos, pegándolas a mi pecho para que deje de empujarme—. ¿Qué se supone que debo hacer para mantenerte feliz? No te entiendo Natasha.
Bajando la voz, incluso la música se detuvo, todo el mundo está pendiente de nosotros, pero nadie se acercó.
— Sólo... Sólo... — Sus ojos se humedecieron, pero no soltó ninguna lágrima—. Quiero dejar de competir con el resto de estas mujeres... siento que vas a dejarme en cualquier momento — Tembló—. Quiero que dejen de juzgarme por cada cosa que digo o hago —Ahora hace pucheros. Mierda. Va a llorar—. Me miran como si no fuera nada y no tengo suficientes balas para callarlas a todas, quiero que crean que estoy a la altura porque me partí la espalda en clases privadas con Santino para sentir que valgo la pena para ti y tú no valoras eso... dices que no sabes si te amo porque no te lo digo, pero he hecho cada maldita cosa por ti todo este tiempo, esa es mi manera de decir que te amo tanto que no me importa cambiar por completo para adaptarme a lo que quieren todos para ti.
Suspiré.
Ese es mi problema, yo soy un hombre de palabras, ella es una persona de acciones, y quiero que ella sea cómo yo, estoy acostumbrado a que las personas a mi alrededor hagan todo lo que yo quiero, debo entender que con Natasha no va a ser así.
— Es más probable que tú me dejes a mí primero, preciosa —Acunando su rostro—. Te aburrirás de mí y las reglas de mi familia. Ya te lo dije, eres mía y yo soy tuyo — tocando el collar que le regalé—. No quiero que eso cambie, nunca. Perdón por presionarte, esta boda es... horrible, y estoy perdiendo los papeles con la persona equivocada.
Rodeando su cuerpo, abrazándola, protegiéndola, soltando el aire con alivio cuando ella me regresó el gesto.
— No entiendo por qué tenías que casarte con una mujer de las tres familias ¿No serían algo así como primos en segundo grado? El incesto en esta mafia es un problema grande.
Comentó con el rostro encajado en el hueco entre mi abdomen y pecho, sin soltarme.
Agradezco el cambio de tema, eso hizo que me relajara a la vez que soltaba una baja carcajada.
— Sólo el Boss debe casarse con una mujer de esas familias, porque se cree que en ellas encontrará lo que necesita. Todas las posibles candidatas fueron criadas para ser madres y amas de casa. El resto puede casarse con quienes quieran.
— Eso es injusto...
Respondió en un tono de voz más tranquilo.
— Sí, es injusto, pero las reglas se hicieron por algo.
Respondí, acariciando su espalda.
— Rompimos la mayoría de las reglas, probablemente romperemos el resto a medida que avanzamos en el tiempo... como... los hijos.
Levantando la cabeza lentamente, mirándome.
— ¿No quieres tener un hijo? — pregunté alarmado—. E-es que Natasha... tú sabes que jamás te presionaría, pero debo tener un hijo antes de los treinta o perderé el cargo, los Marchetti siempre hemos tenido el poder, me gusta lo que soy y lo que provoco, no quiero perder eso.
Sigo presionando...
— Lo sé... — suspiró— Sé que no quieres perder el cargo... y sé que debo darte un hijo, pero no quiero ser madre, no sé ser una — se alejó, dando un paso atrás— Y no quiero perder nueve meses de mi vida por cuidar algo que no quiero tener — Observándome con pánico—. Iré a hablar con Aless, le prometí algo a Santino.
Dio media vuelta sujetándose la falda del vestido para escapar, intenté atraparla, pero fue más rápida y corrió lejos de mí, dejándome plantado frente junto a la mesa de las bebidas.
Si en algo tiene razón, es que no puedo pedirle un hijo a una chiquilla que apenas cumplió dieciocho, no me había dado cuenta, pero indirectamente siempre la estoy presionando, ahora me siento un mal amante.
— No puedo dejar las cosas así, voy a hablar con ella.
Autoconvenciéndome, dando media vuelta para buscarla, dijo que iría con Aless, lo llamaré para preguntarle dónde está, no veo ningún vestido blanco entre tantos colores, no la veo, debería verla porque es la mujer más guapa del salón, siempre destaca vista lo que vista ¿Dónde carajo se metió?
Marqué con rapidez y puse el móvil en mi oreja, esperando a que contestaran al otro lado mirando en todas direcciones para ver si los encuentro juntos en algún rincón.
— Jefe.
Respondió casi de inmediato.
— ¿Natasha está contigo?
— ¿No ha pasado ni un día y ya se le perdió la novia?
Suspiró.
— ¿Está contigo o no?
Pregunté perdiendo la paciencia.
— No, aquí no está, no la he visto.
Apreté los dientes.
Mierda.
— ¿A Lia la vez por ahí? Si se quedan las dos a solas, van a matarse.
Me preocupé, caminando hacia el exterior, no hay rastro de ninguna.
— No la veo por ninguna parte tampoco señor, revise el rastreador de Natasha para ver su ubicación.
Mierda, es cierto.
Para casos como estos se lo puse, siempre pierdo la cabeza cuando se trata de mi mujer.
Corté la llamada, me calmé y abrí la aplicación para ver las posiciones de todos, busqué la que necesitaba y amplié el mapa, Natasha está aquí, pero ¿Dónde?
— Si no está en la primera planta, está en la segunda.
Concluí.
Apresurándome a las escaleras, me dirigí al pasillo y abrí puerta por puerta. Todos los cuartos están vacíos, no se escucha ni un alma por este pasillo, apreté los dientes, frustrado y miré la aplicación otra vez, Natasha está en el lado contrario a mi posición actual, por lo tanto, se encuentra en el otro pasillo.
Comencé a trotar, pensando lo peor, llegando al otro pasillo, pateando las puerta otra vez, encontré personas follando, cuartos vacíos, cuartos sin muebles, cuartos con sus respectivas camas y demás accesorios, pero de Natasha nada, no encuentro nada.
— ¿Dónde? Mierda, no debí perderla de vista.
Llegué al final del pasillo, ultima puerta, estuve por perder las esperanzas cuando oí un quejido, es aquí.
Patee la puerta, viendo con furia la imagen, Natasha sobre la cama, siendo sujetada por esas mujeres de pies y manos, su arma favorita completamente desarmada en el piso, Natasha tenía un trapo en la boca, y sobre eso, una venda, impidiéndole gritar o hablar, pataleando, mientras Lia deslizaba la navaja por su brazo, carcajeando.
— Estas cosas son del diablo — dijo la madre de Santino—. Los métodos anticonceptivos te quitan la razón por la que naciste mujer ¿De qué sirves si no traes hijos al mundo?
— Yo sólo quiero hacerte sufrir, si te hago desaparecer, Caesar me buscará de nuevo y yo tendré todo el poder que tú me robaste.
Dijo Lia, levantando el implante que Natasha tenía en el brazo, mostrándoselo con burla.
— Acabo de olvidar que eres una mujer.
Dije, tomando por sorpresa al grupo de mujeres que rápidamente soltó a Natasha, palideciendo al escuchar mi voz.
Acorté la distancia dando largas zancadas hasta llegar con Lia, enredé mis dedos en su cabello y jalando de este, la bajé de la cama, cruzándole el rostro de una cachetada, luego otra, luego otra, cada una más fuerte que la anterior, disfrutando verla llorar mientras se le hincha y enrojece la mejilla.
— No vuelvas a tocar a mi mujer con tus asquerosas manos — la golpee otra vez—. No quiero que respires cerca de ella otra vez — volví a golpearla—. ¿Quedó claro?
— S-sí, quedó claro — tragó grueso, soportando las lágrimas—. Pero ya no me pegues...
La golpee nuevamente.
— ¿Estás diciéndome qué hacer?
Pregunté.
Deleitándome al ver las lágrimas mezclándose con la sangre que escurre de su nariz y su boca. Viendo de reojo como las demás mujeres intentan escapar, aprovechando el pánico.
— No crean que las olvidé a ustedes — advertí—. Recuerdo a la perfección quienes se atrevieron a tocar a mi mujer, también recibirán un castigo por tocar a la dama de la mafia — Zarandee a Lia del cabello, viendo a las mujeres temblar—. Esto no es nada, esto es lo más suave que recibirán si vuelven a tocar a la mujer de la mafia italiana.
Con la sangre escurriendo de su brazo, Natasha salió de la cama, se quitó el trapo de la boca, alisó su vestido y acomodó la corona en su cabeza, seria, sin mostrar debilidad.
Si tiene miedo o está enojada, su cuerpo tampoco la delata, está serena, en paz, y todo quien la conoce sabe que esto es peor a verla roja de la ira.
— Creo que debo darle una lección a todos para que se enteren de lo que les pasará si vuelven a desobedecerme. La mierda se hace como yo diga, siempre.
Mencioné.
Empujé al grupo de mujeres, arrastrando a Lia del cabello, ignorando sus protestas, llevando su cuerpo por el pasillo y a través de las escaleras sin tener el más mínimo tacto, sonriendo por la forma en la que rebota entre escalón y escalón ese flacucho cuerpo inservible, gritando a todo pulmón por ayuda, llamando la atención de los comensales.
La música se detuvo y de pronto fui el centro de atención, cómo me gusta.
— ¡Vengan aquí! Esto es algo que a todos les interesa oír.
Rápidamente se formó un círculo de personas temblorosas a mi alrededor, Lia sigue llorando en el piso, las mujeres que osaron tocar a Natasha están en el centro también, esperando su castigo porque esto no se quedaría así.
Ya elegí a Natasha antes por sobre todas las cosas antes y sigo haciéndolo ahora.
— Esto es lo que pasa cuando tocan a mi mujer — Alcé la voz mirando a todo el mundo, zarandeando a Lia, sin soltarla del cabello—. No olviden a quien le hablan, a quien juzgan, a quien miran con desprecio, ella es mi mujer, la mujer del Boss, y cualquiera que la irrite, aunque sea un poco, sufrirá las consecuencias de su ira. Mi mujer tiene el derecho y el poder de matar a todo aquel que no la respete, piénsenlo muy bien la próxima vez que no le muestren una sonrisa, porque yo no me casé con ella sólo por su belleza, Natasha es una víbora astuta, mortal, y no titubeará en quitar del camino lo que le molesta, y cómo saben, la jerarquía manda siempre, mi esposa está por sobre todos ustedes, por lo tanto, si ella piensa que sus patéticas vidas no debiesen existir, no existirán, así de simple.
Tomé mi arma y la cargué.
— Caesar, no por favor... — Lia suplicó—. No volveré a meterme con ella, lo juro, pero no me mates... por favor...
Apoyé la pistola en su frente, disfrutando ver el miedo en sus ojos.
— Ustedes, de rodillas.
Hablando al resto de las mujeres, la madre de Santino entre ellas. Que mi amigo me perdone, pero no puedo dejar que esto suceda de nuevo.
— Boss... por favor, ellas son mujeres tontas, no piensan, no saben pensar — Dijo el padre de Santino, intentando convencerme—. Disciplinaré a mi esposa, pero...
— Dije, de rodillas.
Ignorándolo, mirando a las mujeres que, entre llantos desesperados, plegarias y suplicas se arrodillan en el piso frente a mí.
— Boss...
— Cállate, vuelve a tu lugar.
Respondí, interrumpiendo al padre de Santino, yo no doy segundas oportunidades, menos con el odio dominando mis emociones, a Natasha le sigue sangrando el brazo y yo le prometí que después de la boda todo estaría bien, le mentí, le fallé y voy a demostrarle que puede confiar en mí ahora.
En cambio Santino bajó la cabeza y cerró los ojos con fuerza, claramente no querrá ver esto, sé que es difícil para él, pero reglas son reglas.
— Caesar... por favor... ya dije que no volvería a hacerlo, por el amor que me tuviste... por favor...
Solté su cabello y pateé su cuerpo, viéndola toser y doblarse en dos, disfrutando de su dolor.
— Alinéate con las otras. Abre la boca otra vez, y como Natasha sugirió, te cortaré la lengua.
No abrió la boca de nuevo, se arrastró hasta quedar en fila con las demás, di un paso atrás y observé a las seis mujeres cobardes y estúpidas que creyeron que, si tocaban a Natasha, saldrían ilesas.
— Nunca olviden que, desde ahora, si no besan el piso por el que camina mi mujer, si no la idolatran, no vivirán mucho para ver a la siguiente generación. Ella es su dama ahora y van a respetarla a la mala si es necesario, el dolor será buen recordatorio.
Los disparos resonaron por el salón, uno por cada una de ellas, disparándoles en el brazo, disfrutando escucharlas gritar, las mataría, pero siento algo de cariño por Santino y no sería justo si dejo a su madre agonizante mientras las otras mueren sobre el piso del salón.
El tratado dice que no se deben matar entre casas, pero las reglas no corren para mí. Un Boss hizo las reglas, un Boss puede modificarlas, les enseñaré que ya es hora de que modernizar las leyes escritas hace cien años, una mujer también puede tener el poder.
Caminé dos pasos hacia Lia, inclinándome hacia ella, asegurándome de hablar lo suficientemente alto para que mi esposa escuche.
Este será uno de mis regalos de boda para ella, respeto, poder, y la capacidad de hacer lo que ella quiera desde ahora.
— Acércate a Natasha otra vez y te exiliaré por diversión para cazarte y destriparte como a un cerdo, estás advertida Lia.
Irguiéndome otra vez, viendo la sonrisa de satisfacción de mi chica.
— ¿Algo que agregar, esposa?
Pregunté, mirándola.
Y como el machismo abunda aquí, todos los sujetos ahogaron un grito, viendo con horror que le estoy pidiendo la opinión a una mujer.
Haría lo que fuera por ella.
— No, creo que quedó muy claro — Sonrió—. Pero tengo una petición — Mirando a Lia—. Más bien, una exigencia — Dando un paso hacia ella—. Ve arriba, arma mi metralleta favorita y tráemela, ahora.
Con piernas temblorosas, sangrando y aun llorando, Lia se levantó y caminó hacia las escaleras.
— Váyanse.
Dije.
Rápidamente ayudaron a las mujeres a quienes les disparé en el brazo y se dispersaron, pusieron algo de música e intentaron fingir que nada ha sucedido, al menos las miradas de desaprobación hacia Natacha cesaron, ahora sólo la miran con terror.
Eso es bueno.
— ¿Nos vamos ya? Me cansé de esta fiesta — Mencioné a mi mujer—. Vamos a nuestra luna de miel, necesitamos tiempo para nosotros, y necesito curarte el brazo, sigue sangrando.
Sujetando la extremidad con delicadeza, observando el corte sangrando y las gotas reventándose contra el piso. Su bonito vestido quedó empapado e irreconocible, tan bonita que se veía...
— Sí, yo también me cansé de esto — Mirando su vestido estropeado por el rojo—. Pero antes de marcharnos tengo algo que hacer, le prometí a Santino hablar con Aless, ellos no están juntos porque Aless cree que nos descuidará por cuidarlo a él, es un idiota.
Sonreí, acariciando su mejilla.
— Tú, trae un botiquín.
Dije al sujeto que estaba más cerca, viéndolo correr.
— Siempre preocupándote del resto... bueno, de los que quieres, porque los demás...
— Los demás pueden morirse — Encogiéndose de hombros—. Voy y vuelvo.
Tuvo toda la intención de dar media vuelta para comenzar a andar, mi cuerpo actuó por su cuenta sujetando su mano, incapaz de separarme de ella otra vez, temiendo que alguien quiera tomar represarías por lo que hice, eso sería estúpido, pero estamos claros en que la estupidez abunda en este lugar.
— Vamos juntos, le diré algo que será muy convincente.
Dije.
Sonrió, entrelazando sus dedos con los míos, comenzando a caminar, buscando a Aless que, para la sorpresa de nadie, acompaña a Santino, un poco abatido por lo que acaba de suceder.
— Muñequita ¿Qué fue lo que te hicieron? ¿Qué pasó? — Mi amigo me miró—. Lo siento Caesar, la descuidé un segundo y...
— No fue tu culpa, no te preocupes — Palmeando su hombro—. Y lamento lo de tu madre, pero tenía que ser imparcial, no dejaré pasar ninguna falta de respeto.
— Lo entiendo — Asintió—. Natasha merece el respeto y la admiración de todos, yo de verdad entiendo.
Aun así su rostro refleja tristeza ¿Cómo no? Humillé a su familia delante de todos.
— Ahora ¿Puedes ir por un poco de alcohol? tengo que suturar eso y no tenemos anestesia — Señalando el brazo de Nat—. El alcohol servirá un poco para pasar el dolor.
— ¿Vodka o tequila?
Preguntó Santino, mirando a mi mujer.
— Tequila, algo fuerte, por favor.
Sonriéndole cálida.
Santino le besó la mejilla y salió rápidamente a buscar el alcohol.
Para ser sincero, sus demostraciones de afecto no me ponen celoso ni un poco, comprendí que el amor que hay entre ellos dos es más del tipo fraternal, Santino la ve como una hermana pequeña, sé que daría la vida para que ella estuviese a salvo y eso a mí me tranquiliza.
— Tú, pequeño idiota, hijo de puta.
Dijo Natasha, señalando a un sorprendido Aless por la forma agresiva en la que mi esposa se refirió a él.
Sí, yo también tendría miedo de verla, está ligeramente despeinada, sangrando y su vestido es un desastre, probablemente para estas horas tiene hambre y no han sido del todo amistosos con ella, además, está en modo peligroso, yo no quisiera hacerla enfadar hoy.
— ¿Qué hice ahora?
Protestó protegiéndose en caso de recibir algún golpe, cosa que no me sorprendería.
— ¿Cómo es eso de que no formalizas con Santino por nosotros? — Le dijo—. Eres un idiota, puedes protegernos a nosotros y puedes hacerlo también con él, además, tenemos a un montón de hombres más que nos persiguen como nuestra sombra, tienes que hacer tu vida también, ser feliz.
— Si sigues comportándote como idiota — Dije yo, tomando el botiquín que me acercaron—. Vas a perder a Santino. Ahora que salió del closet como bisexual, hombres y mujeres lo persiguen día y noche ¿Quieres que otro te lo gane? ¿Así de cobarde eres?
— Señor... estoy enamorado de Santino, pero yo juré lealtad a usted y...
— Y yo te ordeno que te comportes como un hombre, mocoso — Desordenando su cabello—. ¿Quieres verlo feliz con alguien más?
— No señor.
Frunciendo el ceño, ofendido y asqueado por la sola idea de ver al castañito en brazos de alguien más.
— ¿Entonces? ¿Qué estás esperando?
Presionó Natasha.
— ¿De verdad estará bien si me declaro y formalizamos?
Preguntó para asegurar que no nos opondríamos.
— Está bien, idiota, no necesitan mi aprobación para todo — Añadí—. Ahora ve y hazte hombre, que tener pene no es suficiente para ganarte ese derecho.
Mirando de reojo a Santino que se acerca a pasos agigantados, la preocupación tiñéndole las facciones, Natasha es el centro de nuestro mundo ahora, su bienestar es el futuro de la organización, cuando se lo diga, será una discusión más... hay reglas que no le he comentado, cosas que debemos hacer, cosas que sucederán cuando ella me dé un heredero... si es que me lo da.
— Si señor — respondió Aless sacándome de mis pensamientos, mirando al castaño de pie junto a nosotros—. Santino, tengo que hablar contigo, es algo malo, muy malo, terrible, tiene que ser a solas.
Mi amigo se preocupó claramente al ver el rostro sombrío del rubio que de pronto se transformó en un gran actor, dejándose arrastrar por el chiquillo astuto, dejando la botella de alcohol en mis manos antes de ser llevado al segundo piso.
Mientras no follen sobre el capot de un auto de nuevo, al aire libre, dónde todos pueden verlos, por mí no hay problema, al menos alguien debe ser feliz hoy.
— Ahora nena, necesito ver eso, se ve feo.
Prestándole atención a la chiquilla frente a mí que analiza todo su entorno en busca de amenazas, seria.
— Estoy bien, el sangrado parará en cualquier momento.
Encogiéndose de hombros, cómo siempre restándole importancia a sus propias dolencias.
— Deja que suture eso y nos vamos.
Llamando su atención otra vez, no me gusta verla sangrar, fue mi error, la perdí de vista, yo sabía lo que pasaría hoy y aún así me permití distraerme.
— Mejor nos vamos y me curas en el camino, puedo tolerarlo — Respondió con calma, comenzando a caminar—. Me cansé de fingir que no quiero matar a nadie, iré a despedirme de mis padres, me han estado mirando preocupados desde hace un rato.
Desviando la vista hacia Lia que se acerca tímidamente, pálida, extendiéndole el arma y sus cartuchos.
— Mi dama... su arma.
Le dijo.
No pude evitar sonreír de satisfacción al ver que las cosas comienzan a salir como deseaba, a Natasha la respetarán a la buena o a la mala.
— Gracias. Ahora lárgate.
Respondió mi mujer, se colgó el arma y salió caminando feliz, disfrutando al ver como todos le hacen espacio, temiendo alguna represaría si chocan con ella por accidente.
Inteligentes.
Natasha estuvo alrededor de veinte minutos con sus padres, fue mimada, abrazada y besada por ambos, Yura y Alexei estaban muy preocupados, y coincidieron conmigo en que lo mejor era marcharse ya para que tuviéramos algo de paz.
Escoltados por parte de mis hombres y los Petrova, que quieren despedirse una segunda vez, fuimos directo al avión, más besos y abrazos por parte de ambos cariñosos padres, hasta yo me gané un par de besos de parte de Yura, sólo entonces, pudimos abordar, subieron las maletas y emprendimos el viaje que ambos merecíamos.
— Brazo — Pedí extendiendo mi mano hacia ella cuando tomó asiento en la cama del cuarto al final del avión—. Te estás poniendo pálida, estoy preocupado.
— No necesito alcohol — dijo, extendiéndolo—. Sólo has lo que tengas que hacer, yo soporto.
— Va a dolerte.
Advertí, admirando los cojones de esta mujer.
— Lo sé, así que sólo comienza, así podemos follar, estoy deseosa de follarte justo ahora.
— ¿Y hacer que el avión tenga turbulencia? No gracias, mujer loca, aguántate hasta Hawái.
Protestó e hizo muecas, pero no me detuvo ni una sola vez mientras la aguja perforaba su piel, deslizaba el hilo y le daba una puntada al otro extremo para unir los bordes regulares, asegurándome de detener el sangrado para ver bien lo que estoy haciendo y evitar dejarle una cicatriz.
Al terminar, no se me lanzó encima ni una sola vez, sólo se limpió el cuerpo, dejó el vestido de lado, tomó una de mis camisetas y se recostó, durmiéndose casi de inmediato, ignorándome mientras actuaba con la vista perdida, cómo si su mente estuviese en otro lugar, quizá en una habitación llena de personas que desean su fracaso en esta nueva etapa de su vida.
Puse una gran carga sobre los hombros de una mocosa que por fin comienza a vivir, soy egoísta, no la dejaré ir, pero sí puedo dejarla descansar todo lo que quiera.
— Natasha, dulces sueños...
Susurré, besando su coronilla, recostándome a su lado para velar su sueño.
No dejaré que nadie vuelva a hacerla sentir como hoy.
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