Capítulo 37


Salí de la casa de Vincenzo en compañía de Santino aún en calidad de bulto, la cabeza se me parte, sigo ebria y los recuerdos de mí, queriendo seguir a un unicornio por la ventana siguen persiguiéndome, casi me mato, Vincenzo me atrapó de un pie y mi rostro chocó con la fachada de la casa, por lo que ahora tengo un bonito corte en la ceja, pero no todo es malo, hoy me voy a casar, por fin dejaré de fingir ser un perro más y le diré a todos que soy la mujer de Caesar Marchetti con toda la elegancia y diplomacia que la situación amerita.

— ¡Ya desperté! ¡Ya desperté, carajo!

Respirando agitada, moviendo los brazos con desesperación, esta es la tercera vez que Santino sumerge mi cabeza en la bañera llena de agua para hacerme despertar, este loco simplemente quiere matarme.

Algo va a matarme hoy, llevo tentando a la muerte desde anoche, ya van dos posibles oportunidades, la tercera no la cuento.

— ¿Despertaste? ¿Realmente despertaste?

Preguntó, apoyando ambas manos en sus caderas, observándome agotado, creo que no me tiene paciencia hoy.

Si sabe cómo soy ¿Para qué me da brownies mágicos con alcohol? Él es el adulto responsable y yo la indefensa chiquilla que dice sí a todo sin pensar en las consecuencias.

— Sí, ya estoy bien, ya deja de ahogarme.

Quitando el exceso de agua de mi cara, se supone que este debe ser un baño de tina relajante y es de todo menos eso, puede que salga traumatizada de este cuarto, casi fue mi tumba.

— Me parece bien — Sacudiendo sus manos para eliminar el agua—. La manicurista llega a las diez, la pedicurista a las doce, la chica del tratamiento de belleza a las dos — Tomando su tableta, fingiendo leer cuando ambos sabemos que está escupiendo los horarios de memoria—. El vestido lo traerán a las once junto con los tacones y la corona, la asesoría estética es a las cuatro, el peinado a las seis y el maquillaje a las siete, lo que nos da una hora para llegar a tu boda, tiempo suficiente.

Me miró.

— ¿Cómo puedes ser tan organizado? Retuve sólo la hora con la manicurista.

Observándolo sin entender.

— Porque es mi trabajo ser organizado, y como la prometida de Caesar, muñequita, tus tiempos también serán coordinados por mí. Y ahora que serás la dama de la mafia, los chicos, perros del Zar, rendirán sus respetos a ti también, estás en la punta de la pirámide alimenticia desde ahora, ellos morirían por ti, su trabajo es protegerte con su vida ahora.

— Puedo protegerme yo sola, gracias, además ¿Por qué alguien querría hacerme algo? Todos los que me odian, o la mayoría de ellos, están muertos.

Encogiéndome de hombros, tomando las burbujas y las esencias, poniendo un poco de ambos en el agua, viendo como comienza a tornarse rosa y oler a primavera, relajándome. Nada como la aromaterapia luego de casi morir por la obra y gracia de tu mejor amigo.

— Porque serás la esposa del Boss, tú significas la fertilidad, tú traerás nuevos Marchetti al mundo, nuevos Boss. Hay muchos que querrán tu cabeza como trofeo para llegar a Caesar, para terminar con su legado.

Suspiré.

— ¿Por qué cada vez que me hablan de lo que sucederá cuando me case, la cagan más?

Mirándolo.

— Porque te quiero muñeca — Acarició mi cabello—. Y no quiero que nada te pase, por lo que te estoy comentando desde ahora que ya no habrá más paseos a solas, tendrás escoltas en todo momento — Apretando mi mejilla casi como una amenaza silenciosa—. Me muero si algo te pasa, mocosa nudista.

Carcajee.

— Yo también te quiero, Santino, y no es como si te importara verme desnuda, sólo tienes ojos para Aless.

— Agh, no me hables de ese tonto.

Tomando asiento junto a la bañera, dejando la tableta de lado, rodando los ojos.

— Cuéntale a la experta tus problemas.

Dije.

Inclinándome hacia él, la cosa va para serio y para largo por su expresión.

— Ambos nos gustamos, eso es más que obvio, pero cada vez que nos acercamos lo suficiente como para querer formalizar, Aless sale con el cuento de que, si formalizamos, le importará más mantenerme a salvo a mí que a Caesar y a ti, él es muy fiel a su trabajo — Suspiró—. No sé si pueda seguir fingiendo que pienso lo mismo, él me gusta mucho y sé que las casas no aprobarán lo nuestro, tenemos deberes, obligaciones más grandes que nosotros mismos.

Por fin una respuesta sincera de este idiota, ya estaba harta de escuchar que sólo eran un polvo entre colegas, ya nadie les creía ese estúpido cuento.

— Deja que hable con Aless — Tomé su mano—. Si el problema somos Caesar y yo, lo convenceré que puede hacer ambas cosas a la vez, porque yo tampoco quiero perderte, así que, cuidándote, estaría cuidando mis intereses. Soy buena manipulando, deja que le lave el cerebro, será centrado, pero el cabrón es tonto y manipulable cuando baja sus defensas de De Santis.

Sonrió.

— Si funciona, te compraré un pastel de chocolate completo para ti.

Dijo.

— Trato. Luego no lo olvides.

Lo señalé.

— Palabra de Santino.

Levantando su mano izquierda, jurando.

***

No pensé que Santino estuviese hablando en serio cuando habló del itinerario del día.

La cosa se hizo real cuando el sol comenzó a ocultarse en el horizonte, y yo, metida en mi vestido de novia, la corona sobre mi bonito peinado, recogido en un moño alto que cruzaba el cabello una y otra vez en diferentes lugares, parecía una bonita red, para que, según el peluquero, resaltara mi cuello, y con mi arma favorita y una pistola que tomé en vez del ramo de la novia sobre las piernas, salimos del hotel como alma que lleva el diablo, esta no será una boda tranquila, y temo llegar tarde, la ceremonia de seguro ya comenzó, me doy un tiro si llego tarde y esa perra se casa con mi hombre.

Llegados ambos al castillo, Santino se estacionó justo frente a la puerta, en ningún momento dejó de hablar con Aless para estar al tanto de lo que sucede dentro de la iglesia, los tres, coludidos para hacer sufrir un poquitín a mi hombre, ese era el plan inicial y me estaba divirtiendo al comienzo, observando por la pequeña rendija de las puertas cómo Irina pierde poco a poco la paciencia, exigiéndole a Caesar sus votos, luego... luego dejó de ser divertido.

Mi pelinegro se ve desesperado, mira la puerta con anhelo y angustia mientras se acomoda el cabello e intenta hablar sin lograr soltar ni una misera palabra. Mi ansiedad comenzó a formarse en mi vientre, estrujándome las tripas hasta el punto doloroso mientras el sudor frío se instala en mi nuca, no me gusta verlo así, me arrepiento de no llegar temprano, debe estar aterrado pensando en que tendrá que compartir su vida con una perra cómo Irina, que lo abandoné, que me acobardé o que quizá mi amor por él no era tan grande cómo para hacer una locura cómo dejarlo todo y casarme con él.

— ¿Ahora?

Pregunté a Santino, saltando de un pie al otro, hace frío y estoy muy nerviosa.

— No, todavía no sufre lo suficiente.

Dijo.

Mirando por la rendija de la puerta, sonriendo malicioso.

— ¿Y ahora? — Pregunté otra vez—. Si se casa Santino, te doy un tiro, lo juro. Y te lo doy en el culo para que Aless no vuelva a follarte en la vida.

Lo señalé.

— Espera, sé paciente — Poniendo atención al comunicador en su oído—. Están presionándolo para que dé sus votos, todo el mundo lo presiona, Caesar no sabe qué hacer, no sabe que decir.

— A la mierda, ya suficiente sufrió el pobre, no puedo más.

— Espera, arruinarás el plan.

Intentando sujetarme en cuanto me puse a buscar el arma que tenía oculta en el muslo.

— Ya deberías estar acostumbrado, yo jamás sigo el plan.

Me acerqué con decisión a las puertas grandes y pesadas, pateándolas con mi tacón con toda la fuerza que poseo, abriéndolas de par en par, golpeándolas con la pared interior, y cómo no todos me estaban mirando, apunté al cielo y disparé todo el cartucho para llamar la atención del resto de los presentes, sonriendo con suficiencia.

El rostro de alivio de Caesar lo dice todo, está feliz de verme ahí, y por supuesto, yo también lo estoy, pero no es suficiente, no sería yo si no jodiera un poquito ¿Cierto?

Los chillidos de Irina opacan mi gran entrada, mi momento, y cómo no puede haber otra más importante que yo hoy, no pude evitar cargar a tacha y dispararle con toda intención de mandársela al diablo de forma prematura... pero la perra no sangro.

¿En qué momento Santino le quitó las balas a mi bebé? Le dije que no quería los dardos tranquilizantes, quería matarla mientras aún no pertenezco a la casa Marchetti ¡Quiero sangre! ¡Quiero venganza!

Pero cómo dije, no voy a darle importancia a esa perra hoy, es mi día, luego resolveré lo de Santino, por ahora, me dediqué a acomodarme el arma y recorrer el pasillo con la frente en alto a sabiendas de las miradas de reproche y los insultos que son susurrados en mi dirección, también vi el brillo de las armas siendo reflejadas por las luces superiores, pero los perros de Caesar fueron rápidos y flanquearon los laterales para que llegase segura hasta el pelinegro vestido cómo novio de torta que me mira de pies a cabeza cómo si fuese la cosita más linda de todas, tomando mis manos con emoción.

¿Cómo no voy a elegirlo cuando él me eligió a mí por sobre todas las cosas? Estaba dispuesto a sacrificar su rango, su honor, su familia y sus tradiciones con tal de quedarse conmigo, y él no merece menos, siempre lo elegiría, siempre le haré saber que mi lugar es a su lado pase lo que pase.

Miré al padre que asustado reanudó la ceremonia, indicándole a mi hombre que inicie con sus votos matrimoniales, y este, haciéndole saber que ahora sí puede decirlos ya que la mujer para quien los escribió la tiene en frente, comenzó a hablar.

— Yo, Caesar Marchetti, te tomo a ti como esposa, compañera de vida y amiga — Le tiemblan las manos al pobre, está nervioso—. Comprometiéndome a celebrar tus alegrías y apoyándote en los momentos de tristeza, prometo acompañarte a vivir miles de aventuras, prometo respetarte, amarte y honrarte por el resto de mis días sobre todas las cosas, y prometo elegirte siempre por sobre todas las personas. Llegar a este día no fue nada fácil, pero cada prueba terminó convirtiéndonos en una pareja más sólida, capaz de enfrentar la peor de las dificultades siempre que estemos juntos, por eso, Natasha Petrova, juro aquí, frente a las cuatro familias de la mafia italiana, que me entrego total y completamente a ti, destrúyeme, ármame, quiébrame, junta las piezas, has lo que quieras conmigo, porque soy tuyo, y con este anillo — Tomando el que Santino le acercó—. sello mi promesa.

Deslizando el anillo por mi dedo en cuanto asentí para darle mi aprobación con la emoción atascada en la garganta, viéndolo depositar un beso sobre este después, luciendo la sonrisa más radiante de todas.

A estas alturas, me tiembla el labio inferior mientras soporto las ganas de llorar, espero que alguien esté grabando esto porque quiero escuchar sus votos por el resto de mi vida.

— Su turno, señorita.

Dijo el padre, aún algo conmocionado, está sudando.

— Yo Natasha Petrova, te tomo a ti, Caesar Marchetti, como mi esposo, prometiendo escucharte y ponerte toda la atención que necesites, aunque las cosas que digas no tengan mucha lógica — Él sonrió, negando—. Prometo quererte y estar a tu lado en los momentos en los que estés estresado, en medio de una rabieta o ansioso y prometo quedarme aun cuando quiera salir corriendo. Prometo recordarte cuanto te amo cada vez que lo olvides. Y frente a todas estas personas que me odian, te juro Caesar, que no me dejaré pisotear nunca, y que haré que respeten mi nuevo rango, porque ser la mujer del Boss es todo un honor para mí, porque significa que me elegiste cómo compañera de aventuras y no voy a decepcionarte. Y con este anillo — Tomando el que Aless me entregó—. Sello mi promesa, soy tuya, y tú eres mío — Deslizando el anillo por su dedo—. Demasiado tarde para librarte de mí, Marchetti.

Besando el anillo.

No tuve tiempo de levantar la cabeza del todo cuando acunó m rostro y aplastó su boca con la mía, saboreándome con necesidad primigenia, gimiendo en mis labios a la vez que saca la lengua y me lame, reclamándome delante de todos, demostrando cuan feliz era, ignorando las protestas del público, los cuchicheos, los forcejeos de las cuatro casas con los perros que sacan a los más osados de la iglesia.

No me importa que nadie me quiera aquí, no pienso moverme.

— Bueno... ya puede besar a la novia — dijo el padre—. Y por el poder que me confiere la iglesia y nuestro señor, los declaro marido y mujer.

Dijo el hombre con agotamiento, supongo que esta fue la ceremonia más extraña que ha oficiado, aunque no debería sorprenderle demasiado viniendo de una boda de la mafia.

— Te amo... joder, te amo tanto...

Susurró Caesar en mi boca, besándome otra vez, rodeando mi cintura con su brazo, pegándome a su cuerpo, levantándome del piso para comerme mejor la boca, buscándome el culo con la otra mano.

¿Le habrá quedado dudas al público sobre quién en la dueña de sus deseos?

— Veinte días — Susurré en su boca—. Han pasado veinte días desde la última vez que tuvimos sexo, en nuestra noche de bodas, te mostraré lo que preparé para ti, quítame el vestido más tarde, desenvuélveme como a un regalo y no vuelvas a dejar mi cama nunca.

Acercando mi boca a su oreja, mordiendo su lóbulo, escuchándolo suspirar de forma ruidosa, calentando mi cuello con su aliento.

— Claro que lo haré, pero primero, te haré pagar por todas tus payasadas desde la madrugada con esa linda boquita tuya, tengo contadas todas tus faltas.

Deslizando su pulgar por mi labio inferior, tentándome sin importarle la cantidad de personas que nos observa a la espera de una explicación.

— Jefe, mi dama — Se acercó Vitto—. Firmen el registro de matrimonio — Acercando la carpeta—. Lo llevaré personalmente y de forma inmediata para que sea validado.

Ambos colocamos nuestras firmas y huellas, Vitto tomó los documentos, la carpeta, y se marchó, nos veremos más tarde en la fiesta.

— Estoy deseando que llegue la noche para ser alimentada — Acariciando su pecho, fingiendo acomodar las solapas de su traje—. estoy hambrienta... Daddy no me alimenta hace tanto tiempo...

Fingiendo inocencia, muy consciente del peligroso juego en el que me estoy metiendo, llevo las bragas empapadas y la necesidad de sexo me camina por la piel cómo miles de hormigas molestas que quiero sacudirme... O que me sacudan.

— Eso podría solucionarse, podríamos ir a...

— No, no pueden — Interrumpió Santino, apareciendo de la nada—. Al salón, todo el mundo está mirando, querrán ver el vals de los novios, tendrán toda una vida para follar como conejos. Caminen.

Empujándonos ligeramente.

— Tú, hace veinte minutos, no me agradabas — Le dijo Caesar—. Pero ahora estás perdonado, y como mi consejero, haré lo que me pides, llevaré a mi esposa — Besando el dorso de mi mano—. a lucirse a la pista, quiero que todos vean muy bien el diamante con el que me acabo de casar.

— Más te vale llevar el collar a nuestra luna de miel.

Dije, siguiéndolo por la alfombra roja sin soltar su mano, caminando fuera de la iglesia, recorriendo el pasillo señalado hacia otra de las habitaciones del gran castillo, un salón amplio, repleto de mesas en un extremo, una pista de baile en el centro, coctelería y comida al otro lado, los colores pastel se mezclan con el blanco, las luces de colores le dan un efecto más íntimo y personal al momento, mientras mi nuevo esposo y yo caminábamos hacia el centro de la pista, viendo a nuestros invitados aún molestos por el sorpresivo giro que tomó la boda, acomodarse a nuestro alrededor, de brazos cruzados, susurrando entre ellos, juzgándonos.

Juzgándome.

Cohibiéndome.

— No lo escuches — dijo Caesar, llevando su mano a mi cintura—. Sólo enfócate en mí, en mi voz, en mi cuerpo, en este momento.

El calor de su mano traspasó la tela del vestido, su ligero apretón me dio la tranquilidad que necesitaba para reaccionar y tomar la mano que me ofreció, mirando de reojo a las cuatro casas que continúan insultándome, provocando que parte de mi cerebro, esa parte que odiamos y que habla en los momentos más inoportunos comenzara a cuestionarse si realmente estoy a la altura de la situación y si podré ganarme el respeto de todos alguna vez.

Me bloqueé por al menos cinco segundos antes de escuchar su voz aterciopelada rozarme la oreja, dándome instrucciones, y yo, embelesada por su voz, seguí sus indicaciones ya que no sabía qué hacer a continuación, llevando mi solitaria mano a su hombro, asintiendo.

Ahora eres Natasha Petrova de Marchetti, oficialmente miembro de mi casa, mi mujer, dueña de todo lo que tengo. La signora della mafia.

<<La dama de la mafia>>.

— Caesar, per quanto difficile possa essere il futuro, non smettiamo mai di provarci, ok?

Dije.

<<Caesar, por más difícil que se vea el panorama en el futuro, nunca dejemos de intentarlo ¿Sí?>>

— Sei fottuta, mia signora, perché non ti lascerò mai andaré.

<< Estás jodida, mi dama, porque jamás pienso soltarte>>

Las notas de Dive revotaron por el salón, mientras la voz de Ed Sheeran me pone los pelos de punta, incapaz de moverme de mi lugar, nunca he bailado el vals, las luces de tonalidades azules, tenues y delicadas, las miradas, las voces... la presión...

— Confía en mí, Pastelito —Dándole un suave apretón a mi cintura—. Sígueme.

— No me dejes hacer el ridículo.

— Nunca.

Besando mi mejilla antes de comenzar a moverse por la pista, guiándome cómo todo un experto, haciéndome reír cada vez que me hace girar entre sus brazos, provocando que mi postura tensa y el miedo a hacer el ridículo se desvaneciera hasta disfrutar realmente el momento, sintiéndome en las nubes mientras bailaba, bailaba, y bailaba, disfrutando de sus besos cortos, su calor, su cercanía, su olor...

Eres un misterio...

He viajado por el mundo y no hay otra chica cómo tú,

Ninguna otra...

¿Cuál es tu historia?

¿Tienes tendencia a crear falsas esperanzas a algunas personas?

Porque oí decir que lo haces...

Podría caer, o podría volar aquí en tu avión,

Y podría vivir o morir,

Colgando de las palabras que dices,

Y soy conocido... por dar todo de mí,

Y permanecer despierto todos los días,

No sé cuanto más puedo aguantar...

Así que no me llames cariño, a menos que lo sientas,

Y no me digas que me necesitas, si no lo crees...

Caesar se encargó de elegir la canción que bailaríamos cómo primera vez cómo esposos ¿Quién lo diría? Es un romántico, desde hoy, es mi nueva canción favorita. Él se verá cómo un hombre frío, calculador y despiadado, pero estos detalles, la forma en la que me protege del mundo, cómo me mira, cómo se expresa cuando se trata de mí, eso, eso hizo que me enamorara.

Apoyé mi cabeza entre su pecho y estómago, suspirando totalmente a gusto, la altura no ayuda mucho, aún así me dejé llevar, cerrando los ojos, ignorando los nervios que se apoderan de mí al ver todos esos ojos queriendo descuartizarme viva, es mi día, voy a disfrutarlo.

— Mi turno.

Abrí los ojos cuando la canción estaba a punto de terminar, papá está ahí, mi papá Alexei, radiante, impecable, embutido en un traje de diseñador echo a la medida, negro, resaltando esa rubia cabellera, esos ojos claros, esa barba bien recortada, se ve guapo, enojado, pero guapo, sé que no le hace gracia que me case a esta edad, pero también sabe que era mi deseo y estuvo ahí para cuidarme la espalda mientras caminaba hacia el altar, lo vi.

— Y el mío, yerno querido — Dijo mamá Yura, jalando de Caesar—. Casi te cagas encima eh, mi hija es toda una hija de puta, yo le enseñé.

Y lo dice con orgullo, siempre habla con orgullo cuando se refiere a mí.

No me habrá parido, pero tenemos tanto parecido que hasta asusta, yo realmente aprendí mucho de ella, es increíble cómo absorbes las personalidades de las personas a las que admiras y quieres mucho.

— Tesoro ¿Segura estás bien con todo esto?

Preguntó papá Alexei desenredándome fuera de mi red de pensamientos, tomando mis manos para acomodarlas y comenzar a bailar mientras él apoya su mano libre en mi cintura, girando, girando y girando en la pista de baile, mirando de reojo a nuestro alrededor, buscando amenazas, sabe tan bien cómo yo que mi presencia no es bienvenida aquí.

— ¿A qué te refieres con Todo esto?

Pregunté.

— Las personas — Mirando incluso sobre mi cabeza—. Es obvio que no les gustó la decisión.

Dime algo que no sepa, papi, me odian.

— Bueno, siempre puedo seguir disparando — Observando la correa de Tacha que me cruza el pecho, no me la he quitado, me hace sentir más tranquila—. Una bala por cada cara larga, aunque me deshaga de las cuatro familias — Carcajeando—. Creo que no le agrado a nadie.

Papá me miró con rostro de lastima, dándole un apretón a mi mano mientras me hace girar, sacándome una sonrisa.

— Princesa, cuando se está al mando no siempre le agradarás a todo el mundo, es más, tendrás más enemigos que amigos, es así, lo sé porque llevo años en el poder, Rusia no se mueve sin que yo lo sepa, es difícil, sí, pero cuando ves las amistades que has conservado, la pareja que tienes a tu lado, tu familia —Suspiró—. El resto simplemente se desvanece. Vale más un puñado de gente de confianza, que cien falsos sonrientes que a la primera oportunidad te apuñalarán por la espalda, aférrate a todos nosotros que te queremos, y corta cabezas cómo advertencia, tú eres el poder, que no se te olvide, no bajes la cabeza nunca, cariño.

Depositando un beso en mi frente, sonriendo amplio.

Eso, sus palabras, lograron calmar la ansiedad que me aplastaba el pecho.

Sin duda no hay nada mejor que tener padres a los que sí les interesen mis sentimientos, él y mamá Yura son parte de mis pilares para soportar ser quien soy, siempre me ha costado ser quien soy, y este puesto cómo dama no lo hará más fácil.

Terminamos de bailar y yo me sentí flotando en una nube, oídos sordos, ojos ciegos, importándome una mierda las personas a mi alrededor.

Todo iba bien, tomé una copa de champagne para refrescarme, repasando el lugar a mi alrededor en busca de mi esposo o mis amigos, todos ocupados, siendo retrasados por grupos de personas molestas que deben estarles recriminando la situación.

Todo perfecto hasta que Antonio llegó a mi lado con ambos brazos enyesados, quise omitir la sonrisa, lo logré, pero la carcajada se me escapó, no soy buena ocultando cómo me siento y justo ahora me hace mucha gracia verlo así de lastimado.

— Por eso estabas tan tranquila con la situación, lo manipulaste todo para llegar a este momento.

Lo soltó con tanta rabia que se me erizaron los vellos del cuerpo en señal de alerta, acaricié a Tacha sólo para saber que sigue ahí, al alcance en caso de que piense en atacarme, porque si lo intenta, no dudaré en matarlo.

— Tu sobrino me eligió y yo lo elegí a él, lo que piense el resto no nos interesa. Además, soy Tu Dama De la mafia ahora, así que bájame el tono, agacha la cabeza, y comienza a respetarme o tendré que vivir castigándote, y créeme, no me quitará el sueño ni un poquito, es más, voy a disfrutar viéndote sufrir.

Cruzándome los brazos delante del pecho, sonriendo con la malicia colgándome de la comisura de los labios, deleitándome con su ceño fruncido y el ligero temblor de ira que lo recorre.

— Veamos si dices lo mismo después de mi regalito, no vine sólo para felicitarte, dama. Ser la esposa del Boss... —Carcajeó negando—. Tú no tienes idea en qué te metiste, mocosa, odiarás cada segundo de tu vida, odiarás a Caesar y solita vas a dejarlo para poder ser tan feliz cómo siempre buscaste. Aún estás a tiempo de correr a los brazos de tu papito, él te dará protección, mi consejo para ti, cómo regalo. Corre.

Se hizo a un lado y en cosa de segundos fui abordada por un grupo de mujeres que me miró de arriba abajo con desaprobación, escaneando hasta lo más mínimo en mí, haciéndome sentir un pelín... pequeña.

— ¿Crees que casarse con el Boss es fácil? — Preguntó una de las mujeres mayores, repitiendo lo mismo que Antonio dijo—. Deja de perder el tiempo, aquí no bailamos esta mierda del vals, no es parte de nuestras tradiciones, ahora, lo que deberías estar haciendo es abrirte de piernas para que el Boss te folle y luego mostrar a los invitados la prueba de tu virginidad, el Boss merece mujeres puras nada más.

¿Pura?

¿Sabrán estas estúpidas que fui puta?

— No voy a mostrar ni mierda, señora ¿Qué le pasa?

— ¿Tienes algo que ocultar acaso? — Presionó—. El que nada hace, nada teme, dicen. Además, eres prácticamente una niña, no servirás para parir como la familia lo hace, en casa, sin ningún anestésico ¿O crees que podrás asistir a todos los controles y mejorarte en un hospital después como las mujeres corrientes? — Señalándome con molestia—. Eres demasiado delgada, tienes el cuerpo de una niña, los herederos se atascarán y morirán, eres inservible. Aún estás a tiempo de terminar todo esto y marcharte por dónde viniste para darle paso a una verdadera mujer, cómo Irina, que sí respeta nuestras tradiciones y se crío para estar a la altura de la situación.

Aparté su dedo de un manotazo sin bajar la cabeza o se me caería la corona, no tengo por qué sentirme cohibida por una mujer tan básica de pensamiento cómo esta ¿Qué demonios se cree?

— Sus tradiciones, me las paso por el trasero, señora. No pienso mostrarle a nadie lo que haga con Caesar. Si soy una niña o no, si decido tener hijos, porque nadie va a obligarme a nada, o si decido tratarme en un hospital si me da la gana, es mí decisión, mía, no de Caesar, suya, o de alguna de ustedes — Señalando al resto de mujeres—. Ahora dispérsense, víboras, y comiencen a darse cuenta que las cosas están por cambiar en sus retrogradas familias machistas, porque las decisiones sobre mi matrimonio las tomo yo.

Caesar giró el rostro en cuanto sintió el peso de mi mirada sobre él, frunció el ceño al verme rodeada de forma hostil por estas mujeres y no dudó en apartar a todo aquel que quisiera "Explicaciones" por nuestro sorpresivo matrimonio, dando grandes zancadas en mi dirección, abriéndose paso entre el grupo de mujeres dejando atrás la delicadeza, empujándolas hasta llegar a mí, sujetándome por la cintura para pegarme a su cuerpo, observando con esa carita de Boss malote que me pone a mil a las tontas arrastradas que nos rodean.

— Van a rendirle respeto a Natasha — Ordenó sin una pizca de amabilidad—. Natasha es mi esposa, la dama de la mafia, está por sobre ustedes, y si yo digo que van a besar el piso por dónde camina, así va a ser ¿He sido claro?

Alzando una ceja.

— Pero Boss — Debatió la mujer mayor de antes—. La tradición dicta que ella debe mostrar la prueba de la virginidad ¿Qué hay de los métodos anticonceptivos? ¿Usa algo? Debe tener un hijo pronto, lo sabe, de seguro no se ha chequeado, es la tradición que vaya con nosotras a revisarse, lo sabe, su padre, y su abuelo antes de él hicieron valer estas tradiciones.

Acabamos de casarnos y ya están presionando con el tema de los hijos. Que tengo dieciocho, joder, no me apetece tener críos.

— Reglas son reglas, están escritas por algo — Dijo Bianca, una de las ex candidatas a casarse con el Zar, Santino me enseñó las fotos—. ¿Qué quedará para el resto si el propio Boss no respeta las reglas que su familia escribió hace tantos años? —Cruzándose de brazos, observándome con superioridad—. ¿O es que esta — Haciendo referencia a mí—. No cumple con sus estándares? Recuerdo muy bien que al Boss le gustaban un poco más... maduras.

Valiste.

Tomé mi arma y la cargué, dispuesta a dispararle y espero, más bien deseo, que esta vez sí sea una bala.

— Espera Nat — Caesar me detuvo—. Tiene razón, las reglas están por algo, el cuarto nupcial ya estaba preparado, la virginidad de las chicas siempre ha sido puesta en evidencia frente al resto, vamos ahí, la tradición dicta que nos unamos a la fiesta más tarde, ellos comerán sin nosotros.

Lo miré.

— Pero yo quería una noche de bodas, no una tarde rápida — Frunciendo el ceño—. ¿Y tu regalo?

Haciendo referencia a lo que hay bajo el vestido.

— Me lo comeré ahora y después — Acomodando el arma en mi espalda otra vez—. Vamos, pastelito.

Ofreciéndome su brazo.

Y como cualquier cosa es mejor que quedarme con estas mujeres, lo tomé y caminé a su lado, cruzando las puertas de cristal directo a las escaleras, mirando a mi espalda, corroborando que efectivamente estamos solos antes de poner en palabras mis preocupaciones.

— ¿Qué vamos a hacer? Es más que obvio que virgen no soy, no hay nada que mostrar, y me parece enfermizo el que les guste que muestren la prueba de la sabana manchada a los invitados, es una falta de respeto hacia la novia.

Abrió la puerta para mí con una sonrisa, dejándome entrar primero, cerrando la puerta con seguro mientras yo me pierdo en lo bonita que está la habitación, sábanas blancas, vino, chocolate, uvas, miel, crema batida, y agua, mucha agua.

También hay un camino de pétalos rojos en dirección a la cama, dónde los pétalos se dispersan sobre su extensión, dándole un toque romántico a todo esto.

— Sólo ignorémoslos, pongamos un poco de vino en las sábanas y ya está — Tirando de su corbatín, dejándolo caer al piso, caminando hacia mí—. Ahora mismo sólo puedo pensar en cómo quiero castigarte por haberme hecho creer que no llegarías a la boda.

Tomó mi arma y me la quitó con delicadeza, soltándola junto a la puerta, acariciando mis brazos mientras deposita un beso en mi hombro desnudo, haciéndome olvidar la razón de mis preocupaciones.

— También te castigaré por casi matarte ayer — Atrapando el lóbulo de mi oreja entre sus dientes—. Y quiero castigarte por provocarme todo el tiempo, por ser tan hija de puta, tan caliente — Deslizando su índice por el borde de mis pechos, provocándome temblores de expectación—. No tienes idea lo duro que me pones cuando actúas por impulso, loca de mierda, psiquiátrica —Deslizando sus manos hacia mi cintura, dándome un apretón—. Voy quitarte el vestido, quiero desenvolver mi regalo.

Tragué grueso.

— Me pone mucho cuando te pones mandón — Observándolo por encima de mi hombro—. Juega conmigo, trátame rudo y quizá se me olvide el mal rato de antes.

— ¿Cuándo he sido diferente en la cama, amor?

Sus nudillos se deslizaron por mi piel desnuda por cada centímetro de piel expuesta mientras baja el cierre, dejando caer la prenda al piso, tomando mi mano para ayudarme a salir sin dejar de observarme con los ojos ardiendo de deseo, quemándome la piel desnuda.

— Déjate los tacones puestos — Ordenó volteándome—. Mierda... Natasha...

Recorriéndome de pies a cabeza, deteniéndose en mis pechos, con mis pezones lo suficientemente hinchados por las pinzas que los aprisionan, colgando pequeños cascabeles que tintinean con cada respiración profunda de mi parte.

En cuanto a mis bragas, un pequeño triangulo en el frente, una cruz en cada cadera, formado por dos tiras de tela, y un diminuto, casi inexistente hilo en el trasero, prácticamente voy desnuda.

— ¿Te gusta mi regalo, Daddy?

Tentando a la suerte.

— De rodillas — Demandó autoritario con la voz una octava más grave—. Pienso disfrutar de cada agujero tuyo hoy.

No le quité la vista de encima mientras me arrodillo en el piso frente a él, viéndolo aflojarse el pantalón y liberar su verga dolorosamente dura, perlas de liquido pre seminal gotean hasta el piso y no dejo de pensar en lo mucho que quiero estirarme y lamerlas para que no se desperdicien, pero no me muevo, me gusta mucho este juego de obedecer a pesar de ser un desastre andante.

— Abre la boca.

Ordenó.

Seguí sus indicaciones y saqué la lengua, sabiendo muy bien lo que hará este sádico, acercando dos de sus dedos a mi cavidad, hundiéndolos hasta el fondo, sacándolos y volviéndolos a meter, rozando mi campanilla cada vez, sujetando mi mentón con su mano libre para mantenerme en mi lugar, provocándome arcadas, le encanta hacer un desastre conmigo, y le encanta saber cuanto me pone que lo haga.

— ¿Qué te parece si llegamos a un trato, bonita?

Deslizando su pulgar bajo mis ojos, barriendo las lágrimas que se me escaparon.

— ¿Qué trato?

Preguntando jadeante, recuperándome de las arcadas.

— Yo domino en la cama, y tú en nuestras vidas.

Propuso.

— Acepto, después de todo soy muy obediente con los estímulos correctos.

Respondí coqueta, relamiendo mis labios.

— Entonces abre esa boquita que pienso follarte la garganta hasta el cansancio hoy — Sujetando su grueso y pesado pene hacia mí mientras se me hace agua la boca—. Abre grande y no te atrevas a rozarme con los dientes, más te vale que esta vez sí puedas aceptarla toda.

Empujando con malicia, buscando provocarme arcadas, enredando sus dedos en mi cabello, hasta aquí llegó mi super peinado de una hora de preparación, Santino tendría un paro cardiaco si ve lo poco que duré bonita y arreglada, con el empeño que le puso a mi preparación.

— Espero que tu maquillaje sea a prueba de agua, porque pienso hacerte llorar.

Que rico.

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