Capítulo 36
NATASHA.
Estaba durmiendo post fiesta para recuperar energías mientras le rezo al diablo que deje de hacer que todo a mi alrededor de vueltas, cuando cierta persona me empujó con el pie para despertarme.
Sí, con el pie, no alcancé a llegar a la cama. No juzgues.
— Aless, te juro que, si vienes a molestarme para ir a jugar, te meto el puño por el culo. Hoy no voy a salir.
Gruñí acomodándome otra vez, recibiendo otro empujón, esta vez sí que abrí los ojos dispuesta a destripar al que está perturbando mi sueño, para mi sorpresa no era Aless, Santino, Vitto, la cucaracha molesta de Vincenzo, ni ninguno de los otros, era una mucama, una muy maleducada.
— ¿No tienes manos, querida?
Pregunté cortésmente irónica.
— El señor Marchetti dice que te pongas a limpiar las orillas del piso de su despacho, están muy sucias con sangre seca y sabes cuanto le perturba eso. Dice que debes terminar antes de las cuatro de la tarde, es medio día, yo que tú me apresuro.
Soltando un cepillo de dientes, un trapo y un balde de agua a pocos centímetros del piso, salpicando mi suelo y a mí con un poco de esa agua.
Cuando se marchó, me incorporé con el ceño fruncido, aún me da vueltas el piso.
— ¿Caesar pidió eso? ¿Habrá sido Irina jugándome una broma?
Busqué mi móvil para llamar a mi hombre, lo llamé una y otra vez, pero saltó al buzón en todas las oportunidades, quizá se enojó porque llegué muy tarde de fiesta y me está castigando...
Até mi cabello rápido en un moño alto poco estilizado, usando el colet en mi muñeca, me lavé la cara para sacarme el maquillaje corrido, y me desnudé, usando una de las camisetas de Santino que tenía por ahí, mis bragas y un short deportivo, entonces bajé las escaleras con esas cosas a cuestas, viendo la confusión de los matones y los perros de Caesar, aún así, levanté el mentón a pesar de sentirme humillada, y fui al despacho esperando encontrar al pelinegro ahí, pero no, otra persona estaba ocupando su silla.
El señor Marchetti, dijeron.
— Antonio ¿De nuevo jugando a ser el señor de esta casa?
— Soy el señor de esta casa — Afirmó—. Sólo que a Caesar le gusta quedarse aquí, fue a ver las remodelaciones de su propia casa, la heredada por su padre, y la casa dónde todos los Capos que heredan el cargo de Boss viven, llegará tarde, así que ponte a limpiar.
Quiere humillarme.
Caesar no está y vino a humillarme, aprovechándose que no hay nadie que pueda pasar sobre él, es un Marchetti, está en lo alto de la cadena alimenticia, él crío al Boss.
— ¿No tienes suficientes sirvientas, Antonio?
— Sí, las suficientes, pero quiero que tú lo hagas, eres un perro más, ni siquiera el casarte con Aless De Santis te dará más rango, eres mujer, vives y respiras por las ordenes de un hombre. Irina me llamó, necesitas un correctivo y Caesar es demasiado blando para dártelo.
Cómo odio a este hombre.
— Limpiar no hará que me sienta menos persona ¿Sabías? — Arrodillándome en el piso, remojando el cepillo de dientes en el agua jabonosa—. Soy buena limpiando y soy rápida.
— Te daré otra tarea para cuando termines entonces, pensaré bien cómo humillar a un alma tan libre cómo la tuya. Aún no descubro cómo cortarte las alas, pero lo haré, tenlo por seguro.
Tiene una fijación conmigo, una bien cabrona.
Ni siquiera lo miré mientras continua con su monologo de odio, bloqueé todos los sonidos a mi alrededor y me puse a tallar las ranuras entre cerámica y cerámica, quitando la mugre acumulada ahí mientras me supervisa el viejo de cabello negro y ojos azules desde la silla de cuero negro, bebiéndose el whisky caro que tanto le gusta a Caesar. es un sinvergüenza.
Ya quiero ver su cara cuando se entere que su querido sobrino se casará conmigo, mientras tanto, le seguiré el juego, cómo dije, limpiar el piso no me hace menos persona, por lo que continué con mi labor, limpiando delicadamente cada ranura, mientras canto lo que me enseñaron en mis días de esclava, estaban todas tan exhaustas de hacer labores así, que la cantaban a modo de protesta silenciosa, nos ganábamos unas buenas palizas después, pero valía la pena alzar la voz al menos una vez.
Para alguien que pensé que era mi salvador
Me haces hacer un montón de trabajo.
La piel áspera de mis manos se está agrietando
Si nuestro amor termina ¿Sería algo malo?
si lo pienso bien, nunca tuve manos de chica de casa, mis manos son ásperas por las tareas que me he visto obligada a hacer, tantas peleas, tanto entrenamiento para saber utilizar armas, tantas cosas que he hecho con ellas...
Todo el día, todos los días,
Terapeuta, madre y criada,
Ninfa, luego virgen,
Enfermera, luego sirvienta,
Sólo un complemento que vive para servirle,
para que nunca mueva un dedo.
24/7 una máquina de bebés
Para que él pueda vivir sus sueños,
No es un acto de amor si la obligas,
Me haces hacer demasiado trabajo.
Me callé cuando el hijo de puta de Antonio me lanzó a la cabeza una de las carpetas de Caesar, el golpe me dolió, sí, pero provocó que los documentos dentro se mancharan con suciedad y se mojaran.
— ¿Eres idiota? ¡Podrían ser importantes!
Tomando la carpeta con rapidez, sacudiéndola, pero ya era tarde, el trabajo se perdió, Caesar que es tan pulcro y ordenado... le va a dar algo cuando lo vea y Antonio me culpará a mí.
— Sigue limpiando, puta.
Me ordenó, y a mí me hirvió la sangre por el tono humillante y despectivo que está ocupando ¿Qué mierda se cree?
Mi autocontrol se cortó igual de rápido que un hilo tensándose hasta el punto de romperse cuando me lanzó a la cabeza la placa de oro con el nombre de Caesar que descansaba sobre su escritorio, esa mierda es tan pesada que me abrió la cabeza, parte de mi sangre escurrió por mi ceja y luego me nubló la vista del ojo izquierdo, goteando hasta el piso.
— Suficiente.
De un brinco me levanté del piso y fui hacia él, no tardé nada en tirar todo lo del escritorio al piso, encaramándome sobre él para golpear con la misma placa en la cabeza al vejete hijo de puta estúpido ese, pero claro, Antonio no se quedó atrás, me quitó la placa y la lanzó al piso, acertándome un puñetazo en la barbilla que me hizo ver estrellitas por unos segundos, ocupándolos para golpearme otra vez, me vi en la obligación de devolver a tientas el golpe, empuñé la mano y golpee con todas mis fuerzas, sin detenerme, sosteniéndolo por la corbata para ahogarlo y golpearlo a la vez, voy a matarlo, definitivamente voy a matarlo.
— Puta maldita ¿Quién te va a salvar ahora? Ni Caesar ni su circulo intimo está aquí, todos estaríamos mejor sin tu presencia.
Jadeó entre golpe y golpe, sujetándome del cuello, estampándome contra el escritorio, robándome el aire de los pulmones, desesperándome ligeramente, está apoyando todo su peso en mí, apenas y puedo moverme, pero ¿Cuándo ha sido impedimento eso para mí? Cómo pude, doblé las piernas las clavé en su ingle para hacerlo para atrás, dándome el espacio suficiente para patearle el estómago y tomar distancia, aun así, no me soltó el cuello, el hijo de puta está decidido a matarme.
No sé cuanto tiempo pasó, sólo sé que mi objetivo es derribarlo y se está haciendo el difícil, no quiere morir, y está decidido a hacer que yo fallezca, estorbo en sus planes.
— Mierda, él tenía razón.
Eché la cabeza hacia atrás, por el borde del escritorio, viendo a Vincenzo correr hacia nosotros, estampando un duro golpe en el rostro de su tío Antonio, aproveché esa oportunidad para usa las piernas y patearlo lo suficientemente fuerte, pero no me soltó, apretó más fuerte para terminar pronto el trabajo, me quedé sin aire y boquee, rasguñándole el rostro mientras Vincenzo hace uso de toda su fuerza para hacer que se aleje de mí, hasta que lo consiguió.
— Pero ¿Qué mierda tienes en la cabeza, Antonio?
Vincenzo está furioso, aún así me jaló rápidamente para sacarme del alcance de su tío, cargándome con un brazo contra su cuerpo, de modo que ambos quedamos de frente para observar al hijo de puta de Antonio, despeinado, con el traje ensangrentado y desordenado, su rostro... bueno, antes era un viejito guapo, ahora es un puto estropajo.
— No necesitaba que nadie me ayudara.
Respondí tosiendo, sujetándome de su brazo para sentir algo de estabilidad, no toco el piso.
— Caesar me llamó, dijo que tu rastreador no dejaba de pitar —Explicó—. Aless estaba muy preocupado cuando le contaron que su linda prometida se metió en problemas, viene para acá, pero yo estaba más cerca.
— Yo sólo quería saber cómo iban los planes de boda, ella se me lanzó encima.
Se excusó Antonio con calma, sabe que tiene el sartén por el mango, él tiene renombre, yo no tengo nada... aún.
— Su rastreador pitó primero que el tuyo, Antonio, la chica será una bestia, pero no ataca sin provocación, recuerda que será una De Santis, Aless le ha estado enseñando unos trucos.
— Acércate a mí de nuevo, y te mato.
Amenacé jadeante, todavía me duele el cuello y me cuesta respirar.
— No si yo puedo matarte primero.
— Hijo de puta.
Patalee para ser soltada, aún así, Vincenzo no cedió ni un poco, me sujetó mejor y abandonó el despacho conmigo a cuestas, subiendo directo a mi habitación, soltándome cuidadoso en el piso justo después de cerrar la puerta con seguro.
— ¿Qué mierda fue lo que pasó?
Exigió saber.
Le conté todo, desde las mucamas pateadoras hasta el encuentro con su tío, todo mientras él se dedica a curar mis heridas.
20 minutos después llegó Aless para fingir ser un prometido preocupado cuando en realidad es mi mejor amigo preocupado por mi seguridad, Santino también vino aquí, vio el desastre, besó mi coronilla y dijo que haría valer su poder cómo Segundo por primera vez para castigar a Antonio, dijo algo de nivel rojo y un brazo roto, creo, porque todo lo que puedo escuchar es el monologo de preocupación de Vitto, analizando mi rostro milimétricamente, obligándome a ir a un centro estético para que no me queden cicatrices en el rostro.
Estuve cuatro horas en ese spa, dormí esas cuatro horas mientras Vitto vigilaba que nadie cometiera ningún acto indebido o amenazante, luego regresamos a casa, fingimos comer en paz a sabiendas de lo ansioso que estaba Caesar por hablar conmigo y abrazarme cómo sé que quería, los detalles probablemente ya se los dieron.
Irina guardó silencio, pero sé que le agrada verme lastimada, yo me siento cómo el culo de un bebé, suave y terso, tan sedada que no siento nada, estoy increíble.
Pero a media noche... cuanto todos dormían, mi hombre cerró la puerta de mi habitación con seguro y se acurrucó conmigo, prometiéndome que cosas como estas no volverán a ocurrir porque su tío tiene ahora los dos brazos rotos por desobedecerlo y pisar esta casa cuando yo esté presente.
Quizá su tío y yo jamás nos llevemos bien, pero eso ya lo veía venir.
No se pueden tener días de paz en esta extraña vida que elegí, estoy más que asumida de ello.
— ¿Te duele mucho? Te dejó el cuello horrible... Lo siento, amor — Acariciando mi cabello, acercándome ligeramente a su cuerpo—. Debí dejar a alguien aquí, debí... —Suspiró—. Nunca pensé que se aparecería en mi ausencia para hacerte daño, lo siento...
Suspiré cerrando los ojos, abrazándolo por la cintura, dejándome mimar, me gusta dejarme mimar por él, es mi momento favorito del día.
— Tu tío me odia, eso no es sorpresa para nadie. Cree que me casaré con Aless, aun así mi existencia resulta un problema para sus planes, lo entiendo, el te crío de una manera casi milimétrica, Caesar, yo no estaba incluida en la ecuación, está asustado de que eches a perder todos sus esfuerzos por mí.
Me hizo para atrás ligeramente para observarme con horror.
— Vincenzo me dijo que casi te mató mientras te asfixiaba ¿Y lo estás defendiendo?
— Defendiendo no —Puntualicé—. Lo odio y ojalá esté sufriendo mucho ahora, pero tú eres su proyecto de vida, entiendo eso, los planes, la perfección, el hecho de que me saque del camino es lo que no comparto y lo que odio.
— Desde ahora, hasta el matrimonio, Aless se quedará contigo cómo tu sombra.
— Aless es tu asesino, yo necesito que alguien te cuide la espalda cuando estés fuera ¿Me entiendes?
— Te entiendo, pero tengo a Vitto y Santino para cuidarme la espalda también, tú te quedas con Aless ¿De acuerdo? Somos un equipo, un frente unido, falta poco para poder hacer ver ese frente unido a los demás.
Asentí acercándome a su cuerpo otra vez, ocultando mi rostro en su pecho, sintiendo sus brazos rodear mi cuerpo.
— ¿Te quedas conmigo hasta que me quede dormida?
Pregunté en volumen bajo, estoy cansada y necesito no dormir sola, algo que no es posible, claro, pero quiero cerrar los ojos y pensar que él se quedará conmigo hasta el amanecer, es todo lo que necesito.
— Por supuesto, Pastelito, me quedaré contigo.
Besando mi coronilla.
Y eso fue todo lo que necesité para relajar mi cuerpo y dormir por fin, aferrada a él mientras sueño con la cuenta regresiva y el día en que por fin pueda decirle al mundo que este hombre maravilloso es mío.
***
CAESAR.
Mañana me caso.
Irina me ha fastidiado todo el día, y ha fastidiado incluso más a Santino quien supuestamente está cuidando que "La boda de sus sueños" se haga realidad, no tiene idea de lo que le espera mañana, en cambio yo, cuento las horas para que llegue el momento, quiero por fin dejar de esconder mi relación, es todo lo que quiero.
— ¡Jefe! Vístase bonito porque vamos a salir.
Abrí los ojos de golpe, tomando asiento en la cama, tomando el arma sobre mi mesa de noche para apuntar al intruso que invadió mi habitación, Santino simplemente palideció, ocultándose tras la puerta, casi le doy tiro, joder.
— Santino, mierda ¿Qué te he dicho? — Guardando el arma de nuevo—. ¿No valoras tu vida ni un poco?
Llevó la mano a su pecho, pareciendo indignado, dejando la "Seguridad" que le brindaba la puerta para observarme mejor.
— Me dueles Caesar, me dueles, casi matas a tu mejor amigo.
Dijo.
— ¿Estuviste bebiendo?
Levantándome de la cama, es media noche, estaba leyendo, casi a punto de ir a la cama.
— Sí, estuvimos bebiendo todos, acabamos de regresar de la despedida de soltera número dos de Natasha, se quedó muerta en el cuarto, ella bebió más que todos nosotros.
Sonriendo inocente.
— ¿Y está respirando?
Pregunté.
— Así es ¿Por quién me tomas? Esa muñequita es como mi hermana, mi responsabilidad — Señalándome—. Y no puedes verla porque es de mala suerte ver a la novia antes de la boda.
— ¿Puedes bajar la voz? — Dije—. Irina puede escucharte, eso sí sería un problema.
— Irina se fue hace horas, Caesar, fue a su despedida de soltera con las chicas de las otras casas. Hace una semana se hizo un chequeo completo para ver qué tan fértil es — comenzando a reír—. Cree que realmente se va a casar contigo — Sujetándose el estómago—. Es tan estúpida.
Negué riendo.
Santino es un imbécil la mayor parte del tiempo.
Ahora lo es el doble.
— Ok, me visto y salgo, no pongas un pie en mi cuarto, no me gusta.
Lo señalé.
— Lo sé, lo sé, por eso vengo a secuestrarte desde el pasillo, rápido, rápido Caesar que nos están esperando.
Cerré la puerta y caminé hacia el walk in closet para prepararme, tomé unos jeans, una camiseta y una chaqueta de cuero, tomé uno de mis relojes, el móvil, la billetera, calzado cómodo y dejé el cuarto, siendo llevado por Santino hacia el exterior antes de poder ir a ver si Natasha efectivamente respiraba.
En ocasiones me asusta que adivine hasta el más mínimo de mis pensamientos, quizá se deba a que hemos pasado prácticamente toda la vida juntos, le debo mucho.
Todos mis perros están esperando, todo el mundo ebrio, riéndose, bromeando e incluyéndome en sus tonterías, supongo que hoy puedo perdonarles las faltas de respeto, después de todo, me organizaron una despedida de soltero cuando no esperaba nada de nadie.
Todo el camino, Santino, Aless y Vitto, que subieron al mismo auto que yo, corearon las canciones de la radio, junto al chofer, que parece bastante alcoholizado también ¿Dónde fueron antes, por qué yo no sabía y qué tan ebrios están?
Son preguntas que no me dejarán dormir.
Bajé del auto con los ojos vendados, Santino me guiaba, todo el mundo partiéndose de la risa, diciendo cosas como "Agache la cabeza" "Levante el pie" o "Deténgase" tarde por supuesto, me golpeé con el marco de la puerta, casi me caí y choqué con una pared, todo eso antes de sentarme en una silla, y la música se hiciera presente.
— ¿Confías en mí, Caesar?
Preguntó mi ebrio amigo.
— Si me lo dices así, claro que no.
Respondí asustado de pronto, odio no tener el control, quiero ver qué sucede a mi alrededor.
— Una lástima, vas a tener que confiar.
Llevó mis brazos a la espalda y me esposó a la silla, la presión en mis tobillos y los tirones que di sin ceder ni un poco me dicen que también inmovilizaron mis pies.
— Santino, me voy a soltar de aquí y te voy a botar todos los dientes.
Forcejeando.
Entonces quitó la venda de mis ojos.
— ¡Dígale adiós a la libertad, Boss! — Dijo el presentador por el micrófono—. Hay un par de personas que quieren enviarle saludos.
El lugar estaba plagado de hombres, donde sea que mirara, sólo hay testosterona, no vi una sola mujer... además de las cuatro chicas que caminan hacia mí con una diminuta tanga... sin brasier, moviendo sus hombros para que esos generosos pechos nada naturales se movieran de un lado hacia el otro.
— Nos encargaremos de hacer que se divierta, Capo — Dijo una de ellas, tomando asiento en mis piernas—. No querrá casarse después de esto.
Miré con pánico a Santino, literal no puedo moverme y tengo una loca por pareja que es capaz de cortarme las bolas cuando me pille desprevenido.
— ¡Natasha dijo que le daba igual si te bailaban porque a ella sí le bailaron, dijo que disfrutaras tu última noche porque después de hoy, te arrancará los ojos si miras a otro lado!
Gritó mi amigo, leyendo mis pensamientos.
Las cuatro mujeres tomaron eso como una abierta invitación, me bailaron demasiado pegado, sus pechos se restregaron por mis brazos, mi espalda, mi pecho y también por mi rostro, ahora entiendo a lo que Natasha se refería con eso de no sentir nada cuando probablemente esos vedettos la manoseaban y le hacían morbosos bailes, estas mujeres podrán ser guapas y podrán estar medio desnudas, pero en mi mente sólo está mi psiquiátrica ninfómana, y mi cuerpo está muy de acuerdo con mi cabeza ahora.
Tengo el pito muerto a pesar de que el culo de estas mujeres lo han rozado en más de una ocasión, sigo teniendo disfunción eréctil por ansiedad, podré dominar cada mafia de cada país, podré tener el mundo en mis manos, pero Natasha es la que me tiene a mí en esas pequeñas manos suyas, eso debería hacerme sentir aterrado.
Movería cielo, mar y tierra por ella.
Para continuar con su show, hicieron strip dance, y baile en el tubo, y podría apostar a que mi chica lo haría mejor, y entre imaginar e imaginar, casi no me percaté cuando una de ellas lamió mi mejilla, y sólo por no hacerla sentir mal, me aguanté la expresión de asco, soy un hombre rehabilitado.
— ¡Chicas! ¡Fase dos!
Gritó Santino.
¿Cuál mierda era su fase dos y qué piensan hacer?
Una de ellas se acercó con una tijera a mí, eso me preocupó, unas tijeras en el cuello fácilmente podrían matarme, estoy inmovilizado y mis hombres ebrios hasta el culo, nadie la detendría.
— ¿Qué piensas hacer, muñeca? — Pregunté—. No me gusta que nada se mueva si no me piden permiso.
La miré.
Esa chica sonrió lentamente, gatuna.
— Pues cortaré esta camiseta — Llevando las tijeras al borde inferior—. La quitaré del camino — Cortando todos los retazos de tela que le molestaban, tirando la prenda al suelo—. Y luego, pensamos dejar un buen par de marcas por aquí y por allá, mientras se queda quietecito.
Miré a Santino.
— Comienza a rezar, porque te voy a dar la paliza de tu vida cuando estés sobrio, para que te duela.
Sonrió inocente, señalando con la cabeza a la chica número uno que desliza su lengua por mi pecho, besó y succionó, dejando una marca.
— ¿Seguro que me vas a dar una paliza, Caesar?
Preguntó.
— Muy seguro.
Respondí, tirando de las esposas otra vez.
La chica numero dos está dejando marcas en mi cuello, Natasha me va a matar.
— No querrás que Natasha no se presente mañana a la boda ¿Cierto? ¿Quién tiene que llevarla? — Rascó su barbilla el muy hijo de puta, jugando conmigo—. Ah, es cierto, yo, entonces no puedo estar herido ¿No crees?
Aless se parte de la risa con la situación, mientras lo rodea por la cintura desde atrás y besa su mejilla, acomodando la barbilla en el hombro del castaño.
— Le ofrecí un trío como despedida de soltera a Natasha — dijo el rubio—. Natasha dijo que era Caesarsexual y a Santino sólo le gusta mi verga — Chasqueó la lengua—. Una pena.
El hijo de puta parece realmente apenado.
— Vuelve a poner a mi mujer y un trío en la misma frase y te vuelo la cabeza sin importarme el tratado.
Respondí, intentando apartarme de las bocas de esas chicas que parecen aspiradoras, si continúan, mi chica va a matarme.
— Te veo muy ocupado para ello, Zar.
Carcajeó.
— ¿Comienzo a preparar el anillo?
Preguntó Vitto.
— ¡Sonríe!
Dijo Santino, levantando el móvil hacia mí, no tuve oportunidad de gritarle que se detuviera, si Natasha ve eso, se acabaron los planes de mi boda perfecta, esa chica es capaz de no llegar.
Soporté la tortura lo mejor que pude, y para cuando terminó el show y Santino me soltó, no tuve tiempo de romperle el cuello cuando me mostró los mensajes de su móvil, es Natasha.
— Dile que lo pase bonito — Arrastrando las palabras, está muy ebria—. Dile que es una despedida de soltero, que no se fresee y que por cada marca que dejaron en su cuerpo, yo dejaré dos, así que dile que me guarde un trozo de piel — Carcajeó—. Buagh... — Una arcada—. Mierda, necesito vomitar...
Intentaré omitir los últimos diez segundos de ese audio en el que se escucha claramente cómo devuelve lo que bebió, esta mujer simplemente no se controla, me necesita.
— ¿Puedes llamarla y preguntarle si está bien? Me da miedo que se ahogue con su vómito — Dije—. No hay nadie en casa de confianza.
Santino no parece estar escuchándome, está hasta el culo de ebrio.
— Carajo, despierta — Apoyando mis manos en sus hombros, zarandeándolo—. ¿Qué mierda bebiste? ¿Qué bebieron todos?
Aless estaba bailando en un tubo, claramente no lo hace bien, pero decía ser Natasha.
Tras nosotros, Vitto arrastra las palabras mientras intenta conseguir un anillo para Natasha ¿Por qué le busca un anillo si todavía no la he cagado? Tienen muy poca confianza en mí estos hijos de puta.
Y bueno... el resto... el resto respira, existe, bebe y se ríe, nada más.
— Bebimos cómo siempre, sí, pero, Brownies, amigo.
Comentó Santino, sacándome del trance.
— Brownies — repetí yo—. ¿Qué tienen que ver los brownies aquí?
Quiero oraciones completas, carajo, explicaciones por este comportamiento irresponsable y estresante.
— Pues que eran brownies mágicos duh — Observándome como si fuera idiota—. Nos comimos dos trozos cada uno — Carcajeó—. Natasha drogada es todo un caso, inténtalo alguna vez.
Palmeó mi espalda y fue a bailarle a Aless, dos segundos después, se estaban enrollando en la plataforma junto al tubo.
Estos... cabrones exhibicionistas...
¿Dónde les consigo una habita...?
— ¡Santino! ¡No te quites la ropa aquí! — Corriendo hacia ellos, están por hacer una escena—. Par de idiotas — Golpeando la cabeza de cada uno—. Al menos follen en el auto, tengan un poco de decencia.
Vine con un montón de críos ¿Me trajeron para cuidarlos? Si hubiese sabido que están ebrios y drogados, no los dejo salir de casa.
— Le quitas lo divertido a la vida.
Dijo Aless, entrecerrando los ojos, cargando a Santino sin dificultad, agarrándole el culo con confianza, mientras Santino me muestra sus dos dedos medios levantados hacia mí, sonriendo burlón.
— ¡Yo sí tendré sexo y tú no!
Sacándome la lengua.
¿Puede ser más infantil?
Terminé suspirando, contando hasta diez para juntar paciencia mientras tomo el móvil, marcando a Natasha, vigilando que ninguno de mis hombres estuviese haciendo alguna estupidez que los pusiera en peligro o se desnudaran como este par de idiotas, debo llevármelos a casa, no están en condiciones de presentarse en público.
— La dama de la mafia al habla — Respondió, arrastrando las palabras—. ¿Cómo lo está pasando mi futuro esposo? ¿Con quién hablo?
Carcajee ronco.
Mañana será nuestra noche de bodas, voy a romperle ese bonito culo por ser tan irresponsable y exponerse de esta manera, comenzaré a pensar en formas interesantes de follármela, le mostraré por qué un hombre de la mafia necesita más de una mujer para satisfacer su libido, ellas no resisten, pero mi chica si lo hace, resiste y me da pelea, es totalmente perfecta.
— Estás hablando con tu dueño, pastelito. Así que drogada eh ¿Muy divertido?
Dije.
Se quedó en silencio un par de minutos.
— Eh, no, lo siento, número equivocado.
Respondió.
— Natasha, estás sola en la casa ¿Y si algo te sucede?
Acomodando mi cabello pulcramente organizado.
— Natasha no se encuentra disponible en estos momentos, usted habla con Tacha, su representante, deje su mensaje después del tono. PIP.
Deslicé mi mano por el rostro, perdiendo la paciencia, A veces olvido que me enamoré de una chiquilla.
— Acumula Natasha, acumula, que no será mi culo el que sufra las consecuencias mañana.
Dije.
— ¿Premio o castigo? — respondió la psiquiátrica—. Que rico, lo estoy esperando con ansias.
Negué, suspirando.
No sé para qué gasto saliva si sé que tengo una ninfómana loca como pareja, está enferma de la cabeza y yo sigo usando el sexo cómo amenaza, no aprendo.
— Nos vemos en la boda, no te mueras hasta entonces.
Dije.
— Tarea difícil, Daddy, el unicornio en la ventana sigue diciendo que lo siga para ir a ver a Peter Pan, él también quiere hacerme una despedida de soltera, le dije tres veces que estamos en un tercer piso, pero dice que sólo hay que seguir el arcoíris y todo estará bien, suena convincente.
Me alarmé.
Natasha tiene cero espíritu de supervivencia, ella no piensa en las consecuencias jamás, sumemos al hecho que está drogada y ebria, es un peligro para ella misma.
— Natasha, cierra esa ventana.
— ¿Y que le corte la cabeza al unicornio? Estás loco, están en peligro de extinción.
Respondió indignada.
— Ok, me cansaste, iré a la casa, vas a terminar matándote, loca de mierda.
Caminando hacia la salida.
— ¡Aquí estás! Natasha querida, este no es tu cuarto ¿Qué haces colgada del marco de la ventana? Oye... oye ven aquí, Natasha no hagas eso...
Vincenzo.
— ¿Qué está pasando? — Pregunté—. Oye idiota ¿Qué sucede?
— Vincenzo, voy a la despedida de soltera que Peter Pan me está organizando y vuelvo ¿Ok? El unicornio dijo que sólo puedo ir yo — Chasqueó la lengua—. Una lástima, tú cuidas la casa, adiós.
— ¡Idiota!
Se escuchó el móvil golpearse un par de veces y luego a mi primo gritando estupideces que no logré entender. Claramente me desesperé y hablé repetidas veces, queriendo saber qué pasa, los segundos corren y nadie me contesta ¿Y si mi mujer se mató?
— Todo bien, la loca no saltó por la ventana — Respondió Vincenzo por fin, jadeante—. Me la llevo a mi casa, no puedes ver a la novia el día anterior, es de mala suerte, y tampoco puedo dejar a esta loca de mierda aquí sola, del pie la sujeté porque se lanzó por la ventana para según ella ir a ver a Peter Pan — Suspiró—. Me aseguraré de que esté viva para mañana.
Suspiré aliviado, la loca está viva.
— Le compraré una camisa de fuerza como regalo de bodas. Gracias por ir por ella, estaba a punto de subir al auto para asegurarme que estuviera bien.
— Me hago cargo de todo, tú sólo disfruta.
Como si eso fuera posible con esta puta compañía. Corté.
Cuatro felices prostitutas siguiéndome toda la noche, buscando sexo que claramente no les di, Vitto vomitó de espaldas en el piso del estacionamiento y tuve que ayudarlo a que no muriera ahogado, mis perros estaban cada vez peor, y cuando le dije a Aless y Santino que al menos follaran en el auto, me refería dentro del auto, porque Aless lo estaba empotrando contra el capot.
A las cuatro de la mañana terminé realmente fastidiado, hice que todo el mundo subiera a los autos, revisé los rastreadores para que nadie se me quedara abajo y los llevé a casa, acostándolos uno por uno, de lado en medio de la entrada, por si vomitaban, y dejé el móvil con sonido para escuchar la alarma de los rastreadores si algo les pasaba.
Son los peores anfitriones de fiestas que he visto, nunca más les digo que sí a una de sus locuras.
***
Me miré al espejo, acomodando los gemelos en mis mangas, arreglándome en el segundo piso del castillo dónde se llevará a cabo la boda, y por primera vez estoy usando una prenda clara, una camisa blanca para que el corbatín resaltara, y por supuesto, mi traje es negro, con un pañuelo rayado en color palo rosa y celeste en la solapa, Santino dijo que las flores que eligió Natasha son de ese color y debemos combinar, todo por la drogadicta, alcohólica, psiquiátrica, adicta a los dulces y orgullosa de mi mujer.
— Caesar, los zapatos ya están lustrados — dijo Aless, acercando el calzado—. Tienes que bajar en diez minutos, los invitados ya llegaron.
— ¿Los Petrova? Son los únicos que me interesan.
Tomando los zapatos, metiendo los pies por las aberturas, atando los cordones.
— Ya llegaron, Alexei se encarga de que su mujer no delate el plan, está muy emocionada.
Sonreí.
Yura es una mujer encantadora, Alexei... Alexei me agrada, y los niños son... pues niños, no puedo decir nada de ellos, son insoportables de manera tolerable, hasta me gustó compartir con ellos.
— ¿Qué hay de Santino y Natasha?
Pregunté, observándome una última vez, estoy listo... y muy nervioso, el plan depende de la aparición de una mocosa de dieciocho años que debe estar aún drogada y ebria... y de un castaño que estaba en condiciones igual de deplorables.
— No hay noticias de ellos, Vincenzo está abajo, dijo que Santino fue por ella en la mañana y se fueron, no supo más. Santino no me contesta, Natasha tiene el móvil apagado.
Hiperventilé.
¿Y si se arrepintió? ¿Y si aprovechó para escapar? Santino sería capaz de ayudarla a huir, él adora a esa mocosa.
— ¿Le estoy pidiendo demasiado?
Miré a Aless.
— ¿A qué te refieres?
— Natasha no quiere nada de esto, ella lo hace por mí ¿Y si... le pido demasiado? Sigo pidiéndole y pidiéndole... no le he dado más que problemas y joyas ¿Y si se arrepintió?
La puerta del cuarto fue abierta de golpe, ahí estaba Irina, bien peinada, con un vestido de novia ajustado y largo, ciñéndose a sus curvas, con una gran cola tras ella, la De Santis es bonita, pero hace mucho dejé de ver a otras mujeres con interés, la belleza de mi rubia loca es la única que aprecio.
— ¡Nada es como lo pedí! ¡Santino es un incompetente! Este lugar no es el que yo quería — Hizo una rabieta—. Los colores no son ¡No son! — Señalando su ramo con rosas azules—. Todo es en colores pastel ¡Me veré horrible! ¡Has algo!
Rodé los ojos.
— Sal de aquí.
Dije.
— Nos esperan abajo.
Debatió.
— ¡Que salgas de aquí!
Grité, clavando el puño en el espejo, rompiéndolo en mil pedazos, ganándome un par de heridas.
— ¡No me iré sin ti! Te casas conmigo hoy, Caesar Marchetti, vas a comenzar a tratarme bien.
Aless apoyó su mano en mi hombro, apretando los labios, resignado.
— No hay salida, amigo, tienes que bajar.
Dijo.
— Pero yo...
— No, ya no es posible, se acabó el tiempo.
Respondió.
Irina me tomó del brazo, arrastrándome escaleras abajo, parando frente a las puertas dobles que nos separaban de los invitados y la ceremonia.
— No quiero casarme contigo.
Admití en voz alta.
— Lo sé, pero es una lástima, tienes que hacerlo.
Empujando las puertas, fingiendo una enorme sonrisa.
Se le da de maravilla fingir.
Al vernos a ambos en la entrada, la marcha nupcial comenzó a sonar, Irina sujetó mi brazo, mirando a las familias reunidas, sujetando muy bien su ramo, y yo, nada de contento con esta mierda, tiré de mi brazo, metí ambas manos a los bolsillos y comencé a caminar, dejándola atrás, cosa que no le gustó mucho, pero se abstuvo de gritar, se sujetó el vestido y trotó para seguirme el ritmo, parando ambos frente al altar.
La tradición dice que debe ser un matrimonio religioso, como si Dios nos tuviera en consideración.
— La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sea con todos ustedes.
Dijo el papa a modo de bienvenida.
— Y con tu espíritu.
Respondieron todos los hipócritas.
— Queridos hermanos: Estamos aquí junto al altar, para que Dios garantice con su gracia vuestra voluntad de contraer Matrimonio ante el ministro de la Iglesia y la comunidad cristiana ahora reunida. Cristo bendice copiosamente vuestro amor conyugal, y él, que os consagró un día con el santo Bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza con un Sacramento peculiar para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del Matrimonio. Por tanto, ante esta asamblea, os pregunto sobre vuestra intención.
Tomó aire.
Este vejestorio que se supone, nos va a casar, podría fallecer en cualquier momento ¿Por qué no va a dormirse una siesta y continuamos más tarde con esto?
— Esposa y Esposo, ¿venís a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?
— Si, venimos libremente.
Contestó Irina.
— ¿Y usted, señor Caesar?
Me miró.
— Claro que no, mierda. Continua.
Rodando los ojos.
El hombre abrió mucho los ojos, y carraspeó.
— ¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del Matrimonio, durante toda la vida?
— Sí, estamos decididos.
Respondió Irina por ambos, el papa ya sabe que no tengo ni la más mínima intención de casarme con esta estúpida.
— Así, pues, ya que queréis contraer santo matrimonio, unid vuestras manos, y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia.
Irina estiró su mano para tomar la mía, una sola mirada bastó para que desistiera ante la idea, y claramente comenzó ella con sus votos, yo preparé los míos, sí, pero no para ella, mis votos son para la mujer que no apareció y me dejó plantado.
— Yo, Irina De Santis — me miró sonriente— Prometo cumplir con el rol que se me ha encomendado, prometo cumplir con las expectativas y darte un heredero lo más pronto posible, prometo serte fiel y respetarte cada uno de los días de mi vida. Prometo ser lo que necesitas y que no seré un estorbo para tus actividades.
— Ahora los votos del novio.
Dijo el papa.
Rodé los ojos, mirando al hombre.
— Yo no digo mentiras.
Respondí.
— Caesar ¿Puedes dejar de ser tan infantil? Tienes que casarte conmigo — Dijo Irina—. Ya di los malditos votos y terminemos con esto, todo el mundo nos está mirando.
Observé a Irina de pies a cabeza, si me caso con ella, voy a volverme loco, no puedo tolerarla por más tiempo ¿Cómo hago para salir de esto?
— Caesar. Los votos.
Presionó la madre de Irina, sentada en primera fila, esperando el momento feliz de su hija.
— Caesar.
Presionó el cabecilla de los De Santis.
— Caesar, ya termina con esto.
Dijo el padre de Santino.
— Lo siento, primo...
Se lamentó Vincenzo.
Abrí la boca a regañadientes, intentando inventar algún maldito voto matrimonial, pero no puedo, no se me viene nada a la cabeza, no con ella, y las manos me comenzaron a sudar, el calor me subió desde los pies hasta la cabeza, no podré salir de esto.
Las puertas dobles fueron golpeadas con fuerza, chocando con las paredes internas de la iglesia, nueve disparos al cielo en el exterior terminando de llamar la atención de los presentes, la mía incluida.
— Ese de ahí es mí prometido — Dijo Natasha, caminando por el pasillo, vestida de novia, hermosa, como siempre—. Ese culo es mío — Le dijo a Irina, tirando la pistola al piso, cargando su M4A1 en vez de un ramo—. Zar ¿Te vienes conmigo por las buenas o te arrastro? — Sonrió de lado—. ¿Pensaste que dejaría que te me escaparas?
Apoyando el arma en su hombro.
— Creí que me habías dejado plantado — Casi me tembló la voz, casi—. Pensé que te habías arrepentido.
Santino apareció segundos después, guiñándome un ojo.
Hijo de puta, me la jugó.
— Te amo ¿por qué iba a dejarte aq...?
— ¡Fuera! — Gritó Irina, interrumpiéndola, perdiendo los papeles—. Zorra de mierda, lo sabía ¡Sabía que querías lo que era mío!
— ¿Tuyo? — Carcajeó—. Nos reímos en tu cara por meses, él siempre fue mío.
Dijo mi chica, sonriendo superior.
— ¡Vete de aquí, es mi boda!
Debatió la De Santis.
— Hazte un favor, y deja de humillarte. Si Caesar se tiene que casar, será conmigo.
Natasha tomó el arma, cargó y le disparó sin titubear, Irina la miró con pánico, llevando las manos a la zona herida, cayendo al piso en cosa de segundos.
Todo el mundo soltó una exclamación, conmocionados, Natasha se volteó lentamente para mirarlos.
— ¿Qué? Sólo está dormida, no sean exagerados, fue un dardo tranquilizante... de elefante — Carcajeó—. Que vengan los padres de esta rata asquerosa — Moviendo la cabeza de Irina con el pie—. Porque vine a casarme con mi hombre, y el primero que me dé problemas, se irá con un bonito regalo — Cargando otra vez—. Aquí hay dardos tranquilizantes y balas, ruleta rusa amigos ¿Alguien quiere arriesgarse?
Esta loca de mierda tiene a todos con los pelos de punta.
¿Cómo no voy a amarla? Haciendo entradas de este tipo.
Los De Santis no tuvieron más remedio que arrastrar a su hija fuera del altar, revisando que estuviese bien, respirando, aguantándose las ganas de decir un par de cosas que de seguro pondrá en peligro su propia integridad.
— Padre — Mirando al hombre en el altar que no entiende nada—. Ahora sí que voy a dar mis votos — Dije—. Llegó mi prometida, Irina sólo le estaba calentando el lugar, a mi mujer no le gusta el frío.
Tomando la mano de mi chica, depositando un beso sobre el dorso de esta.
— No puedes casarte con ella, no es de ninguna de las cuatro casas.
Debatió el cabecilla de los De Santis, interrumpiendo la ceremonia que quiero comenzar, pero ya.
— Sí puedo — Respondí—. Si se casa conmigo, pasará a ser de la familia Marchetti, por lo tanto, no quebrantaré ninguna regla, y en cuanto a los hijos, por si quieren interrumpirme otra vez, los tendremos, así que cayese, siéntese y deje de joder, porque mi mujer no es una persona dotada de paciencia y aún no pertenece a ninguna de las casas, por lo que puede disparar todo el cartucho hasta dar con las balas y matarlo.
El hombre tragó grueso, mirando a su hija en el piso, tomando asiento lentamente.
— Así me gusta — Dijo Natasha—. Comience a hacerse la idea que la dama de la mafia soy yo, y el próximo que interrumpa la ceremonia — Alzando la voz—. Jugará a la ruleta rusa conmigo.
Sujetando su metralleta favorita.
— Psiquiátrica de mierda — Comenté—. Creo que acabo de enamorarme un poco más de ti.
Dije.
— Lo sé, Zar, lo sé, soy increíble. Ahora comienza con tus votos, tengo unos maravillosos para ti.
Gruñí excitado, girando lo suficiente para quedar frente a ella, tomando sus manos pequeñas y delicadas, repasando su cuerpo y su elección de vestimenta, se ve preciosa, ese vestido la hace ver perfecta, su cabello, su maquillaje, su postura segura, la forma en la que su arma favorita cuelga de su hombro... ni siquiera se ve cómo una persona que casi se murió por irresponsable la noche anterior.
Necesito casarme con esta mujer antes que alguien más crea tener derecho a interrumpirnos.
— Yo... Caesar Marchetti...
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