Capítulo 34


NATASHA.

Con la llegada de Irina a la casa, y el constante choque que existe entre nosotras, Caesar optó por dejarme guiar misiones por mi cuenta, francotiradora, sicaria, en ocasiones una distracción para que volaran el lugar, y últimamente he estado viajando para visitar a otros lideres, esta vez, conocí al de México, china y Alemania, el Zar quiere que conozcan a la dama de la mafia, por lo que me envía con un grupo de hombres como escoltas para presentarme y demostrarles que a pesar de ser mujer, soy mejor que muchos de sus hombres, y se los demostraba sacándolos de problemas o deshaciéndome de la piedra de tope que tenían para continuar con sus labores, ganándome sus respetos y su voto al momento de darle el "Sí" a mi hombre.

Admito que fue un gran detalle por parte de Caesar moverse tan rápido con mis presentaciones cuando aún quedan unas semanas para mi mayoría de edad, cinco semanas exactas para la boda, todo el mundo está vuelto loco, específicamente locos por la perra estresante de Irina.

Esa voz irritante, sus aires de grandeza y el creerse la dueña de MI casa y MI hombre...

Si no fuera por Aless que prácticamente se hizo mi sombra para que no tocara a su prima y arruinara el plan, esa perra estaría cortada en pedacitos muy pequeños, nadando en el lago Di Bolsena.

— Natasha ¿Podrías por favor prestarme atención? Necesito que me acompañes a la casa de la novia, tienes cinco semanas y no has elegido tu vestido, yo ya elegí lo que voy a ocupar.

Irrumpió Aless al gimnasio dónde estoy entrenando, acercándose a pesar de el gruñido que le propiné, las mucamas siempre me siguen de cerca, Aless debió verlas y por eso se incluye en la ecuación, últimamente no tengo privacidad ni para ir al baño, y si tengo que darle información a Caesar sobre las misiones que realizo, siempre voy seguida de una de las mucamas que me escoltan a su despacho, odio eso, odio que tengamos apenas unas horas en la noche para vernos, y a veces ni eso, porque el trabajo lo supera.

Hay personas que se oponen a él y sus decisiones, personas mayores, los más mayores que lo cuestionan, quiero destruirlos a todos, pero no me lo permiten carajo, odio que me tengan de manos atadas a la espalda, no quiero ser un títere, no quiero quedarme quieta viendo cómo Caesar se agobia más y más, pero actuar significaría afectarlo todavía más, no sé qué hacer por él, no puedo hacer más que esperar.

— Estoy muy ocupada, saben mis medidas, sólo elijan el que quieran y me lo pondré.

Pateando el saco de box, entrenando mis piernas, intercalándolo con los puños para liberar frustraciones o terminaré explotando, enviaré el plan a la mierda, sacaré a Tacha y mataré hasta el ultimo alma en esta casa, nadie me ha visto enojada y es mejor que no conozcan esa faceta de mí, suelo perder el control, Mijail odiaba cuando sucedía porque pasaban semanas limpiando los rastros de sangre de las paredes y las alfombras de su casa.

Volviendo al tema del entrenamiento...

Últimamente he ganado musculo y fuerza, ya no tengo bracitos de niña desnutrida, tampoco se me notan las costillas y mucho menos tengo el rostro hundido, me veo bien, me alimento y me ejercito como es debido, encontrando el equilibrio.

Por fin puedo decir que me veo al espejo y no veo a la yo de hace un año que no tenía interés en aferrarse a la vida. Ahora tengo propósitos, tengo personas que me quieren y que quiero, tengo una familia, tengo todo lo que soñé cuando era una niña, todo sería perfecto de no ser por la perra De Santis.

— ¿Me puedes decir por qué no quieres ir a elegir un vestido? Parecías muy emocionada hace unas semanas.

Apoyándose en la pared de manos cruzadas, observándome patear el saco de box con fuerza.

— Sí, pero hace unas semanas no había una hija de puta restregándome en el rostro todos los días con quien se va a casar y los cambios que hará en la casa cuando sea legalmente la señora, y que uno de ellos será echarme a patadas porque no valgo más que un perro.

Pateando el saco otra vez, con tanta fuerza que la pierna se me resintió, maldita sea, me quedará un feo moretón.

— Pero sabes que no se va a casar con el Boss — Rodando los ojos, contestando luego de cerrar la puerta—. Ya por favor deja las pataletas y vamos, Santino está esperando en el auto, dijo que esta vez no aceptará un no por respuesta.

— No quiero, porque lo que están planeando no es mi boda — Secando el sudor de mi frente—. El salón no lo elegí yo, se está haciendo la decoración en azul y yo quería dorado — Mirando a Aless—. La luna de miel, yo la quería en Hawái porque nunca he ido ahí, y ella compró pasajes para las Islas Maldivas, los invitados ¿Has pensado que mi familia tendrá prácticamente que esconderse? La cena, yo quería algo tradicional italiano, algún tipo de pasta, pero ella eligió un menú exótico de Líbano ¿Quieres que siga o es suficiente?

Entristeciéndome, nada es cómo yo imaginaba ¿Cómo me voy a casar así? Elegir el vestido sería estúpido cuando alguien ya eligió todo lo demás.

— Ratita insaciable — Acarició mi cabello—. ¿Puedes sólo seguirme y dejar de hacer pataletas? Si nos hubieses acompañado desde antes, sabrías como se están manejando las cosas, tú sabes que Santino es el que debe, lamentablemente, cumplirle los caprichos a la falsa prometida, pero eso no quiere decir que realmente lo esté haciendo.

— ¿Qué quieres decir con eso?

Pregunté.

— Ve a bañarte y te cuento, tienes diez minutos, ratita.

Fruncí el ceño, pero de todas maneras subí a mi cuarto a regañadientes, me bañé, tomé un vestido, zapatillas y bajé otra vez, sujetando mi bolso, caminando hacia la salida a paso rápido.

— ¿Dónde crees que vas? Tienes que pedirme permiso, perro.

Rodé los ojos.

Irina aparece en cada lugar que piso, es irritante, como si estuviera siguiéndome el paso, cómo si les pidiera a las mucamas que le cuenten todo lo que digo y hago, le gusta torturarme psicológicamente, sabe que no me dejarán matarla y lo usa a su favor.

— No soy tu perro, soy el perro del Zar, es a él a quien le rindo cuentas.

Caminando directo a la salida, dónde Aless espera recargado en la puerta del copiloto, fumando relajado, sin saber que me voy a cargar a su prima si continúa hablándome.

— No me des la espalda — Tirando de mi brazo para detenerme—. ¿Quién mierda te crees? Me tiene aburrida tu actitud indiferente, tú me debes obediencia, soy tu señora.

Me tomó tan desprevenida su tirón y sus palabras, que no lo vi venir, en un pestañeo, la mejilla ya me ardía por la bofetada que me dio, ese golpe reverberó por todo el cuarto, llamando la atención de todo quién estuviera cerca, incluido su primo el ingenuo.

— Ay mierda.

Escuché decir a Aless desde el exterior, tirando el cigarro al piso, comenzando a caminar hacia nosotras.

— Tú te lo buscaste.

Cerré mi mano en puño, dándole de lleno en el rostro, sonriendo de satisfacción por haber sido más rápida que Aless en esta ocasión, riéndome a pesar que me tomó por la cintura, me subió a su hombro, alejándome de su prima tirada en el piso, llorando, mientras soy sacada de la casa y me lanzan dentro del auto en la parte trasera sin dejar de reírme por Irina quien llora y patalea en el piso, pidiéndole a alguien, cualquiera, que me lo hagan pagar.

¿Quién lo va a hacer? Los perros me rinden respeto a mí y las mucamas no son nada.

— Muñequita, ese fue un buen derechazo.

Me felicitó Santino.

— Y le hubiera dado otro si Aless no me hubiese arrastrado fuera de ahí — Sentándome bien, bajándome el ajustado vestido—. No puedo vivir en el mismo techo que ella, he decidido que le pediré a...

— Alto ahí — Santino me cortó, cubriéndome la boca con su mano—. Necesito que confirmes los preparativos, hoy debo cerrar los tratos, es el último plazo y la novia no me está ayudando en nada ¿Cuántas veces he mandado a Aless por ti?

Me regañó, quitando su mano al verme rodar los ojos y resignarme a escucharlo.

— ¿Cuándo van a confirmar su relación?

Mirando de reojo las golosinas ordenadas y categorizadas por tipo en las repisas de las paredes de la limusina en la que viajamos, Santino ordenó que pongan dulces en cada auto en el que viajo para aplacar mi mal humor, últimamente siempre estoy de malas y esto suele ayudar. No dudé en estirarme y tomar el frasco de mini chocolates para calmar la ansiedad y las ganas de lanzarme por la ventana para terminar lo que comencé con Irina.

— E-eso no tiene nada que ver con esto — Explicó Santino, extendiendo su tableta hacia mí—. Sólo revisa mi presentación en Canva y dime si está todo correcto, me he encargado diligentemente de tu boda para que sea algo que te guste recordar.

Tomé la tableta para darle en el gusto o no se va a callar, evitando rodar los ojos o el maldito me golpeará en la cabeza, y así, comencé a revisar.

Invitados: Mis padres irán en representación del líder de la Bratva, con quien Caesar tiene mayor cercanía. Esa es la excusa de su presencia ahí. Perfecto.

Lugar: Castello di Nipozzano.

— ¿Un castillo? ¿Vamos a casarnos en un castillo?

Chillé emocionada, saltando del gusto, viendo las hermosas imágenes del lugar, es de todo mi tipo, muchos pisos, bonitos paisajes, ventanales gigantes ¡Es cómo el castillo de Disney!

— Caesar dijo que hablas dormida, y que querías casarte en un castillo, ese es muy bonito ¿Te gusta? Busqué por semanas el perfecto.

— Me encanta...

— Que bien, pasé muchas horas buscando el castillo perfecto. La principessa di casa Marchetti merita niente di meno che un castello.

<<La princesa de la casa Marchetti no merece menos que un castillo>>.

— ¿Te he dicho que te amo, Santino?

— No, pero dímelo más seguido, mocosa — Viéndolo sonreír por el retrovisor—. Díselo más seguido a Caesar también, es un alma en pena. Le has cerrado la puerta de tu habitación con llave por cuarta noche consecutiva, entiende que él no es culpable de que Irina te joda todo el tiempo, o que se pasee por el pasillo para evitar que salgas, o que ordene a las mucamas ponerle sal a tu café, o...

— Ya entendí tu punto, continua y no respondo.

Advertí.

— Entonces ¿Qué pasa? No estoy entendiendo.

Acomodándose en el asiento, observándome con tristeza.

— Sé que no es culpable, pero cada vez que lo veo recuerdo el compromiso y a esa perra y... no puedo. Además, nunca le he dicho te amo, sería raro comenzar a hacerlo de un momento a otro.

Frenó de golpe, ganándose un par de insultos y bocinazos de los autos tras nosotros.

— ¿No se lo has dicho? ¿Cómo es que se van a casar y aún no se lo has dicho?

Preguntó mi amigo, volteando el rostro, observándome como si fuera la mayor locura que he cometido en la vida.

— Bueno... le he dicho que lo quiero muchas veces, pero no le he dicho que lo amo, no sé por qué, supongo que no se ha presentado la oportunidad, últimamente apenas y nos vemos —Puntualicé—. Y sabes que, si no fuera estrictamente necesario, no me casaría, soy muy joven para casarme.

Aclaré llenándome la boca de chocolate, viendo al rubio y al castañito con confusión ¿Por qué me miran así? ¿Dije algo extraño otra vez?

— ¿No quieres casarte con el Boss?

Preguntó el rubio con sorpresa.

— No dije eso, dije que no me casaría si no fuera necesario, Caesar y yo podríamos salir como todas las personas normales, pero sé que él no es una persona normal y que su familia tiene un montón de reglas y tradiciones, y si esto es lo que tengo que hacer, que así sea.

Encogiéndome de hombros.

— Por obligación.

Concluyó Santino.

— Pues sí. ¿Tú te casarías con alguien que conoces hace poco menos de un año, viéndote obligada a parir a sus hijos porque así lo demanda su familia apenas haber cumplido los dieciocho?

Aless rascó su nuca, mirando a Santino con rostro de "Tiene razón en cierta parte".

— Parecían muy felices antes, cuando Caesar te pidió matrimonio y dijiste que sí.

Santino no parece comprender lo que yo quiero en realidad, eso o yo soy muy mala expresándome.

— Y estaba feliz de que él decidiera elegirme a mí, que no soy nada, antes de una buena candidata de las casas, candidatas con las que no tendría ningún problema, estaba feliz de que alguien me eligiera a mí por sobre todas las cosas por una vez. Y claramente dije que sí porque lo quiero, porque no quiero entregárselo a nadie más.

Asintió con expresión triste, estirándose para acariciar mi mejilla, frunciendo el ceño antes de tomar un pañuelo y límpiame la boca sucia con chocolate.

— Sí... supongo que hemos puesto demasiada presión sobre tus hombros. En ocasiones olvido que eres una mocosa, tu actitud no va nada con la edad que tienes, pareces tan madura, tan... adulta.

Y suena culpable ¿Por qué? Todos vivimos lo que toca vivir, no es cómo si pudiera recuperar lo perdido, esos años... mis diecisiete años jamás los voy a recuperar, esa mierda de vida es algo que no puedo volver a vivir.

— Bueno, hagamos algo — dijo Aless— Tú tienes a sus hijos y nosotros contratamos niñeras, así todos felices y tú te desligas de eso.

— Me gusta el plan, no quiero ser mamá de nadie — Volviendo la atención a la tableta—. Con mucha suerte he aprendido a cuidar de mí misma, no me creo capaz de cuidar de otro ser vivo tan pequeño que dependa de mí para todo. No soy como mi mamá Yura, no tengo ese instinto maternal, soy muy brusca, podría lastimarlo sin querer y no quiero eso, no quiero dañar algo tan frágil e importante.

Hablando hasta por los codos mientras continúo revisando la presentación de Santino, los colores siguen siendo blancos y dorados, la luna de miel está programada para Hawái, la comida será italiana, y servirán el vino dulce que me gusta... la planificación sigue siendo según mis gustos, a Irina no la han considerado en nada, todo es cómo yo pedí.

— Arreglaremos las cosas en el camino ¿De acuerdo? — Dijo Santino—. Cuando te cases con Caesar, estaremos bajo tu mando, lo que pidas se te dará, lo que ordenes, se hará, te prometo que las cosas serán más sencillas que ahora.

No quise responder, yo soy una mujer de hechos, no de palabras. Esto es ver para creer.

Santino tomó mi silencio como respuesta y arrancó nuevamente, incorporándose al tráfico, subiendo el volumen a la radio para no hacer del trayecto algo incómodo, y de reojo, vi como Aless le acaricia la mano que sostiene la palanca de cambio para darle apoyo.

¿Cuándo será el día que reconozcan lo que sienten el uno por el otro? ¿Se darán cuenta siquiera que ellos dos en realidad se quieren?

***

Tal y como Aless dijo, nos detuvimos frente a una tienda gigante de vestidos de novia, bajé del auto y fuimos llevados a un apartado que lleva días reservado, Santino nunca perdió la esperanza de que quisiera venir, y como los días pasaban, la fecha se acercaba, compró tres vestidos que siguen guardados aquí, vestidos que él creyó que me gustarían, sólo debo probármelos, elegir el que más me guste y ellos harán las modificaciones, Santino vendrá por él después.

Tomé asiento en el fino sofá largo, rojo, recibiendo la copa de champagne que me ofrecieron, observando las tres opciones frente a mí, frunciendo el ceño al ver a Aless quitarme la copa antes de poder llevármela a los labios, bebiendo un sorbo, saboreó y asintió antes de entregármela otra vez.

— Es seguro, puede beber, mi dama.

Contestó guiñándome un ojo, parándose tras de mí con las manos a la espalda, cómo si fuese uno más de mis escoltas, que tontería.

Y eso de comprobar si las cosas tienen veneno... joder... De Santis y su fascinación por el peligro.

Decidí ignorar su locura y dedicarme a mirar los vestidos que trajeron para mí, el primero, de encaje brillante hasta la cintura, bonitas flores blancas adornan el corsé, un escote pronunciado en forma de corazón que levantará mi busto, y luego una pomposa falda amplia con brillos plateados al final, es un bonito vestido, pero parece vestido de quinceañera, no termina por convencerme.

El segundo, un escote recatado en el frente, apenas un pequeño triangulo que ocultará mi pecho, me hará mala forma de seguro, mangas largas hasta los codos, espalda descubierta, y la falda prácticamente pegada a mi silueta, cuatro capas de tela de encaje sin diseño y una enorme cola. No. Definitivamente no es mi estilo, es demasiado tradicional, ni ebria, drogada u obligada lo usaría.

El tercer vestido fue amor a primera vista, sin hombros, con un escote en forma de corazón que sin duda me hará unos pechos de infarto, el corsé ajustado de encaje con pequeños diamantes brillantes formando minúsculas flores, dos retazos de tela, uno sobre cada brazo simulando las mangas que no tenía con flores rosa pastel y blanco adornándolos, luego está la falda, capas y capas de encaje, la ultima con flores rosa, lila, blanco, crema, todos colores pastel en el extremo inferior, es el vestido perfecto, es justo así cómo quiero verme el día que debe ser el más feliz de mi vida.

— Quiero probarme ese — señalé—. Es totalmente mi estilo, quiero ese, Santino, quiero ese ¿Puedo probármelo?

Definitivamente es algo que yo me pondría, Santino me conoce bien.

— Mi dama, usted puede hacer lo que desee — Contestó el castañito con demasiada formalidad, mirando a las dependientas—. Prepárenlo para la señorita.

Ordenando siempre manteniendo sus modales ¿Cómo lo hace?

— Por supuesto — Respondió quien las encabeza—. ¿Es para tu hermana mayor? Deben tener la misma complexión, también debe confiar mucho en ti para que elijas el vestido del día más importante de su vida.

Fruncí el ceño, apretando la quijada, no es necesario que ella también me recuerde la edad que tengo, mi cabeza ya hace ese trabajo las 24 horas del día, criticándome y criticándome por mi falta de juicio.

— Mucho cuidado por cómo le hablas a la dama de la mafia — Contestó Santino, dando un paso hacia ellas—. Esta persona es la mujer del capo —Señalándome—. ¿Quieres que tu tienda sea reducida a cenizas?

La mujer palideció.

— ¿L-la mujer del señor Caesar Marchetti?

Preguntó temerosa.

— Así es, así que cuida mejor tus palabras — Amenazó mi amigo—. Prepara ese vestido para que se lo pruebe e intenta mantener la boca cerrada, ella prefiere el silencio a las platicas sin sentido que la hacen sentir incómoda.

— P-por supuesto, lo siento mucho, lo lamento señorita — se disculpó la mujer, mirándome—. Acompáñeme por aquí por favor, le ayudaré a probarse el vestido, vamos a ajustarlo para usted, quedará perfecto.

— Está perdonada, la sigo.

Poniéndome de pie, mirando por encima del hombro a Aless y Santino de pie con los brazos cruzados y expresión seria, observando todo el lugar, encargándose que me traten con el debido respeto que aún no me merezco, no soy nada todavía ¿Qué tanto cambiarán las cosas cuando me case?

Tal y como dijo la mujer, me ayudó a probarme el vestido, le puso unos grandes sujetadores de tela en la espalda para simular el tamaño que yo necesitaría, le hizo un par de dobles a la falda para no arrastrara, me tomó el cabello y acomodó un velo para hacerme una idea más o menos de cómo iría el asunto, saliendo del probador, subiendo a la plataforma circular para mirarme de todos los ángulos posibles en los espejos.

— ¿Y bien? ¿Qué dicen?

Mirando a mis amigos sentados muy cerca en el sofá, bebiendo de sus copas de champán, Aless mantiene el brazo apoyado en el respaldo justo sobre los hombros del castañito, insisto ¿Cuándo van a admitir que se gustan?

— Ese es el vestido, muñequita, ese es TÚ vestido.

Aplaudió Santino justo después de abandonar su copa en la mesa de cristal frente a él, asintiendo.

— Ratoncita, llévate ese, te hace una figura increíble, el Zar va a perder la cabeza cuando te vea.

Contestó Aless con su característica sinceridad, sonriéndome amplio.

— Llevaré este entonces — miré a la mujer—. ¿Zapatos? Me gustaría mantener el color sutil de las flores, si tuviera algo de ese color.

— Por supuesto, los traeré enseguida. Y para el velo ¿Qué le parece una corona? Nadie esperará menos de la dama de la mafia.

Respondió, aún con manos temblorosas, asustada de hacer un comentario erróneo y su vida termine dentro de los próximos minutos.

— Me gusta la idea, muchas gracias por la asesoría.

— No es nada. Le traeré los modelos que tenemos.

Me decidí por unos altos tacones con flores de encaje e incrustación de diamantes por aquí y por allá, también una corona grande de al menos unos diez centímetros de alto, si voy a aparecer de sorpresa, voy a hacerlo en grande.

No puedo esperar para ver la cara de Irina cuando me vea ahí.

***

El día fue horriblemente agotador. Luego de elegir el vestido, fuimos a seleccionar las flores para adornar el lugar, también mi ramo, me obligaron a comprar lencería para la noche de bodas y la liga para el muslo, después de todo eso y una misera pausa para comer, me dejaron volver a casa.

Crucé la puerta contenta, dispuesta a fingir que tengo cosas de trabajo que contar al Zar para quedarnos a solas en su despacho y contarle que elegí el vestido más bonito que he visto en mi vida. Las ganas se desvanecieron de pronto al ver a Irina colgada del brazo de mi hombre, llamándolo "Bebé" mientras le cuenta tonterías, sonriéndole amplia, mientras este intenta hacer que lo suelte, pero ella vuelve a sujetarlo y acariciarlo, eso me enferma, joder, lo odio.

El peso de mi mirada pareció llamarlo, levantó la cabeza quedando en silencio, estático, al verme de pie en medio del pasillo con Aless y Santino sujetando las bolsas de compras a mis espaldas.

— Natasha, tienes que entenderlo, es que él no puede hacer nada.

Mencionó Santino, ayudando a su amigo o evitando que yo cometa homicidio, probablemente lo segundo, a intentado de todo para que Irina siga respirando.

— ¿Y quién me entiende a mí? —Volteando a mirarlo—. Hoy no voy a cenar. Permiso.

Me apresuré a ir hacia las escaleras subiendo las escaleras rápido, luego comencé a trotar, después... corrí para encerrarme en mi habitación, echando el pestillo, sentándome en el suelo frente a la puerta, sujetándome la cabeza entre las piernas para respirar profundo y tranquilizarme antes de hacer algo de lo que me arrepienta.

Ni siquiera lo pensé cuando tomé el móvil y marqué a mamá, ella se casó con un mafioso, debió ser difícil para ella también ¿Quién me entenderá mejor? ¿Quién más se pondrá de mi lado? Necesito que alguien se ponga en mis zapatos y me ayude a entender el desorden en mi cabeza.

— ¿Tesoro?

Contestó al segundo tono, agitada, dos segundos después la música se detuvo, debe estar bailando, le encanta bailar.

— Mamá ¿Estás muy ocupada?

— Cariño ¿Pasa algo? No te escuchas bien.

Solté aire, temblorosa, la rabia y la frustración me recorren, quiero deshacerme de Irina y no puedo, carajo, odio las reglas.

— Mamá... ¿Fue difícil decidir quedarte con papá?

— ¿Discutiste con Caesar, cariño?

— Es que Irina, mamá... Esa... Maldita está pegada a él todo el tiempo, le pone apodos cariñosos, las mucamas la respaldan y siguen todos sus caprichos, yo apenas y puedo respirar aquí, es sofocante, además, los planes de su boda son todo lo que escucho — Ahogándome mientras escupo todas esas palabras y los ojos se me llenan de lágrimas—. Más temprano esa perra me pegó, pude darle un solo puñetazo y me arrastraron lejos de ella, no puedo matarla, no puedo ponerle ni una sola mano encima o las casas van a querer borrarme del mapa, yo no sé portarme bien, no sé si pueda contenerme, y no quiero hacerlo, estoy cansada.

Secándome los ojos con rabia, pateando los zapatos lejos, lanzando el bolso al otro lado de la habitación, haciendo una pataleta. Cómo me gustaría que Yura estuviera aquí y me diera uno de sus abrazos reconfortantes... quiero a mi mamá...

— ¿Se hará más fácil con el tiempo? ¿Me aceptarán o van a rechazarme toda la vida? Me da tanto miedo que Caesar decida irse por el camino seguro y fácil que ni siquiera le he dicho que lo amo cuando en realidad lo hago, te juro que lo amo, mamá, siento que me ahogo cada vez que no lo tengo conmigo, siento... siento que él es lo que me hace falta para que mis días sean felices... ya ni siquiera disfruto comer, con lo que me gusta llenarme la panza con dulces y es que apenas y lo veo, se me retuercen las tripas de los nervios al pensar que está con ella. No podemos hablar de día, de noche a veces tenemos suerte y podemos compartir algunas horas antes que el personal se levante... estoy tan cansada de todo, mamá...

Me veo tentada a ir a Rusia al menos un día, al menos unas horas para que mamá y papá me digan que todo estará bien y que no será siempre así, es todo lo que necesito, que alguien se ponga de mi parte, que me entiendan.

— Mi bebé... — Dijo meloso y yo terminé llorando más—. Haber... ¿Cómo lo explicó? No es que se haga más fácil con el tiempo, es que tú aprendes a abrirte camino en su mundo. Hasta ahora has estado acostumbrada a un estilo de vida que ni se topaba con el suyo, ahora ambos caminos están intentando buscar el equilibrio para entrelazarse y subsistir, y no creas que te pasa sólo a ti, Alexei y yo... fue difícil, fueron años antes de poder estar juntos y en paz, yo tuve que pasar por mucho antes de convertirme en lo que soy ahora, es un proceso, mi amor, un proceso difícil, pero no tienes que pasar por esto sola, tú no estás sola.

— Claro que estoy sola, Aless, Vitto y Santino siempre le serán leales a él ¿Quién me apoya a mí, mamá? Nadie, estoy sola en esta casa, toda gira en torno a esa puta maldita de Irina.

— ¿Sabes quién está de tu lado allá, mi amor?

— ¿Quién?

— Caesar. está pasando por lo mismo que tú, tesoro, tiene que aguantar a esa maldita, no puede verte, no puede tocarte, y Alexei confirmó bien que tu prometido realmente te ama, es difícil para ambos ¿Por qué no buscas apoyo en él? Están viviendo lo mismo, siempre vigilados, aislados, obligados a hacer cosas que no desean...

Suspiré temblorosa, quitándome el cabello del rostro, ahogándome en mi llanto, mirando mi habitación, odio estar sola, odio tener tiempo para que mi cabeza piense en cómo autosabotearme.

— ¿Y si le digo que lo amo y luego me dice que no siente lo mismo?

— ¿Qué no te ama? —Carcajeó—. Planeó toda esta artimaña para darte tiempo de cumplir la mayoría de edad, estuvo dispuesto a dejar su rango y su poder, por ti, y sí, mi niña, Santino me cuenta todos los chismes jugosos, así que lo sé todo ¿Y me dices que no sabes si te ama? Ese hombre está loco por ti, apóyense, escúchense, ámense, comuníquense Natasha, por el diablo, aislarte no te ayudará en nada ¿Quieres que viajemos allá para estar contigo?

Sequé mis lagrimas y sonreí temblorosa, eso es justo lo que necesitaba escuchar, confirmación, yo necesito esa confirmación para seguir adelante.

— Estaré bien mamá, pero gracias, yo necesitaba... necesitaba hablar contigo.

— Cuando tú quieras, Natasha, cuando me necesites, no importa la hora, llámame, para eso está la familia, para apoyarse.

Hasta ahora no entendí lo que ellos mencionaron cuando nos despedimos en Rusia, ellos dijeron siempre, dijeron que no importa cuando y fue verdad. Ahora me doy cuenta que la esperanza, la confianza, el amor, no son ningún invento, son reales, tengo familia, y puedo siempre contar con ellos.

Me despedí de mamá ya más tranquila, apoyando la cabeza en la puerta, respirando profundo para tranquilizarme y dejar de llorar. Una hora después, me levanté del piso, fui hasta el guardarropa por mi pijama regresé para quitar el seguro de la puerta, metiéndome en la cama, esperando.

Mamá tiene razón, sólo somos él y yo, encerrarme en mis propios lamentos no nos ayudará nada.

Disfruté de un par de paginas del nuevo libro que estoy leyendo cuando tres toques resonaron por la habitación, luego la chapa se movió y la figura de Caesar apareció en mi visual, dando dos pasos dentro antes de cerrar tras su espalda.

El reloj marca la medianoche, estamos solos.

— No está cerrado hoy...

Comentó a modo de saludo.

— ¿Todos se fueron a la cama ya?

Pregunté, colocando el marcapáginas en el lugar que quedé, cerrando el libro, acomodándome bien para prestarle atención.

— Sí, ya todos están durmiendo.

Acercándose lentamente, quedando a una considerable distancia de la cama en caso de que yo no lo quiera aquí. Quizá la idea de que haya olvidado poner seguro a la puerta ronde por su cabeza.

— Hoy fui a elegir mi vestido de bodas — Le conté—. Y también autoricé los detalles de la ceremonia, elegí las flores, entre otras cosas.

Cruzando las piernas, poniéndome cómoda, palmeando la cama a mi lado para que tome asiento.

— Santino me contó que Aless y él hablaron contigo hoy... me dijo lo agobiada que te sientes con esto.

Suena culpable.

No se movió ni un centímetro de su posición, está tan tenso que se le marca hasta el último musculo visible.

— Bueno... sí, estas semanas me han pasado la cuenta, Santino me impidió comentarle lo que había decidido, me cortó antes de que terminara la frase, iba a decirle que quería ir a vivir con Vincenzo hasta la boda. Irina... verla a ella aquí, creyéndose la dueña de todo, de ti, tocándote y humillándome cada vez que tiene oportunidad...

Se acercó a grandes zancadas, tomando asiento y estirando sus manos hasta tomar las mías, trazando círculos en estas, relamiendo sus labios en repetidas ocasiones, tragando grueso, el miedo impreso en sus ojos.

— Natasha, sé que estoy siendo egoísta, pero espera un poco, sólo un poco y verás que las cosas comenzarán a cambiar, tú eres la señora de esta casa, la dueña de todo y de todos, yo incluido — Besando ambas palmas—. Por favor... sé que te estoy pidiendo demasiado, si la boda es demasiado para ti, lo retrasaré lo máximo posible, echaré a Irina y...

— No, ambos sabemos que no puedes hacer eso, además, Vitto y Vincenzo me comentaron que no disponemos de tanto tiempo, porque en cuanto me case, las familias me presionarán para que te dé un hijo, y tendremos que intentarlo hasta que salga un varón, porque los Marchetti jamás han parido niñas — Ironizando en la última frase, no me gusta la manera en la que todos ven a las mujeres—. Las niñas no les sirven.

— No hagas caso de lo que dicen, sabes que jamás permitiría que te hostiguen. Y no me importa si tenemos sólo niñas, tú has demostrado ser más que capaz de enfrentar todo lo que se te ha venido encima aun siendo mujer, todos tendrán que aceptarlo.

Caesar parece desesperado.

Sólo asentí, no necesita que le dé más problemas.

— No me importa la boda, ni los hijos, es cierto, pero te quiero a ti, todo tú sólo para mí — Llevándolo conmigo para recostarnos en la cama—. Por ahora, me conformaré con estas pocas horas contigo — Abrazándolo desde la cintura, apoyando mi rostro en su pecho— Después de la boda espero tenerte encima de mí todo el tiempo, como antes.

— No lo dudes — Correspondiendo mi acción, besando mi coronilla— Odiarás ver mi rostro tan seguido.

Relajando el cuerpo tenso.

— Dudo mucho cansarme de eso — Carcajeando bajo—. ¿Te quedas a dormir conmigo hoy?

Susurré.

— Sí, pero... sabes que tengo que irme en unas horas, nena.

Besando mi coronilla.

— ...Está bien.... Lo entiendo.

— Lo siento mucho...

Pronto esto acabará.

Pronto...

***

Semanas después...

Salté del susto al escuchar tantas voces irrumpir en mi cuarto a las tantas de la noche, el instinto me hizo tomar el arma en mi mesa de noche, apuntando desorientada a lo que sea que se esté moviendo por el lugar, agradezco al menos estar vestida con mi pijama grueso, hace un frío del terror y fuera está lloviendo, pronto me relajé al ver a todos mis amigos rodeándome, todos los perros de Caesar que se han hecho parte de mi familia, trabajando codo a codo los últimos meses, conociéndonos mejor, salvándonos las espaldas más veces de las que puedo contar con los dedos.

— ¡Feliz cumpleaños!

Gritaron todos juntos apretujándose para entrar a la habitación para saludarme.

— Uno. Dos. Tres.

Dijo Vitto.

Todos me cantaron el cumpleaños feliz, mientras Santino se acerca con una torta sobre las manos, dieciocho velas encendidas en esta, las palabras "Feliz cumpleaños, Pastelito" me dice que el Zar tiene algo que ver con esto, ese apodo sólo lo ocupa él al referirse a mí.

— Sopla las velas, muchacha, feliz llegada a la adultez.

Miré el reloj en la pared, doce en punto, prácticamente sí es mi cumpleaños.

Tomé aire y soplé las velas, recibiendo feliz los aplausos y vitoreo de mis compañeros.

— Ten esto cumpleañera, felicidades.

Aless me entregó una pequeña corona con un mini velo.

— ¿Qué es esto?

— ¿Qué crees? Además de felicitarte por tu cumpleaños — Dijo Carlo, otro de los chicos—. Estamos aquí para llevarte a tu despedida de soltera.

Los miré con sorpresa.

— Pero queda una semana para la boda.

Dije.

— Pues tendrás dos despedidas de soltera porque te queremos mucho — dijo Aless—. Así que ponte perrísima que nos están esperando.

Untando su dedo de pastel, colocando un poco en mi mejilla.

— Vincenzo viene llegando — dijo Santino—. Dijo que no se lo perderá por nada.

Todo el mundo dejó el cuarto, esperarán fuera hasta que estuviera lista, y para no hacerlos esperar, me puse un top de lentejuelas con un solo hombro, un short diminuto, mis altas botas y mi abrigo, tomando el bolso en el camino, dejando el cuarto, escuchando a Irina gritarle a todo el mundo que son muy escandalosos y que mi cumpleaños no es nada que celebrar.

— ¡Tú! Deberías dormir en la segunda planta como todos los perros, no entiendo por qué compartes espacio con los dueños de esta casa.

Dijo la mujer, señalándome apenas me vio, casi clavándome el dedo en un ojo.

— Santino, ven un momento.

Dije.

El mencionado se acercó aun sujetando el pastel, sin entender nada.

— Te hace falta endulzar un poco la vida, perra — Dije—. Te ayudo, me siento muy solidaria hoy.

Sujeté su cabello y clavé su rostro en la torta, aplastando con alevosía, empujando la base de la torta después hacia a ella, viéndola perder el equilibrio.

— Jódete, Irina.

Dije.

Cruzando el espacio entre los perros, bajando las escaleras con ellos a mi espalda, ignorando sus lloriqueos y la forma en la que toca la puerta del cuarto de Caesar, llamándolo con insistencia. Ignoré todas sus quejas y subí al auto, seguido de mis amigos, arrancando.

— Caesar... bueno, ya viste que no podía acercarse esta noche — Dijo Santino, estaba sentada entre él y Aless, el chofer conduce—. Pero compró un pastel para ti, lástima que quedó parte de él hasta en la nariz de Irina — carcajeó—. Bueno, eso no es lo importante, compró esto para ti.

Empujando hacia mí una alargada caja aterciopelada azul, abriéndola para mí.

Dentro está el zafiro más grande que he visto en mi vida, ovalado, catorce diamantes lo rodean, y veinte diamantes rodeaban estos otros, todo unido a un bonito collar de oro blanco, y en la parte trasera, una inscripción.

"Siempre tuyo, siempre mía.

C.M."

Sonreí, sin ser capaz de apartar la mirada de este obsequio.

— El Zar es un romántico.

Dije.

— Una semana para ser Natasha Petrova De Marchetti ¿Cómo te sientes con eso?

Preguntó Aless.

— Ansiosa, quiero que esta pesadilla acabe, quiero a Caesar todo para mí.

Tomando el collar, colocándolo en mi cuello, no voy a quitármelo nunca.

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