Capítulo 33

Los días se hicieron semanas, y las semanas meses, Santino continuó dándome clases a escondidas y puedo decir por fin que comienzo a avanzar luego de seis meses aprendiendo, ya soy capaz de responder mensajes en el chat de grupo, o que entiendo lo básico de los contratos que se me entregan, también aprendí sobre etiqueta, y además, he estado tomando decisiones sobre la boda, ya sabes, la ropa, los centros de mesa, los colores, los manteles, las flores y un montón de cosas más ¿Quién hubiese pensado que casarse ocuparía tanto tiempo?

El padre de Aless no se presentó aquí otra vez, de todas maneras, ambos continuamos fingiendo delante de todos que estamos preparando una boda y Vincenzo cumple muy bien su papel de Marchetti que no acepta NO por respuesta y sigue llevándome a citas culinarias para comer hasta quedar con el ombligo de fuera, no me quejo, me lo he pasado bien, lo único que odio es la distancia con Caesar.

El pelinegro y yo fingimos indiferencia todo el día, comemos las comidas juntos entablando un par de palabras por cortesía, he estado realizando trabajos para la mafia, por lo que nuestras conversaciones se limitan a saber cómo resultó y si necesito disponer de más perros para la próxima vez, al menos esa es nuestra relación durante el día, por la noche, nos turnamos para escabullirnos a la habitación del otro cuando los demás duermen para tocarnos, besarnos y hablar cómo realmente deseamos hacer, viéndonos en la lamentable situación de volver a nuestros cuartos una hora antes que el personal se levante para no ser atrapados, apenas tenemos tiempo para nosotros y eso es... deprimente, la situación es desgastante y la odio, pero debemos soportar, cada vez estamos más cerca de la meta, sólo debo aguantar un poco más.

Pero como la paz nunca ha sido parte de mi diario vivir, los seis meses que Irina pasaría lejos se acabaron y aquí está, entrando en casa luciendo un ajustado vestido rojo, quitándose las gafas de sol, lanzándole las maletas al personal mientras camina hacia Caesar, mi Caesar, acunándole el rostro con cariño, cómo si lo conociera de toda la vida.

— ¡Bebé! Me tomó una eternidad llegar, te dije que fueras tú a buscarme y enviaste a uno de tus perros — Le recriminó, besándole ambas mejillas— Tú — señalando a una mucama—. Lleva mis cosas al cuarto de mi prometido.

Apreté las manos en puño respirando profundo, las ganas de saltarle encima y hacerla pedazos está ganando la batalla, quiero librarme de ella.

Falta muy poco para que la perra sea ridiculizada en público, aguanta Natasha, aguanta.

— Te dije que no ibas a dormir conmigo — La apartó mi hombre—. Envíenla al último cuarto del tercer piso, y mi puerta la quiero con llave, muy mi prometida serás — mirando a la rubia otra vez—. Pero no te quiero en mí casa, no te quiero en mí vida y definitivamente no quiero que respires el mismo aire que yo, así que mantente lo más lejos posible, no se te olvide que este matrimonio no es más que una cuestión de negocios.

Apreté los labios para no sonreír de la satisfacción, Santino terminó pisándome para que regrese al rostro neutro que se supone debo mantener, pero se siente tan bien ver la decepción en el rostro de la rubia...

— Pero bebé, vamos a casarnos, vamos a tener un montón de bebés — Le dijo ella—. Sabes que tarde o temprano terminaré en tu cama, es cosa de tiempo, yo digo que podríamos comenzar hoy mismo, estoy dispuesta, me preparé.

Acariciando sus brazos.

Si la mato durante la noche ¿Alguien sospecharía de mí? Es más, estoy segura de que más de alguien me ayudará a ocultar el cuerpo.

— Vaya vaya, primito, veo que estás ocupado, tú tranquilo, vine a buscar algo y me voy.

Vincenzo llegó justo a tiempo, ya estaba caminando hacia la estúpida que toca a mi próximo marido con demasiada confianza para estrangularla.

Le dije que me sacara de casa hoy o terminaría matando a la rubia, toda esta escenita de la prometida melosa me está tocando los ovarios.

— ¿Vienes por Natasha?

Preguntó Caesar, fingiendo indiferencia, apartando a Irina otra vez, apoyándole la mano en el rostro para tomar distancia de ella, lo más posible, de nuevo intenté reprimir la risa.

— Sí, tenemos una cita hoy, pero te la devuelvo mañana — Tomando mi mano, besando el dorso—. Haremos muchas cosas sucias hoy, quiero aprovechar el tiempo con esta hermosa mujer antes que despose a Aless, estamos en contra del tiempo.

Jalándome por el brazo para acercarme a su cuerpo y besar mi mejilla.

Caesar apretó la quijada, pero no hizo nada más, aguantó bien las provocaciones de este tonto.

— Bien, pero devuélvela antes del mediodía, tiene trabajo que sólo ella puede hacer, es oportuno tener una mujer que sirva dentro de esta casa.

Miré a la nueva señora de esta casa, sonriendo.

— Espero logre adaptarse bien aquí, el jefe habla mucho de usted, con su permiso Zar, me retiro.

— Retírate.

Dijo sin más, moviendo la mano como si no le importara, apretándose el puente de la nariz.

La escenita probablemente me cueste caro, por lo que tomé la mano de Vincenzo, clavándole las uñas mientras lo arrastro fuera fingiendo la sonrisa más amplia de todas dejando la casa atrás, caminando hacia el convertible rojo del Marchetti esta vez sin techo, el clima está muy caluroso, por lo que hoy me decidí por un vestido estilo campana con un buen escote sólo para molestar a Caesar, incluso me puse sandalias, algo que nunca utilizaría porque no es cómodo para pelear, pero con la llegada de Irina... quería verme femenina, incluso me maquillé más de lo acostumbrado, no quería sentirme inferior a ella... es bonita.

— Gracias por aparecer en el momento oportuno, ya estaba planeando como entrar a su cuarto y ahorcarla si seguía tocando a MI Zar.

Ya dejando atrás la mansión con mi pequeña maleta en el asiento trasero.

— Lo sé, por eso no te regresaré a casa hoy, haremos algo sucio en la mía.

Sonriendo malicioso.

— ¿Qué tienes planeado?

Alzando una ceja en su dirección, últimamente se ha convertido en mi compañero de travesuras, nada de coqueteos, no lo ha hecho más. Y cómo no puedo pegarme a Caesar cómo su sombra, he estado buscando otros pasatiempos, molestar al pelinegro de aquí es de mis favoritos.

— Mis hombres están esperando, hicieron toda una pista de obstáculos, cómo sé que ibas a querer matar a alguien, vamos a jugar Paintball, dispara todas las balas de pintura que tengas a mano, vamos a quedar muy sucios, probablemente con unos moretones bien feos, pero creo que vale la pena ¿Qué dices? Sin protecciones claro, no somos maricas.

Asentí complacida.

— Me apunto, sólo deja que me quite esta ropa de niñita, sólo la usé para no sentirme menos que la tonta Irina que cree que llamando bebé al Zar va a llamar su atención —Rodé los ojos—. Esa perra, queriendo dormir en el cuarto de mi hombre ¿Qué se cree?

Acarició mi cabello, sonriendo de lado, concentrándose luego en el camino.

— Ya está bestia, deja que viva sus fantasías, bien sabes que a Caesar le irrita la presencia de otras mujeres a su alrededor, es capaz de matarla él mismo si Irina se pone insistente.

Abriendo el salpicadero frente a mí, tomó una bolsa de costosos chocolates y los dejó sobre mis piernas.

— Come, bestia, comer siempre te pone feliz.

Comentó, sin perder de vista la calle.

— Agh mierda, eres mi persona favorita en estos momentos — Abriendo los chocolates, tomando uno al azar, metiéndolo en mi boca—. ¡Oh mierda! Esta es la mierda más deliciosa que he probado, santa mierda, Vincenzo tienes que probarlo.

Tomé un chocolate y lo metí en su boca casi a presión, se atoró con la saliva, pero aun así mastico, mirándome mal.

— Eres muy pequeña, pero tienes una boca muy sucia — Dijo—. Y ni hablar de modales, primero se dice: Oh, Vincenzo querido ¿Quieres que te dé un chocolate? Y si yo digo: sí, Natasha querida, entonces me lo entregas. Así funcionan las cosas en un mundo civilizado, bestia.

Carcajee.

— No seas marica, de todas maneras, te gustó el chocolate — Metiendo otro a mi boca—. Es que Vincenzo, están demasiado deliciosos.

Dije.

— ¿Ya te abandonó el instinto asesino?

Respondió.

— No, pero me entretendré por un rato para no querer volver y arrancarle la cabeza a esa De Santis.

Subiendo el volumen del radio y conectando el móvil, obligándolo a escuchar sucias canciones, y me salió el tiro por la culata, porque bien que se las sabía, las coreó todas.

Supongo que hay costumbres que no se olvidan, las canciones sucias son mis favoritas.

***

Nunca antes visité la mansión de Vincenzo, es tan grande como la de Caesar, claro, digno de un millonario Marchetti, y sus mucamas, que al parecer ya sabían sobre mí y mi visita, me llamaron la novia de Vincenzo a pesar de estar comprometida con Aless, no las corregí, tampoco evité que me arrastraran a una de las habitaciones vacías, ayudándome a vestirme con el conjunto que el idiota eligió.

Un short negro, corto y ajustado, un top deportivo, y unos accesorios en mis caderas para llevar las balas de pintura, anudé bien mis zapatillas, até mi cabello y bajé, siendo llevada al patio trasero, donde todos van vistiendo únicamente un short, repartiéndose las armas.

— Aquí las cosas son justas, si tú llevas poca ropa, nosotros también.

Dijo Vincenzo, vistiendo sólo short igual que el resto.

— Me agradas, sujeto — Recibiendo el arma que me ofreció, observando la fiabilidad de la mira—. Ahora, no me odies demasiado si te dejo muy golpeado ¿De acuerdo?

Tomando cartuchos de balas, elegí la pintura lila, me gusta el lila.

— Y yo olvidaré que eres chica, así que cuídate la espalda porque no te voy a tener piedad.

— No la necesito, la piedad es para débiles.

Cargando el arma.

Todo el mundo corrió a buscar un escondite, un minuto después, la chicharra sonó, dando por comenzado el juego, y cómo si fuese este el campo de batalla, todos contra todos comenzamos a dispararnos, Vincenzo no mintió, si que me dolieron las balas que impactaron mi cuerpo, eso no me detuvo para continuar, necesitaba liberar energía ¿Qué mejor forma que imaginar que los estoy matando a todos?

***

Once de la noche, salí de la ducha, me puse una camiseta de Caesar, bragas y sequé mi cabello con la toalla, contestando la videollamada de mi hombre, apoyando el móvil en el tocador mientras cepillo mi cabello y sonrió al hombre que me mira a través del aparato, ya lo extraño...

— Vaya... parece que lo has pasado... ¿Qué mierda? ¿Por qué estás llena de moretones?

Preocupándose.

Miré mi rostro en el espejo, y mis brazos, carcajeando.

— No vas a creer lo que Vincenzo tenía preparado cuando dijo que haríamos algo sucio.

— No me lo recuerdes, que quería quebrarle el cuello ahí mismo.

Suspiró.

Lleva el cabello húmedo, torso descubierto, y gracias al espejo que acaba de cruzar, vi su bonito culo apretado en ese bóxer negro.

Delicioso.

— Tenía organizado una competencia de Paintball sin protecciones, los moretones son las balas de pintura que me llegaron, ese idiota dijo que quería hacer de mí un collage abstracto y me disparó con alevosía.

Carcajee, fue un día divertido, si no fuera por él, o regresaba a casa para matar a Irina, o me dejaba llevar por la depresión y me encerraba en el cuarto a tragar un litro de helado de chocolate mientras veo películas románticas con finales felices.

— Bueno, veo que mi primo no es un inútil, te hizo sonreír, tus instintos asesinos fueron aplacados.

— ¿Aplacados? Nunca, guapo, sólo estoy lo suficientemente lejos como para no poder hacer nada, dime ¿Cerraste bien la puerta?

Entrecerré los ojos.

— Sí, cerré la puerta y le puse un mueble para bloquearla — Dando vuelta la pantalla para mostrar que efectivamente hay un mueble ahí—. Por si Irina amenaza a las mucamas para que le entreguen las llaves, se cree la dueña de la casa esa perra.

Volteando la cámara otra vez, ya perdió la sonrisa.

Me alegra saber que su presencia le molesta tanto como a mí.

— Oye Zar... dime ¿Qué llevas puesto? Es la primera noche en meses que no la paso contigo.

Pregunté en un intento de cambiar el ambiente, no quiero que se vaya a la cama tenso... y yo tampoco.

La sonrisa le bailó en los labios otra vez, mostrándome ese esculpido cuerpo que se gasta, gotas de agua aún resbalan por sus abdominales, escaso vello encamina su vientre bajo y se pierde dentro de su bóxer apretado, el paquete se le marca deliciosamente en la tela...

Quiero pasear mi lengua por ahí...

— Hay una parte muy específica de mi cuerpo que te extraña bastante.

Comentó acariciándose la erección de forma perezosa, acomodándola mientras a mí se me hace agua la boca por chupárselo.

— ¿Qué me dices del sexo telefónico? — Tomando el móvil, yendo hacia la cama—. ¿Eso te ayudaría a dormir, bebé?

Mofándome del estúpido apodo que Irina le dijo más temprano.

Remojó sus labios con la lengua, asintiendo, ignorando por completo todo lo que tenga que ver con esa De Santis.

— Ve a pedirle la computadora a Vincenzo — dijo—. Pero no me cortes, quiero escuchar lo que ese idiota dice.

Sonriendo malicioso.

— Eres un hijo de puta, Zar.

Saltando fuera de la cama, dejando el cuarto prácticamente corriendo, caminando directo al que Vincenzo señaló antes como suyo, por si me sentía sola, idiota.

Entré a su cuarto sin tocar, apresurada, no quiero que se me baje la calentura, pero inmediatamente me arrepentí de ello, Vincenzo tiene a una chica a cuatro patas en su cama, desnuda, mientras Vincenzo la sostiene por las caderas, follándosela con todo menos amabilidad, desde aquí tengo una vista perfecta de su culo redondo y su moreno cuerpo desnudo, el tatuaje de la serpiente adornando su pierna derecha completa, y sin querer le vi el pene, ya veo por qué dijo que sus proporciones son cómo las de su primo.

Benditos sean los penes de la mafia italiana.

— ¡Agh! ¡Natasha! ¿No te enseñaron a tocar?

Sin abandonar el interior de su acompañante, tampoco hizo esfuerzo alguno por cubrirse.

— ¡Lo siento, lo siento! Sólo vine a robar tu computadora — Cruzando el cuarto directo al escritorio, tomándola—. Contraseña.

Exigí saber antes de salir, mirándolo de nuevo, sólo un poquito.

Caesar se parte de la risa al otro lado de la línea mientras sujeto el móvil de manera que pueda ver lo mismo que yo. Si me traumo, que él se traume conmigo.

— 123456. Ahora fuera de aquí, se me está yendo la inspiración.

Me regañó.

— Ya me voy, ya me voy, lo siento y gracias.

Dejando el cuarto, cerrando la puerta, riendo mientras recorro el pasillo hacia mi cuerto, mirando a Caesar por la pantalla.

— Debí haber tocado — Secando mis lágrimas, me duele la panza de tanto reír—. Oh, jamás voy a poder olvidar ese culo, he sido traumada.

— Deja que borre la imagen de su culo de tu mente y la reemplace por mi polla, voy a prender la computadora, ponte cómoda.

Corté la llamada y abrí la computadora de Vincenzo, digité la contraseña nada segura y abrí Skype, esperando una invitación de Caesar, pocos minutos después apareció su imagen en la pantalla, desnudo, con esa verga que se gasta sujeta por su mano, apretándosela mientras sube y baja, masturbándose con pereza.

— Uuf... ¿Y todo eso es mío?

Quitándome la camiseta por la cabeza, acariciando mis erguidos pezones, deslizando mi dedo por el piercing que los atraviesa en forma de serpiente, he cambiado las margaritas por estos, van más con mi nueva personalidad.

— Todo esto es lo que te tragas a diario, Pastelito — Masturbándose con rudeza, apretando los dientes, emocionándose por las vistas—. Me gustaría tenerte ahora entre mis piernas, sujetarte por el cabello y guiar tu sucia boca a mi verga para que la lamas completa, me gusta cómo se siente tu lengua acariciando mi piel sensible — deslizando su pulgar por el glande—. Me gusta cuando me lo chupas tan fuerte que debo realmente esforzarme por no correrme...

Calma Natasha... Calma...

Mente sana come manzana, piensa en peras y no en bananas...

Llevé mis manos a las bragas, deslizándolas con lentitud por mis piernas para darle todo un espectáculo, divirtiéndome al ver cómo se reacomoda en la cama, relamiéndose los labios, expectante mientras separo las piernas, riendo con los dientes apretados al escucharlo gemir, esos sonidos provocan cosas en mi sexo, no dudé en lamer dos dedos, empapándolos de saliva antes de llevarlos a mi clítoris, masajeando en círculos, abriendo la boca para soltar un gemido cargado de deseo, mierda... lo necesitaba tanto... ¿Cómo sobrevive la gente sin follar todos los días? Yo no puedo, mi cuerpo me lo exige, mis entrañas me queman, me lastiman... necesito a Caesar cómo al aire para respirar, lo necesito cerca todo el tiempo.

— Esas bragas son mías — Dijo Caesar, jadeante—. Guárdamelas que las pondré en mi colección con las otras.

Gemí, mordiendo mi labio, asintiendo mientras lamo dos dedos más, introduciéndolos a mi vagina, curvándolos en mi interior, sacándolos e introduciéndolos para golpear mi punto dulce una y otra vez, escuchando el chapoteo que yo misma provoco, poniéndome más y más cachonda al ver cómo Caesar no deja de observarme en tanto me doy placer.

— Por tu culpa me estoy quedando sin bragas...

Separando más las piernas, alzando las caderas, dándole una buena visual, sin perder de vista cómo sujeta su miembro con mano firme, subiendo y bajando demasiado apretado a mi parecer, usando su pre liberación cómo lubricante para continuar tocándose, usando el pulgar para estimular su glande, estremeciéndose después, las pelotas se le contraen y no deja de gemir, sabe que me encanta oír su placer, sabe cuanto me pone escuchar lo bien que se lo está pasando.

Por el diablo, como me excitan esos brazos... esas venas...

Gemí alto otra vez, estoy empapada, no me costará llegar al orgasmo con esta motivación, es más, estoy conteniéndome para no hacerlo demasiado rápido, Caesar es mi fantasía favorita.

— Oh mierda... sigue gimiendo para mí — Supliqué—. Si los hombres supieran cómo nos pone escucharlos gemir, te aseguro que nosotras ya habríamos perdido la cabeza.

Se mordió el labio en tanto asiente, deslizando su pulgar por el glande otra vez, encogiéndose, está sensible y muy caliente ¿Qué tal si lo ayudo un poquito más?

— Daddy... tócate para mí — Sacando los dedos de mi vagina, lamiéndolos—. Desliza tu pulgar por el glande otra vez, separa las piernas y muéstrame bien esa verga que hace que me ahogue cada vez que te encajas hasta mi garganta... Me gusta la sensación de no poder respirar, y me gusta más cuando usas el collar y me fuerzas a mantenerme quieta mientras castigas mi boca...

Pellizcando mi pezón, sin dejar de frotarme el clítoris.

— Oh Pastelito... eres una hija de puta...

Separó las piernas y deslizó el pulgar por el glande, encogiéndose, siguiendo mis indicaciones, alzando las caderas, desesperado por un poco más de contacto, su pene chorrea pre semen y a mí se me hace agua la boca, quiero lamerlo...

— Sí, es cierto... lo soy — Lamí mis labios, tragando grueso sin quitarle la vista de encima—. Imagina que estoy soplando ligeramente ese brillante glande, que lo beso y luego lo meto en mi boca — Cerró los ojos—. Succiono con fuerza, como te gusta, y meto todo lo que me das hasta llenarme la garganta — Gimió separando el culo de la cama—. Te aprieto las bolas, porque me encanta hacerte sentir dolor mientras te retuerces de placer — Carcajee con los dientes apretados, pellizcando mi pezón con más fuerza—. Imagina los sucios sonidos húmedos que provocaría mi boca al tragármela toda, tu mano en mi garganta para que me atragante, tus dedos en mi cabello para controlar mis movimientos... Y yo te dejaría... me pone tanto cuando tomas el control...

— Nena...

Masturbándose más rápido, más apretado, más rudo.

— ¿Me lo vas a dar, Caesar? ¿Dejarás que me trague todo eso? Eres mi hombre, tu deber es satisfacerme, y todo ese semen siempre tiene que ser derramado dentro de mí.

Terminó derramando su blanquecino líquido en la mano sin dejar de moverla de arriba hacia abajo, ordeñándose hasta quedar satisfecho mientras mi propia liberación llega con fuerza al ver la contracción de su rostro mientras lo recorre el orgasmo.

Sin duda, hay dos cosas que amo en este mundo, los te quiero de Caesar, y los sonidos que hace cuando está excitado.

— ¿Cómo estuvo eso Daddy? ¿Satisfecho?

Pregunté jadeante, apoyando la espalda en el respaldo de la cama, recuperando el aliento mientras llevo esos dos dedos que ocupé a mi boca para lamerlos, probando mi sabor consciente de cómo me está mirando, me gusta cuando soy el centro de su atención.

— Nunca tengo suficiente deja que mire un poco más a la morbosa prometida que me gasto.

Sonreí de lado, mirando al hombre al otro lado de la pantalla.

Si puedo quedarme a su lado, me casaré y tendré a sus malditos hijos, no es como me hubiesen gustado las cosas, pero luego de hablar el tema mil veces con Santino, comprendí que no está en poder de nosotros decidir si queremos hacerlo o no, son las reglas, y quienes las violen pagarán con sangre...

No quiero derramar sangre de las personas que quiero si puedo evitarlo, haré lo que tenga que hacer para mantener a mis personas queridas completas y conmigo.

***

Al día siguiente, luego del desayuno, se realizó una competencia exprés con los perros de Vincenzo, viendo quien clavaba más cuclillos en el blanco, yo no estuve nada mal, pero hay sujetos que no fallaron ni una sola vez, eso me emocionó, aún tengo mucho que aprender y no desperdicié la oportunidad para pedirle a todo aquel que tuviera técnicas interesantes que me enseñara cómo lo hacían, me pasé horas frente al blanco entre los filos y las cervezas, celebrando a coro cada vez que logré acertar.

Y como él prometió, a medio día me tenía en casa de Caesar, tomándome de la mano, haciéndome girar a propósito para que luciera mi vestido ajustado y oscuro, inclusive me puse tacones de diez centímetros para realzar mis piernas.

Todo iba bien hasta que Irina se cruzó con nosotros en el vestíbulo, deteniéndose para mirarme despectiva de pies a cabeza, haciendo una mueca de asco.

— Caesar disciplina muy mal a sus perros, dejar que uno de ellos pase la noche fuera y luzca a su amante como si fuera alguien importante y no un peón remplazable — Negó— ¿Qué crees que estás haciendo? — Mirándome—. Ve a trabajar, aquí no eres nadie, eres más que reemplazable, mueve el culo y has algo productivo que para eso te están pagando.

Listo, se lo ganó.

Tomé la liga en mi muñeca y sujeté mi cabello en una coleta para nada uniforme, armándome un chongo en cosa de segundos para que no me estorbe, esta perra se lo buscó, yo dije que me portaría bien, pero si me buscan, me encuentran, y esta de aquí está buscándome con ganas.

— Uy... aquí se armó la gorda — Dijo Vincenzo, Silbando—. Irina, yo que tú, comienzo a correr, la pequeñita de aquí no muerde, arranca pedazos.

Pateé los tacones y empujé mi bolso hacia el pecho de mi acompañante lista para quitarme las ganas de hacerle unos cariñitos a ese rostro perfecto suyo.

— ¿Qué me va a hacer? No puede tocarme, soy la señora de esta casa, si quiero, puedo chasquear los dedos y deshacerme de ella.

Carcajee sin gracia por la estupidez que está diciendo ¿La señora de esta casa? La señora soy yo.

— Que no se te olvide que yo no soy parte de ninguna de las cuatro casas, así que comienza a correr si no quieres que te mate, porque te lo ganaste.

Caminando con calma hacia ella incapaz de cerrar la boca, levantando el brazo, apretando mi mano en puño, lista para desfigurarle el rostro a la abogada rubia, que me demande si quiere, la pondré bajo tierra pronto, es cuestión de tiempo.

— Alto ahí loca — Aless me levantó, cargándome sobre su hombro, evitando que cometa un homicidio—. Sabía que algo como esto pasaría, así que vine a buscarte, Vincenzo, se supone que debías vigilarla.

— ¿Qué te digo? La pelea de perras me divierte mucho.

Colgándose mi bolso al hombro.

— ¡Le diré a Caesar que te corra a patadas de aquí! ¡Hija de puta loca!

Gritó Irina molesta y temerosa a la vez. Eso, que me tema, porque yo no soy sólo amenazas.

— ¡Suéltame! — Patalee sobre Aless, intentando ser soltada—. ¡Voy a arrancarle las rubias extensiones!

Golpeó mi trasero y caminó hacia Vincenzo, ignorándome.

— Gracias por traerla, yo me encargo — Tomando mis cosas con su mano libre sin titubear ni un poco mientras yo intento bajarme—. Te llamará para juntarse contigo el próximo día libre, por el momento, mi mujer es toda mía.

— Dile que me llame más tarde si está aburrida, le encanta el sexo telefónico.

Se mofó.

Terminé contándole por la mañana para qué quería su computadora anoche y lo bien que me lo pasé.

— ¡Sigo aquí! No me ignores Aless, quiero a esa perra fuera de mi casa.

Recriminó Irina a su primo, no pude evitar carcajear con fuerza ¿Su casa?

¡Nadie te conoce, perra!

— Irina, deja de hacer pataletas — Le dijo Aless. Una lástima que estén emparentados, no se parecen en nada—. Si tenemos una chica entre nosotros es porque la necesitamos, deja de joder y ve a elegir un salón para la boda.

— Ah cierto, un salón, el Zar dijo que sólo podía elegir los colores en dorado y blanco, me ajustaré a sus gustos.

Esos son mis gustos, estúpida, te están entreteniendo nada más, la que se va a casar soy yo.

— Sí, ocúpate de eso, nos vemos.

Aless no me permitió abrir la boca otra vez, se apresuró a las escaleras y de dos en dos subió hasta alcanzar el segundo piso, metiéndose dentro de su habitación, bajándome al piso y en lo que volteo para recriminarle el detenerme me encontré con Santino, paseándose, esperando.

— Tenías razón — le dijo Aless—. Si no interfiero, le arranca el pelo a mi prima y la deja como acuarela — Tomándome del brazo antes de poder dar media vuelta e ir por ella otra vez—. Natasha no, no hagas esto, sólo hay que esperar un poco más.

— Ella y yo no podemos vivir en la misma casa, si vuelve a tocarme las pelotas, voy a matarla.

Santino miró su móvil.

— El Zar te espera en su despacho, es trabajo.

— Sí, trabajo — Soltándome de un tirón—. Voy a darle el sentón de su vida y luego puede hablarme de trabajo todo lo que quiera — Dejando el cuarto—. No hace falta que me sigan.

Viendo a ambos caminando un paso tras de mí.

— Te conocemos, si no te vigilamos, vas a golpearla.

Dijo Aless.

— Bueno, sí, obvio que sí — Recorriendo el pasillo directo al despacho del Zar—. ¿Hablarme a mí así? ¿Qué mierda se cree?

Empujando las puertas dobles, viéndolo sentado tras su escritorio, revisando unos papeles, al escucharme llegar, levantó la cabeza y sonrió, pero al ver la cara que llevo, frunció el ceño rápidamente.

— Santino, detalles.

Dijo.

— Aless, tú cuéntale los detalles.

Respondió mi amigo.

— Resumen — tomó aire—. Irina le dijo que en esta casa no era nadie, que era reemplazable y hará que tú la eches. Pobre ilusa — Carcajeó—. Natasha se enojó, se amarró el cabello, tiró los zapatos y fue directo a golpearla, pero alcancé a sujetarla antes de que eso sucediera. Sin daños de momento, jefe.

— Lástima — el Zar chasqueó la lengua—. Me hubiese encantado que le hiciera al menos unos cariñitos. Irina no estará por un par de horas, ven con Daddy, pastelito — Empujó su silla hacia atrás, palmeando su regazo—. Te daré algo que va a calmar tu sed de sangre.

Sonreí con malicia, llevando las manos al cierre de mi vestido, abriéndolo mientras escucho la puerta ser cerrada tras de mí, los chicos nos dejaron solos, por fin.

— Estoy muy enojada — Quitándome el vestido, caminando hacia él—. Así que quiero que me cojas mientras me dices lo mucho que me quieres, y de quién eres — Subiendo a horcajadas sobre él, acomodando mis piernas en la silla, abriendo su pantalón, liberando su pene—. ¿Objeciones?

Alzando una ceja en su dirección, moviendo mi tanga a un lado, sujetando su pene con la mano libre.

— Ninguna, mi dama — Respondió, besando la piel que el brasier no cubre—. Me levanté muy complaciente hoy — Sujetando mis caderas, ayudándome a deslizarme por esa verga—. Soy todo tuyo, hija de puta tóxica — Enredando sus dedos en mi cabello—. Exígeme otra vez, dime de nuevo lo que quieres, dime que sólo me deseas a mí.

Moviendo sus caderas con fuerza, llenándome en lo más profundo, ayudándome a dejar de pensar.

— Dime que me quieres, dime que eres mío y dejaré a esa estúpida vivir una noche más.

Saltando sobre esa verga con rapidez, subiendo rápido, bajando con fuerza, viéndolo apretar los dientes, dejando mi cabello, sujetándose de mis caderas para encajarse tan profundo cómo le es posible.

— No te muevas así, carajo... — Cerró los ojos, gimiendo con fuerza—. Bájale a la intensidad o terminaré corriéndome.

Se quejó, apretando los dientes con tanta fuerza que los hizo chirrear, lastimándome las caderas por la fuerza que ejerce.

— ¿No te gusta? — Sonriendo con superioridad—. Creí que el Boss podría con unos buenos sentones, estoy enojada, vas a tener que aguantarme.

— Me encanta, psiquiátrica, pero me lo vas a romper ¿Quieres eso? — Apretándome contra su cuerpo, impidiendo cualquier tipo de movimiento—. ¿Qué vas a hacer sin mi verga?

Deslizando su nariz por mi cuello, respirando mi olor.

— Usar tu boca y llevarla a mi entrepierna para que sigas dándome placer, estás tentándome a romperte la verga, Zar, cuidado.

Negó aún con esa sonrisita que tanto me gusta en los labios, mostrándome sus hoyuelos.

— Una perra tan egoísta...

Moviéndose otra vez.

— Así me quieres Zar, estás perdido, caíste en mis redes y no pienso soltarte, yo no comparto, así que cuidadito con dejar que otras perras te toquen.

Moviendo mi cadera hacia adelante y hacia atrás para provocar la fricción que necesito, frotándome el clítoris en el proceso.

— No quería ser soltado, estoy en mi lugar favorito justo ahora.

Atrapando mis labios en un acalorado beso. Yo también estoy perdida...

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