Capítulo 26

Dentro del auto, a cuatro metros del club, Simón y yo con el auricular en el oído, esperamos instrucciones. Fue inevitable no mover el pie rítmicamente mientras me froto las palmas, estoy ansiosa por saltar a la acción, llevo tiempo tranquila, ya era hora de envolverme en algo grande.

Mientras tanto, repasaré el plan.

Para ingresar al recinto, cada jefe tomará un punto cardinal, sus segundos tomarían los puntos ciegos, y los segundos de estos servirán de apoyo, todo con tal de poder resguardar la seguridad desde el exterior y la nuestra (mía más bien), ya dentro, depende de mi nuevo compañero y de mí, soy la única que posee un collar de obediencia, resulta muy útil tenerlo para casos como estos, pero también me pone un poco nerviosa la desventaja, tendré que hacerme de un arma ahí dentro, un arma blanca, y pelea cuerpo a cuerpo, Mijail no puede salir vivo del club, tengo que ser rápida e inteligente para salir ilesa.

— Daiki Sato, franco norte —Dijo por el auricular—. Objetivo en la mira.

— Liam Jonhson, franco sur — dijo el estadounidense—. Objetivo en la mira.

— Louis Dubois, franco oeste — Dijo el francés—. Objetivo en la mira.

Uy... se te escucha mal, francesito, espero no te desmayes a mitad de la misión.

— Caesar Marchetti, franco este — Dijo mi hombre. Mío—. Objetivo en la mira. Y pastelito, te tengo en la mira también, te cubro la espalda.

Sonreí a pesar de que eso fue una distracción.

— Jefe, rangos y posiciones nada más, los mimos más tarde.

Respondí.

— Eres una gruñona.

Contestó.

Pude escuchar la risa relajada de los lideres que no fueron aplastados por el Zar, un paseo de día de campo para ellos toda esta situación.

— Santino Coppola, Franco noreste — La voz que no quería escuchar—. Objetivo en la mira. Simón, te cubro la espalda.

Rodé los ojos.

¿No puede al menos decirme algo bonito en esta situación? Podría morir y esto sería nuestro ultimo intercambio de palabras, odio que me odie, las cosas no solían afectarme antes, pero me lastima mucho que él me desprecie.

Yo no tengo familia, estoy sola, Santino... Santino es cómo mi hermano, es mi familia aquí...

Ignoré a los demás Segundos, mientras daban sus posiciones, dejando a mi mente fantasear con el dolor de su perdida, sin tan sólo Jasha estuviera aquí, quizá no dolería tanto, pero no tengo a nadie, todos me odian, todos me dieron la espalda, ya no tengo a nadie, no tengo a nadie para contarle cómo me siento.

Caesar tiene sus propios problemas.

Aless es el novio del motivo de mi sufrimiento... no podría hablar con él.

Y Vitto se tensa siempre que me ve triste, no sirve para consolar, le cuesta relacionarse con las mujeres por lo que he visto.

Así que estoy sola.

— Ok, pueden avanzar, el área por tierra también está cubierta — Mencionó Caesar—. Natasha, Simón, con cuidado, el área dentro está libre de armas, pero no sabemos que más tienen dentro, si es demasiado para ustedes, abandonen la misión, nadie se los criticará, buscaremos otros métodos.

Suena preocupado, demasiado, sé que no quiere que yo haga esto.

— Cuidaré a la dama con mi vida, Boss — Respondió Simón—. Si algo ocurre dentro, me encargaré de sacarla en una pieza.

Caesar suspiró de forma sonora, tembloroso.

— Te la encargo, Simón.

— Caesar ¿Confías en mí?

Pregunté.

— ¿Qué pregunta es esa? Claro que sí.

— Entonces no me encargues con nadie y confía en que estaré bien, vamos a entrar.

— Ten cuidado.

Simón y yo asentimos, toqué el hombro del chofer y le pedí que avanzara, ya es hora de comenzar el show, olvidaré todos mis problemas y me enfocaré en mi papel.

Quité el nudo de mi abrigo y lo saqué de la jugada, puse la correa en el collar y me erguí, cruzando las piernas, adoptando la personalidad melosa y servicial de Tacha, la chica que sonríe y complace, la chica...

— Mierda...

Escuché a Simón jadear, observándome con ojos grandes y vidriosos mientras se frota la barbilla.

— Espero y ese "Mierda" no sea por estar viendo a mi mujer.

Murmuró Caesar en tono amenazador.

Me quité el auricular para concentrarme y le pedí a Simón que hiciera lo mismo, ambos ocultándolos entre los asientos del auto.

— Harás lo que yo quiera que hagas ¿Entendido? — Ordené al chico—. Me tocas dónde yo quiera, cuando yo quiera, y las manos donde las vea en todo momento, fingiremos tomar un cuarto para ir a follar, será cuando busquemos a Mijail, haremos lo que la situación amerite para salir.

Asintió.

— Sí, Mi dama, cuente con ello.

El auto cruzó el umbral y la seguridad del espacio se fijó en nosotros, deteniéndonos, para ese entonces, Simón ya sujetaba mi correa, manteniendo el semblante frío y serio, ordenándole al chofer que baje la ventanilla y muestre la invitación que Daiki consiguió para nosotros, y sin mayores dificultades, logramos estacionar.

La primera parte del plan está hecha.

Simón bajó primero, y bien adoptada en mi papel, esperé a que abriera la puerta de mi lugar, tendiera su mano hacia mí y sujetara la correa, sólo entonces bajé yo también, escuchando el tintineo de los diamantes sobre mi cuerpo, haciendo uso de todo mi autocontrol para no girarme y delatar la posición de Caesar, no debe estar nada de feliz de que yo esté aquí, no debe gustarle la idea de que este hombre me toque, y no debe gustarle nada saber que todos los líderes, sus segundos y sub segundos me están mirando prácticamente desnuda ahora.

¿Seguirá viviendo el francés?

— Bienvenidos a Roppongi, dónde las fantasías se cumplen —Saludó el sujeto timbrando un espiral en mi antebrazo—. Un espiral, porque, las de tu clase siempre van a pertenecer aquí, muñeca — Explicando mientras aprieta mi barbilla para que no retroceda— Nunca vas a ser libre. Hoy puedes ser suya —Señalando a Simón—. Mañana de otro.

Aparté su mano con molestia acercándome a Simón, estirando mi mano para acariciarle el pecho, mientras le sonrío cómo si él fuese todo lo que yo necesitase en el mundo.

— No quiero ser libre, soy feliz con mi amo — Respondí con convicción—. Pero soy una mascota exclusiva, a mi amo no le gusta que otros me pongan las manos encima.

Simón rodeó mi cintura con su brazo, trazando círculos de manera perezosa, relajado.

— Mercancía categoría diamante ¿Crees que compartiría?

El guardia sonrió, negando.

— Yo no lo haría.

— Eso pensé.

Simón comenzó a caminar sin soltarme, abriéndonos paso entre el gentío ignorando a las personas que follan, se tocan, masturban directamente o hacen orales a nuestro alrededor, buscando un apartado más privado, un lugar dónde podremos observar y trazar un plan en vista a la disposición interna.

— Vamos al apartado de la derecha — Susurré para él—. El primero, tiene un tubo a lo que calculo debe ser metro y medio, bailaré para aparentar, observaré el lugar mientras lo hago, la cantidad de guardias y las puertas.

— Hecho.

Respondió, guiándome hacia ese lugar, tomó asiento y señaló el tubo, como si estuviese pidiéndome bailar, siguiendo el plan, lo hace bien, es centrado.

Asentí complaciente, levantando el rostro para que quite la correa, besé su mejilla, riendo por lo bajo al verlo sonrojar, di media vuelta y subí a la plataforma, comenzando a bailar en el tubo, haciendo uso de todas mis tácticas más lentas y sensuales que me den el tiempo suficiente para poder observar a mi alrededor.

Dos guardas en la entrada principal, uno en la puerta que da a la derecha, cinco metros aproximadamente de nuestra posición, sobre esta, luces neón en forma de flecha, por ahí se va a follar, dos guardias en el lado izquierdo del escenario, junto a la otra puerta, hay un guardia más en la barra.

Bajé del tubo y fui hasta Simón, tomé asiento sobre sus piernas, sintiéndolo tensarse y tragar grueso, intentando no tocarme.

— Acaricia mi espalda — Inclinándome hacia él—. Y ponte menos rígido o sabrán que algo va mal, se supone que eres el dominante.

Le reproché.

— Sí, pero si te toco de más, moriré hoy y no estoy preparado para eso.

Respondió temeroso.

— Sólo has lo que te digo, finge bien — Apoyando su mano libre en mis muslos—. Bien, escucha, hay seis guardias en total, iremos ahora por la puerta de la derecha hacia los cuartos para follar, el pasillo tiene dos direcciones, quizá encontremos algo interesante.

— ¿Lo hacemos enseguida?

Preguntó.

— Sí, ponme la correa, necesito que te comportes como todo un hombre, vas a tirar de la correa casi llegando al sujeto, vas a tomar el collar para acercarme a ti y vas a besarme, un solo toque, que se vea agresivo, que se noten las ganas que tienes de follar, entonces le consultarás al hombre si quedan cuartos disponibles. Le consultarás sobre la mercancía nueva, quieres jugar con dos perras, debes sonar convencido, cachondo y malicioso ¿Puedes hacer eso?

— S-sí puedo.

Dijo.

— No te escuchas como lo que necesito escuchar.

Dije.

Él carraspeo.

— Puedo hacerlo, mi dama.

— Bien, pues manos a la obra.

Me pidió levantarme, observándome frío. Bien, al menos el chiquillo está aprendiendo, nunca olvidará la clase sobre ser hombre dominante que le daré hoy.

Puso la correa en su lugar otra vez, la enrolló en su mano hasta tenerla tirante y comenzó a caminar, tirando de esta para que le siguiera el paso, los micro dientes del collar me lastimaron un poco, soy consciente de la mueca de dolor que reflejó mi rostro, perfecto, así se verá mucho más realista.

— ¿Por qué mierda te demoras tanto?

Preguntó Simón con molestia, tirando de mí otra vez, sujetó el collar y plantó un beso sobre mis labios, uno corto, separándose hasta quedar a escasos metros.

— No te conviene hacerme enojar, Tacha, más te vale hacerme una mamada digna de lo que pagué por ti, sé que no te gusta que te vean atragantarte — Sonrió con malicia—. Así que buscaré un cuarto para ti, agradécelo.

Acerqué mi boca a la suya, plantando otro beso, asintiendo.

— Gracias... amo, por su generosidad.

Al menos comienza a darse cuenta que esto debe salir bien o terminaremos muertos antes de poder cruzar la puerta.

Tiró de la correa otra vez, caminando en dirección al guardia, se acomodó el pantalón, pobre hombre y su cuerpo traicionero, plantándose frente al sujeto alto de traje.

— Señor ¿Quedan cuartos disponibles? Esta perra tiene que ser disciplinada.

Señalándome con la cabeza.

— Quedan, por supuesto que sí, señor — Tomó un número, entregándoselo—. Habitación 104, tiene una hora.

— Gracias — Recibió el número, guardándolo en su bolsillo— En cuanto a la nueva mercancía — Guardando ambas manos en los bolsillos de su traje, relajado—. Escuché que hoy sería el día, estoy interesado en comprar otra mascota calidad diamante, las habilidades que tienen en la cama son... superiores, una ya no es suficiente, quiero otra.

Hijo de puta, nunca fue tímido.

Soy toda una madre orgullosa ahora.

— La subasta comenzará a la una de la mañana, señor, pero las mascotas calidad diamante son una exhibición aparte por la cantidad de dinero por la que son vendidas ¿Cuánto pagaron por ti, perra?

Preguntó el hombre, observándome con burla.

— 2.5 Billones, mi señor.

Respondí con la mirada baja.

— Vaya... eso es bastante dinero ¿Seguro quiere comprar otra?

De reojo vi la sonrisa de Simón, una sonrisa cargada de superioridad.

— ¿Para qué cagar dinero si no puedo darme estos gustos? — Acariciando mi barbilla—. ¿En qué horario puedo visitar la siguiente exhibición?

— Puede ir en estos momentos, el dueño está en el pasillo superior, hacia la izquierda, Don Mijail mostrará los productos, si le gusta alguna, con él gestionará la transacción y podrá llevársela al cuarto enseguida para probarla.

El guardia sonrió con malicia, contagiando a Simón.

— Entonces iré a conseguir diversión doble, muchas gracias, mi buen hombre, entonces ¿Subo por estas escaleras?

Señaló las más cercanas.

— Así es, señor. Disfrute su noche.

— Muchas gracias.

Subió primero que yo, ambos manteniendo el papel, no vamos a arriesgarnos a ser atrapados por una estupidez, doblamos en la dirección señalada, y ahí estaban, una hilera de cuartos con enormes ventanas para observar a las chicas vistiendo lo mismo que yo, nerviosas, caminando de un lugar a otro, sobre la cama, o llorando en el piso, desesperadas.

Diez de ellas.

— Final del pasillo.

Mencionamos al mismo tiempo, comenzando a caminar, Simón no soltó la correa en ningún momento.

— No permitas que me vea el rostro — Dije en cuanto paramos en la última puerta—. Has lo que sea necesario.

— De acuerdo.

Volteé hacia el chico, enredé mis dedos en el cabello de su nuca y la otra mano en su espalda, ocultando el rostro en su cuello, Simón tocó la puerta tres veces para anunciarse, luego rodeó mi cintura con un brazo, su mano libre en una de mis nalgas.

Susurró un lo siento con voz temblorosa.

Todo por la puta misión, queda poco, podemos con esto.

La puerta fue abierta a los pocos segundos, ni siquiera respiré temiendo que Mijail me reconociera, me quedé completamente quieta, mientras las palabras de Antonio se repiten en mi cabeza, siempre quiso devolverme, podría quedarme aquí por siempre, atrapada. Si esto sale mal, jamás volveré con Caesar.

— Buenas noches, señor — Saludó Simón—. ¿Usted es Mijail?

— Buenas noches — otra voz— Sí, este es Mijail, seré el intérprete en esta conversación, mi jefe no puede hablar en estos momentos.

Claro que no puede, el Zar le cortó la lengua cómo castigo por sus estupideces.

— Ya veo, que desafortunado caso, de todas maneras, señor Mijail, señor — Dos personas, hay dos—. Vine aquí para comprar otra chica calidad diamante, me dijeron que sus productos son los de mejor calidad, mi pequeña se siente sola, quiere una compañera para jugar.

Acariciando mi espalda.

— El señor dice que observe quien le guste, iré por los documentos para la compra mientras tanto.

— Lo esperamos aquí, muchas gracias.

De reojo vi al sujeto alejarse por el pasillo.

— ¿Cuántos?

Susurré a Simón en voz baja.

— Mijail.

Dijo este.

Suficiente teatro.

Solté a mi acompañante, dando media vuelta, Mijail palideció en cuanto reconoció mis rasgos, retrocediendo tres pasos mientras me repasa, probablemente buscando algo en mi con lo que pueda dañarlo.

— ¿Olvidaste que yo también soy un producto de calidad diamante, ex amo? — Empujándolo dentro de la oficina en la que se encontraba, no es un cuarto—. ¿Creías que podías escaparte del Boss? Grita si quieres, vamos, pide ayuda — Sonriendo con malicia—. Ah, cierto, no puedes.

Carcajeando.

Simón cerró la puerta tras nosotros, debo matarlo rápido, antes de que llegue el sujeto que le traduce.

Mijail intentó pegarme, pero luego de dejar que todo el mundo haga el trabajo sucio por ti, pierdes el ritmo, ni siquiera logró rozarme, su miedo tampoco ayuda, lo hace torpe, lento, un blanco demasiado fácil.

— Lo siento, pero esto debe ser rápido, tengo a mi hombre esperando afuera, muy ansioso — Simón lo sujetó por la espalda, golpeándolo tras las rodillas para obligarlo a arrodillarse—. No debiste jugársela al Boss, ya te busqué un reemplazo.

Tomando el abrecartas sobre el escritorio.

— La dama de la mafia se tomó el tiempo de venir a cazarte ella misma — Dijo mi acompañante—. Agradece por su tiempo.

Intentó emitir sonidos, lloró, intentó soltarse sin éxito, y cansada de tener que ver su rostro, clavé el abrecartas en su garganta y extendí el corte a lo largo de su tráquea, la sangre salió a borbotones, Mijail cayó de rodillas, sujetando la zona, pocos segundos después, dejó de moverse, con esa herida es difícil que pueda salvarse.

Simón comprobó el pulso.

— Está muerto.

Asentí.

— Busca cualquier arma blanca que podamos utilizar, Mijail está muerto, ahora debemos salir de aquí.

Limpiamos nuestras manos con el agua que sacamos del bidón de agua fría en una esquina, revisando cajones y muebles en busca de algo que nos sirviera, no hay nada, sólo el maldito abrecartas, eso es mejor que nada.

— Señor, traje el contrato, y...

El traductor de Mijail calló en cuanto vio la escena, dio un paso atrás, va a escapar, si sale de aquí, estábamos fritos.

Simón golpeó su garganta con fuerza antes de que él tuviera oportunidad de escapar, el sujetó llevó ambas manos a la zona herida, tosiendo por la fuerza del impacto, ni siquiera dudé en ir hacia él, sujetar su rostro y girarlo con fuerza hasta romperle el cuello, dejando que cayera sobre su jefe, ambos muertos.

— Vamos.

Entregándole la correa.

— Mi dama, usted me da miedo. Su apariencia no coincide con lo letal que es.

Dijo, tomando la correa otra vez, guardando el abrecartas en su saco.

— Esa es la idea, Simón, siempre espera lo inesperado. Otra lección de vida para ti, y gratis.

Dejamos la segunda planta aparentando normalidad, le sonreímos al guardia, caminando hacia la barra, mi acompañante pidió dos tragos para relajarnos un poco, no podemos llegar y salir, no tan rápido o será sospechoso.

Bebí del destilado doble, dejando que el ardor acariciara mi garganta, observando lo que sucede a mi alrededor, hay chicas de todas las nacionalidades aquí, nivel bronce, plata, oro y diamante, muchas chicas que merecen ser salvadas, el equipo en tierra se ocuparía de sacarlas a todas, son suficientes sujetos para encargarse de ello.

— Amo... estoy cansada, quiero dormir con el amo.

Dije, acariciando su rostro, hay un guardia muy cerca de nosotros.

Simón, comprendiendo mi improvisado actuar, acarició mi espalda, besando mi coronilla.

— Pues vamos a casa entonces, puedo hacer lo mismo contigo aquí o allá.

Dejando el agua, enrolló la correa en su mano y comenzó a caminar, seguí las reglas y fui detrás de él, vista baja, observando de reojo mi alrededor, acercándonos a la entrada principal, el mismo guardia metiche nos cortó el paso.

— ¿Qué pasó? ¿Tan rápido se marchan?

Preguntó.

— Sí, vine por una compañera para mi mascota — Respondió Simón—. Pero no hay ninguna tan exquisita como la mía. Me regreso a casa para disfrutar de ella en privado.

Miré a los guardias en el exterior, están comunicándose con radios, pude oír al más cercano.

"Sospechosa de cabello negro, producto de calidad nivel diamante, tez clara, ojos grises, fue la última mascota en pisar el segundo modulo. Ella debió matar a Mijail"

Ok. Estoy muerta.

El guardia más cercano volteó a mirarme, observándome de pies a cabeza, analizando mi cabello, mi ropa, mi cuerpo, mientras el guardia de la entrada sigue hablando con Simón, mierda, tenemos que irnos.

— Encontré a la sospechosa — dijo el sujeto sin quitarme la vista—. Iré por ella.

— Bueno, me voy.

Dijo Simón al percatarse de la situación, me tomó por el brazo y comenzó a caminar a paso rápido hasta el auto, intentando escapar.

Demasiado tarde.

Esos sujetos no dudaron el sacar el arma, ya en los estacionamientos todo funciona, las armas, las radios, los comunicadores, estoy muerta, ambos estamos muertos.

Simón y yo comenzamos a correr, las balas vienen directo hacia nosotros, puedo sentir la venda de mi tatuaje empapada por la bala que me rozó, me sangra el brazo, tengo una rozadura en la mejilla y si no soy cuidadosa, una bala me perforará en un lugar importante y hasta aquí llegará mi historia.

Perdí a Simón en cierto punto, cayó de rodillas al recibir una bala que le atravesó el hombro, el dolor no le permitió avanzar, sujeté su mano y lo levanté gritando maldiciones, obligándolo a correr otra vez, pero... de un momento a otro, la cantidad de disparos disminuyó, disminuyó y disminuyó, hasta que nada se escuchó.

No tuve el valor de mirar atrás, corrí con todas mis fuerzas hacia el auto, lancé a Simón dentro, y antes de cerrar la puerta, el chofer arrancó a todo dar, salvándonos el culo.

Tomé el auricular y lo puse en mi oreja, con manos temblorosas, me dolía el cuerpo como la mierda.

— Mijail está muerto, las chicas están dentro — Solté agitada—. Proceda el equipo en tierra.

Tomé el abrigo, deslicé los brazos por los orificios y anudé con fuerza en el frente, apoyando la cabeza en el respaldo, estoy agotada, mi respiración es superficial, me tiemblan las extremidades y tengo el cuello hecho polvo gracias al collar, la correa se enredó en Simón mientras corríamos, provocando que lo jalara constantemente mientras lo arrastraba hacia el vehículo.

— Natasha ¿Ambos están vivos?

Preguntó Daiki.

— Vivos, sí, lastimados, pero vivos, estaremos bien.

— Define lastimada.

Caesar. Y no suena feliz.

— Creo que necesitaré un par de puntos, jefe, pero por fin nos libramos de esa escoria, ahora queda hablar con Alexei y...

— Me importa una mierda el después — Me cortó—. Tu bienestar es lo que me interesa ahora, nos vemos en casa, voy en camino.

— Nos vemos en casa.

Dije.

El camino de regreso fue silencioso, Simón perdió el conocimiento en cierto punto, lo recosté de manera que su cabeza se apoyara en mis muslos, está perdiendo mucha sangre... bueno, ambos somos un desastre, tenemos todo un regadío de sangre aquí atrás.

Al llegar a casa de los Yakusa, rápidamente sacaron a Simón para atenderlo, luego fui ayudada a salir yo, estoy mareada, luché por seguir caminando y mantener la conciencia, yo no soy débil, no voy a dejar que me vean débil, por lo que me armé de fuerza para caminar sin ayuda hasta el cuarto en el que me estoy quedado, cerré la puerta y sólo entonces pateé los tacones y caí de rodillas al piso, apoyando ambas manos en este, temblorosa, estoy a poco de perder la conciencia, pero quiero ponerme algo cómodo primero.

Si tan sólo pudiese llegar a la maleta de Caesar y robarle una camiseta...

— Mierda, Natasha, necesitas asistencia médica.

Daiki.

— Estoy bien, sólo me senté para descansar un poco, fue una noche con mucha adrenalina.

Me forcé a levantar el rostro y sonreír, mientras uno de mis brazos falla y casi me doy de frente con el piso, cerré los ojos un segundo, sólo un segundo, me estoy esforzando por mantenerme despierta al menos mientras él está aquí.

— Ya probaste tu valía, por favor, acepta la ayuda que se te ofrece, deja de ser orgullosa.

Extendiendo su mano hacia mí.

Suspiré, rendida, estiré mi mano hacia él y de un tirón, ya estoy de pie de nuevo, siendo sujetada por él, la gasa en mi pierna completamente empapada.

— Vamos, el medico está esperando.

Me cargó como princesa, corriendo por los pasillos mientras grita órdenes y yo aprovecho de cerrar los ojos y descansar un momento, escuché el sonido de las puertas deslizantes abrirse y luego fui recostada sobre una mesa grande.

Abrí los ojos para ver qué sucede a continuación, soy consciente de mi apariencia, estoy entre desconocidos, confío en Daiki aquí presente, pero no en los demás, debo mantenerme consciente hasta que Caesar llegue aquí, sé que él no permitirá que nada me suceda, no me perderá de vista, podré desvanecerme entonces.

Vi a los japoneses correr de un lugar a otro, todos hablan en japones, no entiendo, luego entró el doctor, acercando una mesa con instrumentos quirúrgicos, mirándome de pies a cabeza.

— Necesito que me dejen a solas con la paciente, debo quitarle el abrigo.

Ordenó el doctor y yo palidecí, no me siento cómoda con esto, quise hablar, pero ya todos estaban saliendo, Daiki me acarició el cabello una vez y también se marcha para darme privacidad.

No quiero quedarme sola ¿Dónde está Caesar?

— Ni en tus mejores sueños te quedas solo con mi chica.

Vociferó Caesar, agitado, apareciendo por la puerta, soportando su peso en las rodillas, cansado. Como si hubiese corrido una maratón, si llegó.

— Vas a atenderla, lo harás ahora, lo harás bien, y yo estaré muy pendiente de todos tus movimientos.

Agradeció a Daiki y cerró la puerta tras él, mirándome de pies a cabeza, no con lujuria, sino que, con preocupación, su entrecejo está demasiado arrugado incluso para él, quién siempre va enojado por el mundo.

— Señorita ¿Está de acuerdo con esto? ¿Quién es él?

Preguntó el doctor.

— Él es el Boss — Respondí apoyando la cabeza en la mesa, relajándome—. Es mi novio, es un idiota posesivo y no tiene paciencia, así que recomiendo que vaya con cuidado.

— Y-ya veo — Respondió temeroso—. Le quitaré el abrigo para observar la gravedad de sus heridas.

Tomé asiento a duras penas para ayudarlo en el proceso, luego hizo el ademán de sujetar la correa para quitarla del camino, estaba sucia, llena de sangre y estorba para comenzar a trabajar en mi cuerpo.

— Alto — Aparté su mano de un golpe—. No puedes tocarla, tú no — Miré a Caesar—. Sácame esto.

El doctor dio un paso atrás otra vez, sin entender por qué no puede tocar mi cadena o mi collar, no tiene idea del valor sentimental que tiene para mí.

Para una esclava... el collar es su todo, y sólo puede quitarla el dueño, así me educaron.

Mi valor, mi honor, mi nombre... todo gira en torno al amo y el collar cuando soy Tacha.

— Por supuesto, pastelito — Caminando a grandes zancadas hacia mí—. Lo hiciste fabuloso esta noche — Quitando el collar, acariciando mi cuello lastimado—. Mataste a Mijail y salvaste a un montón de chicas — Dándome un delicado beso sobre los labios—. Ahora puedes descansar, me encargaré de que todo esté bien, tú puedes cerrar los ojos y recuperar energías, estaré cuidando tu sueño, no te perderé de vista, te lo juro.

Ayudándome a regresar a mi posición anterior, recostada sobre la mesa para que yo no haga más fuerzas de las necesarias, la sangre chorrea por el borde de la superficie que me sostiene, y él se ve tan preocupado... le tiemblan las manos y la voz, debe estar aterrado ante la idea de perder a alguien más, no puedo darle un susto cómo ese de nuevo.

Sabiendo que todo está bien ahora, que hice bien, qué por una vez, fui útil y recibí elogios por ello, cerré los ojos y me rendí ante el cansancio, terminando por perder el conocimiento, confiando en que Caesar me mantendrá a salvo y vigilada en todo momento.

Estoy en muchos problemas... Confío tanto en este hombre que sin dudar le entregué mi integridad y mi vida. 

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