Capítulo 24
CAESAR
Apreté los puños con fuerza, mordiéndome la lengua al ver a Natasha destrozar con rabia el plano que con tanto esmero preparó para todos. No pasó desapercibida la reacción de los presentes, sorprendidos por la osadía de esta mujer que me enseña el dedo medio y sale del cuarto sin mirar atrás.
Sé que me costará caro lo que dije y el tono que usé con ella, debí defenderla cuando insinuaron que, por ser mujer no era capaz de cumplir con la tarea, yo sé que es más que capaz de terminar todo trabajo que se le encomiende, mi error radica en forzarla a convertirse en una chiquilla hogareña cuando Natasha es de naturaleza salvaje e impredecible.
Le advertí, le dije que aquí las cosas serían diferentes a nuestro hogar, a las mujeres ni siquiera se les permite caminar por aquí, yo sólo intentaba... protegerla de los malos comentarios de estos idiotas, pero de nuevo... me equivoqué.
— Lamento esto — Mencioné avergonzado—. Por lo general no es tan malcriada, pero... discutimos en el auto, debe estar cabreada conmigo.
Daiki carcajeó.
— Ese no es el problema, Boss — Me miró—. Lo que sucede es que intenta tratar como gatita a alguien que es una leona ¿Cómo puede pretender ponerle una correa a alguien que ha vivido toda la vida siendo salvaje?
El líder de la mafia japonesa se ve muy divertido con la situación, incluso parece conocerla mejor que yo, que puta molestia.
— La dama probó que sabe de lo que habla y que no permitirá que nadie pase sobre ella, tiene mis respetos.
Dijo el sujeto que minutos antes le dijo que, como mujer, debía quedarse en casa esperando.
— Caballeros... dudo mucho que quiera regresar y rearmar la idea, ella es muy terca, no retomará la idea, aunque yo se lo pida.
Sé lo que tengo y sé de lo que es capaz, me costará conseguir su perdón.
— Creo que debería dejar que se enfríen un poco las cosas, después de todo, lo de hoy fue sólo para hablar, mañana comenzaremos el verdadero trabajo — Comentó Daiki— ¿Quiere beber algo para pasar el mal rato? Necesitará beber algo fuerte para enfrentar a su leona más tarde.
Y más me vale guardar distancia, porque Natasha me va a cortar las bolas, además de intransigente, es violenta, y no se mide cuando la pasan a llevar.
— Sí, quiero ese trago Daiki — Suspiré—. Hablaré con ella en la fiesta, esperemos y quiera escucharme.
Viendo el plano destruido otra vez, debe estar furiosa.
***
Luego de treinta minutos de platica vacía, no aguanté más, me levanté de la mesa y pedí a Daiki que me siguiera al pasillo, ambos, con bebida en mano, observando el enorme árbol de cerezo en el centro.
La sonrisa traviesa en sus labios me dice que sabe porqué lo llamé aparte, debe disfrutar el hecho de que conoce a mi chica hace mucho más tiempo que yo.
— ¿Y bien, Boss? ¿Me preguntará eso que lo atormenta?
No se va con rodeos.
— ¿Desde cuando conoces a Natasha y qué servicios prestó aquí?
Suspiró apoyándose en el barandal de espaldas, observando con nostalgia hacia el cielo, llevándose el trago a la boca, saboreando antes de mirarme con arrogancia, podría destrozarle el rostro aquí mismo por pensar en mi chica, qué descarado.
— Hace unos años, mi hogar sufrió un grave atentado de poder en el que el líder anterior falleció y yo debí asumir el poder, pedí su ayuda ¿Lo recuerda? No confiaba en mi propia gente y usted, generosamente envió refuerzos para poder eliminar a quienes amenazaban la seguridad de mi cargo.
— Lo recuerdo, de nuevo, lamento mucho lo sucedido.
Perdió a su padre, cómo yo, lo perdió todo, cómo yo, por eso Daiki me agrada más que el resto, tenemos historias similares y no queremos perder a nadie más, por lo mismo defendemos tanto nuestros ideales, es la única manera de mantener a nuestras personas queridas con vida.
— Para entonces, Mijail envió un grupo de hombres en su nombre, pero entre esos hombres... increíblemente, la que los lideraba era una mujer, tenía catorce años y un puñado de meses para ese entonces, caminaba por los techos descalza y lanzaba sobre su cabeza a todo aquel que se le insinuaba, arrancó orejas, cortó manos con el mismo cuchillo con el que estaba almorzando... era tremenda —Carcajeó negando—. Cómo dije, una leona en todo su esplendor, violenta y arrebatadora, era una niña, pero absorbía todo el aire a su alrededor, todos quienes estaban en el mismo espacio que ella no podían evitar voltear a mirarla.
— ¿Se acostó contigo alguna vez?
¿Por qué le hago ese tipo de preguntas si quizá no quiera saber la respuesta?
— Yo no... no...
— ¿Lo hizo o no? Es tan fácil cómo eso.
Consciente de la manera en la que lo estoy mirando, cómo si quisiera arrancarle la cabeza de los hombros en cualquier momento.
Quizá si quiera hacerlo, aunque el tipo me agrade.
— No al comienzo... al menos —Confesó avergonzado—. Era una niña, jamás la tocaría, jamás permití que se sobrepasaran con ella tampoco, pero hace unos meses... antes que me casara con Narumi... Nosotros...
Daiki es joven, asumió el poder cuando tenía diecisiete años, ahora tiene veinte, es más joven que yo, y sucedió cuando yo todavía no la conocía... aún así...
— Ya. No me interesa oír los detalles. Sólo espero que jamás voltees a ver en su dirección otra vez.
— Boss, estoy casado y ella es su mujer, en ese entonces ambos estábamos solteros, Natasha es seductora, es...
— Sé lo que es, sé muy bien a quién tengo a mi lado, así que no necesito que me des clases sobre mi mujer —Dándole la espalda—. Estaré en mi habitación, te veo para la fiesta.
Alejándome por el pasillo con la sangre hirviéndome de celos, Natasha lleva años viniendo a esta casa ¿Cómo me atreví a darle consejos sobre cómo comportarse aquí si ya todos conocen su insubordinación?
Debí preguntarle primero y juzgar después, yo mismo invalido sus capacidades, soy de lo peor, tengo que entender que me enamoré de una mujer que no sigue las reglas, y que eso cambiará mi mundo para siempre.
***
Tuve la oportunidad de pasar una hora en paz cuando Daiki llegó a mi cuarto a pedir disculpas por lo sucedido, el hombre parece arrepentido por el hecho de acostarse con mi mujer, pero ¿Con qué derecho le reclamé? No la conocía, no era mía, fue antes de conocernos, antes de que su personalidad refrescante llegara a darle un vuelco a mi vida.
Terminamos limando asperezas y lo seguí con el resto de los líderes para beber un poco más, intentando relajarme mientras las horas pasan y no hay rastros de Natasha, incluso temía mirar el rastreador y encontrarme con la sorpresa que tomó un avión y se mandó a cambiar, ella es capaz de eso y más, la veo incluso capaz de arrancarse el rastreador y desaparecer de la faz de la tierra a un lugar dónde no pueda encontrarla, con este viaje a Japón me quedó claro que tiene conexiones, viviría bien incluso sin mi patrocinio.
¿Por qué creí que sería buena idea decirle cómo comportarse? Llegó cabreada aquí, la apreté un poquito y... explotó.
Necesito saber dónde está, no puedo seguir así.
— Discúlpenme caballeros — Levantándome de la mesa—. Necesito hacer una llamada.
Con móvil en mano, salí de la habitación hacia el pasillo, apoyándome en el barandal para observar la nieve caer, y cómo soy un cobarde incapaz de mirar el rastreador por mi cuenta, llamé a Santino, él siempre lo sabe todo después de todo, dos timbres después, contestó.
— Caesar.
— Natasha ¿Sabes dónde está?
Hablando más rápido de lo que pretendía, haciendo denotar mi ansiedad.
— Sí, se encontró con Vincenzo hace unas horas, este se la subió al hombro y se la llevó.
Apreté los puños con fuerza, sintiendo la rabia recorrerme el cuerpo.
— ¿Dónde están? Voy a matar a ese hijo de puta. Iré a buscarla.
Ese idiota es capaz de todo, no pienso dejar que se quede más tiempo con ella.
— No creo que sea buena idea, señor, él mandó una fotografía, Natasha parece estar pasándolo bien, mire esto.
Corté la llamada y presioné el mensaje que Santino envió, en ella vi claramente a Nat preparando una casa de jengibre, muy concentrada con crema roja en la mejilla, no se dio cuenta del idiota de mi primo, burlón, con dos dedos al aire, posando y mirando a la cámara, todo para burlarse.
Veinte segundos después, recibí un video de Aless, Nat y mi primo estaban en él.
No estoy entendiendo.
La primera imagen era de Natasha, sigue muy concentrada en la casa de jengibre, está pegando las paredes.
— Natasha querida, creo que te quedó chueca — dijo Vincenzo— Deja, te ayudo.
— Toca mi casa con tus manos y te corto los dedos, la que la va a armar y a comérsela, soy yo y no pienso compartir.
Tan fanática de los dulces mi mocosa malcriada.
— Quieta, fiera, sólo intento ayudar a que quede bonita ¿O quieres algo deforme? El pastel nos quedó bonito.
— Pero tuve que compartir la mitad contigo.
Respondió recelosa.
— Bueno, estamos en una cita, se supone que tienes que compartir.
Hijo de puta...
— Uno, no es una cita, dos, yo no comparto la comida, me pone de muy mal humor que toquen lo que me estoy comiendo o lo que me voy a comer.
— Puedo ser tu comida si quieres, Caesar y yo tenemos las mismas proporciones, sé que te gustan las... cosas grandes.
Insinuándose.
Voy a matarlo, definitivamente voy a matarlo.
Natasha levantó la cabeza dejando de trabajar en la casa, tomó el cuchillo y lo clavó en la tabla dónde él tenía apoyada la mano, dos centímetros y le atraviesa el pulgar.
— Estoy furiosa con Caesar, sí, pero ya no soy una zorra, te he dicho que no me interesas al menos unas diez veces en este rato. Si accedí a acompañarte, fue por la comida, nada más, vuelve a insinuarte y yo misma veré como regresar a la casa de los Yakuza. No me gusta que me presionen, ya dije que no.
Temí por mi vida y me sentí orgulloso al mismo tiempo, me cortará las pelotas, pero al menos sé que mantiene a raya a este sujeto.
— Santino... — Vincenzo suspiró—. Esto no va a funcionar, te dije que no iba a poder seducirla, está tan perdida como mi primo, dudo que puedas hacer que se separen, y si Caesar se entera, tú también lo estarás.
Dijo este cuando se alejó lo suficiente de ella para que no escuchara, luego el video terminó.
Retrocedí, leyendo el mensaje de Aless.
"No sé qué está tramando Santino, jefe, él me gusta, sí, pero mi lealtad está con usted y no puedo guardarme esto. No sé qué está pasando, le llegó ese video hace un momento, él y Vincenzo tienen un trato, no haga nada en contra de Santino, averiguaré por mi cuenta, sí sé de algo, se lo comentaré".
Odiaba a Aless por acostarse con Natasha, pero es un perro muy leal, necesito saber qué está tramando ese otro a mis espaldas.
"Gracias Aless".
Tomé el móvil y marqué a Santino, estaba furioso.
— ¿Qué mierda crees que estás haciendo? — Dije apenas contestó— Te dije que no interfirieras de esa manera, no es parte del plan, tú cumple con tu parte, sigue fingiendo que estás en contra de ella, necesito que las casas crean que el matrimonio sigue en curso para que estén tranquilos, te dije que si en la casa Marchetti sabían del plan, podrían ir con el cuento a las otras tres casas, y expresamente te dije que sólo le presentaras cualquier idiota en los eventos públicos para aparentar, no quiero ponerle un blanco en la espalda a Nat ¿Por qué quieres que siga viendo a Vincenzo?
Este idiota es mi Segundo, siempre actúa de la manera que cree que pude ayudarme, pero esto no está ayudándome, está enfureciéndome.
Él suspiró.
— Cumplí con que Aless viera el video ¿No? Sé que te lo mostró, lo vi escribiéndote, y no creas que el plan me gusta más que a ti ¿Sabes lo que me duele tratar así a la muñequita? Lo hago única y exclusivamente para que las casas no quieran sacarla del camino, necesito que crean que está con Vincenzo, filtré las fotografías dónde ella se ve concentrada en lo que hace en la cuenta pública de tu primo, si las casas creen que ellos tienen algo, dejarán de murmurar. Me encargué de Aless para que se quedara cerca de ella, Nat es dura, pero es muy sensible al mismo tiempo, no soporto que esté sola.
Tan calculador el hijo de puta... por eso es al único que le confié esto.
— Bien, está bien, pero no hagas cosas a mis espaldas, no me gusta, y haz que Carina desaparezca, está celosa de lo que sucede con Natasha, no necesito que abra la boca a las otras casas, bórrala.
— Considéralo hecho, Zar. Y no olvides mi bono navideño, te saldré muy, muy caro, dejé que me rompieras el brazo por el bien de la muñequita, no creas que olvido estos grandes favores.
— Lo sé, fue demasiado, lo sé, pero se te pasó la mano con lo que le dijiste también, intenta sólo no hablarle, no le digas nada, me duele verla triste por tu culpa.
Dije.
— Y serán meses de agonía, aguanta. Es por esto mismo que escogí a Irina para que finjas el compromiso, estará seis meses fuera, tendrás paz por esos seis meses, le haré un poco de sombra para que tarde un poco más.
— Gracias — Suspirando aliviado—. Gracias y... avísame si sucede algo más. Y deja de hacer que lo de Vincenzo y Natasha se vea tan real o querré ahorcar a mi primo.
No es normal sentir celos incluso de los planes que yo mismo armé.
— Idiota posesivo — Carcajeó—. Tú sólo prepárate porque Natasha está furiosa, ten tu regalo de disculpas preparado, Vincenzo dijo que no regresarían temprano, ella no quiere asistir a la fiesta para que la vistan y la obliguen a servirte.
Suspiré.
Si le hubiera propuesto la cena de otra manera quizá no se habría enojado tanto, ella no tiene por qué servirme, no tiene por qué estar debajo de mí, como Boss debo conseguirme a una igual, no una mujer que se dedique a seguir mis ordenes por siempre...
— Sí, lo sé... no tengo idea de cómo haré para que me perdone.
— Una humillación publica podría servir, deja de fingir con la muñequita, trátala como siempre haces, con respeto y dulzura, eres el Boss, carajo, puedes hacer lo que se te dé la gana.
Tiene razón, como siempre, Santino tiene razón.
— Lo haré, incluso Daiki que es extremadamente machista dijo que me había equivocado, reconoce la fortaleza cuando la ve.
— Por eso actúa acorde a la mujer que tienes al lado, vas a aburrirla si sigues así.
De nuevo regañándome el idiota engreído, se toma demasiadas libertades.
— No sólo tienes la cara de hijo de puta, eres un hijo de puta, Santino. Me agradas.
Hablé con él largo y tendido, repasando el plan, acordando lo que haríamos desde este punto. No mentí cuando dije que Santino es lo más parecido a un amigo, no podría haber encontrado la solución a mi problema si no fuera por él, pero debemos esperar, necesitamos tiempo.
***
NATASHA
Llegué a casa de los Yakuza casi a las tres de la mañana, en compañía de Vincenzo riéndonos a carcajadas gracias a todas las botellas de tequila y whisky que bebimos, no siento la cara y se me adormecieron los dedos de las manos, pero eso no es impedimento para sujetar bien mi casita de jengibre contra mi pecho, estoy tan llena que no he tenido oportunidad de probarla, pero mañana, apenas abra un ojo, será lo primero que haga.
Vincenzo resultó ser un tipo más divertido de lo que imaginaba, dejó de ser un idiota cuando construimos nuestra (mía) casita de jengibre durante la tarde, dejó de coquetearme y se dignó a hacerme reír, molestándome en el proceso, comportándose cómo el amigo que no tengo y que no sabía que necesitaba, gracias a él, no me comí la cabeza pensando en Santino, se lo agradezco.
A medida que avanzaba la tarde, disfruté de su compañía, sobre todo en los juegos del parque de atracciones, subimos a todos y cada uno de ellos a pesar de habernos comido medio pastel cada uno, y era grande, pensando que era buena idea correr inmediatamente después a todos los juegos que se nos cruzaron por delante, vomitamos un par de veces gracias a nuestros arrebatos, aún así, nos divertimos en grande, nunca había ido a uno, fue una buena primera experiencia.
Cinco horas estuvimos ahí, luego fuimos a cenar, y como aún era temprano y no queríamos regresar a la casa de Daiki, fuimos de compras para ir a bailar a un club, resultó ser toda una diva de la moda el Marchetti marcado, eligió un vestido ajustado para mí, con escote y brillitos pequeños por todas partes, botas altas y un abrigo negro de piel, hizo que me maquillaran, que arreglaran mi cabello y me perfumaran, acomodando lentes de sol sobre mi cabeza, celebrando la decisión conmigo, sonriendo maliciosos al pensar en la cara que pondrán las mujeres cuando vean mis ropas.
Vincenzo es un excelente compañero de travesuras, se pasa a todos por el culo, seremos buenos amigos, mi sexto sentido me lo dice.
Y cómo él no quería ser menos, compró un traje de diseñador, usó una camisa blanca abierta y gemelos de diamante en las muñecas, compró un reloj de oro y los mejores zapatos que encontró, parece un gigoló costoso, me gusta.
Acomodó lentes oscuros sobre su cabello, se puso un abrigo de piel sintética, me ofreció su brazo, el cual tomé gustosa y salimos del centro comercial hacia su auto para irnos de fiesta y bailar hasta no poder mantenernos de pie.
Celebramos el veinticinco de diciembre en ese club, normal, repleto de personas que querían bailar, beber y divertirse, fue agradable un momento de normalidad entre tanto mal rato el día de hoy, si Vincenzo fuese así a diario, fácilmente podría ser su amiga, estoy escasa de amigos en estos momentos.
— Shh... calla mocosa o van a escucharnos.
Carcajeó bajo, terminando en el piso de rodillas, gateó un par de metros y se puso de pie otra vez, fue tan divertido que tuve que cubrirme la boca y sujetarme el estómago, Vincenzo es un idiota divertido, le sale natural la estupidez.
— Tú deberías hacer silencio — Sujetándome de las paredes para ir derecho—. Oh, mira, estamos cruzando el pabellón masculino ¿Escuchas la música?
— ¿Quieres espiar?
Alzando las cejas, divertido.
Lentamente deslicé una sonrisa felina por mis labios, asintiendo en su dirección, viéndolo devolver el gesto.
— Sí quiero, vamos a ver qué hacen los sucios hijos de puta que engañan a sus mujeres.
Ambos terminamos en el piso, arrastrándonos con los codos, como si estuviéramos en medio de un campo de batalla y las balas volaran sobre nuestras cabezas, llegando hasta la puerta dónde disfrutan del libertinaje.
Lentamente la abrimos lo suficiente para poder mirar con un ojo lo que sucede dentro, viendo un montón de mujeres desnudas complaciendo a los sujetos de la casa, sexo público, en grupo, morboso, y ahí estaba mi hombre, sentado en un rincón del cuarto con una mesa pequeña frente a él, siete botellas vacías a su lado y una llena en la mesa, acompañada de un pequeño vaso, hay dos mujeres frente a él intentando coquetearle, pero Caesar ni siquiera las mira, sigue muy concentrado en su bebida, ignorando todo a su alrededor.
— Boss... nos pagaron por entretenerlo, pero ni siquiera podemos tocarlo ¿Por qué? ¿No somos atractivas?
Preguntó una de ellas con voz melosa, yo podría hacerlo mejor, soy buena seduciendo.
— Lo son, sí, pero no es el tipo de diversión que busco, no me interesan estas cosas, yo sí respeto a mi mujer.
Apartando la mano de quien intentó tocarlo, mirándola con asco, ya se negó e intentan obligarlo de todas maneras ¿Qué ellas no entienden las negativas? ¿Así se entrena a las prostitutas en los burdeles ahora?
— Pero ella jamás sabrá de esto, nadie se lo va a decir, es por esto que los pabellones de mujeres y hombres están separados.
Le dijo la otra.
Demasiado insistentes y patéticas, una puta no ruega, una puta vuelve a locos a todos en la habitación y se da el gusto de elegir a quién abrirle las piernas.
— Mi mujer es como un perro, huele a las putas, así que intenten no tocarme y jueguen con otro bastardo.
— Pero...
— Fuera antes de que pierda la paciencia.
Tomando su arma siempre oculta en la cinturilla de su pantalón, apoyándola sobre la mesa. Una amenaza silenciosa.
Las mujeres dejaron de insistir, se levantaron y fueron con otro sujeto.
— Ese es mi hombre fiel — Carcajee bajo, cerrando la puerta—. Ya me voy a dormir — Le dije a Vincenzo, arrastrándome hasta zona segura—. Gracias por hoy, fue divertido, me salvaste de fingir ser una chica sumisa y callada.
— Si te hostigan mañana también — Tomando una tarjeta de presentación de su pantalón—. llámame y nos escapamos, aún hay lugares divertidos que no hemos visitado. Y también así evitas a Caesar más tiempo, lo harás pensar en una disculpa mejor y mejor.
— Lo pensaré — Tomando la tarjeta—. Deja que vea mañana como resultan las cosas.
Nos despedimos, cuando el pasillo se dividió, él dobló hacia la derecha, directo a los cuartos, y yo seguí derecho, muy derecho, hasta el pasillo femenino dónde no había luces, música ni siquiera un misero sonido, todas deben estar dormidas, lástima que se pierdan mi super vestimenta que preparé pensando en ellas.
Entré a mi cuarto, viendo mi futón extendido y una pequeña estufa en el rincón, el cuarto estaba tibio, y mi cama ocupada.
— Mierda, Aless, casi me da un infarto.
Respirando aliviada.
— Te estaba esperando, no llegabas y no llevaste el móvil, me preocupé.
— Perdón... no pensé que alguien fuese a preocuparse si desaparecía por unas horas.
Soltando el abrigo, tomando asiento junto a él, intentando quitarme las botas sin éxito.
— Borracha tonta, deja que te ayude.
Tiró de las botas con delicadeza, una a una, hasta liberarme de mi calvario, me duelen tanto los pies que no quiero volver a usar zapatos nunca, bailé demasiado con Vincenzo.
— ¿Por qué no estás con tu novio el traidor?
Pregunté, apoyando la cabeza en la almohada, estoy agotada, quiero que sea mañana para comerme mi casa de jengibre...
— Porque no sabía si estaba bien mi amiga, pero ahora que llegaste y que parece que te estás quedando dormida, regresaré a mi cuarto. Si las mujeres me ven aquí, se enojarán.
Asentí con los ojos cerrados, sintiéndolo cubrirme con las mantas hasta el cuello.
— Gracias Aless... por no dejarme sola.
— Alguien necesita asegurarse de que sigas viva, chiquilla impertinente, mañana me cuentas cómo te fue con Vincenzo, así cuento cuantos golpes va a recibir.
— Nadie va a golpear a nadie — Dije casi cayendo en el sueño profundo—. Vincenzo es amigo, no enemigo... sólo nos divertimos, no hizo nada más...
Y entonces me dormí, si se quedó, si se fue o si siguió hablando, no tengo ni la menor idea, pero estoy agradecida de que esperara por mí.
***
A la mañana siguiente, mi reloj marcaba las seis de la mañana cuando me levantaron esas mujeres, me obligaron a tomar un baño con ellas y luego me vistieron con esas ropas que no me gustan nada, amarrando las mangas con telas blancas en mi espalda para que no molestaran mientras... cocinábamos a todos esos idiotas que se follaron a medio prostíbulo anoche.
¿Ellas lo sabrán? ¿Es que no les importa ser constantemente engañadas?
— Nunca he cocinado — Expliqué a Narumi—. ¿En qué ayudo?
Apoyada en la pared de la cocina, viendo como todas toman posiciones en el espacio gigante y comienzan a tomar utensilios y verduras, todas parecen tener roles específicos, saben qué hacer, no se estorban.
Debería aprender a cocinar, podría hacerme tantas cosas para satisfacer mis antojos...
— Lava el arroz, sólo debes preocuparte de que el agua salga transparente — Ordenó altanera— Y esta vez sí deberías participar en las comidas, el Boss tuvo que servirse sólo sus alimentos, que denigrante.
Rodé los ojos, ignorando su comentario, ya armé pleitos ayer, debería mantenerme tranquila hoy, fuera del radar, voy a intentarlo al menos.
Me digné a lavar el puto arroz cómo me lo pidieron, corté verduras cómo me enseñaron y ayudé a trasladar todo para el desayuno, todos los hijos de puta importantes sentados en la mesa, Caesar incluido, con el espacio de sus esposas a su costado, había un lugar para mí también, y entre los hombres, rostros conocidos, el líder de la mafia estadounidense y al líder de la mafia francesa además de Daiki, por supuesto.
Como todas hicieron, tomé asiento en mi lugar, consciente de mi mala cara.
— Sírvele al Boss primero — Dijo Narumi—. Cuando él comience a comer, entonces puedes servirte a ti.
Rodé los ojos, maldiciendo a la asiática por lo bajo, destapando el maldito arroz, tomando el pocillo de Caesar de manera brusca, sujetando la cuchara de madera para llenarle el maldito recipiente porque él amaneció inútil y manco hoy.
— Deja, yo lo hago, Natasha.
Dijo Caesar.
Me quitó el pocillo y la cuchara, sirvió el arroz, dejándolo en mi lugar y luego sirvió el suyo, luego sirvió en mi alargado plato una porción de verduras, también carne, cortó el pescado y separó las espinas para mí, sirvió agua y me hizo una señal de que comiera primero.
Fruncí el ceño ¿Qué acaso las tradiciones se las pasa por el culo hoy?
De todas maneras, tomé mis palillos con dedos temblorosos, además de la cena de anoche con Vincenzo, nunca comí con palillos antes, por lo que, cada vez que intenté sujetar el arroz, se me cayó, estoy perdiendo la paciencia y comienza a darme vergüenza porque todos están mirando.
— Esto te va a gustar, pruébalo.
Caesar tomó mis palillos, puso carne en el pocillo, lo junto con él arroz y tomándolo sin dificultad, lo llevó a mi boca, estirando su mano libre en caso de derramar algo.
Avergonzada la abrí, saboreando lo que preparamos temprano, está delicioso, pero probablemente lo disfrutaría más si hubiese dormido más de tres horas y la cabeza no me estuviera explotando.
— Gracias — Dije luego de tragar. Tomando mis palillos—. Sólo sírvete, yo puedo comer sola.
Narumi me mira como si quisiera matarme, Daiki no deja de reír, sin duda él me agrada más que su esposa.
— Natasha, después tenemos que ir y limpiar los baños. Los señores merecen un lugar limpio, después haremos las habitaciones y limpiaremos la sala de eventos, la celebración duró hasta la madrugada, está echa un asco.
¿Se atreve a darme ordenes?
Levanté la cabeza de mi comida, observándola directamente, me cansé de soportarla, ya la aguanté toda la mañana, me vestí cómo ella quería, me levanté temprano, cociné y tuve la iniciativa de servirle a Caesar, incluso guardé silencio, algo que se me hace muy, muy difícil, pero terminó.
— No vine a hacer labores domésticas, suficiente hago vistiendo como te parece.
Depositando los palillos con más fuerza de la necesaria en la mesa.
— Estás en mi casa, por lo tanto, tienes la obligación de seguir mis reglas.
Todos en el cuarto la miran a ella y a mí, desconcertados por el giro de la conversación.
— Pues muy fácil, me voy de tu casa — Levantándome, mientras me suelto el cabello sin quitarle los ojos de encima—. Te repito, no vine aquí a jugar a la casita, vine por trabajo, y como no pienso mover un dedo para lo de hoy, me voy. Daiki, todo un placer volver a verte, pero aborrezco a tu esposa.
Sali del espacio rápidamente, quitándome las molestas prendas que estrangulan mi cintura, tirándolas al piso mientras camino por el pasillo hacia mi habitación, me voy, joder, no toleraré humillaciones ni malos tratos, llamaré a Vincenzo y me quedaré en su casa mientras tanto, ya comprobé que puede ser un buen amigo cuando se lo propone y utilizaré eso a mi favor.
— Natasha, Nat por favor espera.
Caesar sujetó mi mano en medio de la carrera, impidiéndome seguir.
— No vengas a decirme cuantas faltas de respeto cometí, no me interesa, sigue con tus negocios tú sólo, no pienso volver a pisar esta casa.
— Narumi te pedirá disculpas, Daiki pedirá disculpas por cómo te trató su esposa, escucha lo que el hombre tiene que decir, él es alguien cuerdo, está muy arrepentido por lo que acaba de suceder.
— No voy a volver, no me interesa lo que tengan para decir.
Cruzándome de brazos, el kimono abierto y el yukata blanco que se mantiene oculto ahora a la vista.
— Yo también debo disculparme, fui un idiota contigo... No sé por qué creí que podríamos aparentar algo que no somos, soy el Boss, es a mí a quien deben respetar, no tengo por qué obligar a mi mujer a ser parte de un teatro... perdóname.
Extendí mi mano hacia él, moviendo los dedos mientras rueda los ojos.
— Lo siento, de verdad lo siento, Pastelito.
Buscando algo en su bolsillo, sacando un anillo de él con un enorme diamante rojo en el centro, una pieza de oro muy bonito y brillante.
— Que no se te haga costumbre pedir disculpas así — Dije—. Y no estás perdonado, sigo sin querer verte, volveré sólo porque Daiki si me simpatiza — Sonreí con malicia—. Y porque me interesa humillar a esa mujer, yo no vine en calidad de empleada ¿Qué se cree?
— Entonces... ¿Volverás?
— Sólo por la humillación de Narumi, no te ilusiones.
Tomó mi mano repasando mi vestimenta mientras le tiemblan las cejas, pero no dijo nada, hombre inteligente, entonces comenzó a caminar de regreso a la habitación, entrando de mala gana.
A Narumi casi se le cayó el rostro al ver mi apariencia desastrosa.
— Dama de la mafia — Comenzó a decir la mujer—. Perdoné mi atrevimiento, olvidé que estaba hablando con la mujer del Boss, lamento mis faltas de respeto.
Dijo.
Apoyando la cabeza y las manos en el piso en una respetuosa reverencia.
— Lamento la imprudencia de mi mujer, ella estaba equivocada, por favor perdónele la vida.
Dijo Daiki, repitiendo la acción de su mujer, eso sí me sorprendió.
— El Boss dijo que tienes su completa aprobación de matar a quien sea que le falte el respeto —. Explicó el francés al ver que no estoy entendiendo lo que sucede—. Y Narumi definitivamente se lo faltó.
Caesar me sonrió con los labios apretados, nervioso, buscando en mi rostro algún indicio de lo que estoy pasando.
— Levanten las cabezas, es el Boss a quien deben rendirle cuentas, Narumi, sólo limítate a dejarme en paz.
Dije.
— Si, dama.
Respondió ella, levantando la cabeza, luego lo hizo Daiki, dándole una mirada molesta a su mujer.
— De todas maneras, no estoy interesada en compartir el desayuno, buen provecho.
Dije.
Dando media vuelta, dejando el pasillo común, yo sólo quería humillar a la mujer, por lo que caminé hasta el pabellón de mujeres, entrando al cuarto que señalaron como mío ayer y que he ocupado sólo para dormir, quitándome esa molesta ropa, tomando unos leggins ajustados de cuero y un suéter un poco corto que muestra casi la mitad de mi vientre, calcé mis zapatillas y tomé asiento en el piso, suspirando mientras miro mi maleta.
— Como lo pensé, las mucamas me la jugaron, esto es lo más sobrio y recatado que encontré.
Suspirando.
— ¿Debería llamar a Vincenzo?
Mirando la tarjeta que descansa junto a la ropa que me quité anoche, cualquier cosa sería mejor que quedarme aquí, es sofocante.
— Sí, me voy a ir, la afrontaré las consecuencias de esto en Italia.
Arrodillada en el piso, me dispuse a guardar todas mis cosas en la maleta, doblé la ropa, metí los zapatos en bolsitos de viaje, reuní mi maquillaje repartido por el lugar, dispuesta a no olvidar nada cuando la puerta fue abierta, sorprendiéndome por la presencia del hombre en el pabellón de mujeres, se supone que está prohibido que ellos entren aquí.
— Daiki ¿Qué hace aquí?
Olvidando las formalidades, no hace falta, he bebido más veces de las que recuerdo con él, somos viejos amigos.
— El Boss iba a venir, pero en vista de que quieres estrangularlo, decidí venir en su lugar a pedirte por favor que retomes tu lugar a la cabeza de la misión —Dando un paso dentro de mi cuarto—. Huracán, te necesitamos, sin ti morirán demasiadas personas.
Lo miré entrecerrando los ojos, levantándome del piso.
— Hace tiempo no me llamabas así ¿Seguimos fingiendo que somos casi desconocidos? Es conveniente, Caesar es demasiado posesivo, apostaría lo que fuera a que él ya te preguntó que tanto nos conocemos.
Cruzándome de brazos frente a él, sonriendo de lado.
— Sí, ya me preguntó, tuve que decirle que nos acostamos —Suspiró—. Creí que iba a matarme, tuve suerte.
— Fue una vez, estábamos de fiesta, me cogí a medio pabellón masculino y desperté en tu habitación, ni siquiera estamos 100% seguros de lo que pasó esa noche, fue un desliz y ya está, pero gracias a eso, tu esposa me odia.
— Yo no estaba con Narumi en ese entonces, ni siquiera me había comprometido con ella.
Se defendió.
— Yo lo sé, por eso mi inconsciente se permitió follar contigo, yo no soy una perra rompe hogares, puedo ser muchas cosas, pero desleal, jamás.
— Lo sé, por eso te pido que por favor regreses al trabajo, te necesitamos.
Alcé una ceja, cargando mi peso en una de mis caderas.
— ¿Bajo mis reglas? Porque estoy aburrida de fingir, Daiki, no puedo comportarme como las mujeres de aquí, yo crecí siendo ladrona, luego fui prostituta y asesina, no pueden pedirme que sea una mujer de casa, no tengo ni la más remota idea de cómo hacer eso, nunca lo aprendí, ni siquiera sé pelar una papa.
La desesperación es palpable en mi voz, necesito que lo entienda, pero al maldito le hace gracia.
— Yo no te estoy pidiendo nada, sólo sé tú misma, la dama que no teme ser quien es y pelea con quien sea necesario para defender eso, me gusta tu valor, ya veo por qué el Boss estaba nervioso antes de que llegara el desayuno, te tiene miedo.
Comentó el japones.
No pude evitar reír por lo bajo, Caesar estaba nervioso, me alegra que esté consciente de que la está cagando.
— Siempre has sido bueno alagando, sólo por eso aceptaré retomar el trabajo.
Sonriéndole.
— ¿Desayunamos entonces? Iremos al cuarto de operaciones inmediatamente después.
Extendiendo su brazo hacia mí para que lo sujetara.
— Acepto — rodeando su brazo con los míos—. Y disculpa mi vestimenta, se supone que traería ropa más sobria, pero las mucamas me jugaron una broma.
Comenzando a caminar.
— Pequeñeces, no te preocupes, antes incluso vestías más ligero, nos acostumbramos.
— Es cómodo y seguro, mis armas a la vista y fáciles de tomar.
— La misma explicación me diste la primera vez que apareciste por mi casa en top y esas pequeñas pantaletas.
Carcajeando, recordando los buenos tiempos.
— Esa vez casi te dio un infarto, no te hagas el liberal ahora.
— Yo sólo había visto mujeres en yukata y prostitutas, no sabía dónde encajabas tú, estaba confundido.
— Puedo ser cualquier cosa, soy muy versátil.
Encogiéndome de hombros, demostrando mi humildad.
— Lo sé, puedes con todo y más, por eso el Boss te eligió, eres justo lo que necesita —Dándole palmadas suaves a mi mano mientras caminamos—. Un hombre con poder necesita una mujer poderosa a su lado y tú eres estupenda para esa tarea, no conozco mujer con más fortalezas y virtudes que tú.
Adoro a este hombre.
Sin darse cuenta me dijo justo lo que necesitaba escuchar, la confirmación de que yo estoy calificada para ser la pareja de Caesar.
— Gracias, Daiki, no tienes idea lo mucho que valen para mí tus palabras.
— No hay nada que agradecer, Huracán, tú sólo dedícate a comerte al mundo, mi mafia y yo sobre todo, siempre estaremos para respaldarte.
Sonreí cálida hacia el hombre asiático que me mira, asintiendo, agradeciendo en silencio, sin duda es un buen hombre, y tal cómo él me está dando la confirmación de que cuento con él, debe saber que también puede contar conmigo pase lo que pase.
***
Todos los ojos fueron puestos en nosotros cuando regresamos al cuarto espacioso con la mesa baja y grande en el centro, los alimentos siguen dispuestos en el centro y los pocillos repletos de arroz, los palillos quietos, nadie ha tocado sus alimentos, todo sigue tal cual.
Lo único diferente es el rostro de horror de Narumi, repasando mis pintas y mis brazos alrededor del brazo de su marido.
— ¿Intentas provocar a nuestros hombres? — chilló levantándose molesta—. Esas ropas no son femeninas, no son de una dama distinguida.
Señalándome de pies a cabeza cómo si yo fuera el anticristo.
Indiferente, repasé mi cuerpo, no muestro las piernas, están cubiertas, se ve mi ombligo, sí, que susto, no sabía que era la única con ombligo en el mundo y que se consideraba privado, tengo las tetas bien cubiertas también, no se me ve nada ¿Qué tanto se escandaliza? ¿Qué no ha salido de esta casa nunca? El 90% de las mujeres de mi edad viste así, y si les preguntas, te dirán que prefieren la mini falda.
Para molestarla más, quité una pelusa invisible de mi hombro, soltando a Daiki, sonriendo irónica a la mujer parada frente a mí, señalándome acusatoriamente con el índice.
¿Qué espera? ¿Qué alguien me arreste?
— Define femenino, por favor. Soy femenina a mi manera.
Ignorando sus chillidos, caminé hacia Caesar, tomando asiento a su lado otra vez, sujeté los palillos, haciendo un esfuerzo sobrehumano para tomar una porción de arroz, llevándolo temblorosa a mi boca, logrando comerlo.
— No puedes vestir así, es inapropiado, pareces una perra esperando seducir a nuestros esposos.
Siguió discutiendo, parándose a mi lado, perturbando mi desayuno.
Si sigue así, definitivamente iré a asaltar la cocina y evitaré esta maldita mesa de mierda.
¿Nadie le dijo que su maridito y el resto de los asiáticos en esta casa se folló a medio barrio rojo ayer? ¿Es ciega? ¿Finge no saber nada? ¿Cuál es su problema?
— Narumi, retírate.
Ordenó el japones.
Su esposa lo miró atónita por sus palabras, sin dar crédito a lo que acaba de escuchar. Incluso yo me sorprendí, no me lo esperaba.
— Pero Daiki... ella...
— Ella es la razón por la que nos reunimos, así que has el favor de retirarte y déjanos trabajar.
Disimuladamente le guiñé el ojo a la mujer, moviendo los dedos con burla cuando giró a verme con odio, de seguro soy su peor enemigo ahora, si antes me odiaba, ahora no me podrá ver.
— Ahora. Narumi.
Gruñó Daiki, perdiendo la paciencia.
— Puta.
Respondió la asiática, apretando los puños a sus costados sin apartar la vista de mí.
— Dejé esos servicios hace un tiempo, cariño, mejor suerte la próxima buscando un insulto lo suficientemente bueno como para ofenderme.
Sonriéndole amplia.
Narumi enfureció, dio media vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta tras ella, dándonos por fin un poco de paz.
— Comamos por favor — dijo Daiki— Lamento el mal rato, mi dama.
Mirándome avergonzado por el actuar de su mujer.
— Estás perdonado.
De reojo vi a Caesar sonriendo al igual que yo, pensando que está todo arreglado.
Lo que no sabe, es que no está perdonado aún, por lo que, después de hablar de trabajo, tendremos una larga larga conversación para aclarar cómo serán las cosas entre nosotros desde ahora, porque no toleraré que vuelva a gritarme otra vez.
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