Capítulo 23
CAESAR.
Miré a la mujer sentada a mi lado, saludando personas en los autos que se detienen junto a nosotros en los semáforos, los japoneses la conocen, le responden los saludos con euforia, parecen tener historia juntos.
Hasta ahora caí en cuenta de la vida que llevó ella antes de conocerme, de las personas que conoció, de los tratos que cerró, de las mafias para las que trabajó antes de llegar a la mía...
Hasta ahora me doy cuenta que no sé nada de esta mujer, no tengo idea de sus capacidades ni hasta dónde es capaz de ir para cumplir sus objetivos.
¿Quién es Natasha Mironova? ¿Elegirá un camino diferente alguna vez? ¿Me dejará? Estar conmigo es demasiada responsabilidad, demasiados esfuerzos que muchas veces serán mal vistos o en vano, las mujeres de las cuatro casas tienen un crianza sumisa dedicada a los hijos, el esposo y el hogar, si soy sincero... no veo a Nat en ese estilo de vida, a ella no le gustaría, ella es fuerte, intrépida, le encantan las aventuras, las balas, el olor a pólvora, que la mimen y la consientan, además, ella siempre hace lo que quiera sin importarle las consecuencias, se pasaría por el culo las reglas y a todo quien esté en su contra, las casas la aborrecerían.
Mi tío la aborrece, no deja de enviarme mensajes pidiendo que me deshaga de ella, me dijo el otro día que habló con Mijail... quiere devolvérsela, incluso pagó por adelantado para que, en cuanto se la regrese, jamás vuelva a respirar cerca de mí otra vez, por eso quise participar personalmente en este proyecto, debo deshacerme de ese bastardo lo antes posible, claro que no estaba en mi planes traer a esta chica, ella sola se postuló y le emociona la idea, no puedo pedirle que se quede atrás, no es su estilo.
En cuanto a mi tío... está siendo vigilado de cerca, Santino se encarga de ello, no hay hombre más capaz y confiable que él para esa tarea, mantener a Natasha a salvo y con vida es nuestra misión personal, si le digo a Vitto, querrá dialogar y los diálogos entre los Marchetti no sirven, y si le contamos a Aless, querrá matarlo y es de los pocos familiares directos vivos que me quedan... no quiero perder a nadie más, por lo tanto, Santino es mi sujeto para esta misión secreta.
***
NATASHA.
Voltee a ver a Caesar luego de que el semáforo marcara el verde y reiniciáramos la marcha, yo estoy feliz de reiniciar mis actividades como sicaria, me encanta el trabajo, incluso traje a Tacha conmigo, es una buena compañera de aventuras, pero el pelinegro a mi lado no parece estar tan feliz cómo yo, es más, se ve confundido e irritado.
Decidí guardar silencio y dejar que su cabecita gigante pensara en las mil cosas que deben rodarle mientras nos dirigimos hacia la ya conocida residencia de los Yakuza, dónde las mujeres y los hombres viven en residencias completamente separadas, un solo pabellón común dónde llevan a cabo actos maritales y se acabó, en ese lugar no se viven comunes vidas de matrimonio.
La casona es un lugar dónde las mujeres deben ser respetuosas, usan ropa recatada, nada de mostrar piel, eso sería imperdonable, nada provocativo, mucho menos hablar informal en presencia de un hombre, por supuesto yo me quedaba en el pabellón de los hombres, Narumi, la esposa de Daiki me odiaba por esa razón, yo elegía vestir cómoda más que recatada, yo elegía ir de fiesta en vez de quedarme a servirles la comida a ese grupo de tontos mancos ¿Qué acaso no tienen manos?
Pero ahora vengo en condiciones de Dama de la mafia, supongo que debería mostrar un poco de decoro y no avergonzar al hombre con el que estoy emparejada.
Que difícil es pensar en otro al momento de hacer algo, era más fácil cuando sólo era yo y me pasaba por el culo lo que pensara el resto.
— Natasha, necesitamos hablar una cosa antes de que lleguemos.
Giré el rostro para prestarle atención, por fin se dignó a hablar, yo sabía que quería decirme algo.
— ¿Qué es?
Cruzándome de piernas, creo saber para dónde va su conversación, me reclamará por Daiki.
— Los Yakuza son extremadamente machistas, apegados a sus viejas tradiciones, si iremos a su territorio tenemos que respetar sus reglas, es respeto, lo mismo que les pediría yo.
Rodé los ojos.
— Dime algo que ya no sepa, los conozco, Caesar, y créeme, nunca seguí sus órdenes.
Cruzándome también de brazos, no creo que me guste esta conversación, mi sexto sentido me lo dice.
— Yo creo que vas a querer dar vuelta la mesa un par de veces y quizá, escalar por las paredes, pero tienes que controlarte, no queremos faltarles el respeto, además, viniste en calidad de Dama de la mafia, mi novia, ya sabes, mucha parafernalia, tradiciones, bla bla bla, no puedes comportarte cómo lo hacías.
Ok. Entonces el viaje va a ser una mierda.
— Ni siquiera sabes cómo me comportaba —Enterrándome en el asiento, odio los sermones—. Ya dime qué se espera de la gran Dama de la mafia, ilumíname.
— Ellos... tienen la tradición de que las mujeres deben servirle la comida a su pareja, eso quiere decir que tendrías que...
— Servirte la comida, ya entendí — Rodando los ojos. Comportarme será más difícil de lo que pensaba—. ¿Qué acaso no tienen manos?
— Lo siento, de antemano lo siento.
Dijo.
— ¿Qué más?
Ignorando sus disculpas.
— No estamos casados, por lo tanto, nos darán habitaciones separadas, y te conozco, evita a toda costa ser sonámbula y colarte a mi cuarto.
— El que querrá cruzar al mío serás tú, yo sé controlarme, la bestia sexual es otro.
Dije más molesta de lo que pretendía.
— Bueno... hay más reglas.
— Rápido, que no tengo todo el día, Zar.
Gruñó, apretando mi muslo.
— No me digas así con los Yakuza, tienes que llamarme por mi rango, y no vayas a pensar en llamarme Daddy.
— Porque te excitas, lo entiendo.
Medio sonriendo, quería joderlo.
— Nat... por favor concéntrate.
— Estoy concentrada — Quitando su mano de mi muslo—. ¿Qué más, Boss?
— Los yakuza suelen enviar a sus mujeres a dormir temprano, invitan Oiran para el entretenimiento... ellas son las prostitutas de alto rango del barrio rojo.
Alcé las cejas, captando hacia dónde va la conversación.
— Pues perfecto, has lo que quieras, Boss, aparenta con tus amigos Yakuza. En cuanto a mí, no me toques ni un pelo o te prometo que te pego un tiro. Jugaré a la ruleta rusa contigo, pero cargaré todo el barril.
Mirándolo mal.
— No pienso tocar a nadie, te lo dije, no se me levanta con nadie más — Intentó tomar mi mano, desistiendo cuando se la golpee, no quiero tenerlo encima ahora—. Nat... Yo no miento, no voy a hacer nada.
— Sí me has mentido ahora que recuerdo, sobre el collar y sobre haberme comprado, fueron mentiras grandes que me lastimaron, Caesar.
Puntualicé.
— Eso no fue mentir, fue omitir información por tu bien.
Me señaló.
— Claro, y lo que pase con las Oiran también puedes creer que es necesario omitirlo por mi estúpido bien.
Estoy cabreada, no debimos tener esta conversación, no ha nacido el hombre que me diga qué hacer, intentaré hacer lo mejor por su bien, pero si eso anula mi personalidad por completo, puede estar seguro que no voy a seguir ni una maldita regla, Daiki me conoce, todos me conocen, esto no es necesario.
— Natasha, te lo digo en serio, ellas pueden hacer lo que quieran, pero no voy a follar con ninguna.
Repitió.
— Si se te levantara ¿Te acostarías con otra? Como estuviste haciendo mientras no nos hablábamos, sólo me buscaste cuando te dejó de funcionar el maldito pene.
Dolida.
Hasta ahora, no se me había cruzado esa idea por la cabeza, soy sólo la opción que le quedó.
— Sabes que eres especial, no hay barreras para ti cuando se trata de mí, te dejo inclusive dirigir mis reuniones ¿Qué más pruebas quieres? — Arrastrándose por el asiento acercándose a mí—. Nat...
— Has lo que quieras, de todas maneras, no somos pareja ¿Qué más tengo que hacer, mi señor?
Suspiró.
Sabe que perdió la batalla.
— No... tienes que mirar a los ojos al jefe de los Yakuza, ninguna mujer lo hace.
Lo miré incrédula.
— Lo siento Caesar, pero esa regla es ridícula, muchas reglas lo son, no creo poder comportarme tan sumisa, no es mi esencia. Ni siquiera cuando yo era prostituta fui sumisa, olvida que lo sea sólo para aparentar ser buena mascota, Daiki conoce mi temperamento y no le importa, por algo pidió por mí tantas veces.
Cada regla me molesta más que la anterior ¿Por qué tengo que fingir algo que no soy para agradar a las personas?
— Y... Puede que no te gusten algunas cosas que diga, se supone que no debería ser tan cariñoso contigo, o darte en el gusto como siempre hago, tendrás que perdonarme si cometo algún error, es sólo para mantener el perfil del Boss.
Rodé los ojos.
— Me da igual.
— Pastelito, no...
— Que me da igual, dije.
Impidiendo que me tocara otra vez, alzando la voz para hacerle saber mi molestia.
— No te enojes, no es que quiera hacerlo.
Se excusó.
— Yo vine aquí por trabajo, y sí tú vas a permitir que las Oiran te muevan el culo, no esperes que vaya a quedarme de brazos cruzados.
Amenacé.
— ¿Qué quieres decir con eso?
Dijo con voz baja, amenazante.
— Es a libre interpretación, hoy me siento piadosa, deja volar tu imaginación y dale el significado que quieras.
Sonriendo irónica.
No cruzamos palabras por el resto del viaje.
***
La casa de los Yakuza es enorme.
El amable sujeto que abrió la puerta para mí y extendió su mano para ayudarme a salir del auto, mano que claramente acepté, me guio directo a las grandes puertas abiertas de par en par para darnos la bienvenida, mostrándome una casa tradicional japonesa en todo su esplendor, con puertas shoji incluidas, nunca creí que vería esas puertas de un papel especial de nuevo, fui expuesta por ellas varias veces, mis gemidos se escucharon por todo el edificio gracias a ellas.
El interior es aún más asombroso, me quité los zapatos para entrar como hicieron todos, calcé las pantuflas y crucé el cuarto que usaban para recibir a los invitados, mostrándome extensos pasillos en todas direcciones, separando espacios y ambientes, pero al mismo tiempo, todos conectados, dejando en el centro de la gran casa, un jardín japones precioso con fuentes de agua congelada por la nieve, un árbol gigante que parece ser de Zakura, cargado y blanco en su totalidad, además de unos bonitos arbustos en los bordes del jardín, hay arboles pequeños por todas partes, a simple vista parecen esponjosos, no entiendo cómo pueden tener esa apariencia tan suave, y me gustó ver un poco de color también, bonitas flores que sobreviven al crudo invierno.
— Es hermoso ¿No cree, dama?
Dijo una mujer embutida en ropa tradicional japonesa.
Ahora que me doy cuenta, todas usan la misma vestimenta, todas las chicas que vinieron aquí a recibirnos, yo odiaba usar la ropa tradicional, me quita movimiento y no puedo acceder fácil a mis armas, era peligroso, por eso nunca lo usé.
— Es hermoso — Respondí a la mujer— siempre me ha gustado la naturaleza, tan hermosa, tan impredecible, tan dependiente, pero al mismo tiempo tan salvaje... su jardín es precioso.
Ella viste claramente de forma más costosa que el resto, debe ser la esposa del jefe.
— Pienso lo mismo, señorita — Rodeando mi brazo con sus manos—. Mi nombre es Narumi, soy esposa de Daiki, el jefe de la mafia japonesa, pero eso usted ya debe saberlo. Es mi deber como anfitriona ocuparme de todas sus necesidades, por favor siéntase libre de hablar conmigo si necesita algo — sonrió falsa, debe costarle horrores tolerarme ahora que poseo otro rango—. Acompáñeme, la llevaré a su cuarto en el pabellón femenino, dejemos que los hombres se aburran con sus temas de guerra.
Fui prácticamente arrastrada por ella y el resto de las chicas Dios sabe dónde, Caesar ni siquiera intentó evitarlo, es más, sigue con el ceño fruncido ¿De qué se enoja él? Yo soy la que debe fingir ser alguien más aquí.
Yo estoy molesta porque no quiero jugar a la casita con ellas, yo quiero hablar sobre temas de guerra con los hombres ¿Por qué ese tiene que ser un tema de ellos? ¿La mafia italiana también es machista? Porque en el tiempo que llevo, no he visto ni una sola mujer en las misiones, soy la primera, la única.
— Gracias por hablar inglés, sabes que el japones no se me da bien, Narumi —Sonriendo de lado—. Vine en son de paz, me comportaré.
Entrando juntas a una de las habitaciones, dónde la vestimenta parecida a la suya me esperaba.
No querrá que me ponga eso ¿Cierto? No quiero ofender a nadie... pero mi ropa es mucho más cómoda si llega a suceder algo y debo defenderme.
— Aquí, todas vestimos de esta manera — Explicó Narumi, ignorándome— Recatadas, hermosas siempre. Para nosotras, vestir kimonos es señal de elegancia, pero también lo hacemos por respeto a nuestros esposos y los demás hombres en esta casa, nosotras jamás mostramos más piel de la necesaria, jamás mostramos nuestras piernas con... pantalones como los que lleva puestos — Me señaló—. Lamento incomodarla, mi dama, pero... ¿Podría... usar nuestro atuendo?
Me costó horrores no rodar los ojos y obligarme a sonreír, acaba de decirme vulgar de la manera más sutil de todas.
— Claro — respondí— su casa, sus reglas, yo me adaptaré.
Sonrió encantada.
— Primero, tomaremos un baño en las termas, limpiaremos nuestros cuerpos y le ayudaremos a vestirse ¿De acuerdo?
— Estaré encantada de...
No fui capaz de terminar la frase cuando las mujeres ya me estaban arrastrando por el pasillo otra vez, cruzamos puertas y pasillos, dirigiéndonos a una enorme puerta de madera gruesa con banderines rosa en la parte superior, las mujeres abrieron para Narumi y para mí, enseñándonos una gran bañera gigante y natural entre rocas de todos los tamaños, la nieve rodea el paisaje, hay arboles y flores decorando el lugar, es precioso, perfecto para relajar mis músculos tensos.
Con sorpresa vi la naturalidad con la que todas se desnudan mientras hablan en Japones fluido, no suenan cómo insultos hacia mi persona, más bien parecen hablar de cosas triviales al azar, y cómo todas parecen muy cómodas al compartir espacio con mujeres sin ropa, yo también me desnudé, ordenando mis ropa en los canastos designados dentro de recuadros de madera, pasando a las duchas en hilera dónde todas lavaron sus cuerpos antes de cruzar hacia las termas cubiertas bajo techo para que la nieve no sea impedimento para disfrutar.
— ¿Le gustaría que lave su espalda? — dijo Narumi—. Es una tradición lavar la espalda de la visita.
Explicó.
Me cuesta creer que esta mujer y la que vi hace unos meses sea la misma, Daiki debió advertirla bien.
— Entonces... muchas gracias por su amabilidad.
Dije.
Moví mi cabello a un lado y la dejé hacer lo que quisiera, sintiendo mi espalda al rojo vivo, se emocionó con la tarea de lavar, porque me está doliendo, pero no se lo hice saber, yo jamás admito debilidades o dolencias, además, debió ser su venganza silenciosa por mi presencia, se lo dejaré pasar por ahora.
Una hora más tarde, mi cuerpo reluciente, mi piel tersa, y mi cabello seco, fui embutida dentro de capas y capas de ropa, que el obiage, el obi, el obijime, el kimono, el tabi y el zori, casi no me reconocí cuando me miré al espejo, aunque debo admitir que el kimono es precioso, brazos y pecho, de rosa, rojo y blanco, bonitas flores de zakura adornan la vestimenta, y desde el obi, comienza el degradé cada vez más oscuro, desde el rosa hasta convertirse en un oscuro azul con bonitos destellos de estrellas, es hermoso, me siento hermosa a pesar de no ser mi estilo.
Luego sujetaron mi cabello en un alto moño, incrustando dos kanzashi en lo alto para adornarlo, flores de zakura de oro, al parecer, se dio cuenta que miré más tiempo de lo normal su árbol, agradezco el detalle, parece ser que su venganza fue el tallado de mi espalda y dejó atrás los rencores, comportándose como una verdadera anfitriona.
La puerta de la habitación fue abierta de forma súbita, mostrando medio cuerpo de una chica arrodillada en el piso, mostrando exceso de formalidad, su vestimenta no es ni parecida al que Narumi y yo utilizamos, debe pertenecer a la servidumbre.
— Señora, solicitan la presencia de la dama en la reunión.
— De acuerdo, guíala por favor.
Señaló la esposa asiática, esta es mi oportunidad de ser libre.
Sujeté un par de capas de ropa para que no me estorben, suspiré para tomar animo y comencé a caminar, recorriendo los pasillos laberinticos guiada por la mujer sirvienta que empujó un par de puertas grandes y verdes, llevándome a un ambiente totalmente diferente al aroma a jazmín y rosas del pabellón de mujeres, aquí, el olor masculino está por todas partes, no me desagrada, pero mi perfume favorito es del tonto pelinegro que quiere un florero en vez de una mujer por pareja.
La chica que me guio se arrodilló otra vez al parar frente a una de las puertas, la deslizó y me anunció al grupo de hombres reunidos alrededor de una mesa baja, sentados en el piso, con pequeñas tazas frente a ellos, están bebiendo sake, yo también quiero beber, tengo sed.
Caesar me dijo que no debía levantar la cabeza ni la voz, pero a la mierda sus órdenes, yo no bajaré la cabeza ante nadie nunca más, que todo quien quiera conocerme vea a la verdadera Natasha.
— Me llamó, señor Daiki.
Dije, observándolo sin bajar la mirada ni un poco, atreviéndome a sonreír al asiático.
Desvié ligeramente la atención al pelinegro sorprendido que me repasa una y otra vez, la mirada que le dediqué en respuesta dice lo mucho que va a pagarme todo esto, me siento incomoda y no llevo ningún arma encima, estoy desprotegida y odio la sensación, hago esto sólo por él.
— Sí, dama, tenemos lo que nos solicitó, me gustaría su participación en esta reunión, es quien dirigirá la operación después de todo. Es un gusto hacer tratos contigo otra vez.
Me acerqué a la mesa baja y cercana al piso, tomando asiento a la cabecera, dónde él señaló, observando el gran mapa en el centro, un punto rojo marcando el club.
— ¿Lápiz?
Pregunté, extendiendo mi mano hacia él, sujetando la manga del yukata, era molesto, demasiado largo y amplio.
Caesar carraspeó, llamando mi atención, mirándome mal, quizá siente que ofendí a su muy importante colega, que tonto... él y yo somos viejos conocidos, lo conozco desde antes que se casara con Narumi, por eso ella me odia.
— Aquí, tenga.
Me ofreció.
Recibí el lápiz y posicioné el mapa de manera que me acomodara, apuntando con X los lugares donde Mijail ubicaría a sus hombres, marcando los puntos ciegos y la ubicación que debe tener el escuadrón que resguarde la entrada, explicándole a los hombres en el lugar cuales son sus tácticas y artimañas, los fusiles que ocupa, las armas que entrega a sus hombres, los aparatos de ataque de impulso electromagnético, explicando todo lo que conté por la videoconferencia, pero en más detalle, mientras robo la taza pequeña de Daiki y me bebo su contenido, guiñándole un ojo en señal de agradecimiento cuando la llenó de nuevo, es un hombre más comprensivo de lo que se piensa, flexible, por eso nos llevamos bien.
— Entiendo entonces que tú vas a ir a la cabeza ¿O no? — Mencionó uno de los presentes, apoyando una mano en el mapa, impidiéndome continuar con la explicación—. Generalmente las mujeres se quedan en casa esperando a sus parejas para servirles a su regreso.
Tomé una larga respiración, bajando el lápiz, levantando la cabeza para mirar al idiota que se atrevió a decirme eso, observando de reojo a Caesar removerse nervioso en su asiento, él sabe lo fácil que es tocarme la fibra y que mi temperamento explote.
— Sí, ese puede ser tu caso si alguien tuviera la paciencia de ser tu pareja, pero yo no soy así, yo no espero, yo actúo, y en vista de que parezco mucho más capacitada que tú para esto, tendrás que tragarte el machismo y mover la cola como yo te diga para regresar a casa sano y salvo, Mijail es un perro, hay que ir con cuidado, no vamos de día de campo, así que sujetate las bolas y mantente calladito para que pueda continuar.
Me gustan los hombres, mucho, en exceso a veces, pero hay ocasiones cómo esta que los odio tanto...
— Natasha, es suficiente.
Ordenó Caesar con voz molesta, golpeando la mesa, sobresaltando a varios de los presentes.
Giré el rostro para mirarlo, mordiéndome la lengua para no responder y hacer una escena, no quiero joder las relaciones internacionales, pero no soy diplomática, si me buscan me van a encontrar, así crecí, usando uñas y dientes para tener lo que quiero y protegerme en el proceso.
Si Caesar quiere una esposa florero, este será el primer y ultimo viaje que haga cómo La Dama de la mafia.
— Déjala — dijo Daiki—. Tiene razón, de día de campo no vamos, y no esperaría menos temperamento de la dama de la mafia, no si logró cautivar al Boss. Además, es parte de sus encantos, siempre llueve sangre cuando viene a darme una mano, es de temer, no da su brazo a torcer, fiel a sus ideales, pero siempre fiel, por eso me gusta.
Sonreí al hombre, recibiendo la mini taza que me ofreció, bebiéndome el contenido de golpe, limpiándome la boca con la manga del molesto atuendo, recordando mis visitas en esta casa, nunca respeté los pabellones que separan mujeres y hombres, me encantaba explorar, y cómo Narumi me jodía si me encontraba en los pasillos, yo caminaba por el tejado, así podía verlo todo.
— Gracias por el voto de confianza, señor Daiki, usted sabe cuánto me cuesta quedarme callada.
— Oh sí, lo sé, presencié una vez cómo le arrancaste la oreja a un hombre que quiso pasarse de listo contigo, perdió la audición de ese lado, apenas escuchó que venías, pidió vacaciones, te tiene miedo.
Carcajee, negando. Que buena anécdota esa.
— Perdone usted si incapacito a otro de sus hombres durante nuestra estadía, suelo actuar primero y pensar después.
— Está perdonada, mi dama.
Respondió cortés, llenando mi vaso de nuevo.
— Continuemos entonces, necesito los detalles del club, la vestimenta de las sumisas que asisten, me haré pasar por una, necesito peluca, mi cabello resalta demasiado, necesito un sujeto que finja ser mi dominante. Boss, tienes prohibido irrumpir — Lo miré apenas abrió la boca— Si entras, los esfuerzos del resto serán en vano.
— Tú no puedes prohibirme nada — Respondió este, tosco—. No estás en posición de hacerlo.
Ladee la cabeza, apretando los dientes.
Este hijo de puta se la está buscando con ganas.
— Boss, no le recomiendo seguir con las pataletas, esto es trabajo, los problemas de pareja se resuelven en el cuarto.
Golpeó la mesa por segunda vez, cómo un maldito neandertal. Este no es el hombre del que me enamoré.
— No toleraré que me hables así, Natasha, una palabra más y estarás fuera de la misión.
Carcajeé negando, sin dar crédito a lo que escuché.
— Pues háganlo solos, no me interesa — Levantándome, tomé el plano y lo rompí en mil pedazos, lanzándolos a mi alrededor, ahora no tienen posiciones ni los apuntes que escribí por el costado—. Me iré a tomar el té con las damas, es mucho más agradable verles el rostro a ellas que ver el tuyo, Caesar. Recuerda que yo vine a hacer un favor, ve tú cómo lo resuelven sin saber una mierda.
Le hice un gesto vulgar y dejé el cuarto, caminando por los pasillos de regreso al pabellón de las chicas mientras maldigo al hijo de puta que se atrevió a humillarme en público ¿Qué se cree?
Además, tiene la osadía de enojarse, no me siguió y probablemente no me hablará un tiempo por la "Vergüenza" que le hice pasar cuando fue él quien me gritó y me hizo sentir menos siendo que me estoy esforzando para estar a la altura.
Tampoco puede exigirme que cambie mi personalidad por completo, él me conoció así, sabe que mi temperamento es de esta manera por la necesidad de protegerme, incluso en esta reunión tuve que protegerme porque no me hace respetar, él no me da mi lugar, y si continua así, si será así siempre en cada casa de líder que visitemos, esto no funcionará.
— ¡Te encuentro sola! Por fin te encuentro sola, carajo, que bien.
Dejé de caminar en cuanto el rubio me cortó el paso, apoyándose en las rodillas para recuperar el aliento, parece haber estado corriendo mientras me buscaba.
— ¿Y tú? Creí que ibas a ignorarme igual que tu noviecito.
Mirándolo mal, cruzándome de brazos a la defensiva.
— Es exactamente sobre Santino, y no es mi novio, estamos... conociéndonos, pero no me gusta nada lo que está haciendo, quería hacértelo saber, yo no estoy involucrado.
Lo miré curiosa.
— ¿Y qué está haciendo?
Pregunté.
— Ya eligió la chica con la que Caesar se casará, Irina, prima mía — Informó— Como es rubia, tiene buen cuerpo y ojos claros, dijo que serviría bien como remplazo de ti, que no se darán cuenta del cambio.
No se darán cuenta, mis pelotas, ya me vieron en la conferencia de líderes. No soy egocéntrica, pero mi personalidad es inolvidable, además, trabajé para varias mafias en diferentes países, conocen mi rostro y mi forma de trabajar, las chicas de las cuatro casas no me llegan ni a los talones.
— ¿Puedes meterle una berenjena por el culo?
Acomodó su cabello y miró a su alrededor.
— Irina es abogada, ella...
— Me importa una mierda lo que sea tu prima, permiso.
Quise pasar por su lado, pero me cortó el paso, sujetándome por los brazos para que le preste atención, impidiéndome continuar mi camino.
— Déjame terminar — Rodó los ojos—. Irina se irá a Estados Unidos, validará su título para obtener el de abogado internacional, ha estudiado las leyes, el dinero mueve montañas ¿lo sabes, cierto? Es por eso que, en vez de quedarse un año allá, reducirá su estadía a medio año.
— ¿Y a mí por qué me interesa eso?
Sigo sin entender hacia dónde quiere ir.
— Escucha, chiquilla tonta. Eso quiere decir, que Santino no va a joder con lo del matrimonio por medio año, pero va a joder, sabes que va a presionar, es su obligación asesorar al Boss, a Santino lo están presionando todas las casas para que el Boss contraiga matrimonio, tiene la soga al cuello, y Antonio lo hostiga más que todos, lo he visto.
— No voy a perdonarlo.
Dije.
— No te estoy diciendo eso, mocosa de mierda — Sujetando mi cabeza—. Quiero decir que voy a ayudarte a encontrar una solución, aunque por ahora no encuentro ninguna, tu apellido no pertenece a ninguna de las cuatro casas, si Caesar no respeta las reglas, estará en problemas.
Así que Aless y Santino son enemigos en cuanto a ideologías, esto es como Romeo y Julieta versión gay ¿Quién morirá al final de la historia?
— Mira, si me hubieras dicho esto hace dos horas, estaría muy contenta, pero ahora mismo quiero que Caesar se atore con la espina de un pescado y muera.
— Compartimos ideas, Natasha querida.
Conozco esa voz.
Vincenzo.
— ¿Qué hace él aquí?
Señalé al sujeto parado tras de mí, demasiado cerca de mi cuerpo, puedo sentir su pecho tocarme con cada respiración, no parece tener conocimiento del espacio personal.
— Vino con otras personas más. Según las ordenes de Caesar, ordenes tuyas, necesitamos un número grande de personas para cubrir los puntos críticos — Sonrió pícaro— Te deja hacer tácticas, disponer de su gente y contestar reuniones, toda una dama de la mafia.
Bromeó.
— No pienso participar en esa misión — Informé— Se comportó como un idiota hace unos minutos, rompí el plano, le mostré el dedo medio y dejé el cuarto, debe estar hecho una furia.
De reojo vi a Santino acercándose a grandes zancadas hacia nosotros, quise ignorarlo, pero mi tonto corazón se estrujó al verlo y fui incapaz de desviar la mirada, quiero a mi amigo de regreso, lo quiero demasiado para dejarlo ir.
— Bueno, si te comportaste así — dijo Aless—. Tus razones habrás tenido, Caesar no es amable, atento o paciente, Natasha, es así sólo contigo, son privilegios los que tienes.
Así que en realidad no tengo idea de quién es el hombre del que me enamoré.
— Aquí estás — dijo Santino, mirando a Vincenzo—. Te dije que yo te llevaría con ella, pero como siempre no me escuchas.
Levanté la cabeza a todo dar para observar al hombre que sigue pegado a mi espalda sin decirme una palabra, sólo quedándose ahí, cómo una pared de músculos silenciosos.
¿Santino tiene algo que ver con la presencia del pelinegro con cicatrices?
— No pude aguantar las ganas de ponerle las manos encima — Vincenzo bajó la cabeza para devolverme la mirada—. Vamos, iremos a una cita — Cargándome sobre su hombro, la misma mala costumbre de su primo—. Estás vestida muy bonito, por cierto, Natasha querida.
Palmeando mi trasero.
— Vuelve a tocarme y te arrancaré una extremidad, hijo de puta.
Pataleando.
— Sigue gritando y arruinarás más las cosas ¿Quieres eso? Confórmate con el Marchetti que elegí para ti, ya sabes cómo terminará tu historia después de todo, esto es un premio extra, mascota.
Levanté sólo un poco la cabeza, procesando las palabras de Santino, señalando con la cabeza a Aless, sigue con esa tonta idea, me forzará a casarme con el rubio a pesar de ser su novio, pero que puta tontería.
— Le contaré a Caesar que Vincenzo te arrastró, no te preocupes.
Dijo Aless, sonriendo triste.
Ambos nos llevamos bien, somos amigos, pero ninguno quiere amarrarse de por vida con el otro, tenemos planes, parejas, pero las tontas reglas...
— Caesar se puede morir por cabrón— Dije yo, sobre el hombro de ese animal, alejándome—. Y este idiota de aquí realmente espero que se atore con todo el espinazo del pescado y muera al instante para no tener que verle la cara nunca más.
Vincenzo palmeó mi culo otra vez, echándose a reír.
— Me calienta cuando me maldices, Cara mía — contestó—. Llámame hijo de puta otra vez.
Rodé los ojos, será un día largo, me rindo.
Extendí los brazos y me dejé arrastrar cómo peso muerto, no me va a soltar y yo estoy cansada, quiero comer o descansar, o ambos, antes de que le arranque la cabeza a alguien.
Ya en el exterior de la propiedad, Vincenzo me subió a un vistoso convertible rojo con el techo puesto para no congelarnos por el clima, prácticamente me amarró al cinturón de seguridad, puso el seguro de niños a la puerta y cerró, no es idiota, sabe que me escaparé a la primera oportunidad, no estoy para citas ahora.
Rodeó el auto, abrió la puerta del piloto y se acomodó tras el volante, comenzando la marcha, dos autos nos siguen de cerca, pude ver a Vitto como copiloto del más cercano.
¿Están aquí por mí o por Vincenzo?
— Y dime, bonita ¿Por qué te pegas a Caesar sabiendo que juega contigo? Eres su juguete mientras elije a la indicada.
Aush.
Eso fue un golpe directo.
— ¿Qué? ¿Estás aburrido y quieres que juegue contigo ahora? ¿No te basta con la carta variada de chicas de todos los colores que se te deben ofrecer de las cuatro casas? Todas babean por los descerebrados Marchetti.
Rodé los ojos.
— Sí, de hecho, quiero jugar — Sonrió—. Santino me dijo por lo que has vivido, no has tenido tiempo de divertirte, así que te propongo una cita, iremos a preparar pasteles de navidad, luego podemos comerlo, esa es la mejor parte —Palmeando el manubrio, emocionado—. también prepararemos galletas de jengibre, corrijo, haremos una casa de jengibre que luego nos comeremos — A él lo odio, pero la comida me seduce—. También se pueden preparar chocolates de todas las formas que quieras, luego podemos ir al parque de diversiones, te aseguro que vas a divertirte, y después de eso, tengo una reservación en el mejor restaurante de la ciudad, es un come todo lo que puedas, hay un montón de platillos que de seguro querrás probar, dicen que la comida es exquisita.
Lo miré de reojo, el maldito de Santino sabe que la comida es mi punto débil, debió darle todos los tips de citas a este tonto de aquí.
— Bien, pero no es una cita y no te emociones, yo sólo iré por la comida.
Resignada.
— Ya sabía yo que caerías por mí.
Dijo seguro.
— El que va a caer, pero al piso, es otro, así que cuida tus palabras o te mando a volar otra vez.
— Seré todo un caballero, te lo prometo, pero primero, iremos a comprarte ropa como la gente, esta no eres tú.
Señalando la ropa mientras arruga la nariz.
— Agh, mierda, en eso sí estamos de acuerdo, esta no soy yo, necesito algo cómodo en caso de que algo suceda, tengo que estar lista.
— ¿Puedo elegir la ropa interior?
Se aventuró a decir.
— No.
Negándome rotundamente.
— Se vale intentar.
Encogiéndose de hombros, conduciendo con la radio encendida, y gracias a la música, fue más fácil ignorar su irritable voz.
***
Pasamos rápidamente al centro comercial más cercano, estaba eligiendo prendas oscuras cuando él se me acercó con un bonito abrigo beige, largo y peludo por dentro, muy calentito, ideal para el clima. Intenté recordarle la regla de Caesar de solo negro, pero Vincenzo tuvo razón ¿Él está aquí? Pues no, entonces me decidí por otros colores sólo por hoy.
Elegí un bonito suéter palo rosa, una falda negra, gruesa. de pliegues, compré medias del color de mi piel y unas cómodas botas, también el abrigo que Vincenzo eligió, él pagó por todo feliz y campante, arrastrándome al probador para que me cambiara, apenas salí, tomó la pesada ropa que llevaba puesta y quitó los accesorios de mi cabello, dejándolo caer, diciendo que así me veo mucho más hermosa.
Agradecí por la ropa y caminé frente a él, incómoda por sus halagos, no lo conozco como para permitir algo así, pero admito que ha sido muy amable, así que se lo dejaré pasar.
Subí al auto sin ser forzada en esta ocasión y fuimos directo a la primera parada, preparar un pastel, solo que hay un gran pero, un pero enorme, yo pensé que podía sentarme a comer el pastel sola, y no, tendré que compartir la mitad con él porque me trajo a una clase de preparación en parejas, yo no quiero compartir, que injusto.
— Que divertido será pasar la navidad contigo, para qué asistir a esa aburrida fiesta de los yakuza ¿Cierto? — Dijo, esparciendo la crema en la primera capa de pastel—. Nosotros nos divertiremos por nuestra cuenta.
Levanté la cabeza asustada, mirándolo.
— Es navidad.
Dije.
— Así es ¿Qué no lo recordabas?
— Nunca he celebrado la navidad, esta será mi primera vez, se supone que tengo que estar en esa fiesta.
Respondí.
— ¿Y quién lo dice? — Alzó una ceja—. Acaso alguien te puso un arma a la cabeza y te obliga a asistir ¿Quieres volver para vestir así de nuevo? Por qué te recuerdo que la fiesta durará para las chicas con suerte una hora, porque las Oiran están citadas a las diez de la noche, Caesar estará ahí, es el invitado de honor, o sea que, ni siquiera pasarán la media noche juntos.
Ni siquiera tengo mi móvil como para llamar a Aless y confirmar lo que este idiota me dice.
— Dame tu móvil, llamaré a Aless.
Dije.
— ¿No me crees? — Sonrió de lado, buscándolo en su bolsillo bajo el delantal de cocina—. Pregúntale todo lo que quieras, yo no miento.
Rodé los ojos.
Todos los Marchetti son dueños y amos de la verdad.
Busqué el contacto de Aless y marqué, no pasó mucho cuando oí su voz al otro lado de la línea.
— ¿Natasha ya te mordió y te asustaste? Porque mi amiga es alguien muy amable hasta que invaden su espacio personal. La voy a buscar, dime dónde la llevaste.
Me encanta Aless, es un amigo leal.
— Vincenzo vive y está completo por desgracia.
— ¿Quieres que vaya a buscarte de todas maneras? No me importa lo que diga Santino, te sacaré de ahí si no es tu deseo.
De nuevo. Me encanta Aless.
Pero miré mi pastel a medio hacer, me lo imaginé completo y salivé.
— No, me quedaré un rato más aquí, estoy haciendo cosas divertidas — Haciendo una mueca al ver la tonta sonrisa de Vincenzo—. Quiero preguntarte una cosa ¿A qué hora llegarán las Oiran para navidad?
— A las 10 ¿Por qué? ¿Daiki te invitó a la fiesta? Creí que era sólo para hombres, que bien que estarás ahí, porque me pelee con Santino.
Lamento mucho su discusión, pero sus palabras... la mitad de lo que Vincenzo me dijo ya fue confirmado.
— No yo... no fui invitada, lo siento.
— Oh... perdón guapa, es que son tan machistas...
Dejé de escucharlo, dándole rienda suelta a mi mente, habrá un montón de mujeres que le pondrán las manos encima a mi hombre él quiera o no, les pagarán por eso, por coquetear y seducirlo, quizá Caesar se emocione, está enojado conmigo, quizá ya no quiere pensar en una solución para quedarse conmigo y elegirá el camino rápido.
— ¿Caesar es el invitado de honor?
Ignorando cualquier otra cosa que haya dicho, no estoy escuchando.
— Pues sí, el Boss no visita la casa de un líder tan seguido, quieren alagarlo, escuché a los japoneses decir que traerán a las más bonitas nada más.
— Ya veo, gracias, nos vemos, adiós.
Maldije en voz baja cuando corté la llamada, devolviendo el móvil a Vincenzo, sintiendo mi sangre hervir bajo la piel, los celos nublándome la cordura.
— Trato hecho —Mirando al pelinegro—. No pienso llegar temprano a esa casa para tener que servirle la comida a tu primo, las manos las tiene buenas, no seré la sirvienta para que luego me envíen a la cama y ellos puedan divertirse de esa manera.
Sonrió.
— Esa es la Natasha querida que quería ver.
— No te sientas especial — dije. Trabajando en el pastel otra vez—. Esto lo hago única y exclusivamente porque esa casa es sofocante, quiero regresar a Italia.
— Eso puede solucionarse, Natasha querida, yo te puedo llevar, pero a mi casa, claro, hasta que llegue Caesar al menos.
Propuso con coquetería, una solución bastante atractiva que puede ser mi salvavidas. Quedarme en su casa no significa que pasará algo, sólo tengo que asustarlo lo suficiente para que se mantenga a una distancia prudente.
¿Debería aceptar? No quiero estar aquí.
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