Capítulo 21

NATASHA.

Vincenzo me tomó por sorpresa, esto no era parte del plan, desde que aprendí a decir que no, no hago nada de lo que no esté segura, por lo que apoyé las manos en su pecho e intenté empujar para ser liberada, lo cual sólo lo emocionó más, sujetándome con mayor fuerza mientras intenta meterme la lengua de nuevo.

¿Quiere jugar? Yo le enseñaré con quién está intentando.

Abrí la boca, permitiendo que colara su lengua, muy contenta buscando la mía para enrollarse, entonces lo mordí, lo mordí con fuerza, sintiendo el sabor metálico en mi boca, viéndolo apartarse con rapidez, rojo de la ira, observándome con odio, permitiendo a la vena de su frente saltar a gusto.

— ¡Perra! Me mordiste.

Protestó, llevándose las manos a la boca, viendo los rastros de sangre.

Lo pensé bien, es un buen momento para utilizar la técnica que los chicos me enseñaron. Rápidamente fui hasta él, tomé su brazo, le di la espalda, y utilizando la fuerza de todo mi cuerpo, lo impulsé hacia adelante, lanzándolo sobre mi cabeza, viendo su gran anatomía rebotar en la fría cerámica, incluso saltaron a la vista las carcajadas de los curiosos que tenemos cerca, Vincenzo se lo pensará dos veces antes de querer propasarse en el futuro.

— Acabas de arruinarme la noche — Afirmé. Sacudiéndome las manos—. A mí nadie me besa si no me apetece, primera regla, y segundo, si las cosas no se hacen a mi manera, no se hacen, grábatelo muy bien en esa enorme cabeza tuya llena de aire.

Voltee sintiendo la sangre bullir en mi interior, Vincenzo lo arruinó todo, Caesar debe estar pensando lo peor, siempre viene a mi rescate y ahora no apareció, debe creer que estoy tomando en serio las tácticas de casamentero de Santino.

Antes que mi mente siguiera sacando conjeturas equivocadas, fui subida al hombro de mi macho favorito, recibiendo una nalgada, a continuación, acomodó la chaqueta de su traje sobre mi culo, cubriéndome, mientras me acomoda bien y comienza a caminar hacia la salida.

— Caesar ¿Qué haces?

Pregunté sonriendo, no esperaba que nos escapáramos de su propia fiesta de cumpleaños, pero... No estoy nada enojada, es más, ni quería venir, así que me hace un favor.

— Nos vamos, esta mierda me tiene harto.

Santino cruzó rápidamente frente a nosotros, observándome con desaprobación, cortándole el paso a Caesar.

— No puedes irte y no puedes llevártela, se supone que estás aquí para...

— Cállate — Lo interrumpió Caesar—. Te dije que no interfirieras en mi vida privada, sé lo que tengo que hacer, tú limítate a tus tareas y deja de entrometerte. Y reza, reza para que no siga de mal humor para cuando regreses a casa, porque intentar enredar a Natasha con mi primo... esa sí que no te la perdono.

Empujándolo para quitarlo del camino.

Rápidamente se abrió paso entre el gentío, dejando el lugar, caminando directamente al estacionamiento, parando junto al auto, entonces Caesar me bajó, tomó el móvil y comenzó a gritarle al chofer, quería irse a casa y quería irse ya, estaba intranquilo, furioso, deslizando los dedos por su cabello en repetidas ocasiones, observando en todas direcciones, buscando algo o alguien en quien descargar su ira.

— Señor, lo lamento — Dijo el chofer con voz temerosa, abriéndole la puerta luego de desbloquear el auto—. No volverá a suceder.

— Más te vale, mierda.

Golpeo el auto con el puño de costado antes de entrar al auto, arrastrándome con él, sentándome sobre sus piernas de manera que todas las partes de él queden pegadas a todas las partes de mí, tan cerca, que puedo sentir los latidos frenéticos de su corazón chocando con mi propio pecho, el rechinar de sus dientes tampoco pasa desapercibido, está furioso.

— Natasha.

Levanté la cabeza de inmediato, esperando una reprimenda por coquetearle a su primo en el rostro, pero más que sed de sangre o la furia incontrolable que demostró fuera... no supe con qué clase de rostro me está mirando ahora.

— ¿Te he mentido alguna vez?

¿A qué va esta conversación ahora?

— No, pero... ¿Qué tiene que ver?

— Tiene mucho que ver — Apretando mi trasero—. Yo jamás te he mentido y no pienso hacerlo en el futuro, te dije que iba a solucionar esto, dije que iba a encontrar la manera ¿Recuerdas?

— Sí, lo recuerdo.

— Entonces confía en mí, sigue siendo mi mocosa insoportable, olvida a Santino, pienso retrasar la boda lo máximo posible hasta que algo se me ocurra, pero voy a encontrar la manera, así que por favor... — Jadeó—. Por favor... sólo...

Sujeté su rostro y lo besé, no pude contenerme, menos si me está mirando cómo si yo fuera todo lo que necesita en el mundo.

— ¿Sólo qué?

Lo animé.

— No me dejes...

Susurró.

Algo se removió dentro de mi pecho, contrayéndose con fuerza. La necesidad en esas palabras, el dolor, la ansiedad, el... cariño... todo, lo podía sentir todo.

— Busca la manera Caesar, porque si te casas, me perderás para siempre.

Mencioné poco interesada por la plática, repartiendo besos por su cuello, tirando del corbatín, soltando un par de botones para tener más acceso a su piel, sonriendo al verlo ladear la cabeza, madreando mi culo, le gusta lo que estoy haciendo.

— Te lo juro, encontraré la manera de hacer que esto funcione... sólo... no te detengas...

Suspiró a gusto, deslizando su mano debajo de mi vestido, tocando la tanga.

— Caesar... el chofer...

Gemí, sintiendo su dedo presionando mi vagina, frotándome el clítoris en círculos.

— Soy ciego, sordo y mudo.

Repitió el chofer, como la última vez, subiendo el vidrio oscuro que separa los espacios, dándonos privacidad.

— ¿Ahora sí puedo deleitarme con tu cuerpo?

Jadeó en mi odio, apretando uno de mis pechos con sus grandes manos, rozándome por todas partes, volviéndome loca.

— Sí... ahora si...

Rodeando su cuello con mis brazos, inclinándome hacia adelante para atrapar sus labios con los míos, ambos abriendo la boca para saborearnos cómo hace horas deseábamos hacer, maldita fiesta... nunca debimos ir, yo podría haberle hecho un show privado mucho más interesante por su cumpleaños.

Ladeé la cabeza, cambiando de posición para profundizar el beso, moví las caderas, rozándome con él, jadeando contra esa boca, su aliento caliente atiborrado de alcohol me emborracha, sus manos me desarman, sus besos me humedecen...

Joder...

Nunca necesité tanto del sexo hasta que lo conocí a él, Caesar es mi pecado favorito.

— Natasha... mierda... Natasha... — Desabrochándose el cinturón con rapidez—. Puedo... ¿Puedo ponerlo? Estoy duro, el pantalón me lastima la verga, y te mueves tan delicioso que no puedo pensar en otra cosa más que follar ese coño que debe estar empapado, deseando ser acariciado por mi pene.

Jadee, llevando mi cabeza hacia atrás en cuanto alzó las caderas para hacerme saber lo mal que lo está pasando, ese movimiento descubrió mi cuello, provocando que el pelinegro se inclinara y lamiera desde mi clavícula a la barbilla, raspando con sus dientes al terminar, arrancándome un jadeo de pura necesidad.

— Gracias por el consentimiento — Me las arregle para decir—. Pero yo creo que está de más preguntar eso ahora ¿No te das cuenta de mi desesperación? — Tomando su mano, llevándola a mi entrepierna—. Estoy goteando, Caesar, te deseo, tanto, que perderé la cabeza si no lo pones dentro pronto.

Asintió perdido en el deseo, mirando hacia abajo, moviendo las bragas a un lado, deslizando sus dedos por mi humedad, frotando mi clítoris con su pulgar con la fuerza y la velocidad suficiente para arrancarme un gemido directo de la garganta, sujetándome de sus hombros para no derrumbarme, las ondas de placer recorriendo hasta el último rincón de mi cuerpo.

— Dime como me gusta, Natasha, dímelo.

Exigió.

Frotando más rápido, quise cerrar las piernas, es demasiado el placer, necesito un respiro o me correré demasiado rápido, pero el pelinegro me lo impidió, sujetándome por el muslo para mantenerme justo dónde estoy, moviendo su erección bajo mi peso, volviéndome loca.

— Deja de llamarme Natasha, dime primero como me gusta a mí — Jalando su cabello, besándole la barbilla— Dímelo y te daré en el gusto, Caesar.

Moviendo mis caderas para acelerar los movimientos, estoy a punto de correrme.

— Pastelito — Ronroneó—. Móntame los dedos más rápido, muero por saborearte...

Jadee sujetándome bien para mecer las caderas y seguir su indicación, buscando mi propio placer mientras lo utilizo, cerrando los ojos para sentir mejor.

Su voz aterciopelada, sus sonidos de deseo, sus manos por mi cuerpo, mi sexo chorreando por sus atenciones, el clítoris palpitante, rogando por el orgasmo que crece y crece en mi vientre bajo, su ropa interior húmeda, los vidrios empañados...

— Daddy, no tienes idea lo caliente que me tienes...

El gemido que soltó me tensó los pezones al punto de lo doloroso, pero no fue eso lo que me hizo correr, no, este monstruo macizo y cachondo clavó sus dientes en mi hombro con la fuerza suficiente para provocarme dolor, eso fue suficiente para detonar el orgasmo que se formó a fuego lento en mi interior.

No detuve el movimiento de mis caderas en ningún momento, Caesar buscó mi boca, saboreando mi placer mientras los gemidos le rozan los labios, observándome con ojos vidriosos, perdiéndose en mi placer, viéndome a mí, y sólo a mí, sólo él y yo existimos en este momento, esta química... nunca habrá nadie que pueda igualar lo que él y yo hacemos.

Caesar no quitó los dedos hasta que mi cuerpo dejó de temblar, los quitó y llevó a su boca, lamiéndolos hasta dejarlos limpios, probándome sin retirar el contacto visual, y mi cuerpo sensible lo recompensó con un patético jadeo que se me escapó antes que lograra cerrar la boca.

— Deliciosa como siempre, Natasha querida.

— No creas que me he olvidado de ti, tu placer es importante para esta humilde esclava, no puedo disfrutarlo del todo si tú no te estás corriendo dentro de mí, Zar.

Moviendo su ropa interior húmeda para liberar su pene brillante por el líquido pre seminal, hinchado, duro, glorioso, nunca lo vi tan grande como hoy, tuve que usar dos manos para masturbarlo bien, deslizando mi dedo por su glande, sintiéndolo temblar bajo mi peso mientras aprieta los dientes y clava sus dedos en mi culo, está al límite y aún no he hecho nada importante.

— ¿Me extrañaste? —Insinué sin quitarle la mirada de encima, masturbándolo cómo le gusta, apretando lo suficiente para provocarle dolor, subiendo y bajando mis manos, viendo sus expresiones de dolor y placer, mientras chorrea un poco más de líquido—. Masoquista de mierda.

Riendo con los dientes apretados, esto es tan erótico que mi vagina se contrae del gusto, quiere tenerlo dentro y terminar de extraer todo lo que está soltando.

— Siempre te extraño, pastelito — Jadeo levantando las caderas, desesperado, cuando rocé su glande de nuevo—. Nunca disfruté tanto un coño como el tuyo, o tus manos, tu boca, tus besos... o sólo dormir a tu lado, o ir a comer... no tienes idea cuanto te he extrañado... te extraño siempre, aunque te tenga justo a mi lado...

Alzó las caderas y se desesperó, buscando más de mi contacto cuando aflojé el agarre por la sorpresa que me provocó sus palabras ¿Tenía que dejarlo en abstinencia para que fuese más hablador?

Tomo nota.

— Aprovechemos el tiempo ¿De acuerdo? — Propuse—. Invítame a una cita — Moví la tanga a un lado, con el vestido arremangado en la cintura, y me penetré yo misma, bajando sobre esa enorme erección que amenaza con partirme—. Llévame a algún lugar mañana — Siseé entre dientes, gimiendo alto, esto duele y excita por igual—. Tan grande, Daddy...

Apoyando mi frente en su pecho cuando la tuve toda dentro, respirando rápido, quedándome quieta para acostumbrarme a su tamaño, contando hasta diez para no correrme, está rozándome muy rico por dentro y cuesta mantener a raya mi placer.

— Yo también soy una masoquista — Sonriendo traviesa, levantando la cabeza— Muévete.

A la mierda el dolor, Mijail no crio una perra débil, a pesar de mi tamaño, soy increíblemente resistente.

— Planearé algo para mañana — Besando mi hombro—. Así que intenta no llegar a tu limite esta noche.

Levantándome lo suficiente para darle libertad de movimiento, retirando su pene y penetrándome en profundidad, sonriendo con malicia antes de darme justo lo que le pedí, embistes despiadados, ruidos morbosos provocados por la colisión de nuestros cuerpos, gemidos sucios y bajos.

No fui capaz de mantenerme quieta ni un solo segundo más, enredé mis dedos en su cabello y lo besé cómo si mañana no hubiese día, usando la lengua para enrollarla con la suya, ambos descoordinados y desesperados, chocando los dientes en más de una ocasión, sonriendo por nuestra torpeza, por el hambre del otro que no cesa, yo... simplemente no tengo suficiente de él, no me canso, lo deseo de día y de noche, por las mañanas y luego de las comidas, siempre en mi cabeza, incluso antes, cuando buscaba a otros para calmar el dolor de la abstinencia yo sólo lo quería a él...

Estoy tan jodida...

Apoyé mi mano en la ventana empañada cuando el orgasmo comenzó a formarse nuevamente en mi vientre bajo, saltando sobre el pelinegro que levanta las caderas para encontrarse a medio camino conmigo, provocándome tanto dolor cómo placer, estoy tan mojada que mi cuerpo lo invita a aventurarse cada vez más lejos, probando mi resistencia y su habilidad.

— Que todas sepan a quien le perteneces — Afirmé posesiva—. Estás perdido Caesar, eres completamente mío.

Moviendo las caderas acompañando sus movimientos, haciendo las penetraciones más duras, llevando mi boca a su cuello para marcarlo, que todos sepan lo que hemos hecho, que sepan que es y será siempre mío sin importar quién elijan para él, porque sus pensamientos, sus deseos, todos serán dedicados a mí.

— Sí... sí... — Gimió, lamiendo mi cuello, dejando una nueva marca, rodeándome fuerte de la cintura—. Mi cuerpo te eligió a ti, mi mente no logra sacarte de mi cabeza, mi corazón... no sabía que tenía uno hasta que comenzó a latir como loco cada vez que te tengo cerca.

Moviéndose más rápido, más profundo, está por llegar, su pene se engruesa y sus embistes se vuelven más despiadados.

— Yo también estoy perdida — Admití ¿Qué caso tiene mentir a estas alturas? —. ¿Recuerdas lo que dije en Rusia? — Mirándolo mientras muevo mis caderas en círculos, sintiéndolo rozarme en todas partes—. El día que no me quieras cerca, prefiero darme un tiro y morir, no pienso pertenecerle a otro nunca. Quiero vivir mi último día siendo tuya, Caesar.

Terminó corriéndose de la impresión, apretándome contra su cuerpo, frotando mi clítoris para que alcance mi liberación, observándome furioso en el proceso, no le hace gracia hablar de mi muerte ¿Por qué? Una puta no sólo muere, una puta se libera, todas esperamos ese momento con ansias para por fin ser libres.

— No vuelvas a decir eso delante de mí, nunca.

Bramó.

— Tú eres mi jefe, mi dueño, mi Caesar, mi Daddy, no habrá otro idiota en la tierra que pueda hacerme sentir segura, deseada, querida y respetada como tú, y si voy a darme un tiro, quiero que sea con tu arma.

— No digas estupideces, Natasha ¿Qué mierda tienes en la cabeza?

Sujetando mi rostro con ambas manos, pensando qué hacer conmigo mientras el auto pierde velocidad y se detiene, hemos llegado, y con eso, adiós a nuestra burbuja.

— Es una amenaza silenciosa — Sonreí de lado—. Para que lo pienses la próxima vez que me ordenen casarme con Aless.

Encogiéndome de hombros.

— Psiquiátrica de mierda — Negó con una sonrisa— Tú déjale todo a tu Daddy, tardaré un tiempo, pero arreglaré la situación, sólo necesito tiempo, ni tú ni yo meteremos otras personas en nuestras camas.

— Confío en ti — Saliendo de encima, quejándome al sentirme vacía luego de estar tan llena, arreglando mi vestido y la ropa interior—. Piensa en nuestra cita de mañana, porque voy a estar esperándola.

Puso su chaqueta sobre mis hombros y me cargó, sacándonos del auto, recorriendo el corto tramo hasta la entrada principal, dónde las mucamas lo esperan formando dos filas, con las manos entrelazadas en el frente y la mirada baja, Carina encabezando al grupo de mujeres, saludando al jefe.

— Caesar, hagámoslo en tu cuarto hoy — Insinué a adrede— Tu cama es más grande, la mía es demasiado corta para ti.

— Como quieras, pastelito.

Ignorando mis verdaderas intenciones, llevándome hacia las escaleras, mientras miro a Carina sobre el hombro del pelinegro, enseñándole el dedo medio, un gesto vulgar que ella inició primero ¿No es tan adulta y elegante? Que se comporte como tal.

Debe estar retorciéndose de la rabia al saber que Caesar y yo estaríamos en el cuarto que para todo el resto está prohibido.

Me hace sentir importante... poderosa.

— ¿Necesitas ayuda?

Preguntó apenas llegamos a su habitación, apoyándome en el piso, viendo con atención cómo me quito el saco y le doy la espalda, moviendo mi cabello hacia la derecha, recibiendo atenciones de su parte, besos en el cuello y los hombros mientras sus manos acarician mi cintura y mi cadera.

— Desnúdame.

Ordené con dulzura, soltando un suspiro de deseo, conteniéndome para no girar y saltar sobre él hasta apoderarme de su boca.

— Como digas, pastelito.

Llevando sus dedos al cierre, rozándome cada vez que lo desliza hacia abajo, repartiendo besos por cada porción de piel expuesta.

Podría acostumbrarme a esto.

***

A la mañana siguiente, desperté en una cama vacía, el lado de Caesar está frío, debió levantarse hace un buen rato ya, miré hacia la mesa de noche, observando la hora, ya pasan de las diez de la mañana, no me despertó para el desayuno a las ocho como siempre.

Perezosa, salí de la cama, desnuda estirándome en medio de mi caminata hasta su baño para tomar una ducha con sus productos y limpiar todo lo que puso dentro ayer, tengo semen seco en los muslos y algo fresco queda en el interior, lo siento derramarse y es asqueroso, pero no me quejo, estuvo lo suficientemente rico para hacer la vista gorda con el post eyaculación.

Al terminar, sequé mi cabello con una toalla y lo cepillé, notando que con el más mínimo esfuerzo me tiemblan los brazos, por lo que decidí que hoy no es día de secador, no podría, me canso de sólo pensarlo.

— Uy... Tal parece que alguien se emocionó.

Deteniéndome al cruzar frente al espejo de cuerpo completo, tengo marcas por todas partes, varias en el culo, unas cuantas en mi pubis... mis tetas... y otros en lugares más normales, se esmeró en hacerle saber al mundo que tuvimos una buena noche, nos expusimos delante de las cuatro casas, no se supone que debía suceder así, Santino va a querer estrangularnos, pero lo paso tan bien en compañía del pelinegro... es tan dulce, tan romántico, tan caliente...

Caesar me ha hecho ambiciosa y posesiva, eso es peligroso.

De regreso a la habitación, me detuve en las cortinas, abriendo cada una de ellas, mirando el exterior, cae una gran ventisca, hace frío, el viento impide ver el jardín con claridad, tengo que abrigarme un poco o me resfriaré.

Perezosa, arrastré los pies hacia el guardarropa del pelinegro, tomando de su ropa interior limpia, sus calcetines, los más largos que encontré, una de sus camisetas y me vestí sentada en los cómodos sofás del centro, observándome en el espejo lateral, sonriendo cómo tonta ante las imágenes de un futuro así con Caesar, despertar juntos cada mañana, ropa de ambos en el guardarropa, marcas nuevas en mi cuerpo cada día por nuestras actividades nocturnas, quizá sexo mañanero...

Esa es una vida que yo desearía proteger, una vida a su lado.

— Listo, no más abrigada —Levantándome de un brinco—. Mientras no salga, está todo bien.

Entrando nuevamente a la habitación, recuperando mi móvil del pequeño bolso de fiesta tirado sobre el montón de ropa, abandonando el cuarto, bajando las escaleras a brincos, feliz, pensando en qué podía comer hoy, por lo general preparan cinco menús diferentes para el Zar y este siempre pide pastelitos dulces para contentarme, de seguro encuentro puedo atiborrarme a dulce antes del almuerzo, puedo ir a comer a la biblioteca y leer un poco, o practicar más de mi escritura y lectura en italiano, Santino dice que voy por buen camino.

Detuve mi caminata y mis felices pensamientos sobre comida cuando llegué a la primera planta, hay sangre salpicada en varios lugares, marcas de calzado fino sobre un charco más grande, las huellas de bota desaparecen en dirección al despacho del Boss.

No lo hizo ¿Cierto?

— E-esta sangre... ¿De quién es?

Pregunté a la mucama que limpia el desastre sin expresión en su rostro, como quién hace esto todos los días, mientras yo estoy echa un manojo de nervios, recuerdo muy bien a Caesar decir que Santino se las pagaría.

— El jefe tuvo un pleito con su segundo — Mis temores fueron correspondidos, por eso no me despertó, quería atrapar a Santino antes de yo poder excusarlo—. Pero no lo hirió de gravedad, Santino está bien, está en su cuarto ahora, descansando.

— Muchas gracias.

Dando vuelta a toda velocidad, volando por las escaleras hacia la segunda planta, entrando al cuarto de Santino sin tocar, viéndolo sentado en la cama con Aless acomodado entre sus piernas, curándole las heridas del rostro.

Tiene el pómulo inflamado, la ceja y el labio partido, su nariz no deja de sangrar, su pañuelo detiene la hemorragia, o al menos lo intenta mientras Aless se ocupaba de las heridas que necesitan sutura, el castañito es una acuarela de colores y es mi culpa.

— Lo siento... — Mencioné, llamando la atención de los dos ocupantes dentro del cuarto—. No lo sentí dejar la cama, de haber estado pendiente...

Él castaño negó.

— Me lo merecía por entrometido, Caesar sabe lo que tiene que hacer, no es necesario que lo esté presionando todo el tiempo, es sólo que... no quiero que por una aventura el legado Marchetti tenga una mancha —Aush—. El Boss es un hombre sabio, sabrá escoger entre las tres candidatas, son todo lo que le gusta, mujeres adultas echas y derechas sin traumas en su historial, obedientes y refinadas, eso es lo que él necesita, así que, por favor, Natasha, deja de meterle cosas en la cabeza, si comete un error, será toda tu culpa, tú ni siquiera entras en la categoría de mujer, no serás elegible nunca, entiéndelo y deja de estorbarle.

Yo soy la aventura, claro, el error, y si Caesar pierde su cargo por culpa de nuestra demostración de afecto publico de ayer... la culpa será mía.

— Vete a la mierda, Santino.

Dando media vuelta y cerrando la puerta con fuerza, regresando a la primera planta con la furia viva, yo, preocupándome por él, corriendo para ver si puedo ayudarle en algo ¿Y el hijo de puta me responde así? Culpándome de todo cuando yo no obligué a nadie a obsesionarse conmigo, yo no le pedí a Caesar que me quisiera o que no pudiera estar sin mí, yo no pedí nada de eso, las cosas llegaron a este punto sin que nadie lo buscara y no pienso mover un solo dedo para cambiar la situación, confiaré en que el Boss sabrá buscar una solución a esto.

Fui a la cocina cómo estaba previsto, observando la amplia variedad de dulces con las que podría llenar mi estómago furioso, decidiéndome por un gran trozo de pastel de chocolate para endulzar mi mala mañana, tomando un tenedor en el camino, realizando el recorrido hacia el despacho de Caesar, entrando sin tocar, viendo al hombre listo para gritarle al tonto que entró sin preguntar, sonriendo en cuanto se percató que era yo, observándome tomar asiento frente a su escritorio, apoyando mi desayuno, metiendo una gran porción dentro de mi boca haber si así se me pasa algo el mal humor, aún no tengo mi dosis de azúcar.

— ¿Estás enojada por lo de Santino? — intuyó al observar mi expresión—. Se lo merecía, no te pido que lo entiendas, pero realmente se lo merecía.

— No estoy enojada por lo de Santino, estoy enojada con Santino — Metí una gran porción de pastel en mi boca— Hijo de puta ese...

Recordar sus palabras hace hervir mi sangre ¿Por qué tenía que ser tan cruel?

— ¿Pasó algo con él?

Hizo hacia atrás la silla, palmeando su regazo, y yo, ni tonta, ni loca, me levanté y fui hasta el, tomando asiento sobre su pierna, apoyando mi pastel en su escritorio luego de correr sus valiosos documentos, no quiero ensuciar nada.

— Me culpa por aparecer, dice que por mi culpa mancharás el legado Marchetti al no querer casarte, que deje de meterte cosas en la cabeza. Prácticamente me dijo que las tres candidatas sí son mujeres a tu altura, refinadas, sin traumas bla bla ba, que cualquiera de ellas será perfecta para ti, y que deje de estorbarte.

Rodé los ojos, metiendo otro gran trozo de pastel a mi boca, no puedo creer que saliera eso de su boca... no esperé nunca insultos de su parte, no de él.

— Debí golpearlo más ¿Qué se cree ese hijo de puta? Le dije que no te metiera cosas en la cabeza, las decisiones que tomo son porque yo decido que me convienen más, el cabecilla de la organización soy yo, se lo dejé claro, pero sigue creyendo que debe tener un ojo sobre mí para cumplir las estúpidas tradiciones que no estoy interesado en seguir. Iré a hacerle otra visita, nadie pasa a llevar a mi chica.

Haciendo el ademán de levantarse.

— Espera... no lo hagas, sólo...

Besó mis labios.

— No es negociable, no permitiré que te falte el respeto, menos él que todo este tiempo se ha hecho llamar tu amigo — Levantándose—. Tengo una reunión en cinco minutos, debe estar por comenzar, tú encárgate ¿De acuerdo? Estaré ocupado.

— Pero Caesar... nunca he hecho algo como eso.

Me guiñó el ojo.

— Confío en ti, eres la mujer más capaz que he conocido.

Entonces dejó el despacho.

Un minuto después, la ventana de videollamada se abrió en la pantalla central, mostrando mis pintas. Lentamente alejé el pastel para no faltarle el respeto a los sujetos que tengo en frente, acomodándome el cabello, felicitándome internamente por dejarlo suelto hoy y no hacerme esos chongos que tanto me acomodan.

— ¿Y tú quién eres?

Preguntó un sujeto en inglés, hablando de forma despectiva.

— La chica del Boss — Respondí en el mismo idioma—. El Zar me pidió tomar su lugar en la reunión de hoy, mi nombre es Natasha Mironova, le agradecería estirar el entrecejo y comenzar con lo que nos convoca, mi tiempo es limitado, tengo muchas cosas más que hacer además de conversar con ustedes, caballeros.

Entrelazando mis dedos, intentando parecer profesional, también sé comportarme cómo si tuviera modales.

— La chica del Zar eh — Repitió uno de ellos—. La Bratva comentó que el Zar apareció con una chiquilla rubia, la presentó como su novia, esa debes ser tú.

Las noticias vuelan en este mundo de corrupciones.

— Así es, soy yo, el Zar ha estado llevándome por aquí y por allá para las correspondientes presentaciones.

Afirmé.

— Son buenas noticias que el Boss por fin esté cumpliendo con las reglas ¿Cuándo van a casarse?

Conmigo no se va a casar, pero ellos no tienen por qué saberlo.

— Estamos disfrutando el tiempo primero, volando cabezas, follando como conejos, terminando disputas, evitando los actos corruptos de la Bratva, ya sabes, la pre luna de miel. Lo primero es la organización, el orden, la comunicación entre las mafias mundiales, el Zar se toma muy en serio su rol, queremos estabilizar las relaciones internacionales antes de preocuparnos de organizar una boda, y ya saben que con la boda vienen los hijos, y aún estoy saltando de misión en misión, debo terminar mi trabajo primero.

Uno de ellos asintió complacido.

— Una mujer inteligente y centrada, no esperaría menos de la chica del Boss, mis respetos, señorita.

Mencionó uno de ellos en español.

— Su cumplido me alaga, señor, me encantaría referirme a ustedes por sus nombres o roles, como se sientan más cómodos.

Resulta que estoy hablando con el líder de la mafia estadounidense, y el líder de la mafia francesa, también hay un hombre de la mafia japonesa en representación de su líder, el japones lo hablo muy poco, tengo el traductor conectado por voz en la segunda pantalla para entender lo que dice.

Al parecer, estamos invitados para navidades en Japón, dijo que Caesar y él tienen negocios, aprovecharán la oportunidad, ya quiero ver la cara que pone el jefe cuando vea que ya conozco a los japoneses.

Hice mi mejor esfuerzo para agradecerle con el debido respeto por la invitación, siguiendo la traducción de Google, asegurándole que estaremos ahí, eso sí, no creo poder estar a la altura de sus costumbres, siempre odié el trato de las mujeres en ese lugar.

Lo siguiente fueron negocios, negocios y más negocios, tratos con el concejal por protección, elecciones electorales que debían ser revisadas por ellos y Caesar, buscando puntos fuertes y problemas, pensando en quién debía ser eliminado para evitar problemas.

Afortunadamente Caesar, el obseso del orden, tiene todo organizado por nombres y carpetas en sus gavetas, por lo que no me fue difícil darles los datos que necesitaban y comentar sobre el perfil de los candidatos, buscando aquel que fuera más favorecedor para la organización, cambiando de idioma cada vez que uno de ellos se dirige a mí, tomando apunte de todo lo que creí importante, escribiendo en ruso, que sí sé escribirlo, para hacer un informe a Caesar más tarde, si confió en mí para esto, haré un estupendo trabajo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top