Capítulo 18
SANTINO
Aún tengo fresca en mi memoria la imagen de Caesar mostrándome sus pulgares en alto, robándose los libros que utilizo para enseñarle a Natasha antes de dejar mi habitación, cada quien dispuesto a lograr su cometido el día de hoy, escurriéndose por las escaleras en dirección al tercer piso en cuanto vio a Aless dejar su cuarto, esta vez sin el yeso, su brazo está completamente curado, el doctor le dijo que tenía que ejercitarlo para acostumbrarse a la actividad otra vez.
Y tengo una idea muy buena de cómo puede ejercitar su mano, comenzando con sujetar y luego subir y bajar en movimientos rítmicos, mejor si le suma la boca...
Para la coordinación, digo.
Siete minutos después, tocaron a la puerta.
— Hola ¿Cómo estuvo la cita con el médico?
Intentando hablar de manera casual, acomodándome el cabello, moviéndome para darle espacio y dejarlo pasar, tragándome el nudo de nervios, creo que mi plan de aparentar calma ya no está funcionando.
Un mocoso no puede ganarme ¿Cierto? Tengo más edad y más experiencia.
— Estuvo bien, aunque Natasha tuvo que golpearme en la cara para aturdirme, yo no quería esa mini sierra cerca de mi brazo, estaba seguro que iba a cortarme.
Carcajee, cerrando la puerta tras él, quedándome parado en medio de la habitación como un estúpido, estoy nervioso, más aún ahora que su perfume está llenando cada rincón de mi espacio, es todo lo que puedo oler, se me comienza a poner dura la polla y ninguno a hecho ningún acercamiento, tengo que calmarme, ni siquiera sé lo que él piensa de mi plan, no hay nada seguro para hoy, no debería emocionarme sólo por tenerlo aquí.
Me reí de Caesar más temprano por ponerse duro al oler a la rubia, y me está pasando lo mismo, qué patético, pero no se lo diré nunca, no admitiré en voz alta que su problema del cual me burlé es más común de lo que pensaba.
— Creí que eras más valiente que eso, De Satis, siempre te jactas de tu valentía.
Bromee consciente de cómo me tiembla la voz, y él lo notó, sonrió coqueto y alzó una ceja en mi dirección, repasándome de pies a cabeza, dando un paso más cerca, provocando que me temblaran las piernas, me arde el cuerpo de la excitación, me palpitan... ciertos lugares que no deberían palpitarme, extrañan las atenciones del rubio, lo recuerdan, lo quieren de nuevo.
— Y soy valiente, mucho más que tú, Coppola ¿O crees que vine sin intenciones ocultas? — Empujándome con fuerza hasta empotrar mi espalda contra la puerta, azotando la madera al apoyar ambas manos junto a mi rostro— Te conozco desde que tengo uso de razón, sabes en qué me especializo, reconozco cada cambio que hace tu rostro o tu postura, tu cuerpo habla mejor que tú — Rozándome la oreja con sus labios, bajando el volumen— Estás tan nervioso ahora mismo que no dejas de temblar ¿Nervioso por estar en un cuarto de nuevo conmigo? ¿Recordando todo lo que este sucio De Santis sabe hacer?
Tragué grueso.
Que patético debo verme siendo intimidado por un mocoso de diecinueve años, pero es que Aless sabe lo bueno que está, su confianza me seduce, me envuelve, y esa aura peligrosa que desprende... eso es lo que más me enciende.
¿Por qué los De Santis no son deseables en nuestra peculiar comunidad? Son capaces de llevarte de cero a cien en cuestión de segundos ¿A qué le tienen miedo? Son personas también, no matarían a alguien que aman.
— Yo te veo igual de ansioso, no pudiste disimular ni cinco minutos — Sonreí con burla— ¿O me vas a decir que esto no significa nada?
Deslizando mi mano por su vientre, descendiendo lentamente, consciente del cambio en su respiración que me acaricia el cuello, apretando ligeramente su miembro, duro, deseoso de que le preste atención.
Cerré los ojos cuando gimió en mi oído, sabe lo que hace, me provoca, endureciéndome al punto de ser doloroso.
— Dime Santino ¿Hiciste tu trabajo?
El maldito rubio no se quedó atrás, mordió el lóbulo de mi oreja, soltando el botón de mi pantalón, sin dejar de mover las caderas para continuar frotándose con mi mano, mientras las suyas se colan dentro de mi ropa interior, tanteando la suavidad de mi agujero.
— ¿Esto me extrañó?
Se adelantó a preguntar al ver que me ahogo con mis propias palabras, mientras desliza un dedo en mi interior. Esa pequeña intromisión me hizo alzar en la punta de mis pies, ocultando mi rostro en su pecho para que no vea mi sonrojo, apretándole la camisa bajo los puños, intentando recordar dónde estoy, un plano físico, no puedo dejarme llevar por el placer tan rápido, mi orgullo... Se supone que él debía suplicar, ese era el plan.
Maldito De Santis alto, de buen cuerpo y guapo ¿Quién podría resistirse a algo así?
— Está suave y dilatado — Susurró otra vez, sin detener el movimiento de su dedo, dentro y fuera, dentro y fuera, volviéndome loco, me roza la próstata cada vez que lo mete profundo, lo sabe, lo hace a propósito—. Dime ¿Te preparaste para hoy? — Sujetó mi mentón con su mano libre, alzándolo para que lo observara—. Si no respondes voy a detenerme ¿Quieres que pare?
Deteniendo el movimiento de su dedo, dejándolo por completo dentro, sin mover un solo músculo, aprisionándome contra la puerta para que no pudiera huir.
Negué lentamente, respirando agitado, ni siquiera he tocado el alcohol o la maldita ACATHA, y mi cuerpo ya está ardiendo.
— Palabras ¿Qué es el mundo sin palabras? — Deslizando una sonrisa socarrona en esos labios suyos, sabe que tiene el control el hijo de puta—. No te estoy escuchando, Santino.
Demandó saber, usando esa voz de asesino que pone los pelos de punta a las cuatro casas, y no pude evitar gemir.
Es demasiada la tensión como para seguir callando lo que quiero soltar, no me interesa si media casa nos escucha, que sientan envidia por quienes estamos disfrutando la noche.
— Sí... — Susurré lo suficientemente alto para que pudiera oírme—. Yo... tenía esperanzas, me preparé... aún lo siento húmedo, me costó hacerlo yo sólo.
Admití, sintiendo el calor subir hasta mis mejillas sin soltar su camisa, sin dejar de apoyarme en él, mientras su dedo vuelve a moverse en mi interior, provocando temblores en mis extremidades.
— Pues hiciste bien — Besó la comisura de mis labios—. Porque tengo que confesar que no puedo olvidar la sensación de estar dentro de ti.
Observándome directo a los ojos, mientras dice esas palabras tan vergonzosas y calientes.
— ¿Por qué te estás tomando tu tiempo? — Pregunté—. Con Nat todo era pantalones abajo, preservativo y deslizarte en su interior.
Estoy celoso por la facilidad de la chica para conseguir polvos, últimamente se acuesta con todo quien cumple sus expectativas.
Un pene suficientemente grande para llenar el vacío en su interior, y no hablo de manera espiritual.
Claramente eso no la satisface ni un poco, está hambrienta, se acostumbró a lo que no puede ni debe tener.
— Somos amigos, tenemos sexo en ocasiones — Se encogió de hombros—. Ni ella ni yo estamos interesados en el otro, en cambio esto — Presionando su erección con la mía, ambos apretando los dientes—. La tensión entre nosotros es totalmente diferente ¿O me vas a decir que me buscaste a mí porque estabas aburrido? Sabes que las chicas de aquí no van a satisfacerte como yo.
Desabroché su pantalón, deslizando mi mano dentro, masturbándolo directo, piel con piel, sonriendo malicioso, pensando que con esto ya tenía el sartén por el mango, pero me equivoqué, Aless introdujo un segundo dedo, lo que me llevó a arquear la espalda y soltar un gemido alto, perdiendo el total control de la situación.
A la mierda el plan, los De Santis improvisan, debería adoptar un poco de lo suyo a mi estructurada forma de vida, nada sale cómo planifiqué para esta noche.
— ¿Y qué esperas para darme lo que quiero entonces? Ya que tus intenciones son las mismas que las mías, quítate la ropa y recuérdame porqué deseaba repetirlo.
Arañándole la barbilla con mis dientes, escuchándolo gemir, forzándome a cerrar los ojos para soportar la oleada de placer que me recorre, sus dedos no me dan tregua, apenas y puedo pensar ¿Cómo será cuando tenga su pene dentro? Estoy lucido, debe sentirse diferente que aquella vez, pero no es así, mi cuerpo... se quema, está en llamas... por él.
— No no no, Coppola, lo que mejor hago es matar — Regando un camino de besos desde mi oreja hasta mi cuello, chupando con fuerza, mordiendo después, calmando el escozor con las caricias de su lengua—. ¿Cómo lo quieres? Te daré la opción de elegir.
Agregando un tercer dedo, sujetándome por la cintura a sabiendas que me tiemblan las rodillas, estoy a punto de correrme sólo con sus dedos, desearía tocarme, pero mi cuerpo no responde, mis manos parecen tener vida propia, una de ellas bombeando el pene del rubio, disfrutando de los sonidos que salen de su boca, y la otra enredada en los cabellos nacientes de su nuca, forzándolo a mirarme para absorber cada una de sus expresiones.
— Caesar me dio libre mañana, así que... has lo que quieras.
Logré formular, ya que la princesa aquí presente adora las palabras.
Una sonrisa maliciosa se plantó en sus labios, inclinándose hasta quedar a centímetro de los míos, atrapando el inferior entre sus dientes, apenas raspándolo.
— Cuidado, puedes arrepentirte.
Plantando un beso rudo que me hizo mojar la ropa interior. Maldita sea... hace años que no me sucede, que puta vergüenza.
— Un Coppola no se arrepiente de lo que dice.
Alzando el mentón a pesar de estar sonrojado de la vergüenza, insisto, hace mucho no me sucede, no desde que soy un adolescente al menos.
— En ese caso...
Enredó los dedos en mi cabello, jalando de él hasta tenerme justo cómo quiere, de rodillas en el piso, la espalda apretada contra la puerta, y con su mano libre liberó su verga goteando en la punta, sujetándola para golpear mi rostro con ella, manchando mi mejilla con pre semen.
— Chúpalo, Santino, déjalo muy húmedo para ti — Apretando su glande contra mis labios, mientras su otra mano se enreda con fuerza en mis cabellos, me duele, y aun así me excita— Entre más uses la lengua, menos costará que te llene ese trasero apretado tuyo ¿Lo recuerdas? Me succionabas tan delicioso que no podía sacarla, quería penetrarte por siempre — Abrí la boca para recibirlo, a punto de saborear lo que gotea de su glande cuando aparta su verga, jalándome por el pelo para que lo mire— Dime algo ¿Fui el primero?
— Sí.
Admití alzando una mano, apoyándola en su muslo, desesperado por ponerlo en mi boca otra vez, por sentirlo llenarme y quitarme hasta la última partícula de aire.
— Entonces procura no arrancarme la polla de un mordisco, te enseñaré — Metiendo dos dedos dentro de mi boca, provocándome arcadas mientras sonríe—. Sólo métela hasta el fondo, conoces la teoría, más de alguien tuvo que habértela chupado ¿No? — Sacándolos y hundiéndolos otra vez—. Respira cuando la saque o vomitarás, y usa la lengua para acariciarme el falo, eso me gusta.
Hijo de puta...
Tan caliente...
— ¿Dónde compras tu ropa interior? ¿En la sección de niños? ¿Intentas darme clases a mí, mocoso? No fui yo el que terminó vomitando la champaña que se bebió ¿O sí?
Mofándome sólo para joderlo, este mocoso debe entender que yo mando aquí... aunque no lo parezca ahora.
— Pensaba ser cuidadoso, pero soy un De Santis ¿Recuerdas? Esos rubios sádicos y extremistas a los que nadie le da ni la hora. Ahora trágatelo, perra del Boss, te enseñaré qué partes del cuerpo uso tan bien cómo mis manos.
Abrí la boca para responder, pensando a toda maquina en un insulto creativo, pero tuve un pequeño error de cálculo y terminé ahogándome con su polla que empujó hasta el fondo, enredando sus dos manos en mi cabello para marcar el ritmo, mientras le clavo los dedos en las nalgas para sostenerme.
Mi cerebro no es capaz de procesar sus ultimas instrucciones, demasiada información para ponerme a trazar una lista ¿Qué hago primero? ¿Respiro cuándo? ¿Le gusta que use la lengua o no? ¿Cómo me gusta a mí para replicarlo?
Tanta información, tantas cosas que analizar y yo sin poder pensar ¿Qué dirían los Coppola si me ven en estos momentos?
Aless tiene que casarse con Natasha, es la única manera para que la rubia sobreviva aquí.
¿Qué hago chupándole la polla cuando debería estar centrado en las reglas?
¿Por qué me gusta tanto no pensar y sólo disfrutar de las perversas penetraciones de este mocoso?
De nuevo, mi cuerpo actuó por instinto, liberé mi pene y me masturbé, mientras hice mi mejor esfuerzo por hacerle una mamada sin fracasar en el intento, no recuerdo sus instrucciones, pero mi boca y mi lengua parecen tener vida propia, replicando los movimientos que hacen al rubio gemir.
Quiero escucharlo más...
Quiero que me desee tanto, que no abandone la habitación hasta el amanecer.
Quiero tener tanto tiempo cómo pueda con este mocoso, y ya luego veré cómo solucionar mi cagada.
***
NATASHA
Llevo tres frases, tres malditas frases, y en la tercera ni siquiera pude concentrarme lo suficiente para escribir como corresponde, Caesar me pidió escribir <<Daddy está deseoso de probar esa boca otra vez>>. está provocándome directamente, sin ocultar sus intenciones, siempre tan frontal, siempre yendo por lo que quiere sin desvíos.
— Caesar, si continuas, te prometo que me marcho del cuarto.
Muy tranquilo, él siguió jugando con el dobladillo de mi camiseta, subiéndolo cada vez más, disfruta torturándome, sabe que si continua, seré capaz de negarme.
Ahora mismo mi cuerpo es un volcán a punto de hacer erupción, me queman las palmas de las manos, mi corazón late tan rápido que lo siento palpitar en mi garganta, me cuesta respirar, y quiero... quiero moverme, quiero hacer algo con estas malditas extremidades que quieren colgarse alrededor del macizo hombre que está pegado a mi espalda o terminaré por enloquecer.
— ¿Y dónde irás? ¿A irrumpir la fiesta privada de Santino y Aless? Tu querido Aless debe estar muy ocupado ahora ¿Eso no te molesta?
Le molesta a él mi cercanía con el hombre, Aless y yo sólo tenemos sexo ocasional, ni él ni yo estamos interesados en dar un paso más allá, lo hablamos hace mucho sólo para no lastimar los sentimientos del contrario, me tranquilizó mucho saber que coincidíamos en ello, sólo somos amigos que follan cuando necesitan apagar las llamas que otros provocan.
En caso de Aless, es Santino, al rubio le encanta el castañito.
En mi caso... muy a mi pesar, es Caesar.
— ¿Te molesta a ti que haya tenido una cita con él hoy? — Volteando a ver cómo frunce el ceño al instante. Está celoso—. Celebramos su alta con un buen festín, yo abierta de piernas sobre la mesa del motel que visitamos, cortesía de tu tarjeta. Eres tan generoso, Jefe...
Sonreí socarrona, disfrutando al ver la vena saltona que apareció en su frente, se esfuerza conteniéndose, pero soy buena leyendo a las personas, una lástima para él.
— Es tu vida, no voy a interferir en ella.
Respondió con la quijada apretada, debe estar costándole horrores controlar su posesividad, leo la ansiedad de sus ojos, no dejan de moverse por mi cuerpo, buscando indicios de estar diciendo la verdad, reparando en las marcas de mi cuello, Aless es un poco bruto, le gusta dejar sus huellas, sobre todo ahora que no es necesario que ocultemos nuestros encuentros.
— Y fue agradable — Seguí provocándolo, no seré la única que se queme hoy— Porque él no piensa que tiene algún derecho sobre mí, lo busco cuando necesito un escape, y luego si se me da la gana busco a otro, y a otro, y a otro, follando con cuanto sujeto llame mi atención, así como tú.
Mierda.
Acabo de sonar como una perra desquiciada, celosa de sus actividades nocturnas, así no es cómo quería tocarle las pelotas, mi idea principal era hacerle ver que tengo una vida sexual muy activa sin necesidad de su pene y con eso me basta, ahora sueno cómo la ex celópata que se masturba detrás de la puerta mientras lo escucha follar.
— Eso se acabó, no voy a follar con otras otra vez.
Se ve serio, demasiado, pero su comentario fue tan absurdo, tan impropio de él que terminé soltando una larga carcajada que hizo más profundas las arrugas en su frente, le molesta que me parezca estúpido lo que acaba de decir.
— Caesar, eso no te lo crees ni tú, y no me interesa lo que hagas, ya no necesito tu atención todo el tiempo, recibo la suficiente para sentirme satisfecha.
Pero que mentira...
No tengo un puto orgasmo desde la última vez que follé con él, nadie llega a los rincones que la verga de Caesar llena, nadie es tan brutal y sanguinario cuando de follar se trata, nadie me maltrata y me prepara como él, nadie lo tiene tan grande como Caesar, nadie es Caesar.
Además, la ansiedad me está comiendo viva, apenas duermo por sus actividades nocturnas, no como bien por miedo a encontrarme con él y que me pida que me vaya, no salgo a la nieve porque no me siento segura si no es en su compañía, y Mijail... Mijail sigue hostigándome con mensajes, sé que Santino le hizo saber que está informado de la situación y le agradezco tomarse el tiempo, pero si Caesar supiera sé que el problema terminaría de raíz, sólo no tengo el valor de formular palabras, temo que quiera deshacerse de mí para ahorrarse las molestias de buscar un reemplazo para el jefe de la Bratva.
El temor de ser desechada me persigue día y noche, tenerlo cerca es... es cómo arrullarme con una manta calentita y segura, impenetrable...
Quiero a Caesar para mí, de esa manera no volveré a tener miedo nunca, lo sé.
— Puedo demostrarlo, puedo demostrar que no follaré con otras.
Esforzándose por mantener el control y convencerme a la vez.
— Y yo te estoy diciendo que no me interesa — Corriendo la mesa, la lección ya terminó—. Hace mucho tiempo dejó de interesarme. No quiero aferrarme a alguien que me busca cuando está caliente, me desecha y me olvida hasta que vuelve a acordarse de mi existencia, sólo enfoquémonos en la relación que tenemos — Hice una pausa intencional viendo la vena saltona desaparecer de su frente—. Jefe y esclava, nada más.
Dispuesta a bajar de la cama y salir de la habitación, no será difícil encontrar alguien que quiera revolcarse y dejarme pasar la noche ahí cómo favor, pero no tuve oportunidad de apartarme cuando mi espalda tocó el colchón a la vez que los libros y la mesa vuelan directo al piso.
Respiré agitada por la acción brusca, viendo al hombre que escala por mi cuerpo hasta acomodarse entre mis piernas, intenté voltearme y huir otra vez, pero sujetó mis manos al nivel de mi cabeza, presionándome con sus caderas, inmovilizándome mientras se inclina hacia mi rostro, agitado y furioso, gruñéndome en el rostro.
Si su intención es intimidarme, se equivoca, mi malestar va en aumento, estoy tan cachonda que podría comenzar a rogar para que me coja, pero no, no le daré en el gusto, alguien debe enseñarle a este idiota qué es el No.
— Te he dicho que no me gusta que me digas jefe, deja de provocarme, Natasha.
Tiene la quijada tan apretada que temo que se le partan en dos los dientes, sus venas sobresalen, tanto, que bien podrían explotar, incluso el rostro comienza a ponérsele rojo.
Alguien parece tener problemas con las negativas ¿Es que sus padres le daban en el gusto siempre?
— ¿Y qué vas a hacer? Golpéame, vamos — Lo animé sin moverme ni un musculo, relajando el cuerpo— Trátame como tratas a todos, me dejaste muy en claro cuál es mi lugar, no valgo más que uno de tus matones.
— ¿Quieres que te castigue? ¿Es eso? — Gruñó en mi rostro— ¿Tan desesperada estás por mi tacto que cualquier roce entre nosotros te sirve?
Por favor que no se enfurezca más... Caesar enojado es tan caliente... tan sexy...
Llevo las bragas empapadas, y si se inclina un poco más hacia mí se dará cuenta de lo mucho que lo deseo a pesar del rechazo que profesa mi boca. Que Satán me ayude a mantenerme firme a pesar de tener la tentación tan cerca.
— ¿Yo desesperada? — Moví mi pierna hasta tenerla dónde la quería, aplastando con mi pie la erección de Caesar—. Porque no soy yo quien está desesperado justo ahora, tú no provocas nada en mí, no es divertido tener algo que todas pueden tener, puedo elegir, Caesar, elijo follarme a cualquiera menos a ti.
Lentamente sonrió, enseñándome esos bonitos y ocultos hoyuelos, mientras niega y se acerca hasta tener su boca a milímetros de mi oreja.
— Comprobemos entonces quién está más desesperado, Pastelito, te aseguro que no seré yo quien pierda primero.
Sacando unas esposas del bolsillo de su traje, incorporándose para mirarme con una ceja alzada.
El hijo de puta venía preparado, sabe que voy a ceder, siempre cedo, soy débil ante el sexo y él lo sabe, lo usa en mi contra.
— Atrévete a ponérmelas y...
Abrí los ojos de la sorpresa al sentir la calidez de sus labios contra los míos, no fui demasiado rápida para apretar los dientes cuando su lengua se coló dentro, frotándose con la mía, gruñendo de frustración al no ser correspondido con las ansias que él me muestra.
No seré yo quien pierda hoy, no me moveré, no le daré nada.
— Quiero poner mi boca en tu sexo otra vez, no puedo olvidarme de tu sabor.
Admitió sujetando mi mentón para besarme mejor, parece un muerto de hambre, y yo soy bruta, pero no estúpida.
— ¿Eso es todo? ¿Para eso tanto alboroto?
Separé mis piernas a todo dar, tocando mis rodillas con el colchón, siempre elogiaron mi elasticidad, siempre les gustó cuando separaba mis piernas flectadas cómo dos alas abiertas de mariposa.
— Buen apetito.
Mencioné sin moverme más que eso, siguiendo con la vista al hombre que me suelta lentamente, observándome escéptico desde su altura, buscando el truco en todo esto, mientras se suelta el botón del pantalón y baja el cierre, mostrándome su monstruosa verga sobresaliendo de la ropa interior, debe estarle lastimando.
— Tú nunca haces que las cosas sean tan fáciles.
Que bien me conoce el hijo de puta.
— ¿Cómo podría negarme? — Apoyando dos dedos sobre mi clítoris cubierto por las bragas, consciente de como se le oscurece la mirada—. Para el dueño lo que sea ¿No es esa mi función? —Fingiendo estar confundida—. ¿Tengo algún otro uso en esta casa que no sea servir para que descargue el contenido de sus bolas, jefe?
La verdad ya ni siquiera recuerdo como era ser prostituta, mascota, objeto, mercancía y un montón de tantos otros apodos que escuché cuando hablaban de mí, sólo me gusta apretar justo dónde a Caesar le duele, sé muy bien que él no me ve de esa manera, para él soy solo su Pastelito, deliciosa, valiente, ardiente y capaz, pero mi orgullo hoy es más fuerte y quiero lastimarlo.
— Vuelve a decir eso y vas a olvidar lo que es sentarte cuanto termine de golpear tu trasero — Sujetando mi rostro con la fuerza suficiente para inmovilizarme, pero no la suficiente para lastimarme— ¿Eso crees que vine a buscar? ¿Sexo?
Suena dolido, es más, su rostro se contrae en señal de dolor, su respiración cambia, su cuerpo se ve tenso, parece estar en realidad sufriendo por un par de palabras sin importancia.
¿Qué no es así?
— ¿Y no estás intentando conseguir eso ahora mismo?
Pregunté.
— No vine a tener sexo, vine a intentar hacer que me perdones, me tiene... desesperado no tenerte a mi alrededor, me enferma no poder tener conversaciones casuales contigo, o salir a comer, a pasear, o ir de compras, o sólo... sólo compartir una puta mesa para comer contigo sin que te sientas incómoda con mi presencia ¿Cómo no puedes comprender que estoy perdiendo la cabeza?
Soltándome cómo si quemara, observándome con real desesperación, arrodillado entre mis piernas, sin tocarme, sólo... observándome, quieto, buscando algún indicio de emoción en mi rostro, intentando leer mis expresiones.
Muy a su pesar... estoy en blanco, yo no esperaba una disculpa tan sincera como esta, y no puedo darme el gusto de perdonarlo tan rápido, mi orgullo...
— Natasha, di algo por favor...
Susurró interrumpiendo el hilo de mis pensamientos.
¿Cómo puedo seguir siendo una perra con él cuando acaba de soltar una disculpa tan sincera que se me apretó el pecho?
— Caesar eres patético — Viendo en otra dirección, sintiendo mi rostro arder— Apaga la luz y quítate la ropa, vamos a dormir, estoy cansada.
Cruzándome de brazos sobre la cama.
— Vamos... ¿Los dos? ¿Aquí?
— ¿No acabo de decir eso?
Dedicándole un pequeño vistazo, alzando una ceja en su dirección.
Si vuelve a preguntar tonterías, lo echaré de mi espacio sin derecho a reclamo.
— Voy, ya voy.
Saltando prácticamente de la cama, caminando hacia el interruptor para apagar la luz, quitándose el traje en el camino de regreso, y para él, siendo un obseso del control y el orden, no le importó esta vez soltar las prendas arrugadas por el piso para apresurarse a venir conmigo que no he perdido el tiempo, separando las mantas y deslizándome dentro, cubriéndome hasta la nariz para que no note mi sonrojo, estoy avergonzada de mí misma por haberlo perdonado tan pronto, no sirvo para enojarme con él, menos con esa disculpa que para él fue prácticamente una humillación.
¿Qué soy yo para que el Capo se disculpe de esa manera conmigo? Soy nada, menos que nada, no le sirvo aquí, no cumplo ninguna función en esta casa, no pertenezco, todos aquí tienen roles y crianzas útiles según el origen de su apellido, yo no... no puedo igualar a ninguno de los sujetos del tratado.
De reojo lo vi caminar hacia mí únicamente cubierto por la ropa interior, se acomodó la erección a un lado y separó las mantas para acostarse conmigo, manteniendo la sana distancia, cada quién en su propia esquina, mientras yo finjo estar muy cómoda con mi espacio vital.
No pude evitar sonreír bajo la ropa de cama al ver su incomodidad, disfruto ver que no sabe qué hacer a continuación, por lo que cerré los ojos, le di la espalda y fingí dormir, no pasaron ni dos segundos cuando el colchón crujió bajo sus movimientos, siento su calor irradiar hacia mi cuerpo, ni siquiera me roza, pero sé que está cerca, su presencia nunca ha pasado desapercibida, no para mí.
— Natasha... puedo...
— ¿Tocarme?
Pregunté soltando un suspiro sin moverme ni un poco, cómo dije, debo hacer que él aprenda la lección.
— Adelante, idiota.
Rodeó mi cintura y de un rápido movimiento pegó mi espalda a su torso duro y caliente... y gracias a la cercanía, pude sentir lo rápido que late su corazón, también la entrecortada respiración de Caesar en mi cuello.
— Es gracioso...
Susurró luego de un rato, pensé que se había dormido, yo estaba por hacerlo.
— ¿Qué es gracioso?
Pregunté, intentando sonar dura, no quiero que piense que todo está arreglado aún.
— Es gracioso que una mocosa de metro y medio haga suplicar al Boss, estaba dispuesto a arrodillarme si con eso me perdonabas.
— Aún no te perdono.
Dije.
— ¿Quieres que me humille? Aún puedo arrodillarme si eso te hace cambiar de opinión ¿Qué hago Natasha? No puedo pasar ni un día más sin tu molesta presencia.
— Te odio tanto...
Volteando entre sus brazos, incapaz de no sonreír.
— Yo también te odio, mocosa de mierda.
— Mañana espero apenas abra un ojo, al Zar, arrodillado entre mis piernas, comiéndome el coño, puede que eso me haga recapacitar y perdonarte.
Sintiendo la humedad insoportable entre mis piernas.
— Aún puedo suplicar, estoy muy dispuesto.
Relamiéndose los labios.
— Quieto, perro.
Colocando mi mano en su pecho, intentando poner distancia entre ambos.
— Si eso te hace feliz, seré tu perro — Tomando mi mano, besando mi palma—. Estoy desesperado por cualquier intercambio de palabras o cualquier rose entre nosotros.
Solté una carcajada baja, apretando los dientes, sus palabras, sus pequeñas acciones hacen que el placer me recorra de nuevo... Y ya no puedo contenerme, se acabó, esta mierda de hacerse la difícil se acabó.
— Maldita sea, Caesar eres un hijo de puta — Pateando las mantas bajo su atenta mirada—. Así no puedo dormir — Quitándome las bragas, lanzándoselas al rostro—. Pon esa lengua a trabajar.
Tomó mis bragas, las olió y gimió, arrodillándose en la cama.
— Guardaré esta para mi colección — Lanzándolas sobre su ropa—. Para masturbarme cuando esté triste y necesitado.
Jalando mis piernas hasta tenerme dónde me quería, deslizando su nariz por la cara interna de mis muslos.
— Voy a disfrutar tanto esta comida...
Dijo.
— No te veo suplicando, Caesar — Sujetando su cabello, guiándolo a mi entrepierna—. Si no llego al orgasmo, olvida que te perdone.
Besó mi clítoris, obligándome a cerrar los ojos, respirando con fuerza.
Que ironía... casi me corro sólo con eso...
— Pastelito, puedo hacer que te corras usando tan sólo dos dedos, pero sí, hoy voy a suplicar, y pienso beber directo de la fuente, para calmar la sed que tengo de ti.
Presioné su rostro contra mi sexo cuando me lamió por primera vez, susurrando <<Deliciosa>>, derribando mis ultimas barreras, estoy muy dispuesta a todo hoy.
Caesar apretó mis muslos, rodeándolos con sus brazos para poder pegarse más a mi vagina, propinando planas lamidas, maltratando mi clítoris con sus dientes y sus succiones, pero fue su lengua la que me hizo saber cuanto me extrañaba, cuando deseaba probarme otra vez.
Todo se nubló cuando Caesar introdujo dos de sus dedos, curvándolos hacia arriba, a la velocidad necesaria, con la fuerza necesaria, golpeando el mismo punto una y otra vez, sin detener las arremetidas de su lengua implacable, el hijo de puta sabe cómo me gusta, sabe qué hacer para volverme loca.
— Caesar... Voy a... voy llegar...
Advertí, sin soltarlo del cabello, es mi cable a tierra, lo que me sostiene a la realidad, porque ahora mismo no sé siquiera cómo me llamo de lo bien que me estoy sintiendo, puedo decir sinceramente que siento la electricidad de cabeza hasta los pies, el orgasmo inminente formándose en mi vientre bajo, listo para explotar.
— Córrete para mí, pastelito, Daddy quiere probarte.
Moví mis caderas en busca de mayor fricción, su lengua y sus dedos, maltratándome, sus palabras frescas en mi mente, lo dispuesto que estaba a suplicar y humillarse por mi perdón, lo mucho que le afectaba que yo no lo jodiera a diario...
Terminé corriéndome escandalosamente, sintiendo la contracción de mis músculos y los temblores de mi cuerpo por la sensación abismante que me recorre y no me suelta, mientras Caesar no detiene sus acciones, prolongando y prolongando mi liberación, siendo este mi mejor orgasmo hasta la fecha.
Solté su cabello, dejando caer mis brazos hacia los costados, exhausta, respirando trabajosamente, viendo a Caesar levantar la cabeza, con sus labios brillantes por mis fluidos, llevándose los dedos que hace unos segundos estuvieron dentro de mí a su boca, lamiéndolos hasta dejarlos completamente limpios.
— Deliciosa...
Susurró.
— Creo que debo devolverte el favor.
Incorporándome, dispuesta a todo, podría follar toda la noche luego de no haberlo probado hace más de un mes, lo extraño.
— No, hoy no — Empujándome contra el colchón otra vez—. No merezco que me des placer — Recostándose a mi lado, apretándome contra su cuerpo—. Este es mi castigo por haber sido un idiota.
— Pero estás muy duro, debe ser doloroso.
Susurré.
— Lo es, pero era más doloroso que me ignoraras — Suspiró— Es increíble como me dejo dominar por una mocosa de metro y medio.
Dijo más para él que para mí.
— Me gustó tu suplica, es muy sexy verte de rodillas entre mis piernas — Carcajee— Estás perdonado, siempre y cuando no me dejes sola, te lo dije antes, úsame como quieras, pero no me abandones, me aterra la idea de que todo esto en algún momento pueda desaparecer, que me haya adaptado y luego...
— Eso no va a pasar — Interrumpió— Te tatuaste, no hay vuelta atrás, lo único que puede liberarte de la mafia italiana es la muerte, y antes prefiero morir yo a dejar que algo te aparte de mi lado.
Quiero creerle...
Si puedo pasar el resto de mis días justo en este mismo lugar, entre los mismos brazos... que buena puta sentencia.
Luego de ese increíble orgasmo, me dormí, y gracias a seguridad que me brinda su compañía... por fin no tuve pesadillas.
***
A la mañana siguiente, me deslicé fuera de la cama tan silenciosa cómo fui capaz, apagando la alarma, Caesar tiene insomnio, duerme tan pacíficamente ahora que no tengo el corazón de arrastrarlo fuera de su sueño, tiene ojeras, de seguro no ha dormido bien por las noches, Santino o Vitto podrán hacerse cargo hasta que él despierte.
Salí de la habitación con bragas limpias y una nueva camiseta, acomodando mi cabello en un moño alto antes de entrar en la habitación de él, cepillé mi cabello, lavé mi rostro e hice mis necesidades antes de bajar para desayunar, deteniéndome al ver al hombre mayor de cabello negro, un ligero camino de canas a cada lado de la cabeza, ojos grises penetrantes y hoyuelos, el hombre es guapo, corpulento, y viste de traje negro de tres piezas.
Los hombres de Caesar le rinden sus respetos, bajando la cabeza ante él, las sirvientas forman dos filas frente a él, parece ser alguien importante, y por sus rasgos físicos apostaría que es un Marchetti.
— Señor Antonio, esta chica es Natasha, la protegida del Boss.
Informó Carina, la mucama favorita del jefe.
— Así que tú eres la chiquilla que no debería estar aquí —Sonriendo lento y malicioso, erizándome los vellos de la nuca, él no me da confianza—. ¿Dónde está Caesar?
— Durmiendo.
Informé sin quitarle la vista de encima, el hombre es peligroso, tengo que irme con cuidado.
— ¿Qué hay de Santino?
— Probablemente ocupado, o dormido también.
Informé de nuevo.
— Que nadie nos molesta hasta que termine con ella — Ordenó el tal Antonio al personal, caminando hacia mí—. Vas a acompañarme a desayunar, tenemos cosas de las que hablar.
Intentó tocarme para arrastrarme hacia el comedor, mi presencia aquí no es de su agrado, lo sé bien, identifico las señales cuando las veo, pero no me humillar frente a todas estas personas.
— Sé caminar por mi cuenta, gracias.
— Supongo que comes en la mesa del personal, tendrás el placer de comer en la mesa de los señores hoy.
Preguntó echando a andar, dándome la espalda.
— Supones mal, tomo mis comidas junto al dueño de esta casa.
Detuvo su caminata, volteando para mirarme con la confusión y la sorpresa tiñendo sus facciones.
— Pobre chica... ¿Crees que él alguna vez te corresponderá? Yo te haré ver la realidad hoy.
¿De qué realidad habla?
La curiosidad pudo conmigo y terminé siguiéndolo hasta la mesa, tomando asiento y pidiendo mi habitual café acompañado de cosas dulces, algo me dice que lo necesitaré para soportar a este completo imbécil.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top