Capítulo 16
CAESAR.
Bajé los escalones sintiéndome cómo un cobarde por evitarla, entrando a mi despacho, refugiándome en él, llamando a Santino mientras bebo whisky directo de la botella y me paseo por el lugar, desesperado por un poco de compañía.
— Vaya... regresaste antes de lo que mencionaste.
Comentó en cuanto invadió mi espacio, cerrando la puerta tras él.
— Mi tío dijo un montón de estupideces, así que mejor me vine a casa.
— ¿Le hablaste de Natasha?
Tomando asiento frente a mi escritorio, mirándome.
— Sí ¿Sabes lo que me dijo? Es un maldito estúpido.
— ¿Qué te deshicieras de ella, la vendieras o la mataras?
Giré el rostro, observándolo con sorpresa, la botella a medio camino de mi boca ¿Cómo es que lo sabe? Si ni siquiera estaba ahí.
— ¿Por qué tú...?
— Son las respuestas más racionales, sabes que no conservamos personas fuera de las cuatro casas, es la regla.
— Santino, si tú le pones una sola mano encima a...
— ¿Estás loco? —Se levantó de golpe, viniendo en mi dirección—. Natasha es nuestra compañera, y es mi deber cómo su amigo protegerla incluso de ti, la hiciste llorar, hombre ¿Por qué abandonas a alguien que le teme al abandono?
Robó mi botella y le dio un sorbo, extendiéndola a mí, al parecer, compartiremos.
— ¿Y si se muere, Santino? ¿Qué tan... mal está?
— No se va a morir, es mucho más resistente de lo que piensas. Tiene un poco de fiebre, pero se recuperará.
— Bien... eso es bueno... La mafia no necesita personas débiles, ella...
— Aún no sabe que tienes que casarte, cuando se entere...
— No aún.
— Estás en contra del tiempo. Ya tengo a las candidatas.
— Lo sé —Bebiendo de nuevo, entregándole la botella—. Pero todavía no quiero hacerlo, las mujeres son frágiles, necesito alguien que no muera.
— Todas las personas morirán tarde temprano, Caesar.
— Elije una resistente, da igual quien, quizá una De Santis.
— No puedes elegir a una De Santis, por lo general, a los Marchetti se les empareja con una Coppola.
— Las De Santis tienen otra crianza, son más resistentes, elije una de esas.
— Bien, cómo digas —Bebiendo un sorbo—. Modificaré la lista, pero ¿Qué harás con Natasha?
— Mi tío dijo que... si quería conservarla, debo casarla con Aless.
— Esa sería una estupenda idea, se quedaría en la mafia, dejaría de ser un blanco, ellos dos se llevan bien, entonces...
— Vuelve a decir algo cómo eso y te cortaré la lengua, Santino. Natasha no se va a casar con nadie.
Señalándolo con el índice, tan cerca, que rocé la punta de su nariz, que vea mi amenaza es real, Natasha no se casará con un De Santis jamás, ni con uno de ellos ni con nadie.
— No podrás controlarla por siempre.
Lo sé. Yo lo sé... pero tampoco estoy listo para dejársela a alguien más.
Por fortuna, Santino comprendió que no deseo hablar más sobre el tema, sólo se dignó a quedarse conmigo hasta terminar la botella, palmeando mi hombro antes de dejar el despacho y probablemente encargarse de mis obligaciones hasta que yo esté listo de abandonar mi espacio seguro.
Es un buen... amigo, aunque eso jamás voy a reconocerlo en voz alta.
Quizá deba valorar un poco más sus esfuerzos, si he sobrevivido todos estos años es gracias a él.
***
NATASHA.
Santino me contó.
Caesar regresó ese mismo día, pero no tiene deseos de verme, claro que no quiere, si debe estar recibiendo ofertas jugosas por mí, sé que soy costosa, claro que debe querer recuperar su inversión, lo habría hecho cualquier persona inteligente, debe estar muy ocupado pensando en manos de quién va a dejarme.
Debí tardar más en acostarme con él, se lo di todo demasiado fácil, me dejé cegar por sus palabras lindas y sus acciones, caí en su trampa.
— ¿Me levantó la prohibición? Bien, voy a follarme a todo su personal para que no se crea especial.
Han pasado tres días, salté más comidas de las que debería, las sirvientas me trajeron el almuerzo ayer, no cómo nada desde entonces, son las cuatro de la tarde, no he salido de mi habitación desde que me avisaron que Caesar no volvería pronto, pero no seguiré ocultándome, disfrutaré mis ultimas horas de libertad y que pase lo que tenga que pasar, no rogaré, siempre es lo mismo, debería estar acostumbrado a que me abandonen ¿Quién conservaría a un objeto tan usado? No tengo nada para ofrecer más que piel y huesos, ni siquiera estoy tan guapa, se me notan las costillas y tengo las caderas saltadas, debí preocuparme más por mi aspecto, nunca me arreglé para él, usé su camiseta y me até el cabello con un lápiz, teniendo tanta ropa bonita... no la usé más que un par de veces, que tonta fui...
Para más remate, el continua con su vida sin contemplarme en ella ni un poco, cada noche sin falta, una chica diferente gime su nombre justo fuera de mi habitación para que yo lo escuche, no me necesita, ni siquiera puedo engatusarlo con sexo, aquí todas matarían por una noche con él, no tengo nada que ofrecer...
— Se acabó ¿Cuándo he lloriqueado yo por un hombre?
Levantándome del piso, observando el mismo pijama que he utilizado por tres días, no me he movido de aquí.
— Primeo un baño, apesto, y debo aprovechar el agua caliente, no debo olvidar que ese es un privilegio.
Sin prolongar más el asunto, caminé hacia el baño, desnudándome en el proceso, soltándome el cabello, usé un tenedor para mantenerlo en su lugar, ya es hora de lavarlo.
Usé todas las sales de baño que se me antojaron, exfolié mi cuerpo e hidraté cada rincón, lavé mi cabello con los mejores productos y lo acondicioné, el condenado ya me llega a las rodillas, nunca lo había tenido tan alto, me gusta.
— Nadie es indiferente a mí, jefe, te lo voy a demostrar.
Salí del baño envuelta en una nube de vapor con la toalla en los hombros, cubriéndome las tetas, usando uno de los extremos para secarme el cabello, yendo directo al guardarropa, observando mis opciones, sonriendo con malicia.
— La es lo bastante calurosa para mis travesuras.
Tomé todo lo que necesitaba y regresé a la habitación, fui por el secador, la pancha y el cepillo para arreglar mi cabello, usé dos pequeños elásticos para hacerme dos coletas en lo alto de la cabeza, me delineé los ojos, aplicando un color claro como sombra, apenas y le di un poco de color a mis labios, la idea es verme lo más inocente posible... sin ser inocente, claro.
Tomé el top negro deportivo que traje conmigo antes, unas mini bragas negras de encaje con detalles en rosa pastel, mirándome al espejo, los moretones que tenía apenas y se notan, me saqué los puntos ayer y no ha pasado nada malo, me veo bien, me gusta.
Terminé de vestirme, deslizando mis piernas dentro de un short de deporte lo suficientemente corto para que se me vea la curvatura inferior del culo cuando camine, tomé calcetines cortos y até las zapatillas.
— Ah... pero falta lo más importante...
Tomando uno de los dulces en mi maleta, una paleta de colores, nadie se resiste a una mujer lamiendo una paleta cómo si fuera un pene.
Ya vas a ver Caesar, no eres el único que lo pasará bien, tres días sin sexo es demasiado, me quema el cuerpo, necesito montar a alguien o me voy a morir.
Abriendo la puerta de la habitación, caminando con seguridad hacia las escaleras, bajando los primeros tres escalones, encontrándome con dos sujetos en mi camino, un castañito de ojitos color miel, y un rubio, Caruso y De Santis, no los conozco... aún, pero un trío podría ser divertido, los De Santis son realmente creativos, me gustan.
— ¿Están muy ocupados?
Pregunté descaradamente, moviendo las caderas mientras camino hacia ellos, consciente de su mirada deslizándose por mi cuerpo, deteniéndose en unos lugares por más tiempo que en otros.
— ¿Cómo para...? ¿Para qué?
Se atragantó el De Santis con sus palabras, me gustan los rubios, son mucho más descarados y apegados a sus instintos, los demás se contienen demasiado, Aless ni siquiera dudó la primera vez que follamos.
— Cómo para divertirnos en una habitación los tres. Me siento muy sola, y ahora que el señor me levantó la prohibición del sexo, tengo tantas ganas de hacer travesuras...
Me golpeé la cabeza con la baranda de la escalera por la fuerza que empleó el De Santis para acorralarme, aún así, sonreí contra su boca, dejándolo hacer, abriendo la boca para sentir su lengua invadirme, repartiendo besos ahora por mi cuello, mordisqueándome la piel libre de mis tetas.
— ¿Qué esperas para unirte a la diversión? No soy frágil, aguanto muy bien, Caruso.
Extendiendo mi mano hacia el castaño asustado en medio del pasillo, pero cómo hombre que es, no dudó en tomar lo que le ofrecí, apoderándose de mi boca, mientras el De Santis besa mi abdomen, probablemente se le está olvidando que compartimos un espacio común, no me importaría follar en medio del pasillo.
De reojo vi a Santino subiendo las escaleras con su tableta en la mano, mencionó mi nombre, estaba por subir a la tercera planta cuando me vio, abriendo mucho los ojos.
Abandoné la boca del Caruso, guiando su cabeza a mi cuello para que no se detuviera, acariciando el cabello de los dos, mirando a Santino.
— ¿Cuánto tiempo me queda?
Quizá me voy ahora, quizá iba a buscarme.
— ¿De qué hablas? ¿Qué estás haciendo?
— Disfruto mis últimos momentos de libertad.
Negó suspirando, observando de nuevo la escena frente a sus ojos.
— Caesar te tatuó, no hay vuelta atrás. Él lo dijo cuando llegó hace tres días, va a conservarte, así que deja de autodestruirte, puedes hacer lo que quieras.
— Estoy haciendo justo lo que quiero ahora —Sonriendo al saber que Caesar no tiene pensado deshacerse de mí... aún—. ¿Estabas preocupado por mí?
— Mucho. No sales, no comes, no hablas con nadie.
Quise responderle, de verdad que sí, pero el De Santis tuvo otros planes, me cargó sobre su hombro, llevándome a una habitación con el Caruso pisándole los talones, supongo que podemos dejar la plática para después, no desapareceré después de todo, me quedaré, Caesar aún ve en mí un objeto útil.
***
Diez de la noche abandoné la segunda planta suspirando de gusto, follé con quince hombres, dos sirvientas, y una chica de la cocina, el malestar en mi cuerpo cesó, ya no tengo dolor de cabeza ni me cosquillea el cuerpo, nada cómo una buena sesión de sexo para rejuvenecer el alma.
Y por primera vez en tres días, logré descansar en paz sin pesadillas. Por eso me gusta el sexo, me acuesto lo suficientemente cansada para que los malos sueños no puedan alcanzarme.
Los siguientes siete días me los pasé entre entrenamientos con los chicos, siendo brutalmente derrotada, hay una sola regla dentro del área de combate "Sin piedad", el enemigo no tendrá piedad de ti, por lo cual, he salido bastante lastimada en el proceso, pero me gusta, me tratan cómo una igual, somos amigos, follamos en los ratos libres, luego olvidamos el hecho que compartimos fluidos y me ayudan a pulir mis habilidades con las armas de fuego, las armas blancas y nuevas técnicas de combate cuerpo a cuerpo, dándome cuenta que me falta mucho por aprender, me gusta aquí, siempre estoy mejorando.
Diez de la noche, acabo de salir de la ducha y el móvil no deja de sonar, es Santino nuevamente bombardeándome a mensajes, tuve que abrir el traductor y ver qué quiere de mí a estas horas.
Resulta que mañana por la mañana debe entregar unos contratos que me entregó hace unos cuatro días, no he tenido tiempo de traducirlo y no puedo firmar sin saber en qué me estoy metiendo, estoy... estoy en problemas.
Estaba por vestirme para ir a confesar lo que no le he dicho a nadie cuando el móvil pitó otra vez.
Rodé los ojos, pensando que Santino seguirá hostigándome, tomé el aparato y leí la única palabra proveniente de un número desconocido.
"зайка"
Zainka: Conejito.
Se me cayó el móvil de las manos al leer el apodo ruso, hay una sola persona que me dice así.
Temblé completa al escuchar la notificación de dos mensajes más, sólo puede hablarme para una cosa, debe estar furioso por la humillación del otro día, me llama para castigarme, eso seguro, debe estar lo suficientemente recuperado para hacerme sufrir, y de seguro Vladimir, su segundo, no desaprovechará la oportunidad para divertirse conmigo.
"El conejo brinca tan alto cómo el dueño se lo ordena"
"Quiero tu culo aquí ahora. Pareces olvidar quién es tu verdadero dueño, así que te lo recordaré".
Mi primera reacción fue ir hacia la puerta para correr directo a Mijail, si me llama tengo que ir, eso aprendí, y si me castiga, tengo que resistir, le encanta probar cuanto dolor soy capaz de soportar.
Luego pensé en el collar, tengo que llevarlo ¿Cómo la esclava va a recibir castigo sin su collar?
Después... recordé dónde estoy, quien lo tiene... y me arrepentí.
¿Qué hago?
Rápidamente me vestí, tomando una camiseta de hombre y unas bragas, acomodando mi cabello en un chongo en lo alto de la cabeza, ya lo secaré más tarde. Tomé los documentos que debo firmar, el móvil y abrí la puerta principal de la habitación, observando por una pequeña rendija, no hay nadie, Caesar no está follando hoy.
Tan silenciosa como me fue posible y descalza, dejé la tercera planta, bajando los escalones a saltos, buscando la habitación del hombre en el que más confío dentro de esta casa, tocando su puerta tres veces.
— Santino... ¿Estás despierto?
— ¡Pasa!
Ya con la debida autorización, me arrastré dentro de su cuarto, cerrando la puerta a mi espalda, viendo a Santino leer tranquilamente, vistiendo un pantalón de chándal, sin camiseta, está usando anteojos, se ve guapo.
— ¿Qué sucede, muñeca?
Preguntó incorporándose, marcando la página antes de bajar el libro y prestarme atención.
— Tengo... una pregunta y una confesión.
— No quiero follar contigo, y no, no puede pasar nada entre nosotros.
Negándose rotundamente a la idea, ofendiéndome ligeramente, mientras se cubre el pecho con las manos.
— ¡Oye! No vine aquí por sexo, para eso tengo a toda la manga de idiotas que feliz me deja hacer y deshacer con ellos, yo quiero un amigo ahora, necesito ayuda.
Dejó de cubrirse, para observarme con una mezcla de confusión y preocupación, sentándose con las piernas cruzadas para hacerme espacio, palmeando el espacio frente a él.
— ¿Qué ocurre, bonita? ¿En qué puedo ayudarte?
No dudé en acortar el espacio casi trotando, dejándome caer frente a él, extendiéndole el móvil para que leyera.
Tomó el aparato sin ninguna expectativa, pero al terminar de leer los mensajes, frunció el ceño y me miró por sobre el marco de sus lentes con una furia fría que me hizo temblar completa, no suelo ver a Santino enojado, él es muy bueno controlando sus emociones.
— No tengo que ir ¿Cierto? No quiero ir, pero es... es mi dueño, entonces habrá consecuencias, pero si voy, va a castigarme tan duro que quizá me cueste volver, o no vuelva nunca —Soltando los documentos para estrujarme los dedos—. ¿Qué hago, Santino?
La desesperación en mi voz tuvo que haberle tocado una fibra sensible, porque inmediatamente suavizó el gesto y extendió los brazos hacia mí, no dudé en tomar asiento con las piernas recogidas sobre su regazo, de costado, dejándolo abrazarme mientras palmea mi espalda con suavidad.
— Primero, tienes que retroceder en el chat, luego, picas la conversación hasta que salgan esos iconos de ahí —Señaló—. Después, presionas el basurero, y nos olvidamos por completo del puto mensaje —Sonrió—. Fue Mijail ¿Cierto? Ese idiota no entendió.
— Santino, eso no fue divertido ¿Qué pasa si hay consecuencias?
— ¿Consecuencias para quién?
Mirándome cómo si fuera tonta, soltando el móvil, continuando con sus suaves palmadas en mi espalda para ayudar a calmarme.
— Para mí, soy su mascota, si no voy...
— Si no vas ¿Qué? Mijail está por debajo de Caesar ¿Qué va a hacer él? ¿Venir aquí a buscarte? Bonita, estás en el lugar más seguro del mundo.
Solté un suspiro cargado de alivio al escuchar sus palabras, levantando la cabeza para mirarlo.
— Gracias Santino, yo ya lo sabía, pero necesitaba alguien para que me lo confirmara.
Apoyando la cabeza en su pecho.
— ¿Por qué no fuiste con Caesar? Él te hubiese dado la misma respuesta, y a la vez, le habría enviado un mensaje a Mijail, cosa que yo también haré, pero debiste ir a contárselo a él.
Negué, sintiéndome cómoda aquí, Santino es grande y huele como Jasha, huele a seguridad, a confianza y a hogar.
— Sé que me ha estado ignorando... No quería ir a su habitación y que me echara a patadas, sé que nadie entra ahí, yo tuve pequeños lapsos de privilegios nada más.
— Sabes que es mi obligación contarle ¿No?
Asentí apretando los labios.
— Es importante que él sepa.
— Jasha me sentaba así cuando yo era pequeña y nevaba demasiado fuerte, las ventanas chocaban contra el marco, el techo crujía, solía pensar que en cualquier momento se nos caería todo encima.
Cambiando de tema para no seguir hablando de Caesar, no quiero.
— ¿Por eso viniste aquí? ¿Por qué te recuerdo a tu hermano?
Asentí.
— Entonces, puedes venir las veces que quieras, yo siempre seré tu apoyo, cuando te aburras del ruido y de las personas, siempre puedes venir aquí.
Asentí de nuevo, pestañeando repetidas veces, me pican los ojos, si sigue diciendo cosas bonitas terminare llorando.
— Ah, trajiste lo que te pedí — Estirándose para tomar los documentos—. Que bueno, porque mañana temprano tengo que... ¿Natasha?
— Sí ¿Señor Don Segundo?
Sonriendo culpable.
— No firmaste nada no pudo enviar esto así.
Revisando todas las páginas, viendo que no llené ni un misero campo, nada.
— Tengo una razón muy buena para eso.
Sintiendo mis mejillas colorearse de la vergüenza.
— ¿Qué pasa? ¿Te sientes bien?
— Estoy bien, pero no puedo rellenar el contrato.
Mencioné atropelladamente antes de que me acobardara y saliera corriendo.
— ¿Y eso por qué? No es nada del otro mundo, es sólo un papel que dice que no vas a abrir la boca con lo que viste de la visita del Patrón, el jefe de la mafia francesa, se supone que tengo que enviarlo y se supone que todos deben firmarlo.
Estrujé mis dedos con nerviosismo, levantando la cabeza para mirarlo.
Se ve demasiado serio con esos lentes para ver, me da miedo.
— Si te cuento ¿Prometes que no te vas a reír?
— Claro que no, muñeca ¿Por qué me reiría de algo que al parecer te acompleja? Suéltalo.
Dijo, transmitiéndome confianza. Entonces me armé de valor.
— Es que... Yo... Sé hablar italiano muy bien, pero... no sé escribirlo ni leerlo...
Dije por fin, sintiendo un peso menos en el pecho ahora que tengo menos secretos que guardar.
— Pero los exámenes que rendiste...
Suena sorprendido, no me cree ni un poco.
— El profesor preguntó que qué idioma me acomodaba más, y yo sólo sé escribir y leer en ruso, así que elegí ese.
Expliqué.
— Pero respondes los mensajes que tenemos del chat sin problema.
Sigue sonando sorprendido, parezco inteligente, pero en realidad soy muy tonta.
— Entiendo palabras simples como el Si, el No, o el ¿Vamos de fiesta? No contesto ningún otro mensaje porque no sé lo que dicen.
Suspiró.
— ¿Caesar lo sabe?
Negué.
— ¿Quieres que lo sepa?
Negué otra vez.
— No hablo con él desde Rusia, así que... es incómodo.
Suspiró.
— Bien, mira ¿Qué dices si todas las noches nos reunimos y te enseño a leer y escribir? En secreto, sólo los dos, nadie tiene por qué enterarse de esto.
— ¿De verdad me ayudarías?
— Pues claro ¿Para qué están los amigos?
Tomó mis documentos.
— Te los leeré y los llenaré por ti sólo esta vez, tú me darás la información que necesito, mañana comenzaremos las lecciones, debo comprar unos libros que te facilitarán la tarea ¿De acuerdo?
Asentí.
— Gracias Santino...
Y de verdad estaba agradecida de que no se burlara y me ayudara con esto, yo creí que no se iba a presentar la oportunidad en la que fuese necesario saber leer y escribir de forma obligatoria, pero veo que me equivoqué.
Al menos sé que puedo contar con Santino para poder superar la barrera del idioma.
Cuando terminamos todo el molesto papeleo, pregunté si podía dormir aquí, aún me tiene ansiosa el mensaje de Mijail, el castañito se negó al comienzo, haciéndose el duro, pero luego me lo permitió.
Esa noche no tuve pesadillas.
***
CAESAR
Han pasado cuatro semanas desde lo de Rusia, he intentado evitar a Natasha todo lo posible, Santino dijo que aún le dice que se siente incómoda con la idea de toparse conmigo por lo que le hice a Aless, y por lo que le hice pasar con la nieve, sigue molesta por mis medievales métodos de advertirle al resto lo que pasaría si se pasan de listos, aunque eso ya no importa demasiado, quité todas las prohibiciones en cuanto a ella, no soy quién para prohibirle cosas, no quiero que termine odiándome por ser un hijo de puta posesivo.
— Mierda ¿Y ese para qué tiene móvil? Le dije que necesitaba esos documentos.
Levantándome del escritorio, es media noche, dudo mucho que esté durmiendo, le dije que necesitaba los convenios que él tramitó para hoy, en la cena dijo que lo tenía listo ¿Qué lo tiene tan ocupado?
Dejé mi cuarto, repitiendo lo que hago cada noche, observando el cuarto de Natasha, sin luz colándose por la rendija otra vez... debe estar dormida.
Suspiré con pesar, bajando las escalas, voy descalzo, sólo con el pantalón de pijama puesto, tengo tanto trabajo que hoy no habrá sexo para ayudarme a dormir, supongo que pasaré la noche en vela.
La función del sexo nocturno es ayudarme a conciliar el sueño, no puedo dormir si no me canso lo suficiente, no hay más trasfondo que ese para mis aventuras nocturnas.
Llegué a la puerta de Santino, abriendo sin tocar, nunca lo he hecho, sólo necesito esos malditos documentos y ya podrá hacer lo que sea que esté haciendo, pero lo que vi, atascó las palabras en mi garganta, impidiéndome hablar.
— Haber, de nuevo, y lee con calma que no te estoy apurando.
Le dijo Santino a Natasha.
¿Qué hace ella en su cuarto tan tarde? ¿Y por qué está sentado entre las piernas de él?
— l'a...au...to si è schi...anata prima di raggungere la sua des...destina...nazio...ne
— Muy bien, muy bien, casi perfecto, te equivocaste en un par de cosas nada más, la frase se pronuncia, l'auto si è schiantata prima di raggiungere la sua destinazione, Intentémoslo de nuevo.
Natasha acaba de leer <<El coche se estrelló antes de llegar a su destino>> una frase sin sentido en un contexto que no entiendo.
¿Acaso Santino le está enseñando a leer? ¿La rubia no se jacta todo el tiempo de lo inteligente que es?
— Satino... esto es difícil, son palabras fáciles, puedo hacerlo... lento y vergonzosamente — Se quejó ella—. Pero si tengo que leer otro contrato, o no sé, alguien me envía un texto... no voy a entenderlo, y aún no sé escribir.
Suena acomplejada, es más, si me permito aventurarme, diría que está a punto de ponerse a llorar.
— Vas a aprender, tranquila, tiempo al tiempo, no te frustres, has avanzado muy bien estas semanas, nadie aprende de la noche a la mañana ¿Quieres tomar un descanso y luego continuamos?
— Sí por favor, siento que se me va a freír el cerebro.
Soltó el libro y estiró los brazos, levantando la cabeza por fin, palideciendo en cuanto se encontró con mi mirada.
Y no fue la única que palideció, Santino está que se caga del susto.
— Caesar...
Dijo.
— ¡Yo no hice nada!
Se excusó rápidamente Santino, levantando las manos.
— Natasha ¿No sabes leer ni escribir? — Me acerqué frunciendo el ceño hasta los pies de la cama—. ¿Cómo hiciste las pruebas entonces? ¿Cómo aprobaste?
Se removió incómoda de la cama, estrujando sus dedos.
— Estaban en ruso... sólo sé escribir y leer en ruso. Los demás idiomas sólo sé hablarlos.
— ¿Y por qué no me lo dijiste? ¿Cuánto llevas intentando aprender?
Soy consciente de que con mis actos hice que nuestros avances retrocedieran unos mil pasos, pero bien podría haber recurrido a mí, le habría puesto profesores particulares, clases para ella sola, lo que necesitara.
— Porque... — bajó la cabeza—. Porque...
— ¿Por qué?
La presioné.
— Porque me daba vergüenza, no quería que te burlaras.
Respondió.
— ¿Por qué iba a burlarme, tonta? De haber sabido que necesitabas ayuda con eso, podría ayudarte durante el día, Santino puede seguir por la noche, dos personas en vez de una, reduciría la cantidad de días que invertirías estudiando sólo de noche, o te habría contratado un profesor.
— Pero has estado muy ocupado, ni siquiera te veo durante el día, viajas sin mí, me dejaste sola.
Deslicé los dedos por mi cabello, confundido.
— Pensé... que no ibas a querer verme por lo que pasó.
Sonando cauteloso, estoy caminando por terreno peligroso, Natasha es muy impredecible.
— Yo sabía que tarde o temprano te enterarías de lo de Aless y eso terminaría mal, afortunadamente lo dejaste vivo, en un estado mejor de lo que pensé. Cuando vi la cama del hotel en rusia... pensé lo peor — Tembló— Sí, estoy enojada por lo del avión, eres un idiota, y gracias a que no ofreciste ni una pequeña disculpa, al menos por sentir un mínimo de culpa, que sé yo, se comenzó a hacer incómodo encontrarme contigo, cada día que pasaba, deseaba menos encontrarte, porque no sabía cómo reaccionar.
Apreté los puños, frustrado por la situación, de haber sido menos cobarde, no habría pasado tanto tiempo intentando evitarla.
— Yo sí me disculpé, muchas veces, pero parece que no me escuchaste — Respondí—. Y no maté a Aless porque sería un cínico si te prohibiera acostarte con otros cuando yo sí me acuesto con quien se me da la gana, lo dejé vivo porque no quería que te pusieras triste, yo... me dejé llevar por la ira, sólo quería darme el gusto de advertirle que a pesar que se acostara contigo, seguías siendo mía, fue sólo una advertencia.
— Le quebraste un brazo.
Dijo.
— Pero sigue vivo, un brazo roto no iba a matarlo.
Encogiéndome de hombros.
— Yo creo que las clases quedan hasta aquí, de todas maneras, no vas a poder concentrarte, muñeca — Le dijo Santino ¿De dónde sacó ese apodo y por qué tengo que dejar que le diga así? —. ¿Continuamos mañana? Creo que ustedes dos tienen una conversación pendiente.
Silenciosamente le agradecí el pequeño empujoncito para permitirme seguir hablando con ella.
— ¿Quieres em... comer algo? Las chicas de la cocina dicen que apenas tocas la comida ahora que no comemos juntos... — Rasqué mi nunca nervioso—. ¿Quieres que comencemos a comer juntos otra vez?
Extendiendo mi mano hacia ella.
Me molestó un poco que mirara a Santino, sólo se movió cuando el asintió, dándole un pequeño empujoncito de confianza, sólo entonces tomó mi mano.
¿Qué clase de relación tienen? ¿Por qué ella lo mira así a él?
— Está bien... hagamos eso.
No suena nada convencida, no quiere venir, accedió sólo porque Santino se lo dijo... ella sigue sin saber tomar decisiones.
— Estás más delgada...
Mencioné dejando el cuarto de Santino con ella sin soltar su mano, bajando hacia la primera planta a paso lento.
— Sí em... Es que no he comido demasiado y hago mucho ejercicio durante el día — Caminando hacia la cocina— Los entrenamientos son sin piedad alguna, me dejan muerta.
— No quise advertirles nada, supuse que lo preferirías así.
Me miró.
— Claro que prefiero que no te metas en mis asuntos, quiero hacer las cosas por mi cuenta, de hecho, todo es mejor desde que levantaste esa estúpida prohibición, todos me hablan ahora, me hablan sin miedo de que puedas hacerles algo.
La cargué y senté sobre la barra, luego de encender la luz, encontrándome con ese par de ojos azules hermosos, viéndome con sorpresa.
— Nunca fue mi intención sofocarte, yo sólo quería protegerte.
Apoyando mis manos a cada lado de sus muslos, sin tocarla.
— No necesito tanta protección.
Respondió.
Decidí desistir a la idea de presionarla, es muy evidente lo incómoda que se siente conmigo a su alrededor, en vez de que la distancia que le di fuera para mejor, creyendo que con eso se le pasaría el enojo, la cagué más, todo lo que tenía que hacer era disculparme cuando ella estuviese consciente, explicarle las cosas.
El dialogo.
Siempre me ha costado el tema del dialogo, nunca puedo expresar con palabras lo que intento decir con acciones, y generalmente, termino siendo mal interpretado.
— ¿Quieres un sándwich? Es lo único que sé preparar.
— Está bien.
Preparé dos sándwiches sintiendo el peso del silencio sobre los hombros, ella es parlanchina, nunca se calla, yo solía quejarme de eso, ahora mataría por escuchar sus monólogos internos.
— ¿Quieres hablar o algo? ¿Tienes algo que quieras decirme?
— No.
Asentí entendiendo su punto, dándole el sanwich, comiendo en un incómodo silencio. Yo no sé qué decir, ella no quiere hablarme, es más, se apresuró a comer para poder marcharse antes, me ofrecí a llevarla a su habitación, pensé que en la privacidad de cuatro paredes todo sería mejor, pero volví a equivocarme.
en mi cabeza ella sonreía mientras comíamos y luego me perdonaba.
La rubia cerró la puerta en mi cara antes que mi cerebro pudiera formular una frase lo suficientemente interesante para que ella quisiera responder.
Creo que debo hablar con Santino para que me ayude con esta situación, si dejo pasar más tiempo, la relación cercana que tenía con Natasha se quebrará de forma irremediable, y sinceramente, no quiero eso.
Las cosas eran mejor cuando podía poner cualquier excusa para tenerla a mi alrededor, hasta trabajar era más divertido cuando ella estaba cerca, esperando para hacer cualquier cosa juntos.
Quiero regresar a eso, necesito regresar a eso o terminaré volviéndome loco.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top