Capítulo 15


Fui al baño y me puse el maldito tampón con manos temblorosas. Si algo le pasa a Aless por mi culpa, jamás voy a perdonármelo, y si Caesar piensa matar a golpes a todo quien se metiera entre mis piernas, pienso ya mismo inscribirme en un convento como novicia, no podría vivir sabiendo que alguien murió por culpa de mi calentura.

Regresé a la habitación en silencio para terminar de curar a mi amigo, pomadas en cada moretón, cada chupón, parches en sus mordidas, dejándolo más cubierto que sano, también le di medicina para el dolor, se recuperará pronto, se lo garantizo.

— Terminé.

Dije a Santino, dándole una nalgada a su culo, riéndome al ver su expresión de horror por mi gesto.

— Gracias — se incorporó en la cama, tomando asiento con expresión dolorosa—. Deja de comerte la cabeza, no hay nada que puedas hacer, lo hecho, hecho está, no sirve de nada que finjas normalidad, soy bueno leyendo a las personas, tus ojos te delatan, niña, nadie puede controlar al jefe, ni tú, ni yo, ni nadie.

Dijo relajado.

— ¿Por qué no estás preocupado? Es tu compañero, son amigos, follaron juntos también, tenemos algo en común con ese pobre hombre.

Comiéndome las uñas de los nervios, dejando de fingir calma cómo él, estoy que subo por las paredes, me preocupa Aless.

— Porque Caesar es así, desecha lo que no le sirve en un pestañeo, y te aseguro que tendrá a alguien ocupando su lugar mañana mismo, así es la vida aquí, uno se va y otro llega — suspiró—. Y eso no quiere decir que no vaya a extrañarlo, era un compañero muy hábil.

Metiendo ambas piernas por los agujeros de su bóxer, poniéndose de pie lentamente para subirlos por su cuerpo, haciendo una mueca de dolor por cada movimiento.

— Estás igual de preocupado que yo — dije—. De haber estado totalmente centrado, jamás en la vida me hubieras enseñado el pene.

Dije.

Abrió la boca con sorpresa, mirándose y mirándome a mí, mientras se pone rojo hasta las orejas, eso me hizo reír, que tierno, hacer eso a su edad.

— ¿P-por qué me estás mirando? Pervertida.

Cubriéndose el pecho con ambas manos, cruzándose de piernas, cómo si me interesara mirarlo, es mi amigo, su pene no me hace babear, aunque no rechazaría un polvo, está bueno.

— Bueno, superamos la fina línea del pudor en nuestra amistad, ahora podemos tomar duchas juntos.

Bromee.

— Ni en un millón de años haré eso, Caesar me mataría.

Observando ambos en dirección a la puerta aún obstruida, no se escucha ni un alma fuera, no tengo idea de lo que Caesar está haciendo y eso me pone nerviosa.

Malditas habitaciones insonorizadas.

— Le quité todo lo que pudiera causarle un daño mortal — Viendo sus armas sobre el mueble—. Espero que si le hace algo... al menos lo deje medio moribundo y no muerto.

Santino tomó asiento a mi lado y rodeó mis hombros.

— Caesar... no creo que lo mate, o eso espero, no si eso te pone triste, él te tiene en consideración.

Apoyé mi cabeza en el hombro de mi amigo.

— Espero importarle lo suficiente entonces...

Diez minutos se hicieron veinte, y en un parpadeo pasó una hora, intenté de todo para abrir la puerta, inclusive evalué la posibilidad de salir por el balcón y entrar en el cuarto de otra persona para volver a entrar aquí por la puerta principal, pero Santino no me dejó, dijo que era peligroso, es un marica llorón.

Estoy perdiendo la paciencia, ya casi no me quedaban uñas cuando por fin, lo que sea que Caesar puso para obstruir el camino, fue arrastrado a su lugar, y abrió la puerta.

Me horroricé al ver su impecable camisa blanca manchada de sangre, tiene un par de salpicaduras en el rostro, el hijo de puta sonríe cómo quien por fin obtuvo lo que tanto quería, su respiración es superficial, está pletórico.

Temí lo peor.

Palidecí y perdí el equilibrio, Santino me sujetó por la cintura antes de que las piernas me fallaran, parándose tras de mí en caso de que mi debilidad y mis sentimientos me jugaran en contra de nuevo.

— ¿Qué hiciste?

Pregunté con temor.

Caesar recogió sus cosas y nos miró a los dos, guardándose las armas en los bolsillos de manera apresurada, sonriéndome.

— Nos vamos en treinta minutos, reúnan sus cosas y nos vemos abajo. Más les vale salir en cinco o quedarán atrapados.

Entonces se marchó.

Santino y yo intercambiamos miradas y nos apresuramos a salir de la habitación, apretujándonos por el marco de la puerta, empujándonos para que uno de los dos saliera primero, maldiciéndonos un poquito antes de lograr salir a la sala y recorrer el corto tramo hasta la habitación de Aless. La cama está vacía, pero es un desastre, hay sangre y plumas de la almohada, las sabanas están destrozadas, y... las cortinas envueltas en llamas, llamas que caen hacia la alfombra, el calor es sofocante, los sprinkler están destruidos y claramente no van a apagar las llamas, por lo que, si no nos apresuremos, nos quedaremos atrapados en el incendio tal y cómo Caesar dijo.

— Bueno ¿Le llevo la maleta o la abandonamos aquí?

Me miró Satino, sujetándose de mi brazo, la situación me tiene de los nervios, pero hay un 5% de mi cerebro que se ríe por las piernas temblorosas del castaño.

— ¿Cómo vamos a dejarla aqu...? ¡Mierda!

Saltando hacia atrás cuando la alfombra se prendió de golpe, casi tomando mi calzado con ella.

— Tenemos que salir aquí.

Decreté, adiós a la maleta de Aless, no voy a saltar por las llamas para quemarme en el proceso.

— Sí, tenemos que salir.

Santino se apresuró a volver a su habitación sujetándose bien de mi brazo, se terminó de vestir, mientras yo tiro todo lo que encuentro de su propiedad en la maleta, lo hago rodearme los hombros con su brazo, tomo su maleta con una mano, sacándonos del cuarto prácticamente corriendo.

El espacio común ya está repleto de humo, Caesar es un maldito loco, por eso la urgencia de salir rápido, debía ser antes que notaran lo que está pasando y nos culpen a nosotros. Aunque esta vez sí que fue nuestra culpa.

Sin preocuparme de ir por mis cosas, bajé con Santino hacia la primera planta por el ascensor, algo que claramente no se debe hacer, pero estamos en el último piso y no pienso arrastrar a Santino por las escaleras, nos alcanzará el fuego antes de llegar al primer piso con sus piernas de jalea.

Ignoré por completo la nevazón que nos cae encima apenas salimos fuera del edificio, el viento mueve mi cabello, cubriéndome la mitad del rostro y parte del suyo, por lo que me apresuré a entrar a uno de los vehículos que espera por nosotros, marchándonos a toda prisa, yendo al hangar dónde espera el avión que nos llevará a casa.

De camino, pinché el chat que tenemos con los demás, sin Caesar, claro, preguntando si alguno sabía algo sobre el paradero de Aless, al menos el cuerpo, pero nadie escuchó nada, nadie arrastró al rubio fuera del hotel, comienzo a preocuparme de que Caesar lo dejara para que se quemara.

¿Qué hizo ese idiota psicópata? ¿Dónde está mi amigo?

Todo el mundo llegó al hangar rápidamente, al parecer, órdenes del jefe, los autos se marcharon y nos dejaron ahí, en medio del frío clima, y para más remate, comenzó a nevar más fuerte, Caesar no llega y el piloto dijo que tenía estrictas ordenes de no dejarnos abordar hasta que el Capo llegara, yo ni siquiera voy vestida para el clima del exterior, muero de frío, tuve que pedirle prestado un abrigo a Santino, que sí tenía su maleta para entrar un poco en calor, temblando no sé si de frío o de temor, no hay nada que aleje los malos pensamientos de mi cabeza, la nieve es una fobia que creí que había superado, error, las ultimas veces me sentí segura porque Caesar estaba ahí, ahora estoy congelándome.

— Azul es peligroso...

Dije en voz baja.

— ¿Qué dices?

Preguntó Santino, acercándose.

— Azul... es peligroso...

Repetí un poco más fuerte.

— Nat, no te entiendo ¿Azul qué? ¿Qué cosa es peligrosa?

Vitto se acercó al ver que la situación no pinta bien, estoy temblando demasiado, el abrigo está blanco y mojado, mi calzado húmedo, mi cabello pegado al rostro... estoy... estoy...

— Azul... azul... yo tampoco entiendo...

Intentó explicarle Santino, observándonos a uno y otro con confusión.

— El azul... el azul es peligroso, es muy peligroso, si me quedo aquí... si dejo que el azul me... me...

— Natasha, respira, estás hiperventilando — Santino se preocupó, apoyando su mano en mi espalda—. Está todo bien, nada es peligroso.

— No, no está bien, no hay nada bien — Sacudiendo la nieve que me cae encima, pero cada vez que sacudo, cae más y más— El azul... el azul m-me... m-me...

Intenté correr, intenté cubrirme, pero Santino me sujetó antes de correr, abrazándome con fuerza, impidiéndome cualquier movimiento.

Fue tanto el shock, el frío, los nervios, que no pude evitar desvanecerme en el lugar, y esperaba, más bien deseaba con todas mis fuerzas, que mis pies no estuvieran azules cuando despertara...

***

CAESAR

Aless recibió lo que merecía, le dije a todos el primer día que Natasha llegó aquí que, si le ponían una mano encima, estaban muertos, ella no es una chica cualquiera, es demasiado influenciable, probablemente con un par de copas encima, unos coqueteos y presionar justo en el lugar necesario, ella cedería, porque aún le cuesta el tema de decir NO, es cosa de ver lo que sucedió en el club con esas malditas pastillas, no estaba en sus cabales, estaba tan perdida que se hubiese ofrecido a cualquiera pensando que si no lo hacía iba a ser castigada, tengo que protegerla, y si debo ensuciarme las manos por ello, que así sea.

Regresé a mi propia habitación de hotel luego de informar que nos regresábamos a casa, tomé una ducha y quemé la ropa, me vestí rápido, reuní mis cosas y las de Nat, porque algo me dice que no querrá venir por ellas, y dejé el edificio.

Creo que debe estar furiosa conmigo, el doble ahora, he oído que las mujeres se ponen histéricas con su periodo, no sé qué tan real sea, pero debo asegurarme en caso de que sea cierto

— Llévame a la pastelería que le gusta a Nat.

Ordené al chofer.

— Sí, señor.

En el camino, informé al piloto que no dejara entrar a nadie al avión a excepción de Natasha, que sufran un poco y que piensen muy bien sobre sus movimientos con ella, lo de Aless es una advertencia de lo que les puede pasar si pisan en falso, la rubia es demasiado influenciable, debo entrenarla bien primero, luego que haga lo que quiera.

Decidí hacer el esfuerzo de bajar yo mismo del auto para seleccionar los dulces que le compraría a Nat, agregando también un chocolate caliente, comenzó a nevar, hace frío y mi pequeño juguetito de caridad no iba muy abrigada cuando la vi antes en el hotel, espero que la calefacción del avión sea suficiente para mantenerla caliente, y de verdad espero que no esté asustada con la nevada que está cayendo, el clima se pone cada vez peor, no quisiera alimentar su trauma.

Pagué todo y subí de nuevo al auto, esta vez conduciendo hacia el hangar a unos quince minutos de mi posición, quince minutos que se hicieron treinta, los autos conducen horriblemente lento por el hielo que cubre las calles, es peligroso ir a más de ochenta, y debido a eso, se me enfrío el chocolate caliente.

— A la mierda, probablemente iba a tirármelo en la cara de todas maneras.

mencioné, dejándolo en el auto antes de bajar con la bolsa de los dulces bien sujeta, la comida calma a las fieras, de seguro Natasha olvidará lo que hice si le muestro los pastelitos de colores.

— ¡Maldita sea Caesar! ¡¿Por qué llegas tan tarde?!

Miré a Santino con el ceño fruncido ¿Quién mierda se cree para hablarme así? Arruinó mi buen humor. Estaba teniendo un día increíble ¿Es por Aless? ¿Quiere que le haga lo mismo? Porque no se me olvida que dejó a la rubia hacerle una paja.

Barrí el lugar con la mirada, sonriendo al ver a los tontos de mis matones con una buena capa de nieve encima, están temblando, me alegro, haber si así aprenden a obedecerme.

— ¿Te divertiste hoy? ¿Te enorgullece lo que acabas de hacer, maldito hijo de puta?

Siguió insultándome cómodamente sentado, oculto cómo un marica detrás de mis hombres, es cómo si todos estuvieran protegiéndolo, acomodados a su alrededor, es un hijo de puta que pareció olvidar cómo va la cadena de mando, tendré que darle una paliza para que se le reacomoden las ideas, él es sólo mi Segundo, nada más.

Me abrí paso entre el montón de idiotas que no parecía querer hacerme espacio, sus cuerpos reaccionan lento, están tullidos, entumidos, más de alguno debe tener los huevos congelados, qué me interesa a mí, lo importante ahora es abrirme paso y deformarle el bonito rostro al castaño haber si así deja de hablarme cómo si fuéramos amig...

Cuando llegué a él... todo cobró sentido.

— ¿Q-qué mierda? ¿Qué pasó?

Acuclillándome frente a él, sintiendo la sangre abandonar mi rostro.

Santino está sentado sobre su maleta con Nat sobre sus piernas, desmayada, está temblando de pies a cabeza, tenía los labios azules y estaba sudando, toqué su frente, retirando la mano de golpe, está hirviendo, todo su cabello está escarchado.

¿Qué hice?

— ¿Por qué no está en el avión? Le dije al puto piloto que ella sí podía estar dentro.

Soy consciente de cómo me tiembla la voz, tengo miedo, miedo de que le suceda algo por mis malditas decisiones.

— No sé qué fue lo que entendió — Tiembla de frío, va sin abrigo, se lo dejó a Natasha, la rubia está tan abrigada cómo a mis hombres les fue posible, aun así no funcionó—. Pero Natasha comenzó a hablar algo de que el azul era peligroso, no estaba abrigada, la nieve le da un miedo terrible, deja que te recuerde —Me increpó—. Tuvo un ataque de pánico, gritó y se rasguñó, luego se desmayó. El viento está horrible, la nieve no nos da tregua, se está congelando y todo por tu estupidez ¿Probaste tu punto? ¿El señor está satisfecho con su castigo?

Cargué a Nat, lanzándole el abrigo a Santino, no iba a escucharlo más, ya me siento lo suficientemente culpable cómo para seguir comiéndome la cabeza con sus regaños, a Santino siempre se le dio bien hacerme sentir mal por mis decisiones, por eso lo odio... y lo respeto, es mi voz de la razón, y mira lo que pasó cuando se incapacitó para trabajar.

Di media vuelta y caminé hacia el avión a paso rápido, subí las escaleras y entré por la puerta, acercándome al piloto que juega con su móvil muy tranquilo y bien abrigado con la puta calefacción encendida, levantándose de golpe al verme de pie, guardando el maldito aparato.

— ¿Qué parte de "Natasha sí puede entrar no entendiste"?

Pregunté con los dientes apretados, furioso, invadiendo el espacio personal del maldito piloto, quiero estrangularlo.

— S-señor... n-no leí esa parte del mensaje... yo...

Miré al segundo sujeto que se mantenía en la seguridad de la cabina, observándome con cautela.

— ¿Es necesario tener dos pilotos?

— No señor, no es estrictamente necesario.

— Gracias.

Tomé mi arma y disparé al incompetente que dejó que Nat se congelara afuera, su cuerpo cayó inerte al piso, acompañado de un grito de terror puro del piloto que quedó vivo, esa fue una advertencia.

— Tú, más te vale hacer bien tu trabajo o terminarás con tu compañero, tengo hombres que saben pilotar, por lo que no eres estrictamente necesario.

— Haré un buen trabajo, señor.

El sujeto fue arrastrado fuera del avión en cuanto lo ordené, luego todo el mundo se acomodó en sus asientos lo más alejados posible de mí, probablemente para insultarme, mientras yo me siento en la primera fila, dónde la calefacción es mejor, sentando a Nat junto a mí, ajustando su cinturón, usando mi abrigo para cubrirla y quitarle la ropa mojada, vistiéndola con mi camisa, usando el abrigo para arroparla, al menos ya está seca.

— Nat... Oye pastelito — Golpeando levemente su rostro, intentando hacer que despierte— Oye guapa... ya deja de jugar y abre los ojos, por favor... — Miré hacia la cabina, preocupado y furioso en partes iguales—. ¡Sube la maldita calefacción! — grité al piloto—. Natasha por la mierda — Secando el sudor de su frente con mi mano—. Si de algo sirve... Aless no está muerto, está vivo, descansando en el cuarto del fondo, no mataría a alguien que te agrada, no toleraría que me ignoraras.

Pero nada... no hubo respuesta.

Apenas autorizaron quitarnos los cinturones, atraje a Nat a mi regazo otra vez, quité los cabellos que se le pegaron al rostro, cubriéndola bien con el abrigo para hacerla entrar en calor, al menos la calefacción y mi temperatura están ayudando, ya no tiene los labios azules, pero sigue sin despertar.

Soy un estúpido. Si no se me hubiera metido en la cabeza darle una paliza a Aless por desobedecerme y cogérsela, nada de esto habría pasado, Nat seguiría de buen humor, coqueteando conmigo en el viaje de regreso, estaría bien, y no así, enferma, tan quieta...

Perdí la paciencia cuando el avión aterrizó, Natasha tiene fiebre, frío y los dientes le castañean tan fuerte que temo que se los rompa, Santino negó con molestia al pasar por mi lado mientras caminamos hacia los autos, está furioso conmigo, Nat es importante para él, pero no de manera sexual, no, él la cuida, la mima, la consiente, son amigos, la ayuda a sentirse parte del equipo, quizá por eso no lo golpee como a Aless, pero no me gusta nada cómo me mira el castaño ahora, no me gusta cómo me dice silenciosamente que si le pasa algo será mi culpa y sólo mi culpa.

Al llegar a casa, subí los escalones de manera apresurada, llevando a Natasha a mi habitación, caminé hasta mi cama, depositándola con cuidado, sintiéndome ansioso por dejarla en lo que voy al cuarto de baño y doy el agua para llenar la bañera, asegurándome de que esté a buena temperatura antes de regresar a la cama y verla a ella, siempre tan inquieta y parlanchina, tan quieta y enferma es algo que me desagrada, no lo supe hasta ahora.

— Permiso, Pastelito —Quitándole el abrigo—. Te prometo que sólo quiero calentar tu cuerpo.

Desabotoné rápidamente la camisa que le puse antes, retiré su ropa interior, y desnuda la llevé hasta el baño, depositándola con cuidado dentro del agua, escuchándola castañear los dientes, sus labios ligeramente azules, ya no tiene fiebre, pero está tan pálida que casi parece muerta.

— Nunca más pienso perderte de vista, te lo juro.

Cambiando el destino del agua, tomando la regadera, mojando su extenso cabello sin importar mojarme en el proceso, usando mis productos para lavarla, soltando el aire aliviado al ver que sus labios dejan de ser azules y toman un color más menos pálido, su temperatura sube cada vez más, se pondrá bien, me aseguraré de eso.

Regresé a la habitación para quitarme la ropa mojada, subí la temperatura del termostato y fui al guardarropa para tomar unos pantalones de pijama antes de volver al baño, viéndola con el rostro contraído, se retuerce, no sé si siente dolor o si está teniendo pesadillas, estoy preocupado.

La saqué del agua envolviéndola en una toalla, recostándola en la cama, regresé al baño prácticamente trotando, tomando el cepillo y el secador, tomando asiento en la cama, sentándola entre mis piernas para quitarle los nudos a su extenso cabello, tardando casi una hora en secarlo por completo, luego, tomé la parte superior del pijama que yo estoy usando para cubrir su cuerpo, recostándola bajo las mantas, viéndola retorcerse y apretar las mantas bajo su peso.

— Azul... el azul es peligroso... no quiero tener los pies azules...

Susurró, mientras derrama lágrimas, suena desesperada, tan... herida...

No deja de repetirlo, una y otra vez la misma frase, su hermano mencionó algo así cuando lo visitamos, él le enseñó que la nieve es peligrosa, que pone los pies azules ¿Por qué? ¿Cuánto tiempo pasaron con los pies fríos para guardar un resentimiento tan grande a algo tan inofensivo?

Al ver que su pesadilla no se detiene, abrí las mantas y me acosté con ella, pegándola a mi pecho, acariciando su cabello y su espalda con lentitud, besando su coronilla.

— No se te congelarán los pies — Enlazando mis piernas con las suyas, acercándola todo lo posible— Prometí que iba a mantenerte viva, y eso planeo hacer.

Sigue fría a pesar de todo, me gustaría que comiera algo, pero no parece querer despertarse pronto.

— Me quedaré contigo, no te quitaré los ojos de encima otra vez, no volveré a descuidarte, lo siento Nat... lo siento...

Repetí una y otra vez, con la esperanza de que entre sueños pudiera escucharme.

Y cuando por fin se calmó y yo pude tomarme un descanso de mi nuevo terror nocturno, recibí un mensaje de Santino, informándome que a Aless ya lo vio el médico y estará bien, se recuperará.

Con eso en mente, y la rubia entre mis brazos, creí que podría descansar un poco, pero fue todo lo contrario, el miedo a que Nat dejara de respirar durante la noche me impidió dormir. No fui capaz de cerrar los ojos ni una sola hora.

***

NATASHA.

Las cosas han estado extrañas desde la llegada de Rusia...

Cuando desperté, asustada por mis pesadillas, en mi cama, con mi pijama, envuelta en el calor del cuarto, me vi en la obligación de quitarme los largos calcetines, y observar mis pies, suspirando aliviada al verlos completamente normales, no hay azul, voy a estar bien.

Lo primero que hice fue ir al cuarto de Aless, pidiendo a quien sea que estuviese observándome en el infierno que estuviera vivo, y afortunadamente así fue, Aless está en su cama, con un ojo inflamado y completamente amoratado, el labio roto, la ceja partida y un brazo enyesado, apenas me vio, sonrió, mientras yo me echaba a llorar, acercándome a él, arrodillándome junto a su cama, mientras me acaricia el cabello con su mano buena, riéndose de mí.

— Estoy bien, muñeca, un par de golpecitos nada más, te dije que soy un De Santis, aprendemos a manejar el dolor mientras se nos enseña a caminar, la crianza de mi familia es diferente, sólo me hago el enfermo para aprovechar de tener días libres, tú en cambio, deberías estar descansando, Santino me contó todo.

Levanté el rostro con las mejillas repletas de lágrimas, tomando su mano buena, analizando los daños otra vez, llorando más todavía.

— Perdón, es que estaba drogada y se me soltó la lengua, yo jamás hubiese dicho nada, esto es mi culpa, perdóname, Aless...

— Muñeca, ya te dije que estoy bien —Tomando asiento sin hacer ni una sola mueca para demostrarlo—. Te lo dije, los De Santis somos especiales, los indeseables de las 4 casas ¿No has escuchado que somos fetichistas del dolor? Ni siquiera somos elegibles para el matrimonio porque creen que podemos matarlos durante la noche —Carcajeó—. Que imaginación tienen ¿No crees? —Enjuagando mis lágrimas con su pulgar—. Caesar nunca va a matarme, soy parte de su círculo íntimo, hay reglas, no podemos matarnos entre nosotros, nosotros nacemos para él y morimos para él, nos enseñan que la lealtad es todo, y si no somos leales, no merecemos la vida, tenemos un solo propósito, servirle, Caesar sabe que nadie más será tan leal a él, y créeme, es lo que más valora, sólo quería hacerme saber que no debo meterme entre tus piernas otra vez.

— Perdón...

Se encogió de hombros, guiñándome un ojo.

— La próxima vez, seamos más cautelosos, y si recibo una paliza, bueno, así es la vida, a veces las recibes, a veces las das, no te aflijas.

Tomé asiento en la cama, abrazándolo cuidadosa por el cuello, su brazo rodeó mi cintura y me estrechó contra él.

— No debería haber próxima vez, si Caesar lo descubre... no quiero que te golpeen por mi culpa, no pensé que él fuera a cumplir esa tonta promesa.

— A mí me da igual, somos amigos, follamos bien, y ya sabes que me follé a Santino y luego él me folló a mí, así que necesito una muy buena amiga que me ayude a que mi ego se recupere.

Carcajee echándome hacia atrás, secándome las lágrimas, viéndolo sonreírme.

— Cuando quieras, tú sólo llámame y pasamos un buen rato.

Tenía toda la intención de quitarme la ropa y ayudarle justo ahora, pero me lo impidió, sujetando una de mis manos para evitar que desabotone el pijama que jamás me he puesto, es rosa y bonito, pero prefiero las camisetas de Caesar.

— Ahora no, tonta, tienes fiebre — Tocándome la frente—. Mejor ve a la cocina, come algo y pide medicamentos, tú primero, recuérdalo.

Fruncí el ceño, pero asentí, tiene razón, debería mejorarme primero, y esperar a que se recupere él también, o que me busque primero, cualquiera de las dos cosas estará bien.

— Entonces... si necesitas algo, envíame un mensaje y...

— Claro, mensajes que ignoras, nunca me contestas cuando te escribo.

Me sonrojé, evitando su mirada.

— Mejor llámame, nunca tengo nada que hacer después de todo, y odio escribir.

— Bien, te llamaré la próxima vez —Besando mi mejilla—. No te preocupes por esto, sabía bien en lo que me metía cuando decidimos follar y repetir, la culpa no es tuya.

Abrí la boca para protestar, pero me cubrió la boca, sonriendo y negando a la vez, señalando la puerta con la cabeza

— Tus medicinas, a comer, y a descansar. Tú primero, muñeca.

— Llámame si necesitas algo.

— Tengo bonitas sirvientas cubriendo todas mis necesidades, tú usalas también y recupérate, luego podemos escaparnos a jugar cartas o qué sé yo.

— De acuerdo.

— De acuerdo. Ahora vete.

Asentí bajando de la cama, sintiéndome mal por dejarlo aquí, pero él dice que está bien, de seguro quiere descansar y no quiero ser un problema.

Besé su mejilla a modo de despedida y abandoné el cuarto, caminando por el pasillo, acariciándome el brazo mientras bajo las escaleras, me faltaban cerca de 4 escalones cuando el castañito se cruzó en mi visual, recuerdo cómo me cuidó ayer, sus palabras tranquilizadoras, sin duda es mi persona de confianza.

— ¡Santino!

Salté sin dudar, viéndolo pegar su tableta al pecho de Vitto que lo acompaña, atrapándome al vuelo, mis piernas en sus caderas, mis brazos en su cuello, sus manos en mi cintura, apretándome tanto que me duele un poquito, desde mi posición siento cómo le late el pecho de rápido.

— No te preocupes, los Coppola son todos unos dramáticos, los crían para prever todos los posibles errores antes que sucedan.

Se burló Vitto, riéndose de su compañero, parecen conocerse muy bien, que envidia.

— Y los Caruso limpian esos errores cuando a nosotros no nos escuchan ¿Quieres decirle tú a Caesar que su juguetito se rompió una extremidad? Porque yo no tengo ganas de hacer eso.

Se defendió el castañito, bajándome al piso, golpeándome en la cabeza.

— ¿Hace cuanto se conocen?

Cuestioné.

— Desde siempre.

Respondieron al unísono, enseñándose el dedo medio mutuamente, se aman, yo lo sé, son tan amigos que se insultan, quiero llegar a ese nivel.

— Aless dice que el circulo intimo nace para el Boss ¿Es tan así?

Tantas preguntas... tantas tantas preguntas.

— Sí, es así — Respondió Santino, tocando mi frente, frunciendo el ceño—. Cuando viene el heredero en camino, el circulo intimo tiene hijos para darle un circulo intimo a ese heredero. Los Coppola solemos nacer un poco antes para poder guiar al próximo jefe, somos su voz de la razón, aunque Caesar rara vez me escucha, han pasado cosas en su vida que lo hacen desconfiar de todos.

Suspiró.

— ¿Dónde está ahora?

Mirándolo extrañado cuando rodeó mis hombros y comenzó a caminar, llevándome el diablo sabe dónde, con Vitto pisándonos los talones.

— Salió, tiene cosas que resolver, dijo que se tomará su tiempo, así que estoy a cargo y Vitto me ayuda, cualquier cosa que necesites, nos avisas.

— ¿Tiene fiebre todavía?

Consultó el subsegundo, tocándome la frente también, mirándose asustado ¿Por qué? Es un poquito de fiebre nada más, me duele el cuerpo y la garganta, me resfríe, pero hay buenas noticias, tengo todos mis dedos en su lugar y de buen color.

— A la cocina y a tomar medicamentos, tienes que comer y recuperarte, linda.

Recomendó el castañito de las gafas, Vitto es guapo, se ve intelectual, le encanta joder a Santino, eso puedo verlo, y es reciproco.

— Aless dijo lo mismo, pasé a verlo en cuanto me levanté, se escucha mejor de lo que se ve.

— Déjalo, ni siquiera te sientas culpable, es un De Santis, hará sentir mal a Caesar para tomarse unas mini vacaciones, los de su clase nunca se toman una, odian no tener trabajo, viven y respiran por el filo de un cuchillo y el olor de la pólvora.

Todos tienen muy definidos sus roles, todos saben muy bien quienes son y con quienes tratan, las cuatro familias se crían igual generación tras generación ¿Dónde encajo yo en todo esto? No soy cómo ninguno de ellos.

Vitto y Santino se hicieron cargo de la conversación hasta llegar a la cocina para que me sirvieran el desayuno en el gran comedor, me acompañaron insultándose en todos los idiomas que sabían, preocupándose de que yo comiera y tomara mis medicinas, el ambiente está tan tranquilo que me perturba, yo así no puedo comer.

— ¿Cuándo volverá Caesar?

Mirando a los chicos, uno después el otro, dejando de comer.

Sé que no está bien, pero me siento ansiosa cuando no lo tengo cerca, sé que quiero verlo para gritarle por su estupidez y sus celos tontos, luego podemos sólo sentarnos en el mismo espacio y no hablarnos, pero quiero que esté ahí, en el mismo espacio, quiero... mirarlo, qué se yo, es enfermizo, pero lo necesito.

— Ya te lo dije, muñeca, se tomará unos días ¿Necesitas algo?

— Es que quiero saber cuanto será —Estrujándome los dedos—. ¿Mañana? ¿Volverá mañana?

Santino frunció el ceño, moviendo la silla para quedar frente a mí, tomando mis manos, evitando que siguiera estrujándome los dedos.

— ¿Ocurre algo, bonita? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

— ¿Cuándo volverá Caesar?

Miró a Vitto y suspiró, observándome con lástima.

— Natasha... Caesar no volverá en varios días —Informó el castaño con gafas—. Quiere tomarse su tiempo, es más... él nos pidió que cuando despertaras, te informáramos que la prohibición de no sexo para ti fue levantada, no se entrometerá la próxima vez que sepa de tus aventuras.

— Caesar no quería exponerte a la nieve — Complementó Santino—. Él... él quería que tú esperaras dentro del avión, se siente culpable, dale tiempo ¿Sí? Volverá cuando se sienta listo para mirarte a la cara, pensó que ibas a morir, Caesar... él tiene...

Vitto lo empujó con sutileza para hacerlo callar, hay algo que no me están diciendo.

— Él va a volver ¿De acuerdo? Esta es su mafia, su hogar, su vida, sólo que...

— Siempre dejan a Tacha cuando la terminan de usar —Levantándome de golpe, tirando la silla—. Siempre lo mismo ¿Para qué me tatúa si me va a desechar? ¿Por qué me dice que estará siempre si luego se va a ir?

Di media vuelta y eché a correr directo a mi habitación, cerré con llave y tranqué la puerta para que nadie fuera a molestarme, quiero estar sola, quiero estar en mi habitación antes que me la quiten, quiero paz antes de que me la arrebaten...

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