Capítulo 14
Esperé pacientemente los últimos retoques de mi tatuaje, hemos estado horas aquí, moviendo mi pierna cada tanto para darle color a la serpiente que rodea mi extremidad inferior izquierda, cortando la tanga por petición del psicópata que me compró para que no se me vean ciertas partes importantes de mí, y cuando el tatuador comenzó a trabajar en la cabeza de la misma que descansa en mi cadera, Caesar ya echaba humos, mirando mal al pobre hombre en todo momento, parándose junto a mí, cruzado de brazos, observando mi cuerpo fijamente, prestando total atención a los lugares en el que el tatuador posa sus manos.
Este sujeto arrogante es un posesivo, está bien que me haya comprado y todo eso, pero se toma muy en serio lo de ser suya, yo hubiese preferido quitarme la tanga, ahora perdí otra preciosa pieza de lencería por sus tonterías.
— Listo señorita, hemos terminado.
Dijo el tatuador apenas terminó de colocar la crema al tatuaje, suspirando aliviado, y yo también, es bueno que este sujeto sea bueno trabajando bajo presión o mi serpiente hubiese quedado horrible.
Omití la carcajada que amenaza con salir al ver al hombre sudar y soltar el aire, tener a Caesar respirarle en la nuca por horas debió ser agotador, estoy segura de que mi jefe no solía quedarse a ver cómo tatuaban a sus hombres, esto fue nuevo para él.
— Quiero verlo, necesito verlo.
Dije con emoción para salvar al hombre traumado, bajando de la camilla, amarrando las tiras de la tanga para que se sostenga en su lugar, caminando hasta el espejo, observando el hermoso y enorme tatuaje que cubre la totalidad de mi pierna izquierda, cómo la del jefe, la cabeza enorme del depredador descansa en mi cadera, los detalles son increíbles, las sombras, los brillos, la calidad... casi parece que tengo un reptil enroscándose en mi extremidad.
— ¡Me encanta!
Chillé dando un giro para poder mirar el tatuaje por todos ángulos, dejando de reír al ver al hombre alto y corpulento que me hizo sombra pararse detrás de mí, ceja alzada, brazos cruzados....
— ¿No que no podías caminar?
Preguntó Caesar, inclinándose hacia mí, apoyando su mejilla contra la mía.
Sonreí culpable, volteando lentamente, levantando la cabeza para mirarlo, sujetando mis manos en la espalda para verme más vulnerable e inocente.
— Ups — encogiéndome de hombros—. Supongo que los milagros existen.
Carcajeando, observando al pelinegro que no resistió y terminó contagiándose de mi buen humor, sonriendo y negando a la vez, sin dar crédito a lo que está haciendo, por mí.
— Eres una mentirosa ¿Querías que te mimara un poco?
Dando un paso hacia mí.
De reojo vi al tatuador salir por una puerta y darnos algo de privacidad, yo creo que quería respirar algo de aire fresco, Caesar puede ser muy dominante en ocasiones, su energía ocupa todo el lugar, y poco le interesa incomodar a las personas que lo rodean con sus actitudes.
— Yo creo que después de cómo me dejaste, merecía un poco de mimos por tu parte ¿No crees? Además, las piernas sí me tiemblan un poco aún, y caminar es un suplicio, pero nada que no pueda soportar ¿Puedo pagarte la cita de venganza mañana? Hoy no creo servir para nada, necesito descansar.
Mi cuerpo necesita tomarse un respiro o realmente no voy a poder caminar durante el resto del día.
— Está bien, te dejaré descansar, pero a cambio, tendrás que calentarme con tu cuerpo, las noches en Rusia son tan frías...
Y tiene cara de hacerse el indefenso... hijo de puta mentiroso...
— No confío en ti, algo me dice que no me dejarás dormir, tengo un sexto sentido muy agudo.
— Sí, sí, como digas, ya veremos.
Levantándome con cuidado por la cintura, llevándome a la camilla de antes, sentándome sobre ella.
— ¿Qué haces?
Observando todos sus movimientos.
— Te visto — tomando mi pantalón—. ¿O quieres hacerlo sola?
Me crucé de brazos.
— No. Responsabilízate.
Estirando una de mis piernas hacia él, sonriendo altanera.
— Niña malcriada.
Negó divertido, comenzando a vestirme.
Ni él debe saber por qué hace esta clase de gestos conmigo, la culpabilidad hace cosas impresionantes en un hombre.
— Es tu culpa, me consientes demasiado.
— Sí, debería pensar en otras maneras de disciplinarte.
Carcajeó malicioso, de seguro se le están ocurriendo un par de cosas interesantes.
Mi culo aun sufre las consecuencias de sus castigos, así que no, no creo que deba seguir tentando a la suerte, creo que por hoy voy a comportarme.
Me quedé en silencio durante el tiempo que tardó en vestirme, bajé de la camilla, sintiendo mi piel escocer dónde se hizo el tatuaje, hay mucha piel sensible involucrada, Caesar pagó por el trabajo realizado y abrió la puerta del exterior para salir, sujetándome por la cintura, sujetándome bajo su brazo para caminar hasta el auto.
Probablemente ni siquiera fue consciente de sus acciones, lo hizo para que yo no tocara la nieve, sabe que la odio, eso fue tierno de su parte, también puede tener detalles bonitos, hay que reconocerlo.
Subimos al auto cada uno en su asiento por el bien de mi integridad física, pudimos haber conversado algo, pero parece tener problemas, habló por teléfono en un fluido italiano tan rápido que entendí la mitad, aún me estoy familiarizando con el idioma, hay mucho que no sé.
Caesar cortó la llamada sólo cuando el chofer paró frente a un bonito restaurante, alcé una ceja en su dirección, perdiéndome en esos bonitos hoyuelos que se le hacen cuando sonríe, no lo hace seguido, no lo he visto sonreír a nadie más, es bonito ser la única.
—Le envíe un mensaje a Francis —Señalando al chofer—. Para que buscara un lugar bonito e hiciera una reservación a mi nombre, de seguro tienes hambre.
—Bueno... sí, tengo mucha hambre.
No entiendo su amabilidad... me siento extraña e incómoda, no suelo recibir gestos cómo estos.
—Vamos entonces.
Abrió la puerta del auto, y la sonrisa se le borró de golpe, mirando el clima del exterior.
— Maldita sea, comenzó a nevar.
Salió del auto y le gritó a su personal para que se acercaran con el bonito paraguas negro gigante, entonces extendió su mano hacia mí, esperándome para salir.
¿Se sentirá culpable? ¿Desde cuándo tanta amabilidad?
— Gracias.
Estirando mi mano hacia la suya, apretándola antes de salir del auto.
Pensé que iba a caminar, pero me equivoqué, se inclinó ligeramente hacia mí, apoyó su mano en mi culo y me levantó sin esfuerzo. Por inercia envolví su cintura con mis piernas, mirándolo desde lo alto, sosteniéndome por sus hombros, la sorpresa debe vérseme en cada poro, porque el hijo de puta sonrió.
— Para que la nieve no te toque.
Explicó, comenzando a caminar.
El paraguas sobre nosotros para cubrirnos de la nieve que cae, pasos tranquilos hacia la entrada, dos filas de hombres siguiéndonos, su mano libre en mi espalda para darme estabilidad...
Mi mente estuvo en blanco por los siguientes cinco minutos, en tanto él pide la mesa que le corresponde por reservación, siguiendo al mesero que nos guía, se ve tranquilo, mientras mi corazón sigue golpeando con fuerza dentro de mi pecho.
<<Tranquila Tacha, es sólo que nadie se había preocupado tanto por ti antes, respira>>
Me recordó mi conciencia.
— ¿Qué quieres comer?
Preguntó apenas me bajó, ayudándome a tomar asiento, acción que hice por memoria muscular, sigo con la mente en otra parte.
— No lo sé, pide cualquier cosa, no soy quisquillosa —Respondí. Aún nerviosa— Me gusta todo.
Asintió, tomando la carta, pidiendo la comida para ambos a la chica que se acercó, la más rápida de las meseras que no deja de coquetearle y mover su cabello en lo que anota y le pregunta por sus preferencias en vinos o gaseosas, todo con tal de poder hablar más tiempo con él.
La entiendo, es el efecto Caesar.
— Oye Caesar, yo...
— Señor, traje su vino ¿Lo quiere frío o a temperatura ambiente?
Voltee lentamente a mirar a otra maldita mesera que interrumpió mi platica, soy consciente de que no tengo buena cara, soy demasiado expresiva, sabe que me molesta, pero se queda aquí.
— Mmm... tú eres la experta ¿Qué me recomiendas?
Estirando su mano para tocarle el pelo ¡El pelo! Tiene una puta trenza cayendo sobre su hombro, ni siquiera es tan largo, pero ahí va él, coqueteándole mientras está conmigo, y no es que me interese, es que la hija de puta me mira con superioridad, cree que él y yo tenemos algo y que llamó su atención, hay dos cosas que me molestan:
Uno, ella cree que me ganó y yo jamás pierdo.
Dos, él me está dejando en ridículo con sus coqueteos tontos.
¿Para qué me trajo si quiere follar? Felizmente me puedo ir al hotel y pedir servicio al cuarto, incluso puedo ir al cuarto de Santino y Aless a reírme de su desgracia, lo pasaría igual de bien.
Estaba por levantarme e irme al ver que la maldita apoyó la cadera en la mesa y me dio la espada para seguir coqueteando con él, pero llegó la comida, un filete que se ve en su punto perfecto, verduras cocidas encima, acompañado de patatas fritas, no se le puede decir que no a las patatas fritas, así que, sin esperarlo, comencé a comer, más bien a tragar, cortando y tragando, bebiendo directo de la botella mientras otras dos meseras se acercan para coquetearle al pelinegro.
— Se lo pelean —Carcajee en voz baja—. Yo nunca me pelee por un hombre, no lo necesito, siempre tengo lo que quiero. No me rebajo a peleas de gatas.
Susurrando mientras sigo llenándome la boca, comiendo sola con mis propios comentarios, mientras se forma un tumulto de mujeres a su alrededor.
Me quedaban dos trozos de carne cuando la situación me superó, arrastré la silla hacia atrás y me puse el abrigo, saliendo del restaurante sin esperarlo.
— ¿Me darías un par de rublos, por favor? —Acercándome a uno de los hombres de Caesar que espera cerca del auto—. Lo suficiente para llegar al hotel, luego le digo a Santino que te lo devuelva ¿Sí?
— No creo que al jefe le guste mucho que te vayas sola, Nat...
Palideció de golpe ante la idea, son todos unos maricas.
— Bien, no te aflijas, encontraré alguien que quiera llevarme.
Volteando y cruzándome de brazos, comenzando a caminar, no me será difícil encontrar a alguien, puedo pedir un Uber y que lo pague Santino, o puedo tomar un taxi y que lo pague Santino también, puedo incluso pagarle al chofer con otra cosa más interesante, no necesito a...
— ¿Dónde crees que vas tú sola?
Su voz grave, su aliento caliente rozándome la mejilla, su brazo alrededor de mi cintura.
— Al hotel, claramente.
— ¿Sin esperarme? Pero que malos modales tienes.
Quité su brazo de mi cintura y di media vuelta para caminar hacia el auto, los hombres del jefe abrieron la puerta para mí, protegiendo mi cabeza mientras subo y me arrastro al otro extremo más alejado del asiento triple, mientras él sube y se acomoda junto a la puerta, dejando el espacio libre entre nosotros, tomó su móvil, marcó y continuó hablando en un idioma que no logro entender.
No me habló hasta llegar al centro comercial, dónde bajó sólo, sin ofrecerme su mano, dándome dos minutos de su tiempo, apoyando la mano en su móvil para que no lo escuchen del otro lado.
— Compra lo más costoso que veas —Entregándome una tarjeta negra—. Irán escoltas contigo, nos vemos en una hora.
Girando sobre sus talones, perdiéndose.
¿Y ahora qué mierda pasó? ¿Qué hice para que tenga este abrupto cambio de actitud?
— Yo te voy a enseñar lo que es comprar costoso, niño bonito.
Caminando hacia el lado contrario por el que fue a él, seis personas vestidas de negro me siguen, cada tanto me fotografían y hablan por el comunicador en su oído, probablemente dándole reportes a su jefe ¿Cómo no? Si su juguetito de caridad anda con la correa suelta, el dueño necesita saber dónde se está paseando su inversión.
Entré a la primera tienda que vi para cambiarme de ropa, unas medias color piel, un vestido negro ajustado de mangas largas, botas de medio muslo con tacón bajo, un abrigo de piel sintética negra, y unos lentes de sol negros que acomodé en mi cabeza.
Los escoltas sujetaron las bolsas con las prendas que me quité y continué mi recorrido, esta vez a una peluquería. Pedí que alisaran mi cabello, cortaron las puntas apenas, aplicaron productos para darle brillo y suavidad. También me hice las pestañas, las uñas de manos y pies, y luego fui a que me maquillaran.
Cómo dije que voy a ser increíblemente costosa, fui a una joyería, compré un collar y unos aretes que combinaran perfecto con el anillo que el idiota me dio, zafiros azules son la pieza central, irán increíble con el arete para la nariz que acabo de ver, puedo llevar pequeñas argollas y hacerme un par de orificios, dos en cada oreja al menos, por supuesto, todo oro y diamantes, lo más costoso que encontré.
— ¿Y bien?
Alzando la ceja al ver que no me está cobrando, se ve más bien nervioso.
— Yo... necesito hacer una llamada, señorita.
— ¿Una llamada a quién?
— Al dueño de esta tarjeta —Levantando el trozo de plástico que le entregué—. La compra es demasiado alta, si él... si no está usted autorizada, mi cabeza...
Rodé los ojos, asintiendo.
— Sólo llámelo.
Cruzándome de brazos, que molesto tener que llamar a ese tonto coqueto que no sabe elegir los momentos.
Me quedé de pie en medio de la joyería, dos escoltas de pie tras de mí, protegiéndome de peligros invisibles, mientras el dueño de la tienda marca el número que por alguna razón sabe ¿Cómo no? Si se trata del todo poderoso Boss de la mafia internacional.
— ¿Qué?
Respondió al otro lado de la línea, tan amable cómo siempre.
— Señor... hay una dama aquí, por lo general usted envía a sus hombres de confianza para elegir regalos para señoritas, pero vino una dama hoy y eso no ha pasado antes, entonces estoy en mi deber de consultarlo con usted primero.
Abrí la boca horrorizada por la mirada de desconfianza que me está dedicando ¿Este hombre cree que yo necesito robar para tener lo que quiero? Y el otro imbécil de Caesar, ahora entiendo por qué el de la joyería sabe quién es ¡Si es cliente frecuente!
— No importa la suma, Natasha está siendo caprichosa, es una niña muy mimada, apruebe el pago y dele sus cosas antes que la chiquilla pierda la paciencia.
— Por supuesto señor.
Rodé los ojos, mirando mal al hombre frente a mí que cuelga la llamada y me dedica una sonrisa incómoda.
— Lo siento por eso, es el protocolo.
— Cóbrese y deme mi tarjeta para poder irme.
— Sí, sí, por supuesto.
Se apresuró a hacer justo lo que le pedí, entregándome los artículos en cajitas de terciopelo de diferentes tamaños, metió todo en bolsas y se las di a los escoltas para continuar mi recorrido, comprando ropa que no necesito a montones, zapatos para no tener que comprar otros de por vida, un par de accesorios para el móvil que me gustaron, y ya luego de casi dos horas de compras regresé al auto, considero que he gastado suficiente cómo para cabrearlo, ahora sí que tendrá que prestarme atención para regañarme.
Para mi sorpresa, pasé casi una hora sentada esperando a Caesar ¿Cómo es posible que se demore tanto haciendo las compras? ¿Se habrá cabreado y ahora me hace esperar?
Para cuando regresó, pude darme cuenta de qué lo retuvo tanto tiempo, lleva puesto un nuevo traje hecho a la medida, un abrigo de piel negro lo bastante grueso para hacerlo ver monstruosamente sexy, su anatomía de por sí ya es grande, vistosa y musculosa, pero su ropa... si sumamos que se recortó el cabello, va recién afeitado, huele de maravilla, y que parece un modelo de revista... cualquiera le perdonaría todo, pero yo no, odio que me ignoren, lo odio más que cualquier cosa.
— ¿Qué estás haciendo? ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Dijo apenas entró al auto.
Haciéndose el tonto, obvio, de seguro le informaron cuanto tiempo llevo esperando, siempre le informan todo.
— Llevo mucho tiempo, te tardaste una vida.
Con el rostro pegado al móvil, ahora yo lo ignoro, estoy hablando con Santino, me envió una foto de él recostado en la cama, mostrándome su espalda y trasero, me pidió que contara los chupones y mordiscos, aún no termino de contar, dijo que Aless está tan avergonzado que se arrastró a su cuarto y no se han vuelto a ver durante todo el día.
Me perdí la diversión, una lástima, yo quería hacer un trío.
— ¿Qué estás haciendo y por qué es más interesante que yo?
Inclinándose hacia mí, quitándome el móvil de las manos, moviéndose hacia su asiento.
— ¡Oye! Respeta mi privacidad.
Saltando hacia él, quitándoselo de las manos para regresar a mi lugar, observándolo con el ceño fruncido.
— Te estaba hablando y ni siquiera me miraste.
Contraatacó.
— Pues sorpresa, el mundo no gira a tu alrededor. Ahora tendré que comenzar a contar otra vez.
Suspiré.
Caesar lentamente se arrastró por el asiento hasta quedar pegado a mí cuerpo, rozándome el hombro y la cadera, irradiando calor, está tan pegado que me siento apretujada y claustrofóbica, tuve que dale lo que quería, dejando de contar chupones, bajando el móvil, mirándolo con cansancio.
— ¿Qué?
Respondiendo tan tosco cómo él está acostumbrado.
— ¿Estás enojada por algo?
cauteloso.
¿Es así de tonto? ¿Pregunta porque no se da cuenta o lo hace a propósito para seguir dañando mi ego?
— No.
— ¿Y por qué me estás ignorando?
Rozando su hombro con el mío, apretujándome más contra la puerta.
— ¿Por qué debo prestarte atención siempre?
Contraataqué, no estoy para juegos.
— ¿Qué estás haciendo?
Preguntó otra vez, intentando mirar mi móvil.
— Santino me pidió que contara los chupones y mordidas, no me distraigas.
Esta vez si me quitó el móvil, observando la foto del culo de Santino que tenía abierta, observándome con el ceño fruncido.
— ¿Y tú por qué tienes que verle el culo? Ese hijo de puta sólo intenta seducirte.
Bufé rodando los ojos.
— Santino no es como tú, ya me pidió perdón como cincuenta veces por lo que pasó anoche, Santino es mi mejor amigo, si le haces algo o si le prohíbes que me hable, olvida que vuelva a cruzar palabras contigo, y menos compartir cama.
Quitándole el teléfono otra vez.
— Ya dime... ¿Qué hice para que estés enojada?
Tomó mis piernas, deslizándolas sobre su muslo, dándole un apretón a mi rodilla.
— No quiero decírtelo.
Mencioné desviando la atención de su mirada, observando por la ventana, el auto por fin comienza a moverse.
— Pero si no sé qué te pasa, no voy a poder enmendarlo ¿Qué es?
Acariciando mi muslo y mi cadera.
Lentamente voltee el rostro para mirarlo, sintiendo mi rostro rojo de la vergüenza y la rabia ¿Qué sentimiento predominará? No estoy segura.
— Es que... quiero que me prestes atención, me ignoraste toda la comida y el camino en el auto, me ignoraste para coquetear con meseras irrespetuosas que me dieron la espalda y tiraron el vino dos veces, pero claro, no te diste cuenta, y luego, pasaron unos cinco minutos para que te dieras cuenta que me había ido. Es irrespetuoso, Caesar, parece que nadie te enseñó modales.
Estoy que echo humos, pero ¿Qué hace él? Se larga a reír, sujetándome por las mejillas con una mano, moviéndolo hacia los lados con delicadeza.
— ¿Ves cómo sí eres una niña? No puedo darte espacio porque enseguida tu cabeza comienza a pensar cosas sin sentido — Arrastrándome hasta tenerme sobre sus piernas— ¿Esto es lo que querías? ¿Qué Daddy te prestara atención?
Bloquee el móvil, no estoy muy concentrada para contar, prefiero dejar que Don "El mundo es mío y hago lo que quiero con las personas en él" se disculpe y reírme de él en el proceso.
— No.
Cruzándome de brazos, moviendo el rostro hacia un lado para que me suelte.
— No seas infantil — Besando mi cuello— Creí que querrías tu espacio, las ultimas horas he estado literalmente pegado a ti, debe ser fastidioso, te di tiempo a solas aun estando conmigo, no pensé que te molestaras.
Abrazándome por la cintura para que no pueda escaparme, justo lo que tenía pensado hacer, me leyó la mente.
— No necesito que estés pegado a mí, terminemos lo de mi madre y luego regresemos al hotel, quiero ir a hablar con Santino.
— ¿Por qué Santino? Puedes hablar conmigo.
No le gustó nada lo que dije, que pena.
— Pero quiero hablar con él.
Observando por la ventana cómo el paisaje comienza a cambiar, dejamos atrás la ciudad bonita y pintoresca, con personas bien vestidas y sonrientes, para pasar al lado feo y pobre, peligroso, ese que me trae tantos recuerdos.
Instintivamente dejé de resistirme, apretando su abrigo con mis manos, acercándome todo lo posible a él, consciente de que estoy temblando.
— Está bien, pero mírame, hagamos una cosa a la vez — Sujetando mi mentón, haciendo que me centre sólo en él y no en el exterior— Conmigo nada va a sucederte, y hay escoltas siguiéndonos, dos autos repletos de hombres que van a cuidarte la espalda, así que no tienes nada que temer, será pasar a saludar a la perra de tu madre, y nos iremos.
Asentí.
— Está bien.
— Así que deja de temblar — Besando mis labios de manera dulce y corta— Prometo tener las manos sobre ti cada vez que tenga oportunidad para que no te pongas ansiosa, Pastelito.
Se burló.
— No necesito atención — dije. Aun así, no me despegué de él— Así que no es necesario que escudes tú necesidad de tocarme con mi ansiedad al estar sola.
Contesté a la defensiva.
— Así que es eso, no te gusta estar sola.
Respondiéndose él mismo, acabo de delatarme.
— No me... gusta que mi cabeza tenga tiempo de pensar en cosas innecesarias, por eso intento mantener la mente ocupada en todo momento.
— Bueno... yo puedo mantenerte ocupada en todo momento.
Respondió, mordiendo mi cuello.
— ¡Oye! Dijiste que hoy ibas a dejarme descansar, no te tomes tan a pecho lo que te digo.
Carcajeó, moviendo mi cabello hasta acomodarlo sobre mi hombro, las hebras tocan el asiento, sus dedos juguetean con las hebras, hace lo mismo que hace con todas, es su manera de coquetear, que poca imaginación, yo soy diferente con cada hombre que llama mi atención.
— Lo logré — Dijo por fin, agitado y feliz— Ya no estás nerviosa ¿Cierto?
Negué.
— Eres un idiota, Caesar.
Rodando los ojos, quitándole mi pelo, maldiciéndolo cuando lo tomó de nuevo, dándome un pequeño tironcito, llevándose un mechón a sus labios para besarlo.
— Gracias, es todo un desafío mantener esta personalidad, me tomó años perfeccionarla, ahora, observa bien ¿Dónde debemos parar?
Desvié la vista hacia la ventana, observando las familiares casas, nada ha cambiado, pero ya no me siento tan asustada, porque sé que cuando acabe el día, regresaré con el Capo a la organización, es ahí donde pertenezco ahora.
— Conduzca durante cinco minutos más, deténgase justo frente al pozo, está en medio de la calle, así que no se perderá.
Le dije al chofer.
— Por supuesto, señorita.
Caesar acarició mi espalda durante todo ese tiempo, entreteniéndome con besos en el cuello y tironcitos a mi cabello, distrayéndome para que el miedo no me consuma, manteniéndome concentrada en el aquí y en el ahora.
Cinco minutos después, justo frente al pozo, el chofer bajó la velocidad y paró el motor, me tomé mi tiempo de dar una larga respiración, dejando atrás los nervios.
La manipulación psicológica es una de las cosas que más nos hacen trabajar, incluida la nuestra, podemos manipular nuestras emociones a nuestro antojo con el incentivo adecuado.
¿Qué mejor incentivo que pisotear el ego de mi mamá?
— ¿Estás lista?
Preguntó Caesar.
— Lista — Abriendo la puerta del auto antes de pensarlo bien y querer quedarme aquí arriba— Entrar y salir, nos devolvemos al hotel, pero sin matar a nadie, Caesar.
Abandonando el auto, viéndolo a él salir también, siguiéndome de cerca.
— Eres una aburrida ¿Dónde queda la diversión?
Rodando los ojos.
— No me sentiría bien si matas a mi familia por muy mierda que sea.
Acercándome a la destartalada cosa, el cuarto del personal es más grande que esto, no la recordaba así.
— No es por ofender, pero tu casa apesta a pobreza.
Parándose a mi lado, frunciendo el ceño, guardándose las manos en los bolsillos, mirando el que fue mi hogar hace años.
— Lamento que no les alcance para el perfume, su señoría, es eso o comer, a veces ni para eso alcanza.
Clavándole el codo en el estómago, escuchando su protesta mientras me acerco a la puerta y toco tres veces, esperando. De seguro él no tiene idea lo que es eso, el hambre, la desesperanza, el frío, el dolor...
La puerta es tan delgada que escuché claramente la madera crujir al otro lado bajo los pasos de una persona, tres segundos después, una mujer alta, rubia, con una pañoleta sujetándole el cabello, mis mismos ojos, la misma forma arqueada de mis labios, usa un roído vestido remendado más veces de las que le gustará admitir, secándose las manos en el delantal de cocina que tiene sujeto a la cintura, palideciendo al verme.
Un fantasma acaba de aparecer frente a sus ojos, de seguro ni siquiera piensa en mí y lo que me hizo.
— N-natasha...
— Hola mamá — sonriendo maliciosa. El placer de verla así de desconcertada supera el miedo a este lugar con creces—. Mi novio me trajo de viaje a Rusia y decidí venir a restregarte en el rostro lo bien que me está yendo a pesar de que me vendiste para que abusaran de mí — Aplaudí sarcásticamente— La madre del año. Bueno, al final resultó muy bien para mí, estoy comiendo muy bien y no hablo solamente de la comida.
Caesar se acercó, rodeando mi cintura con sus brazos, agachándose para poder quedar a mi altura, observando a mamá intimidante, está totalmente dentro de su papel de novio cariñoso y sobreprotector.
— Agradece que Natasha quiso salvar tu patética existencia porque yo vine con toda la intención de dispararte justo en la cabeza — Mostrándole el arma que carga siempre encima— Natasha es mucho más piadosa que yo.
Besando mi mejilla.
Sonreí negando divertida, Caesar siempre tan directo.
— N-natasha ¿Con qué clase de hombres estás involucrándote?
La mujer frente a nosotros tiembla del miedo, retrocede tropezando con sus propios zapatos, mirándome otra vez de pies a cabeza, su cerebro no parece procesar que realmente estoy de pie frente a ella luego de tantos años.
— Ah... sólo es el Capo de la mafia italiana — Mi sonrisa se hizo más amplia al ver la expresión de horror en su rostro— Un hombre muy bondadoso que quiso traerme a ver a la perra de mi madre, dijo que quería dejar sus saludos.
— Claro ¿Qué más se puede esperar de una zorra como tú? — Me señaló— Lo veía en tus ojos cuando eras una niña, cómo mirabas a los hombres de traje cuando ibas arrastrándote a la ciudad, siempre fuiste codiciosa, agradece que te impulsé a cazar esa clase de hombres que tanto te gustan, te vas a ir al infierno por esto, espero y mueras este invierno envuelta en la mierda en la que te metiste, las zorras que apuntan muy arriba nunca terminan bien, entiende, este hombre sólo te quiere por tu rostro, cuando se canse de ti te va a dejar, todos son así, eres una más de sus zorras, no eres nadie, nunca serás nada.
Caesar me soltó y golpeó a mi madre, volteándole el rostro de una cachetada, parándose a mi lado, señalando a mamá con su arma.
— Sí, admito que Natasha tiene un rostro precioso, pero ni siquiera me fijé en eso la primera vez que la vi. Natasha me conquistó no por su cara o su cuerpo, vieja de mierda, Natasha me conquistó con su forma de ser, su inteligencia, su forma de moverse con tanta confianza, por sus habilidades, su destreza, por el sinfín de capacidades que posee — Rodeando mis hombros de forma sobreprotectora— Así que no te confundas, Ella no es mi perra, es la principessa de la mafia italiana, fáltale el respeto otra vez, y olvidaré que hice una promesa.
Los escoltas tras nosotros escupieron al piso, el sonido de sus armas al ser cargadas me hizo estremecer, lloverá sangre si no hago lo mejor que sé hacer.
Manipular.
— No matarías a tu madre ¿Cierto?
Habló temerosa la mujer, observándome, dando un paso hacía mí, intentó tomar mi mano, pero Caesar levantó la suya, obligándola a tomar distancia, él no dejará que ella me toque ni un solo pelo, me protege.
— No lo sé... — Fingiendo no estar muy convencida— No me des razones.
— Jasha se pondría muy triste si ve que su queridísima hermana menor a la que aún busca, mató a su madre que sacrificó todo, hasta su hija, para alimentarlo a él y sus hermanos.
Apreté los puños con fuerza.
— ¿Dónde está él? Es lo único que puede salvarte de no sufrir ningún daño hoy.
Dije.
— L-lo llamaré ahora, está durmiendo.
Entró en casa rápidamente, corriendo, dejando la puerta abierta, permitiéndome ver el minúsculo espacio, un solo ambiente, el sofá rojo sucio y mugriento en el que mi padre se emborrachaba días y noches completas, la cocina a leña, una olla blanca y desgastada hierve en ella, un sofá verde más grande pegado a la pared más lejana, sigue teniendo el mismo agujero en el cojín, una familia de ratones vivía ahí, luego dos cortinas largas, una para la habitación de mis padres, otra para la habitación de mis hermanos y mía... no había privacidad, no teníamos... nada, no había nada en esa casa, está tal cual la recuerdo.
— Natasha ¿En serio vivías aquí? Esto ni siquiera parece una casa, es tan pequeño cómo una habitación barata. Yo creo que hasta el imbécil que gana menos en mi casa tiene un cuarto más grande que todo esto ¿Dónde están las puertas de las habitaciones? ¿Dónde está el refrigerador? Se supone que las casas tienen electrodomésticos ¿Y la estufa? ¿Dónde...?
— No hay electrodomésticos porque no hay electricidad, nunca nos alcanzó para pagarla.
Retorciéndome los dedos de la ansiedad, estar aquí, recordar... yo no... no quiero seguir recordando.
— Ah... ya veo... ¿Y las habitaciones? ¿Dónde están las puertas?
— No hay habitaciones, lo que ves es todo lo que hay, tras esas cortinas hay unos colchones y un par de mantas, así dormíamos.
— ¿Y tú habitación? Por lo que me contaste tienes sólo hermanos hombres.
Tan hablador que está hoy, maldita sea.
— Yo dormía con mis hermanos, repito, lo que ves es lo que hay.
— Voy a matar a la perra de tu madre, sólo ocupa espacio.
Cargando el arma, dispuesto a entrar a esa maldita... casa, ni siquiera cabe por la puerta, es tan vergonzoso tenerlo aquí.
— Dije que sin matar a nadie.
Susurré, jalándolo por el abrigo para detenerlo.
— Podría dispararle en el pie, o un brazo, nadie moriría, pero se lo merece.
Se encogió de hombros.
— Caesar...
Me quejé.
— ¿Qué? Yo no voy a permitir que te pasen a llevar, menos frente a mí.
Sujetando mi barbilla, plantándome un beso en los labios, tomándome desprevenida. Después de ver la miseria en la que vivía, creí que dejaría sus trucos baratos de coqueteo, pero continua, no parece avergonzado de mí.
— ¿Natasha?
Voltee el rostro rápidamente, ignorando a Caesar, Jasha está ahí, en la puerta, calzándose las botas a toda prisa, con sus ojos húmedos.
— ¿De verdad eres tú, Tacha?
Preguntó otra vez, emocionado, no puede creer que de verdad sea yo la que está parada en medio de la fría nieve, a salvo.
— No le gusta que la llamen así.
Advirtió Caesar, celoso. Qué tontería.
— Jasha, perdón por tardar tanto tiempo en regresar.
Corriendo hacia él apenas terminó de ponerse las botas, siendo recibida por cálidos brazos familiares que tantas veces me consolaron de pequeña, sigue oliendo a lo mismo, a casa, a seguridad, a mi hermano.
— Tacha... te extrañé tanto... no tienes idea de cuanto — comenzó a llorar, besando mi coronilla, apretándome fuerte—. Yo te juro que no he parado de buscarte, yo iba a cumplir mi promesa, iba a ponerte a salvo, aunque fuera lo ultimo que hiciera en vida.
— Está a salvo, conmigo. No necesita usar ropa reciclada, comer sobras, dormir tras una cortina, ni oler a pobreza.
Mencionó Caesar, su voz demasiado cerca.
Conozco esa voz, es su tono de obseso de poder, no le gusta que me toquen, pero las cosas son diferentes, este es mi hermano, no un hombre cualquiera.
— ¿Quién es él?
Preguntó Jasha, señalando al sujeto que le sacaba al menos una cabeza, el metro noventa y seis de Caesar y lo amplio de sus hombros, su cuerpo trabajado... y ese abdomen...
Me desvié del tema, la cosa es que Caesar es sexy, digo, intimidante.
— Es mi novio, el Capo de la mafia italiana.
Jasha palideció, apretándome mejor contra su cuerpo, cómo si pudiera defenderme.
— ¿Te trata bien? ¿Es bueno contigo? ¿Te quiere? Las princesas como tú merecen sólo lo mejor.
Preguntó preocupado, acariciando mi rostro.
— Me trata muy bien — Miré a Caesar, luego a mi hermano—. Es quien me salvó del último prostíbulo en el que estuve, fue hace unos días, y te juro que desde que llegué con la organización, nunca he sido más feliz en mi vida.
Sonrió desilusionado, probablemente recordando los años que pasamos juntos, no fueron buenos y él lo sabe, entonces ¿Por qué me mira cómo si esos tiempos hubiesen sido los mejores de nuestra vida?
— Señor, muchas gracias por salvar a mi hermana, por quererla y cuidarla — Estirando su mano hacia Caesar— Se le ve contenta, la cuidé por catorce años, y nunca la vi sonreír así.
Por un momento creí que Caesar no estrecharía su mano, aquí las duchas son un privilegio y la ropa es lo que se consigue por caridad, Caesar es un poco obsesivo con el tema de la limpieza, creí que iba a evitar tocarlo a toda costa, pero ni siquiera dudó en extender su mano y estrechar con confianza la de mi hermano.
— Natasha es la principessa de la mafia italiana, mi protegida y mi pareja, ni siquiera voltean a verla sin mi consentimiento, está bien cuidada, se alimenta bien, se ejercita — Guiñándome un ojo. Ese cerdo...— Y se entretiene también, va de fiestas, terminó sus estudios, lee y ve películas las veces que quiera, tiene acceso a todo lo que se le ocurra, ella está bien, puedes confiar en mí, no dejaré que nada ni nadie la lastime.
Jasha sonrió.
— Lo juzgué mal cuando mi hermana dijo que es el Capo de la mafia italiana, no tenemos muy buena impresión de las mafias luego de lo que pasó con Tacha, pero señor, muchas gracias por lo que hace por ella, le dio todo lo que yo no pude darle, puedo por fin respirar tranquilo al saber que Tacha es feliz, por fin.
Soltando su mano.
— Me contó lo crueles que fueron con ella en esta casa, me contó lo mucho que odia este lugar — dijo Caesar—. Pero habló muy bien de ti, siempre, dijo que te extrañaba, fue una de las razones de traerla conmigo, tenía negocios por aquí, y si ella podía decirte que estaba bien, lograría superar parte de su pasado.
Miré a Caesar con sorpresa, ya no sé dónde termina la realidad y dónde comienzan las mentiras.
— Siempre intenté protegerla... pero cuando se la llevaron... no pude hacer nada, lo intenté, pero no pude...
Se le atascaron las palabras en la garganta.
— Jamás te he culpado — le dije acariciando su pecho en círculos—. Siempre te recordé con amor, fuiste el único que realmente se preocupó por mí.
Grandes camiones se aproximan, camiones con un montón de materiales de construcción, interrumpiendo nuestra platica. Fue toda una sorpresa ver que pararon justo frente a nuestra posición.
— ¿Qué es eso...? — Jasha observó confundido— Mamá ¿Gastaste los ahorros otra vez?
Le preguntó a la mujer que se mantiene tras su hijo, ocultándose.
— Yo no he hecho nada esta vez, no seas altanero, tú no eres el jefe de esta familia.
Maldita mujer de mierda, la odio.
— Fui yo — Dijo Caesar—. Eres preciado para Natasha, Jasha, el causante de que ella siga viva y sobreviviera a la infancia de mierda que le dieron, te estoy agradecido por ello, por lo tanto, quiero mejorar tu casa y también traje un par de cosas para que el invierno no sea tan brutal y estés cómodo — Miró a sus hombres—. Bajen las cosas.
Ordenó.
Estos, acatando su orden, comenzaron a bajar de los autos un montón de bolsas de marcas de ropa, también cajas de mercadería, un montón de ellas, cajas de botas y de zapatillas, vajilla nueva, ropa de cama gruesa y sabanas de invierno, almohadas mullidas y nuevas cortinas, todo nuevo.
— ¿Creías que iba a tardar tanto tiempo en mis propias compras? — dijo Caesar, sonriendo, extendiendo su mano hacia mí—. En veinte minutos estaba listo, el Capo puede hacer todo si tiene el incentivo adecuado ¿Me gané un beso?
Preguntó.
— Te ganaste un montón de ellos.
Dejándome jalar por él, abrazando su cuello, besándolo con emoción, esto es... es demasiado, es mucho más de lo que esperaba, se supone que sería entrar y salir, pero esto...
— Caesar, comienza a hacer una lista de lo que quieras hacer, porque cumpliré todas tus fantasías.
Susurré en su oído.
— Uuy, eso es pago suficiente, comenzaré a comprar lo que vamos a necesitar.
Tomando su móvil, tecleando algo en él, sin soltar mi cintura, se le ve de buen humor.
No sé si emocionarme o asustarme al darle pase libre a sus fantasías, ya comprobé que es un fetichista y de los grandes.
— Señor, disculpe, o podemos aceptar algo como esto, es demasiado.
Jasha será pobre, pero jamás acepta más de lo que cree merecer, algo más que no ha cambiado.
— No es nada para mí, lo hago por ella nada más.
Respondió Caesar con indiferencia, señalándome ligeramente con la cabeza, sigue tecleando ¿Qué tantas cosas podríamos necesitar?
— Natasha... es bueno ¿Cómo...? ¿Por qué...?
— Lo mismo le pregunté cuando me recogió — sonreí al ver su confusión, él está acostumbrado a imbéciles cómo Mijail—. Estaba lloviendo, iba desnuda, cubriéndome con una sábana, corriendo por la calle, descalza, huyendo de cuatro sujetos que eran los clientes ese día, choqué con él, se deshizo de esos sujetos y me llevó con él. Me alimentó, me vistió, me dio un cuarto para mí sola, muy grande, con todas las comodidades, y me hizo terminar los estudios, incluso me dio una tarjeta sin límites para que me divierta y la gaste como mejor me parezca... Caesar es... es lo mejor que me ha pasado.
Soltándome del brazo del posesivo sujeto que luchó por mantenerme pegada a él, acercándome a mi hermano de nuevo.
— Agradécele de mi parte, parece que tú tampoco sabías de esto — Abrazándome otra vez—. Estaré eternamente agradecido por este gesto, y espero que podamos volver a vernos en otra oportunidad.
— Ah, lo olvidaba, Jasha — dijo Caesar—. Ten esto, para que hables con Nat, tiene plan, así que no te preocupes por los datos o el cobro por las llamadas.
Entregándole un móvil nuevo.
— No puedo aceptar tanto, señor, ha hecho suficiente por nosotros.
— Lo hago por Natasha, no confundas las cosas, ni tú ni tu mierda de familia me interesan.
Dando media vuelta, apoyándose en el auto para seguir tecleando.
— Es un poco especial en ocasiones.
Me excusé.
— Natasha, es Santino.
Dijo Caesar.
Levantando el móvil, mí móvil... ¿En qué momento...?
Revisé mis bolsillos y efectivamente el aparatito no estaba ¿Cómo puede tener las manos tan rápidas? No lo sentí.
— ¿Qué dice?
— No sé la clave.
Dijo.
— 1710, mi cumpleaños.
Lo apuntó y comenzó a leer.
— Dice: ¿Cuántas marcas tengo Nat? ¿Se ve muy mal y por eso no me lo cuentas? Estoy seguro de que tengo una mordida fea en las nalgas y no puedo ponerme la pomada yo sólo ¿Dónde estás? Necesito ayuda.
Me miró con cara de perro.
— No te enojes con él, está chiquito, míralo, sólo y desprotegido, hay que cuidarlo.
Respondí antes de que empezara con sus comentarios.
— Es incluso mayor que yo.
Debatió.
— Pero tú sí sabes cuidarte solo.
Entrecerró los ojos.
— ¿Quién dice que puedo sólo?
Haciendo una rabieta. Es igual a un niño, tonto y absorbente.
— ¿Qué le digo?
Soltó de mala gana, rindiéndose al ver que no daré mi brazo a torcer.
— Dile que voy de camino para ayudarlo.
Asintió, comenzando a escribir.
— Jasha, me tengo que ir, es una visita corta, pero creo que necesitas supervisar el trabajo y organizar las cosas en la casa — Dándole otro abrazo que quede en mi memoria, lo voy a extrañar—. Tenemos que volver al hotel, estemos al contacto.
Lo solté.
— Gracias, de verdad gracias por todo, me gustaría decir que se lo pagaré, pero esto es...
— Caesar es así, le encanta despilfarrar dinero, y presumirlo también, así que sólo disfrútalo y no dejes que mamá saque provecho de esto, divídelo para todo el invierno, come bien, abrígate, y no uses zapatos delgados en la nieve o se te congelarán los pies, los pies azules...
— Significan peligro, lo sé, yo te lo enseñé — Dijo, besando mi frente—. Vive bien Tacha, sigue siendo feliz, estaré bien, te lo prometo, no te preocupes y vive tu vida cómo mejor te plazca, lo mereces.
Volteándome y dándome un pequeño empujón hacia Caesar, mientras yo... contengo las ganas de llorar, no me siento lista para irme aún.
— Estoy bien, más que bien, soy feliz — Dejando que Caesar rodeara mis hombros con su brazo, de nuevo pegándome a él—. Me alegra saber que estás bien, hermano.
— Y a mi me alegra saber que encontraste un hombre bueno.
Respondió Jasha.
— Bueno, bueno... no soy — Aclaró Caesar—. Yo quería dispararle a tu madre.
— ¡Caesar! — lo regañé, golpeando su brazo con mi mano extendida—. ¿Sabes qué? Mejor entra al auto.
— Es la verdad, pastelito, siempre hay que decir la verdad, yo nunca miento, lo sabes.
— ¿Y hoy? Eres un mentiroso también.
Viéndolo caminar hacia el auto lentamente, de espaldas, con un media sonrisa en el rostro.
— Yo nunca miento, dije.
Respondió.
— Pero lo de tu novia...
No entiendo.
— Ya dije. Nunca miento, mujer tonta ¿Cómo aprobaste tus exámenes?
Cerrando la puerta del auto, dejándome confundida con sus extrañas señales, no entiendo a ese hombre.
— Tu novio es un poco extraño ¿Es seguro vivir con él?
Dijo Jasha.
— Lo único que podría matarme estando con él, es una cogida, así que tú tranquilo, estoy más que bien.
Me despedí de él al menos unas tres veces, entre ellas, preguntándome si realmente Caesar era un hombre cuerdo, algo que ni yo puedo asegurar, pero ambos coincidíamos que con él estaba más que bien, así que prometiendo que estaríamos en contacto, abrió la puerta del auto para mí, besó mi mejilla y me dejó partir, viéndolo empequeñecer a medida que el auto se alejaba.
— Gracias por hoy, Caesar, me divertí mucho.
Le sonreí.
— ¿Comenzando por la cogida?
Carcajee.
— Todo, hoy fue un día estupendo.
Me tomó por las piernas, arrastrándome hacia él, sentándome sobre sus piernas.
— Para que después no te sientas sola, se supone que tengo que mimarte.
Negué sonriente.
— No debí contarte eso, olvídalo, por favor.
Sin hacer el más mínimo esfuerzo por ser bajada.
— Demasiado tarde.
Canturreó.
Y así, entre bromas y risas, regresamos al hotel.
No tuve oportunidad de preguntarle sobre lo que pasó antes, eso de que nunca miente... no... no entiendo, pero tampoco le daré muchas vueltas al asunto, soy la novedad, él se acuesta con chicas todo el tiempo, el joyero dijo que siempre regala piezas preciosas, es su patrón, Caesar es así, ya se le pasará, es cosa de tiempo.
***
Entramos a nuestro cuarto de hotel, viendo una cama de madera aún más gruesa que la anterior, todo estaba limpio y reluciente, como si jamás hubiese pasado nada.
Aburrida de usar ropa, pero lamentándome por tener que salir otra vez, me decidí por la comodidad, unas calzas, unas botas peludas y un polo dos veces mi talla, que me cubre el culo en su totalidad, y ya estoy lista para ir a visitar a Santino.
Entonces lo sentí.
— Mierda — Caesar me miró preocupado—. Necesito ir a la farmacia, ya regreso.
Dando media vuelta, dispuesta a correr antes de que el accidente se hiciera incontrolable.
— ¿Qué pasó? ¿Te lastimaste? ¿Te golpeaste? ¿Te duele algo?
Se acercó preocupado, sujetándome por el brazo, impidiendo mi huida, observándome de pies a cabeza.
— Es que... me... llegó mi periodo, necesito ir por unos...
— Yo voy, yo iré, no puedes caminar en ese estado, tienes que descansar, traeré una bolsa de agua caliente, y medicamentos, he escuchado que sufren mucho por el dolor menstrual — Colocándose el abrigo otra vez—. Voy y vuelvo, te busco dónde Santino.
Dejando el cuarto.
— Pero no te dije lo que ocupaba...
Observando la puerta cerrada.
Ni modo.
Fui hasta el baño, tomé un buen poco de papel higiénico y lo puse en mis bragas para esperar a que Caesar llegara con lo que sea que llegara, yo quería tampones.
Abandoné mi habitación y caminé hacia la de Santino, la puerta estaba abierta, por lo que entré sin más, descubriendo que el lugar huele a limpio y no a sexo cómo esperaba, probablemente las mucamas pasaron por aquí, no quería encontrarme con los rastros de su noche.
— Ya llegué, bonito, muéstrame ese culo, es mi turno de cuidarte.
Entrando a su cuarto, viéndolo recostado boca abajo, con las sábanas cubriendo su culo.
— Uy... en persona te ves peor que en la foto ¿Cómo estuvo tu noche?
Tomando asiento a su lado, acariciándole el cabello.
— No me lo recuerdes...
Abrazando la almohada, ocultando su rostro, aún así vi cómo las orejas se le coloreaban. Pobre.
— Quiero detalles ¿Qué es la vida sin detalles?
Tomando la pomada de la mesa de noche y los parches, descubriéndolo.
— Yo no soy bisexual ¿Ok? Comencemos por eso — comenzó a narrar—. Pero Aless no se veía como Aless, y no sé qué pasó, fue como si me estuviera quemando y necesitaba ser tocado, ya sabes, que me...
— Que te masturben, continua.
Dije.
— Agh ¿Tienes que ser tan directa?
— Las cosas tienen su nombre y ya me has visto follar, no es necesario tanto pudor, ya cruzamos esa barrera.
Colocando la pomada en cada moretón, y los parches en las mordidas más feas luego de desinfectarlas.
— Bueno, está bien — suspiró— Nos trajeron aquí, el error fue dejarnos en la misma cama, cuando desperté, Aless me estaba haciendo un oral, y claro que me calenté, yo lo toqué, le hice otro oral y al minuto siguiente yo lo follaba, y luego él me follaba, y así pasamos toda la noche.
Contó, rojo hasta las orejas.
— Bueno, al menos tú sí tuviste diversión, a mí me amarraron con una camisa para que no lo tocara, no quería abusar de mí en mi estado, pero en la mañana...
— Te folló todo lo que no hizo anoche.
Terminó la frase por mí.
— Así es.
Desviando la atención hacia mi móvil en mi bolsillo, está sonando.
— Es Caesar, dejaré el altavoz para seguir curándote ¿Está bien?
— No hay problema.
Dijo.
Contesté y dejé el móvil en la cama luego de poner altavoz.
— ¿Qué sucede, Zar?
Pregunté.
— Nunca me dijiste que había tanta variedad — Suena acomplejado— Hay toallas femeninas con alas, sin alas, nocturnas, diurnas, deportivas, tela suave, tela malla, con manzanilla, de bajo flujo, Regular, o maxi... también hay tampones, pero son por talla, que complicado, y hay copitas menstruales, la vendedora dijo que son cómodas, reutilizables y que no tendrás accidentes por la noche, también son por talla.
Santino se cubrió la boca para no reír, supongo que Zar comprando tampones para mi periodo no es algo común.
— Mmm... tráeme unos tampones, usualmente uso talla S, pero tuve sexo contigo hoy así que mejor unos M, y podrías traerme una copa menstrual... pero no sé qué talla soy.
Pensé.
— Deja que le pregunte a la vendedora como saber eso.
Respondió el hombre al otro lado de la línea.
Santino se cubre la boca para no reír, esto es algo de ver y no creer. Terminé golpeándole el culo con mi mano para que evitar reír yo también y hacer enojar al hombre al otro lado de la línea.
— La vendedora dijo que serías talla S ya que no has tenido partos... ya sabes, por ahí, y eres menor de treinta.
— Entonces la S — dije— Gracias Caesar.
— No es nada, compro la bolsa de agua caliente, los medicamentos y te los voy a dejar.
— Te espero, gracias por ir a comprar todo.
— No podías ir tú sangrando, que incómodo sería, dijiste que debo responsabilizarme, soy responsable de ti, así que voy a cuidarte, nos vemos.
Cortó la llamada, entonces Santino se largó a reír.
— Es que yo necesito saber qué le hiciste a Caesar — Observándome con lágrimas en los ojos, partiéndose de la risa—. Si los chicos se enteran que está comparando tamaños de copas menstruales y tampones... el jefe perdería todo el respeto que le tienen — Mirándome—. Caesar debe tenerte muy en consideración para hacer tanto por ti.
— Comienzo a cuestionarme cuanto, tengo que contarte lo que pasó hoy, lo que dijo.
— Cuéntamelo todo.
Entonces le conté la confusión que tenía sobre si las mentiras que dijo eran realmente mentiras o... bueno, no entiendo. También le conté los intercambios de conversaciones post sexo, lo que pasó dónde el tatuador, el almuerzo incómodo, mi miedo a quedarme sola, lo que pasó en casa de mi madre. Todo. Con lujo de detalles.
— Ok... según lo que me cuentas, al Zar le gustas, pero no sabemos de qué manera, porque a mí me gustas como hermana menor, olvidemos por completo lo de anoche, gracias. a Aless le gustas como colega y de forma sexual, y bueno, hay muchos tipos de gustar, tenemos que averiguar qué tipo es este.
— ¿Este qué?
Dijo Caesar, entrando al cuarto, observando la escena.
— Uy Santino... — mencionó el jefe, mirando con pena y burla al castañito— Pensaba gritarte por estar desnudo frente a Natasha, pero te ves tan como la mierda que voy a evitarlo — Estirando la bolsa hacia mí—. Es mejor que te pongas algo para que no tengas accidentes.
Dijo.
— Sí, lo haré ahora mismo — Tomando la caja de tampones, he visto que con la copa hay que hacer todo un proceso antes de usarla—. Usaré tu baño, Santino.
— Lo limpiaron hace poco así que está reluciente para que pongas tu culo sin miedo.
Respondió.
— Así me gustas más, bonito — Caesar me miró mal—. Amigo y compañero, hermano que me faltó tener.
Puntualicé, cambiando el discurso antes de que llueva sangre.
— Así me gusta más — dijo Caesar—. Mientras tú te cambias, iré a visitar a Aless, de seguro el pobre ha estado sólo todo el día...
Sonriendo con malicia.
— Caesar no...
Dije, dando un paso hacia él.
— Sólo iré a saludarlo.
Caminando lentamente hacia atrás.
— Tus saludos me dan miedo.
— Iré a hablar.
Ya se está acercando a la puerta.
— Dame tu arma.
Apresurándome a llegar a él, extendiendo mi mano, lo conozco lo suficientemente bien para saber que no sólo hablará.
— No estarás hablando en serio.
Dijo.
— Estoy hablando muy en serio.
Rodó los ojos y me entregó su arma.
— Lo demás también.
Dije.
Me entregó la navaja en su zapato, su bolsillo trasero y el revolver pequeño en el bolsillo de su abrigo.
— Seguro que no falta nada más.
— Lo juro por lo bueno que es el sexo contigo.
Cabreado.
— Caesar... no podrías sólo...
— No, no puedo, ve a cambiarte.
Sonrió sin gracia y cerró la puerta al salir antes de tener oportunidad de alcanzarlo.
Quise seguirlo, tuve toda intención de hacerlo, sujeté el pomo y... no pude abrir. Caesar está arrastrando algo, un objeto pesado que me impide abrir la puerta, luego su maldita carcajada maliciosa.
— Mierda, lo va a matar.
Dije preocupada.
— ¿Matar por qué?
Preguntó Santino, volteando el rostro para mirarme.
— Puede que anoche, como no quería follarme, le dije que iba a venir con Aless porque él siempre quería...
— Mierda... — dijo—. Creo que acabas de firmar su sentencia de muerte — suspiró— Fue un buen compañero, lo voy a extrañar, ahora ve a cambiarte, no quiero la alfombra con sangre.
— Pero Aless...
Señalando la puerta.
— De todas maneras, no puedes abrir la puerta, sólo hay que pensar dónde vamos a enterrarlo.
— No es divertido.
Dije.
— Y yo no estoy bromeando.
Se ve completamente serio y relajado ¿Por qué? Si Caesar va a matar a su amigo que estuvo hace menos de doce horas dentro de él.
Preocupada, entré al baño, y me puse el maldito tampón.
No lo matará... ¿Cierto? ¿Habrá otra manera de salir de esta habitación?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top