Capítulo 13
CAESAR
Natasha tosió apenas permití que tomara un poco de aire, respirando una larga bocanada luego de tener una arcada, viéndome con el ceño fruncido, limpiándose la saliva de la barbilla con el dorso de la mano.
Me divierte esto de tener el control, verla dispuesta a cumplirme las fantasías sin siquiera saber las perversiones que me pasan por la cabeza me pone tan cachondo que se me tensan las pelotas, hoy voy a hacerle todo lo que no le pude hacer ayer.
La psiquiátrica, a pesar de que le cuesta trabajo tomarme completo, no se da por vencida, se recupera rápido, relamiéndose los labios antes de abrir la boca y engullirlo hasta la empuñadura, apretándome con su húmeda garganta, moviendo la lengua para rozarme, chupando la punta, ahuecando las mejillas, sujetándome por las bolas, haciendo uso de todas sus técnicas para que me cueste trabajo contenerme.
Necesito saber qué tipo de amarre me hizo esta psiquiátrica, yo jamás rompo mis promesas, dije que no iba a tocarla hasta que cumpliera dieciocho, y aquí estoy, follándole la boca por segunda vez, pensando en cuando podrá repetirse.
Yo conocí una Natasha tímida, pero cuando se trata de sexo, se transforma la bestia, compre una esclava bipolar ¿Cuál será su verdadera personalidad?
— Pastelito — Tomando directamente el collar con mi mano, empujando y soltando para marcar el ritmo, importándome poco los dientes que se me clavan en la piel— ¿No tienes hambre? Porque yo estoy hambriento... — Metiéndola toda dentro, empujando con fuerza con las caderas— Y lo que quiero comerme es esto...
Deslizando mi mano por su vientre hasta llegar a la humedad que tiene entre las piernas, masajeando su hinchado clítoris, sensible, sonriendo al verla mover las caderas para tener más de mí.
Sus jadeos ahogados, su mano en mis bolas, su mirada suplicante...
Voy a correrme, ya no aguanto más, esta mujer no deja de provocarme.
Retiré mi pene, masturbándome con ayuda de su saliva, viendo su rostro de frustración al ver que le quité su dulce favorito y no le permito acercarse para que continue con su tarea.
— Saca la lengua, Pastelito.
Así hizo, protestando cuando dejé de frotarla, apoyando ambas manos en la cama, sonriendo cuando leyó mis intenciones, usando esa mirada sucia y pervertida, que sabe que me encanta.
Y con esa imagen en frente, esa caliente imagen, me masturbé con dureza, rápido, apretando los dientes, sintiendo la oleada de placer previa al orgasmo arañándome el espinazo, tenía las pelotas tan tensas, tan cargadas que terminé corriéndome de forma dolorosa, apuntando directo a su boca, viendo mi semen caer en gruesos chorros atiborrándole la lengua, mientras ella se queda quiera para recibirlo todo, tomando con su pulgar las gotas que se le escaparon, rozándose el labio inferior, tragándoselo todo, chupando su falange después, viéndome fijamente en todo el proceso, con la respiración agitada, jadeando desesperada por un poco de atención.
— Qué rico...
No es suficiente, sigo teniéndola dura, dolorosamente dura, lo que yo necesito es estar dentro de ella para calmar el hambre que tengo de su cuerpo.
— Acabas de ser bautizada por mí, bienvenida a la mafia italiana.
Bromee.
— Ja Ja Ja, que gracioso Zar — Recostándose en la cama de espaldas— ¿Por qué no usas esa boca para algo más? — Separando las piernas, frotándose el clítoris sin pudor alguno, mostrándome todo— Creo que tienes sed — Apoyando su pie en mi hombro, ni siquiera noté cuando comencé a inclinarme hacia ella—. Y yo tengo mucho para darte.
Hipnotizado por su voz y sus movimientos, en un estado de lascivia puro, apoyé las rodillas en la cama, tomando asiento sobre mis talones, observando cómo se frota el clítoris, separa sus labios y me muestra su húmedo sexo chorreante, mientras pellizca uno de sus pezones, gimiendo fuerte, arqueando la espalda, sonriendo mientras jadea y me mira con los ojos brillosos.
Sin poder aguantar más, la sujeté por debajo de sus muslos, despegando su cadera del colchón, acercando su vagina a mi rostro, deleitándome con el aroma a excitación que desprende, si así de rico huele ¿Cómo será su sabor?
Acerqué el rostro a su vagina, propinándole la primera lamida con la lengua plana, un roce duro, dispuesto a llevarme todos sus jugos conmigo, comprobando mi teoría, todo en ella es dulce, esta mujer es deliciosa.
Succioné su clítoris con fuerza, escuchándola soltar un gritito, sintiendo su pequeño cuerpo temblar, calmé la sensación con mi lengua, chupé sus labios y rocé con mis dientes, lamiéndola de abajo hacia arriba otra vez, procurando tomar todos sus jugos, sintiendo mi barbilla húmeda goteando su excitación por el cuello, perdiéndose por mi pecho y más abajo, impregnándome de ella.
— Mierda...
Se tensó, enredado sus dedos en mi cabello, las piernas le tiemblan acomodadas sobre mis hombros, su vagina se inunda, su sabor es increíble, no me canso de ella, mi boca no puede evitar cerrarse sobre ese coñito dulce chupando con mimo, rozándole el clítoris con el pulgar, penetrándola con mi lengua.
¿Cómo es que nunca quise comerme un coño antes? Que puta maravilla.
Apoyé sus caderas en la cama otra vez, y de rodillas, con el rostro entre sus piernas, fui por su clítoris otra vez, mordisqueando, chupando, lamiendo de arriba abajo, introduciendo dos dedos en su vagina, dedos lo suficientemente largos para tocar su punto dulce una y otra vez, sintiéndola temblar bajo mis atenciones.
— Caesar... me voy a correr... — Jalándome por el pelo más cerca de su sexo, meneándose para rozarse mejor— Más rápido... más rápido...
Metí y saqué mis dedos con rapidez, enroscándolos para darle justo lo que quiere, escuchando el sucio chapoteo que provoca su humedad, buscando el placer de la chica que se desarma de placer, y no puede verse más guapa mientras me obliga a quedarme justo dónde estoy, ahogándome con su lubricación.
Su cuerpo se tensó por completo cuando llegó al orgasmo, sin soltar mi cabello, gimió y suplicó que dejara de darle placer, está sensible, sigue corriéndose, aún así, no le di tregua, recogí todo lo que me dio, tosí un poco, me ahoga, y gracias a ella acabo de caer en cuenta de que yo también tengo un poquito de masoquista en mí, porque no di mi brazo a torcer, me tragué todo, lamí hasta la última gota antes de levantar la cabeza a duras penas, la rubia sigue con mi cabello entre sus dedos, aun así, pude ver su rostro sonrojado, los labios entreabiertos, sus ojos vidriosos de placer, su pecho sube y baja para oxigenar su cuerpo, sudor perlado cubre su lechosa piel perfecta.
— Es la primera vez que le hago un oral a una mujer, siéntete orgullosa por ello.
Mencioné jadeante, lamiéndome los labios.
Gruñó cómo toda una bestia, jalando de mi cabello para acercarme a su boca, me besó con rudeza, metiendo la lengua dentro de mi boca, saboreándome, tomándome desprevenido, esta mujer es fuego puro y muy impredecible, si pestañeo, no sé dónde vaya a llegar esto.
— No es el primero que me hacen — dijo—. Pero sin duda es el que más he disfrutado, maldita esa lengua del diablo que me vuelve loca, tienes que repetirlo en una próxima ocasión.
— Dalo por hecho.
Habrá una próxima vez, eso es bueno, es muy bueno.
— Todavía no estoy satisfecha — Estiró su mano, sujetando mi verga, apretándola con fuerza, obligándome a gemir y tensarme, es una hija de puta por dónde la mire, cuanto la odio—. Parece que esto quiere atención también — Masturbándome—. Estoy muy húmeda, tu verga se sentirá en la gloria cuando me penetre.
Apreté los dientes, carcajeando bajo, observando la seguridad con la que habla, con la que luce sus perfectas curvas, su mirada, su voz, su sonrisa altiva, ella cree que tiene el control, tengo que demostrarle lo contrario, aquí el dueño soy yo.
— Pues yo tengo una deuda con ese culito que dice muy bien lo que quiere de mí, ponte en cuatro y muéstramelo.
— Como Daddy diga, y no sueltes esto — entregándome la correa—. Soy toda de Caesar, márcame por dentro también, quiero ser tu lienzo, Zar.
Carcajeó con malicia al ver cómo mi respiración se hizo superficial, aún así siguió mis ordenes, girando en la cama para darme la espalda, levantó el trasero, separó las piernas y apoyó el pecho en la cama, entregándose por completo.
— No tienes idea del problema en el que te estás metiendo.
Movió el culo de un lado hacia el otro, provocándome, observando por encima de su hombro.
— No siento los golpes...
Canturrio.
— Oh tranquila, que pronto los vas a sentir, y cuando termine contigo, extrañarás la comodidad de sentarte sobre este bonito culo tuyo.
Mordí su nalga, dejando mis dientes marcados, froté mis palmas, impaciente de ponerle las manos encima, y la golpeé, viendo como rápidamente su nalga derecha se torna roja, con la forma de mi mano ¿Lo mejor? El grito que soltó cuando la nalguee como tanto deseaba.
— Más duro...
Pidió.
Es una masoquista de mierda, mira que calentarse con unas nalgadas...
Le di el placer, jadeando emocionado al ver su otra nalga con mi mano dibujada, esperando para ver si es capaz de soportar.
— De nuevo...
Gimoteó retorciéndose en la cama, apretando las sábanas bajo sus puños, mientras yo chirreo los dientes, sonriendo con malicia, sintiéndome cómo un puto enfermo por esto.
¿Cuánto tiempo esperé por una mujer que soportara mis fetiches en la cama? ¿Cuánto tiempo, joder?
No dudé en golpearla otra vez, su culo rojo, redondo, perfecto, su vagina chorreando, sus piernas temblorosas...
Tan dispuesta...
— ¡Otra vez!
Demandó.
La golpeé en la otra nalga, tomando la correa y sin previa preparación la penetré, viéndola arquear la espalda, soltando un gritito, tragándose toda mi verga que no le costó deslizarse en su interior con lo mojada que se encuentra, tensé la correa, y disfruté de la vista, deleitándome por la sensación de estar en su interior, nunca probé un coño tan apretado antes, nunca creí que hacer un oral a otra persona sería tan placentero.
— Lo siento Nat, pero ya no puedo más, por tu culpa, se me fue a la mierda la cordura.
Clavé los dedos en sus caderas y la penetré con fuerza, entrando y saliendo de su agujero, golpeando su trasero cada tanto, perdiendo la cabeza con los sonidos que escapan de su boca, animándome a seguir, ella está bien, le gusta esto, no hará que me detenga, le gusta tan rudo cómo a mí, no voy a romperla con un par de cogidas.
Enrollé la cadena en mi mano, jalándola bien, usando la mano libre para aplastar su espalda baja, moviendo las caderas para golpear su culo con mi pelvis, sonriendo malicioso al verla moverse para que le dé más duro, importándole poco que tenga el collar puesto, ignorando el dolor de los dientes en su carne, siempre dispuesta, dijo, no mentía, su cuerpo siempre está caliente, siempre quiere más, y aguanta, no es una perra débil y cobarde.
Me corrí en su interior incapaz de detenerme, la atraje a mi cuerpo, pegando su espalda a mi pecho, con mis brazos, rodeé su cuello y su cintura, inmovilizándola mientras golpeo repetidas veces en su interior, con fuerza, tanto, que se me abombaron los oídos, el golpe seco que producen nuestros cuerpos al chocar es todo lo que escucho con claridad, gruñendo ante el dolor de sus dedos enredados en las hebras de mi cabello, jalándolo, mientras se ríe, se ríe de mí.
— Maldita desquiciada ¿Qué crees que estás haciendo?
Golpeando más rudo, apretando su garganta con la fuerza suficiente para quitarle parte de su aire, mientras ella me clava las uñas de una mano en la muñeca.
— Devolviéndote un poco del dolor que estoy sintiendo ahora ¿Te gusta?
Lamiendo la comisura de mi boca.
— Creo que puedo darte algo que te gustará más.
La solté, apoyándola en la cama otra vez, acomodándola en el centro, sujetándome al respaldo para usarlo como impulso para penetrarla mejor, escuchando sus quejas, jadeos y gemidos, rasguñando mi muslo, clavándome las uñas, ya no gime la psiquiátrica, grita, eso es lo que quería escuchar, yo quería que perdiera el control, cómo yo, yo lo perdí hace mucho.
— Maldito hijo de puta, loco — Entre gritos ahogados— Desquiciado de mierda, no te detengas.
En un segundo estábamos follando, y al siguiente, sujeto el respaldo para que no le cayera a Nat encima, tanto movimiento rompió las patas delanteras de la cama, el colchón cedió y terminamos cayendo hacia el frente.
— Rompiste la puta cama, animal.
Me regañó.
— Aún no me corro, ven aquí.
Apoyé el respaldo de manera que no se nos cayera encima, tomé asiento en el colchón sin importarme que la mitad estuviera en el piso, traje a Natasha conmigo y seguí follándola, hundiéndome en lo más profundo, sintiendo la forma de mi pene abultado en su abdomen, levantando una de sus piernas para probarme a mí mismo que aún puedo ir más allá, viendo a Nat deshacerse entre mis brazos, apoyando su cabeza en mi hombro, gimiéndome en el oído.
Y como la cama ya había aguantado lo suficiente, las patas traseras cedieron, la cama terminó en el piso y con la sentada que me dio Nat al dejar caer su peso sobre el mío provocado por la desgracia de la cama, terminé corriéndome de forma dolorosa, casi me revienta los huevos esta loca psiquiátrica
— Joder... me dolió.
Quejándome, dejándome caer de espaldas para recuperarme del bochorno, trayéndola conmigo, recostándola sobre mi pecho sin abandonar su interior, estoy agotado, mis bolas doloridas me dicen que ya debemos parar, ya destruimos la cama, pero mi mente me convence y me incita a ser creativo, aún tenemos las paredes, las puertas, el baño, la sala, el piso, el piso siempre es una buena opción, no puedes romperlo, podemos continuar ahí.
— Un polvo más, sólo uno...
Propuse, masajeando su pecho, recorriendo su espalda con la otra mano, madreándole el culo mientras muevo las caderas, provocándola.
— Pero la cama...
Meneando las caderas, probándome una vez más que ella tiene la misma libido que yo, aguantará unas cogidas más.
— No necesitamos la cama.
Respondí, levantándome con ella rodeando mi cintura, apoyé su espalda en la pared más cercana y la penetré otra vez. Creo que me gustan más estas posturas en las que puedo ver de cerca como se le desfigura el rostro cada vez que empujo en su interior.
— ¿Quieres comprobar que tan bien hechas están las paredes?
Propuse, lamiendo su cuello.
— La puerta también necesita inspección.
Dijo, rasguñando mi espalda sin limitarse.
— Mmm... en ese caso deberíamos chequear el baño otra vez — Yendo por su boca, devorándola—. Y la calidad de la bañera...
— Sí... lo que quieras, sólo no te detengas...
Sujetándose bien, mordiendo mis labios, deslizando su lengua dentro de mi boca, mordisqueando mi barbilla, marcando mi cuello, mi pecho, mis hombros, dejando marcas visibles, marcándome, claramente no me quedaría atrás.
— No te escucho rezando, Pastelito — dije sin detener mis arremetidas— Reza para que tus piernas sigan funcionando después de esto.
Sintiéndola apretar mi verga con fuerza, corriéndose ante mis palabras, llevándome con ella. Ahora debemos probar otra superficie... tantas posibilidades... Tanta energía...
***
Luego de secar su cabello y vestirla, ignorando en todo momento la sed de sangre con la que me está mirando, me detuve un momento a apreciar mi obra de arte, se ve decente, le tiembla un poco el cuerpo por el esfuerzo, derecha no puede sentarse, de hecho... No es capaz de apoyar el culo en la cama, se le irritaron las nalgas con mis castigos, y creo que se me pasó la mano con su cuello, entre el collar, mis manos y los chupones, lo tiene horrible, de todos colores, quien la viera pensará que la he maltratado en el mal sentido de la palabra ¿Qué clase de mierda fui con ella? Perdí la cabeza.
— Eres un maldito animal — Me recriminó, viendo lo mismo que yo con horror—. Ahora vas a tener que cargarme porque no me funcionan las malditas piernas, hazte cargo, Caesar Marchetti.
— En mi defensa, tú estabas muy a gusto también — puntualicé—. Además, ve el lado positivo, no sientes las piernas, no te va a doler tanto el tatuaje.
Carcajee.
Nat sólo se dignó a levantar la mano y mostrarme su dedo medio, dónde llevaba el anillo que le regalé, se le ve bonito, un diamante como ella necesita más joyas.
— Jodete, Zar.
— Te compraré un pastel gigante de regreso — Subiéndola a mi hombro como el costal de papas que es— ¿Seré perdonado con eso?
Sé que va a perdonarme, le gusta follar, ya volverá, y si la convenzo con un poco de cosas dulces, seré perdonado más rápido, ya comienzo a entender la simpleza de su mente.
— Es hora del almuerzo, te perdono con unas hamburguesas, y de postre el pastel.
— De postre tenía pensado comerte a ti.
Dije sincero, abriendo la puerta que daba al pasillo principal, viendo a Vitto con la tableta de Santino, paseándose de un lado hacia el otro fuera de mi puerta ¿Cuánto tiempo llevará ahí? Santino suele interrumpirme por más amenazas que le dé, por más carteles que ponga de "No molestar" en la puerta, se pasa todo por el culo si necesita hacerme saber algo con urgencia. Malditos Coppola, siempre anteponen el trabajo a su vida.
— No seré el postre, creo que fui todas tus comidas del día por un mes completo — golpeando mi trasero con fuerza, parece un gatito enojado, cree que asusta, pero es condenadamente tierna—. Deja a mi cuerpo descansar.
La nalguee para hacer que se callara, mostrándole cómo se hace. Viendo a Vitto con una ceja alzada.
— ¿Dónde está ese incompetente?
Pregunté, refiriéndome a Santino, él nunca falta al trabajo, se portó cómo el culo ayer, no creo que su ausencia sea de vergüenza.
— Señor, Santino está incapacitado para trabajar hoy... Aless también, ninguno puede salir de la cama.
Deslicé la mano por mi rostro, contando hasta mil para no ir y reventarle la cabeza a ambos por idiotas, al parecer, su diversión no acabó cuando dejaron el club, continuaron en el cuarto.
— Castigo suficiente será el recuerdo de lo que hicieron anoche — Sonreí malicioso ante la idea de lo horrorizados que deben estar—. Vitto, que servicio al cuarto se encargue del desastre en mi cuarto, pídeles una nueva cama, la que teníamos se rompió, madera de mala calidad, demasiado barata.
Chasquee la lengua.
— Era de roble grueso, idiota.
Debatió Nat.
Volví a golpear su trasero, es una irrespetuosa.
— Pastelito, limítate a insultarme cuando estemos solos, se supone que debes que respetarme.
— Te respetaré cuando hagas algo que valga mi respeto, rompe culos.
Se quejó.
Ok... creo que está cabreada, se lo dejaré pasar por hoy, primero la alimentaré, ya veremos después con que humor anda.
— Emm... jefe ¿Alguna otra petición? Lo tendré listo para su regreso.
— Compra pastelitos de la tienda que le gustó a Nat y déjalos en el refrigerador, eso es todo.
— Tendré todo listo.
Respondió.
Dada por finalizada la conversación, hice el recorrido hacia el ascensor, presioné el botón de la primera planta, y bajé con la rubia al hombro de manera despreocupada, viéndola por el espejo con los brazos estirados, totalmente relajada, el cabello sujeto en su mano para que no se ensucie con el piso, le gusta ser cargada, es una mocosa mimada.
Salí del ascensor levantando la vista, mirando mal a todos quienes se me quedaron viendo horrorizados, entiendo sus puntos de vista, casi parece que Nat está muerta o inconsciente, y la estoy secuestrando, pero nadie fue lo suficientemente valiente para acercarse, estúpidos cobardes.
Caminé hacia el exterior, la puerta abierta para mí, uno de mis hombres sostiene el paraguas grande para que la nieve no nos toque, Rusia está en pleno apogeo con su maldito invierno, a Nat no le gustan estas cosas.
Subí al auto rápido, pero sin hacer notar que es por la tonta traumada que cargo encima, sentándola sobre mis piernas, intenté ser suave, aun así se quejó y me miró mal, acomodándose de modo que su bonito culo quede entre mis piernas, así no lo roza.
Ella en verdad está odiándome hoy.
— Te advertí que salieras del cuarto cuando aún tenías oportunidad, te lo advertí unas tres veces y tú no me hiciste caso, te dije que estaba sobrio, cachondo y cabreado, mala combinación.
Sentí la necesidad de volver a excusarme.
Y sigo preguntándome sobre el tipo de amarre que me hizo porque no es normal que quiera repetir el sexo cuando acabamos de parar, estuvimos horas follando, y afortunadamente Natasha me siguió el ritmo esta vez, no perdió el conocimiento, se lo aplaudo.
— Sé que solita me meto en problemas — Cruzándose de brazos— Pero ya no estoy tan enojada, cumpliste tu palabra.
Observando hacia el exterior, apreciando las vistas, más bien ignorándome, se le colorean las mejillas ¿Tiene vergüenza?
— ¿Qué cumplí?
Últimamente le prometo muchas cosas, no sé cual de todas habré cumplido.
— No cambiar de parecer en la mañana sobre... darme el tatuaje, mi permanencia en la organización, quiero quedarme, Caesar, si me tatúas, ya no podré ser puta porque todo quien me coja sabrá a quién pertenezco, y tampoco podré ir por ahí con otras mafias porque mi lealtad estaría contigo. Así yo tendré que obligatoriamente quedarme en La Cosa Nostra, no más Trata, no más sufrimiento.
Sigue preocupándose por cosas como esas.
— Te di mi palabra ¿No? — Acariciando su espalda— Tú perteneces aquí, esta es tu nueva familia.
— Caesar, confío ciegamente en ti ahora, cumples todas tus promesas, gracias por no dejarme a la deriva ayer.
Hablando con seriedad por primera vez, por lo general se hace la victima o me insulta, esto es nuevo.
— No todas — Tomé su mano, besando su anillo— Dije que no iba a tocarte hasta que cumplieras la mayoría de edad... y ahora...
— ¿Quieres que siga follando con Aless? Porque puedo cambiar de cuarto cuando regresemos al hotel si te molesta dormir conmigo, quizá hasta Santino quiera divertirse después de lo bien que lo hice sentir ayer.
La pegué a mi cuerpo, sujetándola de la cintura, apretándole la barbilla para que no aparte la mirada.
— Recuérdamelo y olvidaré que prometí no matarlo, por ti. Puedo ir ahora mismo e incapacitarlos de por vida si esa boquita tuya sigue desparramando mierda, porque acabo de recordar lo que hiciste con Santino.
Carcajeó.
— Entonces olvida esa promesa estúpida, ambos sabíamos que tarde o temprano ibas a caer por mis encantos, soy difícil de ignorar y te puse las cosas difíciles inconscientemente en algunas ocasiones, no te coquetee a propósito todo el tiempo, soy naturalmente promiscua.
Su ego rivaliza con el mío, ella sabe que está buena, sabe que podría tener al sujeto que quiera comiendo de la palma de su mano, lo sabe y lo usa a su favor, ella tomará todo lo que quiera, siempre, y lo conseguirá, no nació para obedecer, nació para ser obedecida.
Tendré que entrenarla con mano dura si no quiero pasar vergüenzas por sus constantes faltas de respeto.
— Lo admito, la polla siempre se me ponía dura cuando comenzabas con tus mierdas de coqueteo.
Acariciando sus muslos, ascendiendo en caricias lentas y provocadoras, deteniendo mi mano en su entrepierna, dándole un apretón, es su culpa por tenerla caliente y apetecible.
— Alto ahí Caesar — Dándome un manotazo para apartarme—. Déjame descansar al menos, el chofer está escuchando todo.
Se sonrojó.
— No estás escuchando nada ¿Cierto?
Pregunté al chofer.
— No señor. Soy ciego, sordo y mudo.
Respondió.
— Eso pensé.
Puse mi mano en su entrepierna otra vez, recibiendo el mismo rechazo, otro manotazo, lo intenté tres veces más por si se había equivocado, soy muy comprensivo, quise darle otras oportunidades, pero me golpeó en todas ellas, frunciendo el ceño, intentando bajarse de mi regazo, cosa que no le salió muy bien, afirmé bien su cintura, besándola tras la oreja, sintiéndola temblar.
— Si no te detienes...
— Si no me detengo ¿Qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Ir y follar con otro? ¿Tan poco aprecio le tienes a los hombres? Sabes que voy a matarlo, eres mi juguetito de caridad, Pastelito, tengo que cuidar mi inversión.
— Claro, y cuando me rompa, me desecharás y que pase el siguiente ¿No? Soy tu proyecto para equilibrar tu mierda —Pataleando otra vez, yo no le di tregua—. No más sexo ni cosas indecentes por hoy, me duele todo, hijo de puta estúpido ¿Qué tienes en la cabeza? ¿Un pene más grande que el que ya tienes?
— Así que crees que mi pene es grande, interesante.
Acariciando su cintura, sintiendo cómo sus empujes pierden fuerza y alza la cabeza para que le bese el cuello, su boca y su cuerpo no están muy conectados que digamos.
— No se puede conversar contigo, me rindo.
Cruzándose de brazos, apoyando la espalda en mi pecho.
— ¿Qué? ¿Te enojaste?
No me respondió, tiene el labio inferior abultado, frunce el ceño y mira hacia afuera sin responderme.
— ¿Ahora vas a ignorarme? ¿Así de infantil eres?
No está respondiendo, al parecer sí se enojó, y no tener su atención me parece una gran falta de respeto hacia mi persona, no puede ignorarme, se lo prohíbo.
— Pastelito...
Nada.
— Oye Natasha...
Ni siquiera me mira, está ignorando mi presencia por completo.
Hija de puta infantil, eso me pasa por follarme a una mocosa, es mi culpa por no saber decir que no.
— Bebé, lo siento... ya entendí, no más sexo por hoy.
Mira que bajo has caído, Caesar Marchetti, disculpándote con una mujer.
Un coño es un coño, te da placer y luego vas hacia el siguiente ¿Qué diría el tío Antonio si me viera ahora? Él no me crío así, me enseñó que las mujeres sirven (En mi caso) para mantener mi posición, liberar la tensión de mis pelotas, y tener herederos, nada más. Estaría muy enojado si supiera que ya me la cogí dos veces, un Marchetti no folla dos veces con la misma mujer a menos que se le pague para eso o te cases con ella, eso dice mi tío, yo solía hacerle caso en todo, y aquí estoy, pidiendo perdón.
— Bebé... ya deja de ignorarme, te escucharé la próxima vez ¿De acuerdo?
Rogando por segunda vez.
Tendré que ir a visitar a mi tío Antonio para que me ayude con mi estúpida decisión ¿Por qué recluté a una mujer? La mafia no recluta mujeres, no sirven para nuestro rubro, su papel es criar a los hijos y llevar las casas, entonces ¿Por qué me parece tan maravilloso lo que esta mocosa rubia hace? Es buena, muy buena para matar, nunca conocí una mujer así, las que conozco son sumisas, calladas, obedientes, sus manos están suaves, no callosas por el uso de armas, se aseguran de hablar con respeto delante de un hombre, no lo interrumpen y no opinan de sus asuntos, cumplen sus obligaciones al pie de la letra para no estorbar, piensan en lo que dirán antes de decir algo que nos moleste, esa es una buena mujer, una que se pelearán en el mercado del matrimonio. A esa clase de mujeres conozco nada más, así crían a las mujeres en el tratado de las cuatro casas, y Natasha es tan diferente...
— Si digo no, es no —Levantándome el castigo, girando el rostro lentamente para perforarme con esos dos trozos de hielo que tiene por ojos—. Santino dice que puedo elegir, y elegí no sexo por hoy, escucha lo que te digo, toma en cuenta mi opinión, obedece.
Sin duda es muy diferente a lo que conozco, si una mujer de las cuatro casas le responde así a un hombre, ya le abrían girado el rostro de una cachetada... Debería esconder a Natasha de las familias, morirá antes de sentirse realmente libre por sus continuas faltas de respeto.
— Sonríe un poco ¿Sí? Te escucharé la próxima vez, lo siento.
Se lo pensó, vi la duda cruzar su mirada, pero al final cedió y sonrió para mí.
Antes de pensarlo mejor, le besé los labios, apenas un roce para que después no diga que no la escucho.
Tengo que acabar con este jueguito antes que alguien se entere, es una deshonra, además, mi destino está trazado, mi vida está pauteada, y si quiero conservar el cargo, no debo desviarme de mi camino.
***
He estado dos horas en la misma posición, de brazos cruzados observando receloso al tatuador que le he confiado varios de mis hombres en el pasado, tocando a Natasha mientras la tatúa. La rubia está sin pantalones, usando sólo sus mini bragas, bragas que tendrá que quitarse cuando lleguen arriba para tatuar la cabeza de la serpiente en su cadera, y ella ni siquiera está nerviosa, no le interesa.
Debí aprender a tatuar para tener el placer de tenerla abierta de piernas por tanto tiempo.
Hijo de puta suertudo el tatuador.
— ¿Cómo vas? ¿Te duele? ¿Quieres parar?
Le preguntó, sonriéndole.
Sé lo que piensas, amigo, pero ella no se acuesta con carne barata, su calidad ni yo se lo permiten.
— Estoy bien, continue — Dijo—. Tengo un buen anestesiólogo, soy temporalmente incapaz de caminar, no siento las piernas.
Eso es, Natasha, ponlo en su lugar, que sepa que no tiene oportunidades contigo.
— ¿Qué tipo de anestesia usaste? No es normal no sentir las piernas, puedes tener un accidente, es peligroso.
Respondió este, muy concentrado en los colores y los detalles.
— El pene de mi jefe, es muy buena anestesia, no siento absolutamente nada, esa cosa es monstruosa.
Sonreí sintiéndome superior al ver cómo cambiaba el rostro del tatuador, no tiene esperanzas con la chica sobre la camilla.
— Y-ya veo.
Respondió sin más.
— Oye Natasha — Me acerqué, estoy aburrido, demasiado tiempo tranquilo— ¿Qué me dices si le hacemos una visita a tu madre?
Me observó con pánico.
— ¿Por qué querría ir a ver a esa mujer?
— Para restregarle en el rostro que, a pesar de sus esfuerzos por hundirte, estás mejor que nunca ¿Nunca has querido joderla? ¿Ni una sola vez? Puedo fingir ser tu novio, podemos ir y vestirnos con las prendas más costosas, que se revuelque en su miseria al ver lo bien que estás.
En sus labios se formó lentamente una maliciosa sonrisa, sus ojos se mueven en todas direcciones, sin enfocar, conozco esa mirada, es la mirada de alguien que está armando un plan, uno muy malo.
— ¿Me ayudarías con mi pequeña venganza?
Preguntó.
— Pastelito, por mi protegida, lo que sea, te prestaría a todos mis hombres para que dispongas de ellos si con eso puedes vengarte.
Le pediré a Vitto que hable con mi tío, necesito una noche de hombres para recordar cómo se hacen las cosas ¿Qué clase de amarre me hizo esta chica? No lo comprendo.
— Te tomo la palabra, apenas mis piernas cobren vida, lo haremos, y comienza a pensar en tu recompensa, Daddy, los favores no son gratis, puedo pagarte con mi cuerpo si quieres.
Ya recuerdo qué amarre me hizo, no necesito pensar más.
— Considéralo un intercambio justo, vamos a probar que tan buena es la cama que pusieron en nuestro cuarto ahora.
Ideando yo mismo un plan para compararlo con el de ella más tarde, si nos vengaremos de esa perra que lastimó a Natasha en el pasado y la obligó a vivir un invierno, lo haremos de la única manera que sé, a lo grande.
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