Capítulo 12
CAESAR
Acaricié la espalda de Natasha con una delicadeza que no sabía que tenía por dos razones, uno, ella sigue confundida, sus recuerdos se mezclan, no sabe que está haciendo aquí, sigue intentando tocarme o tocar al par de idiotas que se arrastraron lo más lejos posible de mí, he tenido que sentarla a horcajadas, con su rostro contra mi pecho, rodeándola sobre los brazos para que se quede quieta, llevo treinta minutos soportando cómo se frota con mi pene, me duele la verga, el cierre del pantalón me lastima.
Y dos, debemos seguir aparentando que ella es mi esclava y yo su dueño, lo cual no es muy difícil porque efectivamente ella es mi esclava y me pertenece, pero no quiero tratarla cómo todos tratan a sus putas aquí, Natasha no está en sus cinco sentidos y yo no pienso tocarla sin saber si es lo que ella desea, dejó claro lo mucho que le repugna mi presencia en el cuarto de hotel. Esta no es ella, es su inconsciente que intenta servir, complacer y entretener a su dueño, así le enseñaron.
Suspiré.
Aligeré el agarre de la rubia para ver si la neblina en su mente logró dispersarse, pero me equivoqué, inmediatamente tomó mi mano y puso la correa sobre esta, mirándome anhelante, moviendo las caderas otra vez, soltándome el botón, bajando ligeramente el cierre, gesto que agradecí abriendo ligeramente las piernas, mientras ella me acomoda la erección, sentándose sobre ella, empapándome la ropa interior con sus jugos, está muy húmeda, suplica con esos ojos de cachorro que tiene, quiere que me la coja.
— Ahora no, pastelito —Sujetando sus manos, llevándolas a mi pecho, aplastándolas con las mías—. Me odias ¿Lo recuerdas? No quiero obligarte.
Ella se inclinó hacia adelante, su centro caliente en contacto con mi glande, jadee por la necesidad de estar dentro de ella, sintiendo sus labios rozarme la oreja, si continua así, no podré seguir siendo correcto, nunca aprendí sobre el control, siempre he tenido lo que quiero, pero no puedo tenerla a ella, no debo, joder.
— Si Tacha no lo hace feliz, Mijail me castigará con el collar, señor. Por favor dígame qué quiere que haga. Si me ve quieta, me dará una paliza.
Cerré los ojos para contener la oleada de rabia que amenaza con salir a flote y destruir todo a su paso, ella no tiene la culpa de lo que le pasó, no puedo descargarme con ella, es una víctima, y yo debí matar a Mijail cuando lo tuve en frente, tuve que haberle cortado las manos, yo debí hacer algo más que cortarle la puta lengua.
— Sólo bésame Natasha, eso es suficiente, no necesitas hacer nada más.
Tal y cómo se lo pedí, me besó, llevó sus labios suaves y delicados a los míos, moviéndolos con calma, besó mi barbilla mientras suelta la corbata, abriendo los primeros botones para atender mi cuello, ladee la cabeza para darle espacio, tomando la copa de champagne que me ofrecieron los sirvientes del club, apoyando mi mano en la espalda baja de la chica sin dejar de observar a Santino y Aless muy metidos en su papel, ellos no me necesitaban, yo jodí el plan, no debí venir aquí, es más, ni siquiera lo pensé cuando ya estaba caminando hacia el club.
La sola idea de que alguien tocara a Natasha me enfermaba, mi egoísmo me trajo aquí, quiero que ella me necesite, que sólo desee tenerme a mí a su alrededor, no Santino, no Aless, sólo yo.
Ellos iban muy bien, sé que no me necesitaban por más drogados que estuvieran, sé que de todas formas conseguiría la información que necesitaba si los dejaba solos aquí ¿Qué más da si follaban? Ellos sabían que pasaría, estaban predispuestos a ello, pero... Natasha olvidó por un momento que ya no trabajaba en un burdel, creyó que tenía que bailar, creyó que estaba ahí para ser comprada, su mente se confundió, y es que yo aún no le he dado la pertenencia que ella necesita para sentir que esto es definitivo, de nuevo, es mi culpa, yo fallé hoy.
Mañana a primera hora haré oficial su permanencia en la mafia italiana, será una de nosotros y no podrá huir jamás.
— Jefe, tengo lo que me pidió.
Dijo Vitto por el auricular, interrumpiendo el hilo de mis pensamientos mientras la rubia no deja de besarme.
— Más tarde me lo entregas.
— Entendido, señor.
Natasha acarició mi pecho para llamar mi atención, bajé mi mirada a la suya, viendo cómo desliza sus manos hacia mi erección, acariciando la punta húmeda cubierta por el bóxer, rozando con su pulgar, sonriendo al verme apretar los dientes, alzando la cadera de manera inconsciente, el cuerpo me traiciona, quiere tenerla.
— ¿Qué estás haciendo?
Reteniendo sus manos para que no continue, viendo el temor en sus ojos, el ligero temblor que la recorrió.
— Debo contentar al amo o el jefe me castigara...
Tan confundida... tan perdida...
— Nat — Intenté hablar con dulzura, nunca en mi vida estuve en esta situación, nunca nadie me importó—. Oye, pastelito, escucha — Lamí mis labios, dándome tiempo para pensar en qué decir—. Tú no tienes un jefe maltratador, eres mía ¿Recuerdas? eres la chica de la mafia italiana, la única chica, y eres libre de hacer lo que quieras — Acariciando su espalda—. No tienes que follar con nadie, no tienes que seducir por obligación a nadie, no tienes que obligarte, no más de eso, ya terminó.
— ¿Terminó? — Ladeó la cabeza—. Pero Caesar me compró... Caesar dijo que iba a castigarme, todos castigan a Tacha cuando hace algo mal... Estoy tan cansada de los castigos... me duele...
Llevándose las manos al collar, jalándolo sutilmente antes de dejar caer las manos otra vez, observándome con pesar.
Me maldigo a mí mismo por soltar esas palabras, no debí decirlas con Nat en este estado, y no debí obligarla a hacer esto, de saber cuánto le afectaba...
No, sé que hubiese seguido el mismo camino, hubiese tomado la misma decisión, es un mal menor, uno que repararé, claro.
— Sí, yo te compré, pero para que fueras libre, para que estudiaras, para que vieras las películas que te gustan, para ir de viaje y comer un montón de dulces. ¿Recuerdas quién eres? Tú eres Natacha, la insoportable mujer que me toca las pelotas cada vez que quiere, y yo te lo permito — sonreí—. No soy un jefe que golpee, tonta, cuando hablo de castigos, hablo de cosas que tú y yo disfrutaremos, pero no ahora, estás drogada —Inclinándome hacia ella para poder susurrarle—. Y quiero que estés completamente cuerda cuando te folle ese coñito.
Gimió apretando mi camisa entre sus dedos, moviendo las caderas para rozarme.
— Entonces... ¿No estoy en problemas? ¿No hay golpes?
Preguntó un poco más emocionada.
— Jamás te pondría una mano encima para lastimarte, jamás, bajo ninguna circunstancia, así que sólo relájate, bebe agua, pronto nos iremos.
Asintió, recibiendo la botella que pedí anteriormente para ella... y para los otros dos pedazos de imbéciles que tocaron a mi juguetito de caridad.
— Caesar... ¿A mí tampoco vas a castigarme?
Preguntó Santino sentado sobre Aless para no tocarme, mientras este lo sujeta por la cintura, mirándome temeroso sobre el hombro del castaño. Están que se cagan de susto.
Suspiré.
— No joder, no hay castigos, sólo beban agua y dejen de ser unos idiotas.
Ambos respiraron aliviados, hasta el color les regresó al rostro, mirándose y sonriendo antes de que Aless enredara sus dedos en el cabello de Santino y jalara de estos para besarlo.
De Santis tenía que ser, esa cabeza suya funciona de una manera completamente diferente a la de todos los otros, quizá con qué está alucinando.
— Caesar...
Dijo la rubia sobre mi cuerpo, llamando mi atención, sujetándome el rostro para que volteara a verla.
— ¿Qué sucede, Pastelito?
Disfrutando de sus suaves manos en mis mejillas, dándole la atención que quiere.
— ¿Puedo ir al baño? Ya no aguanto más, regreso rápido, lo juro.
Se ve afligida ¿Por qué no la dejaría ir al baño? ¿Cuántos traumas carga encima este pequeño cuerpo?
— Yo te llevo, eres un producto de calidad, Natasha, si andas sola, se asegurarán que no regreses.
Ella se dejaría hacer cualquier cosa en este estado, se aprovecharían de su obediencia, porque de estar en sus cinco sentidos, no me preocuparía, ella solita se encargaría de todo aquel que se le acerque, mientras me divierto viendo cómo arranca cabezas.
Me levanté del sofá sin prolongar demás la conversación, sujetándola por debajo de los muslos para sostenerla sin esfuerzo, esta chica es demasiado liviana, y esta buena, hay que admitirlo, no soy el único que se da cuenta de ello, todo quién se cruzo en nuestro camino le vio el culo y las palabras que tiene escritas ahí.
— ¿Caesar?
— ¿Sí?
— ¿Por cuánto tiempo me compraste? Si no pagas por adelantado, Mijail me va a castigar.
Otra vez con eso.
Empujé la puerta con el hombro, viendo el espacio con repulsión, mujeres arrodilladas en el piso haciendo mamadas, sobre los lavabos de piernas abiertas mientras las penetraban, dentro de los cubículos, sirviendo de urinal humano... joder...
Natasha al ver la escena rodeó mi cuello pegándose todo lo posible a mí, clavándome los tacones en los riñones hasta el punto de ser doloroso, es obvio que no quiere estar aquí, la expuse demasiado rápido, no lo pensé.
— Fuera.
Dije a un par de chicos enrollándose dentro de un cubículo, abrazando a Nat por el culo y la espalda para protegerla de sus miradas lascivas.
Tuvieron la intención de responder, pero al observar mi altura y lo mucho que he trabajado mi cuerpo, se levantaron con rapidez y vaciaron el cubículo.
Medir uno noventa y seis tiene sus ventajas, automáticamente te ves intimidante.
— No me dejes aquí, por favor, seré buena.
Aferrándose más fuerte a mi cuerpo cuando intenté bajarla.
— ¿De qué hablas?
Confundido.
¿Por qué la dejaría aquí? Este lugar es una mierda, dije que la acompañaría y eso es lo que pienso hacer.
— Me portaré bien, lo juro, no quiero hacer la rotativa de uso público, cuesta mucho limpiarse después, por favor, no me dejes aquí, me portaré bien, no echaré a perder otro trabajo, te lo juro, lo haré bien la próxima vez.
Fruncí el ceño, viendo el terror en sus ojos, tiembla de pies a cabeza, pero no afloja su agarre ni un poco, está aterrada, cree que la dejaré aquí para que la usen cómo basurero de orina y semen ¿Cuántas veces lo habrá hecho en el pasado para que esté así?
Es mi culpa, de haber controlado mejor lo que hacía Mijail, ella jamás hubiese sido vendida, es mi error, mi incompetencia fue lo que la llevó a esto.
— Me preguntaste antes por cuanto tiempo te compraba ¿No es así? —Asintió rápidamente, siguiendo mi idea—. Pues te compré para siempre, se acabaron las ventas y el compartir, soy el único al que tienes que complacer ¿De acuerdo?
Asintió de nuevo, relamiéndose los labios, aún así su cuerpo no se relajó.
— Querías orinar, hazlo, yo te esperaré justo del otro lado de la puerta, me aseguraré que nadie te moleste, luego te lavarás las manos y te cargaré de regreso al sofá ¿De acuerdo? Voy a estar todo el tiempo aquí.
Asintió relajando ligeramente su agarre, pero no se bajó.
— ¿Me juras que no me venderás al ver que no produzco dinero para ti? Puedo hacer mucho dinero, lo haré por ti. El 60% porciento de las ganancias de la mafia de Mijail son por causa mía, recibe comisiones por cada trabajo que hago, el 75% de mí es vendido, él se queda con el resto, el contrato tiene clausulas, siempre voy a ser suya, siempre tendré que volver con él si me llama, nunca seré totalmente libre.
Esa es información nueva, ni siquiera leí el contrato, sólo firme para que me la dieran y dejaran de joder, ya la habían ido a buscar cuatro personas diferentes cuando tomé la decisión de comprarla, tendré que solucionar ese tema, Mijail debe morir.
— Yo tengo más poder que ese bastardo, pastelito —Bajándola al piso casi a la fuerza, estoy molesto—. Si vuelves a hablar de él, me voy a enojar, y mucho. Ese hijo de puta no es tu dueño, yo lo soy, así que has la mierda que te pedí y deja de decir tonterías.
Cerrándole la puerta en la cara, dándole la espalda, masajeándome el puente de la nariz, comienza a dolerme la cabeza, ser paciente es lo más difícil que he hecho en mi vida, esa mujer no me lo pone fácil, es aún más molesta de lo normal, lo peor es que no se da cuenta y la hice sentir mal, soy el peor criando mascotas, por eso ni siquiera tengo perros.
Al salir del baño, me miró y caminó directo al lavamanos, observándome de reojo cómo cachorro regañado a través del espejo, está haciendo pucheros, los ojos cristalinos, se va a poner a llorar.
Rodé los ojos, dándole la espalda, protegiéndola de las miradas cargadas de deseo, muchos se masturban con los ojos clavados en su culo, esa palabra "Hit Me" provoca a cualquiera, a mí me la tiene dura hace más de una hora.
Me tensé al sentir delgados brazos pequeños rodearme la cintura sin lograr tocarse en el frente, un cuerpo cálido pegado a mi espalda, y luego... sollozos.
Miré sobre mi hombro a una Natasha pequeña e indefensa, mirándome con los ojos llenos de lágrimas, se le está corriendo el maquillaje. Es una malcriada
— ¿Qué eres? ¿Una mocosa? ¿Un bebé?
Esta faceta no se la conocía.
— Es que no me gusta que me hables feo, tú eres amable conmigo.
— ¿Mi bebé quiere que siga tratándola cómo antes?
— Sí... por favor, Caesar...
Rodé los ojos girando hasta sujetarla por los muslos, de un brincó enganchó sus piernas en mi cintura, sus brazos sobre mis hombros, su rostro oculto en mi cuello.
— ¿Puedo seguir siendo la bebé de Caesar?
— Puedes, durante todo el tiempo que quieras.
— Para siempre entonces. No quiero que me vendan otra vez.
Apretándome el cuello con sus brazos, aferrándose a mí con todas sus fuerzas, es una malcriada, pero al menos ya no la estoy odiando, puedo tolerar esto, le tendré paciencia, mañana puedo castigarla por su comportamiento de hoy.
Al regresar al apartado, vi con sorpresa a Santino sentado a horcajadas sobre Aless, mientras este masturba sus penes juntos, desde mi posición logro ver cómo le mete la lengua hasta la garganta a mi segundo, esto se está saliendo de control.
— ¿Qué mierda de pastilla conseguiste?
Increpé al rubio a la vez que sujeto a Santino por el cuello para levantarlo y dejarlo caer en el sofá intentando proteger su culo, Aless es un De Santis, poca delicadeza, tosco, bruto y con fetiches extraños, que me lo agradezca mañana.
No entiendo cómo es que pueden enrollarse, ambos adoran a las mujeres, se follan a las sirvientas con tanta frecuencia cómo yo, que se hagan los santos frente a Natasha es otra cosa.
— Te hice una pregunta, Aless ¿Qué compraste?
Dejando caer a Natasha en el sofá, dándole unas palmadas en la mejilla al chico para que me prestara atención, sigue queriendo ir hacia Santino, está perdido.
— Las pastillitas de moda, señor —Sonrió—. Afrodisiaco, cocaína, anfetaminas, tusi, heroína, alucinógenos. ACATHA. El mejor coctel del bajo mundo.
Negué maldiciendo a su madre por no haber abortado a un hijo de puta tan estúpido.
Iba a responderle, luego vi a Natasha encaramarse sobre Santino, sujetándole el pito mientras se mueve la tanga, Aless no se quedó atrás, acercándose para besarle el cuello a la mocosa.
— Que rápido se te pasa la pena a ti, manipuladora.
Sujetándola por las axilas para levantarla y sacársela de encima al castaño, maldiciéndola al verla patalear, reclamándome, quiere sexo y lo quiere ahora, es toda una fiera cuando le quitan algo que le gusta.
— Toma, te lo regalo, dice que le gusta mucho que le den por el culo.
Sacrificando a Santino, empujándolo hacia el rubio, mejor que esos dos se entretengan, no tengo ganas de ver a la rubia follándose a esos dos, exactamente por esto vine, para detener el trío que claramente se montarían.
Santino olvidó a Natasha y se montó sobre Aless otra vez, enrollándose de nuevo, están completamente perdidos y parece que seguirán todas las ordenes que le dé. Ahora entiendo por qué Natasha cree que sigue siendo prostituta, está alucinando, y por esa razón está tan cachonda, el ACATHA es una droga del sexo, los mantiene dóciles y cachondos por horas, el cuerpo les pide sexo, el dolor es insoportable si no liberan esa tensión.
Nunca más permitiré que le den malditas drogas a esta chica ¿En qué estaba pensando? ¿En qué estaban pensando todos? Son unos malditos idiotas.
***
Cuatro horas después.
Ha sido una noche agotadora, el par de ineptos que se supone vinieron cómo mis hombres de confianza, han follado por horas, tengo a una Natasha nada lucida sentada a horcajadas sobre mí, besándome el cuello hace como una hora, tengo la polla dura y me duele como la mierda, pero en las condiciones en las que está, no pienso tocarle un pelo, he mantenido mis manos en su espalda en todo momento, zona blanca, pensando en cualquier cosa menos en lo hermosa que se ve, no soy un depravado, y no pienso abusar de alguien que no está en todos sus sentidos.
— Ustedes dos ya paren, joder, mañana se van a arrepentir de esto — Celoso de lo bien que lo pasa el par de drogadictos mientras a mí me duelen las bolas—. Vístanse y al auto con los demás, mañana van a agradecérmelo — Inmediatamente comenzaron a moverse, son muy obedientes—. Vitto, notifícame cuando lleguen contigo.
Seré un hijo de puta, pero me preocupo por los míos.
Se vistieron y rápidamente salieron por la puerta principal toqueteándose cada tanto, pocos minutos después, Vitto avisó que ya están en el auto, y en vista que siguen montándose uno sobre el otro para follar, los chicos tomaron la responsable decisión de noquearlos a golpes para que no se arrepientan mañana.
Ahora puedo continuar lo que estoy haciendo con calma.
Casi a las cuatro de la mañana sucedió lo que temía, las chicas entraron sujetas por las muñecas y los tobillos, unidas por una cadena, todas caminando en fila, tambaleantes y sin expresión en sus rostros, probablemente drogadas y quizá es ACATHA la culpable, es la misma expresión que Natasha tiene ahora.
Confirmadas mis sospechas, cargué a Nat, cubriéndola con mi abrigo para no exponerla directamente al frío, dando la señal para que mis hombres, y aliados rusos, entraran y sacaran a las chicas, matando a los organizadores, esas escorias no pueden quedar vivas, si les tengo piedad, buscaran otras chicas y el circulo vicioso seguirá un sinfín de veces.
Afortunadamente Natasha dio la posición exacta de los guardias, cuando salí, no había un alma ni dentro ni fuera del club, sin seguridad armada, mi gente rápidamente entró y se apoderó del lugar.
Sabía que podía confiar en ella.
Montado en el auto, Vitto me entregó lo que pedí y se marchó para asistir al resto, mientras yo, regreso al hotel con Natasha sentada sobre mis piernas, temblando de frío, pegada a mi pecho, abrazándome con fuerza mientras yo la abrazo por sobre el abrigo, intentando darle todo el calor posible.
— Sube la calefacción.
Ordené al chofer, frunciendo el ceño, es sentido común subir el puto aire al ver que la chica que trae se está congelando, trabajo con un montón de idiotas.
— Sí señor.
Sujeté a la chica del mentón para que me observara, dedicándole una media sonrisa, está tan vulnerable que me veo en la obligación de forzar la amabilidad que no sabía que poseía, no quiero asustarla, pero no soy un hombre que sonría seguido, no tengo motivos para hacerlo, yo no tengo padres, no tengo más familia, los demás Marchetti sólo quieren quitarme la corona, no tengo amigos, no tengo esposa... no tengo nada que valga la pena para demostrarle sentimientos, pero Nat ha tenido tantos tonos grises en su vida que decidí darle una oportunidad a los colores para enseñárselos a ella.
— Nat... quería disculparme por lo que te pedí hacer, fui un estúpido al creer que no sentirías temor o inseguridad, confío en ti y tus capacidades porque eres una mujer que se ganó su lugar en la organización a punta de balas como todos los demás. Me mostraste tus nervios de acero en pleno campo de batalla, me salvaste la vida ¿Cómo no voy a valorarte como compañera, cuando eres tan capaz?
Sus ojos brillaron.
— ¿Soy... una compañera? ¿Soy competente?
— Por supuesto, eres parte de la mafia italiana, hijos de puta, pero hijos de puta que se cuidan la espalda, yo... — esto es difícil de decir—. Perdón Nat, por no darme a entender antes, ni yo ni nadie juzga tu pasado, todos juzgamos por lo que nos muestras, una mujer con increíbles capacidades — Quitándole el collar, acariciando su cuello lastimado—. Eres libre de hacer lo que quieras — Sacando la caja de terciopelo de mi bolsillo, abriendo la tapa, mostrándole el anillo que pedí a Vitto comprar—. Acepta como disculpa este anillo, yo lo elegí personalmente, va bien contigo, los zafiros combinan con tus ojos.
Observó el anillo con sorpresa, luego me miró a mí, no da crédito al hecho de que le estén haciendo un regalo.
Estuve una hora observando los anillos que Vitto me mostraba en la vitrina por videollamada, quería uno perfecto, uno a la altura de Natasha, y a la altura de mi disculpa.
— ¿Puedo tener esto? ¿En serio? Es... costoso y...
— Y es tuyo, porque yo digo que es tuyo y punto ¿Vas a contradecirme?
Alzando una ceja en su dirección.
Sonrió, negando.
— A Caesar no se le puede contradecir.
Tomando el anillo, deslizándolo por su dedo.
La felicidad que expresa su rostro fue pago suficiente, nunca vi una sonrisa tan autentica y brillante como esta, tan sincera e inocente.
Extrañamente sonreí como un estúpido todo el camino hasta el hotel, contagiado por la alegría de la chica sobre mis piernas, ni siquiera le pregunté cuando cargué con ella hacia la entrada principal y el ascensor, subiendo directo al cuarto, usando mi abrigo para cubrir su cuerpo, apenas y se le ve la cabeza, ella es mi protegida, mi bebé, la mujer de la mafia italiana, es perfecta, y nadie vale lo suficiente cómo para observar su cuerpo, ese placer es exclusivo mío.
La bajé al piso en cuanto cerré la puerta, viéndola correr en dirección a la habitación, la seguí con calma estirando el cuello, estoy muerto, entre la rubia, Santino y Aless, se me agotó la pila, necesito descansar.
— Natasha, a la cama, vamos a dormir, mañana tenemos muchas cosas que hac... ¡¿Qué estás haciendo?!
Acortando la distancia rápidamente, acomodándole la tanga, estaba desnudándose.
Y bueno... no es como si tuviera mucho que quitarse, pero he soportado por horas una maldita erección, si la veo desnuda, voy a estallar.
— Caesar... pica...
Rascando la pintura sobre su cuerpo.
¿Por qué diablos el mundo sigue poniéndome a prueba? Esto es bastante cruel hasta para el hombre más casto y puro del mundo, no soy de hierro.
Suspiré.
— Bien... vamos a bañarte, se saldrá si froto un poco con la esponja, pero luego a la cama, y ata tu cabello para no mojarlo, lavaremos sólo tu cuerpo.
Saltó feliz en dirección al baño mientras yo la sigo de cerca, observando su comportamiento, apoyando mi hombro en el marco de la puerta, viéndola dar el agua para llenar la bañera, caminando luego hasta el espejo, tomó su colet e intentó fallidamente, cuatro veces, atarse el cabello, está perdiendo la paciencia, hasta los tacones pateó, pensando que quizá ese era el problema.
Error.
No está coordinando.
Se ve divertida cuando hace pataletas, prefiero eso a verla llorar, no sé qué hacer cuando llora.
— Ven aquí, mocosa insoportable — quitándole el colet—. Yo lo hago.
No es que haya hecho esto alguna vez, pero de seguro no seré tan desastroso cómo ella.
Resulta que hacer moños es mucho más difícil de lo que creí, tiene el cabello demasiado largo, por lo que fue toda una odisea lograr un chongo medio decente en lo alto de su cabeza, fueron dos intentos fallidos antes de lograrlo, y si se mueve muy brusco se soltará, pero lo hice mejor que ella, soy el mejor.
— Ya está bien el agua, metete dentro.
Dejando de mirarla para ir hacia la bañera, cortando el agua, tocándola para comprobar que estuviese a buena temperatura.
— Sí señor. Ya voy.
Dio media vuelta y caminó hasta mi posición, quitándose la tanga, lanzándola a algún lugar de la habitación, tirando las pegatinas de sus pezones, uno con más cuidado que el otro, frotándose el pezón lastimado, el que yo le mordí, se le reabrió la herida al retirarse la pezonera.
Fui incapaz de apartar la mirada, Natasha está exquisita, desnuda, sólo con esa sexy pintura que resalta sus atributos, me vi en la obligación de abrirme el pantalón, la pretina está lastimándome la verga, estoy seguro que nunca en la vida estuve más duro que hoy, por lo general, todo lo que quiero lo tengo, pero no podía tomar a Natasha, no así, y contenerme ha sido el peor castigo que he tenido que cumplir por una mujer.
Casi me reí por lo mucho que estoy babeando por ella, cuando Natasha ni siquiera se percata de que no puedo dejar de mirarla, es más, pasó de mí completamente, entrando a la bañera, tomando asiento, extendiendo la esponja hacia mí, pidiendo silenciosamente que la lavara mientras sonríe.
Que hija de puta más cruel.
Miré el cielo, me acomodé la verga y fui hasta ella, quitándole la esponja de mala gana, me enoja su inocencia, o quizá lo hace a propósito, le encanta provocarme.
Tomé aire y me estiré para tomar algo de jabón, aplicándolo en la esponja, tomando su mano para frotar delicadamente los brillos, viendo el oro desaparecer, mostrando su blanquecina piel perfecta debajo, escuchando los sonidos de placer que Natasha hace, repitiendo una y otra vez lo mucho que la pintura le ardía y picaba tanto.
Pero esos soniditos no ayudan en nada a bajar mi erección, me duele la polla, no es correcto y no pienso hacer nada con ella, pero el cuerpo me traiciona. Natasha tiene bonito físico, su rostro es perfecto, ver las marcas que dejé en su cuerpo me excita y recuerda todo lo que le hice la noche anterior, debería haber hecho mucho más con ella, quizá y así no sentiría la necesidad de doblarla y follarla hasta el cansancio.
Desearía matar a Santino por haber tocado y visto por más de una hora a esta mujer, desnuda, la maldita probablemente ni siquiera intentó cubrirse para que él la pintara, no me sorprendería si le ayudó a ponerse las pegatinas en los pezones también, de hecho, la imagino pidiéndole el favor, Nat no conoce lo que es el pudor. Y desearía romperle el cuello a él y a Aless por atreverse a tener un orgasmo con esta mujer.
Estoy celoso de la complicidad que consiguieron con ella en tan poco tiempo.
— Bien, ya estás libre de pintura, vamos a la cama.
Estirando mi mano hacia ella para ayudarla a salir de la bañera, haciendo uso de todo mi esfuerzo para observar sólo su rostro mientras se sujeta de mí, colocándose de pie, levantando uno y luego el otro para dejar la bañera. Me apresuré a envolver su cuerpo (ocultando más bien) con la toalla, caminando de regreso al cuarto tras ella en todo momento, viendo su forma de caminar, siempre contornea las caderas, siempre estira sus piernas con delicadeza y elegancia, sus hombros se mueven al son de su propia canción, siempre tan distinguida... ella incluso camina con la intención de seducir, toda ella fue hecha para pecar, ningún hombre cuerdo pasaría por alto a una mujer como ella.
— ¿Me puedo vestir, señor? ¿O quieres que me quite la toalla y vaya a la cama así sin más?
Volteando para mirarme con el ceño fruncido y la cabeza ligeramente inclinada, su mente sigue confundida ¿Cuánto dura el ACATHA? Me aseguraré de mantenerla alejada de esa droga en el futuro.
— Te vas a vestir y a la cama, hay que dormir, dormiremos muchas horas, demasiadas, eso es bueno, necesitamos dormir para recuperar energías.
Yendo hacia las maletas para intentar ignorar su presencia, tomando una de sus diminutas bragas y una de mis camisetas, regresando a ella, acuclillándome frente a su pequeña figura, alzando la vista para ver la media sonrisa que me dedica, cómo pensé, lo hace a propósito, intenta provocarme.
— Dame un pie.
Eso hizo, extendiéndolo hacia mí, tambaleándose en el proceso, pero logra mantener el equilibrio.
— Ahora el otro.
Dije.
Eso hizo, permitiéndome introducir su pie en el otro orificio, parece encantarle tenerme arrodillado a sus pies. Que no se acostumbre, sólo es un pequeño favor.
— Bien, ahora sujétate de mis hombros para que no te caigas, te las subiré, ya que al parecer tus manos no funcionan, tonta.
Inmediatamente lo hizo, se sostuvo de mis hombros cómo le ordene, y lentamente... la toalla fue resbalando de su cuerpo hasta quedar arrugada a su alrededor, ahora su vagina está justo frente a mi rostro, perfecto, tuve que cerrar los ojos y respirar hondo antes de subir sus bragas y cubrirla.
— Ahora la camiseta, mocosa — Metiendo su cabeza por el orificio—. Nunca nadie me dio tantos problemas.
Ayudándola a pasar los brazos, cubriendo su cuerpo por completo, solté su cabello y respiré aliviado de que esta pesadilla haya terminado, ha sido la peor tortura que he tenido que soportar.
Verla desnuda y no poder tocarla es demasiado castigo.
— Caesar... lo siento.
Dijo de pronto, cuando apagué la luz, sin moverse de su sitio.
— ¿Lo sientes por qué?
Yendo hacia mi lugar de la cama, quitándome los pantalones y la camisa para por fin ir a dormir.
— Por darte tantos problemas... no hago más que darte problemas desde que llegué... perdiste mucho dinero por mi culpa, porque me compraste.
Sigue sin moverse de su lugar ¿Qué no piensa venir a dormir?
— ¿Qué es la vida sin los problemas? Además, lo que tú llamas problemas son la salida de mi maldita rutina, me hace bien el cambio de aire, no me molestas, eres una persona valiosa dentro de la organización, ahora ven aquí, vamos a dormir.
Levantó la cabeza, volteando para mirarme desde los pies de la cama, las manos juntas en frente, estrujándose los dedos, se ve nerviosa.
— ¿Puedo dormir en la cama?
— ¿Dónde más sino?
Rodé los ojos.
— Es que... los amos no duermen con sus putas, sólo dormir... eso es...
— No soy tu amo y tú no eres puta — Saliendo de la cama, yendo a por ella—. Ya no más, Natasha, mételo en tu cabeza.
Apretando los dientes, estaba cabreándome, es tarde, estoy cansado, me duele la polla, mi paciencia no da para más.
Tomé su mano y la llevé a su lado de la cama, recostándola, luego la arropé y rodeé la cama, recostándome también, observando el techo, contando hasta diez.
— Pero tuviste sexo conmigo, me compraste, todos hacen lo mismo, luego me botan y me vuelven a vender.
Deslicé los dedos por mi cabello, intentando no perder la cabeza, ella estaba drogada y confundida, no puedo ser un hijo de puta con ella, no debo asustarla.
— No volverás a ser vendida nunca, ya te lo dije — sostuve su mentón para que me mirara a los ojos, recostándonos ambos de costado—. Eres mía, pastelito, y no pienso cederte a nadie más, te quedarás conmigo, ese es tu lugar, a mi lado, con la organización, y para que lo sientas real, mañana, apenas abramos los ojos, te tatuaremos.
— ¿Juras que mañana no cambiarás de opinión?
Dijo insegura.
— Ni mañana ni nunca.
Le juré. Esta vez sí cumpliré mi promesa.
— ¿Seguro que no quieres ayuda? Estás duro.
Extendiendo su mano hacia mi verga, dándole un apretón, obligándome a apretar los dientes y jadear, estaba dolorosamente duro, pero temo que, si voy a aliviarme al baño, esta chiquilla saldrá por la puerta principal y se perderá. Eso sería una catástrofe, porque en su estado, podrían hacer con ella cualquier cosa.
— No, no quiero ayuda, se bajará en algún momento — Apartando su mano—. Ahora, a dormir — abrazándola—. Cierra los ojos y descansa.
Apretando sus manos contra mi pecho para que no pueda tocarme.
— Pero yo quiero tener sexo...
Protestó, frotando su pierna con mi erección.
— No, no quieres, y no voy a dártelo, así que descansa.
Cerrando los ojos, obligándome a dormir.
— Pero de verdad quiero tener sexo, Caesar, te lo juro.
Me quejé ruidosamente, nunca en mi vida fui sometido a un castigo tan cruel.
— Pues yo te juro que voy a asfixiarte si no te duermes ahora.
Levantó la cabeza, frunciendo el ceño.
— No eres divertido, iré con Aless, Aless siempre quiere tener sexo conmigo.
Hizo el ademán de dejar el cuarto, pero lo que acaba de soltar llamó mi atención.
Para cuando me di cuenta, estaba sobre ella, mis manos a cada lado de su rostro, mi rodilla entre sus piernas, cabreado a más no poder.
— ¿Qué acabas de decir?
Pregunté.
Apretando la quijada.
— Aless siempre dice que sí, voy a ir con él.
Froté mi rodilla con su entrepierna, viéndola entreabrir los labios y retorcerse bajo mi peso.
— ¿Te acostaste con él?
No respondió.
Repetí el movimiento de mi rodilla, escuchándola jadear.
— ¿Te acostaste con él sí o no?
Volví a preguntar.
— ¿Y qué si lo hice? Caesar dijo que soy una mujer libre y me apetecía follar.
Sé que yo lo dije... pero...
— No vas a dormir con él de nuevo.
Demandé.
— ¿Quién me lo va a impedir?
Alzando una ceja.
— ¿Quieres asistir a su funeral?
Presioné.
— No te atreverías...
Entrecerrando los ojos.
— ¿Estás diciendo que no me atrevería a matar? ¿En serio?
Levantándome dispuesto a abrirle la cabeza a Aless por tocar lo que es mío, les dije a todos que no le pusieran un solo dedo encima o se las verían conmigo.
— Oye, ya entendí, ya entendí — Sujetando mi brazo—. Caesar... no lo mates, yo lo provoqué, yo siempre lo provoco, yo le pido que me folle, es mi culpa, mátame a mí.
— ¿Tú le pediste? ¿Y eso por qué? Te dije que no ibas a follar con nadie.
Arrodillado en la cama, mirándola.
— Follé con él para apagar las ganas que tenía de follar contigo, pero luego de probarte... dudo mucho que alguien pueda igualar la sensación, contigo tuve deliciosos orgasmos, con otros sólo llego a medio camino, debe ser el tamaño de tu enorme pene que quiero tener en mi boca justo aho...
Cubrí su boca, es suficiente, si sigue hablando me la cogeré sin importarme las consecuencias.
— Mañana, cuando se te baje lo drogada, te follaré todo lo que quieras. Que el diablo te escuche y amanezcas con ganas porque estoy muriendo por hundirme dentro de ti de nuevo — dejándome caer en la cama—. Duérmete.
Observando el techo.
— Entonces... sólo para estar segura ¿No vas a matar a nadie?
Preguntó.
— No. Sólo porque lo estás usando porque me tienes ganas, eso alimenta mi ego.
Sonriendo.
— ¿Y si salgo con él? Formalmente, digo, así no volveré a follar contigo, tú te vas a follar con otras luego de terminar conmigo, lastimaste mi ego, quiero lastimar el tuyo.
— ¿Tan poco aprecio le tienes a tu compañero que lo envías directo al ataúd? Sigue y voy a destriparlo como cerdo.
— Podría replantearme el amarrarme como novia de alguien si me das lo que quiero...
Acariciando mi verga otra vez.
Ok. Se acabó.
— Está bien, tengamos sexo, siéntate y levanta los brazos.
Rápidamente hizo lo que le pedí, emocionada, aplaude la muy estúpida, es una mocosa.
Me incorporé en la cama y jalé de la camiseta fuera de su cuerpo, apreciando su desnudez, es tan inocente que cree que haré algo más con ella esta noche, casi me da pena romper sus ilusiones.
— Cierra los ojos y baja los brazos, esto es una sorpresa.
Dije.
— Me gustan los juegos, deberías vendarme los ojos alguna vez, y soy muy resistente, por si quieres ponerte creativo.
Bajé de la cama, tomé mi camisa y la puse sobre sus hombros.
— Quieta, esto te va a gustar.
Dije.
Abotoné la camisa rápidamente, tomé las mangas, las crucé por el frente de su cuerpo y anudé por detrás, dos veces, muy apretado, inmovilizándola.
— Ahora a dormir, carajo — Llevándola a la cama conmigo, pegando su espalda a mi pecho, arropándola—. Haber si así te quedas quieta mocosa de mierda.
Debí hacer esto antes, ahora sí que no podrá frotarme la polla con esas pequeñas manos suyas.
— No eres divertido ¡Dijiste que íbamos a tener sexo! ¡Esto es ilegal, te voy a demandar!
Moviendo su trasero contra mi pene, esta mujer es el demonio mismo.
— Mañana. Piénsalo de esta manera, entre antes te duermas, antes vas a tener sexo, y todos felices, sin demandas.
— ¿Me lo juras?
Preguntó.
— Te lo juro. Te doy mi palabra de que no voy a dejar que pongas un pie fuera de la cama sin darte un orgasmo.
Suspiré, deseando que la mañana llegara pronto para poder castigarla como tengo en mente desde que la escuché correrse sobre esos dos idiotas, Aless me las va a pagar en cuanto lo vea, tuvo sexo con mi Pastelito y le metió los dedos en ese bonito coño rosado que tiene, se los cortaré para que no pueda volver a hacerlo.
— Buenas noches.
Dijo atropelladamente.
Me incliné hacia adelante, evitando reír al verla cerrando los ojos con fuerza, obligándose a dormir, ella desea esto tanto cómo yo.
Si me iré al infierno, que sumen follármela a ella en la lista, no puedo parar, la deseo, está loca y la odio, pero la deseo.
— ¿Qué haces, loca?
Incapaz de quedarme callado, no puedo dormir en estas condiciones.
Nat giró en la cama, quedando frente a frente.
— Intento dormir rápido para que me cojas por la mañana.
Ok. No debí preguntar.
— Pues a dormir — abrazándola— Estoy muerto, descansa.
— Descansa, Daddy.
Dijo con malicia, la muy perra sabe lo que está haciendo.
Decidí que ignorarla es lo mejor para ambos ahora, y luego de varios intentos, por fin pude quedarme dormido.
***
A la mañana siguiente, fui despertado de la mejor manera posible, con una loca que parece recién salida del manicomio, con mi camisa aún atada alrededor de su cuerpo sentada sobre mi verga, frotándose sin pudor contra ella, estoy duro como roca, y al ver la sonrisa astuta en sus labios y la mirada morbosa que me dedicaba, supe que todo estaría bien, esta es la loca de Nat, la lucida y ninfómana mujer con problemas mentales que adora mi pene.
— Dime una cosa — Acariciando sus muslos—. ¿Estás lucida? ¿Sigues queriendo follar con Aless y Santino?
Eso me recuerda que debo hablar unas cositas con Aless, algo inofensivo.
— No me hables de eso joder, no sé qué estaba pensando, es que esos dos no se veían como esos dos — Está horrorizada, ella y Santino tienen buena relación, se siente a salvo con él, pero anoche...—. Recuerdo todo lo que pasó, fue un caos, yo jamás me acostaría con Santino, mierda, no — Le creo. Porque acaba de confirmar silenciosamente que, sí lo haría con Aless, otra vez. Otra razón para "Hablar" con ese chiquillo—. Pero tuve sueños húmedos, desperté hace una hora y tú seguías muy tranquilo en tu lado de la cama, tengo necesidades ¿Sabías? Y tengo un castigo que recibir, así que quítate el maldito bóxer, suéltame y fóllame.
Demandó la paciente psiquiátrica.
— ¿Ahora sí estás de ánimos para castigos?
Dije.
Apretando su trasero.
Dejé adrede las palabras escritas en él para usarlas a mi beneficio hoy.
— Olvida lo que sucedió ayer, fue un desliz... que vergüenza, mi primer trabajo, y la cago.
Sonrojándose.
— Fue mi culpa por exponerte a eso tan rápido, pero ¿Si dejamos atrás la noche y nos concentramos en el ahora?
Alzando mis caderas, presionando contra su trasero para que sienta mi dureza.
Mataría por ponerlo dentro ahora.
— Me gusta el plan, ya suéltame Caesar.
Moviéndose sin darme tregua, calentándome.
— Mmm... no lo sé... tenerte inmovilizada tiene su gracia.
Molestándola.
— Hagamos algo, dejo que me pongas el collar y uses la correa para jugar conmigo, pero sácame de aquí.
Moviendo la cintura, se ve muy graciosa amarrada así, como si estuviera con camisa de fuerza, adecuado, para una loca de mierda.
— Pero no te gusta el collar.
Respondí, sorprendido de su proposición, lo odia, anoche lloró mucho cuando lo vio.
— A la mierda con el collar ahora. Anoche, después de todo lo que hiciste por mí sin perder la paciencia, ni violarme, a pesar de que estaba muy dispuesta —Puntualizó— Sé que puedo confiar en ti, no eres como los otros compradores, dijiste que era tuya, responsabilízate, cógeme, y castígame. Me palpita la entrepierna desde hace una hora deseando que llegara la hora del castigo.
Carcajee con los dientes apretados, clavando mis dedos en sus muslos, alzando la cadera para rozarme con ella, estoy duro, muy duro, quiero que me sienta, que sepa que dormí con una maldita erección por su culpa y tiene que pagar por ello.
— Trato hecho, pero luego no te pongas a lloriquear, porque me tenías muy cabreado anoche.
— Hecho. No soy una perra débil.
Dijo.
Saliendo de encima, señalando mi abrigo con la cabeza, dónde el collar descansa en mi bolsillo.
Decidí que le daré en el gusto, le pondré el collar y no tendré piedad de su culo.
Bajé de la cama y fui hasta el abrigo que ella señaló con tanto entusiasmo, tomé el collar, la correa, y el cartel de no molestar, guiñé un ojo en su dirección y me encaminé a colgar el cartel fuera de la puerta para que nadie nos moleste por un buen par de horas, entonces regresé al cuarto, a la cama dónde me espera, y abrí el collar.
— ¿Segura quieres ponértelo?
Pregunté una última vez, luego no pienso quitárselo.
— Segura — Sonaba desesperada—. Ya ponlo.
Con una media sonrisa en el rostro, llevé mi pulgar a sus labios, deleitándome con su ardiente mirada y la forma en la que abre la boca para permitirme aplastarle la lengua con mi pulgar, luego, cerró alrededor de él, chupándolo, una probada de lo que sabe hacer con esa lengua suya.
— Masoquista de mierda, estás cavando tu propia tumba.
Negué divertido, quitando mi dedo y le puse el collar.
— Mientras lo que me entierres sea eso que quiero comerme...
Sin quitar esa sonrisita altanera de sus labios.
— No he bebido, estoy cabreado y cachondo — Avisé—. última oportunidad — soltando la camisa—. Aún puedes elegir vivir y salir caminando por esa puerta.
Señalando la que daba a la sala, tirando la camisa al piso, la bestia está libre.
— Mira, hijo de puta — Enredó los dedos en el cabello creciente de mi nuca, acercándome a ella—. Estoy cansada de repetir lo que quiero — Tomó mi mano y la llevó a su entrepierna, permitiéndome sentir su humedad, chorreando por sus muslos, las bragas gotean—. ¿Quieres que te dé más razones? — Froté su clítoris con dos de mis dedos, disfrutando verla entreabrir los labios, conteniendo el aire, soltándolo de forma arrítmica—. Y no seas suave, no estoy para niñerías hoy.
Está confirmado, ella quiere morir, es una masoquista de mierda.
— Bien Pastelito, jugaré con tus reglas hoy, pero no te va a gustar el desastre que haré contigo — Tirando de la correa, acercándola a mi rostro— Dime lo que me gusta — susurrando en su oído— Dime lo que quiero escuchar, pídelo, si lo ruegas, puede que tenga compasión de ti hoy.
Gimió en mi oído, besando mi hombro, luego mi pecho, descendiendo hasta sujetar el borde de mi bóxer, jaló de él con ansias, siendo golpeada en la mejilla por mi verga, tan ansiosa como ella de poder perforar cualquiera de sus orificios.
— Que rico, daddy.
Dijo, sujetando mi verga entre sus manos, masturbándome con rudeza, apretando, lastimándome, deslizando sus uñas por la delicada piel, robándome más de un gemido, Natasha sabe lo que hace, recordó a la perfección cómo es que me gusta.
— Abre la boca, Pastelito, Daddy te dará la leche que tanto te gusta.
Lamió sus labios y besó mi glande.
— Es mi leche favorita —Chupando la punta con fuerza, casi haciéndome acabar—. Que rico...
Si seguía diciendo "Que rico" o "Daddy" se la clavaré tan adentro que tendrá que comer comida blanda por días.
— Abre la boca, desquiciada — jalando de la correa, perdiendo la cabeza—. Vas a arrepentirte de esto.
— Mmm... Caesar enojado... eso me excita...
Abriendo la boca, sacando la lengua, dándome total acceso a ella.
"Siempre dispuesta" Dijo.
Sujeté mi pene y lo guie a esa humedad boca, metiéndolo hasta la garganta, enrollando la cadena en mi mano, impidiéndole apartarse, viendo sus ojos soltar lágrimas, sin quitar esa mirada lasciva que silenciosamente me da la autorización de tratarla rudo hoy, y no pienso decepcionarla.
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