Capítulo 11
Desperté asustada, sintiendo el agua entrar por mi nariz, me incorporé de golpe, sujetando la ropa de cama a mi alrededor para cubrirme, por un segundo me sentí perdida y desorientada, soñé con Mijail y sus malditos castigos, dormí tan profundo que mi mente comenzó a divagar, me cuesta mucho dejar mi pasado atrás, el maldito me persigue, me respira en la nuca, no me deja disfrutar del presente, no me... no me va a dejar nunca, él lo dijo, le pertenezco, siempre le voy a pertenecer, va a llevarme un día de estos, me hará pagar lo que Caesar le hizo.
Al recordar lo que hice anoche, con quién lo hice, y fijarme bien en la persona que tengo delante, voltee rápidamente hacia el otro lado de la cama, buscando a mi acompañante, temiendo por la vida de mi amigo si Caesar lo encuentra aquí, pero no hay nadie, su espacio está vacío y frío, lo único que me recuerda que lo de anoche no fue un sueño es el intenso dolor que me recorre de pies a cabeza, sumando la horrible resaca que me cargo, obligándome a recostar la cabeza en la almohada mojada otra vez, cerrando los ojos, hasta la luz me molesta, prefiero morir para dormir por siempre que soportar esta tortura.
— Caesar me envió a ver si no te había matado, está preocupado — dijo Santino a modo de "Buenos días"—. Es mediodía, dijo que intentó despertarte al menos veinte veces, incluso te bañó, pero tú no respondiste. Pocas cosas perturban su paz, pero cree que realmente te hizo daño y él realmente no quería acostarse contigo, la culpa se lo come, faltó a su promesa contigo.
¿Daño? Pero si me trató con delicadeza, si supiera cómo me tratan los otros dueños y clientes, ni siquiera se habría cuestionado mi bienestar, sólo necesito dormir, sexo + resaca son una combinación peligrosa. Además, yo le dije muchas veces que no soy una niña, puedo tomar mis propias decisiones, tengo carácter, si quiero o no quiero hacer algo, se lo haré saber.
— No estoy muerta, pero me quiero morir, no creo que pueda salir de la cama hoy — quejándome—. Me duelen partes del cuerpo que creí que no podían dolerme...
Haciéndole pucheros haber si se compadece de mí, quiero mimos ¿Es mucho pedir? ¿Puedo pedírselo? ¿Se me permite? ¿En qué posición estoy? ¿Qué soy yo en todo esto? ¿Cuánto valgo?
— Al menos lograste tu cometido — bromeó—. ¿No querías cabalgar sobre caballos adultos? Ahora aguántate. La mafia italiana no cría perras lloronas.
— ¿Perra llorona? — levanté la cabeza ofendida—. te reto a tragarte veinticinco centímetros y luego dejar que te cojan a lo bestia, mira mi pezón — mostrándole una teta, dejando caer la ropa de cama—. ¿Ves eso? — señalando—. Es sangre, me mordió tan fuerte que me sacó sangre.
Ya ni siquiera le sorprende mi falta de inhibición, creo que él y yo vamos acostumbrándonos a la convivencia, Santino es un buen amigo, sé juzgar bien a las personas y apostaría mi teta izquierda a que puedo confiar en él.
— Vine preparado — levantando un botiquín a la altura de su rostro, sonriéndome—. Ya ni me molesto en pedir que te cubras, acabo de ver lo único que no había visto — suspiró rendido—. ¿Puedes sentarte?
Negué haciendo una mueca.
— Me duele el culo.
Ni siquiera sé si lo hice realmente por detrás ¿Será el caso? Es que no lo recuerdo.
¿Se volverá a repetir? Espero que, por mi salud física, no sea hoy, rezaré un ave maría por ello, pero mañana sí estaré en condiciones, que sea mañana.
— ¿Dónde se fue el jefe?
Pregunté barriendo el lugar con la vista, Caesar no se ve por aquí ¿Se habrá escondido por la culpa? ¿Tengo que ir a perseguirlo y decirle que fue algo que yo también quería?
— Fue a comprarte algo de comer, se siente culpable por dejarse llevar. Dijo que bebió cuatro botellas de destilado, estaba furioso porque no llegabas a la habitación, tampoco le enviaste un misero mensaje, se siente responsable de ti. Cuando llegaste, pensó que estaba en medio de una de sus fantasías, pero cuando despertó y te vio casi en coma, desnuda, y... bueno, no te contaré lo demás por respeto, pero podrás imaginártelo... dijo que quería pegarse un tiro por faltar a su palabra, se siente sucio por follarse a una menor.
— Son sólo unos meses, que deje de joder con la edad, no es como si tuviera catorce — rodando los ojos—. Además, yo también quería, y si yo quería, pues está todo bien.
— Caesar no piensa igual, mocosa, ahora guarda silencio, me pone nervioso estar en un cuarto contigo desnuda, podría llegar el Boss en cualquier momento, quiero hacerlo rápido.
— Me callo entonces, cobarde.
Cerrando la boca, viéndolo agradecer en silencio que me dejo de chachara y ya no perturbaré su paz.
Dejé que Santino iniciara con su labor, limpiando la herida en mi pezón, colocando un pequeño parche que me resultó tierno, me gustan las cosas pequeñitas. Puso pomadas en cada moretón con mucha delicadeza, usando un palito, muy profesional el hombre, aplicando sobre todo en las caderas, las muñecas y el cuello, dónde las manos de Caesar están dibujadas a la perfección en bonitos tonos lila, verde y amarillo, casi me dejó sus huellas dactilares impresas el bruto.
La puerta del cuarto se escuchó cerrar a lo lejos, pocos segundos después, Caesar, embutido dentro de un grueso abrigo, apareció en mi visual, viendo a Santino y a mí de forma alterna, reparando en mi cuerpo desnudo y en Santino con sus manos sobre mí, mientras me trata.
Le tembló una ceja y el rostro se le ensombreció de la rabia en cosa de segundos, su quijada se apretó y desde aquí puedo ver la sed de sangre en su mirada, Santino a su vez, palideció de golpe, dejando caer las manos a los costados de su cuerpo, dando tres pasos lejos de mí, él vio lo mismo que yo.
— J-jefe, usted me pidió que la tratara, le juro que no fue mi intención hacer nada más con ella.
Se defendió Santino, señalando la caja de curaciones, y a mí, llena de parches y pomadas, desnuda sobre las inmaculadas sabanas.
Me siento muy cómoda con mi desnudez, antes apenas y se me permitía usar ropa. De las 24 horas de un día, 18 horas yo estaba desnuda, las otras 6 estaba bailando, matando o consiguiendo clientes, a veces las 24 horas estaba encerrada en una habitación, así que estar desnuda es algo de todos los días, es mi normalidad, mi mundo.
— Fuera antes de que te mate aquí mismo, Santino ¿Es que no puedes usar el puto cerebro y pedirle que se cubra? ¡Es tonta, y ambos lo sabemos!
Mencionó el jefe a pasos de perder la cabeza y matar a su castaño hombre de confianza por mi culpa.
— Sí, capo.
Respondió Santino casi en susurro, evitando acercarse a él todo lo posible, bordeando al pelinegro en un radio ridículamente amplio antes de correr a la salida y abandonarme a mitad de mis curaciones.
Chico listo.
— Te traje pastelitos de la tienda que te gustó, Aless dijo que te comiste unos diez antes de reunirte conmigo.
Dejó de mirar la puerta por dónde salió su segundo, pestañeó y me miró con el rostro relajado y tranquilo, casi cómo si los últimos tres minutos nunca hubiese existido, sus cambios de humor son extraños, pero no lo conozco lo suficiente para poder hacerme una idea clara de él.
— Gracias por el gesto, Daddy — bromee—. Pero no tengo hambre ahora, quiero dormir un poco más.
Para no hacer las cosas incómodas, quité la almohada mojada, soltándola en el piso, tomé la que él utilizó para dormir y me recosté de nuevo en la cama, cubriéndome hasta la barbilla con las mantas, fingiendo normalidad, aunque me muero de los nervios por tenerlo en frente otra vez, ahora sobria.
Se dejó caer en la silla que ocupó Santino antes, parece agotado y me encantaría que fuera gracias a mí. Dejó las bolsas en el piso y acomodó las mantas de modo que cubrieran bien mi espalda.
Sus actitudes me confunden, es tan tosco y agresivo u segundo, y al siguiente tan atento... ¿Cuál de los dos es Caesar? ¿Qué es él? ¿Por qué sigo aquí? ¿Por qué no me ha desechado? ¿Por qué no me está vendiendo para satisfacer a sus hombres aún? Es lo que el dueño hace, prueba el producto y luego ve cómo sacarle provecho, se está tardando.
— No tenía planeado hacer lo que pasó anoche — Comenzó con su discurso, mirándome—. Dije que no iba a tocarte y pensaba cumplir con mi palabra, pero no me arrepiento, yo jamás me arrepiento de lo que hago, y si no estuvieras en un estado tan deplorable, te doblaría en la cama y te follaría otra vez, porque no puedo quitarme del cuerpo la sensación de estar dentro de ti — Sinceró, mientras yo me remuevo ansiosa bajo las mantas—. Por tu bien, más te vale no provocarme si no quieres terminar así otra vez — Señaló—. Y no me llames Daddy, no te gustará lo que pase si vuelves a calentarme con apodos como esos, lo de anoche no volverá a ocurrir.
Cansada, dolorida y queriendo morir por las sensaciones aplastantes, aun así, mi entrepierna se humedeció, reaccionando instintivamente a las palabras de este hombre ¿Cómo no? Si lo siento en cada rincón de mis entrañas todavía...
— Pues tendrás que acostumbrarte, Daddy, porque sí tú puedes llamarme pastelito, tuya, tu principessa, tu puta, y demás adjetivos que no recuerdo por lo ebria que estaba anoche, tú tendrás que aguantarte por cada vez que te llame Daddy o Zar, he visto cómo te endureces cuando te llamo por tu apodo. Ya me atrapaste espiándote mientras follabas prácticamente fuera de mi puerta, como si quisieras que te escuchara, pues felicidades, gracias a eso, no puedo apartar la vista de tu polla.
Sujetó mi rostro por las mejillas con una mano, acercándose a mi rostro lo suficiente para sentir su aliento caliente rozarme los labios, su cercanía me permitió observar con atención lo bonito que tiene los ojos grises, pequeñas vetas más claras atraviesan el color, ojos brillantes y lujuriosos, ojos de deseo, deseo por mí, luego está esa bonita nariz, las cicatrices me hacen saber que se la ha roto varias veces, después me detengo a observar sus mejillas, aparecen hoyuelos cada vez que sonríe, no sonríe mucho, pero cuando lo hace, me gusta mucho la forma en la que se le marcan. Y esos labios... luego veo esos labios, y lo veo a él...
Fue mi deseo o el suyo, no lo sé, uno de los dos se movió primero, aplastando la boca en la del contrario, mis dedos fueron directo a su cabello, descubrí que me gusta la sensación sedosa y el olor de su champú, no pude evitar levantar la mitad superior de mi cuerpo para atraerlo más cerca, deslizado mi lengua por su labio para que me permita entrar, y lo hizo, sus ojos abiertos mirándome con furia, lo enfurece todo lo que tenga que ver conmigo, me odia por desearme, este sujeto me aborrece mientras toca mi piel hirviendo, desliza sus manos por mi cuello, aprieta ligeramente y luego roza mis pechos con sus nudillos, clavándome los dedos en la cintura, y...
Se alejó de pronto, reparando en las mantas caídas hasta mi cadera, mis labios enrojecidos, el cabello desordenado... me miró y se acarició la barbilla sin dar crédito a lo que acaba de hacer... otra vez.
Y por más sorprendente que se escuche, el muy cobarde se levantó, se arregló la erección con molestia y escapó, dejándome sola en la habitación, la bolsa de pastelitos en el piso, la caja de curaciones sobre la cama.
Cómo dijo Santino, yo cuento con opciones, y quiero jugar, será divertido dejar que un hombre como el Capo me persiga, no tengo que ceder yo siempre, así que, la próxima vez que se dé algo cómo esto, tendrá que ser él quien se arrastre y ponga voluntariamente su rostro entre mis piernas.
— Voy a disfrutar tanto viéndolo perder la cabeza.
Dejándome caer contra la almohada de nuevo, sin preocuparme por la ropa, saboreando el momento, respirando su olor.
Que rico huele su maldito perfume...
***
Vale, mi orgullo ha sido pisoteado con cinco simples palabras.
"Caesar está follando con otra".
Y no es como si yo fuera una estúpida romántica que piensa que él va a follar sólo conmigo desde ahora, no señor, esta historia para romance no da, pero daña mi orgullo, digo, anoche casi me deja paralitica, tuvimos el sexo más morboso que he tenido en la vida, y el idiota ahora se folla a otra porque yo no fui suficiente o quizá no se sintió tan excitado conmigo, eso daña mi orgullo de mujer y ex prostituta, yo soy capaz de hacer que un hombre se corra sólo con un par de bailes calientes ¿Qué mierda se cree?
— Te toca, Santino, reparte.
Señalando las cartas en el centro de la cama, al menos ya puedo sentarme sin sentir que se me quema el espinazo, y estoy bastante cómoda, le robé una camiseta a Don pito suelto, y Satino me arregló el cabello, está limpio, pero lleno de nudos, así que se tomó el tiempo de desenredarlo con delicadeza, acomodándolo en un bonito moño alto para que no estorbe, recomendando que lo corte en algún momento, el cabello me llega casi a las rodillas, no recuerdo la ultima vez que lo corté, es bonito, me gusta así, pero si dicen que me lo corte ¿Debería? No soy muy buena tomando decisiones, nunca las tomé, ni en mi hogar, ni con Mijail, ni nunca. Sigo sin comprender en qué calidad estoy aquí, sería más fácil si alguien me dijera qué hacer a partir de ahora.
— No entiendo aún por qué estás enojada, Caesar folla con medio mundo todo el tiempo, lo sabes, lo escuchas cada maldita noche mientras se coje a sus conquistas en el pasillo que comparten.
Dijo Aless, esperando sus cartas.
— No es que me moleste que folle con otras, no somos exclusivos, yo sólo quería darme el gustito, y lo hice, seguiré follando con quien me guste en el futuro, pero hay algo llamado orgullo, y corrió a follar con otra luego de terminar conmigo, siento que no fui suficiente y yo soy muy buena follando.
Recibiendo mis cartas, observando a quienes parecen ser mis nuevos amigos, mientras analizan sus cartas y armar sus estrategias.
— Y lo eres, eres buena follando, soy testigo de ello — dijo Aless—. El jefe es el jefe, nadie lo entiende.
Encogiéndose de hombros, restándole importancia al asunto, mientras yo me como la cabeza.
— Piénsalo de esta manera — dijo Vitto, el ultimo invitado de la tarde—. Se sintió tan bien contigo, que quiere seguir follando, pero como te dejó lastimada, la conciencia lo carcome y fue a quitarse las ganas con otra mientras piensa en ti.
Mencionó, el castaño de ojos café para subirme el ánimo, sonriendo cálido.
— Mira Vitto, me encanta tu manera de ver el mundo, me quedaré con esa, mi orgullo agradece tus comentarios esta noche.
Carcajeando, tomando el ultimo trozo de mi sándwich, pedimos servicio al cuarto para la cena, se nos pasó el día en puras estupideces, son casi las diez y ni luces de don "Dime Daddy, pastelito"
Daddy te voy a decir cuando te meta el puño por el culo, idiota.
— ¿Qué hacen todos aquí?
Hablando del rey de roma...
Caesar entró por las puertas dobles que conectan la pequeña sala con la habitación, barriendo el lugar con la mirada hasta reparar en mí. No dejó de observarme mientras se quita el abrigo y lo cuelga en el respaldo de la silla más cercana, esperando la respuesta de alguien, cualquiera, pero mis acompañantes están demasiado preocupados por sus vidas como para responder.
— Jugando cartas ¿Qué no ves?
Respondí yo de mala gana, sacando la cara por el equipo.
— ¿Te sientes lo suficientemente bien? Necesito que me hagas un trabajo.
— No chupo vergas usadas en este horario, vuelva otro día.
Sin observarlo, ignorando su presencia, dedicándome a pensar en la siguiente carta que recogeré para arruinar la jugada de los chicos.
— No seas estúpida, hablo de un trabajo real, Aless, Santino, como ustedes tienen mayor relación con Natasha, irán con ella para protegerla.
Los tres los observamos, Vitto se levantó silenciosamente, abandonando el barco, corriendo al exterior antes que lo incluyan en este misterioso trabajito que al parecer es peligroso si yo necesitaré protección.
Hombre inteligente.
— Ok, me arruinaste la estrategia — soltando las cartas, rindiéndome—. ¿Qué quieres?
Observándolo por primera vez desde que interrumpió en el cuarto, Caesar llevaba el ceño fruncido y la corbata suelta, los dos primeros botones de su camisa desabotonados, el cabello alborotado, la viva imagen del sexo, además, está cabreado, pero ¿Cuándo no? Este hombre siempre está de mal humor, siempre tiene el ceño así de fruncido, ya puedo verlo de anciano, puedo incluso imaginar las líneas de expresión marcadas que tendrá.
— Necesito que investiguen si el club inferno es usado para la trata de personas, escuché rumores, Mijail entregará un lote de mujeres para vender hoy, yo no puedo ir claramente porque conocen mi rostro, los alertará. Aless es nuevo en la organización, a Santino nadie lo voltea a ver por aburrido, y tú Natasha, eres nueva, y necesito una chica para la tarea. El club no es de los normales, tiene temática D/S, así que necesitarás ocupar esto.
Levantando el collar de obediencia que llevaba oculto en el bolsillo del abrigo que cargaba.
Palidecí de golpe al ver ese estúpido artefacto que me arruinó la vida, instintivamente llevé los dedos a mi cuello, sintiendo el dolor frío de los dientes rompiéndome la piel, hacerme daño con él siempre fue el pasatiempo favorito de mis dueños.
Tener un collar de esos es perder la libertad, el habla, el movimiento... Tenía que limitarme a hacer lo que el amo decía y permitir que quien fuera autorizado hiciera lo que se le diera en gana conmigo, esos fueron mis días más aterradores.
— ¿Por qué tienes eso?
Señalando con la cabeza el pesado collar de fierro en forma circular, una argolla para la correa y un dije de corazón con mi apodo en él, siempre fui "Tacha" para La Trata. Para abrirlo y cerrarlo existe una llave única, la llave que tenía el amo, si la perdía, jamás iba a poder quitarme esa mierda del cuello, iban a lastimarme por siempre, voy a soportar su frío, su dolor, y su peso por siempre.
Ese collar lo utilizábamos todos quienes fuimos vendidos a la trata de personas, claramente no todos teníamos el mismo tipo de collar, hay niveles entre las mascotas, la diferencia varía según lo que podemos hacer y lo costosos que eso nos hace.
— Me lo entregaron cuando te compré ¿Por qué crees que no han vuelto a buscarte? Para esos sujetos, la mercancía valiosa se recupera, eres joven, exótica y un pecado andante, tuve que pagar mucho dinero por ti.
Mencionó relajado, cómo si me estuviese pidiendo que elija que sabor de café beber durante la hora del té.
Apreté los puños sintiendo mis ojos arder, quería llorar, me siento enojada y asustada, quiero salir de aquí, el espacio... el aire se reduce, el dolor en mi cuello, el peso... yo...
Santino apoyó su mano en mi espalda para darme apoyo al ver que algo va mal, inconscientemente me moví hasta apartarlo, arrastrándome hasta el respaldo de la cama entre las almohadas, buscando espacio, no quiero que nadie me toque, quiero estar sola.
— ¿Por eso decías que era tuya con tanta convicción?
Solté dolida mirándolo con la visión borrosa, un movimiento en falso y las malditas lágrimas me traicionarán.
— Eres mía — Mencionó sin emoción en su rostro—. Yo te compré, pero eso no quiere decir que seré un hijo de puta como todos los bastardos antes de mí.
Tomé una larga respiración para no perder los papeles, no le daré el placer de ver cuánto me afecta el tema, no le dejaré saber cuanto miedo le tengo al maldito collar, cuanto me lastimó Mijail con él.
— No eres un hijo de puta conmigo, es cierto — Dejando la cama de un salto, maldiciendo a mis adentros, sigue siendo doloroso estar de pie—. Pero hiciste lo mismo que hicieron todos, follarme y luego ponerme en el lugar que más les acomoda. Ya pónmelo, me da igual.
Levantando mi cabello y alzando el mentón para exponer mi cuello, plantándome delante de él, pero las lágrimas me traicionaron y terminé llorando, haciéndole saber mi debilidad, soy una tonta.
Exponer debilidades es darle la oportunidad a otros de herirte en el futuro, no soy nadie para las personas dentro de esta habitación, soy un peón que desecharán pronto, tengo que entenderlo, yo aquí no tengo amigos, no tengo nada, debo meterlo dentro de mi cabeza o saldré herida de nuevo, la esperanza significa dolor.
— Natasha, no lo veas así, no quiero que uses esta mierda — Tomando el collar con una mano, secando mis lagrimas con el pulgar de la otra—. Es sólo por este trabajo y luego te lo quitaré, sabes que no te haría trabajar si no te necesitara, pero me urge una chica para esto, confío en ti.
— No me interesan las excusas, sólo pónmelo.
Asintió no muy seguro, abriendo el collar y cerrándolo alrededor de mi cuello, usó la llave para cerrarlo y la guardó en su bolsillo, sujetando el dije de corazón entre sus dedos, leyendo el nombre ahí.
— Te juro que lo sacaré apenas termines, yo no soy cómo los otros, no volverás a ver este collar.
Sequé otro par de lágrimas que se me escaparon, retrocediendo para que deje de tocar el maldito collar, sintiendo los dientes masticarme la piel, duele, y está frío, me duele, no quiero llevarlo, no lo quiero.
— No me mientas, ambos sabemos que me harás usarlo las veces que te dé la gana porque me compraste, así como compras un sillón, un par de pastelitos o una silla, en esa categoría estoy, así que no tengo derecho a negarme, amo.
Y él no lo negó. Ambos sabemos que, si la situación lo amerita, me hará usarlo.
Aless se acercó para intentar ayudarme a bajar la ansiedad, pero lo esquivé igual que un cervatillo asustado, abrazándome a mí misma, alejándome de los tres sujetos que me miran cómo si estuviese herida y necesitara protección.
— Al grano. Como me visto y qué papel debo adoptar — cruzándome de brazos, intentando no temblar—. Aless ¿Puedes conseguirme una pastilla de éxtasis o algo parecido? Necesito... la necesito si haré esto otra vez, no puedo hacerlo sobria.
No hablaré del dolor entre mis piernas, no le daré ese poder.
— Yo te consigo una, y... lo siento, Natasha.
Dejando el cuarto con rapidez para conseguirme lo que pedí, se siente culpable, no quiere que lo haga, pero tampoco puede decirlo en voz alta, Caesar es el jefe, la máxima autoridad, aquí Aless no es nada, y yo soy todavía mucho menos que eso.
Además, el ambiente está tan tenso que cualquiera querría huir para evitar esto, Santino sería muy inteligente si decidiese irse también, yo no lo culparía, quiero irme.
— No quiero que te drogues ¿Qué mierda tienes en la cabeza?
Reprochó Caesar con su típico ceño fruncido, observándome cómo si yo fuese la loca, yo no estoy equivocada, él no sabe lo que significa ser una mascota, no sabe lo que viví cuando tuve que usar este collar, él no sabe nada.
— Mi trabajo, mis reglas, y como soy la sumisa esta noche en un club extraño, se harán las cosas como yo diga. Será extraño si no los toco, los dejo follarme o les hago una mamada, debo mezclarme con el resto, he trabajado en ese tipo de clubs y la inhibición es lo último que existe, así que, haga lo que haga, no vas a joderme, porque tengo tanto derecho como tú a divertirme a pesar de las circunstancias. Tú te follas a medio mundo y yo tengo que aguantarme las ganas, no es justo, Caesar.
Respiró hondo, apretando los puños, haciendo uso de todo su autocontrol.
— Nadie va a follar con nadie, sólo quiero que me digan si están subastando mujeres o no.
Claramente Caesar no se ha involucrado suficiente con las de mi clase, no sabe las cosas que se nos obligan a hacer, no sabe lo que yo debo ser para sobrevivir dentro, porque, si ven que le falto el respeto al amo una sola vez, van a apedrearme.
— Y si eso pasa al final de la noche ¿Qué? ¿Nos quedamos cada quién en su lugar, yo jodiéndoles la existencia como siempre, bromeando y riendo? Ese no es el papel que debo interpretar, ya despierta, maldita sea, esto no es uno de tus perfectos cuentos de hada de hombre con dinero, prestigio y poder, no soy tú. Dime cómo debo vestirme.
Le exigí saber, perdiendo la pelea conmigo misma, quiero llorar y golpear todo ese bonito rostro que tiene, si continuo con esto, él me va a castigar, no debo hablarle así al amo, no debo tutearlo, no debo mirarlo, yo sólo debo seguir las reglas, debo hacer lo que me pidan y estaré bien.
—Perdón, no volveré a hablar así, yo... perdón... perdón... per...
Cerré los ojos con fuerza, apreté la quijada y me quedé quieta esperando el golpe por la falta de respeto, pero el dolor nunca llego, en vez de eso, sentí manos ásperas y callosas secar el resto de mis lágrimas, y abrí los ojos.
Temerosa aún, bajé la cabeza rápidamente para no verlo a los ojos, pero me lo impidió, sujetándome el mentón para que lo viera al rostro, es una prueba de fe, intenta hacerme saber que es diferente, pero ¿Cuánto le durará la amabilidad? Él es tan cruel cuando quiere serlo...
— Las chicas visten una tanga, pegatinas en los pezones, y adornan su torso, hombros y brazos con oro en polvo, son la comida, pero les permiten llevar un vestido metalizado calado, por tu calidad, en vez de metal, llevarás diamantes, una esclava cómo tú no tocará peor material — Entregándome una bolsa pesada que debe contener mi atuendo de esta noche—. Es más agujeros que tela... no cubre mucho, yo... Nat lo siento, te juro que compensaré esto, es por las chicas, piensa en las chicas que vas a ayudar, tú hubieses querido que te ayudaran ¿No?
Sonreí triste, observando el contenido de la bolsa, llevaré poca ropa, me verán desnuda muchas personas, y no será mi decisión, me tocarán y no será mi decisión, van a obligarme a hacer cosas y no podré elegirlo. Otra vez un títere.
— Maldito manipulador — Tiene razón, yo hubiese querido ayuda, ser vendida es una mierda—. ¿En cuánto debemos estar listos?
— Una hora.
Giré sobre mis talones para mirar al castaño que se ha mantenido tan quieto cómo le ha sido posible, pasando fácilmente por un adorno de la habitación, caminando hacia él.
— Santino ¿Me ayudas con los brillos de oro?
Este miró a Caesar, esperando su aprobación.
— Nat, con todo respeto — Respondió, con voz temblorosa—. Que asco follar contigo, eres como mi hermana menor, tengo veintisiete ¿Puedes no poner mi cabeza en la guillotina, por favor?
— Afírmate los huevos y ayúdame a alistarme, no te estoy pidiendo que me folles en el baño, te estoy pidiendo que me ayudes con los putos brillos porque yo sola no voy a poder hacerlo y no quiero que Caesar me ponga las manos encima, confío en ti más que en cualquier otra persona en estos momentos ¿Me hechas una mano, por favor?
Caesar suspiró, apoyando ambas manos en sus caderas.
— Sólo ve.
Mencionó rendido, sabe que perdió esta batalla antes de que comenzara.
— Ok, vamos — respondió Santino—. Pero no quiero follar, te lo digo en serio.
Siguiéndome hasta el baño, quitándome la bolsa para mirar el interior, frunciendo el ceño en señal de desacuerdo, soltando un suspiro.
— Yo tampoco quiero, idiota, pero si la situación lo amerita, tendrá que ser, y eres dominante maldita sea, ese es tu papel ¿Puedes ponerte los pantalones? Tú tienes que ordenarme cosas, tienes que ser malo, todos los amos son malas personas, tienes que lastimarme con el maldito collar y reírte de ello, así son todos esos hijos de puta que juegan con la vida de las personas.
Estoy enojada y me desquito con él... debo intentar relajarme, no es su culpa, él sólo sigue órdenes.
— Pero es que no me gusta ser demandante...
Protestó.
— Cópiale a Caesar, es un idiota, así es como debes ser.
— Natasha esa boca...
Protestó mi maldito nuevo dueño por la forma brusca en la que le estaba hablando.
— Castígame por ella entonces —Empujando a Santino hacia el baño—. Soy tuya ¿No? Puedes hacer conmigo lo que quieras y nadie te lo reprochará, a nadie le importo.
Cerrando la puerta del baño con toda la fuerza que poseía, encerrándome con Santino, rezando para que Caesar no quiera venir tras de mí, no quiero verlo, no quiero escucharlo, sólo quiero estar sola.
***
Una hora necesitamos para poder prepararme, yo puse las pegatinas en mis pezones, debo admitir que son preciosas, son pegatinas acrílicas cromáticas con un montón de diamantes de diferentes tamaños, es femenino y sutil, bonito, el efecto de la luz y la forma en que se reflejan me hace saber que seré el centro de atención.
Los brillos para el cuerpo fueron más fáciles de aplicar de lo que pensé, son una especie de pintura dorada, media transparente, que Santino, como todo un profesional esparció por las áreas designadas, dijo que resaltaría mis atributos, colocando en mis hombros, pechos y por mi abdomen, terminando en punta, puso un poco por mis muslos, no demasiado, y de favor, le pedí que escribiera con brillos en mis nalgas Hit Me <<Pégame>>, una palabra en cada nalga, será encantador ver la reacción de Caesar.
Si me ordena seducir, seré la perra más obediente del lugar, tanto, que no querrá volver a pedir favores cómo estos nunca.
Tomé el super vestido que en sí no cubre nada, es sólo para sentir que llevo algo encima, porque era agujeros nada más, era una prenda calada, de diamantes entretejidos, con un escote hasta mi ombligo, las letras en mi trasero se ven perfectamente, la tanga es tan pequeña como las que suelo usar siempre, pero llevo cristales en el triángulo del frente para combinar con mis pezoneras.
Calcé los tacones y me maquillé, algo provocativo, labios rojos, veinticuatro horas para no parecer un payaso luego de lo que pienso hacer, delineado y un poco de sombra para darles profundidad a mis ojos, nada de buena calidad, a muchos les gusta ver cómo se corre el maquillaje cuando te hacen llorar, usé todos los trucos que conozco para esta noche.
Ya lista, acomodé mi cabello y sujeté el frío marfil, inclinándome hacia adelante para mirar mi reflejo en el espejo, repasándome de pies a cabeza.
— Tal cual puta — Observándome con odio, los ojos brillantes de la rabia, pero no debo llorar o arruinaré mi rostro—. No pensé que volvería a verme de esta manera, creí que cuando Caesar me rescató, la pesadilla se había acabado.
Apretando el lavamanos sin apartar la vista de mi reflejo, chirreando los dientes al ver cómo la primera lagrima recorre mi mejilla.
— Será entrar y salir — Me animó Santino—. Piénsalo, a mí tampoco me hace gracia, tengo que hacer un papel que no va para nada conmigo, son roles molestos e incómodos para ambos, pero en cuanto terminemos, tomamos nuestras cosas y nos largamos.
Tomando mi brazo para hacerme girar, secando mis lagrimas con cuidado para no dañar el maquillaje.
— ¿Puedo dormir en el cuarto de ustedes esta noche? No quiero venir con Caesar, me decepcionó, yo pensé que era mejor que los demás... pero es igual, soy una mascota para él, una cosa sin voluntad... me compró y me usa igual que todos mis dueños anteriores.
Sé que sueno desesperada y patética, pero no sé qué más hacer...
— No chiquita, no es igual — Acarició mi cabello—. Caesar te compró para que no vuelvas a tener miedo, lo hizo para que pudieras tener una vida normal desde ahora. Este trabajo no estaba en sus planes, pero eres la única capaz de hacerlo, él chasquea los dedos y aparecen un montón de mujeres dispuestas a hacer lo que sea por él, Caesar no confía en nadie, pero confía en ti, por eso te encomienda esto tan importante, confía en tus capacidades para seguir el plan, a mí no me dejó ir a un trabajo hasta después de un año, siéntete importante.
Me animó, sin dejar de acariciarme el cabello.
— Entonces ¿Dices que confía en mí para esto como colega y no porque fui prostituta?
Ahogándome en mi llanto, odio llorar, odio verme débil ante los demás, Santino podría apuñalarme por la espalda, podría contarle a Caesar mis pesares, yo no... no sé en quién puedo confiar, estoy tan cansada de fingir estabilidad que quiero un amigo, quiero creer en las personas, quiero estar tranquila, pertenecer.
— Claro que sí, linda. Él jamás te ha tratado por lo que fuiste, sino por lo que le has mostrado, una mujer, fuerte, independiente, capaz, muy capaz, inteligente hasta decir basta, muy hábil con las armas, astuta, y podría estar enumerando cosas toda la noche, así que tú olvida tu pasado, porque eso hicimos todos, tú eres Natasha Mironova, la nueva integrante de la mafia italiana y ya, ese es tu título, nada más — Secando mis lágrimas con paciencia y delicadeza—. Así que levanta esa cabeza y luce con orgullo este cuerpo tuyo que el diablo modeló, estás que ardes, úsalo a tu favor y vuelve locos a todos los hombres, porque nadie puede tocarte sin tu consentimiento, recuérdalo, eres dueña de tu cuerpo y eres una mujer poderosa, porque con una mirada ya los tienes a todos babeando por ti, el jefe incluido.
Sonreí amplia, recobrando mi autoestima con las palabras de este hombre, Santino es un gran sujeto, me siento cómoda a su alrededor, será difícil cumplir mi papel con él, yo lo respeto y jamás habría pensado en hacer o decir cosas sucias con él, pero si Santino dice que está bien y es por el bien de la misión, cumpliremos nuestros incómodos papeles y luego tan amigos como siempre.
***
CAESAR.
Llevo una hora sentado en la cama esperando a que ese par salga del baño y nada, la idea de Natasha y Santino haciendo cosas sucias me inunda la cabeza y me molesta saber que yo pude haber sido el detonante, la rubia está furiosa conmigo, dolida, y... me tiene miedo, vi la expresión que hizo cuando se fijó en el collar, se le desfiguró el rostro, probablemente la hice recordar todo lo que vivió al usarlo...
Cuando la compré, me contaron a modo de burla cómo llegó a ser la esclava nivel diamante de Mijail, la favorita, y a la que aún pertenece por derecho de primera compra y por cláusula de contrato. Ella tenía 14 años, su familia la perfumó, la bañó y la peinó para entregársela a Mijail por comida y abrigo para sobrevivir al invierno. Le pusieron el collar tres semanas después de haber sido comprada, es una mujer que toma lo que tiene a la mano para hacerlo un arma, su temple es dignos de admirar, lo reconozco, aun así, me duele saber cómo fue tratada, me dijeron que vendieron su virginidad por el cuarto del dinero que pagué por ella, y luego Mijail la tomó.
Entre más recuerdo, más me maldigo por no haberle hecho más que cortarle la lengua, ese hijo de puta debería morir.
Me acerqué a la puerta de baño para intentar distraerme, dispuesto a golpearla hasta botarla para ver qué mierda los hace tardar tanto tiempo, no me parece bien que Santino vea desnuda a Natasha, pero por alguna razón a ella parece no importarle que él la vea, es como si no la estuviese mirando nadie, no entiendo qué sucede entre ellos.
Me acerqué con toda intención de armar escandalo cuando la escuché sollozar, eso me paralizó, apreté las manos en puño, apoyando la frente en la puerta, escuchando las lamentaciones de ella y el cómo Santino le sube el ánimo, haciéndole saber que es una valiosa compañera para todos, ayudándome a mí en el proceso, explicándole mis razones para comprarla, calmando el llanto incontrolable de la chica, llora con dolor, no es una simple pataleta de una chiquilla mimada, ella... a ella realmente le afecta todo esto.
Yo jamás quise humillarla ni forzarla a hacer cosas que no quisiera, es sólo que... es la única mujer de la organización y confío en ella tanto como en el resto de mis hombres, le confiaría mi vida si necesitara que alguien me cuidara la espalda, ella me comprobó que es de confianza, pero como siempre, las palabras no son lo mío y terminé hiriéndola.
Regresé a la cama casi corriendo en cuanto sentí el pestillo de la puerta ser quitado, no quería verme desesperado, pero me urge disculparme con ella, no me gusta la sensación de opresión en mi pecho, mucho menos ser el causante del dolor de esa chica.
— Caesar, iré a cambiarme y nos vamos, le diré a Aless que venga para que le dé lo que ella le pidió, lo necesita, está lastimada.
Mencionó Santino viéndome con el ceño fruncido, reprendiéndome, pero no se lo reproché y lo dejé marchar, ya vamos tarde y no hay tiempo que perder, además, merezco el regaño, Santino... Santino, Aless y Vitto, ellos son lo más cercano que me queda de una familia, perdí todo hace un tiempo, ellos saben que no los mataré por un atrevimiento, soy bastante flexible con ellos, pero... aún así me temen, tengo problemas, problemas para decir lo que pienso, para expresar lo que siento, yo sólo... tengo problemas y no sé cómo solucionarlos.
Mientras espero a la rubia, mensajee a Vitto, pensando en cómo hice sentir a la chica y la cara que puso cuando le mostré el maldito collar, yo no soy bueno con las palabras, pero si le compro algo quizá y ella me perdone, a las chicas les gusta que les compren cosas, pero Natasha es tan impredecible que no sé si esa táctica funcione, aunque es mejor que quedarme de brazos cruzados.
Cuando Natasha dejó el baño, no fui capaz de despegar la vista de su cuerpo, se ve totalmente exquisita, celestial, una diosa en toda la expresión de su palabra, inalcanzable...
Ella podría tener al hombre que quisiera a sus pies, no se ve cómo una esclava, se ve cómo una mujer que domina todo el espacio que la rodea, nació para ser una reina, lástima que haya caído en las manos equivocadas, por suerte, ahora está dónde le corresponde.
— Natasha, yo...
Me levanté de la cama, acortando el espacio entre nosotros, dándole una última repasada a su cuerpo antes de fijarme sólo en su rostro, concentrándome, necesito saber si aún está furiosa conmigo, pero al verla retroceder, quedó todo muy claro, de nuevo me equivoqué.
— Dormiré aquí porque Santino es un marica y no quiere darme alojo, estoy menos enojada, sí, pero no me gustan las mentiras. Me compraste para que fuera libre, bien, pero quiero esto fuera de mi cuello apenas terminemos el trabajo y no quiero volver a verlo, con esta maldita mierda no me siento libre, me siento una zorra.
Sujetando el collar con rabia, tirando de él, lastimándose el cuello con los pequeños dientes interiores, pequeños hilillos de sangre recorrieron su cuello blanco y perfecto, se está lastimando, pero no hace ni una maldita mueca.
Ese estúpido collar se hizo para someter, pero esta chica le perdió el miedo incluso al dolor ¿Por cuánto más habrá pasado? ¿Qué pesadillas la atormentan? ¿Cuánto la habrán lastimado con ese aparato para que ella sea inmune a su dolor?
— Dalo por hecho, nunca volveré a ponerte eso en el cuello — Respondí, sumiso—. Y gracias por acceder a esto, eres la única a quien puedo encomendarle la tarea.
Rodó los ojos.
— Tengo una solicitud — Cruzándose de brazos—. Bueno, es más una exigencia.
— Si cumplirlo hace que tu enojo disminuya, dime ¿Qué puedo hacer?
Me di cuenta que su aura es tan poderosa como la mía, no se doblega, y para ser tan pequeña es muy imponente, su mirada me intimida un poco, quizá sea porque me siento culpable, es por mi culpa que ella lloró, por mi culpa se lastima con el collar, por mi culpa los recuerdos vuelven para atormentarla.
Prometí protegerla y aquí estoy, haciéndola llorar.
— Quiero el tatuaje de la organización, sólo de esa manera sentiré que pertenezco y que no seré desechada cuando te aburras de mí.
Pertenencia... ella quiere sentir que esto es permanente y no pasajero, hoy le di una muy mala impresión de mí.
— Mañana mismo te llevo a tatuar, es un tatuaje grande, tardará horas y será doloroso.
Advertí.
— Mañana entonces.
Dándole exactamente lo mismo el dolor, ella quiere pertenecer.
— ¿Dónde está mi cadena? Yo tenía una cadena especial. Soy especial ¿Sabías?
Señaló su collar.
Suspiré y metí la mano al bolsillo, sacando la correa incrustada de diamantes, señal del "producto" de lujo que es Natasha dentro de La Trata de personas.
La tomó sin más y enganchó en su collar, observándose en el espejo grande de la pared, observándonos.
No pude dejar las manos quietas, tomé la cinta de la cadena y jalé de ella, acercándola a mí, besando sus labios con delicadeza, incapaz de hacer la vista gorda a la preciosa mujer que tengo en frente.
— Prometo que voy a compensarte esto.
Sus ojos se cristalizaron.
— Sólo... trátame como quieras, pero no me abandones, sólo... sólo no me hagas acostumbrarme a algo que vas a quitarme más adelante, no quiero volver ahí, Caesar, es horrible, es sucio, es... es... es...
Soltó de una manera tan rota que me prometí a mí mismo llamar a casa para que transformen un cuarto en cine y así, ella pueda ver todas las películas que quiera, le gustan las películas.
— No vas a volver ahí, te lo juro.
Enjuagando sus lágrimas, acariciándole el cabello, mientras ella asiente, haciendo un esfuerzo sobrehumano para contenerse.
Haré que Santino le saque información para saber qué cosas le gustan, le daré todo lo que le gusta si eso hace que vuelva a faltarme el respeto con sus palabras tontas, sus comentarios traviesos y esas sonrisas coquetas que me la ponen dura en segundos, no tolero ver la expresión de odio, asco y miedo que le llena el rostro ahora.
— Será la primera y última vez que te pido algo como esto, lo juro.
Acaricié su mejilla.
Asintió sin apartarme, suplicando con su mirada que por favor fuera así.
Y pienso cumplir mi palabra, esta vez sí que la cumpliré.
***
Para cuando todos estuvieron listos, instalé microcámaras en las ropas de cada uno y un pequeño auricular, ambas cosas imperceptibles, de esa manera, todos podremos ver y oír lo que sucede, y de necesitar ayuda, seremos los primeros en ir a socorrerlos.
El plan que Natasha está planteándole a los chicos no me gusta nada, pero para no cabrearla, dejaré que haga las cosas a su manera, ella sabe que hacer, sólo que no me gustan sus métodos, me gustó mucho menos que se tragara esa maldita pastilla como si no fuera nada, apenas comenzó a hacer efecto, cambió su postura y su actitud, mucho más juguetona... con los chicos, no conmigo.
No sé si hace todo esto para hacerme enojar o es la mejor manera de desconectar y concentrarse en la misión que le encomendé sin perder la cabeza.
Debo confiar en ella.
Seguí repitiéndome hasta convencerme.
***
NATASHA.
Aless, Santino y yo subimos a un automóvil sin escoltas que se nos asignó en el hotel, me senté entre ellos en los asientos traseros, el chófer subió el vidrio de cristal que separa los espacios, dándonos algo de privacidad, tenemos quince minutos, y yo me siento a mil.
— Entonces... ¿Cómo funciona esto? —Señalándolos—. He escuchado cosas por la casa, algo sobre un círculo íntimo, algo sobre sus apellidos... ¿Cómo funciona?
Santino fue quien se giró para mirarme y dar respuesta mientras aún estoy algo conectada con mi entorno, estoy a dos segundos de perder la cabeza y quiero distraerme mientras eso no ocurra.
— A grandes rasgos, el Capo trabaja codo a codo con tres familias, los Coppola, mi familia —Informó el castañito de ojos verdes—. Somos sus segundos, resolvemos todos sus inconvenientes, luego están los Caruso, Vitto —Señaló el auricular—. Es el sub segundo, se encarga de la mitad de mis obligaciones, y después están los De Santis, asesinos y encargados de la seguridad del Capo.
— Caesar tiene 25 años, tú tienes 27 ¿Cuántos años tiene Vitto? ¿Por qué Aless es tan joven en comparación de ustedes?
— Vitto tiene 25 igual que Caesar — Explicó el rubio ahora—. Por lo general, el Capo siempre tiene un círculo íntimo con el cual contar cómo consejería, planeación, administración, en sí, todos los asuntos de la mafia, y ese círculo íntimo debe tener hijos para darle un círculo intimo a su heredero. Yo soy más joven porque no soy el asesino original del Capo, lo era mi hermano.
— ¿Qué le pasó a tu hermano?
— Cometió un error y perdió una de sus piernas, es defectuoso, no pudo continuar con su labor, por lo que yo tuve que asumir su tarea. Me inicié en la mafia a los diecisiete, un año antes de lo que corresponde y me tatué, así pasé a ser el asesino del Capo para que mi familia no cayera en el deshonor. Por eso mi diferencia de edad con los chicos, yo soy el segundo hijo, los De Santis que somos parte del círculo íntimo suelen parir dos o más hijos siempre por si el primero muere o se incapacita, es algo común entre los nuestros.
— Eso es un poco triste, entonces tú tampoco elegiste hacer esto, naciste con un deber.
Sonriéndole triste, creo que me siento un poco más identificada con él.
— Los De Santis somos asesinos trabajemos directamente con el Capo o no, me entreno desde que aprendí a caminar, Nat, amo lo que hago.
Asentí intentando asimilar lo aprendido, pediré más detalles más tarde, cuando mi cabeza no esté nublada, cuando recuerde, cuando... cuando...
***
Mostramos la invitación que Caesar consiguió para nosotros e ingresamos al estacionamiento del exclusivo club, tomé una profunda respiración antes de bajar del auto, fue Aless quien sujetó la cadena, sonriéndome pícaro, intentando poner una gota de humor al asunto, haciendo las cosas más fáciles para mí.
Al acercarnos a la entrada, conté cada persona sospechosa, cada guardia, todos tienen algo en común, todos tienen armas.
— Diez personas, tres de ellos con rifles de corto alcance. Hay tres salidas. La principal, con dos guardias; Una a la derecha junto al escenario en el fondo, con dos guardias; y una a la izquierda en el centro del espacio, con tres guardias; hay una escalera que lleva a un montón de puertas en la segunda planta a cinco metros de la puerta de la izquierda, hay tres guardias, dos abajo, uno arriba.
Narré sin perder de vista mi alrededor, este club no puede ser normal si hay tanta seguridad armada, debo alertar por el auricular a las personas del otro lado para que estén preparadas.
— Vaya, eres una caja de pandora, Nat.
Me alagó Vitto por el auricular.
— Estoy trabajando, por lo tanto, aquí soy tacha.
Cambiando mi semblante a una sonrisa fingida, intentando aparentar naturalidad y sumisión, juntando las manos en el frente, bajando la cabeza en cuanto nos acercamos a las puertas principales, la perfecta imagen de una esclava de mi nivel.
— Vaya... que gatita tan guapa han traído el día de hoy — Mencionó uno de los guardias—. ¿Comparten o es exclusiva? Hay muchos clientes que pagarían millones por un polvo con esta mujer, se irían del club con los bolsillos llenos, piénsenlo.
Mantuve la cabeza fría y fingí no escuchar sus malditas palabras, confiando en Aless y Santino, ellos no me venderían ¿Cierto? No lo harían, somos amigos, ellos dijeron que sería un entrar y salir, ellos...
Aless jaló de la correa y plantó un posesivo beso sobre mis labios, ancló su pulgar en la comisura de mi boca para abrírmela y meter su lengua, deslizando su mano libre por mi espada hasta mi trasero, estrujándome una nalga, encajando la rodilla entre mis piernas, rozando mi sexo en el proceso, calentándome el cuerpo en cosa de segundos, la necesidad de sexo nubla lo poco que queda de conciencia, pero soy una esclava, mi deber es quedarme quieta y hacerle las cosas más fáciles, por lo que separé un poco más las piernas y abrí la boca, respondiendo a su beso, luego Ales simplemente... se detuvo, algo vi en sus ojos, pero no supe determinar qué era.
— Carne de calidad no está al nivel de estos perros — respondió el rubio con seguridad, su brazo alrededor de mi cintura—. Sólo nuestra. Usted entenderá, una chica calidad diamante no puede ser tocada por cualquiera sólo porque tiene dinero para permitírsela.
— Entendible — quitó el cordón, dejándonos pasar—. Yo tampoco compartiría esta preciosura si fuera mía... o tal vez sí, por dinero.
Santino apoyó su mano en mi trasero en cuanto Aless se limitó a sólo sujetarme por la correa, guiándome adentro, alejándome de la lascivia del guardia, protegiéndome, ambos guiándome al interior sin soltar la correa ni quitar la mano de mi culo, manteniendo muy bien su papel.
A Santino tuvimos que amenazarlo unas siete veces para convencerlo de que estaba bien si me maltrataba un poco, terminamos dándole una pastillita también para que se soltara un poco, él suele estar detrás de las operaciones, nunca es protagonista y esto lo tiene nervioso a mil, y Aless, que no quería ser menos, tomó una también, ahora los tres estábamos muy centrados en nuestro papel, demasiado centrados, drogados hasta el culo, me siento en una nube.
Buscamos un apartado cerca del escenario para poder observar mejor si se realizaba la subasta de chicas o no, un sofá ovalado amplio, separados por fino tul lila transparente, para dar la impresión de "Privacidad" y en el centro una mesa negra para acomodar los tragos, o para hacerles más fácil la tarea a los amos para cogernos, tiene la altura perfecta.
La regla en lugares como estos es que los sumisos, últimos en la cadena alimenticia, no podemos tomar asiento en los sofás y ponernos cómodos, tenemos dos opciones, arrodillarnos en el incómodo y duro suelo, o tomar asiento sobre las piernas del dominante, claro, si él nos invita.
Fue Santino quien palmeó su regazo al tomar asiento, me acomodé sobre este sin pensar, y con ganas de jugar, llamé a Aless para que se acercara, apoyando mis labios sobre los suyos, moviéndolos con necesidad, atrapando su labio inferior entre mis dientes, jugando con su lengua, abandoné su boca y fui por la de Santino, repitiendo la acción siendo correspondida, ambos sonriendo, acariciando mis brazos, o mis muslos, totalmente metidos en su papel, el castañito incluso olvidó que era tímido.
— Manos...
Protestó Caesar por el auricular, bufando.
Él me metió en esto, ahora se aguanta.
— Me pondría muy cachonda ver a mis dos amos besarse... ¿Me darían el placer?
Ignorando a Caesar, dejándome llevar por el morbo del momento, si yo cogeré hoy, vamos a coger todos.
Ambos siguiendo mis palabras, terminaron enrollándose, metiéndose la legua y todo, debo admitir que sí me prendió un poco verlos tan ensimismados en ello, tengo la vagina húmeda y palpitante, quiero sexo.
Y sin querer quedarme fuera del juego, me acerqué al cuello de Santino, besándolo con mimo, usando la lengua para depositar húmedos besos, abriendo la boca y chupando hasta regar un camino de marcas por aquí y por allá, retrocediendo no para admirar mi obra de arte, sino que, para cabrear a Caesar que debe estar viendo en primer plano todo esto.
— Vaya Santino... — deslizando mi mano por su pecho, terminando mi recorrido sobre su verga—. ¿Esto es por mí o por Aless? ¿Te gusta esto? ¿El morbo? ¿El placer de ser visto mientras se folla a otra?
— Natasha, alto ahí, no tienes que llegar tan lejos.
Protestó Caesar otra vez.
— Sí, me gusta que me miren, eso me pone — respondió Santino, completamente ido—. ¿Quieres mirar o quieres que te miren?
Observó a Aless, quien ni tonto ni retardado, jaló de la correa para que tomara asiento sobre él, acomodándome a horcajadas sobre su cuerpo, devorando mi boca, mientras Santino acariciaba mi espalda y deposita besos por esta, masajeando mi trasero.
— Tengo muchas ganas de follar ahora... — admití—. ¿Podemos follar, daddy, podemos?
Observé a Santino, el único suficientemente mayor para ocupar ese estúpido apodo que tanto pone a Caesar, de seguro eso lo enfurecerá, el que lo use con otro.
— Te dije que eras dueña de tu cuerpo y puedes decidir — me reprendió—. ¿Quieres hacerlo o es para aparentar?
Mencionó el castañito, estará cachondo, pero antepone mis deseos, eso es lindo.
— Quiero hacerlo... quiero hacerlo con los dos...
Besando a uno y luego al otro.
— Natasha, tienes veinte segundos para arrodillarte en el piso y ser una buena chica hasta que llegue la hora del show, nadie va a tocarte, menos si estás drogada joder, todos están drogados ¿En qué estaban pensando?
Nos reprendió Caesar celoso hasta decir basta.
¿Con qué cara puede decirme que no puedo follar? Soy una esclava del sexo hoy, vivo por y para el placer de mis amos, mi existencia se resume en lo bien que ellos puedan llegar a sentirse, yo debo darles eso, debo quedarme quieta, ser bonita y dar placer.
Liberé el pene de ambos, usando mis manos para masturbarlos, ambos jadeando de placer, Santino besó mi hombro, mientras Aless acaricia mi culo, buscando mi entrada, usando dos dedos para masturbarme, ocupándose de mis necesidades.
—Estás tan mojada...
Jadeó el rubio.
—Estoy húmeda desde el auto, me quema el cuerpo, necesito sexo, necesito... necesito calmar este dolor...
Moviendo las caderas para que sus dedos me penetren más profundo, usando mis manos para darles placer.
La voz de Caesar suena tan lejana que no soy capaz de entender lo que me dice, no sé... no sé quien es él, no me acuerdo... no sé...
—Aprieta un poco más fuerte, bonita, sé que puedes hacerlo...
Susurró Santino en mi oído, acariciándome las nalgas, mordisqueándome el lóbulo de la oreja, mientras Aless me come la boca, su mano sujetándome firmemente por la nuca, sus dedos, tres de ellos, moviéndose sin piedad en mi interior, los sonidos húmedos me hacen perder la cabeza, moví mis manos más rápido, acaricié el glande de ambos con mi pulgar, ambos gimen, ambos alzan las caderas en busca de más, y los tres, sin oportunidad de restringirnos o silenciarnos, nos corrimos por las atenciones del otro.
Levanté mis manos con rastros de la esencia de ambos bajo la intensa mirada de ellos, jadeante y agradecida por las atenciones de mis amos, saqué la lengua y lamí hasta la última gota de lo que me dieron, Aless se puso cachondo de nuevo y jaló por el pelo a Santino para besarlo con demanda, aún con el pene afuera.
Es su momento, el momento de los amos, yo debo entretenerlos.
El tubo en el escenario llamó mi atención, la música es tan suave, tan sensual, tan caliente... no pude evitar quitarme la correa, el estúpido vestido que de nada servía y subir a la plataforma, sujetando el tubo y comencé a girar, contorneándome y abriéndome de piernas, soy la entretención, soy el postre, soy un juguete.
Mi mente nublada y confundida sigue repitiendo que debo contentarlos, debo hacer lo que los amos quieran para que no me regañen en el burdel.
¿Sigo siendo puta o realmente pertenezco a la mafia italiana? ¿Soñé a Caesar o sigo trabajando en ese club? ¿Realmente me rescató o me regresó a La Trata? ¿Debo bailar e irme con el mayor postor o los sujetos que me miran ya me compraron?
No puedo recordar...
No entiendo lo que está pasando...
Sólo sé que debo bailar, bailar y bailar, seducir, contentar, complacer, no importa a quien, mi trabajo no es elegir, el jefe elige y las putas obedecemos, así son las cosas, así serán siempre... no hay escapatoria...
— Ven aquí, bonita ¿Recuerdas a quién le perteneces?
Esas palabras, yo recuerdo esas palabras.
Giré el rostro sin soltar el tubo, observando a la imponente figura que me hace sombra, un hombre pelinegro, ojos grises penetrantes y un solo hoyuelo por la media sonrisa que me dedica, viste de traje, caro, a simple vista, y tiene la mano extendida hacia mí.
— ¿Mis amos me vendieron a usted, señor?
— Intenta de nuevo, pastelito, estás un poco confundida ¿Quién eres? ¿Qué eres?
Fruncí el ceño, confundida, mirando al hombre delante de mí, observando su rostro, la confianza que destila, el peligro que le brota por los poros, todas mis alertas se levantan, pero no es cómo si yo pudiera elegir, los amos eligen, los amos...
¿Ya no soy puta o sí lo soy? Él me compró, pagó por mí...
— Yo no... no entiendo...
Sus manos se apoyaron en mi cintura, me tensé por un segundo, su expresión se ensombreció y dejó de sonreír, está enojado, va a pegarme.
— Caesar es mi nombre ¿Te recuerda algo, pastelito?
Caesar. El Boss de la mafia. El Capo.
Me llevó a su casa, me vistió, me alimentó, me dejó ver películas en su sala, me protegió, me compró...
— Yo soy de Caesar...
Relajando mi cuerpo, apoyando mis manos en su pecho, viendo esa media sonrisa otra vez, ese hoyuelo, y luego un hombre se nos acercó, Caesar me rodeó con posesividad, pegándome a su cuerpo, observando al calvito bien vestido que tenemos en frente.
— Señor Marchetti ¿Qué hace por estos lugares?
Acabo de meter la pata con el plan, Caesar va a castigarme.
— Mi perra nueva se siente sola —Delineando mi labio inferior con su pulgar—. La compré hace unos días, me dijeron que aquí hay mercancía de calidad — acarició mi espalda—. Traje a Tacha para que ella elija a su compañera de juegos, alguien de su calidad, un diamante merece algo a su nivel.
sonriendo malicioso.
— Hizo bien en venir aquí, Tacha podrá elegir entre muchas chicas guapas, póngase cómodo, la mercancía está a punto de llegar.
Caesar asintió y me llevó de regreso al sofá, sentándome sobre sus piernas, enganchando la correa en mi cuello para que no me escapara, enrollándola en su mano, jalando para acercarme a él.
Su boca rozándome la oreja.
— Piensa muy bien en lo que acabas de hacer — susurró—. Porque a ti te castigaré de una manera muy diferente a la de ellos dos.
Señalando a los sujetos sentados en nuestro sofá, pálidos y muertos de miedo.
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