Todito

Kinoko había estado atrapada en una especie de limbo emocional durante meses. Su vida transcurría en una monotonía casi insoportable, como si todo estuviera perfectamente organizado y bajo control, pero a la vez, completamente fuera de su alcance. Su relación con su novio había caído en una rutina asfixiante, llena de conversaciones vacías y planes futuros que parecían promesas que nunca llegarían. Se sentía incompleta, desconectada de sí misma, como si viviera la vida de otra persona.

Esa noche, después de una discusión insignificante con su novio, decidió que no podía más. Sintió que necesitaba aire, que necesitaba escapar. No sabía a dónde ir, pero sus pies la llevaron por las calles iluminadas de la ciudad, como si estuviera buscando algo, aunque no tuviera idea de qué. Caminaba con las manos en los bolsillos de su chaqueta, la cabeza llena de pensamientos y el corazón pesado, hasta que algo llamó su atención: una suave melodía de jazz que se colaba entre las puertas de un pequeño bar.

El lugar tenía un ambiente cálido y relajado, muy diferente al bullicio de las calles. Las luces eran tenues, y el humo del cigarro flotaba en el aire mientras la música llenaba el espacio con una cadencia suave y melancólica. Kinoko se acercó, atraída por la melodía, y decidió entrar. Era un local pequeño, con mesas de madera oscura y un escenario apenas elevado donde tocaba una banda de jazz. El saxofonista, en particular, parecía perdido en la música, con los ojos cerrados y el cuerpo moviéndose al ritmo del saxofón como si fuera una extensión de su alma.

Fue entonces cuando lo reconoció. Izuku.

El impacto fue inmediato. Habían pasado años desde la última vez que lo vio, pero había algo en él que seguía igual. El cabello un poco desordenado, la forma en que sus manos agarraban el saxofón con una mezcla de seguridad y delicadeza, y esa expresión concentrada que tenía cuando estaba completamente inmerso en algo que le apasionaba. Kinoko se quedó allí, en la entrada, sintiendo una mezcla de sorpresa y nostalgia que la dejó sin aliento. Recordaba cómo solían pasar tardes enteras hablando de sueños y de cómo querían comerse el mundo. Pero la vida había tomado caminos distintos, y lo que alguna vez pudo haber sido, quedó en el pasado.

Cuando terminó la canción, Izuku abrió los ojos y, de alguna manera, su mirada fue directa hacia ella. Por un segundo, parecía que el tiempo se detuvo. Ambos se quedaron inmóviles, sin saber si lo que veían era real o producto de algún sueño lejano. Pero el momento no duró mucho. Izuku, dejando el saxofón a un lado, bajó del escenario y, con pasos lentos pero decididos, se acercó a ella.

-Kinoko...- dijo suavemente, como si su nombre fuera una melodía en sí misma -No puedo creer que seas tú- 

Kinoko sonrió, un poco nerviosa, y se encogió de hombros.

-Yo tampoco puedo creer que te haya encontrado aquí. No sabía que seguías tocando-

-Siempre lo hago. La música es lo único que nunca me ha dejado-

Ambos se sentaron en una mesa cercana, alejados del bullicio del resto del bar. La conversación fluyó de manera natural, como si los años de distancia no hubieran sido más que una pausa en una larga charla. Hablaron sobre el pasado, sobre los días en que se conocieron y sobre todo lo que había cambiado desde entonces. Kinoko le contó acerca de su trabajo, de la relación que sentía que se desmoronaba poco a poco, y de la sensación de vacío que la acompañaba en los últimos meses.

-Me siento como si estuviera atrapada en una vida que no es mía, Izuku. Todo parece estar bien, pero nada me llena. No sé cómo explicarlo...- dijo Kinoko, mirando hacia su vaso de whisky mientras jugaba con el hielo dentro.

Izuku la observó en silencio por un momento, asimilando sus palabras. Entendía perfectamente lo que sentía. Él mismo había pasado por algo parecido, esa sensación de estar desconectado de uno mismo, de vivir una vida que no te pertenece.

-Lo entiendo, Kinoko- respondió finalmente -Yo también he sentido lo mismo. A veces, parece que lo tenemos todo, pero en realidad nos estamos perdiendo de lo más importante: ser fieles a quienes somos-

La sinceridad en sus palabras tocó algo profundo dentro de Kinoko. Ella lo miró, sintiendo una calidez que no había experimentado en mucho tiempo. Había algo en Izuku, en la manera en que hablaba, en la pasión que aún emanaba de él, que la hizo recordar quién era antes de perderse en la rutina de su vida.

-¿Recuerdas cuando solíamos hablar de escapar, de irnos a cualquier lugar sin mirar atrás?- preguntó Izuku de repente, con una sonrisa nostálgica en los labios.

Kinoko rió suavemente, asintiendo. Claro que lo recordaba. Solían pasar horas soñando con viajes a lugares lejanos, con vivir una vida libre de compromisos y expectativas, solo disfrutando del momento y de lo que la vida les ofrecía.

-Sí, lo recuerdo- respondió, con la mirada perdida en algún lugar del pasado -Eran buenos tiempos, ¿no?-

-Lo eran. Pero ¿sabes qué? Aún podemos hacerlo. Aún podemos dejar todo atrás, aunque sea por una noche- dijo Izuku, con una chispa de emoción en los ojos que le recordó al chico que conoció años atrás.

Kinoko lo miró, sorprendida por sus palabras. Había algo en él que la impulsaba, algo que le hacía querer dejar de lado todas las dudas y simplemente dejarse llevar.

-¿Dejarlo todo atrás?- preguntó ella, con una sonrisa nerviosa -No es tan fácil, Izuku. No puedo simplemente escapar-

-No te pido que lo hagas para siempre. Solo esta noche- respondió él, inclinándose hacia adelante, con su mirada fija en la de ella -Tómame a mí, Kinoko. Solo esta noche. Deja que nos perdamos en la música, en el momento. Olvídate de todo lo demás-

Kinoko sintió un nudo en el estómago, una mezcla de emoción y nerviosismo. Parte de ella quería resistirse, aferrarse a la seguridad de su vida, pero otra parte "más fuerte, más viva" quería arriesgarse. Quería sentir algo real, algo que no estuviera envuelto en la rutina ni en las expectativas de los demás.

-¿Y qué pasa si después de esta noche, quiero más?- preguntó ella, sintiendo que su voz temblaba ligeramente.

Izuku sonrió, con un aire de seguridad y vulnerabilidad a la vez.

-Entonces ya veremos qué pasa después. Pero por ahora, solo quiero que estemos aquí, tú y yo, como solíamos ser-

Kinoko tomó aire, sintiendo que su corazón latía con fuerza. Miró a Izuku, a los ojos que la habían hecho soñar tantas veces en el pasado, y supo que no podía seguir negándose a sí misma. No aquella noche.

Sin decir nada más, se levantó y extendió la mano hacia él. Izuku la tomó sin dudar, y juntos salieron del bar, dejando atrás la música suave y las luces tenues. La ciudad seguía viva a su alrededor, pero para ellos, todo lo demás desapareció. Caminaban por las calles vacías, riendo y hablando como si el tiempo no hubiera pasado.

Esa noche, Kinoko sintió una libertad que no había experimentado en años. No sabía qué pasaría después, pero en ese momento, junto a Izuku, decidió que el futuro podía esperar. Lo único que importaba era que, por fin, se había reencontrado con una parte de sí misma que creía perdida, una parte que él siempre había sabido que estaba allí, esperando ser liberada.


End


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Bueno aquí termina esto. 

¿Me creerían si les digo que ya existía este borrador terminado y solo se me olvido subirlo? JAJAJAJA. 

Y ya muéranse. 

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