Capítulo 41- Aquelarres.


Se acercaron justo cuando el Avatar consumía el último suspiro de aquel hombre, dejando caer el enorme cuerpo de su víctima como un saco de papas al suelo, una vez terminada su faena.

Era increíble ver que un chico de estatura promedio pudiese soportar el peso de alguien dos veces más grande que él, solo sosteniéndolo y alzándolo en el aire por el cuello con una sola mano. Pero para un avatar, eso era normal; después de todo, estas criaturas eran similares a los vampiros en muchos aspectos: fuerza y velocidad sobrehumanas, visión nocturna, congelamiento del tiempo en lo físico, etc. Solo una cosa los diferenciaba del vampirismo, y es que los avatares, a diferencia de los vampiros, son mortales. Pueden vivir por años, incluso siglos, pero eso no los hace inmortales. Se enferman, pueden sufrir heridas e incluso accidentes que acaben con su vida, como cualquier ser humano.

Su víctima no era una persona de estatura normal: su espalda era tan ancha como el tronco de un árbol muy antiguo; sus extremidades eran imponentes, fraccionándose en varias partes por los músculos que sobresalían en cada brazo y pierna. Su abdomen estaba tan marcado que se podía notar a través de la camiseta sin mangas que llevaba puesta. Su musculatura, en general, era imponente, y casi no tenía cuello. Su figura completa lo hacía parecer más un toro para el matadero que un hombre normal. Era más bien como un fisicoculturista o un luchador de lucha libre.

El avatar, al parecer, no se percataba de la presencia de los tres jóvenes hechiceros, quienes observaban muy de cerca las acciones de aquel joven desgarbado de fuerza sobrenatural. Es más, ellos estaban justo detrás de él, y aun así ni se inmutó. Sintiéndose satisfecho, inclinó la cabeza hacia atrás y exhaló como si acabara de beber el más refrescante y exquisito líquido.

A continuación, comenzó a girar sobre sus talones lentamente, aún sin levantar la cabeza, hasta que se dio la vuelta por completo hacia ellos. Fue en ese momento cuando advirtió la presencia de Hina, Draken y Emma, y si bien no se inmutó ante esas tres presencias, sus oscuros ojos marrones, grandes como canicas, no parpadeaban en absoluto.

—Debimos venir con Keisuke —dijo Emma entre dientes—. Nos está mirando fijo, y me asusta.

—Pero Keisuke no pudo venir porque está guiando a los gemelos Kawata para atrapar a la avatar de Tokio —respondió Hina de la misma forma.

Ella había ido en representación de Keisuke, porque, si bien no era una avatar como su hermano, tenía mucha más experiencia con ellos. La idea era que Hina guiara a sus dos compañeros en la expedición para atrapar un avatar.

El objetivo principal era capturar a la avatar Saori, quien había sido la causa de que los hechiceros quisieran, de repente, atrapar un avatar. Debido a las extrañas desapariciones de algunos mortales en la ciudad, los hechiceros de toda la comunidad se alarmaron, alegando sospechas evidentes de magia oscura que podrían delatar la existencia de los hechiceros y su mundo mágico secreto. Por ello, Keisuke finalmente se vio obligado a convocar una reunión, no solo con su aquelarre, sino con toda la comunidad.

Así fue que, días después de que Keisuke y la familia Baji se enteraran de que Kazu estaba vivo, decidieron enfocarse en un problema a la vez. Aunque Ryoko estaba ansiosa por ver de nuevo a Tora, comprendió la situación y tuvo que relegar a su hijo perdido/reaparecido al segundo lugar en la lista de prioridades. Lo importante en ese momento era atrapar al responsable que estaba causando que el mundo mágico se desmoronara.

Flashback

Hina comenzó a recordar cuando Keisuke se vio obligado a contar todo, absolutamente todo: desde los inicios del proyecto Avatar (cuando era un proyecto conjunto con el matrimonio Baji) hasta la verdadera razón de la desaparición de Kazu. También tuvo que explicar qué es exactamente un Avatar, cómo actúa y para qué fueron creados. Explicó los ambiciosos y terroríficos planes de Kisaki, y finalmente llegó al punto más difícil para él: admitir que, en cierta forma, su ascenso al liderazgo en su aquelarre no fue completamente mérito propio, sino más bien el resultado de un pequeño empujón a cambio de algo.

—¡Te vendiste! —acusó Taiju Shiba, líder del aquelarre Zodiac, un hombre alto y musculoso, con el cabello largo y azul, con mechones blancos. Vestía una gabardina larga de un rojo intenso, pantalones del mismo color y botas militares negras—. ¡Eres un fraude para tus seguidores!

—Disculpa, Taiju —intervino Takashi, alzando la voz por encima de los murmullos y los reclamos que respaldaban y desaprobaban las acusaciones de Taiju—. Conozco a Keisuke desde que era niño y siempre ha trabajado duro para ser un gran hechicero. Creo que hablo en nombre de mis compañeros de aquelarre e iniciados al decir que, si bien muchos no estamos de acuerdo con la forma en que ascendió al liderazgo, gran parte del mérito es suyo, no porque Kisaki le haya dado una mano —los murmullos volvieron a llenar la sala, con opiniones divididas respecto a las palabras de Takashi.

—Es cierto, conozco a mi hijo —dijo el Sr. Baji—. Jamás haría algo deshonesto. Además, debió tener una buena razón para hacer lo que hizo —miró a Keisuke—. ¿No es así, hijo?

—Sí —respondió Keisuke con firmeza, sentado en uno de los butacones de la sala principal de la casa de Takashi y Yuzuha—. Kisaki me pidió que lo reemplazara como líder. Fue mi mentor, mi propio líder, y el de mis padres antes que yo. Cuando me planteó la idea de que podría ser un gran líder cuando él dejara el puesto, era demasiado joven para entender sus verdaderas intenciones. Me dijo que, si algún día necesitaba su ayuda, me la brindaría. Y cuando lo hice, hace siete años, me dijo que me ayudaría a cambio de que yo fuese su asistente eterno en el laboratorio donde crea a los Avatares. Acepté, él me ayudó, y todo estuvo bien por un tiempo, pero fui un muchacho estúpido en ese momento —se levantó de su asiento—. Sin embargo, debo admitir que no me arrepiento de haberlo hecho. Eso me sirvió para fortalecerme, aprender por mí mismo y descubrir las verdaderas intenciones de Kisaki. El proyecto Avatar fue mi perdición, y la de toda mi familia. Pero también sé todo sobre ellos, hasta el punto de poder utilizarlos en su contra.

—¿Cómo? —preguntó Imaushi Wakasa, líder del aquelarre Solare, un hombre de estatura media y aspecto algo femenino. Su largo cabello, con rayas rubias y moradas, lo llevaba atado en una coleta alta, con dos mechones sueltos de distinto color. Sus ojos violetas, somnolientos y rasgados, le daban una mirada aburrida y exhausta. Sus pestañas eran notablemente largas, y siempre llevaba un palo en la boca, probablemente una piruleta. Tenía piercings a lo largo de la oreja izquierda.

—Porque soy la prueba viviente de que sus experimentos tienen fallas —contestó Keisuke. Todos se miraron entre sí, sin comprender del todo lo que quería decir.

—¿De qué hablas? —preguntó su madre.

—Para empezar, he estado observando a los Avatares y los he estudiado mucho más a fondo que el propio Kisaki. Y puedo decirles con certeza que no son máquinas; son seres vivos, genéticamente y mágicamente manipulados. Aunque son estériles y no pueden reproducirse entre ellos, no pasará mucho tiempo antes de que Kisaki descubra una forma de crear Avatares fértiles.

—¿Y cuál es la falla? —preguntó Ryoko.

—Con el tiempo, se humanizan. Adquieren sentimientos que no tenían al nacer... pero ese no es el punto más importante. Recuerden que mencioné que soy la prueba viviente de sus fallas.

—Sí, ¿podrías explicarte un poco más? —dijo Taiju con desdén.

—Uno de sus Avatares fue creado a partir de un hechicero... —al oír esto, Ryoko se llevó una mano al pecho, sin estar segura de si quería seguir escuchando—. Y como ya les expliqué, los progenitores —es decir, los humanos que Kisaki utiliza para crear a estas criaturas— mueren a manos de los mismos Avatares al absorber su energía vital —continuó, caminando de un lado a otro con lentitud, en actitud reflexiva—. Pues bien, resulta que este hechicero, en su agonía y con el deseo de seguir vivo y no abandonar a su familia —miró a sus padres—, invocó el hechizo de reencarnación en vida y se aferró al primer ser vivo que vio.

—¿Al Avatar? —preguntó Takashi.

—Sí —contestó Keisuke—. Kisaki convirtió a su asistente en Avatar —todos comprendieron lo que quería decir finalmente. Muchos se espantaron y retrocedieron, mientras que algunos decidieron irse a sus casas. Ryoko y el Sr. Baji lloraban abrazados, desconsolados.

—No, no puede ser —dijo Takashi, con la voz quebrada.

—Lo es, amigo mío... lo es.

—Pero... ¿cómo? Entonces... ¿tú?

—Este cuerpo es el del Avatar, pero mi alma reside en él. Nuestras mentes son dos individuos diferentes en un solo cuerpo, y nos turnamos para controlarlo. Técnicamente sigo vivo, pero en otro cuerpo —miró a sus padres—. Mamá, no llores, sigo siendo yo... solo que ya no estoy solo aquí —añadió, llevándose una mano al pecho.

—Pero esa criatura que vive contigo nos traerá problemas —dijo Taiju.

—No, es un buen aliado. Hemos estado tanto tiempo juntos que ya podemos convivir el uno con el otro, y estoy seguro de que nos será bastante útil para lo que se avecina —replicó Keisuke.

—Tienes razón —dijo Imaushi—. Debemos buscar más aliados de su misma clase.

—Exacto —dijo Keisuke—. Yo propongo que no solo vayamos tras el Avatar que está causando terror en Kabukicho, sino que también capturemos a otros y los convenzamos de que peleen a nuestro lado.

—Esto es una locura —dijo Taiju.

—No, no creo que... —añadió.

—Oh, vamos, hermano, deja ya el pesimismo —dijo Hakkai, un joven de alta estatura que medía 1.83 m, casi tan alto como Draken. Sus ojos eran de color índigo, con unas pestañas bastante largas en el borde inferior, mientras que su cabello corto tenía un tono azul imperial. El lado izquierdo de su cabeza estaba afeitado, formando un patrón de líneas curvas. Llevaba un único pendiente en su oreja izquierda y una cicatriz recta atravesaba verticalmente el lado izquierdo de su labio. Era el hermano menor de Taiju y Yuzuha.

—Entonces, ya está decidido: yo y dos personas más iremos a Kabukicho, y Hina, con dos personas más, se encargará de atrapar a otro Avatar en los bosques de la zona.

—Bien —dijo Imaushi—. ¿Voluntarios?

—Mi hermano y yo nos ofrecemos para ir a Kabukicho —dijo Nahoya, el joven hechicero del aquelarre Zodiac.

—Yo me ofrezco para ir al bosque —dijo Draken.

—Y yo también —añadió Emma, colocándose justo a su lado.

—¿Permitirán que estos jóvenes vayan en busca del peligro? —dijo Taiju.

—Mi poder paralizante es bastante rápido y útil —dijo Emma.

—Y yo sé abrir portales —añadió Draken.

—Yo también puedo abrir portales —dijo Nahoya.

—Y nadie puede contra mis cadenas invisibles —gruñó con orgullo Souya.

—Bien... está decidido... vámonos —dijo Keisuke—. Ah, Hina, ¿puedes ir con Emma y Draken?

—Por supuesto —dijo ella—. Iré con ellos luego de ver a Chifuyu y a los mellizos.

—De acuerdo —dijo Keisuke—. No olvides decirles que los amo.

Fin del Flash Back

Y ese era el punto de que hubiese dos grupos dividido en tres, cada uno de los miembros aportaban con algún poder o la manipulación y conocimiento de algún hechizo en especifico en ambos equipos. En este caso en particular Hina debía ser la guía, Draken sabia crear portales a otro sitio con gran facilidad y Emma tenía el don de desarmar o paralizar a alguien de manera muy rápida. Así como en el equipo anterior, Keisuke- Jared era el guía al ser "mitad avatar, mitad hechicero", Nahoya era el que abría el portal y Souya tenía la poderosa habilidad de amarrar a la avatar con sus cadenas invisibles. — debemos hacer esto rápido, sin preámbulo, chicas o nos matará antes de que podamos parpadear — dijo Draken tratando de no moverse tanto. — Tienes razón — dijo Hina recobrando la compostura — haz lo tuyo — añadió dirigiendo su imponente mirada a Emma, sin embargo, ella no se movió. — ¡vamos! ¿Qué esperas? — apremió Hina. — No lo sé — dijo Emma dudando — no puedo — Hina puso los ojos en blanco con evidente impaciencia. — ¿Te asusta el hecho de que no tengan sentimientos? — preguntó Draken susurrando al tiempo que abrazaba a su novia por detrás para tranquilizarla. Ella asintió con rapidez. — Ellos carecen de sentimientos, pero son civilizados — dijo Hina algo irritada. — Si son civilizados, ¿por qué rayos nos mira de esa forma? — preguntó con una voz algo chillona Emma mientras lo señalaba con un rápido ademán de la mano. — Eso es porque no me esperaba visitas — contestó el avatar hablando por primera vez. Los tres hechiceros profirieron un grito ahogado al unísono mientras giraban su cabeza rápidamente hacia aquel joven. El avatar miraba expectante a los tres jóvenes observándolos uno por uno como si quisiera estudiarlos, analizarlos. No se movía de su lugar, es más, no movió un solo músculo, solo sus ojos seguían los movimientos de Draken, Emma y Hina tal como un depredador sigue con la mirada a su presa. De pronto, fijó su mirada únicamente en Emma, ella dio un paso atrás apretando fuertemente el brazo de Draken; este, a su vez, se puso delante de su novia para protegerla a pesar de que el avatar seguía sin moverse; el único gesto que pudieron notar fue que él se relamió los labios y luego una mueca parecida a una sonrisa de lado se asomaba en su rostro. — Acabo de alimentarme — dijo con una enigmática voz mientras señalaba con el pulgar por sobre su hombro el cuerpo inerte de aquel enorme hombre moribundo — pero aún estoy con apetito — añadió el avatar sin despegar su lasciva mirada de Emma. Ella se estremeció de mala manera al escuchar la forma y el tono en que lo decía, rápidamente comenzó a temblar y se aferró aún más al brazo de su novio, al punto de que Draken comenzó a sentir que su circulación se cortaba, provocándole un molesto hormigueo en toda la extremidad. — ¿La quieres? — preguntó Hina poniéndose frente al avatar — ven por ella — le retó, pero esas, más que un reto, eran un incentivo.

Entonces, tan rápido como solo un avatar puede moverse, esquivó a Hina y a Draken. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba junto a Emma, a quien agarró por el cuello y comenzó a absorber su energía vital con tal fuerza que no solo la estaba debilitando, sino también estrangulándola. Lo que no esperaba era que ella se defendería. Emma, en un acto reflejo, lo tomó por la muñeca con ambas manos, y muy pronto el joven avatar sintió una especie de choque eléctrico que lo obligó a soltar el cuello de la hechicera de inmediato. Draken, por su parte, corrió a abrazar a su novia, quien jadeaba y tosía desesperadamente. El joven hechicero lamentó no haber sido lo suficientemente rápido para quitarle al avatar de encima, aunque no había sido necesario al ver cómo el cuerpo del avatar se desplomaba de manera abrupta, paralizado.

El cuerpo del avatar quedó inmóvil de pies a cabeza; ni siquiera podía modular bien al hablar. Solo sus ojos se movían de un lado a otro, con una expresión de evidente sorpresa. Muy pronto, ni siquiera pudo mantenerse en pie, cayendo de espaldas al suelo como un árbol talado.

—¿Qué pasa? —preguntó Hina burlonamente, inclinándose un poco mientras lo miraba—. ¿No te puedes mover?

—Bien... ya está hecho —dijo Draken, acariciando la espalda de Emma—. Lo hiciste bien, tranquila, ya no te pasará nada —le susurró con ternura. Luego, se separó de ella e hizo un gesto con la mano en el aire, a punto de abrir el portal—. Vámonos de aquí.

—¡Espera! —lo detuvo Hina—. Debemos ver si sigue vivo —dijo, dirigiéndose al hombre que el avatar atacó momentos antes. Enseguida se arrodilló junto a él y comprobó que respiraba, aunque con mucha dificultad.

Emma y Draken también se acercaron al hombre de impresionante físico, inclinándose junto a él, olvidándose por un momento del avatar que yacía rígido a unos metros de ellos.

—Es un hechicero —dijo de pronto Draken, apuntando con su linterna al rostro del hombre—. Lo he visto en la comunidad, pertenece al aquelarre Solare.

—¿Qué hacemos? —preguntó Hina, preocupada—. No podemos dejarlo aquí; moriría.

—Debemos darnos prisa, chicos —apremió Emma—. El encantamiento paralizante que lancé al avatar no durará mucho tiempo.

—Bien —dijo Draken, poniéndose de pie—, abriré un portal que enviará al avatar a casa de Takashi. Aun están... pero necesitaré ayuda.

—Sí —respondieron ambas hechiceras al unísono. Enseguida, los tres se dirigieron al cuerpo paralizado del avatar y, entre todos, lo cargaron hasta dejarlo junto al moribundo hechicero. Draken abrió un portal, y una vez más, con dificultad, los tres jóvenes cargaron al avatar y lo lanzaron al portal, que se cerró de inmediato. Draken abrió otro portal mientras las chicas intentaban levantar al extraño hombre desmayado. Luego, Draken se unió a ellas para ayudarles. Entre los tres, lograron levantar al desmayado.

Hina pasó uno de sus enormes y musculosos brazos por su hombro; Draken hizo lo mismo con el otro, mientras Emma alumbraba con la linterna que su novio sostenía momentos antes, pese a que la luz del portal irradiaba todo el riachuelo. Finalmente, cuando lograron acercarse a esa esfera brillante y acuosa, cruzaron de una vez, llegando a casa de Takashi y Yuzuha un minuto después que el avatar. Este aún se encontraba paralizado sobre la alfombra de esa casa tan acogedora, repleta de hechiceros asustados y preocupados por la amenaza no solo de que la magia se expusiera, sino también por el miedo a una inminente y destructiva guerra entre hechiceros y avatares.

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