Capitulo 37- La espera más esperada, llegará el día más inesperado.


— ¡Déjame! — exclamó ella, tratando de escapar del agarre de Keisuke.
— Por favor, quédate... No tienes que hacer esto — suplicó él, tomándola por los brazos.
— ¡Sí, sí debo! — respondió ella, forcejeando.
— ¿Por qué? ¿Por qué quieres huir?
— No huyo, solo no quiero verte de nuevo, no después de esa noche. No es correcto.
— ¿Por qué piensas eso?
— ¡Porque no lo es!
— ¡Dame una razón, Chifuyu!
— ¡Porque no eras tú en realidad! — chilló ella. — Porque no eras tú — volvió a decir, esta vez más calmada. Keisuke la soltó. — No sabes lo duro que es darte cuenta de que dormiste con alguien que no era quien creías, que te engañé y me siento culpable... Ahora, por favor, solo déjame.
— ¡No, por favor, tú! — espetó él en un tono imperativo pero suave. — Escúchame, sé cómo te sientes, lo entiendo. Crees que fuiste una traicionera. Yo también me sentí mal al no poder hacer nada para evitarlo. Pero también sé que lo disfrutaste, lo sentí, y si lo disfrutaste de esa forma, eso es lo importante para mí. Porque, aunque no estuve ahí, yo puedo sentir todo de alguna forma — sonrió levemente de lado —. No te angusties más. La verdad, me preocupaba que salieras lastimada de alguna forma.
— ¿Y si vuelvo a caer? — preguntó ella con lágrimas en los ojos, al tiempo que aún forcejeaba, aunque esta vez disminuyendo su lucha. Keisuke, tomándola del rostro, secó esas lágrimas con los pulgares de ambas manos.
— No te volveré a engañar, Chifuyu, te lo prometo.
— ¿Eres...?
— Sí, soy Edward... Podemos cambiar en cuestión de segundos — le explicó él, sonriendo tímidamente.
— ¡Deja de jugar conmigo...! — suplicó.
— Esa no es nuestra intención, Chifuyu — hizo una pausa. — Por cierto, ahora soy Keisuke de nuevo.
— ¡Dejen eso ya, me están volviendo loca! — lloriqueó Chifuyu, apartándose de él. Luego se tumbó sobre la cama (aún sin hacer) y se cubrió hasta la cabeza. Keisuke la siguió con la mirada y se quedó observándola por unos segundos, sin moverse de su lugar, mientras la oía llorar.
— Además, dijiste que no querías un hijo híbrido — añadió ella, con la voz ahogada por la ropa de cama, como una niña asustada que se esconde después de haber visto una película de terror en la televisión.
— ¿Qué? ¿Pero de dónde sacaste esa tontería? — quiso saber el hechicero.
— Luna la atacó haciéndose pasar por ti — dijo Yuzuha, asomándose por la entrada de la habitación antes de desaparecer, cerrando la puerta tras de sí para ir con su marido a la otra habitación.
— Oh — expresó Keisuke lacónicamente. Enseguida caminó hacia la cama, movió un poco las cobijas y, tras quitarse los zapatos sin desatárselos, con solo un par de rápidos movimientos de los pies, se hizo un espacio acostándose junto a Chifuyu. Ella estaba en posición fetal, acurrucada como una niña cubriéndose del frío o protegiéndose del miedo. Keisuke, en la misma posición, la miraba. Él le ofreció una débil sonrisa, a lo que ella intentó devolvérsela, pero solo logró una leve mueca.
— Hola — saludó él, susurrándole mientras sonreía.
— Hola — respondió ella en un tono tímido y asustado.
El silencio comenzó a reinar en aquella habitación, pero el fuerte suspiro de Chifuyu logró romperlo, como si rasgara una tela.
— Querías matar a mis bebés — dijo ella.
— Sabes bien que ese no era yo, Chifuyu — dijo él. — Acabo de llegar a Tokio... No pude venir antes, lo siento. Resulta que incluso en el mundo de la magia, la teletransportación es ficción — explicó a su novia, intentando sonar divertido —, y además, no sé volar en escobas.
Chifuyu no dijo nada, pero se quedó mirándolo con la duda plasmada en el rostro. No se imaginaba a Keisuke volando en una escoba, ya que, por lo demás, aquella idea le parecía bastante extraña.

—Es un chiste, amor —dijo él, sonriendo mientras le pellizcaba suavemente la nariz a Chifuyu con cariño—. Tampoco volamos en escobas.

—¿Ah, no? —preguntó ella, distraída.

—No, para movernos de un lado a otro abrimos portales, pero es complicado —explicó el hechicero—. Y muy peligroso si lo intentas bajo presión, nerviosismo o si no te concentras bien; podrías abrir un portal a otro país o, incluso, a otra época o dimensión.

De pronto, Chifuyu se percató de que la sonrisa de su novio se había desvanecido. La mano de Keisuke se movía lentamente en dirección a su rostro, y la chica, asustada, siguió con la mirada la trayectoria de esta. Sintió alivio al notar el contacto cálido y algo áspero de aquella mano fuerte y masculina posada en su mejilla; a pesar del miedo, del trauma de la noche anterior y del sentimiento de culpa que ella experimentaba al verlo, Chifuyu se negaba a admitir que extrañaba sus caricias. Por eso sintió alivio cuando él la tocó y no sintió ninguna descarga eléctrica.

—En parte, esa fue una de las razones por las que no fui tras de ti inmediatamente cuando te fuiste del hotel. Estaba demasiado alterado para abrir portales... además, no quería presionarte, pensé que sería mejor darte tu espacio, a pesar del peligro que corres aquí. Por eso llamé a Takashi y le pedí que te cuidara —se detuvo unos segundos—. Nadie pensó que Luna sería más rápida... lo lamento tanto, debí ir tras de ti de inmediato —se disculpó.

Chifuyu se acercó a él y se fundió en un abrazo que no quería deshacer. Un abrazo que decía "te amo", un abrazo que decía "te perdono", un abrazo que decía "lo siento". Era un abrazo lleno de necesidad de estar con él y olvidar los malos momentos.

—Pero te juro que esto no quedará así —dijo él, en tono severo, abrazando a Chifuyu.

—No, no de nuevo, por favor —suplicó ella, aún sin desarmar el abrazo. Tras un breve silencio, escucharlo hablar así la paralizó de miedo durante unos segundos.

—No puedo dejarlo así... nadie toca a mi familia sin sufrir las consecuencias —Chifuyu, esta vez, no replicó. Simplemente siguió abrazada a él, como si temiera dejarlo ir, como si temiera separarse de ese abrazo.

Finalmente, se quedaron dormidos por unos minutos, hasta que Keisuke despertó de golpe al sentir algo húmedo sobre el colchón. Miró a Chifuyu y vio cómo ella se contorsionaba de dolor.

—¿Qué...? ¿Qué sucede? —preguntó Keisuke, incorporándose mientras la destapaba. Debajo de ella había una gran mancha de líquido.

—¡Chifuyu! —exclamó, alarmado.

—Rompí... rompí fuente —dijo la chica con voz entrecortada, mientras se incorporaba sobre la cama y, sentada, se doblaba por la cintura, sosteniéndose el vientre—. ¡Por favor, detenlos! ¡No deben nacer aún!

—Ok, tranquila, traeré ayuda —dijo el hechicero, intentando levantarse, pero Chifuyu, desesperada, lo sujetó del cuello de la camisa y lo atrajo hacia ella, mirándolo con una expresión casi desquiciada.

—¿¡Qué clase de hechicero eres!? ¡Puedes presionar las entrañas de una persona a distancia y no puedes detener esto! —Chifuyu estaba perdiendo la razón.

—¡Lo... lo siento, amor! —tartamudeó él—. ¡No... no sé qué hacer! —Keisuke estaba muy nervioso; por primera vez en su vida, sintió que perdía el control de la situación, y eso lo hacía sentirse vulnerable y asustado.

—¡Pues haz lo que sea, pero hazlo ya! —gritó ella, jadeando mientras se retorcía.

—Bien... bien, espérame aquí, ya vuelvo —dijo él, apartando la mano de Chifuyu de su camisa—. ¡Yuzuha! —gritó, abriendo la puerta. La hechicera, al oír aquel llamado desesperado, llegó corriendo a la habitación, con un zapato en la mano, pues estaba ayudando a Takashi a vestirse en ese momento. Al escuchar el grito de Keisuke, salió disparada, dejando a su esposo sentado en la cama con un pie descalzo.

No fue necesario que le dijeran lo que ocurría; ella misma se dio cuenta al ver, por encima del hombro de Keisuke, la posición de Chifuyu y el colchón mojado.

—Terminaré de vestir a Takashi y sacaré el auto enseguida —anunció, atropellando las palabras mientras desaparecía por la puerta de la otra habitación.

—Ok, date prisa, yo... yo ayudaré a Chifuyu a ponerse de pie —contestó el líder de Elementis.

Horas más tarde, Chifuyu se encontraba en una sala de hospital dando a luz a dos pequeños bebés, a quienes bautizaron con los nombres de Hanna Ryoko Baji Matsuno y Naoto Baji Matsuno. Ambos tenían mejillas redondas, piel tan blanca como la de sus padres, y pequeños cabellos azabache. Los ojos de Hanna eran grandes y castaños claro, como los de su padre, mientras que los de Naoto eran igualmente grandes, pero de un celeste verdoso profundo, como los de su madre.

Sin embargo, a pesar de sus cuatro meses de adelanto, los mellizos nacieron sanos y salvos, lo cual para los doctores fue casi un milagro. Los mellizos no presentaron problemas físicos, y aunque nacieron pequeños, como cualquier bebé prematuro, todos sus órganos vitales estaban completamente desarrollados, como si ya estuvieran listos para nacer.

Chifuyu le había pedido a Keisuke que fuera al departamento a buscar una pequeña maleta con ropa para los mellizos. Ella había estado preparando esa valija en secreto desde que se enteró de que sería madre, pero cuando su embarazo se hizo evidente ante sus amigos y no pudo ocultarlo más, Senju y otras amigas de ambas (también estudiantes de la Universidad de Tsukuba) le organizaron un baby shower. Esto ocurrió el mes en que Chifuyu decidió dejar a Keisuke y volver al departamento de estudiantes, tras haber presenciado cómo su novio torturaba a Luna.

Creyendo que a esa hora no habría nadie en el departamento, Keisuke fue directamente a la habitación de Chifuyu. Usó su magia para crear un portal que lo llevaría hasta allí. Ahora que se sentía más relajado, sabiendo que su novia y sus hijos estaban en buen estado de salud, decidió probar suerte y el portal funcionó exitosamente.

Rápidamente, se dirigió al armario y tomó una pequeña maleta rosada con estampado de globos y nubes que estaba en la última repisa del mueble. Luego, la dejó sobre la cama deshecha de Chifuyu. Inmediatamente, tomó un bolso más grande cuyo contenido era la ropa que aún no había desempacado desde la mudanza.

Con su dedo índice, trazó un círculo imaginario en el aire y así abrió un portal hacia la sala de su propia casa. Estaba claro que Keisuke quería a Chifuyu de vuelta en su hogar. Empujó la maleta a través del círculo transparente y acuoso, donde se podía ver claramente la sala de estar de su casa, casi como si aquel portal fuera una ventana sin cristales. El portal se cerró apenas la maleta pasó a través de él, pues así es como funcionan los portales: tan pronto como algo o alguien cruza ese agujero acuoso, este se cierra rápidamente en un segundo, sin dejar rastro de quienes lo utilizaron.

El hechicero tomó la maleta de los mellizos y, cuando estaba a punto de crear otro portal directo al hospital para irse de allí, el sonido de la puerta de la habitación lo distrajo. Quedó paralizado por unos segundos al saberse descubierto, pero enseguida volteó hacia la puerta y se encontró cara a cara con Tora.

—¿Qué rayos haces aquí? —preguntó Tora, mirando a Keisuke con los ojos desorbitados. El docente a estaba echando chispas por las pupilas al encontrarse con su eterno enemigo rondando su departamento.

—Vine por las cosas de Chifuyu —respondió el hechicero, como si le restara importancia al hecho de que prácticamente estaba cometiendo allanamiento de morada—. Ella me lo pidió... ahora con permiso, me retiro —añadió, inclinando la cabeza.

—¡No! —contestó Tora, sin moverse de su lugar, bloqueando la salida. Keisuke, al ver la reacción del profesor de matemáticas, rió sarcásticamente por lo bajo, negando con la cabeza.

—No... ¿Qué? —repitió Keisuke en un tono amenazante.

—No te la llevarás —respondió Tora en el mismo tono—. Además, ni siquiera está aquí, y supongo que tú tienes algo que ver con eso —añadió, cruzándose de brazos.

—Sí... bueno, en eso tienes razón —contestó Keisuke, encogiéndose de hombros—. Ella está conmigo.

—¿Dónde está? Quiero verla —exigió Tora.

—Ella está bien —respondió Keisuke con el semblante endurecido.

—¿Dónde la tienes? —insistió el mortal, elevando la voz.

—Dije que está bien —repitió Keisuke imitando el mismo tono—, y ahora, si no te importa, me retiro —añadió, dando un paso hacia adelante. Pero Tora se movió para bloquearle el paso nuevamente.

—Tora... déjame pasar, tengo que irme, es en serio —dijo Keisuke, poniendo los ojos en blanco y resoplando de fastidio—. No discutiré contigo en este momento —añadió. Apartó a Tora, y este reaccionó moviendo bruscamente su hombro para evitar que Keisuke lo tocara. Sin embargo, lejos de dejar las cosas así, Tora lo siguió hasta la sala de estar.

Cuando el hechicero estaba a punto de abrir la puerta de salida, Tora se adelantó y, cerrándola de un golpe, apoyó la espalda contra ella y se enfrentó a quien siempre consideró su enemigo número uno.

—Dime cómo entraste —dijo en un tono imperativo.

Keisuke, fastidiado e impaciente, volvió a poner los ojos en blanco mientras resoplaba. Lo que menos deseaba en ese momento era detener sus planes para pelear con un mortal agresivo y petulante.

—Ahora no pelearé. Tengo cosas más importantes que hacer que discutir contigo —dijo el hechicero.

—¡Dímelo! —gritó Tora, con el rostro enrojecido de ira y la mandíbula tan tensa que Keisuke pensó por un momento que le saldría espuma por la boca.

—De la misma forma en que me iré —contestó Keisuke, esbozando una sonrisa de suficiencia. Rápidamente abrió un portal y se lanzó de inmediato, llevándolo a la sala de espera de neonatología. Por supuesto, no esperaba hacer algo así frente a un mortal, especialmente uno como Tora, que ya de por sí sospechaba de él de alguna forma. Keisuke sabía que en algún momento tendría que borrarle la memoria para que no lo delatara ante otros mortales, pero en ese momento solo quería volver al hospital y ver a Chifuyu y a sus pequeños.

Afortunadamente, en ese momento no había gente que pudiese verlo "salir de la nada", excepto Hina, Mana, los señores Baji (Ryoko y su esposo), Yuzuha y Takashi (este último no lo vería, solo lo percibiría al escuchar sonidos, voces y pasos). Todos ellos estaban sentados en unos cómodos sillones, esperando alguna noticia de Chifuyu o de sus mellizos.

—¿Alguna novedad? —preguntó Keisuke, acercándose a sus amigos y familiares.

—Nada nuevo —dijo Ryoko, la madre de Keisuke y Hina—. Ambos siguen durmiendo, y a Hanna ya la pusieron en incubadora. El doctor dijo que, aunque están sanos, es mejor que permanezcan en el hospital los cuatro meses que les faltaban por nacer.

—Aún no me explico por qué se adelantó el parto —dijo Hina, quien, pese a la insistencia de sus padres de que se quedara en cama ese día, decidió levantarse e ir al hospital a ver a sus nuevos sobrinos. Ni Sr. Baji ni Ryoko pudieron oponerse a esa decisión, ya que la ahora desplazada pequeña Baji era muy testaruda. Aunque, muy en el fondo, ella sabía que algo así sucedería, solo que no sabía cómo exactamente. Se preguntaba si aquello tenía algo que ver con su sueño del oráculo.

—Seguramente el ataque de Luna tiene algo que ver con eso —explicó Yuzuha—. Tal vez sus torturas hicieron que se adelantara.

Escuchar aquello hizo que Keisuke apretara con fuerza los puños a sus costados y tensara su semblante; la ira lo carcomía, revolviéndole el estómago. Estaba ansioso por encontrarse con La Bruja Negra y darle su merecido.

No había pasado ni un minuto desde que Keisuke llegó al hospital, cuando de pronto Tora apareció de la nada, dejando pasmados a todos los que pudieron verlo aparecer de la misma forma en que lo había hecho Keisuke momentos atrás.

Keisuke no llegó a verlo como los demás, pues Tora apareció justo cuando el hechicero le daba la espalda. Sin embargo, al notar las caras y las exclamaciones ahogadas de asombro de los demás, volteó inmediatamente, llevándose la misma sorpresa que el resto de los hechiceros. La misma sorpresa que el mismísimo Tora se llevó al verse de pronto en otro lugar, cuando segundos atrás estaba en su casa discutiendo con su némesis.

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