Capítulo 31 - La verdad del Alter-ego

Edward, al escuchar esas débiles palabras, sintió desvanecerse por dentro. Por un momento la odió a ella... y luego se odió a sí mismo por dejarse envolver en ese juego. Nunca podría llegar a corresponderle realmente y, en cierta forma, era consciente de que fue utilizado por Chifuyu, tal como él la utilizó a ella, a pesar de todo. Ella solo buscaba recuperar a su novio con ese beso a Edward, mientras que él la aprovechaba para alimentarse de su energía y saciar su hambre. Pero no de un hambre cualquiera: él la quería de verdad, la deseaba, y lo más triste de este juego era que, sin buscar una competencia real, quien sacó mejor provecho de todo... fue el Avatar; pero eso no lo hizo sentirse mejor.

Negó lentamente con la cabeza mientras agachaba la mirada y se ponía de pie, apoyando su espalda contra el ventanal, tal como Keisuke había hecho momentos atrás.

—No, Chifuyu... aún soy Edward. Keisuke no está aquí por el momento.

—¿Qué? Pero tus ojos cambiaron... son sus ojos —dijo Chifuyu, quien no podía levantarse de la cama. Su voz casi no tenía timbre y su cuerpo parecía tan débil que no podía sostener su propio peso. Decidió mantenerse acostada tal como Edward la había dejado tras besarla.

—Lo sé, eso no nos diferencia. Tenía los ojos negros porque yo sentía hambre. Tanto él como yo podemos tener los ojos así cuando necesitamos cazar o no nos hemos alimentado lo suficiente; pero se nos quita al estar satisfechos —le explicó Edward—. ¿Acaso no te diste cuenta cuando intentaste huir? Fui yo quien te detuvo, no Keisuke. Él apareció después, cuando yo se lo permití. Chifuyu se sentía abrumada, afligida y decepcionada; pero sobre todo, agotada, muy agotada.

—¿Así que eras tú? —Edward asintió sonriendo y dijo: —Y no te diste cuenta porque nos veíamos iguales. Como ves, las diferencias físicas no son lo que nos distingue. Además, en ese momento no había diferencia: tú estabas tan reacia a acercarte a Keisuke que casi podía jurar que lo odiabas tanto como me odias a mí.

—No lo odio —murmuró ella—. No puedo odiarlo, sin él no puedo seguir con mi vida.

—Pues no debiste irte de su casa para empezar —comentó Edward audazmente. Chifuyu ignoró ese comentario; no estaba dispuesta a ser reprochada ni cuestionada por alguien... o algo que no la conocía. En ese momento, la única que tenía derecho a reprochar y cuestionar era ella.

—¿Pero él está aquí? —preguntó Chifuyu sin levantar la cabeza de la almohada; solo giraba la mirada en dirección al Avatar.

—Sí... y no. Él está dentro de mí —dijo, llevándose una mano al pecho—. Está aquí escuchándonos, pero no aparecerá aún porque necesito hablar contigo.

—¡Quiero que regrese! —dijo ella, angustiada.

—Regresará, pero ahora escúchame —pidió el Avatar. Ella suspiró débilmente. Edward desvió la mirada y enseguida carraspeó.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó a Chifuyu en un tono casi cortante. Se sentía algo nervioso y estúpido después de haber permitido que ella lo besara, pero, sobre todo, en el fondo, él se sentía culpable y preocupado; una emoción que pocas veces reconocía realmente.

—Ahora sí tengo miedo —admitió ella.

—No temas, confía en mí. ¿Cómo te sientes físicamente? —Un poco agotada.

—¿Solo un poco? —Es que... me sentí exhausta hace un momento... pero ahora... —Chifuyu suspiró largamente antes de continuar—. Ahora me siento mucho mejor.

Edward asintió con la cabeza una vez. Era sorprendente y algo sospechoso cómo Chifuyu se recuperaba tan rápido luego de la cantidad de energía que él le había extraído.
—El motivo de tu cansancio es porque te he robado algo de energía vital —soltó Edward sin más preámbulos. Chifuyu se inquietó al escuchar esa confesión tan repentina; intentó levantarse de la cama en la que estaba tendida, pero Edward se acercó a ella, se sentó a su lado y la detuvo sujetándola por los hombros.
—Debes descansar —dijo él.
—Dije que estoy bien —espetó ella de malas maneras, mientras se enderezaba para sentarse con algo de dificultad.
—Eso es imposible, por la cantidad de energía que te absorbí, deberías sentirte muy mal, como si quisieras morir o al menos dormir y no despertar.
—Así me sentí —dijo ella—, pero ahora estoy bien.
—Eso es imposible, solo han pasado cinco minutos; es imposible que te recuperes tan rápido de algo que pudo haberte matado —rebatió él.
—¡Dije que estoy bien! —exclamó—. ¡Además, no entiendo nada de lo que hablas! ¡Solo nos besamos, un beso no mata a nadie! —espetó ella poniéndose de pie.
—Si supieras lo que significa besar a un Avatar hambriento —murmuró Edward, bajando un poco la voz.
—¡Y apenas entiendo lo que está ocurriendo aquí! —vociferó Chifuyu, ignorando el comentario de Edward

— ¡Keisuke me secuestra, resulta que estamos en un hotel lejos de Tokio...!
— Aún seguimos en Tokio, Chifuyu — responde el Avatar.
— ¿Qué? — frunce el ceño, confundida. — ¡Esto no es Tokio, idiota! — chilló ella al recordar que las luces de neón y la velocidad de la ciudad estaban ahora muy lejos.
— Cierto, estamos en Kioto, hace horas que dejamos Tokio — aclaró Edward, sin inmutarse ante su exasperación.

—«Basta de rodeos y díselo».
—Eso intento, pero se me ha hecho difícil ir al punto, Keisuke —respondió Edward en voz alta, mientras apretaba los puños, los dientes y cerraba los ojos. Chifuyu, al escucharlo, bufó de fastidio y puso los ojos en blanco.
—¿Es que acaso todos los avatares son así? —preguntó exasperada—. Digo, ¿todos tienen doble personalidad o algo así?
—No, lo que pasa es que tienes por novio a un hechicero astuto que, mientras yo acababa con su vida lentamente, se apoderó de mi cuerpo, y... sorpresa, ahora somos dos en uno. Créeme, no es fácil lidiar con el fantasma de un vegano dentro de tu cuerpo cuando te alimentas de sangre humana —comentó Edward con sarcasmo, harto de la actitud de Chifuyu, lanzando la información sin reparo.
—«¿Ah, sí? Creo que el sentimiento es mutuo» —comentó Keisuke ante las palabras de Edward.

Edward había dicho "tienes por novio", "acababa con su vida lentamente" y "fantasma" en la misma oración; al principio, Chifuyu no había procesado la información, pero luego reaccionó.
—¿A qué te refieres con que acabaste con su vida? —preguntó ella, con la voz temblorosa.
—«Qué poco tacto tienes» —le recriminó Keisuke a Edward. El Avatar no supo qué decir.
—¿Quiere decir que Keisuke está...? ¿¡Qué le hiciste!? —chilló ella.
—Chifuyu, no... Yo... yo...
—¿Keisuke está muerto? —insistió ella. De repente, sintió que le costaba respirar y un revoltijo en el estómago le provocó náuseas.
—No, esto es... es complicado —dijo Edward, intentando mantener la calma.
—¿Está muerto o no? —Para ese momento, Chifuyu estaba al borde de un colapso nervioso. Apretaba los dientes, intentando reprimir las ganas de vomitar, pero no estaba segura de aguantar mucho más.
—Sí, Chifuyu —ella se tapó la boca con ambas manos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Sus piernas apenas podían sostenerla y estaba muy segura de que se desmayaría ahí mismo—. Y yo lo maté —finalizó él.
Chifuyu retrocedió horrorizada y corrió al baño, dando un fuerte portazo que rebotó contra el marco y se volvió a abrir. Edward la siguió y, desde la entrada del baño, vio cómo Chifuyu se arrodillaba frente al inodoro, vomitando bilis y comida que aún no había digerido del día anterior.
—«Eres un idiota» —le dijo muy molesto Keisuke.
—Tú me presionaste para decírselo.
—«Pudiste decirlo con más cuidado».
—¿En serio? —susurró Edward entre dientes—. Soy un Avatar, no tengo humanidad.
—«¡Suficiente, no hay excusa que valga! Se supone que te falta humanidad... no que te falte inteligencia».
—¿Y qué esperabas? ¿Que actuara como un psicólogo? ¿Que la contuviera? Sabes que no sirvo para eso.
—«¿En serio la amas?» —preguntó el hechicero—. «Para alguien que dice amarla, solo la lastimas» —añadió con amargura.
—Eso es lo que tú dices, no yo —respondió Edward con la voz ronca.
—«Déjame estar con ella».
Edward obedeció, dejando que Keisuke tomara su lugar de forma inmediata.

Chifuyu ignoró por completo al Avatar y su incomprensible monólogo, no podía parar de vomitar y su mente se llenaba de más y más confusiones. Una vez más se le vino ese difuso recuerdo en el que veía a Hina llorando a mares por la muerte de Keisuke, siendo que él estaba ahí junto a ella abrazándola para calmarla. Finalmente, lo entendía, Edward realmente existía, no era una doble personalidad de Keisuke, él era otra persona y no era cualquier persona, era una criatura peligrosa que se robaba la vida de otros, un usurpador que dañaba a quien se cruzaba por su camino. Pero lo que no lograba comprender, era por qué rayos decía que Keisuke estaba con él, hasta que lo recordó tan rápido como un rayo de luz. El Avatar le dijo "él está dentro de mí, está... aquí escuchándonos".
—«Se refería a su espíritu»— pensó Chifuyu llorando con más intensidad al concluir aquella deducción. Una última arcada contrajo su estómago y continuó vomitando sin dejar de llorar; sus lágrimas eran tan gruesas como las gotas de una lluvia tormentosa. De pronto, sintió un par de manos tocándole los hombros desde atrás y ella reaccionó volteando bruscamente, retrocediendo hasta la pared opuesta.
—Tranquila... soy yo, amor — dijo Keisuke en una voz suave.
—No — dijo ella negando con la cabeza.
—Créeme, soy Keisuke.
—Pero él dijo que moriste.
—En cierto modo sí, pero no en realidad.
—No entiendo — lloriqueó Chifuyu.
—Ven, yo te explicaré todo — dijo Keisuke a Chifuyu ayudándole a ponerse de pie — Vamos a la habitación.
—No, espera — dijo ella frenándose bruscamente — Necesito... necesito un rato a solas. — Se sentía sucia y asqueada, quería refrescarse, darse una ducha y despejar un poco su mente antes de enfrentar lo que venía.
—De acuerdo...
—Y... pasta y cepillo de dientes... — añadió entre lágrimas.
—Bien, te los traeré. — Salió del baño y tras buscar entre las cosas de Chifuyu; volvió al baño y le pasó los utensilios; también le pasó ropa limpia, que más bien era un pijama para poder dormir ya que ya estaba haciéndose de noche.
—Empaqué lo suficiente para que este no haya sido un secuestro improvisado — le informó él ladeando una triste sonrisa a su novia.
—Gracias — dijo ella recibiendo las cosas.
—¿Segura que no quieres que te acompañe?
—Sí, segura... necesito procesar todo esto a solas — diciendo eso cerró la puerta, se dirigió a la tina para llenarla de agua tibia y luego, mientras esperaba que ésta llegase a tope; caminó hasta el espejo que se hallaba en el tocador del baño justo arriba del lavamanos. Su reflejo le mostró un rostro pálido con ojos hinchados de tanto llorar y aspecto cansado. No había nada que la sacara de su confusión, el padre de sus futuros mellizos es alguien que de pronto es él mismo y al rato después se transforma en alguien a quien desconoce por completo. Sin embargo, lo que más le asustaba era que no lograba entender ni sabía cómo reconocer quién es quién.
—Edward dijo que lo que les diferenciaba no era su aspecto físico, eso quiere decir que ambos son diferentes en personalidad y yo conozco bien a Keisuke, sé cómo es él — le susurró a su reflejo mirándolo a los ojos en un intento desesperado de tranquilizarse. Pero ella no quería más guerra, solo deseaba que aquello fuese un mal sueño y poder despertar de ello. Por otro lado, era consciente de algo. Keisuke, el hombre a quien amaba con todo su ser, era un hechicero y al parecer estaba muerto y, en su lecho de muerte, hizo algo para llevar consigo esa doble personalidad que tanta confusión le causaba a Chifuyu. Sus conclusiones eran inseguras; por lo que entendía, él estaba muerto y al mismo tiempo no. Suspiró profundo; se llevó las manos a su cabeza y la sacudió para sacar esos pensamientos tormentosos de su mente. Ella quería relajarse un poco para despejarse.

Cepilló sus dientes para quitar los restos de vomito que le quedó en su boca y enseguida se metió a la tina de agua tibia sentándose en ella por un buen rato, apoyó su cabeza en la pared y cerró los ojos, incluso llegó a quedarse dormida por unos segundos, pero el rostro de Keisuke se metió en su mente y se despertó de golpe. Tras lavar su cabello, se salió de la tina para secarse y vestirse. No quería enfrentarse a "Keisuke-Edward" como ella le bautizó en sus fueros internos. Sin embargo, tenía claro que no podía quedarse ahí para siempre, así que se armó de valor y salió del baño volviendo a la habitación donde estaba Keisuke sentado en la orilla de la cama mirando hacia la puerta del baño para verla salir .

— ven aquí — dijo él tendiéndole su mano — soy yo, amor no temas— añadió al ver que al comienzo, Chifuyu no se movía de su lugar; no obstante, ella caminó a pasos lentos, arrastrando sus pies como sí estos les pesara. Al llegar a una distancia considerable, la asustada mortal; tomó la mano de Keisuke y se acercó a él sentándose a su lado un tanto temblorosa. El miedo y la inseguridad, se reflejaba en su rostro.

— ¿cómo se quién eres en realidad? — tartamudeó

— ¿ qué tal si me preguntas algo que sólo tú y yo sepamos? — propuso Keisuke manteniendo la calma para que ella pudiese confiar más en él

— ¿es eso posible? — preguntó ella insegura

— sí, somos dos individuos en un sólo cuerpo, él no sabe todo sobre mi, solamente lo justo y necesario.

— bien... — Chifuyu comenzó a retorcer sus manos nerviosamente — ¿ cuando fue que te dije que estoy embarazada?

— la noche de San Valentín, en nuestra celebración número seis de nuestro aniversario, esa noche también te pedí matrimonio y dijiste que si

— mmmhh, eso no me convence — murmuró ella bajando la mirada

— Pues adelante, pregúntame más — le animó él sonriéndole con dulzura

— ¿donde fue nuestra primera cita?

— en el teatro de la escuela, después de clases, nos sentamos en medio del escenario, yo te estaba esperando con un mantel a cuadros rojo y una canasta llena de comida vegetariana. Cuando llegaste, te veías radiante con ese vestido de camping floreado— suspiró — Chifuyu, sí eso no te convence, no sé qué te convencerá

— ¿tú robas energía? — preguntó ella

— no, sólo Edward lo hace

— Bésame — le pidió ella en un susurro aun con cierto temblor en su voz y su labio inferior

— Chifuyu... él puede absorber energía a voluntad, y lo puede hacer de muchas formas, no sólo besando a las chicas; eso no te probará quien es quien — le explicó el hechicero a su novia sonriendo con algo de incredulidad

— sólo hazlo — insistió ella, él inseguro se acercó a Chifuyu y con lentitud tomó su rostro para luego posar sus labios en los de ella, primero fue un beso suave y tímido , apenas rozaban sus labios entre sí, luego fue algo tierno que enseguida se intensificó, sin embargo, Chifuyu pudo distinguir la diferencia, él si era su Keisuke, su forma de besar era inigualable para ella, siempre era de la misma manera; suave, lento y paulatinamente se acercaba a lo apasionado y fogoso, la forma de acariciar el rostro de ella o el cuerpo mientras lo hacía; apoyando delicadamente su mano entre la mandíbula y el cuello, también la forma en la que lentamente le hacía acostarse de espalda sobre la cama para luego rodar en ella y dejar que Chifuyu quedara sobre él. Si, esas son cosas que sólo le correspondían a Keisuke, a ningún otro hombre más. Chifuyu sonrió levemente diciendo:

— Sí, eres mi Keisuke — ella acarició la mejilla a su novio mirándolo desde arriba ya que estaba ahorcajadas sobre el abdomen del hechicero

— me alegra que ahora si me veas, amor — dijo él llevando su mano al cabello de Chifuyu

— Pero aún estoy muy confundida — contestó ella borrando su sonrisa. Keisuke le acomodó un mechón de su cabello tras la oreja mientras la miraba a los ojos y enseguida, la atrajo hacia él haciendo que, aún en esa posición ella se incline hacia delante para apoyar su cabeza en el pecho de él. Se quedaron un buen rato en esa posición, Keisuke le acariciaba la cabeza a Chifuyu mientras ella sentía los suaves movimiento del pecho de su novio al respirar; bajo su cabeza , incluso cerró los ojos un rato para disfrutar aquel tranquilo y apaciguarte silencio. Las caricias de Keisuke la relajaron un poco más pero entonces ella reaccionó una vez más

— necesito explicaciones, Keisuke — dijo ella en un adormilado murmullo

— lo sé, amor — susurró él apoyando sus labios, nariz y mentón en la coronilla de Chifuyu, le gustaba mucho el aroma de su cabello y deseaba quedarse así por más tiempo, pero tenían muchas cosas de que hablar.

— ¿ puedo preguntarte algo? — dijo Chifuyu levantando la mirada levemente hacia él

— sí, todo lo que quieras, esta vez seré totalmente sincero contigo

— ¿lo prometes?

— Lo prometo... — dijo Keisuke levantando su mano en señal de promesa — por nuestra hija

— ¿realmente no puedes manipularme?

— como te dije, la mayoría de las veces me bloqueabas y no podía hacerlo

— pero... ¿en algún momento si pudiste, verdad?

— si... si algunas veces si pude

— ¿cuáles son esas veces? — quiso saber Chifuyu; Keisuke la miró extrañado, se preguntaba porque quería saberlo ¿ qué tan importante era para ella saber eso? — sólo quiero saberlo para confirmar mis dudas — dijo ella despues de unos segundos, como sí le hubiese leído la mente a Keisuke — es que, tengo recuerdos perdidos, me vienen como flashes, como si fuesen fragmentos de algún recuerdo que había olvidado

— oh, ya veo— suspiró Keisuke mientras le acariciaba la espalda a Chifuyu, quien seguía ahorcajadas sobre él — la primera vez que lo logré fue la última vez que me viste con vida, al día siguiente de San Valentín, esa fue la última vez que sólo éramos tú y yo— Chifuyu apretó los ojos, no podía concebir que su novio en verdad estaba muerto y al mismo tiempo no.

—Kisaki entró en mi casa esa mañana —continuó Keisuke con voz ronca—. Me dijo que debía ayudarle con el Avatar N° 30 y que tenía que despedirme de ti porque me iba a ir por un tiempo. Al principio, me negué; no quería alejarme de tu lado... pero él me amenazó con hacerte daño si no le ayudaba con eso.
—¿Y qué hiciste? —preguntó ella, con la voz quebrada.
—Tuve que obedecer, así que, estando en la habitación, intenté persuadirte, pero al principio no lo logré, así que tuve que buscar una forma de bajar tu guardia.
—¿Bajar mi guardia? —repitió ella, extrañada.
—Ajá, así es. Distraerte fue la solución para lograrlo, porque realmente me costaba entrar en tu mente.
—¿Cómo? ¿Con qué me distraías?
—Metiéndote en conversación, haciéndote elegir el nombre de nuestra hija o cosas así. Esa es la forma que los hechiceros con el don de la persuasión, como yo, usamos para entrar en la mente de personas como tú, que suelen bloquear su mente, ya sea de manera voluntaria o involuntaria... Sin embargo, cuando la bloquean voluntariamente, es aún más difícil persuadirlas. Por lo tanto, distraerlas es la mejor manera para que bajen la guardia cuando no se dan cuenta de que se están auto bloqueando.
—Lo recuerdo —dijo ella—. No sólo me preguntaste el nombre del bebé, también me pediste que me quedara a vivir contigo y que te esperara, que tú volverías.
—Tuve que hacerlo —dijo él, como si se estuviera justificando, como si te pidiera disculpas por eso—. Tuve que persuadirte para que te quedaras en mi casa y hacerte creer que mi partida no sería permanente, que me esperaras ahí, para que yo tuviera una razón por la cual luchar. Así, de ese modo, si volvía a casa, estarías ahí para aminorar lo horrible que es estar en ese laboratorio. Ciertamente, debí haber hecho eso hace mucho tiempo; no sé por qué no lo hice antes. Lo siento, sonó egoísta de mi parte.
—No tenías que manipular mi mente para pedirme que viviera contigo, Keisuke —dijo ella, frunciendo levemente el ceño mientras le acariciaba los labios suavemente con la yema de sus dedos—. Yo de todas formas habría dicho que sí.
—Lo sé. Sólo no quería que sufrieras tanto con mi ausencia. Quería darte la esperanza de que regresaría pronto a tu lado... porque hasta ese momento creí que volvería con vida.
—Y lo hiciste —dijo ella, como si le estuviera corrigiendo la última frase.
—Pero no era yo al principio —respondió él.
—Oh... ya veo —suspiró ella—. Ahora entiendo esa actitud distante y... la sangre en el rostro y la ropa.

Llegando a ese punto, Chifuyu no quería saber tantos detalles de ello, por lo que decidió cambiar de tema.

—¿Y la segunda vez que lo lograste?

—La segunda vez no fui yo, fue Edward. Hina te dijo que yo había muerto y que debía mantener este secreto hasta que pudiera hablar con ella, porque en aquel momento nadie del aquelarre ni mi familia sabía sobre mí y el Avatar. Hasta que tuve que contarle todo a Hina porque, siendo ella tan lista y con los poderes que tiene, no pude ocultárselo más. Edward (quien en ese momento se llamaba N°30) tuvo que presentarse ante mi hermana y luego yo tuve que confesarle todo —pausó un momento y le sostuvo la mirada mientras pegaba su frente a la de Chifuyu—. Y la última vez, no te hipnoticé ni te hice olvidar nada; Luna te había dado un veneno tan poderoso que te hacía delirar. Quería buscar en tu mente qué era lo que te atormentaba tanto, para ver si desde ahí podía encontrar una cura, pero fue en vano.

—Así que yo estaba tan débil que fue fácil entrar en mi mente —supuso ella.

—No, todo lo contrario, me bloqueabas constantemente, pero debía ayudarte de alguna forma, así que te pedí que abrieras tu mente a mí y lo hiciste.

—¿Solo así, sin más? —preguntó ella, extrañada.

—Solo así —suspiró—. Luego, Luna confesó que quería deshacerse de los mellizos para poder hacer de ti un Avatar, pero como el veneno no les hizo efecto a ellos, solo te dañó a ti. Luna apareció con el antídoto horas después, pero dijo que nos lo daría a cambio de que te entregáramos a Kisaki.

—¿Qué? —Chifuyu se inquietó.

—Tranquila, eso no ocurrirá. Naturalmente, tuve que decirle que aceptaba para que pudiera darme el antídoto. Pero le mentí, por supuesto. Como bien oíste en el pasillo, los mellizos deberán nacer primero antes de que hagan de ti un Avatar. Yo estaba furioso, así que Luna se ganó un interrogatorio que jamás olvidará —añadió con una sonrisa triunfante al recordar cómo sometió a la bruja negra con sus grandes poderes ancestrales.

—Sí, yo tampoco lo olvidaré —dijo Chifuyu, estremeciéndose.

—Hey, tenía que darle un escarmiento por lo que te hizo. No iba a permitir que ni ella ni Kisaki te pusieran una mano encima —le explicó él al notar la reacción de Chifuyu.

—Lo entiendo, ahora lo entiendo —dijo ella—, y te lo agradezco —pausó unos segundos—, pero ¿por qué los mellizos deben nacer antes de que...? Bueno... ¿eso? —preguntó, queriendo así cambiar el tema del interrogatorio, que ante sus ojos fue muy traumatizante.

—Porque a Kisaki nunca le ha resultado bien crear un Avatar de una mujer embarazada —respondió Keisuke—. Simplemente no se desarrollan correctamente. Los bebés se devoran al Avatar en proceso, es algo que nunca ha podido solucionar, ni se explica por qué ocurre. Así que mientras tengas a los niños dentro de ti, tú estás a salvo —le explicó. Enseguida le acarició la mejilla—. Y en muchos sentidos, porque sospecho que la razón por la cual no he podido manipularte es porque llevas en tu vientre a futuros hechiceros con el don de la curación o de bloquear otros hechizos —le sonrió juguetonamente por un momento—. Eres una mortal muy afortunada, amor, para no ser hechicera; posees en ti un gran don y me siento afortunado de estar contigo.

Chifuyu sonrió levemente y, tras darle un beso en los labios, se acomodó a su lado. Él se colocó en posición fetal para mirarla a los ojos durante unos segundos en silencio, antes de que continuaran la conversación después de una larga pausa. Chifuyu estaba recobrando la confianza; lo miraba a los ojos, y por la forma de su mirada sabía que era él. Le gustaba sentir las caricias que Keisuke le daba en el cabello. De vez en cuando se daban cortos besos y unían sus frentes. Sin embargo, a pesar de todo, ella no podía evitar sentirse intimidada en su presencia. Era como sentirse protegida y, al mismo tiempo, temerle. Quería estar entre sus brazos, pero al rato siguiente deseaba huir de él nuevamente.

—¿Pero por qué "Avatar"? —preguntó Chifuyu, a lo que Keisuke se encogió de hombros. —Un Avatar es la representación física de una entidad. Ya sabes, Jesús, el hijo de Dios, se podría considerar un Avatar, al igual que Buda, Krisna. Todos ellos son representantes de dioses en la Tierra. —¿Me estás diciendo que Kisaki insinúa que sus Avatares son una especie de dioses? —cuestionó Chifuyu con un toque de sarcasmo en su voz. —Eso quisiera él —respondió Keisuke soltando una risa irónica—. Aunque, por otro lado, en lenguaje de internet, un avatar es la representación gráfica de un usuario en juegos, foros y otras páginas —continuó explicando Keisuke. —Sí, pero ¿qué es un Avatar para ese tal Kisaki del que tanto hablas? —preguntó Chifuyu algo inquieta.

Keisuke se quedó callado. Al principio, las palabras se le atragantaban en la garganta, costándole hablar, pero luego comenzó a explicarle qué eran los Avatares, cómo se creaban y para qué servían. También le explicó cuál era el principal objetivo de esas criaturas y cómo actuaban en el mundo. Le mencionó su falta de sensibilidad, pero también cómo algunos desarrollaban sentimientos humanos en ocasiones. Chifuyu, horrorizada y con silenciosas lágrimas en el rostro, confirmó lo que Edward le había dicho: Keisuke había muerto literalmente a manos de ese monstruo que se parecía a su novio y llevaba el nombre de su pequeño hermano.

—Pero... si en realidad estás muerto, ¿cómo es posible que estés aquí? ¿Cómo es que te puedo ver y tocar? —preguntó ella entre leves sollozos, mientras tomaba una mano de Keisuke y entrelazaba sus dedos con los de él. —Los Avatares son mortales en estricto rigor... no son máquinas ni una creación biológica —respondió Keisuke—. Pero, como dijo Edward, tú tienes por novio a un hechicero astuto que, cuando estaba a punto de morir, hizo un hechizo llamado "reencarnación en vida". Eso significa que mi alma tomó posesión de un cuerpo vivo y se mantendrá en este hasta que mis asuntos pendientes estén cumplidos, o el cuerpo en el que estoy (en este caso, Edward) muera. Pero como no quiero irme aún, haré lo posible por mantener este cuerpo con vida. De lo contrario, tendré que saltar a otro cuerpo vivo para seguir aquí. —No lo entiendo, Keisuke... este es tu cuerpo —dijo ella, incorporándose un poco con uno de sus codos.

Él, al verla, alzó su mano y le secó suavemente una pequeña lágrima mientras continuaba acostado en su posición. —No, amor —dijo él, manteniendo su mano sobre la mejilla de ella—. Es el cuerpo del Avatar. Mi verdadero cuerpo fue destrozado por Edward el día que nos conocimos —Keisuke sintió cómo Chifuyu se estremecía una vez más al oír aquello—. He muerto, Chifuyu... —continuó en un aterciopelado murmullo—. Este cuerpo, en teoría, no me pertenece —Chifuyu negaba con la cabeza—, pero no llores —le suplicó él, mirándola a los ojos.

Ella no pudo decir nada ante esas palabras. Simplemente guardó silencio, bajó lentamente la mirada y colocó su cabeza sobre la almohada, sin dejar de sollozar. Giró sobre la cama y le dio la espalda a Keisuke; no quería que siguiera viéndola llorar, no quería que continuara diciéndole que estaba muerto y, al mismo tiempo, no lo estaba, ni que intentara darle palabras de aliento. Eso simplemente la hacía sentir peor. Keisuke, por su parte, sintió un frío e invisible escudo que se interponía entre los dos, aunque estuvieran juntos, como si la muerte realmente los hubiera separado, y de pronto, para Chifuyu, él fuese invisible y ausente. Se sintió impotente por ello y no supo qué hacer ante esa situación. Apretó los ojos, tensando su mandíbula de frustración, y gruesas lágrimas cayeron de sus grandes ojos azules.

—¿Y quién es Kisaki? —preguntó después de un rato la muchacha, sin siquiera voltear a mirarlo. —Es un monstruo inescrupuloso —respondió él, poniéndose de espaldas para mirar el techo.

Le contó cómo Kisaki llegó a ser el hechicero más poderoso de su aquelarre y, por lo tanto, el líder. Le habló sobre el pacto que hizo con Kisaki y lo mucho que se arrepentía de ello. Sin embargo, para Chifuyu, el hecho de que su novio haya hecho alguna trampa para llegar a ese nivel no le cayó tan mal como a Hina; incluso llegó a entenderle un poco. Ella, si bien nunca hizo trampa en sus estudios (ya sea en la primaria o secundaria o en la facultad de medicina), muchas veces fue tentada para hacerlo.

Keisuke se vio obligado a contarle cómo conocía a Kisaki y quién era para él, lo que lo llevó a narrarle también la historia que sus padres le contaron días atrás, acerca de su hermano desaparecido y la carga de culpa y dolor emocional que ellos han soportado desde entonces. Le explicó cómo Kisaki solía manipular a la gente y hasta dónde era capaz de llegar para satisfacer sus obsesivos caprichos cuando se trataba de crear algún experimento científico y/o mágico. Por lo tanto, Chifuyu llegó a la conclusión obvia de que sus mellizos estaban en peligro.

—Muy pronto seré como tú —dijo ella, volteándose nuevamente hacia él en posición fetal. Fue en ese momento que se dio cuenta de que Keisuke había estado llorando.

Ante ese comentario, y aún mirando al techo, el hechicero frunció el ceño. Keisuke notó que el tono de voz de ella era de resignación, comprendiendo rápidamente a lo que ella quería llegar; eso le molestó. No quería que Chifuyu se diera por vencida o diera nada por hecho. Se volteó nuevamente para enfrentarla y le dedicó una mirada tan intensa que Chifuyu titubeó un poco antes de continuar.

—Quiero decir un Avatar... esa chica de negro lo dijo, cuando nazcan estos niños, yo... —Keisuke la interrumpió.

—No, no lo permitiremos —le aseguró él severamente.

—¿Quiénes?

—Edward y yo... los protegeremos a ambos. —Edward —repitió Chifuyu, suspirando apesadumbrada—. Lo odio, no quiero estar con él, odio lo que te hizo, su forma de ser... no lo quiero.

—Pero si estás conmigo, estás con él. Somos uno solo: un cuerpo, dos mentes. —Me da miedo.

—No le temas, amor —le pidió, posando su mano en la mejilla de ella—. Te aseguro que él no te hará daño. Se comporta algo distante, pero es inofensivo... en cierta medida, sin contar sus hábitos alimenticios, pero eso es controlable —añadió, queriendo aligerar la tensión, aunque no resultó muy bien. —Te irás de todas formas y me dejarás sola con él. —No, mientras tenga un motivo para estar aquí —dijo Keisuke, abrazándola por la cintura mientras cerraba los ojos.

Lentamente, ella se acercó a él y, como una pequeña niña, se acurrucó entre sus brazos, quedándose dormida sobre el pecho de su novio, su novio avatar y hechicero a la vez. En ese momento no le importó nada más, solo estar junto a él... solo eso.

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