Capítulo 27- Secuestro.

De vuelta a su hogar, Keisuke tiró las llaves sobre la mesa de centro para luego dejarse caer pesadamente sobre el sofá de la sala, acostándose a lo largo en él. Hina decidió quedarse en su casa acompañando a sus padres, sin embargo, estaba ansiosa por que el aquelarre se reunieran de nuevo en el claro y esperaba que su hermano los llamara muy pronto. En tanto a Keisuke; él hubiese preferido que la joven hechicera lo hubiese acompañado de vuelta a casa. No quería estar solo ahora que Chifuyu se había ido despavorida de su lado. Se quedó mirando el techo mientras acomodaba sus mano de tras de su nuca y cruzaba los pies. La casa estaba iluminada sólo con la leve luz del fuego que provenía de la chimenea, la luz del día era escasa gracias a ese clima que amenazaba con seguir por más de un día. Giró la cabeza hacia la ventana que se hallaba justo al lado de la puerta de salida y pudo contemplar como las gotas de lluvia se deslizaban como lagrimas sobre el vidrio de la ventana.

Respiró profundamente y enseguida cerró los ojos, éstos se humedecieron y muy pronto de su sienes comenzaron a resbalar dos gotas de lagrimas reales que llegaron a parar al sillón donde estaba tumbado.

Se sentía derrotado, Kisaki le estaba quitando todo lo que tenía desde que él, Keisuke, era un bebé, no sólo le quitó parcialmente su libertad cuando hizo aquel pacto que le ayudaría llegar a la sima a cambio de ser el eterno asistente, resultó que todo era parte de un castigo a nivel familiar, el hecho que él fuese el asistente del hechicero científico; no era más que una extensión del castigo que le propinó a los padres de Keisuke años atrás cuando le quitó al primogénito de éstos. Keisuke era la otra parte de la deuda que el matrimonio Baji debían y ahora, dicha deuda continuaría debiéndose y el precio por eso era el bebé que estaba por nacer. Pero Keisuke tenía que parar eso, no podía permitir que Kisaki se apoderara de la familia Baji... o de ninguna otra, él debía luchar, y fue así como se dio cuenta de algo, su asunto pendiente no era sólo vengarse del hechicero científico por haber hecho un avatar de su persona y luego acecinarlo, no; era más que eso, era liberar al mundo de Kisaki, de sus opresiones y tiranía tanto en el mundo de la hechicería, como en el de los mortales. Kisaki era un monstro al que debía destruir cueste lo que cueste.

Y ahí estaba el otro asunto, los avatares: no eran sólo caprichosos inventos científicos y mágicos, estaban hechos para ser guerreros, de una batalla que prometía estallar en cuanto el hechicero tuviese la cantidad necesaria para liberar la guerra. Una guerra que se les declararía tanto a los mortales, como a los hechiceros que no se sometiera a sus ideales.

En cierta forma, Keisuke pensó por un momento, que lo que pasó con Chifuyu; el hecho de que ella se alejara, era lo mejor que pudo pasar; al menos así ella y sus hijos estarían a salvo. Sin embargo, al recordar que Akane seguía en el departamento y que podría aparecer en ese lugar y verla en cualquier instante, era algo preocupante. Aunque por otro lado, la chica avatar no estaba, según su informante, ella no volvería hasta el domingo por la noche.

—De seguro se encontraba en la mansión desvencijada de Kisaki — pensó él en voz alta

« Debemos recuperarla»— dijo Edward

— No lo sé, tal vez Senju tiene razón... necesitamos tiempo

« Ese es el caso, no hay tiempo»

— Kisaki la necesita sin los bebés, mientras los gemelos no nazca... Chifuyu estará a salvo

« ¿Estás seguro de eso?»

— Absolutamente, además...todavía le quedan cuatro meses de gestación.

«De todas formas... debemos recuperarla»

— Y lo haremos, sólo que no es el momento — respondió Keisuke, dando por zanjado esa conversación. Muy pronto, el silencio invadió la sala, escuchándose sólo el relajante sonido de la lluvia afuera y el agradable crepitar del fuego de la chimenea adentro. Keisuke cerró los ojos pensando aún en Chifuyu y con la imagen de su bella sonrisa en su mente, el hechicero muy pronto se quedó dormido.

Pasaron días, luego , semanas y muy pronto... un mes más, un mes menos para que los bebé naciera, ahora Chifuyu tenía seis meses de embarazo y su vientre era cada vez mas notorio, pero al ser tan delgada, pese a los antojos y la cantidad que comía, ella jamás engordaba gracias a su metabolismo, por lo que, aunque tenía seis meses de embarazo, su bulto materno no era tan grande como suele pasarle a otras futuras madres en esa etapa.

Keisuke por su parte no dejaba de pensar en ella, y más ahora que Chifuyu tenía un mes más de embarazo, un mes más cerca de su eminente destino. Sabía que Akane no era peligro para la mortal pues Senju le informaba cada paso que la avatar daba y cada cosa que Chifuyu hacia.

Las lluvias se habían detenido, y comenzaban a brotar las primeras flores primaverales, no hacia tanto calor, pero el frío era escaso. Keisuke se encontraba en su habitación preparando una maleta con ropa, útiles de aseo personal y sus documentos personales.

« ¿Nos iremos de viaje? »—preguntó con curiosidad el avatar

— Hoy es el día, compañero... la recuperaremos — respondió Keisuke, mientras guardaba las últimas prendas que Chifuyu dejó cuando se fue y nunca más recuperó. Enseguida, una vez que cerró aquella maleta, la dejó sobre el suelo y continuó con otra, la suya, que estaba medio hacer y sólo faltaban algunas cosas.

Tras subir las dos maletas al auto (una camioneta chevrolet de color negra) Keisuke se subió a ella y se dirigió decidido al departamento de Tora

— Dime algo, Senju ¿cómo sigue Chifuyu? — preguntó el hechicero a través del teléfono móvil mientras se detenía en un semáforo en rojo

— Ella está bien, ahora está sola en casa porque Tora, Akane y yo tenemos que ir a la escuela, hemos tratado de convencerla para que nos permita acompañarla, pero ella insiste en que no debemos faltar a clases, menos ahora que estamos en finales semestrales — soltó una pequeña risa — realmente se comporta como una verdadera madre — añadió. Keisuke al escuchar ese comentario sonrió y muy pronto pisó el acelerador

— De acuerdo, gracias... adiós. — dijo él; cortó la llamada y finalmente llegó al edificio, estacionando en los estacionamientos cercanos al lugar en donde vivían las tres estudiantes y su profesor. Una vez que Keisuke logró entrar al edificio, sin la ayuda de la persuasión esta vez, porque él era conocido entre los conserjes y éstos les dejaban pasar sin problema, así que, se dirigió al departamento de Tora y sin dudarlo, tocó el timbre. Chifuyu sintió el sonido melódico y agudo de éste y se preguntó quién era a esa hora del día, sabía que las clases en la universidad estaban lejos de terminar, sin embargo, sin darle tanta vueltas al asunto, ella abrió la puerta suponiendo que se trataba de algún vecino o quizás el conserje; al ver que era Keisuke, con temor intentó cerrar la puerta en su rostro, pero él la empujó hacia dentro con fuerza e irrumpió en el departamento cerrando tras de sí, la chica asustada comenzó a retroceder.

— ¡Aléjate de mí! — pidió ella con la voz temblorosa, parecía que, durante todo ese tiempo separados, Chifuyu incrementó mas su temor hacia él.

— Chifuyu, por favor, hablemos — dijo Keisuke mirándola con tristeza, suplicando con la mirada que no le temiera— no te lastimaré, sólo quiero hablar contigo — Él comenzó avanzar hacia ella con lentitud mientras alzaba sus dos palmas, ligeramente hacia arriba en señal de pedir calma mientras ella seguía retrocediendo. — Tranquilízate — le pidió él recobrando la compostura mientras miraba a su novia con una seriedad casi escalofriante, se acercó un poco más y ella llegó a tope chocando contra la pared; entonces, cuando Keisuke ya estaba a punto de alcanzarla, ella se hizo a un lado rápidamente y lo esquivó corriendo hacia el pasillo para esconderse en su dormitorio, cuya puerta trancó con cerrojo, una vez que se encerró ahí, el hechicero intentó abrirla, pero se dio cuenta que estaba trancada y eso hizo que su paciencia empezara agotarse. Respiró profundo, apretó puños, dientes y ojos; mientras contaba hasta diez; pero eso no logró tranquilizarlo.

— ¡Chifuyu, por favor— gruño con enfado — ¡abre la maldita puerta y hablemos como adultos! — dijo él mientras golpeaba la puerta

— ¡No lo creo, no hay nada de qué hablar! — respondió ella del otro lado

— ¿Ah no? — dijo él con sarcasmo mientras intentaba en vano mantener la compostura

—¡No! — chilló ella

— ¡Bien, más te vale que estés lejos de la puerta! — respondió él en un tono amenazante. Y diciendo eso, puso su palma derecha en alto y con un toque mágico la abrió de par en par levantando una pequeña pero poderosa ventisca. Chifuyu ahogó un grito de sorpresa y comenzó a retroceder nuevamente, hacia un ventanal que daba a un amplio balcón, trató de abrirlo, pero éste se trancó, ella pudo ver como el cerrojo se movía solo haciendo un sonoro ruido mientras cegaba ese gran ventanal, de modo que impedía que ella huyera nuevamente.

Con angustia voltio sobre sus talones a encarar a Keisuke mirándolo con los ojos bien abiertos. Ella temía, temía mucho por su vida y por la de sus bebés, todo este tiempo pensó estar a salvo, creyó que se desharía de todo problema si se alejaba de Keisuke y su mundo de secretos y magia. Verlo una vez más, irrumpiendo en su departamento, le recordó lo aterrador que fue estar con él la última vez, olvidando todos los momentos felices antes que ese. Por su parte, él pudo notar cómo le temblaba el labio inferior a su chica, pero lejos de retroceder, Keisuke avanzó hacia ella, hasta acortar la distancia completamente, para luego poner sus manos en las sienes de Chifuyu, mientras la miraba a los ojos; esos hermosos ojos verdes que reflejaban el terror que ella sentía, y que muy pronto también el hechicero sintió ( dado a su empatía) sin embargo, Keisuke ignoró por completo aquel sentimiento, pues en ese momento él sólo estaba decidido a continuar con su improvisado plan. Chifuyu, sin poder preverlo sintió como el hechicero posaba los largos dedos sobre los costados de su cabeza, muy pronto, la chica se sintió somnolienta, sus piernas ya no podían sostenerla y un segundo después perdió todo conocimiento cayendo lentamente en los brazos de su novio hechicero.

— Lo siento, amor... créeme, es lo mejor — le dijo alzándola en sus brazos.

Salió del departamento con Chifuyu en sus brazos, afortunadamente no había nadie en los pasillos del edificio y tampoco en los ascensores, cuando llegó al vestíbulo; el conserje, al ver a Keisuke salir con Chifuyu entre sus brazos, se alarmó al punto de correr a llamar a emergencias, pero antes de que aquel hombre asustado pudiera hacerlo, el hechicero lo persuadió diciéndole que olvidara todo lo que vio , incluso que olvidara que él estuvo ahí esa tarde. Así que, el hombre uniformado, miró extrañado y confundido su mano con el auricular del teléfono y lo colgó mientras se rascaba la cabeza; preguntándose en qué momento y para qué lo había agarrado. Keisuke por su parte ya había salido de ahí continuando su camino hacia su camioneta, la que abrió con el mismo hechizo mágico que utilizó al abrir la puerta de la habitación de Chifuyu, pero esta vez, susurrando una palabra en latín: aperi; que quiere decir, abrir. Y es que en ese momento, él tenía sus manos ocupadas por lo que tuvo que recurrir a la magia de manera disimulada para no llamar la atención de los transeúntes, que ya de por si les parecía extraño que un hombre llevara en brazo a una chica desmayada en sus brazos a pleno día.

Dejó a Chifuyu en el asiento copiloto, y rápidamente Keisuke se sentó tras el volante yendo directo a la carretera, luego, se fue en dirección a la autopista metropolitana número tres y tras llegar a la línea de Shibuya, hacia la autopista 305, en Tamagawa, Carretera Nacional 246 y Salida Ikejiri, él se alejó de la ciudad de Tokio, esperándoles un largo y silencioso viaje, pues Chifuyu no despertaría a menos, que Keisuke decidiera lanzar el contra hechizo para despertarla, pero lo cierto es, que él no tenía intenciones de hacerle regresar, hasta que llegaran a Kioto, donde ocultaría a Chifuyu por unos cuantos meses de ser necesario.

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