Capítulo 26 Kazutora.
Al día siguiente, muy temprano, Keisuke y Hina fueron al bosque de Santuario Meji. El viaje fue bastante largo y extenso, pues no solo tuvieron que lidiar con el hecho de tener que levantarse temprano, también se enfrentaron a una lluvia con tormenta eléctrica que los acompañó durante todo el camino.
Si bien era de madrugada, antes de partir, Hina y Edward durmieron un par de horas. En cuanto a Keisuke, al ser solo un espíritu que poseía un cuerpo, no tenía la necesidad de dormir. Sin embargo, la desventaja era notoria, pues el cuerpo que poseía era un cuerpo vivo y el organismo se cansaba, y ese cansancio repercutía en Keisuke, siendo incapaz de mantenerse despierto y controlarlo.
— «La cantidad de sangre que me limitas no es suficiente», le reprochó el Avatar en su mente. «Si quieres que me sienta bien y más despierto, debiste dejarme acabar con esa chica del baño en el club anoche».
— Sabes que no te dejaré asesinar a nadie — murmuró Keisuke en voz alta. Hina dormía en el asiento del copiloto, y a Keisuke no le importaba hablar "solo" en voz alta estando ella presente, ya sea dormida o despierta. Hasta hace unas horas, ella era la única que sabía sobre Keisuke y Edward.
— «Debería al menos beber de veinte personas sin terminar con sus vidas para poder sentir la satisfacción que me da un solo cuerpo. Me sentiré realmente satisfecho con una persona cuando pueda beber toda la sangre que corra por sus venas y lo sabes».
— ¿Seguro que no es una excusa para que te permita cazar y asesinar a diestra y siniestra? Digo... aún no controlas tu instinto asesino y sanguinario.
— «No necesito excusas para dejarte claro que es mi naturaleza. Si realmente quieres mantener despierto este cuerpo y llegar vivo a tu destino, debo cazar de inmediato».
— Qué Kazutoso — dijo Keisuke en un tono sarcástico, orillándose a un lado del camino, el cual estaba bordeado por un frondoso bosque que se agitaba de un lado a otro como marionetas.
Enseguida apagó el motor del coche y se quedó un momento ahí, mirando por el parabrisas cómo las gotas de agua se estrellaban contra el vidrio y se deslizaban sobre este fusionándose unas con otras.
— «Lo siento, parásito, se me olvida que tú ya estás muerto» — se burló Edward.
— Sí, y todo gracias a "tu naturaleza" — respondió Keisuke rebuscando en la guantera del auto hasta que encontró una linterna. Comprobó si la linterna funcionaba y enseguida cerró la guantera con un poco de dificultad, pues esta se trababa un poco con tantos papeles y cosas que llevaba adentro — ahora cállate — le ordenó al avatar entre dientes.
De pronto un relámpago cayó sobre la rama de un árbol al mismo tiempo que un ensordecedor trueno sacudía estrepitosamente todo el lugar, haciendo que la joven hechicera se despertara sobresaltada.
— ¿Ah?... ¿Ya llegamos?
— No, aún no — respondió Keisuke mientras se quitaba el cinturón — Hina, sigue durmiendo. Yo regreso enseguida, ¿sí?
— De acuerdo — dijo la chica, volviendo a acurrucarse en el asiento.
— Y por favor, no salgas del auto — añadió él antes de cerrar la puerta desde afuera.
— Ahá — dijo ella sin prestar verdadera atención.
Keisuke se adentró en el bosque con la linterna en la mano, se colocó la capucha de su chaqueta en la cabeza para evitar que su cabello se mojara y comenzó a caminar a grandes pasos, buscando de un lado a otro, pero no había nada, solo animales que recién despertaban o se refugiaban de la lluvia, pues ya eran las 6:00 de la mañana.
— Ya está amaneciendo, Edward — se quejó Keisuke — y en este bosque no hay nadie, ningún campista o explorador vendría con este clima tan espantoso.
De pronto, otro trueno se apoderó del lugar, dejando casi sordo al hechicero y espantando a los últimos animales que aún no se habían buscado un lugar donde resguardarse del aguacero.
— «Sí lo hay, puedo sentirlo» — dijo el Avatar — «Por allá, viene hacia nosotros... deberás dejarme acabar con él, no tienes otra opción».
— No lo sé...
— «Confía en mí, Keisuke» — dijo el Avatar — «Es la única manera de resistir el viaje».
Keisuke fijó la vista al frente, alumbrando con su linterna. Muy pronto pudo ver borrosamente, gracias a esa gran cortina de agua que nublaba su visión, a un hombre con aspecto de leñador que se acercaba a él. Era robusto, su nariz era roja y abombada, tenía una barba muy poblada que le cubría casi todo el rostro. Caminaba rápidamente, quizás para entrar en calor, pues esa lluviosa mañana de invierno estaba absolutamente fría. Y, por supuesto, quería evitar mojarse tanto. Usaba un gorro grueso de lana, chaqueta, guantes y, sobre sus jeans gastados, un par de botas de goma para los días de nieve o lluvia como esa.
En sus manos llevaba un hacha y su mirada estaba más bien fija en el suelo. Su respiración era agitada, como si le costara trabajo trasladarse. En su espalda llevaba una gran mochila llena de leña. Keisuke pensó que quizás esa era la razón de su apuro, no quería que la leña que llevaba recolectada se humedeciera. No obstante, el hechicero no le dio muchas vueltas al asunto y continuó con su plan. A continuación, se cruzó en el camino de aquel hombre y lo demás fue rápido.
Edward, quien en ese segundo se apoderó completamente de su propio cuerpo, dejando a Keisuke inhabilitado para que interfiriera en su faena de caza o de alimentación, ni siquiera tuvo que esforzarse. Simplemente tuvo que mirar al hombre a los ojos y dejarlo paralizado. Enseguida se fue a su yugular y simplemente dispuso de la sangre de aquel leñador cuya alma atormentada llevaba consigo tres cargos penales por robo, ser cómplice de tráfico de drogas y un asalto con intimidación en su juventud. Por si fuera poco, asesinó a su esposa y a sus tres hijos con la misma hacha que llevaba en sus manos y aún así salió impune en aquel delito. Parecía que ni siquiera se arrepentía de sus actos, y es que en realidad él tenía un alma tan podrida que ya ni siquiera estaba por la labor de redimirse. La muerte de su esposa e hijos fue el comienzo de su trastorno mental, convirtiéndose en un verdadero monstruo. Entonces decidió dejar la ciudad y vivir en una cabaña muy oculta en aquel bosque, esperando a su siguiente víctima. Tal parecía que se trataba de un psicópata asesino de niños y mujeres a quienes mataba cada cierta fecha del año, secuestrándolas y arrastrándolas hasta esa cabaña para matarlas, recreando de ese modo una y otra vez el asesinato de su familia.
El Avatar pudo visualizar todo eso mientras consumía aquel líquido escarlata que lo fortalecía en cada trago placentero y excitante. Incluso pudo visualizar dónde ocultaba a sus potenciales víctimas y cómo se deshacía de ellas luego. Bebió casi la mitad de su sangre, la herida estaba en carne viva y el hombre ni siquiera gritó, porque Edward lo persuadió a que se quedara totalmente quieto y en silencio.
De pronto, sintió unos pasos, los cuales decidió ignorar. Porque cuando Edward bebe y se alimenta, él se pierde totalmente en el hipnotizante sabor de la sangre, impidiendo detenerse. Sintiendo la adrenalina y el placer casi frenético que envuelve todo su cuerpo y nubla su mente. Es por eso que en ocasiones, Keisuke debe frenarlo, porque de lo contrario, como en esa ocasión y en muchas otras anteriores, Edward se convierte en una bestia irracional que busca saciarse y olvidarse del mundo.
— ¿Keisuke? — llamó Hina. Edward tenía a su presa contra un árbol mientras se deleitaba con el sabor de su sangre, degustándola casi con lujuria, gula y avaricia. Hina, horrorizada, vio aquel espectáculo que la hizo estremecer. — ¡Keisuke! — gritó ella, pero el avatar no lo soltó hasta que aquel hombre dio su último suspiro de vida, dejando caer su cuerpo estrepitosamente. En ese momento, otro relámpago rugió en el cielo y Edward, cerrando los ojos, inclinó su cabeza hacia atrás, expresando con placer su satisfacción.
Hina estaba aterrada, no se atrevía a decir nada. Solo miraba al avatar con los ojos abiertos de par en par, dejando correr las lágrimas. Él se acercó a Hina mientras se limpiaba la sangre de sus comisuras con la lengua. En su mentón, las gotas escarlatas seguían cayendo y chupaba sus dedos, también manchados de sangre, dejando en claro que disfrutaba de todo aquello. A continuación, ya estando cerca de la joven hechicera, la miró inexpresivamente y dijo:
— Vámonos al auto, Hina... tenemos que continuar.
Ella, en silencio y bastante temblorosa, miró a Edward a los ojos, tragó saliva y asintió, sintiendo cómo la mano del avatar se posaba en su hombro. Giró sobre sus talones y caminó obedientemente hacia el vehículo.
Tras desviar un poco el camino para hacer un rápido rescate a la potencial víctima de aquel hombre que jamás volvería, ellos continuaron su camino hacia la comunidad de hechiceros en silencio. Hina no había hablado en todo el camino, sin embargo, obedecía todas las instrucciones que su hermano le daba en el momento en que rescataron a la mujer y a dos niños de entre cinco y diez años. Keisuke les dijo que olvidaran todo lo sucedido, los convenció mentalmente de que estaban de campamento y que debían volver a casa porque la lluvia los pilló por sorpresa. Así que hasta ahí se dirigieron, olvidando toda aquella pesadilla que habían estado viviendo durante una semana completa.
— ¿Por qué no me haces olvidar... así como lo hiciste con esas personas? — preguntó de pronto Hina sin quitar su mirada hacia el frente, una vez que retomaron su camino. Keisuke ya se sentía más despierto y con más vitalidad, mientras que Hina no pudo continuar durmiendo, porque cada vez que lo intentaba se le cruzaba en su mente la imagen de su hermano desollando a aquel hombre que, ante los ojos de la joven hechicera, era un inocente y sencillo leñador. Ella no vio su pasado real como lo hicieron Keisuke y Edward, por lo que, si no fuera por aquel improvisado rescate a esa cautiva familia, ella no tendría idea de que se trataba de un psicópata peligroso.
— ¿Eso quieres? — preguntó Keisuke sin dejar de conducir.
— Sí... — dijo ella suspirando.
— Te dije que te quedaras en el auto.
— Yo... no sé qué decir, no te escuché, estaba medio dormida.
— La próxima vez que te diga que te quedes en el auto, hazlo, Hina; es por tu bien.
— Lo mataste — dijo Hina de manera distante mientras abrazaba sus rodillas.
— No, ese fue Edward. Tuve que permitírselo.
— Pero... ¿por qué?
— Era necesario, créeme.
— Como sea... lo mataste — repitió ella pausadamente.
— Creerán que fue un animal — contestó él casi sin importancia.
— Claro que sí, fue un animal. Uno despiadado, muy parecido a mi hermano — Keisuke suspiró con fastidio.
— Escucha, ese tipo no era una persona inocente de todas formas, y lo sabes... se merecía lo que le pasó.
— Esto es algo que no podré superar — dijo ella moviendo la cabeza de un lado a otro.
— Pues... si quieres, puedo borrarte la memoria.
— Hazlo, eso quiero... — respondió ella con un hilo de voz.
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Chifuyu estaba en su antigua habitación, intentando descansar y olvidar todo, pero le resultaba imposible. Cada vez que acomodaba su cabeza en la almohada y cerraba los ojos, su mente se convertía en un enorme huracán de imágenes y palabras que no entendía ni les hallaba sentido alguno. Además, la ruidosa tormenta cuyo estruendoso sonido no le permitía pensar con claridad. Dentro de su cabeza había un millón de preguntas sin respuestas, y las respuestas que encontraba simplemente escapaban de su comprensión.
¿Quién era ese tal Kisaki del que tanto hablaban? ¿Quién era esa chica de negro? ¿Qué eran los avatares? ¿Por qué los bebés debían nacer primero para que ella también fuera como Keisuke? ¿Por qué querían convertirla en eso? ¿Qué significaba ser un avatar? De pronto, comenzó a recordar vagamente la noche en que conoció a Hina. No estaba segura de sí se trataba de algún recuerdo perdido o de un sueño. Pero en su mente no dejaba de resonar la desgarradora voz de Hina diciendo que Keisuke estaba muerto. Trató de reflexionar sobre todas esas ideas hasta que se rindió, quedándose dormida sin encontrar ninguna solución ni nada coherente que le ayudara a atar cabos. Hasta el momento, sólo tenía claras algunas cosas: ella y sus bebés corrían peligro, Keisuke no era el mismo que conocía, ni siquiera el mismo Keisuke que llegó a conocer después de saber que era un hechicero. Continuando la lista, la chica de negro era muy peligrosa y era secuaz de esa persona llamada Kisaki. Pero, ¿quién era Kisaki?
Mientras tanto, en la cocina, se encontraban Tora y Senju tomando desayuno. Eran las 7:30 AM y ambos se habían desvelado después de ir a buscar a Chifuyu. Afortunadamente para todos, era sábado y no tenían que ir a ninguna parte más que a descansar durante el día. Sin embargo, ni Tora ni Senju estaban por la labor de querer dormir esa mañana tan extrañamente intensa.
Habían intentado hablar con Chifuyu para averiguar lo que sucedía, pero simplemente fue inútil. Ella se negaba rotundamente a decir algo; no quería hacerlo en ese momento y, de todas formas, si hubiera querido decir algo, tampoco podía. Lo que era peor, es que no sabía cómo desahogar todo lo que le angustiaba con sus amigos mortales que desconocían por compBaji la existencia del oculto mundo de los hechiceros en el que estaba involucrado su novio y padre de sus hijos.
Tora apenas tocaba su comida. Había escogido un par de tostadas, una pequeña taza de café y un pocillo de avena con frutas, pero él solo se limitaba a beber su café mientras miraba su plato como si quisiera que aquel pocillo lleno de avena disminuyera su contenido con solo mirarlo. Sentado en la silla, tamborileaba sobre la madera de la mesa al tiempo que agitaba su pie izquierdo y golpeaba el suelo con la suela de su zapatilla nerviosamente. Había un silencio sobrecogedor que solo era roto por el sonido que el profesor de matemáticas producía con sus dedos y su pie. Senju lo observaba con una expresión irritada al otro lado de la mesa mientras bebía su café. Le molestaba la impaciencia de Tora y odiaba que presionara a Chifuyu. Si bien entendía su preocupación, no soportaba que fuera tan aprensivo.
— ¿Puedes tranquilizarte? Me pones nerviosa — espetó la chica. Tora no respondió, simplemente alzó la mirada hacia ella y continuó con lo suyo. Ella lanzó un bufido y se puso de pie — ya regreso, debo ir por algo a mi habitación.
Salió de la cocina y se encerró en su dormitorio. Siguiendo las órdenes de Keisuke, Senju lo llamó para informarle que Chifuyu estaba en su habitación, aparentemente dormida desde que llegaron al departamento.
— Aunque, me pareció oírla llorar en algún momento — dijo después de unos segundos de silencio.
— ¿Y qué hay de Akane? — preguntó Keisuke del otro lado de la línea telefónica.
— Ella no se ha aparecido, llamó diciendo que se quedaría todo el fin de semana en casa de una compañera de la escuela.
— Bien, gracias, Senju — dijo el hechicero, quien ya había llegado a la casa de sus padres. Senju se despidió y ambos cortaron la llamada.
Cuando ella volvió a la cocina, se encontró a Tora exactamente como lo había dejado momentos atrás: totalmente serio, con el ceño fruncido y la mirada fija en la mesa mientras tamborileaba con sus dedos en ella. Senju notó también que el plato de avena de Tora, ahora ya frío, estaba completamente lleno.
Ella suspiró de fastidio, puso los ojos en blanco y enseguida se sentó frente a él. Al comienzo no dijo nada, solo lo quedó mirando con una expresión incrédula que Tora pudo notar, y eso a él le dio más fastidio.
— ¿Qué? — espetó el joven profesor de música.
— Sé que te preocupa, créeme a mí también, pero trata de no presionarla, Tora. Ella nos dirá cuando se sienta lista.
— ¿Sí, pero por qué rayos no nos dice, eh? Ese idiota le hizo algo y yo voy a averiguar qué es — dijo en un tono desafiante.
— No es de tu incumbencia, Tora. Nunca debes meterte en líos de pareja — respondió Senju.
— Senju, es más que un lío de pareja, estoy seguro.
— Aquí vamos de nuevo — dijo ella poniendo los ojos en blanco.
— Es verdad, ya te lo he dicho. Él esconde algo, puedo sentirlo.
— ¿Sentirlo? — Repitió ella de forma incrédula — ¿cómo? ¿Con tu sexto sentido? ¿Acaso ves gente muerta?
— No te burles, Senju... No puedo explicártelo, pero puedo sentir ciertas cosas en las personas.
— ¿Cómo qué? — preguntó Senju tratando de comprender — explícame, porque de verdad no te entiendo, no entiendo tu actitud. Has sido así con Keisuke... luego con Akane. Y cuando Chifuyu se fue de aquí, no le diste más tregua a Keisuke. ¿Seguro que no se trata de celos?
Tora, al comienzo, no respondió. Negó con la cabeza a la pregunta de la chica, aparentemente tomando la situación con calma. Sin embargo, por dentro su sangre hervía de rabia por sentirse tan incomprendido. Dio la espalda a Senju, poniendo sus manos en la cintura mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y suspiró fuertemente.
— Es como... — comenzó a decir con calma sin dejar de darle la espalda a su amiga — es como si supiera que hay personas, como Keisuke o Akane... que no pertenecen a este mundo. Como si fueran seres antinaturales.
Un silencio invadió la habitación y Senju se puso de pie para abrazar por la espalda a su amigo, al notar que se sentía tan desvalido. Eso reconfortó a Tora por un momento, pero su ira no lo dejaba en paz.
— Tora...
— A veces pienso que ni yo mismo pertenezco a este mundo — lo interrumpió.
— Pero tú sí perteneces a este mundo, Tora — dijo ella tratando de tranquilizarlo. Lejos de causar ese efecto, ella pudo notar cómo su amigo se tensaba completamente y su respiración se agitaba. Senju retrocedió de forma instantánea y Tora reaccionó de manera inesperada.
— ¡Eso lo sé! — exclamó él, dándose la vuelta con tanta ira en sus ojos que Senju se congeló — ¡Y me molesta mucho que Chifuyu elija a ese fenómeno insano de Keisuke antes que a mí! — gritó al tiempo que un relámpago tronó cerca de la casa, provocando también que de manera inesperada y sin saber cómo, un vaso de vidrio que estaba sobre la mesa se reventara desintegrándose completamente. Senju miró al profesor de matemáticas, tragando saliva, y sin decir nada, se retiró de la cocina, dejando a su amigo completamente solo y aún más confundido y enojado.
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Keisuke y Hina fueron recibido por dos personas, que al verlos se abalanzaron contra ellos dándoles un gran abrazo a cada uno
— ¡mamá no me fui por un año! — se quejó Hina pero riendo al mismo tiempo
— Lo sé, pero igual te abrazo porque eres mi bebé y te echaba de menos — dijo ella apretando más a su hija y dándole besitos cortos en su mejilla. Su nombre era Ryoko, era una mujer delgada, algo bajita y pese a su apariencia joven, tenía más edad de lo que aparentaba. Lucía una hermosa y larga cabellera negra, sus ojos grandes y redondos y marrones como los de Keisuke. Sin embargo su nariz no era respingada, era más bien grande y redonda, lucia también una blanca y perfecta sonrisa con todos sus dientes alineados; de seguro de ella, Keisuke heredó aquella sonrisa que Chifuyu adoraba.
— ¿A qué se debe que vengan a esta hora y con este clima? — preguntó su padre mientras abrazaba a su hijo y luego a su hija con mucho cariño. El Sr Baji era un hombre, que si bien no era tan anciano, carecía de cabellera, luciendo una brillante calvicie y sólo unos cuantos cabellos al rededor de la coronilla y la zona de las orejas. Era delgado, bastante alto y usaba unos anteojos ópticos de montura rectangular y trasparente, sus ojos eran castaños y un negro bigote de morsa, cubría su labio superior.
Keisuke y Hina intercambiaron miradas borrando absolutamente sus sonrisas, enseguida Keisuke se aclaró la garganta y adoptó una postura seria que denotaba preocupación.
— Mamá — comenzó a decir Keisuke cuidadosamente— hay algo que me inquieta y mucho
— ¿Qué sucede, cariño? — preguntó Ryoko con preocupación mientras tomaba el rostro de su hijo entre sus manos con delicadeza. En un comienzo Keisuke no dijo nada, sólo observaba en silencio su reflejo en los ojos de su madre, preguntándose sí era prudente hablar de su hermano mayor a esa alturas de su vida, después de todo, él nunca lo conoció, no en verdad, sólo sabía de su existencia por las menciones que sus padres y otros familiares hacían de él entonces, en ese instante Keisuke comenzó a recordar haber visto en fotos familiares en la que aparecía un niño de melena oscura con un pequeño lunar sobre su mejilla, de unos tres o cuatro años, más o menos la misma edad de Keisuke. También tenía recuerdos muy lejanos de su niñes de haber interactuado con él. Pero simplemente, un día no lo volvió a ver y cada vez que él le preguntaban a Ryoko y al Sr. Baji quien era aquel niño, ellos decían que se trataba de un primo lejano. Incluso, la razón de que Keisuke supiera de la existencia de su hermano mayor desaparecido, era, porque en la sala, en medio de una gran repisa, se hallaba una especie de altar, en donde se encontraba la foto del mismo niño acompañada de velas blancas. Keisuke y Hina crecieron con esa imagen sabiendo desde pequeños que ellos tenían un hermano mayor llamado Kazu, pero nunca relacionaron aquella imagen del altar con Kazutora, que gracias a lo que sus padres le inculcaron, los dos hijos Baji más pequeños, debían querer a su hermano mayor como sí nunca se hubiese ido y que él cuidaba de ambos desde donde se encontraba como un ángel guardián.
— Es sobre Kazutora — se atrevió a decir por fin, lo que provocó que su madre bajara sus manos y luego se cruzara de brazos como si se quisiera protegerse del frío. En tanto a su padre, sólo agachó la mirada quitándose lo anteojos para llevarse la mano derecha al puente de su nariz
— ¿Qué quieres saber? — preguntó el Sr. Baji a su hijo, aun con la mano en su nariz
— No lo sé, la verdad. Digo, es todo contradictorio. Ustedes nos han dicho a mí y a Hina que desapareció al nacer, pero está claro que no es así — dijo señalando aquel altar — y las fotos familiares. Miren, sé que es algo tarde para tener estas dudas, pero necesito saber la verdad... tengo derecho de saber lo que le pasó a mi hermano.
— Nació muerto — dijo el Sr. Baji insistiendo con esa versión, pero Ryoko le hizo una señal para que no diga mas nada y el viejo hechicero guardó silencio
— Tiene derecho de saber la verdad — dijo ella con calma, enseguida se dirigió a sus dos hijos — primero que todo, debes saber, que todo lo que hicimos, fue por amor y por temor... que todo lo que hicimos fue por desesperación
— ¿De qué hablas, mamá? — preguntó Keisuke con más seriedad
— Kazutora tenía tres años cuando desapareció y tú tenias dos — respiró profundo antes de continuar — y comenzaste a enfermar gravemente — explicó su madre sentándose en el sillón, Keisuke se sentó a su lado para escuchar la historia con más atención — ese año fue nuestra iniciación por lo que aun nuestra magia era inexperta y no sabíamos que hacer, así que... acudimos a nuestro líder
— Kisaki — afirmó Keisuke con voz ronca — su madre asintió cubriendo su rostro con ambas manos — ¿y qué pasó?
— bueno, él dijo que tenía la cura exacta para que te sanes, pero sólo nos la daría si hacíamos algo por él
— Ser su ayudante — contestó Sr. Baji
— ¿ayudantes? — repitieron Keisuke y Hina
— Para crear un proyecto llamado Avatar — respondió Ryoko
Al oír eso, Keisuke abrió los ojos de par en par sintiendo un puñetazo en el estomago. No podía creer que Kisaki estuviese tan obsesionado con el tema de los avatares, que incluso involucrara a la familia Baji por completo, pero ahora que lo piensa. No sólo a la familia Baji, estaban los Mitsuya, quienes tenían como integrante a una de las hechiceras más ambiciosas de la comunidad y estaba claro que Luna haría lo que fuera por obtener sus objetivos.
— Continua — le pidió a su madre
— Queríamos la cura, y nos la dio, pues nosotros aceptamos, asique estuvimos un tiempo ayudándole a crear esas ... monstruosidades — al decir eso puso cara de asco y por dentro ella sentía que se derrumbaba de vergüenza al colaborar para destruir a la humanidad — pero no resistimos, aquellas criaturas eran horribles. Así que nos alejamos de él — Ryoko se detuvo por un momento — pero entonces... entonces — su voz se quebró en ese momento y comenzó a llorar.
— Él dijo, que pagaríamos por nuestra falta y que nos arrepentiríamos por haberlo traicionado — continuó el Sr. Baji abrazando a su esposa una vez que se sentó a su lado, quedando ella sentada entre Keisuke y su esposo
— se llevó a Kazutora ... — continuó el hombre con la voz temblorosa — lo secuestró y no nos dijo nunca adonde lo dejó... que desde ese momento, el niño era el precio por traicionar a nuestro líder
— ¿y ustedes permitieron eso? — comenzó a decir Keisuke con calma, pero con la voz cargada de indignación
— Era nuestro líder, hijo... debíamos obedecerle — sollozó su madre — teníamos que ayudarle o nos castigaría ... y cumplió, nos castigó
— ¿enserio? Pues yo también soy líder... y tengo bien claras los principios de un líder, nosotros no castigamos de esa forma a nuestros seguidores, nunca ha sido así y nunca lo será — se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro
— Pero éramos sus seguidores, no podíamos... — comenzó a decir Ryoko como si quisiera pedir disculpas
— ¡madre! — vociferó de pronto Keisuke — ¡Un líder, no es el que hace las cosas a cambio de algo, un líder se hace respetar, respetando a sus seguidores, un verdadero líder inspira confianza ... escucha a los demás y considera las opciones que le sugieren para tomar su decisión, te incentiva para que tomes tus propias decisiones, un verdadero líder arriesga todo con tal de proteger a quienes lo siguen, porque un verdadero líder piensa primero en el bienestar de su grupo antes que el suyo propio y ustedes como seguidores deberían saber eso! ¡Lo que Kisaki hizo es romper todos los principios de un liderazgo y ustedes se lo permitieron!
— Lo sentimos, hijo — dijo el señor Baji— sólo queríamos que te curaras ... estabas muriendo y no queríamos perderte
— Claro, y por no perderme a mí, perdieron a Kazutora, a su primogénito — comentó Keisuke a sus padres quienes ahora no sabían que mas decir. De pronto se sintieron intimidado con su propio hijo, pero no lo culpaban a él, pues de pronto comprendieron la magnitud de la gravedad en ese asunto, no sólo el hecho de mentirle a Keisuke y a Hina sobre la real historia del pequeño Kazutora, también se dieron cuenta de que todo lo que hicieron fue una estupidez y debieron enfrentarse a Kisaki desde un principio.
Sin embargo, lo único que tuvieron a cambio cuando quicieron recuperar a su hijo perdido, fue una mentira por parte del hechicero científico, quienes les prometió buscar al niño si continuaban ayudándole, lo que nunca pasó puesto que ni Kisaki estaba dispuesto ayudarles en realidad , ni ello a seguir con el proyecto Avatar, por lo que Kazutora simplemente pasó a ser un inolvidable recuerdo en la memoria de aquel inexperto matrimonio de hechiceros, ( inexperto en ese tiempo, cuando eran jóvenes) que ni se atrevieron a buscar a su hijo por su propios medio por miedo a represalias tanto de Kisaki o del mismo Kazu sí lo hubiesen encontrado años después.
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