Capítulo 25 La decisión.


— Les explicaré con más detalle sobre los Avatares luego — les dijo Keisuke a Takashi y Mana — cuando estemos todos... aunque debo decirles algo... Hina ya lo sabe, le conté la noche que me buscaron con el hechizo rastreador.

— Lo sabía — dijo Takashi en tono tranquilo.

— Sí, bueno, busquen a Draken, nos reuniremos en el claro en unos días. Por ahora, debo sacar a Chifuyu de la ciudad. Debemos ocultarnos hasta el nacimiento de los bebés, pero les avisaré cuando nos reunamos de nuevo.

— De acuerdo — dijo Takashi.

— Sí, de acuerdo — terció Mana.

Tras despedirse de los hermanos Mitsuya, Keisuke cerró la puerta casi inmediatamente y se dirigió a su habitación, encontrándose con la sorpresa de que Chifuyu estaba empacando sus cosas y Hina solo la miraba con una expresión angustiada, moviéndose de un lado a otro mientras se mordía la uña del dedo pulgar.

— ¿Qué pasa aquí? ¿Chifuyu, qué haces? — dijo extrañado al ver el desorden que había hecho; toda la ropa de ella desparramada en la cama y los libros en el suelo. Entonces, Chifuyu, hecha un remolino, guardaba la ropa sin doblar siquiera. Enseguida, cerró la maleta, dejándola a medio abrir y un montón de prendas sobre la cama sin guardar.

— Pues, me voy, Keisuke... Edward o quien seas, me voy. Mis bebés y yo, ya no estamos seguras aquí — se dirigió a la puerta, pero Keisuke le bloqueó el paso y ella desvió la mirada. No quería mirarlo a los ojos por temor a que él la manipulara mentalmente.

— No te vas a ir a ningún lado — le dijo él.

— No me vas a manipular, Keisuke, yo no te dejaré.

— No te estoy manipulando, tú no te vas a ir.

— Sí lo haré, ya no puedo estar aquí.

— Es el mejor lugar en el que puedes estar. ¿A dónde más irías?

— Llamé a Tora, él vendrá por mí y volveré al departamento.

— No lo hagas... por favor — le rogó él.

— Ya no te reconozco... te convertiste en la sombra de lo que fuiste.

En ese instante, Keisuke se derrumbó por dentro, reconociendo las mismas palabras que ella dijo en su abismo personal. — Sigo siendo el mismo, créeme. — Ya no puedo creerte, Keisuke. Has manipulado tanto mi mente que ya no sé si creerte. — Lo he hecho por tu bien, porque hay cosas de mi mundo que no debes saber, que no puedes entender. Pero no es que haya manipulado toda tu mente y lo sabes, tú misma me lo dijiste... esa noche en el bosque. No quieres que te manipule, ni yo ni nadie, y he tratado de respetar esa decisión tuya.

— Pero lo has hecho... me has manipulado. — Sí, lo sé... lo siento. He tenido que hacerlo en ocasiones, pero no siempre puedo. La mayoría de las veces, me bloqueas... y más ahora que estás embarazada de una potencial hechicera. La bebé te protege. Chifuyu al comienzo no dijo nada, tragó saliva y se llevó la mano a su brillante y rosada nariz, a punto de estallar: — Tú has estado en mi mundo desde que nos conocimos... pero no me has dejado entrar en el tuyo del todo. — Porque no puedo involucrarte en esto, Chifuyu, no es correcto. — Me involucraste tú mismo el día que nos conocimos. Desde que concebimos a nuestra bebé, desde que me pediste matrimonio... y yo lo acepté. Pero ahora no sé si quiera seguir en él. — Está bien, no sigas. Nos iremos, huiremos de este mundo los tres y haremos una nueva vida, normal como debe ser. Justamente venía a decirte que debemos irnos de aquí y... — El caso es — interrumpió Chifuyu alzando una mano — que tampoco estoy segura de querer seguir involucrándote en mi propio mundo. Vi lo que le hacías a esa chica y temo por lo que puedas hacerme a mí... a mi bebé. — Eso, eso jamás te lo haría a ti, amor. Lo que viste... lo que viste era porque esa chica se lo merecía, está planeando algo en contra tuya y... — Lo sé, lo escuché... sé que tú no eres Keisuke y me quieren convertir en lo que tú eres.

— Amor, mírame — Chifuyu se rehusó a obedecer — Chifuyu, mírame. No te manipularé, sólo mírame — tomó el rostro de la chica y la obligó a voltear — Soy yo... soy yo, amor, créeme.

— No puedo — respondió ella dejando escapar una lágrima — mi Keisuke ya no está aquí. Lo supe el día que volviste lleno de sangre y un poco ido... no eras tú.

— Te puedo explicar eso, te puedo explicar todo — dijo Keisuke suplicante.

— No, Keisuke — dijo ella negando con la cabeza suavemente — estoy harta de misterios, de que me ocultes las cosas... por favor, por favor déjame ir... déjame ir.

Tora conducía algo nervioso en dirección a Shibuya. La llamada de Chifuyu lo tenía totalmente preocupado. Se detuvo en un semáforo en rojo y comenzó a tamborilear en el volante al ritmo de la música que sonaba en la radio en aquel momento, de manera distraída, mientras esperaba la luz verde. Su confundida mente se preguntaba por qué Chifuyu estaba tan afectada. Seguro que era culpa de Keisuke. Estaba convencido de que tarde o temprano algo pasaría entre los dos, y tendría que ser él el pañuelo de lágrimas de su amada Chifuyu. Aunque ella no le correspondiera, Tora seguiría amándola, no importaba qué. Mientras ella fuera feliz, él aceptaría todo, excepto a Keisuke, su eterno némesis. Entonces, le vino a la mente que quizás lo que sucedió entre la pareja fue lo bastante grave como para aprovechar aquella oportunidad y demostrarle de una vez por todas que Chifuyu podía ser tan feliz como lo fue con aquel hombre que siempre rivalizó con su propia persona. Especialmente porque Tora estaba seguro de que Keisuke ocultaba algo. Lo podía sentir desde dentro de su ser, y no le gustaba la idea de que Chifuyu lo prefiriera antes que a él.

— ¿Tora? — lo llamó Senju, sacándolo de sus pensamientos.

— ¿Sí? Dime — respondió él sobresaltado. — Perdón... ¿Te asusté?

— No, no es nada.

— Oh... — hizo una pausa para pensar mejor en las palabras que usaría para formular aquella duda que rondaba en su cabeza — ¿Tora? — llamó de nuevo.

Él la miró a la cara, esperando a que siguiera hablando. Era evidente que algo quería decirle, y Tora no esperaría por mucho rato. Fijó su mirada al frente y el semáforo aún seguía en rojo. Aquel asunto ya le estaba empezando a molestar. Chifuyu lo esperaba en casa de su rival, llorando de manera angustiosa, y lo único que quería era llegar pronto a esa casa. Encima, el tráfico era insoportable, el semáforo se demoraba en cambiar y, por si no fuera poco, Senju estaba actuando de manera extraña.

— ¿Tora...?

— ¡Dime de una vez, Senju! ¿Qué rayos quieres? — espetó él con impaciencia e irritación. La chica tragó saliva y desvió un poco la mirada, sonrojándose, antes de continuar:

— ¿Conoces a tus padres? — preguntó por fin, soltando aquello de manera atropellada y torpe — Me refiero a tus verdaderos padres — quiso saber ella con curiosidad. Sabía que Tora era adoptado y que sus padres adoptivos, si bien se portaron bien con él, no eran muy paternales en realidad. Eran gente de negocios y muy ocupados. Por eso desde pequeño, sólo se dedicaron a malcriarlo y a darle en el gusto de todos sus caprichos para que no les estorbara tanto y mantenerlo ocupado con sus juguetes y aparatos electrónicos.

— No, ellos nunca más me buscaron — dijo de manera cortante, sin dejar de mirar el semáforo como si quisiera cambiarlo con solo fulminarlo con la mirada. De pronto, éste cambió a verde y, lentamente, los vehículos que estaban antes que él comenzaron a avanzar.

— ¿Y no te gustaría saber de ellos? — continuó la chica.

— No lo creo — contestó encogiéndose de hombros. De pronto, aceleró en cuanto tuvo el camino libre para continuar.

— ¿Ni siquiera por curiosidad?

— Tuve curiosidad alguna vez... pero no tanto como para buscarlos hasta el final. Supongo que, si no querían estar conmigo, es porque no estaban interesados. Yo tampoco estoy interesado en ellos ahora, a esta altura de mi vida.

De pronto, el tráfico se detuvo una vez más. Otro semáforo en rojo los obligó a frenar.

— ¿Y ni siquiera tienes recuerdos?

— No mucho... recuerdo un bosque, muy parecido al que fuimos a acampar hace unos meses, pero no estoy seguro si aquello era un sueño o un recuerdo de mi infancia.

— ¿Qué edad tenías?

— No lo sé, unos tres o cuatro años — respondió sin dejar de mirar aquella luz roja. De pronto, entre cerró los ojos mientras pensaba que quería que el tráfico avanzara y muy pronto, el color verde volvió de un salto a su lugar.

Finalmente llegaron y se estacionaron frente a la casa. Tora se bajó tan pronto como se soltó el cinturón de seguridad. Los nervios por ver a Chifuyu lo carcomían, especialmente después de que no la hubiera visto desde aquella noche en que N°30 se hizo pasar por Keisuke, hace ya un par de meses. Caminó a grandes zancadas hasta la puerta y estrelló los nudillos de su mano izquierda con fuerza, como si intentara derribarla. La puerta se abrió de golpe y Hina apareció tras ella, con una expresión que reflejaba una mezcla de tristeza y miedo. En ese mismo instante, Senju se acercó a Tora, quien lo miraba fijamente a Hina de arriba abajo. Tora abrió la boca para hablar, pero su compañera lo interrumpió, dirigiendo una amable sonrisa a Hina.

— Hola — saludó la joven de cabello blanco — Estamos buscando a Chifuyu Matsuno, ¿está?

Hina se sintió confundida de repente y comenzó a hablar, pero Chifuyu la interrumpió al aparecer detrás de ella. Chifuyu llevaba con dificultad su pequeño bolso, ya que no había logrado llevarse todo lo que quería. Keisuke seguía pisándole los talones.

— ¿Qué sucede? — preguntó Tora, tomando la maleta que Chifuyu le pasó a Senju con el propósito de dirigirse a Keisuke de manera prepotente — ¿Qué le hiciste? — replicó, acercándose a él y pareciendo que quería tomarlo por el cuello de la camisa. Keisuke agarró firmemente las manos de Tora, amenazándolo con la mirada.

— ¡Nada! No me hizo nada — intervino Chifuyu en defensa de su amigo — Por favor, suéltalo.

A regañadientes, Tora soltó a Keisuke y retrocedió un paso.

— Por favor, Chifuyu — comenzó Keisuke, tomando suavemente su brazo — Piensa en nuestros bebés.

— Es por ellos que lo hago, Keisuke. Corren peligro y no puedo arriesgarme estando aquí.

— Chifuyu, por favor, piensa en lo que te propuse yo... — ella lo interrumpió, alzando la palma de la mano y cerrando los ojos suavemente.

— Keisuke, no... No... por favor, déjame ir, déjame ir — suplicó ella al borde de las lágrimas. Luego, se volteó, dándole la espalda a Keisuke.

— Chifuyu... — él hizo un gesto como si quisiera seguirla, pero Tora se interpuso.

— Déjala — dijo Tora de manera cortante. Keisuke fulminó a Tora con la mirada y en ese choque de miradas, Tora pudo reconocer algo en el baterista, algo que evitaba que le hiciera daño o que manipulara su mente.

— Adiós, Keisuke — se despidió Chifuyu, volteando nuevamente a él — Hina... — añadió, abrazando a la joven hechicera. Resulta que Chifuyu no le tenía miedo a Hina, al contrario, se había encariñado con ella en el poco tiempo que habían pasado juntas.

— Chifuyu, no — insistió Keisuke con lágrimas en los ojos. Ella le dirigió una última mirada y se subió al auto, en el asiento de adelante. Tora la siguió y Senju se acercó a Keisuke.

— Escucha, Keisuke — comenzó a decir ella — No es que quiera meterme, no sé lo que haya pasado entre ustedes, pero lo mejor es que se den su espacio. Dense un tiempo y, cuando estén más calmados, hablen — tras ese consejo, Keisuke le dedicó una triste sonrisa a Senju. Ella continuó — Si quieres, puedes llamarme a este número — comenzó a buscar en su bolso un lápiz y papel, y enseguida escribió el número, dándoselo a Keisuke.

— Gracias, Senju — respondió él, recibiendo aquel pedazo de papel. Senju estaba a punto de marcharse cuando Keisuke la detuvo por un momento, posando su mano disimuladamente en su hombro. La chica volteó y Keisuke fijó sus ojos en ella.

— ¿Aún está Akane viviendo con ustedes?

— Sí, pero no pasa mucho por el departamento — respondió ella — Están sus cosas, pero ella va de vez en cuando.

— Ok, gracias nuevamente — ahora, olvida lo que te acabo de preguntar.

— Olvidado — dijo ella mecánicamente — Me informarás sobre Chifuyu y Akane cada dos o tres horas al día, siempre que estés a solas.

— Te informaré sobre Chifuyu y Akane cada dos o tres horas al día.

— Ahora puedes irte — dijo Keisuke. La chica dio media vuelta y se marchó.

— ¿Tenías que hacer eso? — le reprochó Hina entre lágrimas a su hermano, mientras ambos observaban con tristeza cómo aquel coche se alejaba con Chifuyu en su interior, alejándose de Shibuya y volviendo a su antiguo hogar en la calle Kanto.

— Chifuyu quiere alejarse de nuestro mundo por el bien de nuestra bebé, pero yo no pienso alejarme del suyo — dijo Keisuke, secándose las lágrimas y recomponiéndose — Bien... prepárate, te llevaré a casa.

— ¿Ahora? Es tarde, Keisuke. Estoy cansada y el bosque del Sanuario Meji queda lejos — se quejó Hina.

— Está bien, pero nos iremos por la mañana. Papá y mamá tendrán que darme unas cuantas explicaciones.

Dicho esto, ambos hermanos entraron a la casa y Keisuke cerró la puerta tras de sí.

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