Capítulo 21 En el abismo de Chifuyu.
El Avatar Edward y Keisuke aparecieron parados en medio de esa negra oscuridad uniforme. El Avatar, acostumbrado a la visión nocturna, pudo darse cuenta que podía ver a su progenitor separado de él; parado a su lado advirtiendo ciertos detalles. Para empezar, el cuerpo de Keisuke era más bien una imagen vaporosa, un fantasma sin cuerpo ni materia; se podía ver a través de él como una especie de holograma; y entonces, el Avatar Edward lo comprendió, en aquel lugar oscuro se mostraban las cosas tal como eran en realidad: Keisuke siendo el espíritu errante del hechicero que alguna vez fue y él , Edward, el cuerpo fabricado que lo reemplazaría. Es más, no era sólo que lo pudiera ver, el Avatar Edward podía ver a Keisuke tal como lo vio la última vez que éste estaba con vida; cabello largo, barba descuidada pero las mismas facciones y contextura física. La única diferencia que el Avatar pudo notar era que Keisuke llevaba ropa y supuso que era las prendas que llevaba antes de morir en sus propias manos.
— ¿Qué sucede? — quiso saber NÚMERO 30
— Estamos en el inconsciente de Chifuyu — respondió Keisuke
— ¿Y por qué estamos separados?
— Esta es la parte más oculta de la mente humana. — comenzó a explicar el hechicero, mientras caminaba por aquel sitio sin luz. NÚMERO 30 lo seguía a la par de sus pasos. — Difícil de acceder...incluso algunas veces hasta imposible. Aquí se guardan los temores más profundos, deseos reprimidos, y recuerdos que no se alcanzan a procesar como cuando estuviste en el vientre materno, tu nacimiento o tu primeros dos años de vida. Estos están tan ocultos que ni la misma Chifuyu sabe que los tiene.
— Lo que significa que en el inconsciente de Chifuyu, ella nos ve por lo que somos. Dos seres diferentes, es por eso que aquí nos separamos — dijo el Avatar Edward sacando por conclusión lo que Keisuke dijo
— Algo así — afirmó el hechicero.
Detuvieron su andar, de pronto pasó frente de ellos, una pequeña niña de más o menos siete u ocho años que hacía contracte con aquel fondo, trasformando todo en un claro oscuro, pues esta niña irradiaba luz. La pequeña se detuvo frente a un público, quienes también irradiaba una luz, pero más tenue y opaca. Ella comenzó a recitar un poema haciendo ademanes de solemnidad y reverencia, mientras su tierna voz decía cada palabra con elocuencia y claridad. En la primera fila, se encontraban tres personas cuyos rostros no se veían porque estaba oculta de tras de una sombra. Cuando la niña terminó su poema, los tres jueces comenzaron a soltar horribles y tenebrosas carcajadas que enseguida se sumaron, las del público. La pequeña comenzó a retroceder, se arrodilló doblándose por la cintura y se tapó los oídos, mientras lloraba. Poco a poco aquella penosa escena se fue difuminando hasta desaparecer dejando nuevamente a ambos hombres solos en la oscuridad.
— ¿Que fue eso? — quiso saber NÚMERO 30
— El miedo oculto al fracaso... esa niña era Chifuyu — respondió Keisuke mientras seguían caminando
— Entonces... los hechiceros pueden entrar en el inconsciente — afirmó Edward.
— No, no todos... — respondió Keisuke encogiéndose de hombros — no es muy común el don, es más ni yo mismo podía hacerlo cuando estaba vivo; sólo llegaba hasta los pensamientos conscientes. Cuando le pedí a Chifuyu que abra su mente para mí, se fue más allá de la consciencia, incluso de la subconsciencia y nos trajo aquí, al inconsciente.
Siguieron avanzando, vieron a Chifuyu en muchas etapas de su vida, recuerdos de cuando nació, dio sus primeros pasos y dijo su primera palabra. También vieron recuerdos reprimidos, traumas y deseos ocultos como el hecho de que de niña deseó estar con un hombre mayor que ella, pues pese a tener su padre a su lado, éste no le prestaba la atención suficiente en realidad y el sentirse atraída por alguien mayor que ella, era porque le gustaba sentir la protección paterna en sus novios.
— Así que, lo que buscamos realmente, no está aquí — comentó el Avatar
— No...No está aquí — dijo Keisuke negando con la cabeza.
De pronto, a lo lejos y sin saber cómo, un rayo de luz se les apareció frente a sus ojos, a la altura de los pies, como una franja alargada de forma horizontal como si ésta se colase por debajo de una puerta. Ambos intercambiaron miradas, como si supieran lo que aquello significaba; rápidamente caminaron hacia esa luz y cuando estaban lo suficientemente cerca, el Avatar alargó un poco el brazo para comprobar si aquello era una verdadera puerta, y ... sí, sí lo era. Su mano izquierda se topó por primera vez, con algo solido dándose cuenta así, que parte del fondo negro uniforme tenía limite; una pared... y una puerta que separaba una habitación de otra. Pues aquel lugar era un espacio vacío y muy grande, sentían que habían caminado kilómetros desde que vieron la escena de la pequeña Chifuyu y toda su etapa de la infancia. Como si estuviese en una pintura donde sólo dominara el negro sin matices, sin textura ni forma, era como estar en un oscuro lienzo sin principio ni final... hasta en ese momento.
El Avatar deslizó su mano por aquel muro hacia abajo y ésta se topó con una forma circular, un pomo el cual Jaló de él abriendo lo que se supone era la puerta, fue así que lentamente se fue formando un rectángulo vertical haciendo crecer aquella luz cegadora. NÚMERO 30 debió cubrir sus ojos para que ésta no la lastimase, pero aquello duró poco, porque pronto esa luz se hizo cada vez más pequeña, hasta desaparecer por completo y volver a la oscuridad una vez que sintieron cerrarse la puerta tras de sí. Sin embargo, dicha oscuridad tampoco duró mucho, tras caminar unos cuantos minutos en silencio, (un silencio casi sepulcral y abrazador) volvieron a divisar aquella luz, sin embargo, esta vez adoptando otra forma, la de una figura humana que crecía cada vez más a medida que ambos hombres se acercaban a ella y fue entonces que la encontraron. A Chifuyu, irradiando una luz, como un ángel celestial vestido de blanco. arrodillada mientras se abrazaba a sí misma y se balanceaba ligeramente hacia atrás y hacia delante cual autista perdido en su mundo. Ya no lloraba, pero tenía una mirada pedida mientras que por lo bajo tarareaba una canción de cuna. El espíritu de Keisuke se acercó por su izquierda, el Avatar Edward por su derecha y al mismo tiempo, como si se hubiesen puesto de acuerdo, se arrodillaron junto a la muchacha que parecía no darse cuenta de la presencia de los recién llegados.
— Chifuyu, al fin te veo como eres, mi ángel, mi luz — dijo Keisuke en un suave susurro
— La luz que te rodea es el reflejo de tu alma — dijo el Avatar Edward en el mismo tono
— Pero la soledad es tan grande, que me siento como un punto pequeño en el mundo — respondió ella como si no se lo dijera a nadie en particular.
Avatar y progenitor se miraron en una expresión confundida. ¿Chifuyu se sentía sola? ¿Pero por qué? Keisuke siempre la veía tan alegre, tan llena de vida, los amigos nunca le faltaban, siempre estaba rodeada de gente que la quería; niños, adultos incluso sus compañero de la universidad, Chifuyu era el alma de las reuniones sociales y lo que decía en aquel momento no tenía sentido alguno.
— ¿Por qué te fuiste, Keisuke? Me dejaste sola... y te alejaste
— Estoy aquí, amor ... mírame — respondió él, pero Chifuyu ni se inmutó, su mirada perdida seguía mirando a la nada
— Estoy sin ti... y sin mis bebés — continuó ella ignorando las palabras de su novio — cuando volviste... sólo eras un envase vacío
— Chifuyu, yo sí volví — insistió el hechicero
— Te trasformaste en la sombra de lo que fuiste, ya ni te reconozco — sollozó ella negando con la cabeza
Fue entonces que comprendió lo que sucedía, Keisuke tragó saliva y alzó la mirada buscando al Avatar
— Estamos en su subconsciencia
— ¿Disculpa?
— Lo que oíste, Edward... de cierta forma sabe que algo me pasó, sabe que ya no soy el mismo al verte a ti. Sólo que conscientemente no se da cuenta... en su subconsciente, ella está angustiada por mí y sus bebés, lo presiente.
— ¿Sabes lo que significa? — Dijo el Avatar — tarde o temprano sabrá de nosotros y por su bien... será mejor que te alejes de ella
— ¿Qué? — reaccionó Keisuke con una sonrisa incrédula — ¿que estas insinuando? ¿Que ahora te preocupas por las personas? ¿Te estás humanizando? — inquirió poniéndose de pie. Edward hizo lo mismo.
— Sólo digo que eso es lo que la está lastimando, y bien sabes que sí la lastimas a ella, me lastimas a mí, todo gracias a ese don tuyo que adquirí involuntariamente al ser tu Avatar, y por supuesto que Chifuyu no me preocupa, es una simple mortal, una mortal que tarde o temprano será mi alimento... una pobre chica desvalida que tiene por novio a un hechicero muerto que ahora vive como parasito en el cuerpo de otro
— Bien, Edward, en algo estamos de acuerdo — Keisuke sonrió de lado — soy un parasito que vive en el cuerpo de otro... tu cuerpo, mi Avatar... mi usurpador, y sí yo me alejo de ella, tú te vas conmigo.
El Avatar abrió los ojos de par en par como sí lo que Keisuke le hubiese dicho fuese lo peor que haya oído en su vida.
— Ah, cierto— continuó el espíritu de aquel hechicero — no sabes cómo funciona ese hechizo ¿verdad? — NÚMERO 30 no respondió— veras... el espíritu cuyo hechicero invocó aquella magia; ya sabes... reencarnación en vida sólo puede abandonar el cuerpo cuando dicho hechicero cumple con su asunto pendiente o el cuerpo que poseyó también muere. Dicho de otra forma tú y yo somos uno por el resto de tu vida y sí yo caigo tú caes conmigo
Al oír aquella declaración, NÚMERO 30 por un momento deseó no volver a la realidad, quería quedarse en la mente de Chifuyu por siempre así Keisuke no tendría que unirse a él nuevamente.
Chifuyu de pronto se puso a llorar a mares, Keisuke volvió arrodillarse a su lado, pero esta vez el Avatar Edward sólo la miraba desde su nuevo lugar
— ¡Ya no aguanto más...! ¡Llévame contigo, Keisuke, por favor! — suplicó ella — ¡no aguanto este dolor, mis bebés no están y tú me abandonaste, por favor llévame contigo, no...! ¡No me dejes!
— Estoy aquí, Chifuyu... mírame — pidió él en un tono suave y tranquilizador, ella volteó a mirarlo, aun con esa mirada perdida y las lágrimas rodando por sus mejillas
— No me dejes sola — dijo, esta vez susurrando
— no, nunca
— Salva a nuestros bebés
— Nuestros hijos está bien, amor
— No. Me los quitaron... mi vientre está vacío y ahora vienen por mi
— No, Chifuyu nuestros niños están aquí — dijo él posando la mano sobre el abultado vientre de Chifuyu, ella bajó la mirada y entre lágrimas sonrió al ver que nuevamente su abultado vientre de cinco o seis meses sobresalía en su blanca e inmaculada ropa, esta vez sin mancha de sangre
— ¿Ves? — Dijo Keisuke sonriéndole — ellos no te han dejado... ni yo tampoco
— Pero los quieren, me los quieren quitar, esa chica de negro...
—No, nada de eso pasará — aseguró Keisuke.
— Ahora vienen por mi — replicó ella. Keisuke había ignorado aquello la primera vez que Chifuyu lo mencionó, pero ahora que lo oyó por segunda vez, él se preocupó
— ¿A qué te refieres, amor? — preguntó Keisuke frunciendo el ceño
— Primero fue por ti... luego por nuestros pequeños... y ahora me quiere a mí — dijo esas palabras como si no expresara nada en realidad. — enseguida lo miró, esta vez con más expresión en sus ojos, reflejando el miedo y la preocupación en ellos — prometeme que cuidarás de nuestros niños cuando eso pase
— No tengo que prometerte nada, yo no permitiré que te dañen, ni a ti ni a los niños
— No, yo tampoco — terció Edward con seguridad aún de pie mientras observaba con atención esa escena y escuchaba cada palabra de Chifuyu tratando de entender todo ese asunto que parecía un rompecabezas con piezas perdidas
— No permitiré que te lastimen — respondió Keisuke — siempre estaré contigo.
— Siempre estaré contigo — repitió el Avatar Edward susurrándole en el otro oído cuando éste se arrodilló junto a ella nuevamente, para su propia sorpresa, él, NÚMERO 30 sintió aquellas palabras desde lo más profundo de su ser, como si lo sintiera realmente y no porque fuese el efecto de la empatía, era sus verdaderos sentimientos. ¿Y si Keisuke tenía razón? ¿Si NÚMERO 30 se estaba humanizando involuntariamente? Sacudió la cabeza para deshacerse de ese absurdo pensamiento, él no quería humanizarse, no llegó al mundo para tener sentimientos. Sólo para extinguir a la humanidad, ese era su destino. Aunque, por otro lado, le era muy difícil extinguir a la humanidad teniendo a Keisuke en su interior y más aún, sabiendo que jamás podría liberarse de él al menos que muriese o esperar a que aquel invasivo espíritu terminara su asunto pendiente.
卍
Una vez más, Keisuke se vio sentado en la cama junto al débil cuerpo de Chifuyu, quien aún respiraba con dificultad, pero esta vez ya no sentía esas horrible alucinaciones, sin embargo Keisuke estaba inconforme, porque, aunque logró calmar un poco el sufrimiento de Chifuyu y a pesar de todo lo que vio; ella seguía muriendo y no tenía ningún antídoto que la salvara de aquel veneno desconocido, lo que lo frustraba profundamente. Se inclinó sobre ella y besó su frente.
— Haré lo que sea para salvarte, Chifuyu, juro que encontraré el antídoto cueste lo que cueste — dijo él mientras acariciaba su frente
— «Y yo me encargaré con mis propias manos de la persona que le hizo esto» — dijo con fiereza el avatar.
Keisuke se puso de pie con lentitud y salió de la habitación cerrando la puerta de tras de sí, justo en el instante que Hina abría la puerta de la sala principal para dejar entra a los tres hermanos Mitsuya. Takachi, Mana y Luna, entraron a la casa en silencio parándose al centro de la sala principal. Luna la segunda mayor de los Mitsuya dio un paso adelante y el Avatar profirió un gruñido dentro de la cabeza de su progenitor, sintiendo grandes ansias de tirársele en sima y desangrarla ahí mismo frente a todos los presentes, pero el hechicero no se lo permitió. Keisuke por su parte se puso rígido al ver a Luna tan campante y resuelta en su vestíbulo, la fulminó con la mirada casi con repudio.
— Tengo el antídoto — dijo la chica vestida de negro — pero antes de dárselos, tendrán que saber que esto no es gratis.
Esta vez, sus dos hermanos y los dos hermanos Baji, la miraron de manera amenazante poniéndose en guardia, como si la bruja negra fuese atacar con alguna clase de hechizo maligno.
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