Capítulo 12 - El grimorio y Elementis.


Sus castaños ojos brillaban por el efecto de la luz que la fogata provocaba, ella no se despegaba de aquellas llamas anaranjadas que danzaban al ritmo suave de su crepitar. Llevaba media hora esperando sentada en unas de las frías y dura roca lisa que se encontraban al rededor de la fogata. Con nervios miraba su reloj de pulsera cada dos por tres.

Suspiró con desesperación y repentinamente se puso de pie, en aquel momento, llevaba cuarenta minutos esperando y eso definitivamente la había puesto muy nerviosa; comenzó a caminar de un lado a otro como león enjaulado a grandes zancadas. Sus botas pisaban tan fuerte que llegaban a levantar algo de arena. Sin dejar de mirar su reloj y el camino que llevaba a la playa de forma alterna, ella comenzó a retorcer sus dedos y agitar sus manos cubiertas de esos guantes de lana color gris, como si de esa forma apresurara más el tiempo, pues la espera se le hacía interminable.

Faltaban quince minutos para la media noche y la luna llena estaba casi en su punto máximo. El sonido del mar a lo lejos no la tranquilizaba, más bien todo lo contrario; eso le alteraba más los nervios. En especial porque el viento soplaba con fuerza y su espesa melena de tono castaño rojizo se movía contra éste negándole la visión a la chica. Y pese a que su cabeza estaba enfundada en un grueso gorro de lana que le tapaba hasta las oreja, los mechones libres de su melena aleonada no se dejaban de mover en dirección a su rostro, en especial a sus ojos y boca.

Volvió la mirada al fuego que de vez en tanto se agitaba y se agrandaba por el resoplar de la ventisca amenazando con abandonar la leña y avanzar hasta donde Hinata Baji estaba parada. Del bolcillo de su chaqueta gruesa de color lila, sacó una foto de su hermano mayor, y la imagen de Keisuke le devolvió la mirada detenidamente.

—Te encontraré. — susurró. Enseguida guardó la fotografía nuevamente en su lugar y posó su mirada en el oscuro océano apenas iluminado por la luna, que si bien no se veía del todo, se podía oír con toda claridad como las olas del mar rompían en las rocas lejanas.

Pasaron cinco minutos más y a lo lejos se escucharon unos pasos, pero Hina estaba tan ensimismada en sus pensamientos, que no se dio cuenta cuando alguien de pronto se le acercó para sorprenderla por la espalda y asustarla. Ella giró sobre sus talones y ahogando un grito de sorpresa, se tapó la boca con ambas manos.

—Ah... eres tú, Mana, — dijo entre aliviada y molesta — llegas tarde, ya casi es medianoche — añadió con seriedad uniendo sus delgadas cejas en un ceño fruncido.

—Lo siento, estaba en una fiesta de pijama con unas amigas; tuve que inventar una excusa muy creíble para escapar, luego ir a casa a cambiarme y venir, eso tomó mucho tiempo, Hina. — explicó alegremente como si toda esa excusa no fuese un problema para ella — ¿ me vas a decir por qué rayos estamos en esta playa a estas horas de la noche y con este horrible frío? — añadió Mana mirando a su alrededor. Hina podía notar que aunque estaba bastante abrigada, la chica a su lado temblaba un poco.

Mana Mitsuya era una chica de melena lacia de color lila plateado, larga hasta los codos que acostumbraba siempre llevarlo atado en dos rodetes a los lados de la cabeza. Rostro redondo casi infantil, sus expresivos ojos chispeante eran de un tono malva suave claro, y estos estaban enmarcados en unas delgadas pestañas largas que daban la impresión que fuesen postizas. Sus cejas eran finas y definidas, sus rosados labios eran delgados y una piel tan nívea como la leche.

Vestía una gruesa chaqueta de invierno color blanco hueso, abajo de ésta un sweater de cuello largo; como si la bufanda beige que llevaba puesta no fuese suficiente. Un pantalón pitillo también blancos, un gorro que hacia juego con la bufanda; y los guantes mitones que enfundaban sus manos.

Sus botas eran cortas, de cuero sintético de color negro y muy gruesos con detalles metálicos colgando al rededor en formas de cadenas, con pequeños dijes en forma de candados que asemejaban corazones.

Si bien ella solía ser alegre, su humor sarcástico y comentarios irónicos no llegaban a caer bien del todo; en especial cuando sus comentarios eran inoportunos y la mayoría de las veces solía ser así. Era muy rebelde y no era capaz de callar su boca cuando debía, siempre tenía que decir la última palabra; comportamiento que más de una ocasión le ha llevado a tener problemas con su familia y la sociedad en general, y es que en realidad esta chica era tan tímida e insegura, que se veía obligada a protegerse bajo una coraza de coraje y carisma que en realidad ella no tenía.

—Espera a que los demás vengan. — respondió Hina quitándole importancia al comentario de Mana — ¿Trajiste lo que necesito? — preguntó luego, mientras se dirigía a su mochila y de ella extraía un grueso libro de pasta café oscura y hojas amarillentas, gastadas por el tiempo. Un grimorio... Aquel grimorio era de los tantos que Keisuke tenía en su colección personal. La portada café tenía estampada cuatro esferas; cada una de un color diferente cuyo interior llevaba una tríada, los símbolos que le pertenecían a los cuatro elementos, la amarilla tenía un triángulo equilátero hacia arriba con una línea horizontal en el medio. Este era el aire; la que le seguía a su derecha, era una esfera verde con un triangulo invertido, también con una línea horizontal en el medio; esta representaba la tierra, luego en el costado izquierdo de la portada abajo del aire aparecía una esfera azul oscura cuyo triangulo también estaba invertido Pero este no tenía ninguna línea en el centro, representaba el agua; y finalmente, al costado derecho abajo de la tierra, se hallaba una esfera anaranjada con un triangulo con la punta hacia arriba (tal como la del aire) pero este tampoco llevaba en el centro una línea, representando el fuego.

—Sí, sí lo traje. — dijo su compañera sacando de su bolso un gran papel doblado — Los otros venían detrás de mi— añadió mientras le extendía el papel a Hina. Un mapa para ser exacto, que desplegó cuidadosamente en la arena dejándolo junto a la página abierta del grimorio.

— ¡Aquí estamos! — se escuchó que gritaba la voz gruesa de un chico a lo lejos, acompañado por otro muchacho más alto que el primero. Ambos se acercaron riendo y bromeando mientras se daban pequeños empujones y se propinaban coscorrones uno al otro con brusquedad.

El primero era un hombre de tez pálida de contextura delgada, alto, de cabello plateado-purpura y largo con un extraño peinado hacia al costado, tapándole ligeramente un ojo. Tenía una de sus sienes rapadas y en esta llevaba un delgado dragón negro tatuado en su cuero cabelludo, sus labios finos, eran de tonalidad rosado pálido. Sus ojos lilas claros eran de expresión adormilada, enmarcados en unas gruesas pero pequeñas pestañas; y sus cejas eran definidas y delgadas, formando una perfecta curva hacia arriba. Una de ellas tenía un largo corte vertical que le hacía ver más rudo de lo que realmente era.

Él era risueño, muy alegre y bromista, siempre con una traviesa sonrisa en su rostro; que mostraba una irregular dentadura blanca. Vestía de negro completamente desde los zapatos hasta la capucha de su chaqueta, la cual, en ese momento, le cubría su cabeza dejando ver sólo algunos cuantos mechones de su cabello largo. La chaqueta que llevaba puesta era de esas que se solía utilizar para la lluvia, gruesa, ancha y con pliegues que le hacía parecer un muñeco inflable de esos que se colocan como anuncio publicitario en los techos de las tiendas.

Su nombre era Takeshi Mitsuya, (hermano mayor de Maná) pero entre sus familiares y amigos era más conocido por Take-Chan. Él era un hombre que aunque era de estatura promedio, y contextura firme, pero delgada, tenía más edad de la que representaba; y por increíble que pareciera, él era incluso mayor que su mejor amigo de la infancia, Keisuke, el líder del aquelarre al que Takeshi pertenece, pero aun así seguía siendo el miembro más viejo de su generación en dicho aquelarre.

El otro chico era Draken. Draken era muy alto, de contextura delgada; cabello rubio amarrado en una fina trenza atada desde la coronilla de su cabeza, sus ojos eran negros y mirada seria, pestañas y cejas finas, su rostro era simétrico y filudo, pero tenía unas mejillas algo infladas, piel blanca, nariz un poco larga; y algo gruesa en la punta. Tenía las sienes rapadas y en una de ellas llevaba el tatuaje de un dragón, cuyo diseño era exactamente el mismo que el de Take-chan. Por esa misma razón, ambos amigos eran conocidos con el apodo de "Dragones gemelos"

Su vestimenta era simple pero elegante: abrigo largo hasta las rodillas de color negro, bufanda azul marino, un pantalón de tela sujeto por un elegante cinturón de cuero, camisa blanca, zapatos italianos de diseñador: y un abrigador sweater de lana color caqui. Generalmente no solía vestir así. Pero estaba en una cena familiar con su novia en Tokio y tras ir a dejarla a casa no logro llegar a tiempo a la suya para cambiarse, por lo que tuvo que atender la urgencia de Hina así tal como había ido con su novias unas horas antes.

—Bien, ya estamos todos .— observó Hina.

— ¿Se puede saber cuál es la emergencia? — quiso saber Takeshi.

—Keisuke ha desaparecido por casi tres semanas — anunció — haremos un hechizo de localización

—¿¡Qué!? — preguntaron los tres amigos al unisonó sin poder creer lo que oían.

—Vamos, chicos... no se alarmen es uno de los hechizos más simples de realizar.

—Sí, Hina — dijo Takeshi—, pero para eso necesitas de tu linaje de sangre.

—Sé que soy adoptada, ¿sí? No necesitas recordarme que no soy una Baji genuina, pero Keisuke es mi hermano mayor sea como sea, y estuve averiguando entre sus grimorios. Descubrí una forma de hacer este hechizo sin la sangre de su linaje familiar, canalizando la magia de la naturaleza. Por eso estamos aquí, tenemos los poderes de toda la naturaleza junta.

—Si Kazutora estuviese aquí habría sido de mucha ayuda ¿no? — comentó Mana. Tal comentario inoportuno se ganó las miradas furtivas de advertencia de todos sus compañeros, pero más, la de su hermano mayor, quien prácticamente le atravesó los ojos con la mirada cual daga de hierro. Repentinamente un incomodo pero breve silenció permitió el paso del sonido natural de la tierra. El viento soplando, el mar rugiendo y el fuego haciendo leves explosiones.

—No sé a qué viene tu comentario, Mana. — continuó Hina con una expresión severa — pero esta fuera de lugar; Kazutora no está... nunca estuvo y nunca estará. Así que, siguiendo con lo que realmente importa— volteó el pesado libro que dejó sobre la arena para recogerlo en la pagina que tenía abierta — Descubrí en uno de los grimorios de Keisuke un hechizo localizador que se rige por la naturaleza en sí misma, lo que somos nosotros. Los cuatro elementos.

—Espera, espera, espera un poco... detente ahí — dijo Draken alzando una palma — ¿le robaste un grimorio a Keisuke? — preguntó sorprendido el rubio al ver el libro que la chica llevaba en sus manos. Hina puso los ojos en blanco y suspiró con exasperación.

—No se lo robé, lo tomé prestado. Debemos hallar a Keisuke, ha estado desaparecido por casi tres semanas y mis padres se niegan a creer que está en peligro, pero yo se que lo está y debemos ayudarlo.

—No lo sé, Hina — dijo Takeshi algo dudoso, mientras hacia un gesto con sus labios y nariz al tiempo que entrecerraba los ojos — tal vez sólo está con su novia de viaje en algún lugar, no es primera vez que se va sin avisar.

—Esta vez es diferente, lo presiento... por favor, él haría lo mismo por nosotros, después de todo es nuestro líder y no nos abandonaría así porque si — Hina adoptó una actitud suplicante

— ¿Por qué no? Abandonó la comunidad .— Dijo Mana encogiéndose de hombros, como si aquel comentario no fuese la gran cosa.

Nuevamente otro silencio incomodo e Hina dejó el libro sobre una de las rocas lisas para decir firmemente:

—Keisuke se fue de la comunidad, no del aquelarre , si necesitáramos de él así como él necesita de nosotros ahora, no dudaría en ayudarnos — espetó cruzándose de brazos mientras avanzaba hacia la pelilila

—Eso es verdad. — Dijo Draken— él jamás nos ha abandonado en realidad, solo es uno de los tantos hechicero que no está de acuerdo con la división.

—¡Exacto! — apremió Hina. Luego sólo se dirigió a Takeshi — por favor, él es tu amigo. No le niegues la ayuda, nos necesita.

— Y porque es mi amigo, es que lo conozco. — respondió Takeshi; esta vez con algo de seriedad — pero si crees que necesita ayuda, lo haremos.

— ¿Qué? — respondieron al unísono Hina, Mana y Draken. Cada uno en un tono diferente: Hina emocionada y agradecida, Mana con sarcasmo y Draken con incredulidad, como si creyese que aquello fuese una locura difícil de realizar.

A veces, cuando Keisuke estaba ausente como en esta situación; era Takeshi quien debía tomar ciertas decisiones importantes dentro del grupo

— ¿Qué es lo que debemos hacer? — preguntó el pelilila.

—Primero, necesitamos un altar — dijo Hina — de piedra — añadió mientras estiraba su mano y con un pase mágico hizo aparecer un pedazo de roca alargado, algo deforme con una base redonda — Takeshi, Draken. Tráiganlo y póngalo aquí, por favor.

—De acuerdo — dijeron ambos al mismo tiempo, cada uno tomándolo con dificultad de ambos extremos sobre sus hombros, enseguida lo llevaron hasta el centro del círculo compuesto de rocas lisas que se ocupaban como asiento.

—Coloquenlo aquí .— Pidió la chica indicando el lugar donde se encontraban el mapa

— ¿Y ahora qué? — preguntó Take-Chan jadeando de cansancio, aquella roca cilíndrica era bastante pesada

—Ayúdame con esto, pon el mapa desplegado sobre la mesa de piedra — él obedeció; y enseguida se alejó poniéndose junto a su hermana — debemos rodear el altar y añadir al mapa los artículos que pedí y repetir las palabras exacta para comenzar el hechizo — continuó Hina

— Ah, sí. Aquí traje la sudadera que Keisuke me prestó — dijo Takeshi sacando de su mochila la prenda para luego dejarla doblada cuidadosamente en el altar

—Yo tengo una fotografía — añadió Hina sacando nuevamente la foto de su hermano del bolsillo de su chaqueta

A continuación, se pusieron al rededor del pequeño altar de piedra que ambos varones llevaron e instalaron sobre la arena, y tras colocar todos los elementos necesarios, los cuatro jóvenes se tomaron de las manos formando un círculo, así mismo de forma inmediata cerraron los ojos y comenzaron a rezar unas palabras que Hina leyó en las páginas del grimorio antes de tomarse de las manos.

—Quod videtur facere quod perierat et reversa est in sua originé. — Repitieron aquella frase unas cuatro veces, mientras giraban en una ronda al rededor del altar, cuya base estaba cargado con el mapa de Japón; pues no sabían en donde buscar específicamente. Sobre el mapa, al centro, estaba la foto y la sudadera de Keisuke, que de pronto ambos objetos comenzaron a levitar quedando suspendidos en el aire a una altura bastante considerable.

Enseguida los hechiceros se detuvieron; sin abrir los ojos. Guardando silencio brevemente. Para después, uno a uno, a medida que les tocaba su turno, comenzar a despegar sus parpados fijando sus miradas en el mapa e invocar sus dones.

El primero fue Takeshi; que, poniendo su palma hacia el frente tal como alguien hace un juramento, invocó su don con una voz fuerte y clara:

—In virtute ignis— dijo el pelilila, y de la palma de su mano una lengua de fuego salió disparada hasta el altar, que luego se posó sobre el mapa sin siquiera quemar el papel, como si aquel viejo pedazo de hoja gastada por el tiempo tuviese un escudo invisible e invencible que lo protegiera de quemarlo, mojarlo o ensuciarlo

—In virtute aer— añadió Draken alzando su mano sin dejar de posar su oscura mirada en el altar. De su larga palma enguantada salió una pequeña ventisca en forma de remolino que luego se posó en el centro del mapa junto a la lengua de fuego.

—In virtute aqua— Mana invocó su poder casi con orgullo, no importaba cuando ni cual fuese la ocasión, a ella le encantaba usar la magia para todo. De su palma salió un chorro de agua creándose un pequeño remolino liquidó que pronto se fusionó con el elemento aire y extrañamente, también con el elemento fuego sin causar efecto colateral uno con el otro; ni el fuego se apagó, ni el agua se evaporó. Eran absolutamente compatible uno con el otro.

—In virtute terra— finalizó Hina abriendo sus ojos para fijar su mirada directamente al altar. De su palma un remolino de tierra se unió a los otros tres elementos.

Fue de esa manera, que los cuatro elementos juntos se mezclaron en un remolino más grande de múltiples colores, despidiendo salpicaduras de agua, ligeras, pero notorias brizas, lengüetas de fuego; y polvo, que avanzaban lentamente a un punto fijo del mapa, los cuatro hechiceros miraban aquel espectáculo mágico de manera expectante.

El remolino, que para ese punto parecía un mini huracán a escalas, avanzó por un buen rato por varias ciudades y del país hasta llegar a Tokio, deteniéndose finalmente en un lugar en específico:

—Shibuya. — Dijo Takeshi

—Un momento, ¿no es en Shibuya su hogar? — Preguntó extrañado Draken — ¿qué? ¿Eso significa que nunca se ha ido?

— ¡Genial, salí de la fiesta de pijama por nada!— acotó fastidiada Mana, esta vez todos decidieron ignorarla.

—O quizás regresó hace poco — dijo Takeshi encogiéndose de hombros, pero en un tono preocupado, a él también le pareció extraño el resultado del hechizo y sabía que no había fallado, puesto que los encantamientos, conjuros; y hechizos que venían del grimorio de Keisuke nunca fallaban, siempre eran perfectos.

—Como sea, esto no me tranquiliza — dijo Hina rompiendo el círculo, enseguida tomó la foto y la prenda de Keisuke y los guardó en su mochila con bastante prisa

—Espera, Hina ¿a dónde vas? — Preguntó Takeshi percatándose de lo apurada que ella estaba.

—Iré a verlo. — Respondió la chica con determinación en su voz. Caminó hacia el sendero que llevaba a las afueras de la ciudad, pero alguien la atrapó de la muñeca para obligarla a detenerse.

— ¿Ahora? ¡Es casi la una de la madrugada! ¡Mejor espera hasta mañana! — espetó el pelilila. Era él quien la detuvo mirándola con una expresión exasperante por el arrepentino arrebato de Hina. Se preguntó así mismo como es que de pronto ella era la bruja más determinada y aventurera del aquelarre, cuando hacía un par de meses, en la iniciación, se negaba a ello.

—No puedo esperar. — Dijo ella — algo me dice que mi hermano corre peligro y tengo que verlo de inmediato.

Se soltó del agarre de Takeshi sin permitir réplicas al respecto. Se dio media vuelta y simplemente acomodando su mochila en el hombro y apretando fuertemente el grimorio de su hermano en el pecho, ella se marchó corriendo de aquel lugar.   

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