29 - Te amo y te odio


Un grimorio no era solo un libro de hechizos, ni un simple recetario de pociones, no. Era algo personal, una especie de diario de vida o bitácora en la que el hechicero o la bruja anotaba sus experiencias, descubrimientos y evolución. La magia era el lenguaje universal de los hechiceros y brujas, y la naturaleza, su fuente de poder. Sin embargo, cada encantamiento, cada poción o hechizo, era creación de un único mago o bruja, quien lo descubría y lo reclamaba como propio, guardándolo para sí o compartiéndolo con sus descendientes o personas de confianza a través de los grimorios (siempre y cuando sus dueños y/o autores permitieran que lo leyeran).

Con el tiempo, gracias a esos libros, cuyos autores decidieron revelar sus secretos o simplemente fallecieron dejando el contenido de sus grimorios como legado, dichos conocimientos se daban a conocer a toda la comunidad mágica mundial. Así, estos hechizos y sus variantes iban cambiando o evolucionando a gran escala, transformándose según los nuevos descubrimientos que cada individuo encontraba en ellos.

El contrahechizo que Keisuke le aplicó a Chifuyu era de efecto retardado; tardaba aproximadamente una hora en hacer efecto, ya que el hechicero no conocía otro hechizo para despertar de manera inmediata. Lamentablemente para él, en sus grimorios no figuraba más que el que ya conocía. Y lo cierto era que nunca creyó que algún día tendría que utilizarlo, y mucho menos pensó que llegaría a hacerlo con su propia novia.

Chifuyu despertó de repente, abriendo los ojos de par en par con la respiración agitada. Sentía que su corazón latía a mil por hora y su frente se perlaba de sudor frío. No sabía dónde se encontraba; de pronto, aquel lugar le resultaba completamente desconocido, lo que la hacía sentirse desorientada y perdida.

Cuando despertó, Chifuyu no solo desconocía el lugar, sino que también estaba completamente desorientada y se sentía un poco mareada. Pese a eso, le llamó la atención que aquel lugar estaba impregnado con el aroma de un perfume que reconoció de inmediato: la fragancia dulce de una flor, lavanda, su favorita. Entonces, giró la cabeza hacia su derecha y, sobre un velador, vio un ramo de lavanda en un florero, el más hermoso que había visto, con cada botón de las flores enormes y algunos ya comenzando a abrirse. Incluso pudo jurar que había sido hecho por arte de magia.

Fue entonces cuando se percató de su presencia. Giró lentamente hacia la izquierda y ahí estaba él, dormido tranquilamente, respirando con suavidad. Estaba en posición fetal, ya que al dormir de espaldas solía roncar, e incluso se ahogaba. Keisuke parecía un ángel ante sus ojos, siempre le había parecido así, pero a pesar de ello, temblaba ante su presencia. La aterraba, y ese miedo crecía cada vez que recordaba su rostro lleno de ira, una furia que jamás había visto antes, ensañándose con aquella desconocida mujer vestida de negro. También la aterraba recordar esa extraña conversación sobre sus bebés y los avatares.

Se incorporó lentamente en la cama para mirar a su alrededor y tratar de reconocer el lugar, pero no lo logró; su mente se nublaba completamente con los recuerdos de los últimos acontecimientos, y de pronto se preguntó cómo había llegado hasta esa habitación. Sin embargo, lo único que lograba recordar en ese momento era a Keisuke persiguiéndola por todo el departamento como un psicópata, hasta que la acorraló contra el ventanal de su habitación. Después de eso, su mente era un espacio vacío y blanco.

Lentamente, comenzó a deslizarse por la orilla de la cama y, con cuidado, puso un pie en el suelo de madera. Este crujió, y Chifuyu, asustada, se detuvo, congelada en su lugar. Luego, puso el otro pie con mucho cuidado mientras apretaba los ojos con fuerza. Entonces, ya segura de que nada ni nadie la detendría, buscó con la mirada la puerta de salida y, al encontrarla, comenzó a caminar de puntillas hacia ella. Respiró profundamente antes de tomar el pomo redondo recubierto de cerámica y girarlo. Entonces, lentamente tiró de él y la puerta comenzó a abrirse, causando un agudo y fuerte chirrido.

—¡Alto ahí! —dijo una voz imponente.

Edward se había despertado con el ruido de los pasos de la chica. Se había hecho el dormido para sorprenderla. Chifuyu se detuvo de golpe, sintiendo que su cuerpo y su sangre se congelaban. Su respiración se agitaba y sentía un escalofrío ante ese tono de voz tan imperativo.

— Vuelve aquí y siéntate en la cama — ella obedeció, no porque tuviera miedo de él (aunque sí lo tenía), ni porque estuviera siendo manipulada, sino por temor a que dañara a sus bebés si no hacía caso a esa orden. Como no entendía bien la situación, no tenía a qué atenerse, así que, por precaución, hacía todo lo que consideraba necesario. Además, tarde o temprano tendría que enfrentarlo.

— No temas, no te haré daño — dijo Edward una vez que Chifuyu se sentó a su lado. Enseguida, él se puso de pie y la miró de frente. Ella alzó la vista y, al verlo a la cara, supo que el hombre que estaba frente a ella no era su novio; lo notó en su expresión, en sus ojos apagados, en la mirada fría y en el matiz oscuro de sus iris que, más que avellana, eran de un tono marrón oscuro. Ella volvió a bajar la mirada y cerró los ojos, no quería mirarlo, no cuando su novio ya no era el mismo de antes.

— Es toda tuya — dijo él en voz alta, como si hablara a una tercera persona. Entonces, Keisuke tomó su lugar y aquellos ojos oscuros volvieron a tener un matiz avellana claro, pero Chifuyu no se dio cuenta. Él se agachó frente a ella para quedar a su altura y la tomó de las manos. Chifuyu, asustada, profirió un suspiro de miedo, intentando soltarse de él.

— Tranquila — le dijo suavemente — en serio, no te haré daño.

— ¿Que no me quieres hacer daño? Me borraste la memoria muchas veces — dijo ella por fin en un tono incrédulo.

— Chifuyu, basta... sabes que lo hice porque creí que así te protegía — respondió en un tono severo. A veces, la terquedad de Chifuyu llegaba a ser muy irritante, pero tras tantos años juntos, ya estaba acostumbrado a eso. Sin embargo, algunas veces, Keisuke perdía la paciencia con facilidad.

De pronto, un momentáneo silencio se apoderó de la habitación y en ese instante, Chifuyu comenzó a abrir los ojos, encontrándose con la mirada de Keisuke, esa que sí reconocía en él. Por su parte, el hechicero alzó una mano lentamente para acariciar la mejilla de su novia. Chifuyu, al ver que Keisuke acercaba la mano a su rostro, se asustó y, siguiendo la trayectoria de ésta solo con la mirada, comenzó a respirar agitadamente. Cuando Keisuke logró sentir el suave tacto de la chica, ella giró su rostro, bajando la mirada y luego se alejó un poco. Volvió a cerrar los ojos, temerosa de encontrarse nuevamente con la mirada del hechicero. Keisuke podía ver con impotencia cómo Chifuyu temblaba con tanta cercanía, pero él se negaba a tomar distancia.

— Sí, lo sé... me temes, pero yo nunca te he dado razones para que me temas. Te amo, nunca te haría daño — dijo él en un suave y sutil tono de voz melancólico y triste. Chifuyu no dijo nada.

— Mírame, Chifuyu — le pidió él. Ella negó con la cabeza una y otra vez, y apretó aún más sus ojos hasta transformarlos en dos líneas horizontales arrugadas.

— Amor, por favor — insistió él con súplica, pero ella no movió ni un solo músculo.

— Te estás comportando como una niña caprichosa — comentó el hechicero, y por el tono que usó, Chifuyu dedujo que se reía levemente.

— No puedo — dijo ella con los ojos cerrados. Su voz temblaba al hablar.

— ¿Por qué no?

— Te... tengo mi... miedo

— ¿De qué?

— De... de ti, de... de que me hipnotices o me saques a mis bebés — Keisuke, al escuchar eso, frunció levemente el ceño en una expresión de extrañeza.

— ¿De dónde sacaste esa idea tan tonta, amor? Claro que no haría eso.

— Me... has hipnotizado muchas veces — dijo ella tercamente.

— Lo sé, pero...

— Contra mi voluntad.

— Sí, pero ya no lo haré... además... — se incorporó y se sentó junto a Chifuyu en la cama — ... muchas veces tú te imponías y no podía hacerlo, me bloqueabas... de todas las veces que te hipnoticé, solo un par pude hacerlo.

— ¿En serio?

— Sí — respondió él, acariciando la mejilla de su novia con una mano. — Sí... — repitió abrazándola. Ella intentó zafarse de ese abrazo, pero siempre pensaba que estar abrazada a él era reconfortante y cálido. Y por alguna extraña razón (y pese al ambiente tenso de esa situación), esa vez no era la excepción.

— ¿Cuáles fueron esas veces? — preguntó ella con la voz amortiguada al tener su rostro sobre el pecho de Keisuke. Enseguida levantó un poco la mirada pero sin abrir los ojos.

— Quiero saber, quiero saber toda la verdad, merezco saberlo porque tal parece que nunca podré escapar de tu mundo aunque quisiera — Keisuke, al oír aquello, la soltó y lentamente agachó la mirada y asintió en silencio. Chifuyu aún tenía sus párpados apretados, pero percibió muy bien aquel incómodo silencio en que sus palabras lograron ser como un puñal para el hechicero.

— Lo siento, amor... lamento haberte involucrado en mi mundo — se disculpó él. — Pero eres el amor de mi vida, no podía imaginar mi mundo sin ti.

Chifuyu comenzó a abrir los ojos lentamente para mirar a su alrededor.

— Yo tampoco puedo — murmuró ella casi imperceptible, bajando un poco la mirada.
— ¿Qué dijiste? — quiso saber Keisuke al no entenderla muy bien.
— Yo... nada — se apresuró a responder la chica. — ¿Dónde estamos? — preguntó luego, en un tono ido, al tiempo que miraba a su alrededor.
— En un hotel de Kioto — respondió Keisuke sin quitarle los ojos de encima. Chifuyu terminó de observar y detallar el lugar y, finalmente, dirigió su mirada a Keisuke.
— ¿Cómo llegué hasta aquí? — preguntó ella sin alterarse.
— Pues... — comenzó a decir Keisuke en un gesto inocente, encogiendo los hombros — te tuve que secuestrar — terminó la frase sonriendo levemente de lado — era la única forma que tenía para recuperarte y mantenerte a salvo — explicó, borrando su breve sonrisa al decir esa última frase.
— Oh... entiendo — dijo ella — ¿pero por cuánto estaremos aquí?
— No por mucho, nos trasladaremos a otra ciudad pronto.
— ¿Qué? ¿No volveremos a casa? — cuestionó ella, alzando las cejas en un gesto incrédulo. — ¡No, yo quiero volver a Tokio! — exclamó, intentando ponerse de pie, pero él se lo impidió, bloqueándole el paso y agarrándole las muñecas.
— No, Chifuyu, no podemos volver porque no es seguro estar en casa ahora.
— ¿Pero entonces cuánto tiempo me tendrás alejada de casa?
— Lo que sea necesario — respondió él firmemente.
— Ok... ¿puedo llamar a Senju y a Tora y decirles que estoy bien?
— No — respondió él rotundamente.
— Pero, Keisuke, no puedes...
— ¡Chifuyu! — exclamó irritado — Sí, debo mantenerte a salvo de Kisaki y Luna, debemos mantenernos lo más oculto posible!
— ¿Entonces realmente no volveremos a Tokio? — preguntó enfadada y terca Chifuyu. Keisuke puso los ojos en blanco al tiempo que suspiraba pesadamente.
— Por favor, Chifuyu, compréndelo.
— Comprenderé cuando me digas toda la verdad, porque de otro modo no lo entenderé... — ella se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro, sintiéndose realmente disgustada. De pronto se detuvo frente a Keisuke, mirándolo con el semblante totalmente tenso y los ojos abiertos de par en par. Puso sus manos en la cintura y empezó a dar pisotones al suelo como una niña teniendo una rabieta. — ¡Baji Keisuke, me secuestraste! ¿Con qué derecho te atreves a hacer eso? — gruñó ella.
— Con el derecho que se me da al ser yo el padre de tus mellizos y tú, mi novia — respondió él audazmente — además, admítelo, de cierto modo te gustó que te secuestrara — comentó sonriendo de lado.
— ¿Y crees que realmente las cosas se arreglan así? — preguntó ella mientras volvía a sentarse en la cama cruzando los brazos, pues esas pataletas le habían agotado un poco.
— No me dejaste otra opción, te negabas a verme y a escucharme, así que aquí estamos — Keisuke se encogió de hombros. Todo ese asunto de ver a Chifuyu enfadada por el hecho de haberla secuestrado le daba un poco de risa, porque conociendo a su novia, en el fondo él tenía claro que a ella le había gustado, solo que no iba a admitirlo; su orgullo no se lo permitiría.
— ¡Exijo la verdad, Keisuke, y la exijo ahora!
Keisuke se quedó callado unos instantes; sabía que Chifuyu tenía razón, tarde o temprano ella debía saberlo todo. Pero aún no se sentía listo, no sabía por dónde comenzar: si desde la desaparición de su hermano mayor, Kazu, o desde la parte en él que pactó con Kisaki para tener más poder a cambio de ser su asistente, o desde que el hechicero científico fue a casa de su rebelde asistente la mañana siguiente de San Valentín.
— Es una larga y complicada historia — dijo él, apretando el puente de su nariz con los dedos índice y pulgar mientras soltaba un suspiro de resignación.
— Pues tenemos mucho tiempo, al parecer — respondió Chifuyu mordazmente.
— Déjame hablar con ella — terció el avatar.
— Pero ella nunca te ha visto, Edward — murmuró en voz alta el hechicero en un tono reflexivo, apartando la mirada de Chifuyu, olvidando por completo que solo hablaba con él a viva voz estando a solas o frente a Hina. Y eso a ella no le molestaba; de hecho, dentro de lo trágico que era eso, a la joven hechicera le daba un poco de risa ver a su hermano hablándole a la "nada". Sin embargo, en ese momento se le escapó dichas palabras de manera tan natural que había olvidado por completo que era la primera vez que Chifuyu lo oía hablar solo. Chifuyu se lo quedó mirando con una expresión de extrañeza, reflejando en su rostro lo confundida y temerosa que se sentía ante esa repentina situación de oír a su novio hablando con su "amigo imaginario".
« Claro que me ha visto, siempre me ve, pero cree que soy tú » — dijo Edward — ahora necesitamos que sepa que son los avatares y qué mejor que lo sepa por un verdadero avatar.

— Pero eso solo la confundirá — respondió el hechicero.
— De hecho, ya estoy confundida, Keisuke — dijo ella, alejándose de su novio lentamente, aun sentada sobre la cama. — ¿Con quién hablas?
— ¿Escuchaste eso? — preguntó Keisuke, un poco sorprendido.
— ¿Escuchar qué? Lo único que escucho es que tú hablas solo. ¿Quién es Edward, Keisuke? — preguntó Chifuyu en un tono suspicaz. — ¿Es acaso tu alter ego o algo así?
— ¿Qué? No, no tengo doble personalidad, Chifuyu. Soy el mismo de siempre.
— «¡Já! ¿Es en serio?» — se burló Edward ante la absurda y bastante obvia afirmación de Keisuke.
— Entonces, ¿qué? ¿Tu amigo imaginario? — cuestionó ella, aun en el mismo tono suspicaz de antes.
— No, tampoco — dijo él.
— Entonces, ¿qué es? — insistió ella.
Poniéndose de pie, Keisuke cruzó la habitación para asomarse por un momento al ventanal que daba al jardín y luego volteó hacia ella, guardando sus manos en los bolsillos de su pantalón al tiempo que bajaba la mirada. A Chifuyu le dio la impresión de que él, de pronto, se sentía avergonzado o que quizás intentaba seguir ocultándole cosas. Ella lo siguió con la mirada, observándolo por sobre su hombro. Luego, nuevamente miró al frente por un momento y una vez más volteó hacia él, mirándolo por encima de su hombro.
— Ya veo — dijo ella mientras lo miraba en esa incómoda posición, aún sentada en su lugar, a la orilla de la cama — definitivamente no confías en mí.
Su voz sonaba algo decepcionada y Keisuke lo notó. El hechicero se cruzó de brazos y, tras suspirar un tanto apesadumbrado, contestó:
— No es eso, temo lastimarte cuando sepas la verdad.
— Me lastimas ahora guardándola.
— Lo siento — se disculpó él, aun con los brazos cruzados y la mirada gacha — pero no sé cómo explicártelo.
— Yo... yo la verdad no sé qué es lo que está pasando últimamente contigo, Keisuke, pero esto no es sano para nosotros cuatro — dijo ella, llevándose una mano a su vientre.
— «Querrás decir, para nosotros cinco» — intervino Edward.
— Te oí decir "Edward" — continuó ella — y no es la primera vez que te oigo decir ese nombre. El mes pasado también lo mencionaste y actuabas bastante extraño.

Mientras Chifuyu hablaba con una voz queda, mirando en un punto fijo a la nada, Keisuke volvía a su antiguo lugar, sentándose junto a ella, sin que la chica se diera cuenta siquiera.
— ¿Me oíste? — preguntó él, tomándola de la mano a su lado. Ella se sobresaltó.
— Sí — dijo la mortal — y fue bastante aterrador — añadió, arrugando un poco el ceño y la nariz, gesto que Keisuke, de vez en cuando, adoraba en ella. — Hina y yo estábamos en la habitación y escuché ruidos, gritos y golpes. Tu hermana intentó detenerme, pero al ocultarnos en el pasillo, lo vimos... — tragó un poco de saliva e hizo una breve pausa.
— ¿Qué? ¿Qué viste, Chifuyu? — interrogó Keisuke.
— A esa chica temblando mientras sangraba por la nariz y la boca, y tú hecho una furia. No te reconocía, parecías un monstruo.
— Créeme, Chifuyu, ella es el monstruo en realidad.
— Fue... extraño verte discutir con esa chica gótica... — hizo una pausa y tragó saliva nuevamente al notar que Keisuke la sostenía de las manos, pero no se soltó de él, ni siquiera ofreció resistencia.
— ¿Sí? — dijo él suavemente, mientras con lentitud se acercaba a ella hasta que logró abrazarla, haciendo que ella apoyara su cabeza en el pecho de él. — ¿Y qué más pasó? — interrogó el hechicero como si no supiera aquella historia que él mismo protagonizó.
—... y de pronto tu mirada pasó de ser sombría a aterradora. Actuabas como si fueses otra persona y hablabas de ti mismo, diciendo que eras N°30, pero que tu progenitor te llamaba Edward. — Al decir eso último, Chifuyu tembló ligeramente entre los brazos de Keisuke y una lágrima se deslizó por su mejilla, recordando a su pequeño hermano difunto. — Lo llamas como a mi hermanito... ahora tendría diecisiete años si sigues vivo. Él era la razón por la cual llamaría por ese nombre a mi bebé si fuese niño.
— Lo siento, no lo sabía — dijo Keisuke. — Si tú quieres, dejo de llamarlo así.
— No, sea lo que sea con quien hablas... puedes ponerle el nombre que quieras, es solo un nombre... Edward hay en muchas partes.
— Pero era importante para ti — susurró él.
— «Por favor, ¿no pudieron hablar de esto en otro momento? Da lo mismo mi nombre, yo soy N°30» — comentó con fastidio Edward, pero Keisuke lo ignoró.
— No, no... No importa, de veras — insistió ella.
— «Lamento interrumpir esta maravillosa y emotiva charla, ¡pero debo hablar con ella ahora!» — exigió el Avatar.
— «Espera un momento» — contestó Keisuke, esta vez mentalmente. Enseguida, desarmó aquel cálido abrazo, pero no por completo. Con una mano tomaba la cintura de Chifuyu y la otra la posó en la mejilla de la chica. Dirigió su mirada hacia Chifuyu y ésta, obstinadamente, desvió la suya.
— Chifuyu... — llamó el hechicero. — Hey — la tomó del mentón con delicadeza, pero como acto reflejo, la chica cerró sus ojos. — Necesito que me mires a los ojos, sabes que no te manipularé, pero realmente necesito que mires mis ojos para mostrarte que yo no hablaba solo... y que no era yo quien hablaba esa noche; te presentaré a Edward.
Chifuyu negó con la cabeza, sacudiéndola con rapidez, como si estuviese realmente aterrada.
— Confía en mí, amor... confía en mí. Tú misma me reprochaste mi falta de confianza hacia ti, ¿recuerdas? — añadió entre pequeñas risitas. — Debemos confiar el uno en el otro, mi amor. — Ese tono de voz suave y aterciopelado con el que Keisuke habló hizo que Chifuyu reflexionara un poco ante esa petición, porque después de todo, era Keisuke, su novio, el padre de sus hijos no nata.

Poco a poco, a Keisuke comenzaban a asomársele sus largos colmillos superiores por encima de los labios, y pequeñas venitas se podían ver en la zona de sus leves ojeras, algo que tanto lo caracterizaba cuando se enojaba, se exaltaba o estaba pasando por un fuerte estado emocional. Esta vez, la explicación era simple: Edward comenzaba a sentir mucha hambre de energía vital y ansias de sangre. Por lo tanto, era de esperarse que aquella potente sensación que el avatar experimentaba repercutiera en el estado emocional, físico y psicológico del hechicero.

Chifuyu, en ese momento, comenzó a abrir los ojos con lentitud, y su mirada se posó en la de él. Su expresión, una mezcla de asombro y serenidad, le advirtió a Keisuke que, dentro de todo lo malo que aquello podría significar, ella lo estaba manejando mucho mejor de lo que él esperaba. Lentamente, Chifuyu se acercó a él y, con suavidad, sujetó el rostro de Keisuke entre sus manos. Los labios de Chifuyu estaban entreabiertos; quería hablar, pero no sabía qué decir. Simplemente, se limitó a perderse en su mirada sin resistencia alguna, y así fue como supo que su novio decía la verdad. Ella no estaba siendo manipulada, ya que su mente estaba completamente bloqueada por el asombro, y Chifuyu misma era consciente de ello.
— Tu rostro — susurró ella.
— No te preocupes, es normal — dijo él, cerrando los ojos por unos segundos para disfrutar de la suave piel de Chifuyu. — No sabes cuánto eché de menos esas caricias — murmuró él con voz ronca. Posó una de sus manos sobre la de su novia, sosteniéndola contra su mejilla; enseguida ladeó un poco la cabeza para depositar un tierno beso en la suave palma de la chica. Volvió a abrir los ojos y buscó la mirada de Chifuyu una vez más. Ambos rostros estaban a centímetros de distancia, tanto que sus respiraciones se mezclaban entre sí. Los ojos de Keisuke pronto cambiaron su matiz marrón avellana a uno más oscuro, parecido al marrón óxido, seguido de un tono aún más profundo, hasta volverse completamente negros. Llegado a ese punto, esos almendrados y llamativos iris, que dos hermosos ojos de tigre avellana pálidos, ahora parecían dos turmalinas negras, cambiando también a la persona.
— Hola, Chifuyu — saludó el avatar con aquella mirada indiferente que tanto lo caracterizaba, esa que Chifuyu tanto odiaba cuando lo miraba y pensaba que Keisuke estaba siendo bipolar.

Ella soltó el rostro de aquel hombre frente a ella tan rápido como si hubiese sentido una descarga eléctrica en su piel. Su siguiente reacción fue alejarse de él, hasta casi llegar a la punta de la cama.
— ¿Eres... eres Edward? —preguntó ella con cierto temblor en su voz.
— Así es —respondió él en un tono enigmático—. ¿Tienes miedo?
— No —respondió ella firmemente, pero en un tono más tranquilo. Finalmente, para su alivio, logró controlar el tono de su voz y mostrarse más fuerte ante la nueva realidad de su vida mágica, que cada día le daba más sorpresas y disgustos a la vez. Y es que, pese a que por fuera se veía valiente y firme ante esa criatura que parecía ser su novio, en realidad estaba aterrada; en su interior deseaba seguir ignorando la existencia de aquel mundo oculto y misterioso, como cualquier otro simple mortal. Chifuyu sentía que el mundo mágico de Keisuke la absorbía de manera sobrecogedora, y prefería, por una vez, no haber conocido al hechicero, quien se había convertido en el amor de su vida desde la primera vez que lo vio en su primer año como estudiante de la Universidad de Tsukuba. Keisuke era un profesor de medicina, serio y trabajador, en la misma escuela, y aparentemente, ante los ojos de los demás, solo veía a esa chispeante muchacha como una alumna más de veterinaria en la ya conocida universidad de ciencias.

Sin embargo, se engañaba a sí misma, porque, sin el mundo de Keisuke, si él no hubiese entrado en su vida, de seguro sentiría que una parte de sí misma le faltaba. Para Chifuyu, si Keisuke no hubiese entrado en su vida, en su mundo propio, sería como una mesa a la que le falta una pata, un arco sin flecha o una guitarra sin cuerdas. Estaría incompleta y rota.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top