| Dos |
♡ Kazutora aún no logra comprender del todo al amor. Compras y actos de servicio son la forma en la que intenta entrar en el juego.
☆゜・。。・゜゜・。。・゜★
La Facultad de Derecho está privilegiadamente ubicada cerca al Palacio de Justicia, a unas cuadras de las principales avenidas vehiculares y rodeada por enormes parques de flores. La mayoría de universitarios termina su jornada a las siete de la noche, hora crucial para codearse con las eminencias que nombraban en sus diversos libros de cátedra, incluso los propios escritores de los códigos interminables que leían hasta morir y los abnegados abogados a los cuales admiraban.
Kazutora se sentía constantemente abrumado por el incesante ruido de las avenidas, nunca había ni un solo segundo de silencio. Ya sea el murmullo de la gente o el sonido de los autos, algo siempre hacía sentir completamente disgustado.
A pesar de todo, continuaba parado afuera de una pequeña librería a espera de _____________. Ella había ingresado hace un tiempo y necesitaba que la ayudara a cargar su bolso.
Kazutora es un niño bueno.
Conforme ________________ avanzaba en su carrera era más complicado conseguir las versiones más actualizadas de los libros que pedían. Hanemiya se sintió mal por eso, a pesar de estudiar lo mismo, su pareja lo aventajaba un par de ciclos, por lo que, aunque realmente quisiera, no podría ayudarla a conseguir las copias que necesitaba.
Al contrario, él siempre necesitaba la ayuda de su dulce novia.
Kazutora se encogió un poco, una ráfaga helada se coló entre sus ropas holgadas. Miró hacia los lados, notando lo pacífico que era el callejón en que se encontraban, al igual que aquella librería habían decenas de pequeños emprendimientos en los alrededores, la mayoría atendidos por personas mayores y jubilados.
Después de los primeros treinta minutos, Kazutora supo que ____________ demoraría ahí dentro, después de todo, a pesar de la moderna y rápida fotocopiadora con la que contaba el lugar, la cantidad de material que su pareja necesitaba era increíblemente grande.
Kazutora decidió dar una vuelta y husmear entre los diversos negocios que había en el lugar, quería matar un poco el tiempo. Hanemiya era realmente alguien curioso por naturaleza. Además, si encontraba una tienda de mascotas compararía los precios y preguntaría por qué tan caro, luego procedería a decirle a Chifuyu que los precios que ellos tenían eran muy bajos.
Kazutora pecó por ignorante, quedándose plasmado al observar el primer escaparate que se encontró, horrorizado al ver que el precio de un insignificante pendiente en una joyería era el equivalente a su sueldo entero. En una indumentaria su renta del mes por una camiseta rasgada. En una cafetería su boleta de luz por una taza de café negro.
Tiró de su propio cabello intentando convencerse de que aquello era un mal sueño, ver cada negocio ser más costoso que el anterior solo lo hacía sentir peor.
Kazutora goza de un sueldo moderado al trabajar medio tiempo en la tienda de mascotas junto a Chifuyu, le alcanzaba para vivir decente y honradamente, pero eso era realmente derrochador.
¿Y ____________ estaba tranquilamente comprando en una de esas tiendas agregando ceros a su factura con cada segundo que pasaba?
Kazutora suspiró un poco inseguro, su intención había sido comprarle algún bonito regalo a su novia pero no creía poder pagar ni una botella de agua sin afectar su estabilidad económica.
________________ debería ver con normalidad el sobreprecio de las cosas, recordaba que ella le contó que creció en un barrio igual de lujoso. ¿No se suponía que debía ofrecerle una vida mejor que la que ella tenía antes? ¿Qué pensarían los padres de ________________ si descubrían que le daba de comer a su princesa arroz de microondas y salchichas sin cocinar?
Hanemiya continuó caminando mientras cuestionaba su propia existencia y se preguntaba a si mismo si Kokonoi de Economía tenía razón al decir que el pobre es pobre porque quiere.
Casi al final del callejón había un ultimo negocio que llamó la atención de Kazutora.
Una enorme tienda de cien yenes, extremadamente iluminada y con una serie de carteles escritos en otro idioma el cual no llegaba a entender realmente, aunque, rebosaba de clientes en su interior.
La mayoría eran alumnos armándose con cuadernos baratos y papelería para oficina, no era de extrañar, ese lugar debía vender a un precio diez veces menor que las librerías aledañas, debería ser una salvación para las personas que trabajaban en el barrio y necesitaban renovar constantemente sus implementos.
Para matar su curiosidad, Kazutora se adentró en el negocio,
El interior era exponencialmente más grande de lo que aparentaba, todo era tan llamativo, el lugar era de aquellas tiendas a las que ingresabas y salias unas cuatro horas después por la cantidad de chucherías y artículos innecesarios pero adorables que tenía. ¿Un sacapuntas gigante para verduras? Ni siquiera le gustaban los vegetales pero quería uno ahora.
Dando un rápido vistazo por el lugar, notó que no todo valía cien yenes, pero dentro de todo los precios eran realmente razonables, sobre todo asequibles para los estudiantes.
Recorrió los anaqueles con la mirada, incluso contaban con artículos de hogar como platos y tazas. Farmacia. Indumentaria. Comida. ¿Pizza por trescientos yenes? Compraría diez sin hacer preguntas.
Sin embargo, Kazutora no encontró algo que llamara su atención genuinamente, aunque, cuando vio la góndola gigante de lápices y libretas supo que estaba perdido. Se entretuvo un durante mucho tiempo en la sección de papelería, casi hipnotizado por los bolígrafos con forma de zanahoria y las gomas de borrar con forma de gato.
Tomó un borrador que se parecía a Peke J. Rió internamente y lo metió en su cesta de compras. Aunque pensándolo bien, metió otras dos. Posiblemente Baji le robaría su goma de borrar cuando la vea y se la regalaría a Chifuyu. Sería mejor comprar una para cada uno.
Kazutora era como un niño, maravillado con cada chucheria innecesaria que veía. Quería todo, bolígrafos de conejitos, tijeras de dinosaurios, post its con forma de planetas.
Realmente estar ahí lo había reanimado. Incluso pagó gustosamente la cuenta al momento de salir. ¿Podía ser incluso más barato? No lo creía. Había sido una buena inversión.
Cuando estaba por salir sintió su teléfono vibrar, ________________ lo llamaba preguntando dónde estaba.
Kazutora se regañó por demorar tanto y salió corriendo de la tienda, saltando sobre las pequeñas macetas de flores que adornaban las tiendas para llegar más rápido y divisando a su novia afuera de la tienda con sus compras y el celular aún cerca a su oído a espera de que le constestara.
—¡________________! —gritó, llamando la atención de su pareja y provocando una sonrisa en ella—. Perdón por tardar. ¿Esperaste mucho? ¿Estás cansada? Lo lamento, no te enojes conmigo —balbuceó, demasiadas palabras podrían torcer su lengua—. Fui a ver las tiendas.
________________ rió levemente, tomando las mejillas de su novio y estirándolas de forma juguetona—. Está bien, Tora —murmuró, dando un pequeño beso de conejo que enrojeció el rostro de su pareja—. Solo estaba preocupada, pensé que había pasado algo.
—Lamento preocuparte —murmuró Kazutora, acurrucándose en las palmas de su novia.
________________ acarició las suaves mejillas de Kazutora, delineando con lentitud el lunar que caracterizaba a su novio—. ¿Compraste algo? —preguntó, notando la pequeña bolsa de compras que él cargaba en una mano.
—Ah, sí, si es cierto, lo había olvidado —rió, un poco rehacio ante la pérdida del contacto cuando ella alejó sus manos de su rostro—. Te compré algo.
________________ observó con curiosidad a su novio, había olvidado que Kazutora cargaba su bolso, quizo reír al imaginarlo usándolo al ver las tiendas pero le parecía más dulce que gracioso el hecho de que no tuviera vergüenza de llevar un artículo pensado para las mujeres.
Kazutora reveló los artículos de papelería que adquirió en el negocio, bolígrafos con diseños adorables, resaltadores con olor a caramelo, lapiceros con tinta borrable y gomas con forma de gato.
—¡Oh, se parecen a Peke J! —exclamó ________________.
—¿Verdad que sí? —exclamó Kazutora de la misma forma—. Los compré por eso, dos son para Baji y Chifuyu —comentó, tomando las gomas de borrar entre sus manos y dejando una en la bolsa de papel que cargaba—. Todo lo demás es para ti, siempre dices lo mucho que te gustan este tipo de cosas.
________________ se quedó quieta por un instante, aún sin creer aquello—. ¿Para mi? —susurró, su voz ers un poco llorosa—. ¿En verdad?
Kazutora sonrió, levantando uno de los bolígrafos para que su novia lograra ver los pequeños tigres que lo decoraban—. Es mi forma de apoyarte —confesó un poco cohibido—. Lamento no poder comprar algo más grande, pero, al menos espero que cuando estés estudiando o haciendo un examen siempre recuerdes que confío en ti y estoy contigo de alguna forma, así que... ¿________________? ¿Estás bien? ¿Por qué lloras?
Kazutora atrapó a su novia antes que cayera de rodillas. Acarició su espalda y dejó que sollozara en su hombro.
—¡Nunca nadie me regaló algo tan lindo! —gritó, ________________ se aferró al cuello de Kazutora—. ¡Es el mejor regalo del mundo! —exclamó, sintiendo lágrimas calientes recorrer sus mejillas—. Gracias, Tora, te amo, mucho, te amo mucho, te amo, te amo —susurró solo para él, dejando múltiples besos en el tatuaje de su pareja—. Te amo, cariño, te amo.
Los regalos no significan ni valen nada si no se hicieron con un genuino interés en la otra persona.
El afecto era algo con lo que Kazutora Hanemiya aún estaba aprendiendo a lidiar.
Pero se sentía bien.
Todo lo que venía de ________________ siempre se sentía así.
—Yo también te amo —susurró Kazutora, acostumbrándose lentamente a la reconfortante calidez que desprendían sus cuerpos al estar juntos—. ¿Quieres que cargue tus compras?
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