único
Nunca había estado en Tokyo, a pesar de que su madre había nacido ahí y constantemente viajaba a visitar familiares. Y si no fuera por el internet, estaba seguro que ni siquiera sabría como era la ciudad.
No estaba exagerando.
¿Entonces, cómo llegó a pisar tierras japonesas? La respuesta es simple: Un padrastro forrado de dinero que le pagó por mantenerse un poquito alejado de su madre. Y también la oportunidad de alejarse de su aburrida vida como estudiante universitario.
Dicho esto, ahora estaba caminando con un fajo de billetes en una mano y la maleta con ropa en la otra, saliendo del aeropuerto bajo el intenso sol del verano. Ya se había encargado de buscar vivienda y un trabajo, o bueno, su padrastro se había encargado de todo eso, solo advirtiéndole que sería lo único que haría por él estando allá.
Miró en un papelito la dirección de su departamento y al no saber japones, solo le entregó el papel al taxista y esperó que su padrastro no lo haya mandado para trata de blancas. YoonGi admiró por la ventana los edificios que se veían por su ventana, enormes edificios y personas que parecían tan ocupadas. Era como Corea, solo que más grande.
Llegaron un poco más allá del centro, a un edificio en medio de centenares de tiendas de todo tipo. YoonGi pensó que era un buen lugar, le pagó al taxista y con sus maletas avanzó hasta la pequeña recepción donde una mujer joven, no más de 30, tecleaba distraída en su computador.
— Buenas tardes —saludó, captando de inmediato la atención de la mujer—. Vengo por el departamento 268.
— Bien, piso tres, la segunda puerta la derecha —le respondió y sacó de un cajón desgastado una llave igual de vieja, que ya estaba oxidada—. Si tiene alguna molestia con la llave avíseme y le daré la de repuesto.
— Gracias —dijo y subió a pasos lentos hasta el ascenso. Al menos, pensó, esta cosa parece estar en buen estado.
El pasillo de apartamentos, por más que la recepción parecía a punto de caerse, era algo normal y se veía en buen estado. Había uno que otro cuadro de paisajes naturales y una gran ventana donde entraba luz solar, además de eso también habían lámparas que solo servirían en la noche. En ese piso habían solo dos puertas frente a frente, una que indicaba el departamento que le correspondía y otra que supuso estaba ocupada por los zapatos en una esquina de la puerta.
Tratando de no hacer tanto ruido, YoonGi abrió la puerta con la llave que le pareció funcionar muy bien y entró una por una sus maletas. Adentró el lugar era bastante normal, ya llevaba muebles nuevos y un jarrón de frutas, curioseando también se dio cuenta que la nevera estaba cargada con un montón de comida. Se hizo una nota mental de agradecerle a su tío por medio de una mensaje.
Le tomó alrededor de tres horas para desempacar sus cosas. En Corea se había asegurado de llevar toda su vida en esas tres maletas, sin olvidar algunos posters de películas que había visto o de artistas que le gustaban mucho. También había empacado sus libros favoritos y una pequeña carta de despedida que la había dado su hermano menor.
Estaba empezando a oscurecer cuando unos golpecitos a su puerta le retumbaron los oídos, apagó la estufa donde estaba cocinando y con inseguridad abrió a medios la puerta de su hogar. Afuera estaba un chico de su altura, con lentes redondos y cabello negro que lo miraba con una sonrisa, en las manos le extendía una cajita transparente donde se podía ver una tarta de fresas.
— Buenas noches, soy Jung Hoseok, el vecino de enfrente —casi le gritó, YoonGi se aturdió un poco por su extraño entusiasmo—. Le traje un regalo, espero no haya problemas entre nosotros.
— Min YoonGi —se presentó estrechándose las manos, luego tomó el pastel—. ¿Cómo sabías que soy de Corea?
— SooJin me lo dijo, la recepcionista —explicó—. Bueno, cualquier pregunta que tengas de la ciudad me avisas.
Justo lo que estaba esperando YoonGi.
— Ahora que lo mencionas —dijo y le pidió que se acercara un poco—. ¿Sabes dónde se reúnen para carreras callejeras.
Ante tal pregunta, una sonrisa pícara se dibujó en el rostro de HoSeok sacando su celular y mostrándole un número. YoonGi no tardó en anotarlo mentalmente.
— Llámame a eso de las ocho, saldré con un par de amigos —contó y guardó su celular—. Supongo que no tienes carro para correr.
— Supones bien —respondió YoonGi—. Pero de eso me encargo más tardde.
— Bien, te llevaré allá y te mostraré un poco el panorama —YoonGi sonrió y se despidieron con un simple choque de manos—. Hasta luego, YoonGi.
— Hasta luego.
Después de cerrar la puerta de su apartamento, YoonGi guardó el pastel en el refrigerador y se fue a alistar para salir en la noche. No faltaba mucho para las ocho y había sudado un poco guardando las cosas, la mudanza podía terminarla mañana. Se bañó, se puso una chaqueta de cuero negra con algunos detalles plateados, una camisa negra y un pantalón negro, si no fuera por los zapatos que tenían líneas blancas YoonGi podría ser confundido en la completa oscuridad.
Como lo dijo, HoSeok llegó a las ocho en punto y ambos salieron del edificio a un auto Skyline R34. Ahí habían dos personas más que YoonGi no conocía recargadas en el auto, pero HoSeok de inmediato de encargó de presentarlos.
— Él es JungKook —señaló a un chico alto, probablemente más joven que él, que vestía con prendas holgadas oscuras. Un estilo casi parecido al de YoonGi—. Y su pareja es TaeHyung —ahora señaló al rubio a su lado, un joven un poco menos alto que su pareja, con vestimenta algo más llamativa. JunGkook tenía un brazo que caía en el hombre de TaeHyung mientras este le sonreía de forma amigable.
— Un gusto —dijo, luego todos se subieron al auto y se fueron a las carreras.
No era muy lejos, HoSeok manejó un par de cuadras antes de escabullirse en un oscuro callejón con poca iluminación hasta llegar a un estacionamiento subterráneo. Ahí YoonGi llegó a pensar que lo iban a secuestrar al ver oscuridad absoluta, miedo que se transformó en emoción al visualizar, al fondo del estacionamiento, autos brillantes de diferentes colores y marcas, cada uno con su respectivo dueño.
Había música fuerte y gente que bailaba un poco al rededor de ese círculo, mujeres con ropa reveladora apoyadas en los bonitos autos y coqueteando con los corredores. A un lado de la muchedumbre había una mesa larga que tenía cajas donde se veían billetes por montones, siendo vigilada por hombres robustos y grandes. Cajas que se podían pasar desapercibidas facilmente.
HoSeok estacionó el auto y todo el grupo bajó para perderse en la multitud, menos YoonGi, que permanecía a un lado del castaño mientras escuchaba atentamente sus explicaciones.
— Los corredores aquí son rápidos, y si me permites decir, las carreras aquí le ganan cien veces a las de Corea —decía—. No le hagas caso a las mujeres, la mayoría de aquí suelen robar los autos, muy astutas.
— En Corea hacían lo mismo —comentó YoonGi—. Le robaron el auto a un amigo mío y se esfumaron, nunca encontramos el auto.
— Correcto, así sucede aquí —el castaño le dio una cerveza que aceptó gustoso—. Los corredores si son iguales a los de Corea, egocéntricos, arrogantes y cualquier otro sinónimo que tenga que ver con el narcisismo.
Mientras HoSeok seguía hablando, dos autos deportivos se juntaban a la salida del estacionamiento con la gente festejando y riendo, el lugar se empezó a iluminar y YoonGi pudo ver como poco a poco otra caja de dinero se empezaba a llenar. HoSeok y él se acercaron lentamente a ambos coches, oyendo el sonido de ambos motores retumbando sus oídos.
— ¿La gente apuesta? —preguntó.
— Demasiado diría yo —respondió el castaño y señalando ambos coches dijo:—. Por lo general hay tres carros corriendo, falta uno que se anime a correr con ellos.
Como si HoSeok llamara, la multitud se abrió y un tercer carro se abrió paso hasta dar con los demás carros. Era un Honda S2000 de un vibrante rosa y como conductor tenía un bonito pelirosa sonriendo con arrogancia. Y YoonGi no pudo evitar impresionarse por ver a tal chico femenino correr con hombres más violentos que él.
— ¿Quién es él? —interrumpió a la charla que HoSeok le estaba dando del porqué creía que era más emocionante si corrían dos carros.
— Le dicen Kitty —presentó—. Que no te deje engañar su fachada de niño rosita, es un increíble conductor y pocas veces le ganan.
Una bonita chica se paró entre el Honda y el Skyline verde que participaba, con un pañuelo rojo entre su mano izquierda mientras lo extendía hacia el cielo para que todos lo miraran. Los conductores, emocionados, hacían sonar el motor del auto para escuchar los gritos de las personas que los escuchaban. Dos grandes puertas de garaje que no había visto antes se extendieron hacia arriba, mostrando una calle oscura que daba al exterior y que a duras penas tenía un foco.
— Preparados —habló fuerte la mujer, los autos hicieron más ruido —. Listos —la multitud expectante no se habían quedado atrás con los gritos —. ¡Fuera!
YoonGi no había visto carros tan veloces, en una sola fracción de segundo ya se habían esfumado de su vista, con un montón de gente que se aglomeró donde habían estado. YoonGi volteó a ver a HoSeok que entusiasmado daba pequeños gritos.
— ¿No hay cómo ver por donde pasarán? —preguntó, HoSeok negó.
— No importa mucho eso, solo el que vuelva primero.
Fue bastante rápido, alrededor de 10 minutos (algo que YoonGi pensó, era una carrera muy corta) los autos ya estaban en el estacionamiento, siendo el más festejado el auto rosa, que por supuesto llegó primero. Sonriente, contento de la tención que recibía de todos los que se le acercaron a felicitarle.
— Te lo dije —habló HoSeok—. El mejor corredor de carreras en ToKyo.
YoonGi observó como el pelirosa se despedía de la multitud de gente hacia un rincón apartado del estacionamiento donde habían varias máquinas expendedoras, sacó una cerveza de una de ellas y se pegó a la pared, bebiendo su cerveza viendo como otra carrera empezaba.
YoonGi sentía profunda curiosidad por el chico, viendo esta la oportunidad perfecta para acercarse.
Alejándose con cautela de HoSeok, se acercó a pasos lentos hasta una máquina expendedora. Kitty ni siquiera volteó a verlo. Observó con detenimiento la máquina dándose cuenta que no le entendía nada, frunció el ceño y fue ahí cuando él mismo le dirigió la palabra a kitty.
— ¿Me ayudas a sacar una cerveza? —pidió, Kitty se volteó lentamente, sus bonitos ojos verdes analizándolo—. Por favor.
El pelirosado tomó el dinero de sus manos y en dos movimientos una cerveza había caído de la máquina, Kitty no la juntó, volvió a pegarse a la pared viendo la multitud.
— Tu no eres de por aquí —dijo, la primera vez que YoonGi lo escuchaba hablar. Una voz dulce y gentil en todo su aspecto.
— Acertaste —le sonrió YoonGi—. ¿Tan obvio soy?
— Había cervezas gratis donde tu estabas y conozco la cara de todos aquí —contestó. Nuevos carros se alinearon para otra carrera, un Toyota supra y un Pontiac Firebird—. Y porque todos aquí saben que no se me deben acercar cuando estoy solo, por si tu amigo no te lo ha contado.
Volteó a ver a HoSeok que lo miraba con cara de asustado, llamándolo silenciosamente con la mirada. Los dos carros ya habían salido disparados hace un par de segundos. YoonGi volvió a mirar a Kitty que sacaba unos lentes rosa de su bolsillo trasero.
— Vete —le ordenó, ocultando sus bonitos ojos con el rosa de las gafas.
— Como gustes —YoonGi le sonrió y dejó su cerveza todavía llena a los pies del pelirosa—. Un regalo de mi parte.
Regresó con HoSeok, sintiendo la mirada del pelirosa detrás de si. HoSeok por poco lo pegaba por apartarse de él, más por acercarse al pelirosa sin decir nada, pero YoonGi solo reía divertido. Hubieron dos carreras más antes de regrear a casa, aunque no quería, la policía había llegado a echarlos a todos. HoSeok a penas escuchó la sirena y ya lo había jalado a él, a JungKook a TaeHyung de vuelta al auto. Trató de buscar a JiMin con la mirada, pero este pareció esfumarse en el aire supuso (o más bien deseó) que regresara a cassa a salvo.
A penas puso un pie en su departamento un mensaje de su padrastro apareció en la pantalla de su celular, había depositado dinero a su cuenta, una buena cantidad, y le había indicado donde era su nuevo trabajo. Lo había elegido para él en base a su buen desempeño en la mecánica de su abuelo. A YoonGi no le importó mucho, arrojó el celular a su cama poniendo una alarma de antemano y de paso, él también se arrojo a ella. Aun no se podía quitar de la cabezalos bonitos ojos verdes que poseía el pelirosa, tampoco pudo evitar retratar sus facciones una y otra vez, como si temiera olvidarlo.
Incluso, pudo jurar que se le había aparecido en sueños.
Saliendo de su departamento al día siguiente, se lo encontró a HoSeok llendo para su universidad.
— ¿Cómo conseguiste trabajo tan rápido? —le preguntó el castaño, bajando junto a él en el ascensor.
— Mi padrastro me ayudó un poco, aun así no creo que me guste —le contó—. Me gustaba la mecánica como pasatiempo, no como trabajo.
— Le pasó lo mismo a un compañero, pero se quedó encantado con el trabajo —las puertas del elevador se abrieron y HoSeok se volteó a ver a YoonGi—. ¿Te doy un aventón?
— Si no es mucha molestia.
Al parecer, su nuevo trabajo no quedaba tan lejos de casa. HoSeok dio un par de vueltas y se había estacionado enfrente de una enorme mecánica que tenía el extraño nombre Correcaminos y todo el establecimiento estaba pintado de colores neutros. YoonGi solo pudo ver un par de personas en el interior. HoSeok se despidió de él e intercambiaron números para ir a almorzar juntos.
— Buena suerte —le deseó, YoonGi se despidió con la mano.
Adentro el lugar era aceptable, olía a gasolina y tenía el piso un poco húmedo. Pero de ahí, no había manchas en las paredes ni olores raros que lo puedan hacer vomitar. Había un par de carros nuevos siendo lavados y solo una persona revisaba otro auto más en el fondo del lugar.
Un señor se le acercó, y pareció ser lo único malo del lugar.
— Soy Yuto, el dueño del lugar y por lo tanto tu jefe —se presentó, YoonGi se preguntó como estaba tan seguro de que él iba ser su nuevo empleado y no solo un cliente más—. Sígueme.
El hombre caminó a un lado de los autos, hasta una puerta de madera que tenía una ventana polarizada en el medio. Dentro parecía ser una vieja oficina llena de papeles y estantes con algunos libros, Yuto fue al escritorio en el centro, abriendo un cajón y sacando un uniforme perfectamente planchado.
— Tu uniforme, no lo pierdas porque te lo cobro —el uniforme tenía los colores grises y el logo del lugar tejido en el lado izquierdo del pecho—. Ahí hay un baño para que te cambies, pero a partir de ahora tendrás que venir con él al trabajo.
Señaló otra puerta y se marchó. Bien, no había estado tan mal, su nuevo jefe no mencionó nada de su padrastro ni tampoco pareció recriminarle su falta de palabras. Fue al baño, que este si fue lo que más le decepcionó a YoonGi, un viejo y amarillento escusado que no se atrevió a tocar y los azulejos azules por todos lados que le hacían vomitar. Aun así, se las ingenió para no tocar nada mientras se cambiaba y se dio un último vistazo en el espejo antes de salir.
A un lado de la puerta, había unos tipos de casilleros con nombres escritos en cinta adhesiva, YoonGi supuso que podía poner su ropa ahí.
Yuto lo esperaba pacientemente afuera con los brazos cruzados y le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera.
— Los hombres a tu derecha —dijo mientras seguía caminando—. Son Ren y Hinata, y el que lava los carros es Nobu. Llévate bien con todos porque no tolero las peleas, tampoco converses mucho porque para eso están los descansos.
Lo llevó a un auto apartado del resto, un Subaru WRX STI color rojo, que se veía demasiado desgastado y viejo. Yuto abrió el capó del auto y señaló la mesa de herramientas que estaba a lado.
— Que vaya más rápido, el anticongelante se derrama fácilmente, cambia el filtro del aire —ordenó, YoonGi se sintió desfallecer—. Ese señor me contó que eras bueno en todo, sorpréndeme.
Ya no le estaba gustando mucho eso de trabajar, ahora extrañaba el colegio.
Empezó con lo primero que le dijo, la velocidad, que no era algo que no había hecho antes. Su tío tenía una mecánica y lo solía incluir mucho en el trabajo con carros, de ahí su gusto por las carreras y por participar en ellas, no esperaba para poder comprarse un carro y demostrarle a todo Tokyo su talento.
Había terminado de cambiar las llantas cuando el silencio de la mecánica se vio interrumpido por una voz cantarina en la entrada de la mecánica, YoonGi trató de no parale bola al principio, pero su curiosidad le ganaba y pensó en solo echarle un vistazo y ya.
Ahí estaba él, pero de una forma diferente, como si fuera otra persona. Vestía una camisa blanca que contrastaba con sus jeans azules que moldeaban sus piernas, su cabello del característico rosa había desaparecido, siendo reemplazado por un cabello rubio peinado hacia atrás. Pero sus ojos, verde esmeralda, seguían ahí, intactos, y solo por eso pudo reconocerlo.
El rubio pareció hacer lo mismo, porque ya se estaba dirigiendo a él siendo seguido por Yuto.
— Él es YoonGi, el nuevo —lo presentó Yuto, el chico le sonrió tenuemente—. YoonGi, él es JiMin, Park JiMin, y sabe más de carros que cualquier otra persona.
Pareció quedarse en un trance, no pudiendo procesar que se encontraba frente a Kitty otra vez, de una forma diferente, más tranquila y cómoda, como alguien que tenía una vida normal.
YoonGi le extendió la mano.
— Un gusto, Park JiMin —le sonrió, JiMin tardó un poco de darle la mano. El toque de sus dedos le quemó a YoonGi, sintiendo una corriente electrica desde la punta de los dedos hasta su cabeza. La mano que sostenía era tan suave, como si tocara el mismísimo algodón, y el calor que poseía le hizo sentir que debía sostenerla como si fuera a morir.
— El gusto es mío, YoonGi —le respondió y alejó su mano con rapidez, y YoonGi adivinó que tuvo la misma sensación. Yuto apareció con una caja llena de uretano, que sonaba cuando las latas chocaban entre sí.
— Elige un color, Ren lo pintará por ti —le dijo a JiMin, este pareció pensarlo un momento antes de elegir las latas de color verde y negro—. Buena elección, ¿algún diseño en mente?
— Se lo dejo a Ren, no tuve tiempo de elegir algo —Yuto asintió y se fue con la caja, dejándolos solos a ambos. YoonGi volvió al capó, mirando que algún sensor provoque la caída del anticongelante. JiMin se había apoyado a un lado del capó, curioseando con la mirada.
Pasaron unos minutos en un silencio incómodo, por no decir mortal, antes de que JiMin empezara a hablar.
— YoonGi —lo llamó, el nombrado dejó lo que estaba haciendo para verlo—. Te pago para no decir mi verdadero nombre.
Lo soltó tan inoportuno, que YoonGi no pudo evitar una risita. La risa salió desde lo profundo de su garganta, algo que hizo estremecer a JiMin.
— ¿Me diste el honor de ser la primera persona en conocer tu verdadera identidad? —preguntó volviendo a su labor en el capó.
— No, pero eres la primera en conocer mi nombre —admitió—. Lo cual es preocupante, a decir verdad, porque yo tengo muchos enemigos.
— ¿Crees que me paguen por decir tu nombre? —bromeó, JiMin rodó los ojos
— Hablo enserio —le dijo—. Y mira que soy bueno contigo porque eres nuevo aquí en Tokyo, de lo contrario ya te hubiera golpeado o atropellado con el carro.
YoonGi volvió a reír.
— Bien, no diré nada, pero no me tienes que pagar —le sonrió, y haciendo un par de movimientos alcanzó el sensor de velocidad—. Soy muy bueno guardando secretos, y haré un esfuerzo por ti.
— Debes querer algo, todos quieren algo —le dijo el rubio—. Habla o reconsidero la opción de atropellarte.
El pelinegro paró lo que estaba haciendo y fingió pensar su respuesta.
— No es algo que me puedas o me pienses dar pero... —vaciló—, tengo el deseo de comprarme un auto y ganarte una carrera, y demostrarles a todos que hay un nuevo rey en su mundo.
JiMin rio, de una manera sarcástica pero melodiosa que hipnotizó a YoonGi.
— Sigue soñando, corazón, yo nunca me dejo ganar y menos por un nombre —gruñó—. Otra cosa.
— Es lo único que pido —expresó YoonGi con una falsa esperanza en sus ojos—. Pero no diré nada, puedes confiar en mí.
JiMin dudó un momento, cruzándose de brazos y viendo como YoonGi volvía a su trabajo. Pareció pasar media hora, en lo que YoonGi se metía debajo del auto y trataba de parar una gotera, cuando JiMin le jaló del overol para sacarlo y encararlo.
— Si terminas el auto para esta noche —declaró, con una mirada divertida en el rostro—. Es todo tuyo y te doy el honor de correr conmigo ¿Te parece?
YoonGi le sonrió y asintió, JiMin volvió a extenderle la mano y YoonGi no pasó la oportunidad e estrechársela solo para volver a sentir la corriente de emociones que eso singificaba.
— Trato hecho.
JiMin se fue poco después, avisándole de las mejoras que necesitaba para hacerlo correr, pero que la pintura tendría que esperar para otro día. YoonGi estaba más que eufórico, no pudiendo controlar sus emociones por un largo rato, incluso Hinata había ido a ayudarle cuando le comentó lo que le había dicho JiMin.
Un poco más tarde de lo que empezaban las carreras, el auto estaba terminado. Había salido más tarde de lo que se suponía y ni siquiera tuvo tiempo de cambiarse bonito, no le dijo a HoSeok lo que iba de hacer esa noche, solo le avisó que había conseguido un auto y lo seguiría hasta las carreras. A HoSeok no pareció importarle mucho, ni siquiera sospechó de él cuando ya en el lugar se había apartado un poco para observar el mapa que trazaba el camino a recorrer en la carrera.
Como siempre, gritos se hicieron escuchar y el auto rosa se abrió paso entre la multitud. YoonGi volvió a ver a otro ojiverde diferente, con su característico cabello rosa y sus bonitos atuendos del mismo color. HoSeok ni siquiera se dio cuenta cuando YoonGi se apartó para poder conversar con Kitty.
— ¿Sigues manteniendo el trato en pie? —habló, Kitty se giró sorprendido, luego sonrió.
— Parece que lograste arreglar el auto —dijo—. ¿No desconfías que la velocidad con la que trabajaste te podría jugar en contra?
— Para nada.
Los autos de una anterior carrera ya habían llegado y Kitty se apartó para susurrarle algo al organizador, este se giró para verlo y sonrió son sorna, anunciando otra carrera que sabía la gente prestaría atención solo por escuchar el nombre de Kitty. YoonGi fue a su auto, un tanque de nitrógeno descansaba a su lado y había un par de botones en casa esquina del volante para activarlo, si por alguna razón parecía perder sería su último truco.
Antes de dirigirse a la línea de salida un hombre se le acercó con un cuadernito en mano.
— ¿Nombre? —preguntó, YoonGi si quedó pensativo—. Rápido, amigo, no tenemos toda la noche.
En Corea no decían nombres por mayor seguridad, ni siquiera había escuchado apodos de los corredores, entonces eso de los nombres era algo nuevo para él. Pensó que lo mejor sería algo como un juego de palabras, recordó las palabras de su madre que le decía que su piel era tan blanca como el azúcar, Suga, al revés, Agus, con una t de tamarindo porque era su bebida favorita.
— Agust —dijo, el chico lo escribió rápidamente—. Agrégale una D al final.
¿ La D? Por la ciudad donde creció, Daegu.
— Bien amigo, buena suerte —le dijo el chico antes de irse junto al organizador.
HoSeok ni siquiera notó su ausencia hasta que lo vio sonriente en la línea de salida, junto con Kitty. Y su expresión fue la cosa más graciosa que YoonGi vio en la noche. Se acercó a pasos apresurados y tocó la ventanilla del coche con impaciencia, hasta que YoonGi la bajó para hablar.
— ¡Estás loco! —le gritó por encima del bullicio que hacía la gente emocionada—. ¡Kitty te destrozará! ¡Vas a ser el hazme reír!
YoonGi se encogió de hombros.
— Igual voy a hacer el hazme reír si me retiro ahora HoSeok —le dijo—. Es hora de poner a Kitty en su lugar.
Subió la ventanilla en su cara, dejándolo con la palabra en la boca. Kitty se reunió a su lado. Tenía lentes color rosa y le sonreía con idolatría, también, quiso suponer YoonGi, tenía una mirada coqueta debajo de los lentes. La gente se reunió a su alrededor con euforia, y por el retrovisor pudo ver como todos hacían apuestas.
— ¡Nueva carrera! —gritaba el organizador por un megáfono—. ¡Hagan sus apuestas! Tenemos a nuestro querido Kitty y a un nuevo corredor, Agust D.
Los gritos de las personas se hicieron escuchar y YoonGi tuvo el instinto de taparse los oídos.
Una muchacha alta se colocó en medio de los dos, portando un pañuelo en su brazo extendido.
— En sus marcas —se escucharon los motores de ambos autos, YoonGi sintió la adrenalina corriendo por sus venas—. Listos, ¡Fuera!
La velocidad con la que arrancó hizo que se pegara en el asiento, y una sonrisa se le instaló en el rostro. Hace mucho que no se sentía así, ni siquiera le importó que Kitty haya tomado la delantera desde el primer segundo, ya se ocuparía de eso.
Las primeras dos curvas fueron fáciles, hasta que tuvieron que pasar por la calle principal. YoonGi en su vida había rezado tanto por no chocar en ese momento, también rezó cuando pasó cerca de una patrulla que al toque empezó a sonar sus sirenas. Trató de ver a Kitty, igualarlo para pedir ayuda, pero este pareció contentarse más por la adrenalina y siguió con la carrera.
Lo siguiente que vio YoonGi fue el atajo para llegar a la meta. Los policías ya se habían quedado atrás y Kitty seguía primero, y para cualquiera sería el ganador. No para YoonGi. Una línea recta se dibujaba hasta la meta, donde decidió utilizar aquel truco secreto del nitrógeno.
Hubiera pagado por ver la cara de Kitty cuando lo rebasó a toda velocidad, dejándolo atrás y por consiguiente, ganado la carrera. Gritos y gritos de la gente llegaron a sus oídos, algunos de sorpresa, otros felices por haber tenido fe que él iba a ganar.
Apenas se bajó del auto, HoSeok lo fue a abrazar muy asustado.
— ¡Dios mío! —exclamó, tocando sus rostro repetidas veces, como si no creyera que estaba ahí—. ¡Pensé que Kitty te había hecho chocar!
YoonGi sonrió.
— Te dije que ganaría —le dijo—. Debes de dejar de creer lo que dicen por ahí.
Justo en ese momento, los gritos cesaron de golpe. Primero pensó que se avecinaba la policía, pero no, solo era Kitty que conducía con lentitud para aparcar el auto justo a un lado del suyo. La sala enmudeció y HoSeok por poco y se había ido corriendo cuando vio que el pelirosa salía del auto para donde él.
YoonGi volvió a sonreír, aunque el pelirosa era todo lo contrario.
— Buena carrera —dijo el pelirosa, extendiendo la mano—. Me sorprendiste.
Le estrechó una mano sin decir una palabra, luego miró como el pelirosa se volvía a subir a su auto. Este le pidió que se acercara con un movimiento de cabeza, y YoonGi, bien obediente, se agachó en la ventanilla del conductor.
— Revancha —susurró, la sonrisa del pelinegro volvió a aparecer—. Esta vez no te la voy a poder poner tan fácil.
— Ya veremos —YoonGi volvió a su auto, y la gente, sorprendida, se volvía a amontonar alrededor de los autos expectantes de una carrera emocionante.
Esta vez, todos apostaron por YoonGi.
La carrera empezó otra vez, aunque ninguno de los dos parecía querer tomar la delantera. Kitty iba a un ritmo rápido, pero YoonGi sabía que no estaba pisando el acelerador a tope como debería. Entonces supuso que esa "carrera" tenía otras intenciones detrás, y aprovechó el momento antes de entrar a la carretera principal para que, con un gesto, le preguntara que pasa.
Kitty movió los labios y YoonGi supo inmediatamente lo que decía.
Sígueme.
Tal vez HoSeok sí tenía razón y Kitty lo iba a matar en ese momento.
Ambos bajaron la velocidad, y Kitty se desvió del trayecto principal para ir a una calle en donde él no había estado antes. Entraron a un callejón con poca iluminación donde al final había un túnel, sin luz, que podría ser confundido por una guarida de asesinos o algo así.
Pero Kitty se veía bastante seguro por pasar por ahí, y YoonGi confiaba en él aún conociéndolo solo 2 días.
Aunque no terminó como YoonGi esperaba. Justo al final, la iluminación mejoraba y les daba paso a la orilla de un río, acompañado del cielo estrellado y el reflejo de la luna sobre el agua. YoonGi quedó maravillado en el primer instante, siendo el primero en estacionarse para admirar la vista de la ciudad al otro lado del río.
Logró tomar una fotografía, antes de que JiMin se arrimara en su auto.
— Hiciste trampa —le dijo, YoonGi rio—. Yo no soy mucho de hacer escenas, pero hiciste trampa y eso a mí no me gusta.
— No hice trampa —se defendió el pelinegro—. Acepta la derrota, cariño, hay más jugadores mucho mejores que tú.
— Obviamente lo sé, pero donde yo corro soy el mejor —añadió—. Y no dejaré que alguien novato me quite mi primer lugar, dime, ¿cuánto quieres para regresarte a tu país?
YoonGi soltó una carcajada.
— Yo no soy novato en las carreras, ni voy a regresar a mi país solo porque tú me lo ordenes.
El pelinegro se giró para encararlo y tenía una visión muy clara de como quería que fuera percibido. Pero Kitty lo distrajo, la poca luz que iluminaba parte de su cabello mientras jugaba con este, manchas rosas quedando en las puntas de los dedos. Ese no es Kitty, pensó, ese es JiMin.
— Aléjate —ordenó el pelirosa cuando intentó acercarse—. No nos conocemos.
— Eso es mentira —JiMin arqueó una ceja—. Sé que te llamas JiMin, que te gustan los autos y eras el mejor corredor de carreras en Tokyo.
— Sigo siendo el mejor —refutó.
— Yo te gané, supongo después de mucho tiempo.
JiMin suspiró, dejando de jugar con su cabello y quitándose las gafas rosas. Por primera vez en la noche, YoonGi vislumbró sus hermosos ojos verdes, que lo atraían como si fueran imanes. Volvió a hacer el ademán de acercarse y esta vez JiMin no dijo nada.
— Podríamos compartir victoria —le propuso el pelinegro.
— ¿Enserio? ¿Seguimos en el jardín de niños? —se burló—. Ridículo.
A este punto, la distancia entre ambos se había acortado, siendo separados por las piernas del pelirosa que estaban inclinadas a su dirección. Para YoonGi, JiMin se veía mejor que nunca, incluso bajo la fachada y las prendas de Kitty, se sentía su tranquila y acogedora presencia, aunque conservaba ese aura coqueta y atrevida que le había encantado.
Pensó que nunca en la vida iba a encontrar otra persona como JiMin.
— Que lindo —dijo, cuando vio en el hombro del pelirosa un tatuaje de una mariposa neotribal. Tuvo la tentativa de tocar y JiMin no se negó. Otra vez, el toque de las pieles pareció quemar su interior, siendo algo más íntimo que un simple apretón de manos. JiMin se estremeció con el toque y YoonGi no se contuvo de acariciar la zona, tratando de sentir aquella emoción nunca antes experimentada.
Pensó que el toque de sus labios debería sentirse mejor.
Apoyó sus brazos a los costados del pelirosa, cortando toda la distancia posible para poder sentir la respiración del otro. JiMin no se inmutó, permaneciendo quieto en su sitio con una ligera sonrisa en el rostro.
— Prometo desaparecerme —suplicó YoonGi, con los ojos llenos de deseo—. Si me concedes la oportunidad de besarte.
— ¿Es un juramento? —jugó el pelirosa, rozando sus labios.
— Lo juro.
Y se besaron, y YoonGi había acertado. El beso se sintió mucho mejor que el toque de sus pieles, más sensible, más electrizante, más saciante que YoonGi pensó en mandar a la mierda su juramento con tal de besar al chico cuantas veces quiera. Tomó con ambas manos el rostro del pelirosa para profundizar el beso, uno que aunque al principio parecía un besito, con el pasar de los segundos se convirtió en una guerra, guerra en la que YoonGi llevaba la ventaja. Tomando desprevenido al otro, mordió su labio para meter su lengua y explorar más a profundidad la boca de su pareja, que jadeaba extasiada por tan exquisita sensación.
A este punto, JiMin había rodeado con sus brazos el cuello del pelinegro para acercarlo más y poder sentirlo mucho mejor.
Cuando se separaron por falta de aire, YoonGi no perdió el tiempo para seguir besando la piel de su pareja. Y la electricidad seguía ahí, siendo tan gratificante como la primera vez y que se sentía tan bien que hacía gemir al pelirosa.
Y claro, ese sonido se volvió el favorito de YoonGi.
Siguió explorando con su boca el cuerpo del pelirosa, pasando sus besos hasta el cuello, donde chupaba y lamía a su antojo. Inclusos sus manos, insatisfechas, habían encontrado la manera de escabullirse por debajo de la ropa, sus manos frías sacándole suspiros a JiMin.
Pero cuando hizo el ademán de sacarle la camisa, este lo frenó.
— Yo no voy a coger aquí —jadeó, YoonGi lo miró incrédulo—. Hace frío y apuesto tienes una mejor solución en tu departamento.
YoonGi sonrió. El chico se subió en su auto, alegando que alguien vendría por el suyo más tarde, y no perdió el tiempo de sentarse sus piernas para seguir besándolo, una posición que no le dificultaba a YoonGi para conducir de vuelta a casa, aunque haya tenido que preguntar un par de veces a donde tenía que girar.
No perdieron el tiempo de besarse cuando estacionaron el auto, cuando estaban encerrados en el ascensor y cuando se pararon a medio pasillo.
Esa noche, miles de sensaciones volvieron a sentir al conectar sus cuerpos de una mejor forma. Y YoonGi supo, al ver la almohada a su manchada de rosa, que esa no sería la última vez en que harían algo ellos dos.
Se bañaron juntos, desayunaron juntos y fueron juntos a sus respectivos trabajos, dejando a un HoSeok totalmente estupefacto en la entrada del edificio cuando los vio salir juntos tomados de las manos.
Y como YoonGi lo prometió, desapareció, no de la vida del rubio, porque seguían saliendo juntos a tomar cafés, a ver películas y a hacer cosas cursis de pareja. Pero si faltó un par de semanas a la carreras clandestinas, hasta que Kitty le dio el permiso de volverse a aparecer, ya no como el novato que le ganó, sino como su pareja oficial y el segundo mejor corredor de carreras en Tokyo.
Después de Kitty, obviamente.
Tal vez aceptar la propuesta de su padrastro no fue tan malo después de todo.
—Mabel's
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